martes, 31 de diciembre de 2013

El final de los tiempos

por  Caronte Campos Elíseos


Hace escasamente un año, publicaba un primer escrito en este espacio.  Lleva por título, El fin del mundo.  En esa ocasión hacía referencia a la posibilidad de que se cumplieran las profecías mayas y/o los augurios del juicio final.  Para bien o para mal, todo fue una falsa alarma, y aquí estamos doce meses después, escribiendo otros disparates.  Antes de continuar con mis desvaríos, (los cuales son cada vez más recurrentes), quiero agradecer a todos los que han colaborado, con el decido propósito de darle sentido a esta bitácora cibernética.  Angelo Negrón (Recolecta), Ana María Fuster Lavín (Aché, Aché…tambores de libertad), Mariella Rivera (Educar con valores: unreto mayor cada día), Ángel Parrilla (Poderde cambio), Yolanda Arroyo (Carimbo), Luis A. Pérez (El regreso), Sherly Rivera (Mucho más que un misil), Jean D. Pagán (¡Despierta ya!), Oscar Ruiz (La guerra de clases), y Luis Antonio Rodríguez (LARO) con su visita poética.  No puedo obviar la gran aportación de nuestro colaborador permanente, Carlos Esteban Cana, con su periodismo cultural y sus ideas conceptuales, quien desde el inicio ha mostrado fe en este loco proyecto.  Estos escritores han dado balance entre el delirio y la cordura en el transcurso de este año.

En lo que a mí respecta, continúo con una Persistencia peligrosa de adentrarme en una Oscuridad permanente que me lleva a confundir y asociar todo a mi alrededor con El cisne negro.  Y es que el fallido final del mundo del 2012, me ha llevado a ver cómo llegamos, en definitiva, al final de los tiempos.  Esto no necesariamente significa un juicio final, un desastre natural de magnitud global o un Armagedón.  Al menos no literalmente.  Más bien puede compararse con la conformidad y aceptación que vivimos actualmente de El Statu Quo.  Es que para mi entender (aunque no entiendo muchas cosas) mientras los años pasan sin detenerse, nosotros, el pueblo de la constitución de avanzada, nos quedamos estancados sin posibilidad de cambios reales.  Nos recluimos en un círculo vicioso, en una especie de cápsula  que no permite movimiento ni evolución.  Estamos condenados a vivir perpetuamente Perdidos en el espacio.  Sin opciones para mejorar, sin alternativas para salir de esta burbuja que no admite visión de futuro.

Desde hace varios decenios hemos visto como la Troika boricua conspira contra nuestro pueblo, coartando toda posibilidad de progreso.  La connivencia entre el triunvirato que la compone ha resultado nociva para nuestras aspiraciones.  Los grandes poderes y los que los ostentan conspiran sin pausa para lucrarse de sus posiciones, para abusar de sus pedestales sociales y para actuar en detrimento del bien común.  Nos han sumergido en una Esquizofrenia mediática, que lejos de informar y orientar, nos conduce cada cuatrienio a las urnas, hipnotizados e idiotizados por sus falsas promesas y burdas representaciones.  De ahí que en cada conversación informal y pueblerina que se escucha en las calles, en los bares y cafeterías ordinarias, se eleve, como palabras al viento, el reclamo de un voto de castigo.  Un voto que le demuestre a los imcumbentes que no son permanentes en sus cargos, y que les recuerde que el poder realmente pertenece al pueblo.  Lo absurdo de esta premisa es que el pueblo, el soberano, sale a ejercer su derecho escogiendo a candidatos sin preparación académica, corruptos sin escrúpulos, narcotraficantes disfrazados de políticos, y toda suerte de malandrín oportunista.  Perdemos el tiempo en este juego electoral sustituyendo pillos, ineptos y personajes pendencieros por personeros de la misma calaña.  Los alternamos en el poder por diferentes razones y motivaciones.  Ya sea por fanatismo político, por apego partidista, o simplemente por ejercer el mal llamado voto de castigo, terminamos eternizando la mediocridad de un sistema que nos consume, agotando nuestros recursos y explotando nuestras fuentes de producción y nuestro trabajo.
 
Es así como llegamos al fin de los  tiempos.  Vivimos lo mismo cada día.  Nos pasa lo mismo cada cuatro años.  Nos sucede igual, y no se vislumbra nada positivo a largo plazo.  Ciertamente nos hemos aclimatado a los estilos de vida establecidos por los “grandes intereses”.  Nos consume el Desapego cultural, que nos mantiene enajenados de las verdaderas razones para nuestra precaria situación. Asumimos por bueno, el hecho de que todos los que aspiran a gobernar sean los testaferros de los caníbales capitalistas.  Aceptamos que los que anhelan con tanta vehemencia dirigir y legislar, lo hagan solo por interés y conveniencia personal.  Nos vale madre que actúen como verdaderos filibusteros, y le damos el voto de confianza solo por el placer de decir al final de la jornada eleccionaria: “ganamos”.  Pero después del sufragio universal, solo nos queda ser meros observadores del saqueo del cual somos víctimas (y victimarios).  Donde quiera que nos paramos solo se escuchan los gritos de lamentos y las quejas por la triste realidad que experimentamos.  La deuda pública, las casas acreditadoras, los altos costos de agua, luz y teléfono; los peajes y los hoyos en las carreteras, amen de los tapones interminables; los impuestos, los bajos salarios, la carga impositiva, la mediocre educación, el enfermizo sistema de salud, y la paupérrima seguridad, son solo algunos de los tópicos más consabidos en cada conversatorio o coloquio familiar.

Este círculo vicioso nos ha conducido a la gran fatalidad que hoy vivimos.  En este País sin prensa se reportan las noticias con el fin de polarizar la atención en superficialidades y banalidades.  Tal es el caso de la protesta magisterial de los últimos días, y la micción de un maestro en la silla parlamentaria.  Esto es evidencia de cómo los medios de información masiva se prestan para desvirtuar las verdaderas problemáticas que nos corroen.  Hacen un escándalo que sirve como cortina de humo para la agresión legislativa. Mientras que los honorables nos mean desde la casa de las leyes desde hace poco más de cincuenta años.  Y así, hemos visto con tal indiferencia el despido masivo de empleados, el endeudamiento desmedido, la privatización injustificada, el derroche de dinero, la corrupción rampante, la agresión laboral y el desempleo creciente, el menoscabo del retiro de los trabajadores, la prominencia de la pobreza, la degradación de los créditos y el éxodo de profesionales, y todos los demás males sociales con los cuales convivimos.  No hemos entendido y mucho menos internalizado que, castigando los políticos votando por otros “menos malos”, nos hemos castigado y condenado nosotros mismos.  Hemos paralizado nuestro reloj evolutivo del progreso para perpetuarnos en una situación estéril y sin serias posibilidades de mejorar.  Nos hemos detenido en tiempo y espacio para ver como los países que nos miraban como ejemplo a seguir, nos han superado en todos los aspectos.  Ya no estamos a la vanguardia de ninguna “república bananera”.  Ahora somos espectadores desde la retaguardia, desde el patio trasero, del crecimiento y desarrollo de las naciones latinoamericanas.
 
Por eso este fin de año nos sentaremos (luego de los vítores y los fuegos artificiales) a lamentarnos y a repasar como el extinto 2013 nos ha dejado atrás.  Rezagados y con nuestra vida colectiva comprometida hasta las próximas generaciones.  Recibiremos entonces el nuevo y joven 2014, como de costumbre, con falsas expectativas personales, modelos equivocados de bienestar y la eterna mentalidad del colonizado.  Por mi parte, dentro de mi Locura que no se cura, pienso que única y exclusivamente, cuando seamos capaces de reclamar lo que por derecho nos corresponde como sociedad, sin pensar meramente en el individualismo egoísta; cuando podamos protestar contra las injusticias, aunque estas no tengan efecto directo en nuestras vidas personales; cuando podamos pensar en el futuro de nuestra raza y nuestra patria, sin estar ensimismados en nuestros apartados mundos; cuando tengamos la voluntad de concebir un Nuevo Estado de Derecho que responda a nuestras verdaderas necesidades y que fomente una digna continuación de nuestro tiempo y nuestra historia, superando las divisiones azulgranas; solamente en ese momento, en ese preciso instante, romperemos el circulo vicioso de tribalismos políticos en el que estamos encerrados e inmovilizados.  Ya es hora.  Estamos a tiempo de caminar con las manecillas del reloj a nuestro favor.

Solo me resta desearles no solo un próspero dos mil catorce, sino un prometedor porvenir.  Hasta la victoria.


¡Levántate y anda!

martes, 17 de diciembre de 2013

Desapego cultural

por  Caronte Campos Elíseos




Siempre encuentro a alguien que piensa que soy un desequilibrado mental, o que soy   un desajustado emocional.  Tampoco falta quien piensa que soy un loco con graves problemas de adaptación social.  Algunos me ven y se alejan por otro camino.  Otros, me gritan epítetos como, maniaco, psicópata, o lunático (aparentemente a modo de insulto).   Otros pocos, muy pocos, se acercan a decirme que estoy enfermo y que necesito ayuda profesional.  Solo porque evidentemente, he llegado al “borderline” de mi personalidad.  Tal vez porque cuestiono todo lo que sucede a mí alrededor, y critico todo aquello que me parece “fuera de lugar”.  Quizás también por el hecho de que pierdo mí tiempo escribiendo solo disparates para este espacio.  Para ser objetivo, quizás el hecho de que visite un psiquiatra, un psicólogo y un psicoanalista, y que además consuma cantidades ingentes de químicos recetados, validen todas las etiquetas que me adjudican mis críticos.  También debo admitir que algunas de mis costumbres pueden resultar un tanto extrañas.  No es muy común que una persona guste de leer periódicos con varias semanas de retraso.  Tampoco es muy habitual ver a alguien vagar en las noches y en mala compañía por los cementerios del país, o por las murallas de San Juan con pensamientos suicidas.  No es por justificarme ni nada de eso, pero toda esa patología no surge de la nada, y tampoco se da en un vacío.

Toda esta falta de fe en la gente, mi desconfianza hacia el prójimo, y la animadversión hacia la humanidad, es el resultado de la manera en que vivimos actualmente.  Es un mecanismo de defensa contra los estilos de vida contemporáneos, las costumbres modernas, y contra los excesos de la nueva cultura.  Cuando hablo de cultura no me refiero al mundo de las artes, las letras, la música, el teatro,  ni la pintura.  Estos son los únicos que mantienen una “scintilla” de cordura y sensatez.  Más bien me refiero a los actos y actuaciones, a los comportamientos y actitudes, a los sentimientos y pensamientos adoptados a través del tiempo, y que ya forman parte integral de nuestra cultura, tradiciones, idiosincrasia e identidad nacional.  No quiero generalizar porque se de muy buena tinta, que hay quien se ha inmunizado contra el germen patógeno de la corriente neoliberal postmoderna y sus respectivos virus.  Pero evidentemente, nuestra realidad y nuestra cotidianeidad están matizados con un desapego cultural cada vez más incontenible.  Hemos institucionalizado en nuestras vidas el desapego de los valores que una vez nos identificaban como pueblo.  La isla ha perdido su encanto y ya no es un destino turístico seguro, y el puertorriqueño ha perdido su carácter hospitalario del cual tanto alardeaba.  La prueba más clara y evidente de la magnitud del desapego que sufrimos como pueblo, es el apagón de la laguna bioluminiscente.  Nunca se hizo sentir ni pizca de indignación por el mal manejo de nuestros recursos naturales.  Amén de la intolerancia hacia los semejantes, la discordia entre familiares y amistades, sin mencionar la incontenible incidencia criminal en todas las clasificaciones delictivas; y la ola de violencia domestica que tantas vidas de mujeres inocentes ha cobrado.

Para hacer el cuento largo, corto, y no aburrirlos con tanta bazofia apalabrada, me voy a limitar a narrar (a manera de chisme) lo que me sucedió mientras preparaba mi cena de “acción de gracias” y meditaba sobre la disyuntiva social que vivimos.  Aunque no tengo mucho que agradecer, ni siquiera a quien o a que agradecer, después de haber seleccionado un jamón de pavo empacado y un vino de frutas barato, me dispuse a preparar la mesa para uno.  No bien terminaba de colocar el plato desechable sobre el madero repleto de lecturas en agenda, algún incauto osado tocó a mi puerta.  Para mi sorpresa, era una vieja compañera de estudios doctorales en materias extrañas.  La doctora, quien parece no envejecer y mantener su figura juvenil y su pelo lacio amarillo como el sol, se atrevió a saludarme como en los buenos tiempos, con un beso en la mejilla.  No quise ser descortés (tal vez sí) al no mencionar palabra alguna, pero ella por iniciativa propia se invitó a entrar, y de paso, también a cenar.  Le advertí sobre el rico y suculento pseudo menú, a lo que accedió sin contemplaciones.  Observando todo como si se tratara de una inspección en Siria sobre armas peligrosas, me cuestionó sobre el maletín negro con las siglas, EEUU-NSA.  Le respondí de manera parca, que era un obsequio de un viejo amigo de viajes.

Sentados a la mesa, me convertí en víctima de un intenso interrogatorio. Ya en la catástasis de la entrevista, y sumergidos en la embriaguez, comencé a confesar el porqué de mi vida cuasi ermitaña.  Le explicaba yo a la doctora, que mi retirada hacia el anonimato es causado por el desapego social generalizado.  El desapego de la vida, de la comunidad, de la solidaridad.  En fin, un desapego de todo lo que se relaciona a la universalidad y el pluralismo.  Un desapego de la diversidad del ser humano y lo que nos caracteriza como humanidad.  Situación que ha servido como agente conductor de la intolerancia, el individualismo, el egoísmo, incluso ha fungido como detonante del hedonismo y el egocentrismo imperante.  No existe ya la esencia de una colectividad abierta para todos y todas en igualdad.  Solo quedan reminiscencias de lo que alguna vez fue una cultura de unidad y hermandad.  La cohorte de los buenos tiempos ha fallecido, y las nuevas generaciones han caído presas del sistema global dominante.  Un sistema que nos sumerge miserablemente en su juego y nos convierte en piezas claves de su supervivencia, despojándonos de nuestros valores y nuestro sentido de sociedad.  Con el consumismo, la libre competencia, la multiplicidad de oportunidades para realizar los sueños; y la venta por todos los medios de comunicación masiva, de ideas y estilos de vida diseñados para polarizar las mentes débiles hacia unas falsas expectativas, este sistema nos ha inducido a institucionalizar el desapego de todo lo realmente genuino y verdadero.

La doctora solo se limitaba a mirarme directamente a los ojos y a tomar sus repetidas copas de vino cada vez más llenas.  A tal grado que me vi en la obligación de abrir mis reservas de vinos de frutas, guardadas para alguna ocasión especial.  No cabe duda que esta era lo suficientemente especial, ya que la doctora me seguía atrayendo igual que en los tiempos de nuestros cursos de ciencias ocultas.  Yo continuaba con mi disertación (no sin antes tomar mis pastillas para los nervios también con un poco de vino) sobre la cultura actual puertorriqueña y las devastadoras consecuencias del desapego instaurado en todos los ámbitos de nuestra vida colectiva.  El mismo que nos ha llevado a tolerar y a aceptar conductas equivocadas.  Incluso nos ha empujado hasta el punto de avalar y justificar comportamientos atípicos contrarios a las civilizaciones de avanzada, y a pasar por alto e ignorar las actuaciones inmorales y antisociales de los sectores más favorecidos por el propio sistema.  Tal es el caso de la corrupción gubernamental y la administración pública.  Salimos a escoger los dirigentes del país cada cuatro años, a sabiendas de que hay que escoger entre todos a los menos malos.  Mientras tanto, toleramos toda clase de abusos y maltrato institucional.  Toda acción, toda palabra, toda ley aprobada no tiene otro objetivo que lacerar la ya maltrecha clase media del país.  Sin mencionar que las oportunidades de una mejor calidad de vida para la clase que se encuentra por debajo del nivel de pobreza, no figura entre los verdaderos planes políticos, ocultos bajo las plataformas de gobierno oficiales.  Pero eso nos vale madre, y continuamos con nuestras vidas y nuestra actitud apática.  Claro, mientras esto no nos toque directamente a nosotros.  Esa cultura del desapego nos ha llevado a realizar que no existe injusticia hasta que ésta toque nuestra puerta.  Ya nadie piensa en los problemas del prójimo y mucho menos en la solidaridad. 
    
Ella solamente escuchaba con aparente interés.  Con sus ojos achinados por el vino, y con un tono más sensual que al inicio, me comentaba que le agradaba lo enigmático de mi pensamiento, y mi interesante personalidad al filosofar tan vehementemente.  Como yo la conozco y recuerdo sus antiguas jugarretas, la ignoro y continúo con mi aburrida alocución (aunque pensando que ella también se vería muy sexy sobre la mesa).  En fin, ruego por que se aleje la tentación para poder retomar la línea de pensamiento.  Esta vez recalco las razones para mi vida en el retiro de cualquier contacto con la gente.  Todo el mundo, todo el bendito pueblo puertorriqueño ha adoptado el desapego como cultura.  Nos hemos aclimatado, a tal grado que lo vemos como bueno y normal, la "mala leche" hacia los demás.  No tenemos ningún tipo de consideración hacia los vecinos, las amistades, los compañeros, y muchas veces ni hacia la propia familia.  Hemos decidido, abiertamente, ser parte integral del sistema que nos sumerge sin contemplaciones en la miseria ética y moral.

En este punto se muestra un poco inquieta.  Cuestiona si yo tengo alguna solución a este mal diseminado socialmente.  A su vez se queja del calor que recorre todo su cuerpo, y pregunta si puede quitarse alguna prenda de ropa.  Como yo soy loco, pero no tonto, accedí inmediatamente.  Procedo a contestar su interrogante diciendo que yo no poseo un remedio inmediato para la pandemia del desapego que nos consume.  Este está tan arraigado culturalmente, le digo, que no vislumbro salvación alguna.  Es como una escena post apocalipsis.  Todo el mundo pensando en su propio bienestar y adorando un solo dios, el dinero.  Un sistema basado en la obtención de bienes materiales para uso personal, relegando las relaciones humanas e interpersonales.  Hasta que el puertorriqueño no desarrolle una conciencia ciudadana, basada en la ética, la moral y la solidaridad; hasta que no asuma un rol participativo y combativo ante los problemas sociales, dando la batalla para erradicar su origen; hasta que no recuerde como era su idiosincrasia en mejores épocas y decida redescubrirla para las nuevas generaciones; hasta que no derroque el sistema que burdamente fomenta las actitudes individualistas, consumistas y egoístas; hasta que no destierre ese desapego cultural entronizado en los corazones, que solo cosecha apatía, discordia y enajenación; hasta ese momento, no tendremos un futuro por delante.



En este instante la dama embriagada dio un salto sobre la mesa. Se acercó con ojos lujuriosos y respiración acelerada.  Caímos al piso de mi sala enredados entre besos, caricias y abrazos.  De esa noche no recuerdo mucho más, solo que al despertar encontré su cuerpo elástico, estirado y desinflado a mi lado.  Al fin y al cabo, siempre supe que ella era una mujer vacía.

¡Levántate y anda!   

martes, 10 de diciembre de 2013

Luis Antonio Rodríguez (LARO) y su poesía nos visitan


Si le diera

Si al rocío alucinante le diera
con humedecer tus labios que me amanecen
con arropar tu universo que me enloquece
yo tomaría mis espadas, mis sanchos y mis lanzas
derrotando tus molinos como caballero valiente
y le haría la guerra a tus locuras y manchas.

Si a la lluvia invasora le diera
con llorar tu sombra helénica
con acariciar tu cabellera poética
yo saldría sin caballo de madera y sin talones
a conquistar todos tus llanos serenos y tus montes
y le haría la guerra a tus iliadas y odiseas.

Si al viento juguetón le diera
con levantar la falda de mi espera
con rozar tus nalgas que prenden mi hoguera
yo inhalaría hasta llenar tus malos pensamientos
creando en tu pelvis dibujos de tus gemidos y alientos
y le haría la guerra a tus huracanes y tornados sedientos.

Si a la luna revoltosa le diera
con trazar tu espalda con más de cincuenta sombras
con borrar los puntos cardinales de tus cálidos besos
buscaría las anastasias de tus seductoras memorias
combinando tus cinco sentidos con el látigo de tu boca
y le haría la guerra a los sudores que tu cuerpo provoca.

Si al sol imprudente le diera
con derretir tu piel de dulce de leche
con cambiar colores en tus ojos de nueces
viajaría al espacio espacial de tus orejas
apagando tus dudas que estrellas en la punta de mi lengua
y le haría la guerra a tus supernovas con mis nebulosas treguas.

Oye… pero un momento,
si apago el sol nos enfriamos el cuerpo
y se acaba esta guerra de sudores y movimientos.
¡Ay no!, retiro lo dicho y sigo de guerrero…

Que venga más

Por el trasnoche de anoche
y el amanecer de esta nueva mañana.

Que venga más
agua contra la corriente
que vengan más
gatos vestidos de negros
que vengan más
escaleras sobre las cabezas
que vengan más
conejos sin patas de la suerte.
Que vengan que vengan.
Que venga más
desamores enamorados
que vengan
desilusiones con esperanzas
que vengan
besos de sal y pimienta
que venga más
cuerpos compuestos de amor y cal.
Que vengan que vengan.
Que vengan
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Encuentro de escritores: Luis Rafael Sánchez junto a
Luis Antonio Rodríguez (LARO)
los jefes esclavizados
los “co-workers” clonados
que vengan
las tareas irrealizables
las computadoras impersonales
y los emails encadenados
a conciencias insalvables.
Que vengan que vengan
Que vengan
los gobiernos desgobernados
que vengan
la justicia prostituta
y los violadores abogados
que vengan
la policía “al servicio de capos”
y los jueces que se permutan.
Que vengan que vengan.
Que vengan
y traigan el barco
que se atrevan a venir
que ya me vine
que ya me fui
que ya llegue
y los estoy esperando
con el pecho en alto
y el rabo de lado a lado.

Soy naturaleza 

En mi suspiro
en mi sueno autóctono,
en mi ombligo
en mi pecho ardiente
soy naturaleza.
En mis vísceras polvorientas y liberadas
en mi sudor
al amanecer
al atardecer
soy naturaleza.

En mi sonrisa y en la tuya
en mi albedo y en my sombra
en mi sol y en mi instinto
en mi luna
en mi razón
y en mi ternura
soy cielo  ave
rio transparente.
Soy alisio y cordillera
mar y estrella polar
y hojas bañadas
de rocío
soy frio
y calor en invierno
jardín corpóreo
troposfera ardiente
que guardan un silencios.

Pero es bien sabido
- más que todo -
que soy coloquio de venas
certidumbre penetrante
tierra efervescente
soy realidad y vida abierta
porque soy
naturaleza.

Publicado en el libro  Entre la sombra y el albedo, de Luis Antonio Rodríguez (Laro), 1996
Poema incluido en la antología Ecología y Poesía, del Dr. Manuel de La Puebla, San Juan Puerto Rico 1998
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Luis Antonio Rodríguez (LARO) - Escritor y fotógrafo puertorriqueño. Ha cultivado la poesía y la narrativa desde muy joven. Durante la década de los noventas, fue incluido por el Poeta y Humanista don Manuel de la Puebla en la antología mundial Ecología y poesía, también fue de los escritores que se desarrolló en torno al colectivo y revista Taller Literario. Su trabajo creativo ha sido reproducido por diferentes bitácoras y páginas cibernéticas, y creadores como el narrador Angelo Negrón, la artista Tanya Torres, la gestora cultural Raven Blackstone, el poeta Eric Landrón y el editor Caronte Campos Eliseos, se han ocupado de difundir su obra. LARO, como se le conoce, ha sido invitado a participar de importantes eventos en librerías y centros culturales de Nueva York, Filadelfia y Puerto Rico. Tiene dos poemarios publicados: Entre la sombra y el albedo (1996) y Versos clandestinos (2001). Actualmente se ocupa de dar los últimos detalles a Historias del ir y venir, su colección de cuentos, y a la novela La noche larga de aquel día. Algunos críticos han destacado el valor de la poesía ecológica de Luis Antonio Rodríguez (Laro), en la que privilegia temas diversos, como la defensa del ambiente y la protección de la naturaleza, en una poética muy propia, desarrollada por los años. Acerca del arte de la imagen y la metáfora LARO manifiesta: “El poeta hace lo que el fotógrafo con su cámara: refleja la vida, plasma los momentos”.   

domingo, 1 de diciembre de 2013

Breves en la cartografía cultural: Puerto Rico, una literatura en diálogo con el mundo (última parte)

por Carlos Esteban Cana

Con esta entrega concluye la serie especial de Breves en la cartografía cultural, acerca de lo expuesto en el Americas Society por los escritores participantes en el panel: Puerto Rico, una literatura en diálogo con el mundo. Por lo anterior, agradezco al periódico caribeño El Post Antillano, como a las bitácoras Confesiones y Sólo disparates, la publicación de la misma.

Esta parte final trae a los lectores las reflexiones finales de Mayra Santos Febres. En su alocución, la Directora Ejecutiva del Festival de la Palabra y el Salón Literario Libroamérica, habla de sociedades y definiciones abiertas, y enumera interesantes sucesos en la literatura contemporánea. También habla de la cantidad de puertorriqueños y culmina con lo que llama una ‘boricuada’, que, a su entender, le ha hecho mucho bien a los puertorriqueños.  

Mayra Santos Febres: Yo creo en las sociedades abiertas, donde hay muchas definiciones operando a la vez; como a mí me gusta mucho las sociedades abiertas entonces abogo por unas definiciones porosas, inestables, cambiantes. Pero para dar un mapa: los últimos cinco o diez años, una de las cosas más interesantes que ha pasado en Puerto Rico y en muchos países de la América Latina es el surgimiento de la literatura con apellido ‘gay’. Entonces hubo un colectivo que se llamó homoerótica del que salieron un montón de escritores, algunos muy muy buenos, que empezaron a trabajar ese tema que lo había traído Manuel Ramos Otero durante los años 70’s y que ahora ha hecho ¡plaf!  También hay mucha literatura que se está trabajando que es literatura fantástica. Está empezando a salir una literatura fantástica en Puerto Rico de ciencia ficción; en poesía también que es muy interesante. Hay unas discusiones muy interesantes, también de literaturas que están trabajando la migración, pero desde otro punto de vista. Estoy pensando en Urayoán Noel y en cosas que escribe que ya no son la pérdida de la patria o el coraje porque me dejaste allá, sino de gente que va y viene entre San Juan y esos lugares, y ve eso desde su punto de vista. Hay tanto, y yo creo que eso es una cosa interesante que está pasando también, que la definición al fin abre más espacio.

Puerto Rico es un país pequeño. Tenemos tres millones de habitantes en la Isla, ¡cuatro!, y cuatro acá. Eso es como un barrio en México ¿No? Hay que entender que los puertorriqueños somos poquitos, y que, de verdad, no nos tienen que hacer tanto caso. Lima tiene once millones de habitantes. Ciudad de México 21 millones de habitantes. Estoy hablando de ciudades países. Tú estornudas y le pasas por encima a un puertorriqueño. Somos poquitos. Hay países que tienen menos. 

Los otros días un escritor costarricense dice: “¡Al fin, estoy en un país con menos población que el mío!”. Yo creo también que eso es una cosa que tenemos que tener bien consciente. Pero pasa lo que dice Janette, lo que estaba diciendo Janette. Perdónenme la boricuada, pero desde los huevos del perro, el perro es bien grande. Cuando tú estás en la cola del perro, tú lo que ves es una inmensidad. Y eso nos ha hecho mucho bien porque conocemos mejor muchas culturas, que lo que otras culturas nos conocen a nosotros. Y de verdad que las conocemos bien. O sea, yo te puedo hablar, y muchos puertorriqueños podemos hablar a calzón quitao de tradiciones literarias. La española la conocemos de rabo a cabo. No la contemporánea porque España se acaba con el 98 y con Federico García Lorca, ¿verdad? Y uno dice: “Coño, déjame actualizarme”. Y por eso hacemos el Festival de la Palabra. 
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Carlos Esteban CanaComunicador y escritor.  Nació en Bayamón, Puerto Rico, pero se crió en el pueblo costero de Cataño.  Fundador de la revista y colectivo TALLER LITERARIO, publicación alternativa que marcó la última década de creación literaria boricua en el siglo XX.  Ha trabajado en el Instituto de Cultura Puertorriqueña como Coordinador Editorial, Director de Prensa para la V Feria Internacional del Libro de Puerto Rico y como Coordinador de Medios para el Encuentro de Escritores De-Generaciones.  Su periodismo cultural ha sido publicado en periódicos y publicaciones como Dialogo, Cayey, CulturA, El Nuevo Día, y Resonancias, entre otras.  Fue parte del colectivo El Sótano 00931.  Colaboro con el poeta Julio Cesar Pol, junto a Nicole Cecilia Delgado y Loretta Collins, en la antología Los Rostros de la Hidra.

Su periodismo cultural es reproducido en diversos espacios y bitácoras cibernéticas, con columnas como: Breves en la cartografía cultural; Aquí allá y en todas partes; Crónicas urbanas y el boletín En las letras, desde Puerto Rico, en bitácoras como Confesiones, Sólo Disparates: buscando la luz al final del túnel, Panaceas y placebos, Boreales, Revista Isla Negra y en periódicos como El Post Antillano.  Tiene tres libros publicados: Universos (micro-cuentos); Testamento (antología poética; una selección de 46 cuadernos) y Catarsis de maletas (cuentos).  Actualmente reside en la ciudad de Nueva York y desarrolla la plataforma multi-mediática Servicios de Prensa Cultural.  Para Carlos Esteban Cana profesar creación y cultura es como recibir oxígeno; vehículos que le permiten ejercer su libertad.