jueves, 23 de mayo de 2013

El Cisne Negro

por  Caronte Campos Elíseos


Siempre he pensado que los seres humanos (en especial yo), prefieren vivir en una especie de cápsula en donde puedan controlarlo todo, a manera de sentir seguridad en todo cuanto realizan.  No por nada existe el viejo y conocido refrán, “cada cabeza es un mundo”.  Ciertamente cada persona vive una realidad distinta en su carácter individual.  Esto es así en todos los ámbitos de la vida: familiar, laboral, escolar (sí, asimile de una vez que los estudiantes también son personas que viven diferentes experiencias), profesional, entre otros. Tratamos de explicarlo todo de la manera más sencilla posible, sin complicaciones innecesarias y que provoquen esfuerzos adicionales. Esto propicia el que comencemos a ver y a creer todo de una manera sistemática, donde todo tiene un orden establecido y una estructura funcional para nuestros propósitos (o las intenciones de terceros), aunque ese ordenamiento sea ficticio. 


En esa burbuja individual, a diferencia de las que se diseñan, crean y desarrollan en en los “mundos” financieros y monetarios, que se inflan sin control hasta que estallan, no hay mucho espacio para el discernimiento y mucho menos para disentir.  Esta pequeña esfera se teje con nuestros propios pensamientos, emociones, frustraciones, sentimientos y resentimientos.  La reforzamos con nuestros criterios, juicios y prejuicios, y la sellamos con nuestras conclusiones, ya sean justas o infundadas.  Este escenario nos conduce, en la mayoría de los casos (como lo es en el mío propio), a vivir con una venda en los ojos, con ataduras mentales, que no hacen otra cosa más que enajenarnos del mundo exterior. Nos distancian de la verdad y de la realidad, cerrando el paso a la diversidad y limitando la posibilidad de ver más allá de nuestras propias narices.

Tengo que admitir que al escribir estas líneas siento lástima de mi mismo.  No puedo entender como he podido sobrevivir en una ficción tan absurda como esta. Cuando este patrón se repite de persona a persona, se va construyendo una especie de mapa común, conectado por todos esos nanomundos, que al momento de interactuar entre sí, lo que reina es la intolerancia.  Termina formando parte natural de nuestro ADN.  Este pintoresco panorama nos expone y nos hace vulnerables a ser víctimas de un "Cisne Negro".

La Teoría del Cisne Negro, fue desarrollada y esbozada por el investigador y financiero libanés, Nassim Nicholas Taleb, en su libro titulado, “The Black Swan”, publicado en el año 2007.  Está teoría propone que ciertos eventos no esperados, generan gran impacto entre la población.  El autor revela tres supuestos que están presentes en dichos eventos:

1.    Ocurre de manera sorpresiva - Esto es, no se esperaba que ocurriera y no existía o no había suficiente información estadística para predecirlo.

2.   Genera gran impacto - Es decir, al ser totalmente inesperado, provoca consecuencias, repercusiones, y/o efectos de gran magnitud para los observadores.

3.   Análisis retrospectivo - los hechos se analizan una vez pasado el evento.


Además de los criterios anteriores, se menciona los efectos psicológicos que el “Cisne Negro” tiene sobre el colectivo en general.  Taleb califica en esta categoría sucesos como: las guerras mundiales, la invención de las computadores, la internet, las crisis económicas y los ataques del 11 de septiembre del 2001.  Ciertamente se puede dedicar varios escritos para mencionar estos eventos supernumerarios.  Se pudieran agregar a los anteriores, eventos tales como: el holocausto judío, las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagazaki, el accidente nuclear de Chernobyl, entre otros.


Y aunque ahora tengamos una idea clara sobre las causas de estos eventos antes mencionados, parte de la teoría se fundamenta en la reacción natural de la humanidad a pensar que se pudieron haber evitado si se hubiesen tomado ciertas medidas preventivas.  Aunque a todas luces, no exista certeza sobre la posible previsión de los mismos.  El hombre tiene la tendencia narcisista y egocéntrica de creer saber y conocer todo cuanto le rodea.  Y si en algún caso encuentra que no tiene una explicación lógica y comprobable, tiende a crear falsos positivos, es decir, encontrar la explicación más sencilla y más creíble para el resto de la sociedad, y esparcirla como pólvora a través de los medios masivos de desinformación.  Esto tiene una singular eficacia en un país sin prensa, como lo es el nuestro.

Es por esto que a nivel insular, no somos la excepción.  Tenemos nuestros propios cisnes negros, que han pasado por nuestros lares y han dejado una estela de desastre, destrucción y desolación.  Este pueblo ha vivido y sobrevivido a algunos eventos que han marcado la historia del país y de sus paisanos.  Pero como es de esperarse de un pueblo que solo conoce las cadenas de la colonización (al menos desde que terminó la Era Taína), que ha recibido por décadas una intoxicación de desinformación, y que ha sido víctima de programas orquestados de espejismos mediáticos, dichos eventos y sus efectos vitalicios han quedado en el olvido en alguno que otro libro de la historia oficial, o en la mente de algún patriota retirado.  

Siguiendo un poco los linderos de Taleb, tal vez podamos incluir en los  Cisnes Negros Boricuas, los siguientes acontecimientos: La Guerra Hispanoamericana (originalmente Hispano-Cubana), en la que los Estados Unidos intervino para asegurar sus intereses en el Caribe;  La eventual invasión (para algunos gringófilos, la liberación), donde los norteamericanos reciben la isla como botín de guerra;  La otorgación de la ciudadanía americana a los puertorriqueños, con lo que se asegura la participación de los criollos en las eventuales guerras de la nación interventora;  La persecución y criminalización del nacionalismo, en un periodo donde se realizaron masacres, torturas y asesinatos por motivaciones políticas;  La creación (con lo mejor de dos mundos) del Estado Libre Asociado de Puerto Rico, sistema que ha perpetuado nuestra condición colonial;  El retiro de la isla del listado de países colonizados, por parte del Comité de Descolonización de la Organización de las Naciones Unidas (en su lugar debería ser Naciones Reunidas propiamente), legitimando de esta manera el hecho de que la nación norteamericana no tome acción sobre el estatus político actual;  Y el establecimiento de un gobierno propio, republicano y tripartita, el cual ha servido como mecanismo para el saqueo de las arcas del país por ciertos grupúsculos para su beneficio personal.  Entre muchos otros que por razones de tiempo, espacio y humor, no debemos traer a colación.

Los terribles efectos combinados de estos eventos se resumen en la actitud natural de los puertorriqueños por los pasados 115 años, de buscar la explicación más sencilla, y hasta cierto punto la más absurda para la historia y para la verdad detrás de estos hechos.  La inmensa mayoría de los nativos todavía piensa que los Estados Unidos de Norteamérica llegaron a nuestras costas con la mejor intención de liberarnos del yugo español, que nos otorgaron su ciudadanía para hacernos herederos de sus beneficios, y que el ELA fue creado con el propósito de prepararnos para hacer una entrada triunfal al conglomerado de los estados continentales.  Es como una especie de dominio mental o hipnotismo, tal vez sea una modalidad de lavado de cerebros o simplemente una forma de acorralar mentes en una zona cómoda artificial.

Para ser honesto (y por lo regular no lo soy), mi percepción sobre todo esto es que lo único que han logrado los sucesos en cuestión es enajenarnos de la realidad.  Realidad que se muestra evidente en la actualidad social, política y económica de la isla, y en las condiciones de vida de los naturales de la misma.  En adición a todo esto, no estamos conscientes de que somos víctimas inocentes de nuestra propia ignorancia.  Pero lo peor de todo es, que este escenario nos coloca una posición vulnerable.  Nos expone, indubitablemente, a ser víctima por enésima vez de un nuevo Cisne Negro. 

Pero si no hemos sido capaces de entender y superar los efectos de los acontecimientos pasados y sus secuelas en nuestras vidas, mucho menos estamos preparados para prevenir cualquier incidencia en nuestro futuro.  No somos capaces de salir por voluntad propia de esta laguna en la que hemos estado sumergidos como los patitos feos de la historia.  Ni siquiera somos capaces de predecir qué nuevo evento nos podría afectar adversamente y provocar un nuevo colapso en nuestra existencia como pueblo.  De hecho, bajo el déficit mental que vivimos, no pasa por nuestros pensamientos que alguna catástrofe con tan singular magnitud pueda alcanzarnos.  Nos sentimos tan seguros con nuestro sistema de relaciones federales y con nuestra relación cristiana con la divinidad, que no creemos posible que nos toque vivir calamidad alguna.  

Hasta que no despertemos de ese sueño americano, hasta que no entendamos el valor de ser un verdadero ciudadano, hasta que no aceptemos que no podemos estar, con Dios y con el diablo simultáneamente; y hasta que no internalicemos que lo que nos mantiene atados a nuestras tristes circunstancias son nuestras propias cadenas, estaremos a la merced de otro Cisne Negro.  Solo nos percataremos que no somos los patitos feos de la laguna, si no que en realidad somos el Cisne Azul que, Luis Lloren Torres describió alguna vez, cuando nos miremos en el agua pura de la fuente de nuestro hogar.

¡Levántate y anda!


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