por Caronte Campos Elíseos
Estoy libre… escapé del calabozo de Morfeo. Ha sido un largo año perdido entre sueños y
pesadillas. No es de extrañarse, con la
cronificación de la pandemia era lo más natural refugiarse en una coma
inducida. Admito que he pasado toda la
emergencia pandémica encerrado, en cama y en aislamiento total. La cuarentena se convirtió para mí en
permanencia. Salidas solo a las tiendas
de abarrotes y suministros (no voy a especificar aquí de qué clases). Enajenación selectiva de las redes sociales,
noticias o cualquier otro medio de información utilizado para alternar y
exacerbar los nervios. En fin, mantenido
en vida por alguna sustancia química, alcohólica y maquinaria para la
existencia artificial.
He de agradecer a un gran amigo, que en un encuentro
funerario me sacó de ese trance eterno (al menos por algún tiempo). Entre velas, flores, ataúdes y cantos
gregorianos, este me cuestionaba sobre el porqué de mi ostracismo
voluntario. En deferencia a este gran
hermano escritor, aquí van algunas de mis Confesiones…
Los casos, las pruebas, los falsos positivos, la tasa
de positividad, las estadísticas y las ordenes ejecutivas; las restricciones,
las mascarillas, el alcohol y el sanitaizer; las vacunas, las filas, la
temperatura y el distanciamiento; las conferencias de prensa, las muertes y los
hospitalizados; la burocracia y procesos virtuales, la ley seca (maldita
injusticia), el papel de baño, los servi-carros y las dosis de refuerzo; los
repuntes, los síntomas, los asintomáticos, los guantes, los protocolos y
medidas preventivas; todas y cada una de
estas putas cosas resonaban en mi cabeza magnificando mi sociopatía.
Abdicando a mi tan arraigado ateísmo radical y
abandonando el nihilismo práctico que me caracteriza, comencé a suplicar de
rodillas y hacia los elementos a la deidad creadora de todo:
-
“¿por qué
nos has abandonado? ¡Oh, gran dueño y señor de las almas desalmadas, yo te
invoco! Temerosa y humildemente, claro
está.”
La confusión y la niebla mental se apoderaron
momentáneamente de mi cabeza. No sabía
cuál de los dioses iba a contestar mis suplicas. Es harto conocido que cada ser humano a
creado un dios que se ajusta a sus necesidades, impulsos, pasiones y deseos
personales. Por lo que deben copular en
el paraíso olímpico, al menos miles de dioses creados a imagen y semejanza de
cada fiel y creador terrenal; todos aguardando esa tan esperada y desesperada llamada
de auxilio. Todo para alimentar sus
infinitos egos.
Para mi sorpresa, esta entidad bienhechora cuya
definición de libre albedrio es dejar que los demás se jodan y aniquilen como
buenos hermanos… contestó mis humildes y sinceros ruegos. Cual genio cartesiano salió de mi mente para
concederme tres deseos (No, perdón… me equivoqué de cuento). Cual mago providencial se apareció ante mis
ojos, y con su voz de ultratumba que retumba, me dijo:
-
¿Se puede
saber para qué carajos has invocado mi presencia?
-
Eh,
bueno, es que pensé que pudieras estar interesado en lo que sucede acá abajo
con tu magnifica y nunca bien ponderada creación. Específicamente con la parte humana.
Entre carcajadas celestiales me contestó:
-
¡Ya veo
que lo de pensar no se te da mucho!
-
¡Y lo
dice el que se supone me daría, aunque fuera un soplo de razón e inteligencia!
-
¿QUE
DICES?
-
No, nada…
que te necesito en estos momentos más que nunca antes en mi vida… si es que
esto puede llamarse vida.
-
A ver, al
grano. Que ya escuché tu diatriba contra los dioses creados por las
maravillosas, pero poco iluminadas mentes humanas.; y tu no has pagado diezmos
como para dedicarte tiempo extra.
- Recurro a ti como el último reducto de un impío desesperado. Ante la pandémica situación que nos agobia y nos hunde en este valle de lágrimas, también tenemos que soportar guerras, corrupción, abusos de poder, miseria, hambruna, pobreza y enriquecimiento de ciertos sectores privilegiados, entre otros males sociales. Ni hablar del discrimen por razones de color, raza, sexo, genero, preferencias sexuales, nacionalidad, peso, estatura, poder adquisitivo, solo por mencionar algunos. ¿Por qué lo permites? ¿Es que acaso te divierte tan dantesco espectáculo?
- Resulta
ahora que, para ti yo soy, y es así es como me hago llamar. el único culpable. Sin embargo, no piensas en que ustedes mismos
han sido los que han endiosado toda clase de personajes, figuras, animales y
hasta estatuas. Ustedes son los que
alaban y adoran todo tipo de posesiones materiales. Han entronizado en sus obtusas mentes todo
tipo de conceptos, contenidos e ideas que en nada se relacionan con lo que
soy. Han etiquetado mi nombre, cada uno
con la descripción más conveniente para sus propósitos personales más
mundanos. Me atribuyen toda suerte de
creaciones, dogmas, mandamientos, milagros y artilugios. Todos diseñados por hordas de feligreses como
subterfugios para su propia mezquindad.
Y los utilizan, en mi santo nombre como mecanismos para atemorizar,
perseguir, hostigar y fustigarse los unos a los otros. Han elaborado tantas y tantas versiones de mí,
que ya padezco trastornos de identidades múltiples. Lo peor es que ninguna se acerca ni por milagro
a la bendita verdad. La verdad de que
solo existe un solo dios del cual no tienen ni la más ínfima noción de su
realidad, esencia y naturaleza, por ser esta inabarcable. Y que por no entender que ustedes comparten y
proceden de esa misma esencia y naturaleza, muy pronto regresaré a juzgar el
mundo por medio del fuego; y arderán todos, no en el purgatorio, sino en el
mismísimo infierno.
Al momento de escuchar tal maldición profética y
pseudo divina, desperté entre sudores, temblores, cólicos y escalofríos. Solo me contentó la sombría compañía y alentadoras
palabras del creador del anticristo que, con voz lúgubre me decía: ¡Tranquilo,
solo fue un sueño; dios está muerto!
¡Levántate y anda!