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martes, 22 de marzo de 2022

De dioses o de sueños

 por  Caronte Campos Elíseos


Estoy libre… escapé del calabozo de Morfeo.  Ha sido un largo año perdido entre sueños y pesadillas.  No es de extrañarse, con la cronificación de la pandemia era lo más natural refugiarse en una coma inducida.  Admito que he pasado toda la emergencia pandémica encerrado, en cama y en aislamiento total.  La cuarentena se convirtió para mí en permanencia.  Salidas solo a las tiendas de abarrotes y suministros (no voy a especificar aquí de qué clases).  Enajenación selectiva de las redes sociales, noticias o cualquier otro medio de información utilizado para alternar y exacerbar los nervios.  En fin, mantenido en vida por alguna sustancia química, alcohólica y maquinaria para la existencia artificial.


He de agradecer a un gran amigo, que en un encuentro funerario me sacó de ese trance eterno (al menos por algún tiempo).  Entre velas, flores, ataúdes y cantos gregorianos, este me cuestionaba sobre el porqué de mi ostracismo voluntario.  En deferencia a este gran hermano escritor, aquí van algunas de mis Confesiones


Los casos, las pruebas, los falsos positivos, la tasa de positividad, las estadísticas y las ordenes ejecutivas; las restricciones, las mascarillas, el alcohol y el sanitaizer; las vacunas, las filas, la temperatura y el distanciamiento; las conferencias de prensa, las muertes y los hospitalizados; la burocracia y procesos virtuales, la ley seca (maldita injusticia), el papel de baño, los servi-carros y las dosis de refuerzo; los repuntes, los síntomas, los asintomáticos, los guantes, los protocolos y medidas preventivas;  todas y cada una de estas putas cosas resonaban en mi cabeza magnificando mi sociopatía.

Abdicando a mi tan arraigado ateísmo radical y abandonando el nihilismo práctico que me caracteriza, comencé a suplicar de rodillas y hacia los elementos a la deidad creadora de todo:

-        “¿por qué nos has abandonado? ¡Oh, gran dueño y señor de las almas desalmadas, yo te invoco!  Temerosa y humildemente, claro está.”       


La confusión y la niebla mental se apoderaron momentáneamente de mi cabeza.  No sabía cuál de los dioses iba a contestar mis suplicas.  Es harto conocido que cada ser humano a creado un dios que se ajusta a sus necesidades, impulsos, pasiones y deseos personales.  Por lo que deben copular en el paraíso olímpico, al menos miles de dioses creados a imagen y semejanza de cada fiel y creador terrenal; todos aguardando esa tan esperada y desesperada llamada de auxilio.  Todo para alimentar sus infinitos egos.


Como neófito en materias religiosas y divinas, quise darme la licencia poética y darme a la tarea de crear mi propio dios.  Claro estaba para mí, que debía darle vida, cual efecto Pigmalión, a un dios que sea digno de existir.  Uno bueno y funcional; que no rehúya de su responsabilidad para conmigo.  Que esté verdaderamente presente e interesado en intervenir en asuntos trascendentales, y no solo materias triviales.  Un ente que, en lugar de exigir oraciones, frases, canticos, rituales huecos y banales, no sea tan infantil, chismoso y exigente a la hora de ayudar a los más finitos y mortales.  En fin, un dios cojonudo que tenga el poder de hacer hasta lo imposible y su día de descanso no se torne en desapego, apatía y vacaciones eternas.

Para mi sorpresa, esta entidad bienhechora cuya definición de libre albedrio es dejar que los demás se jodan y aniquilen como buenos hermanos… contestó mis humildes y sinceros ruegos.  Cual genio cartesiano salió de mi mente para concederme tres deseos (No, perdón… me equivoqué de cuento).  Cual mago providencial se apareció ante mis ojos, y con su voz de ultratumba que retumba, me dijo:

-        ¿Se puede saber para qué carajos has invocado mi presencia?

-        Eh, bueno, es que pensé que pudieras estar interesado en lo que sucede acá abajo con tu magnifica y nunca bien ponderada creación.  Específicamente con la parte humana.

Entre carcajadas celestiales me contestó:

-        ¡Ya veo que lo de pensar no se te da mucho!

-        ¡Y lo dice el que se supone me daría, aunque fuera un soplo de razón e inteligencia!

-        ¿QUE DICES?

-        No, nada… que te necesito en estos momentos más que nunca antes en mi vida… si es que esto puede llamarse vida.

-        A ver, al grano. Que ya escuché tu diatriba contra los dioses creados por las maravillosas, pero poco iluminadas mentes humanas.; y tu no has pagado diezmos como para dedicarte tiempo extra.

-      Recurro a ti como el último reducto de un impío desesperado.  Ante la pandémica situación que nos agobia y nos hunde en este valle de lágrimas, también tenemos que soportar guerras, corrupción, abusos de poder, miseria, hambruna, pobreza y enriquecimiento de ciertos sectores privilegiados, entre otros males sociales.  Ni hablar del discrimen por razones de color, raza, sexo, genero, preferencias sexuales, nacionalidad, peso, estatura, poder adquisitivo, solo por mencionar algunos.  ¿Por qué lo permites?  ¿Es que acaso te divierte tan dantesco espectáculo?

-       Resulta ahora que, para ti yo soy, y es así es como me hago llamar. el único culpable.  Sin embargo, no piensas en que ustedes mismos han sido los que han endiosado toda clase de personajes, figuras, animales y hasta estatuas.  Ustedes son los que alaban y adoran todo tipo de posesiones materiales.  Han entronizado en sus obtusas mentes todo tipo de conceptos, contenidos e ideas que en nada se relacionan con lo que soy.  Han etiquetado mi nombre, cada uno con la descripción más conveniente para sus propósitos personales más mundanos.  Me atribuyen toda suerte de creaciones, dogmas, mandamientos, milagros y artilugios.  Todos diseñados por hordas de feligreses como subterfugios para su propia mezquindad.  Y los utilizan, en mi santo nombre como mecanismos para atemorizar, perseguir, hostigar y fustigarse los unos a los otros.  Han elaborado tantas y tantas versiones de mí, que ya padezco trastornos de identidades múltiples.  Lo peor es que ninguna se acerca ni por milagro a la bendita verdad.  La verdad de que solo existe un solo dios del cual no tienen ni la más ínfima noción de su realidad, esencia y naturaleza, por ser esta inabarcable.  Y que por no entender que ustedes comparten y proceden de esa misma esencia y naturaleza, muy pronto regresaré a juzgar el mundo por medio del fuego; y arderán todos, no en el purgatorio, sino en el mismísimo infierno.

Al momento de escuchar tal maldición profética y pseudo divina, desperté entre sudores, temblores, cólicos y escalofríos.  Solo me contentó la sombría compañía y alentadoras palabras del creador del anticristo que, con voz lúgubre me decía: ¡Tranquilo, solo fue un sueño; dios está muerto!       

¡Levántate y anda!    

martes, 26 de enero de 2021

El atávico año 2021

 por  Caronte Campos Elíseos


Dejando a un lado mi acostumbrada apatía hacia la atávica vida que nos caracteriza como pueblo, quiero discurrir los siguientes tres minutos (cualquier semejanza con mi vida sexual, es pura coincidencia), repasando el fatídico y ya pasado año 2020.  Demás está decir que fueron largas y crueles las horas que hube de pasar… solo; conmigo mismo y mi habitual desidia.  Un año de forzoso cautiverio no es igual a 33 años de aislamiento voluntario.  No fueron pocas la ocasiones en que el hastío y la desesperación transgredieron el toque de queda para instaurarse en mis pensamientos.  Quizás no he sido yo el único con tales trances.  Quizás más de uno los ha padecido.

 

El 2020 se fue y se llevó un año de nuestras vidas, literalmente.  Pienso que, en lugar de servir como trampolín hacia el futuro, en la vida colectiva fungió como retroacción. Llegó con la embestida de la venganza de los dioses y la madre naturaleza; retomó con los terremotos el desmoronamiento emocional a causa de las muertes luego de los huracanes.  Cada replica jamaqueaba la fibra solidaria de un pueblo que se movilizó a llenar el vacío dejado por un gobierno inoperante.  Por otro lado, y mientras el pueblo estaba en la calle socorriendo a los caídos, aparecían almacenes repletos de suministros.  Los mismos que hicieron falta durante la recuperación del ciclón, y que tanta falta hacían durante la emergencia telúrica.


Como era de esperarse, la gobernadora buscó sus chivos expiatorios y en el templo de los mediocres ningún honorable asumió la responsabilidad sobre el particular.  Todos se declararon totalmente ajenos y sin conocimientos sobre la existencia de tales abastecimientos.  Quisiera realmente, con todo mi amargo corazón, creer en la inocencia legislativa.  Pero las sombras que me persiguen insisten en que son solo negaciones creíbles.  Al parecer ostentamos un gobierno socrático por antonomasia: “solo saben que no saben nada”.  

Luego vino la pandemia con sus efectos y secuelas en la cotidianidad.  Encerrados todos; acuartelados otros.  Pero la corrupción y la piratería insular libre y campante a sus anchas.  Sin dinero para vacunas ni ventiladores, y mucho menos para educación a distancia, pero con fondos suficientes para primarias, elecciones y plebiscitos.  Fueron muchas las noches de lucubración intentando entender tales fenómenos.  Las voces que emanan de los cuadros decorativos en mis oscuras habitaciones, no daban cabida a la certeza, mucho menos a la lógica.  Amparado solo en una fe infundada sobre un futuro mejor, intentaba ignorar la sorna cruel de mis enigmáticos acompañantes. 

Por alguna extraña razón tenía la idea irracional de que el electorado despertaría de ese ensueño convertido ya en un valle de lágrimas.  No tardó mucho la flaca fe en convertirse en responsos.  El 2020 cerro con broche de oro.  Broche de Oro bañado en suplicios, tormentos y sangre.  Cual maleficio asesino, dejó en el poder al coautor de la ley siete y testaferro de la Junta; al golpista y secuestrador de la constitución criolla.  La oscuridad de mi intelecto y las siniestras carcajadas provenientes de las paredes revestidas de cojines blancos, no me permiten entender tales triquiñuelas del destino.  El mismo voto que se ejerce con relativa libertad, nos esclaviza bajo el pesado yugo de la falta de educación, salud y seguridad.     

Es evidente la retracción psíquica que la doctrina del shock y el fanatismo político han conjugado en las débiles mentes del elector boricua.  El producto de sus ejecutorias en las urnas rinde honor a este espacio cibernético.  No en vano lo que sale de estas letras son una sarta de disparates.  Los atavismos del pasado no solo sirven de ancla que evita el movimiento hacia un mejor mañana; sino que sirven de catalizador para la involución colectiva que padecemos.  


El nuevo 2021 se perfila como una continuación de su lúgubre predecesor.  Desde mi perspectiva (algo obtusa y perturbada) nos esperan cuatro años perdidos en el hoyo negro de la desesperanza.  Como veo las cosas hasta este momento, no estoy seguro de nada.  No logro siquiera identificar si los gritos y llantos que escucho y siento, son míos o son producto de mi distanciamiento mental.  Ni siquiera sé si son reales.  Lo único que realmente sé, es que no existe vacuna alguna para combatir la ofuscación política; no existen fórmulas mágicas para liberarnos de los pensamientos y prácticas retrogradas.  No existe una solución rápida para nuestros problemas ancestrales.  Pero sin importar lo que los espectros del pasado hoy gritan a través de nuestros muros, solo la disposición intelectual y la instrucción servirán para romper las cadenas heredadas y encaminarnos al empoderamiento nacional. 

 

¡Levántate y anda!

sábado, 30 de mayo de 2020

Aquí, allá y en todas partes: Rosa Montero y el arte de la novela, en sus propias palabras (Segunda parte)

por Carlos Esteban Cana


Durante estas semanas de confinamiento por la pandemia que vivimos, la escritora española Rosa Montero ha estado muy activa desde sus redes sociales en conversatorios que van desde la literatura de viajes (a la que hicimos referencia en la edición anterior), la ciencia y el mundo de las letras, la literatura y la vida, hasta una videoconferencia que vinculaba a escritores del Grupo Planeta con el título “Autores en cuarentena” para el festival literario Centroamérica Cuenta.  También Montero ha sido consecuente en sumar valiosas reflexiones sobre esta extrema situación global desde su columna semanal “Manera de vivir” en el periódico El País. Sin embargo, lo que más me ha conmovido de lo que Rosa Montero ha hecho recientemente, fue escuchar un texto suyo en voz de Begoña Maestre, con música de Eduardo del Amo, en el video del cineasta Pepo Madruga titulado “Enciende una vela: Homenaje a las víctimas del COVID19”.  El texto de tal cortometraje comienza y reza de esta manera: “Por todos los que se ha ido, llevándose un pedazo del mundo con ellos.  Por todos los que se han quedado con un agujero en el ánimo, y con las palabras que no pudieron decir y los besos que no pudieron dar, atragantados.  Por todo el sufrimiento padecido y por el desfiladero que aún nos queda por atravesar.  Unamos nuestras voluntades y nuestros corazones para celebrar este homenaje.  Cada uno de los muertos, es nuestro muerto.  Compartimos el dolor de los deudos y la añoranza de nuestros seres queridos.  Siempre estarán en nuestra memoria porque recordarlos es revivirlos.  No son números, son personas”.  Y aquí les comparto el enlace a ese video.


A continuación, en esta segunda parte dedicada al conversatorio que Rosa Montero sostuvo con estudiantes, profesores y lectores en la Escuela de Comunicación de la Universidad de Puerto Rico en el 2004, retomamos el párrafo final de la primera parte para contextualizar lo que prosigue.  En los párrafos que siguen escucharemos a Montero reflexionar sobre el tipo de escritor que encuentra en su propia vida materia prima para sus novelas.  También habla sobre temas como la imaginación y la locura, y si es rentable ser escritor a tiempo completo.

 Rosa Montero y el arte de la novela, en sus propias palabras. (Segunda parte)

Puedes escoger a esos personajes que no tienen nada ver contigo y llegas a luchar para entenderlos y meterte. Que sería el caso de Flaubert con su Madame Bovary, que recordareis que se pasó como cinco o seis años, y escribía cartas desesperadas porque decía: “¿Qué hago yo escribiendo sobre estos burgueses de mierda?” Decía exactamente así: “No les entiendo. No me importa nada. ¿Por qué me he metido a escribir esta novela?” Y al final, cuando termina de hacer su maravilloso libro, por otra parte dijo esa frase famosa deMadame Bovary soy yo, que por lo que he visto además es una frase apócrifa y que no la dijo nunca. Pero que no importa, aunque sea una frase mentirosa y que no la dijera nunca es una frase verdadera porque, sin duda, se sentía así. Sin duda Flaubert sintió que Madame Bovary era él.

La otra sería todo lo contrario. Tú puedes escoger. No es obligatorio que hagas una u otra. Estoy hablando de dos de las diversificaciones del camino de tu escritura. Y la otra, el extremo contrario, sería partir de tu propia realidad y ser tan implacable con ella. Alejarte tanto como el científico que estudia a un escarabajo, estudiar tu propia realidad como el científico estudia un escarabajo como, simplemente, un ejemplo del ser humano, de lo que es el ser humano; ser tan implacable con eso que puedas llegar a sentirla como una experiencia común de los demás. Y llegas también a esa parte tan profunda que te pone en contacto con la vida de los otros. Esa sería, por ejemplo, la vida de Marcel Proust. Como sabéis Proust escribió En busca del tiempo perdido en la cual esta obra monumental se supone que habla de su historia personal pero en realidad no habla para nada de su historia personal. No habla de sí mismo. O Conrad, El corazón de las tinieblas de Conrad, que es una novela emblemática; metafórica, de la lucha del bien y el mal, de la lucha de la razón contra la locura. Pues en realidad cuenta una historia personal de Conrad.  ¿Conrad hizo todo eso? Da igual, conoció al loco que estaba arriba, no en las fuentes del Congo. Todo, todo eso lo vivió, pero no lo cuenta como una historia personal. Ha hecho de eso una historia común, una historia de todos. Cuando pierdes esa especie de control personal sobre lo que estás contando pues la novela va mucho más, se libera todavía mucho más, y va mucho más por su propio camino. Entonces a medida de que eres un autor maduro se va liberando mucho más esa novela y va por su propio camino. Y eso es lo que me ha pasado con La loca de la casa.

En principio quise hacer, diez o quince años atrás, un libro teórico, cuando surgió el huevecillo de La loca de la casa, sobre lo que era escribir y de repente apareció el título del libro en mi cabeza, que es una frase de Santa Teresa de Jesús: “La imaginación es la loca de la casa”. Entonces me di cuenta que no estaba escribiendo un libro sobre la creación literaria, sino que estaba escribiendo un libro sobre la imaginación, y la imaginación de todos porque la imaginación es la que nos permite vivir a todos la vida de cada día. El ser humano es un ser fundamentalmente fabulador. Y también un libro sobre la locura porque aunque la imaginación es salvadora, ésta bordea la locura. La frontera de la imaginación es la locura. No conozco a ningún ser humano que no haya tenido miedo a la locura, porque forma parte de nosotros. ¿No? Y es un libro, por lo tanto, también sobre la pasión amorosa que es la locura socialmente admitida. La única locura que se admite socialmente. De hecho, por eso se dice “me volví loco por esa mujer”, “me volví loca por ese tío”. O sea que es la única locura socialmente admitida. En fin, que se convirtió en otra cosa. Y se convirtió además en un juego narrativo. Ni siquiera era un ensayo, era una especie de artefacto narrativo que yo ofrezco al lector, lo invito a que juegue conmigo el juego de la imaginación.

Yo creo que uno se desnuda totalmente, pero no de una manera literal, no de una manera realista. Yo, por ejemplo, a mí no me gusta nada escribir en mis libros sobre mi propia vida. Así como Conrad hay ese otro tipo de escritores que pueden ser enormes y maravillosos, que de su propia vida hacen un símbolo universal. Pues esa no es mi vía. A mí no me gusta hablar de mis propias historias. Una de las cosas maravillosas que te ofrece el hecho de ser novelista es que te permite vivirte en otras vidas y es lo que a mí me interesa. Así que mis libros no tienen nada que ver, aparentemente, pero nada que ver; El corazón del tártaro, Bella y oscura, o La hija del caníbal, tampoco tienen nada que ver conmigo, aparentemente. Pero en el fondo, simbólicamente, tiene todo que ver. Te desnudas de una manera simbólica pero eso es muy difícil de desentrañar. Incluso para ti que lo has escrito, muchas veces no sabes por qué has escogido ese personaje y no otro. Qué representa para ti. ¿Por qué te persiguen determinadas obsesiones? Muchas veces no lo sabes. Las novelas son como los sueños de la humanidad y la relación del escritor con la novela es como la del durmiente con el sueño. Tú cuando sueñas por la noche, de repente puedes soñar que te salen unas alas rojas en la espalda y que vuelas por encima de Pekín. Bueno, eso no tiene nada que ver con tu vida. Ahora bien, durante ese sueño, tú sientes unas emociones poderosísimas. Por ejemplo, puedes tener ese sueño y estar llorando a lágrima viva con una angustia enorme o con una gran tristeza o puedes estar felicísimo o estar muerto de risa o puedes estar con miedo. Montones de emociones, a lo mejor fortísimas, mientras estás soñando. ¿Por qué son esas emociones tan fuertes? Porque verdaderamente ese sueño significa algo muy profundo tuyo. Es una parte de tu psiquis más profunda que está saliendo a la luz bajo esa forma metafórica. Pues con las novelas pasa igual. O sea, que lo que yo cuento tú lo lees y, desde luego, harás muy mal si adjudicas eso que cuento a mi vida, en la superficie, en el detalle, en la anécdota. Ahora en el significado profundo metafórico, simbólico, nos desnudamos todos, muchísimo. Escribir una novela para todo escritor es como sacarte un pedazo de hígado. Absolutamente. Es algo que viene de la parte más profunda tuya.

Aunque publiqué desde muy joven como periodista, porque empecé a trabajar con 18 años  como periodista, empecé a escribir mucho antes como narradora. Escribía ficción desde los cinco años, cosa que es bastante común. Muchos novelistas, muchos escritores hemos empezado a escribir en la niñez. Entonces siempre he escrito ficción. Y de hecho, yo hice periodismo y me dediqué al periodismo porque cuando llegó el momento de escoger un trabajo, algo para ganarme la vida, pues escogí el periodismo escrito; siempre escrito porque estaba cerca de mi gran pasión que era escribir. Ahora de que el periodismo me hiciera conocida porque empecé a trabajar en el periódico El País, que tuvo un gran éxito tras la muerte de Franco; surgió tras la muerte de Franco y entonces se convirtió en un gran éxito editorial y arrastró a la fama a una serie de periodistas que trabajábamos ahí siendo muy jóvenes. El hecho de que ese trabajo periodístico me hiciera famosa muy joven yo creo que me facilitó el hecho de publicar, eso sí. En aquel momento sobre todo era muy difícil publicar. Mucho más que ahora. O sea que, desde ese punto de vista, sí me facilito. Pero vamos yo estoy segura de que hubiera publicado antes o después con más o menos dificultades, pero que hubiera publicado también. Yo sé qué hubiera publicado antes o después. (El periodismo) me lo facilitó, quizás me hizo publicar antes. Así que algo de influencia… todo lo que hacemos tiene influencia. Claro, en lo que somos. No podemos imaginar lo que somos quitando una parte de tu vida y, sobre todo, una parte tan importante como la parte profesional que tanto tiempo y tanto trabajo te ha llevao.

Creo que es un grandísimo error abandonar un trabajo para dedicarte a vivir de la narración, de la ficción. Yo creo que la narrativa debe de ser un ámbito de absoluta libertad; es muy difícil mantener esa libertad. Ya tienes enormes presiones del ruido del mercado, de la presión para vender, para entrar en las listas de superventas; tienes que emplear una cantidad de esfuerzo increíble para contrarrestar esa presión, esos cantos de sirenas. Y si encima a eso le añades la presión tremebunda económica de tener que vender esa novela para comer y pagar la hipoteca… Pues entonces estoy segura, estoy segura, vamos, de que no escribes con la misma libertad. Te digo que yo tardo como tres o cuatro años en escribir una novela; pues si viviera de eso, evidentemente, a lo mejor, al año y medio publico una novela porque necesito un adelanto. Y publicaría una porquería porque no estaría hecho, porque no estaría madurao. Y también el tema. Es que cuando escribes tienes que olvidarte de las exigencias del mercado, pero si tienes que comer de eso seguro que te planteas: ¿Esto se va a leer? ¿Esto es demasiado arriesgao? Así que enorme rollo. Creo que un escritor que decide vivir de su escritura, y conozco casos, es una de las grandes posibilidades de acabarse como escritor. Así que hay que vivir de otra cosa. Yo en mi cosa del periodismo. Pero hay escritores que han sido todo tipo de cosas: médicos, ingenieros, carpinteros, cualquier cosa. Y creo que hay que mantener ese trabajo. Por eso yo sigo con el periodismo. He trabajado full time como periodista durante 25 ó 26 años, y ahora hace seis o siete años me despedí del periodismo. Y, afortunadamente, me he quedado con un contrato de colaboración lo cual me permite mayor libertad.

Tengo una columna en la última página, una vez a la semana. Un artículo largo en el suplemento dominical, dos veces al mes. Un artículo en el periódico Clarín, largo, una vez al mes, Clarín de Argentina está sindicado en otros periódicos de Latinoamérica. Y luego hago entrevistas y reportajes. No sabéis lo que trabajaba antes, como una salvaje; aparte de que estás escribiendo una novela. Lo que soy es una curranta como una galeota, estoy todo el día atada al ordenador como el galeote al banco del remo. Por ejemplo, estaba escribiendo una novela, Temblor, y te llamaban y te decían: “Vete a Rusia que se está hundiendo”. Era en el tiempo de Gorbachov y te pasas un mes en Rusia haciendo unos reportajes. Entonces en una situación como esa tienes que vaciar la cabeza de la novela. Y cuando vuelves es que te has ido de la novela completamente. Y te pasas mes y medio o dos meses escribiendo los reportajes que te encomendaron,  completamente afuera. Es que la novela ha desaparecido de tu cabeza. No has podido ni pensar en ella, porque además el trabajo periodístico es muy absorbente como tú bien sabes. Entonces pues, efectivamente, eso es muy turbador para tu escritura. De todas maneras se escribe así. Yo he escrito la mayoría de mis novelas así. Y no sólo yo. El 99% de las novelas que se han escrito en el mundo, se han escrito a las cinco de la mañana y en la mesa de la cocina, por así decirlo. Antes de irse a trabajar y que los niños están durmiendo y tal. Novelas de hombres y de mujeres. La escritura de novelas siempre ha sido vocacional y muy trabajosa, y compaginada siempre con otras cosas.

Es una cosa interesante este tema, porque la gente tiene una visión, una percepción del mercado muy distorsionada. Se cree que el escritor es esa cosa pues rutilante que sale en los medios de comunicación, en las televisiones y que va y que viene. Pues no, eso no es ser escritor. Si quiere ser eso está muy equivocado. No sólo no vas a ser buen escritor. Si alguien quiere ser escritor tiene que saber que consiste en escribir a las cinco de la mañana en la mesa de la cocina y punto. Y eso es ser un novelista. Eso hay que tenerlo claro, pues resulta que ganas un montón de dinero pero como abogado que es tu trabajo durante el día.  Con la escritura no se gana dinero, salvo tres o cuatro, muy pocos y es como una lotería; siendo novelista no se gana dinero.

A veces gano dinero con la novela. Pero de todas maneras muy poco. He tenido la suerte de tener un montón de éxito y de vender un montón, pero de todas maneras ganas muy poco relativamente. Primero porque escribes una novela cada cuatro años. Segundo porque lo que se gana, obteniendo mucho éxito es muy poquito. Y divídelo entre los cuatro años. Es ridículo. Sobre todo en lengua española y todavía en la nuestra que es muy grande. No te digo yo en otros idiomas. Bueno, y te traducen pero las traducciones normalmente se venden muy poco. Realmente no se puede escribir con la idea de hacerse millonario y de hacerse ni medianamente rico. Vive de otra cosa y gana tu dinero de otra cosa.

Para mí el periodismo es un género literario. Aunque en mi caso lo asumo como una profesión pero, sin duda, el periodismo escrito es un género literario. Ser lo que yo soy que es reportera que hace entrevistas, hace crónicas, reportajes, artículos, pues eso es un género literario. Y puede ser tan grande literariamente como la poesía, el drama, como el ensayo y la ficción. Por ejemplo, A sangre fría de Truman Capote es un pedazo de libro enorme; y puro y duro es un reportaje. O sea que, desde ese punto de vista, la cuestión es hacer bien el género. Incluso yo creo que hay periodistas que no son novelistas y que hacen periodismo literario que es un género en sí mismo. Pero me estoy acordando ahora, por citar solamente un ejemplo clásico, de Larra que es nuestro escritor romántico español más importante y sólo hizo periodismo. No hizo nada más que periodismo. Era un escritor que realmente lo sigues leyendo 150 años después y es delicioso y es maravilloso. Eso sí, es muy raro el escritor que cultiva un solo género. Normalmente son ensayistas y poetas como Octavio Paz y tal. Yo, por mi parte, me considero una escritora que cultiva el ensayo, la ficción y el periodismo. Y para mí el periodismo es mi trabajo y ese trabajo pertenece a mi ser social. Mi pasión, sin embargo, donde está mi corazón realmente es en la ficción.



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Carlos Esteban Cana – Comunicador y escritor.  Nació en Bayamón, Puerto Rico, pero se crió en el pueblo costero de Cataño. Fundador de la revista y colectivo TALLER LITERARIO, publicación alternativa que marcó la última década de creación literaria boricua en el siglo XX.  Ha trabajado en el Instituto de Cultura Puertorriqueña como Coordinador Editorial, Director de Prensa para la V Feria Internacional del Libro de Puerto Rico y como Coordinador de Medios para el Encuentro de Escritores De-Generaciones.  Su periodismo cultural ha sido publicado en periódicos y publicaciones como Dialogo, Cayey, CulturA, El Nuevo Día, y Resonancias, entre otras.  Fue parte del colectivo El Sótano 00931.  Colaboro con el poeta Julio Cesar Pol, junto a Nicole Cecilia Delgado y Loretta Collins, en la antología Los Rostros de la Hidra.  

Su periodismo cultural es reproducido en diversos espacios y bitácoras cibernéticas, con columnas como: Breves en la cartografía cultural; Aquí allá y en todas partes; Crónicas urbanas y el boletín En las letras, desde Puerto Rico, en bitácoras como ConfesionesSólo Disparates, Panaceas y placebos, Boreales, Revista Isla Negra y en periódicos como El Post Antillano.  Tiene tres libros publicados: Universos (micro-cuentos); Testamento (antología poética; una selección de 46 cuadernos) y Catarsis de maletas (cuentos).  Actualmente reside en la ciudad de Nueva York y desarrolla la plataforma multi-mediática Servicios de Prensa Cultural.  Para Carlos Esteban Cana profesar creación y cultura es como recibir oxígeno; vehículos que le permiten ejercer su libertad.

martes, 5 de mayo de 2020

En las letras, desde Puerto Rico. Serie De los archivos: de cómo pude cubrir un evento literario

por Carlos Esteban Cana

En una de las entregas recientes de este boletín hice referencia a algunos reportajes y entrevistas que tuve el gusto de redactar jugando con la estructura o exigiéndome nuevas maneras de cómo conseguir la información, y de igual manera cómo contar lo narrado. A continuación, comparto uno de esos escritos.  Este se titula Entre poetas, cuenteros y menciones… hasta donde se pudo, y en el mismo eché mano del recurso del diálogo (que está en formato de italic o bastardilla).  Eso me permitió intercalar de manera más fluida las reflexiones de las diferentes personalidades que me concedieron unos minutos.  En cambio, mis comentarios, a modo de breves soliloquios, fueron intercalados entre uno y otro de los diálogos.  Comencé esa tarea cuando concluyó una entrega de premios en el Ateneo Puertorriqueño. Esto ocurrió en noviembre de 2005 y al mes siguiente fue publicado en el periódico Diálogo de la Universidad de Puerto Rico. 

Aunque por diferencias entre el diseñador (que trabajaba por servicios profesionales) y la gerencia del medio, el reportaje salió distorsionado e incompleto.  Sin embargo, por ser un escrito que tiene como base el proceso creativo aún conserva su valor y se deja leer.  Y aún más cuando los entrevistados fueron l@s poetas Rosa Vanessa Otero, Etnairis Ribera y Mario Antonio Rosa, el músico y compositor Javier de la Torre (que fue galardonado por una obra basada en la poesía de Zoé Jiménez Corretjer), el dramaturgo Carlos Canales, y l@s narradores Antonio Aguado Charneco y María Gisela Rosado.  Es decir, que 15 años después usted puede acceder a la versión íntegra, sin distorsión alguna.  Vale destacar que algunos de los manuscritos mencionados fueron publicados posteriormente por el tesón de los propios escritores en diferentes editoriales.


ENTRE POETAS, CUENTEROS Y MENCIONES... HASTA DONDE SE PUDO

Había esperado el último aplauso para comenzar a abordar, con grabadora en mano, a la mayor cantidad de ellos.  Se comenzaban a desparramar como manada sin control cuando dijeron que en el primer piso había vinos y picaderas para agasajarlos.  Había que actuar pronto, si quería obtener comentarios de varios de ellos para redactar esta nota.

Haciendo malabares entre los que se felicitaban llegué hasta Rosa Vanessa Otero.

-Háblame del poemario premiado, "Encarnaciones".

-"Encarnaciones viene siendo la segunda parte o un desarrollo del poemario que fue premiado en el 2000, que se titula "La vocal en cinta"; por tal motivo espero publicarlos juntos, porque forman, de algún modo, una unidad.  "La vocal encinta" era un esfuerzo para acercarme la palabra como cosa sagrada, y desde ese absoluto me acercaba a ella.  En "Encarnaciones" se da una fractura de aquel concepto original porque me enfrento al fracaso de aquellos intentos, pero creando del fracaso una cierta belleza...

-Que es la encarnación del poema.

-Correcto.  Se titula "Encarnaciones" porque vivía todo en carne viva, en aquel momento a nivel personal, pero también porque los poemas desean de un modo ser criaturas, ser cosas vivas que surgen de un intento anterior.  El resultado son esas "encarnaciones" porque no les puedo llamar personas.  No son seres pero está mi carne en ellos.

Precisamente cuando decía eso, el padre de Rosa Vanessa le llevó un platito con los diversos "piscolabis" disponibles.  Le agradecí a la poeta sus comentarios, y bajé las escaleras para cazar otras entrevistas.  No terminaba de pisar el último escalón cuando me topé con el compositor Javier de la Torre.  De la Torre se ha destacado en el panorama musical del País.  Compone óperas, musicaliza piezas literarias, enseñó en el Departamento de Música de la Universidad de Puerto Rico, en fin, que cuando nos cruzamos ya le tenía la grabadora en "on" cerca.

-Recibes este premio por "Poemanaciones", composición que está basada en el poemario de Zoé Jiménez Corretjer.

-Realmente la escribí para la presentación del poemario de Zoé, amiga mía del alma desde que estábamos en intermedia.  Lo que hice fue que escogí nueve de los poemas que más me impactaron, y que más posibilidades musicales les vi, y los musicalicé con cuarteto de cuerdas.  Me acuerdo que contratamos al cuarteto Quintón y la estrenamos en aquel momento, y después se tocó una segunda vez cuando fue seleccionada para el Festival Casals del 95.  Ya entonces la reedité para adecuarla a las circunstancias del festival.

Cuando le mencioné que yo había sido su estudiante en un curso del Departamento de música su rostro se puso sombrío.  No lo culpo, fui de los que nunca pudo identificar si era un “Do” o un “Si” la nota que marcaba en el piano. Me di cuenta de que ya era hora de buscar otro entrevistado.


A ver “Encarnaciones”...  “Poemanaciones”, ya me intrigaba lo próximo que me iba a encontrar... ¿cuentonaciones?... jmm.  Y llegué a la sala donde todos degustaban sus copas de vinos, ingerían frutas... pastelillitos, y en una esquina de aquel salón rodeado de anaqueles de libros vi a Carlos Canales.  Este dramaturgo había ganado una mención honorífica, pero no en teatro, sino en cuento.  La pieza "La esquina caliente"...

-¿Es difícil pasar de la dramaturgia a la narración?

-Pienso que no, por lo menos en mi caso.  Yo siempre quise escribir cuentos, antes que teatro, pero la mayoría de los cuentos salían en diálogos.  Y cuando conocí al dramaturgo Francisco Arriví y le expliqué lo que sucedía, me dijo que yo no era narrador sino dramaturgo.  Fue entonces cuando comencé a escribir teatro.

-Y sin embargo, la mención que acabas de recibir es por un cuento.

-Sí. Siempre me quedé con esa pendiente, la de hacer cuentos.  Me creí eso que me dijo Arriví. Aunque en realidad, esa pieza "La esquina caliente" era un monólogo que convertí en cuento. Trata de un joven que está en una esquina.  Él baila salsa; dice verdades, se desdobla.  Yo me crié en un barrio, que ahora veo como fuente de material literario.  Había empezado a escribir esas historias del barrio, y ahí estaban fluyendo cuando resolví el problema que era el lenguaje; entonces comencé a escribir los cuentos como ellos, la gente de la esquina, me los contarían.  La gente en el barrio te habla con refranes, te habla con salsa y hasta con plenas adaptadas.

Nos despedimos sin que le hubiera preguntado si el barrio del que hablaba pertenecía a Cataño. Eso de “La esquina caliente” me trajo a la memoria mi patria chica.

Cuando llegué a Mario Antonio Rosa, éste había tenido la gentileza de guardarme una copa de vino. A Mario Antonio se le otorgó una mención de honor por su poemario "Duelo de la transparencia".  Mientras degustaba el vino tinto le pregunté acerca del proceso creativo.

-El proceso creativo, por lo menos en mi caso comienza con la idea de un título.  Proceso que implica observación, pero no la observación usando el planteamiento racional, sino la observación interior del tema, de lo que se va a escribir, y entonces es que fluye todo.  Recuerda que es el poeta el que logra un acercamiento mayor a la espiritualidad aunque no la busque.

-Pero hay poetas y hay poetas...

-Claro, pero tú puedes ser un poeta de lo terrenal y, sin embargo, esa contemplación terráquea es espiritual porque intenta alcanzar un todo. Carlos Esteban, yo pienso al poeta como un caminante de la espiritualidad; ya sea desde la poesía de la denuncia o desde la poesía amorosa.  Por más carnal que sea, siempre aflora la espiritualidad.



Esas palabras, espiritualidad por un lado... y el sabor de la última gota de vino... me recordaron tiempos en los que bebía, aún niño, pequeños sorbos de vino ''divino'' en lugares tan sacros y escondidos como un confesionario... pero Antonio Aguado Charneco devolvió mi pensamiento al Ateneo.

Cuentista, novelista, hasta inventor de juegos, este arecibeño recibió de manos del licenciado Morales Coll un certificado que lo acreditaba como mención de honor en el género de ensayo.  De ese momento hablamos.

-Antonio, cuando recibiste tu "premio" hiciste unas manifestaciones que le dieron un toque de humor al evento.


-¡Qué bueno que lo veas así!  Cuando me tocó hablar tuve que hacer alusión a un individuo que se denominaba como el Tío Nobel -imagino que tus referencias no llegan a tanto-.  Él tenía un espacio televisivo infantil, y en ese programa hacía competencias entre los niños, y había ganadores.  Entonces para no desanimar a los que no ganaban les decía "los casi ganadores del Tío Nobel".  A eso fue a lo que hice referencia porque ya es la tercera ocasión que participo en ensayo literario; declaran vacantes los premios y obtengo un único diploma de honor o mención honorífica. Y entonces me pareció hacer hincapié en ese detalle.  ¡Qué chévere que todo el mundo lo encontrara divertido!

Aguado Charneco había recibido la mención este año por su ensayo "Los biblos dentro de los libros", en el 2000 por "Los paquetes de Paco", y en 1998 con "Anacahuita".  Espero que en la próxima edición tenga más suerte.


En las escalinatas de salida no pierdo la oportunidad de conversar con María Gisela Rosado. Autora de cuentos como "Una taza de café cargado, por favor", “La gorda” y otros que han sido publicados en periódicos y revistas, María Gisela también recibió una mención de honor. El cuento seleccionado se titula "Las  sonrisas de las arañas", un texto en el que integra al Caribe con elementos de Puerto Rico, Cuba y Haití.




-Es una historia sobre una pareja de puertorriqueños, ambos profesores universitarios.  Ella planifica seguirlo a un congreso que se va a presentar en Cuba, para ver si allí, en otro ambiente, se da una relación sentimental entre ellos. El, por su parte, fue quien le puso la información de que había ese congreso, pero realmente el responsable de que llegaran a Cuba es un haitiano brujo.  Así que hasta la magia y la brujería están en el cuento.

-Tú has competido en otros certámenes... cómo comparas esta edición con las pasadas.


-Me ha asombrado la cantidad de premios desiertos que quedaron en esta ocasión.  Yo sé que el Ateneo vela por la calidad...  Pero al ser cada dos o tres años, por lo menos deberían considerar dar un segundo y tercer premio, porque dan un premio y las menciones.  Es una crítica constructiva que hago, porque ante tanto talento, tal vez esas menciones puedan ser premios. Como se daban antes, segundo y tercer premio de literatura.

Casi no puedo despedirme de Rosado porque me aborda Etnairis Rivera.  La autora de poemarios como "Pachamama Takin" o "Intervenidos" recibió también mención de honor por "Los pájaros del trópico".  Me explicaba que ese poemario, en realidad, conformaba un capítulo de su libro, aún inédito, "Los pájaros de la diosa".  Hasta aquí fue que pude grabar.



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Carlos Esteban Cana – Comunicador y escritor.  Nació en Bayamón, Puerto Rico, pero se crió en el pueblo costero de Cataño. Fundador de la revista y colectivo TALLER LITERARIO, publicación alternativa que marcó la última década de creación literaria boricua en el siglo XX.  Ha trabajado en el Instituto de Cultura Puertorriqueña como Coordinador Editorial, Director de Prensa para la V Feria Internacional del Libro de Puerto Rico y como Coordinador de Medios para el Encuentro de Escritores De-Generaciones.  Su periodismo cultural ha sido publicado en periódicos y publicaciones como Dialogo, Cayey, CulturA, El Nuevo Día, y Resonancias, entre otras.  Fue parte del colectivo El Sótano 00931.  Colaboro con el poeta Julio Cesar Pol, junto a Nicole Cecilia Delgado y Loretta Collins, en la antología Los Rostros de la Hidra.

Su periodismo cultural es reproducido en diversos espacios y bitácoras cibernéticas, con columnas como: Breves en la cartografía cultural; Aquí allá y en todas partes; Crónicas urbanas y el boletín En las letras, desde Puerto Rico, en bitácoras como ConfesionesSólo Disparates, Panaceas y placebos, Boreales, Revista Isla Negra y en periódicos como El Post Antillano.  Tiene tres libros publicados: Universos (micro-cuentos); Testamento (antología poética; una selección de 46 cuadernos) y Catarsis de maletas (cuentos).  Actualmente reside en la ciudad de Nueva York y desarrolla la plataforma multi-mediática Servicios de Prensa Cultural.  Para Carlos Esteban Cana profesar creación y cultura es como recibir oxígeno; vehículos que le permiten ejercer su libertad.