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domingo, 6 de septiembre de 2020

Isla ensueño

por  Caronte Campos Elíseos


No sé qué tan clichoso sería decir que después de que nos hicieron creer por muchos años que éramos la envidia de las republiquetas; luego que éramos la isla del encanto y después por varios lustros más, que éramos la isla estrella; ahora somos la isla ensueño.  Definido esto último como ilusión o quimera, la que más le agrade a usted.  En mi opinión muy personal (que nadie nunca me ha pedido) siempre supe que todo era espejismos.  Del encanto afloró el espanto; la estrella derivó en estrellá; y ahora vivimos una fantasía.  Trataré de dar mi versión de los hechos (que tampoco me han solicitado) a pesar de mi limitada capacidad mental.


Para empezar, luego de la Apertura Total declarada por el gobierno, el pueblo salió a las calles como reces escapando de un corral hacia el matadero.  En solo un mes se han duplicado los positivos, los positivos probables, las muertes y las hospitalizaciones al virus pandémico.  Todo esto, según las estadísticas del Departamento de Salud.  El mismo departamento que con todo y los recursos económicos adicionales y los ya famosos “Task Force Médicos”, no han podido diseñar (y ni hablar de implementar) un sistema de rastreo eficiente.    Escasez de pruebas, estadísticas poco fiables, incapacidad para reforzar el sistema hospitalario del país, han sido la orden del día; mientras ya cerca de 400 familias sufren la perdida de algún ser querido, cercano o al menos conocido. 

 

Es muy probable que por mi obnubilado pensamiento no entienda ciertas cosas.  Como por ejemplo, la razón por la cual el Departamento de Educación luego de un semestre en cuarentena, no pudo desarrollar una estrategia efectiva para el comienzo de clases.  Hoy, después de perder el tiempo en tribunales para no abrir los tan necesarios comedores escolares y en pugnas por las compras dudosas de computadoras y tabletas, tienen a miles de estudiantes y cientos de maestros sin los recursos necesarios para la educación a distancia.  Sin mencionar los cientos de puestos de educadores necesarios que todavía permanecen vacantes.  La prioridad de ese departamento en esta coyuntura histórica, es atornillar la mediocridad en puestos excesivamente remunerados, convirtiéndose en un reducto para las hartas conocidas batatas políticas.  Muchos han sido menos escrupulosos que este servidor al señalar que, ni siquiera en condiciones normales habían logrado comenzar un semestre con el pie derecho.  Nada más cierto que eso, pero, ¿a quién no le encanta vivir de falsas expectativas en esta tierra nuestra? 

 

Me parece que a todos (admito que a mí me fascinan las falsas expectativas).  Incluso las expectativas de los trabajadores quedaron huérfanas al sufrir la expoliación por parte del Departamento del Trabajo.  El mismo que está supuesto a velar por los derechos de los obreros, se ha apropiado de todos los chavos que ha recibido en transferencias federales, mejor conocidos como PUA.  La incapacidad gubernamental nuevamente de manifiesto, ha otorgado el beneficio a malandrines con inteligencias múltiples para las trampas, a piratas cibernéticos y hasta a alguno que otro, porque no, adolecentes ingeniosos.  En el ínterin y hasta el sol de hoy, hay padres y madres de familias, asalariados por necesidad, trabajadores por convicción, que no han recibido un solo centavo para sus necesidades más apremiantes durante esta pandemia ya de seis meses.  Solo han recibido del gobierno eso mismo… PUA.     

 

De lo que sí estoy totalmente convencido, es que por la oscuridad de mi intelecto estoy inhabilitado para razonar sobre los resultados pandémicos de los eventos primaristas.  Después del desastre organizacional y operacional de las accidentadas votaciones, lo único que quedó de manifiesto fue la incapacidad del electorado para diferenciar entre un virus y otro.  Arriesgando la salud y hasta la propia vida, acudieron a elegir de entre las piaras los que a su entender eran los mejores candidatos.  El término “mejores” podría ser debatible (tal vez en los deportes o en los autos).  Lo que no es debatible es que la definición que entiende la horda de electores que acudieron esos días a ejercer su derecho al voto… admite corruptos, convictos, golpistas (si como yo, no entiende el concepto guguleelo como: Golpe de Estado), anti-obreros, herederos de algún linaje popular (si no le resuena, búsquelo por Ferrer), entre otras características iconoclastas.  Algunos de los pillos y corruptos que usted no eligió con su voto, los arrestaron los Federicos al otro día de la elección por sus mal habidas maniobras.  Los demás, cual piezas de ajedrez, serán acomodados en posiciones estratégicas para dar continuidad al saqueo a las arcas del país.  No en balde el gobierno actual es el principal ausente desde mucho antes de las pasadas primarias y posiblemente hasta la próxima transición de turno.  Demás está decir que el saldo final de tan tétrico escenario, fue una gentualla para gobernar el país el próximo cuatrienio y decenas de contagiados con el virus (¿Karma o justicia divina?... decida usted según su predilección)

 

Por último, pero no menos importante, está la próxima elección para votar nuevamente por la estadidad.  No es de extrañarse.  Con todo el dinero que el gobierno ha anunciado, con bombos y platillos, que ha recibido por la gracia norteña (aunque no hayan repartido ni dos centavos) y conociendo de primera mano que la modorra mental de algunos inventa relaciones conexas entre el dinero, la ventajería y el estatus; saben que llevan todas las de ganar… por enésima vez.  Empero, no hay dinero ni recursos para techos de hogares todavía bajo toldos azules, para llevar agua potable a sectores que después de décadas continúan bajando al rio; tampoco para tener y mantener pruebas de Covid suficientes para todos (para los políticos aparecieron en minutos, y sus resultados en días).  


Tampoco hay dinero ni recursos para optimizar y reforzar los hospitales, desarrollar un sistema de rastreo de virus que minimice la exposición de todos; no hay dinero ni recursos para llevar computadoras e internet a maestros y estudiantes; mucho menos para la clase obrera que al final del día son los que, en la práctica, mueven la economía y sus teorías.  No identifican, según ellos, los fondos necesarios para reforzar el sistema eléctrico y dragar los ríos y sus cauces, para cuando a alguien sople y mee desde el cielo en plena temporada de huracanes, no nos quedemos sin luz y con el agua hasta el cuello. Para lo que sí aparecen fondos y recursos es para una elección nada vinculante; para malgastar en elecciones fallidas por la incapacidad de algunos; para crear puestos sobre remunerados para los hijos talentosos de otros; para contratos millonarios a los amigos y cercanos de los honorables, perpetuando así el esquema de medro a costas de los fondos públicos.


Es más fácil perdernos en la discusión nimia sobre la procedencia de un logo de algún grupúsculo sin trascendencia; es más fácil engolfarnos en el debate trivial, sobre si merecemos pertenecer a una federación que por más de cien años se ha reservado el derecho de admisión en detrimento de la dignidad de un pueblo.  Es preferible el análisis frívolo alrededor de partidos y candidaturas, que sobre alternativas reales y candidatos idóneos con las competencias y ejecutorias necesarias para llamarlos líderes.  Hasta que nosotros todos, despertemos de ese sueño de ilusión donde la mente está desconectada de la realidad y navega entre fantasías; hasta que vivamos el presente colectivo tal y como es, una burda y grotesca oda a falsos ideales; hasta que recuperemos nuestra conciencia colectiva, seguiremos viviendo de ensueños dejando escapar, indefectiblemente, el ahora.

 

¡Levántate y anda!

 

Nota aclaratoria: Por mi espiral emocional desadaptativa, me declaro incompetente mentalmente de participar en tal movimiento.

miércoles, 17 de junio de 2020

Apertura total

por  Caronte Campos Elíseos



Comenzamos la tercera fase de la apertura y flexibilización del confinamiento, entrando en la temporada de huracanes.  Para efectos prácticos podríamos decir que estamos en apertura total (aunque yo piense quedarme en el auto exilio).  Después de noventa días aislados en el ostracismo casero, por fin nos abrieron las compuertas para salir en carrera.  En tiempo record tenemos playas contaminadas, muertes en ascenso en accidentes de tránsito y tiroteos; robos, escalamientos, desaparecidos en corrientes de ríos, calles con embotellamiento, etc.  Amén de la locura individual y el permanecer engolfados en los problemas personales (al menos en mi caso particular).  Así que puedo decir sin que me quede nada por dentro: “el pueblo está en la calle con todo su esplendor”.  Es admirable como un país entero tiene la valentía de confiar en su gobierno, aun cuando este demuestra incapacidad, negligencia y apatía por su salud y seguridad.  Al menos podemos asegurar que los políticos no solo tienen capacidad para desaparecer las riquezas nacionales, sino que también pueden, como por arte de magia, desaparecer los casos positivos a COVID, en millares.  Cual acto circense, nos asombramos y aplaudimos el espectáculo.  Acto seguido, salimos a la calle sin certeza sobre a cuál de los listados nos van a inscribir con los resultados de las pruebas; a los positivos, a la de los positivos probables o los falsos negativos.

Pero esta apertura total no solamente ha liberado al pueblo desenfrenado y a un gobierno hambriento de medro público; también ha puesto de manifiesto los síntomas de un virus centenario y que nunca ha recibido tratamiento.  En lo que va de semana, hemos presenciado el resurgimiento de un mal social solapado por el “establishment”.  Los ataques racistas contra vecinos del barrio, la burla racista en medios de comunicación contra una mujer negra y el nombramiento de un funcionario público acusado de insensibilidad hacia los menores y de racista; evidencian lo retrogrado y la hipocresía de la sociedad puertorriqueña.  Abiertamente consentimos estos comportamientos.  Algunos los toman como bromas inocentes, otros como exageraciones o malas interpretaciones; muchos dicen que son majaderías de los negros; y los demás, simple y llanamente se muestran indiferentes a la realidad. 

@frankippolito
Pero evidentemente, lo que se percibe cada vez más abierto, es la brecha profunda entre la utopía de un país socialmente estable, organizado y civilizado; y la cruel y cruda realidad de un pueblo históricamente manchado por los prejuicios, la negación de su origen racial y la pobre autoestima nacional.    Vivimos un espejismo de normalidad que nos entretiene y nos polariza en nimiedades, mientras se perpetúa el Status Quo.  Ese que nos divide en función de razas, colores, géneros, poder adquisitivo, preferencias sexuales, entre otras formas de segregación.  Lo peor de todo es que las instituciones gubernamentales discriminan impunemente a base de estos criterios contra sus propios constituyentes.  Los zafacones azules pintados con mensajes ofensivos, las muñecas chismosas en televisión con ataques despectivos, y los funcionarios “chatiando” sobre las vicisitudes de una menor de 11 años; solo son el reflejo de un sistema infectado por la corrupción y la ausencia de ética y moral.  La falta de valores cae como cascadas ensangrentadas hasta correr por nuestras mestizas venas como pulso que golpea, arrastra y ahoga la inteligencia.  Demás está decir que somos reflejo de la metrópoli.  Mimetizamos, cual ancestral colonia, todos los comportamientos del imperio.  Los mismos que manifiestan en producciones cinematográficas donde purgan la sociedad depurándola de todos los rasgos estigmatizados como despreciables.  Un primer mundo que demoniza las diferencias.

Hasta que no haya una apertura a la verdad; apertura a la historia de nuestro origen y procedencia; una apertura genuina de aceptación de nuestra realidad, no tendremos el coraje de asumir posturas contra esos prejuicios que ofuscan el buen sentido e inducen al pensamiento común y mediocre.  Mientras no llegue el momento en que tengamos una apertura total a nuestra conciencia colectiva, seguiremos actuando como “buenos” hermanos del génesis cristiano.

¡Levántate y anda! 

sábado, 12 de mayo de 2018

Valle de lágrimas

por  Caronte Campos Elíseos


Decidí cambiar de morada al no poder sobrellevar los recuerdos defectibles de mi vida amorosa, luego de que otros reclamaran su derecho de “Prima Nocte”.  Amén de los daños que sufrió la vieja estructura por los azotes huracanados.  Es así como llegué a lo que es mi nuevo vecindario en, El Valle de los Reyes.  Admito que es un lugar muy tranquilo y acogedor.  Ya instalado en lo que será mi nuevo hogar, intento retomar en mi vida la cotidianidad y normalidad que me caracteriza.  Fue bastante fácil por lo poco del mobiliario, y lo accesible que estaban mis viejos periódicos, los brebajes de la tierra y los medicamentos para sortear la realidad.  Durante todo este tiempo de solaz tuve la oportunidad de reflexionar sobre los últimos eventos.   

El huracán puso de manifiesto y a la vista de todos, la verdadera cara de este país.  Es probable que muchos ya conocían esa triste realidad.  Pero los que vivimos sumidos en nuestros propios mundos (Netflix con sus series, deportes de equipos importados, barras y chinchorreo, baile, botella y baraja, entre otras amenidades), no sabíamos que nuestra patria estaba en tal decadencia.  Al cejar los vientos, las aguas volver a sus cauces, y con los árboles y techos en el pavimento, encontramos otro país.  Quedamos absortos ante la pobreza, el hambre, la miseria y el abandono del gobierno.   El ciclón se llevó lo que nos quedaba de ese espejismo de primer mundo que disfrutábamos.  Un mes sin agua, dos meses sin gasolina, tres meses incomunicado, cuatro meses esperando un toldo, cinco meses de salchichas y mezcla de sándwich; seis meses de desesperanza, siete meses sin luz, ocho meses de depresión y toda una vida de locura.  Esa es mi historia.  Igual a la de otros cientos de miles puertorriqueños. 

No bien había pasado el huracán, el gobierno encendió su maquinaria.  Claro está, luego de que el Superintendente de Seguridad nos advirtiera que durante la emergencia, podíamos morir esperando por ellos.  Inmediatamente se acuarteló el gabinete de confianza del gobernador Rosellito.  En las primeras horas luego de calmada la tempestad, comenzaron a reclamar las ayudas federales de FEMA.  La intención clara era repartirlas, pero no a los damnificados, sino a los amigotes más cercanos al ejecutivo.  Ya lo dice el viejo adagio: “El que lo hereda no lo hurta”.  El dinero para la restauración del sistema eléctrico, para las comunicaciones; los fondos para alimentos, enseres y viviendas; las ayudas para las carreteras, los hospitales y las escuelas, y hasta los toldos azules, parecía que se las había llevado el viento.  Hasta la Junta de Supervisión Colonial brillaba por su ausencia.

Ausencia es lo que predomina en mi nuevo vecindario, los vecinos parecen estar ausentes en el Valle de los Reyes.  Al igual que los policías que sufrieron la epidemia del “blue flu”.  En plena emergencia, una gran parte de los policías decidieron protestar por la pérdida de beneficios laborales.  Esto sucedía no sin dejar las carreteras sin control de tránsito durante el día y sin seguridad en las noches.  Pero que importa, al final, todos tenemos derecho a protestar.  Además, en un país donde la tasa de desempleo ronda el 13%, esto sirvió para que las personas sin hogar se emplearan en los semáforos sin luz, al menos por un plato de comida, una botella de agua fría y/o unas monedas sueltas.

La calma tras la tormenta no duró mucho.  Reapareció la famosa Junta de Supervisión.  Y cuando todavía hay puertorriqueños durmiendo bajo toldos azules y cielos estrellados, comiendo pan con jamonilla y sin el servicio de electricidad, comienzan a azotar al pueblo con sus planes de reducción, recortes y austeridad; y a inundarnos con sus controles fiscales y presupuestarios.  Mientras tanto, el gobierno continúa con su rol de policía bueno, haciéndonos pensar que le hacen frente y oposición a la comisión imperialista en favor de sus constituyentes.  Nada más lejos de la realidad (excepto mi propia existencia).  El ejecutivo y el legislativo siguen a sus anchas repartiendo el poco flujo de caja que nos queda en contratos jugosos para sus secuaces y damiselas con puestazos.  

¿Qué obtenemos nosotros de todo este latrocinio?  Reducción en las pensiones, cierre de 220 escuelas y privatización de unas docenas adicionales, una reforma laboral luctuosa, aumento en la matrícula de la Universidad del Pueblo y el cierre de varios de sus recintos, venta de la Autoridad de Energía Eléctrica después de décadas de abandono de su infraestructura, impuestos hasta en las comprar por internet, entre otras medidas draconianas.  No estoy seguro si es por mi trastorno ciclotímico o por este panorama poco alentador que sufro de estados de ánimos variables.  Confieso que comienzo a sentirme como el Faraón de este lugar.

Este sentimiento fue reforzado cuando las legiones de maestros, empleados públicos, estudiantes, pensionados, y todas las víctimas directas o indirectas de la connivencia entre junta y gobierno, salieron a protestar en un paro nacional.  Por supuesto que allí estaban para emboscarlos, los que no hacia tanto tiempo habían abandonado sus deberes y responsabilidades en reclamo de sus propios derechos.  Allí, le hicieron una encerrona, macanearon y rociaron con gases, a todos los que salieron a defender los derechos de los que no se atreven siquiera rezongar.  Simultáneamente, los “Iluminatis” de la junta declaraban su incapacidad de vivir y mantener su monárquico estilo de vida con la miseria con la que pretenden que los jubilados sobrevivan su vejez.

La clase política nacional solo se le ocurre llevar a votación si queremos o no la famosa junta.  Incluso hasta el ala de izquierda es presa de esa burda triquiñuela.  Parecen olvidar que en los fueros concedidos por la metrópoli a esta vieja colonia, no incluye el poder decisional sobre tales asuntos.  El barómetro de la moral puertorriqueña está en sus niveles más bajo.  Y entre el reconocimiento de la legislatura al Conejo Malvado, las series televisivas sobre el maltrato de menores como supuesto paliativo para nuestros males sociales, seguimos siendo nosotros mismos nuestro propio verdugo.  Las huestes de los partidos principales cierran filas con sus dirigentes.  Apoyan a ciegas sus candidatos sin importar sus méritos ni su historial.  Llevando de esta manera reincidentes en la corrupción gubernamental al poder.  Luego, estos mismos nos condenan a todos sin importar los colores de afiliación, a perecer en el paredón del desgobierno. 

Volver a esta nefanda realidad me drena espiritualmente.  Vuelvo a mi sarcófago son la voluntad desecha.  Esperando que algún día esta horda de electores se libere de la momificación de la que todos hemos sido víctimas por los silos de los siglos.  Llegado ese momento, nos pondrán en el camino correcto para abandonar así, este valle de lágrimas.

¡Levántate y anda! 

miércoles, 21 de enero de 2015

¿Las fiestas de todos?

por Luis A. Pérez


Mi nombre es Luis A. Pérez.  Quedé parapléjico hace 18 años y hace más de 20 no iba a una fiesta de la calle San Sebastián. Muy buena organización para movilizar las personas.  Incluso aquellas con impedimentos como yo que ambulo en silla de ruedas.  Decidí ir por la invitación pública que hizo la alcaldesa Carmen Yulín, de que eran "las fiestas de todos". El domingo 18 de enero me puse en marcha con mi familia hacia La ciudad patria. No obstante me sentí excluido y sin patria; en el momento que necesité utilizar el servicio sanitario.  Ahí caí en cuenta que no eran las fiestas para todos. Los baños portátiles estaban sobre la acera (sin rampa).  Al no poder utilizarlos entré en el cuartel de Bayajá y en el baño para varones no cabía porque la doble puerta no abría una de sus hojas, así pues me dirigí en busca de otro baño. 

El caballero que custodiaba el próximo baño estaba despachando a un ciudadano que deseaba utilizarlo aduciendo que era el baño exclusivo de los artesanos. Cuando el caballero se movió, introduje mi silla de ruedas a través del angosto pasillo entre artesano y artesano y le expliqué mi situación; le explique que no cabía en ninguno de los otros baños y que por mi condición de paraplejia me subía la presión debido a la disreflexia autonómica (condición que tienen todos las personas que sufren de daño al cordón espinal), le expliqué que yo me caterizaba y que tenía mi “kit” conmigo, solo necesitaba una esquinita privada para hacerlo. El caballero que custodiaba el baño me dijo que no me podía ayudar, que no podía utilizar el baño y fue más allá cuando al verme con una cerveza en la mano me invitó a que no consumiera bebidas para que así orinara menos.  Le di las gracias y solo le dije que me conmovía hasta las lágrimas su empatía.

Cuando lo que realmente debí hacer fue, llamar la policía y denunciar la violación de acomodo razonable.  Con la ayuda de una esquina, un paraguas, mi esposa e hijos de 12 y 8 años, imité sin caerme al personaje que corrió por las redes sociales haciendo sus necesidades en público.  Pensé por un momento no escribir ni denunciar al empleado prepotente cuyo trabajo ese día era custodiar la puerta de un baño, pero... ¿a cuantas personas le atropellan sus derechos?, empleados prepotentes que no saben cuántas leyes federales están violando porque tienen un poco de poder ese día.  Ese individuo violó mi derecho a un acomodo razonable para algo tan simple como ir al baño.  Mi intención al exponer este asunto públicamente es que adiestren al personal que va a trabajar con el público en eventos como este para que si sean "las fiestas de todos".

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Luis A. Pérez Rivera – Nació el 16 dejulio de 1971 en Rio Piedras PR. Natural del pueblo de Cataño, donde cursó sus grados primarios.  Finalizó su bachillerato y maestría en la UPR de Rio Piedras. Labora como voluntario en la Asociación de Lideres Escutistas y en la tropa 168.  Es el guionista de la Obra de Semana Santa en el Barrio Amelia.