por Caronte Campos Elíseos
En
la última sesión de terapia con mi psiquiatra, este y yo tuvimos una excelente
charla. El doctor me solicitó que no lo
viera más como un médico, sino que empezara a considerarlo como un amigo, en el
cual puedo confiar todas mis situaciones y secretos. Claro, seguramente lo dice porque si yo no
regreso a su consultorio (o nuestro sitio para los juntes amistosos, como le
llama él), no podrá recibir del seguro médico el estipendio por el tiempo que
invierte en nuestra novel amistad. Por
mi parte, le dije que me parecía fantástica la idea, y que de hecho ya empezaba
a verlo casi como un hermano mayor.
Ciertamente este es el hombre que me ha permitido conocer una serie de
sustancias que me mantienen alejado de mis frustraciones y dilemas, y que sin
sus prescripciones trimestrales no podría adquirirlas, al menos no de manera
legal. De más está decir que la
conveniencia de esta amistad ficticia es recíproca. Así que la podemos catalogar como un amistoso
“Quid pro Quo” de naturaleza bioética.
Pero
en fin, ¿sobre qué quería escribir? Ah,
si… este individuo me hizo una pregunta para la cual no he encontrado una
respuesta certera. Mucho menos luego de
salir de nuestro “fantástico junte amistoso” y de mi pasadía por “Paredes
Verdes” (Walgreens, para los puertorriqueños) en busca de mis golosinas. La pregunta fue la siguiente: ¿Cuáles
tú piensas que son las posibles causas de tu desorden esquizofrénico agudo e
irreversible? No sé a ustedes, pero con ese
diagnóstico tan extenso, a mí me parece que él no está haciendo bien su
trabajo. Pero recordemos que no me
conviene cuestionar sus métodos, porque de otra manera no puedo obtener mis
“dulces” sin sus recetas cada tres meses, así que olvidemos ese punto. Esa pregunta que me atormenta y que ronda mi
cabeza sin parar desde hace casi dos semanas, aún no tiene respuesta.
Así
que, para despejar un poco la mente y dar oportunidad a que esa tan esperada
contestación encuentre la luz en el laberinto de mi cabeza, me dispuse a leer
el periódico. Y lo hice muy a mi pesar,
porque considero que vivimos en un “País sin prensa”, donde reina la desinformación. Pero han sido dos semanas intensas de eventos
y noticias. Lo primero que encuentro en
las páginas principales, es la disputa entre los tres poderes de nuestro
gobierno republicano. Resulta que
después de una campaña eleccionaria de casi cuatro años consecutivos para que
pudiéramos elegir los nuevos gobernantes y nuevos legisladores (sin entrar en
calidad, si alguna), hemos sido víctimas de un golpe jurídico. No digo golpe de Estado, porque en mi opinión
no lo somos. ¿O sí? Golpe jurídico porque desde el Tribunal
Supremo (supremo en desprestigio), se ha declarado que desde ahora son sus
jueces los que determinan cuáles leyes pasan el cedazo constitucional y cuáles
no. Si miramos bien la división en este
panel de jueces, que está fraccionado en los dos bandos clásicos (azules y
rojos), podemos notar que estos últimos seis jueces nombrados por el partido
que defiende nuestros derechos a la igualdad y a la estadidad (aquí estoy
haciendo una pausa para reírme), están utilizando para sus macabros planes de
gobernar “de facto”, la Constitución
del Estado Libre Asociado (lo que sea que eso signifique). Lo gracioso radica en que el ELA es el status
colonial que han criticado por los pasados 60 años, y del cual han utilizado su
decadencia como fundamento para su preferencia política. Pero como toda moneda tiene dos caras, este
asunto tiene un lado siniestro no muy agradable. Ese lado oscuro es que el partido que perdió
la gobernación y que ahora son minoría legislativa, usurpan el poder judicial. En otras palabras, se quedaron gobernando los
malandrines que querían sacar los electores, en lugar de los ineptos que seleccionaron
con su voto.
Paso
la página para tratar de obviar lo anterior, y encuentro noticias sobre la
criminalidad rampante que arropa el país, en todas sus expresiones y
modalidades. Sumado a la incapacidad
policial de brindar seguridad, ya sea por sus escasos recursos, problemas
operacionales, la poca o nula cooperación ciudadana, o por la actitud de brazos
caídos de los agentes, ante las acciones en contra de sus condiciones
laborales. Por esta última razón, este
brazo armado del estado golpeó, maltrató y violó los derechos de otros grupos por
hacer lo propio. Prefiero no seguir
leyendo sobre asaltos, escalamientos, asesinatos, ni ninguna otra suerte de
crímenes violentos. Así que, paso a las
páginas siguientes.

Al
fin llego a las noticias mundiales e internacionales, aunque sea a través del
medio cibernético. Espero poder
encontrar algo que calme mis nervios y lleve a remisión mi enorme complejo de
persecución. Completamente seguro de que
así será, hago una pequeña pausa en este instante. Me levanto, preparo una taza enorme de buen
café, unas galletas con pedacitos de queso de papa, y listo para una buena
lectura. Ya preparado para salir de toda
esta maraña de noticias que solo aumentan mi ansiedad y fomentan mis
alucinaciones, comienzo por la prensa norteamericana. El primer titular de noticia que aparece en
la pantalla de mi computador es que la agencia encargada de la seguridad de la
nación, pisotea todos los derechos que están garantizados en la constitución
gringa. Sobre todo el derecho a la
privacidad, donde esta agencia recopila gran parte de toda nuestra información
utilizando un sistema orquestado para tales efectos. De repente siento un fuerte “Déja Vu” que me lleva a saltar la noticia.
Al
cargar por completo la próxima página virtual, el nuevo titular leía de la
siguiente manera: “Principales Empresas de Telecomunicaciones Cooperan con la
Vigilancia Nacional”. Para mi sorpresa,
son todas las que utilizo a diario para mis tareas, mis trabajos, para mis
pasatiempos y entretenimientos. Todas
las proveedoras de servicios en línea que uso frecuentemente están listadas
como facilitadoras de toda mi información personal al gobierno federal para su
programa de vigilancia ciudadana. Por
obvias razones no las puedo mencionar por sus nombres en este espacio, ya que
seguramente lo inundarían con radares, satélites, cámaras y micrófonos.

Mientras
mis ojos cambian constante e involuntariamente de campo visual por los nervios
alterados, leo varios titulares en la barra lateral. Puedo recordar uno de gran impacto para mí ya
maltrecho cerebro, ya que todavía no logro analizarlo. Leía el titular en negrita y subrayado: “Gobierno Federal Investiga Acciones del
Programa Espía”. Aquí mi corazón
se detiene por varios segundos. Cuando
al fin recupero el aliento, pienso: “¿Como la entidad que inventa, desarrolla,
y financia el sistema en cuestión, va a investigar si está en violación de ley
o no?” Dentro de mi ingenuidad casi
invariable, me llega un pensamiento irreverente… ¿No será eso, poner los cabros
a velar las lechugas? Para ser honesto,
al leer todo esto me llene de terror y pánico.
Acto seguido apagué, cerré y desconecté la computadora con tanta prisa
que incluso derramé el rico y suculento café.
Comencé a cerrar todas mis ventanas y a bajar todas las cortinas. Quise deshacerme de mi teléfono inteligente
(ahora sé porque los llaman así), pero hasta ahora no he podido lograrlo. La impresión que me he llevado con este “Cisne Negro” de la industria informática
ha empeorado mis condiciones. Todavía no
logro entender como una persona como yo, desconfiado y malpensado, he caído
víctima de un modelo de espionaje tan ruin y obvio. Ahora puedo explicar muy bien el sobresalto
que sentí cuando leía sobre el tema. Y
es que para el año 2003 tuve una experiencia cercana con la red que en ese
entonces hacía el “trabajo sucio” que ahora hacen estas gigantes
corporativas. La diferencia entre estas
y Echelon, es que estos monstruos informáticos acumulan riquezas a costa de
nuestras vidas.

Luego
de unas horas intensas de meditación e introspección profunda en la madrugada,
sentado a oscuras bajo el agua helada de la ducha, he llegado a una
conclusión. La relación espuria de esta
APP (Alianza Público-Privada) es equivalente a la relación que tenemos mi
médico de cabecera (porque mi problema está dentro de mi cabeza) y yo. El aparenta ser un amigo al cual le interesa
todo cuanto me sucede. Me observa, me
escucha, y pone atención a todas mis conversaciones y relatos. Me vigila y estudia mi comportamiento,
incluso puede hasta predecir mis respuestas.
Me ofrece alternativas para aliviar o eliminar mis problemas y
necesidades (genuinas o creadas). Se
gana mi confianza y me hace caer en una especie de adicción a nuestras largas
charlas y a los medicamentos que prescribe para evitar mis crisis psicóticas y
depresivas. Así mismo, los caníbales de
Silicon Valley, han insertado en nosotros una serie de necesidades
banales. Han desarrollado sus servicios
con miras a cubrir dichas necesidades, y nos han inyectado por todas las vías
posibles sus alternativas y soluciones para convertirnos en adictos a sus
productos. Es tan absurdo el asunto, que
hasta pagamos cantidades exorbitantes de dinero para obtenerlos. De la misma forma que el doctor amistad hace
conmigo, estas empresas nos escuchan, nos observan, nos leen, en fin... nos
espían.
Todo
este exceso de noticias e información sólo ha sido contraproducente para mi
estado actual. He sufrido una fuerte
recaída y he tenido que adelantar mi cita para el junte con mi buen y gran
amigo, el doctor corazón. Aun así,
reconozco que tengo que buscar una salida para esta encrucijada mental que me
atormenta a diario. De la misma forma
pienso que únicamente seremos capaces de superar todos nuestros traumas y
evitar la exposición innecesaria a estos piratas informáticos, cuando
entendamos cómo funcionan y cuáles son sus verdaderos usos. Cuando entendamos las verdaderas intenciones
detrás de tanto “amor”. Cuando tengamos
el valor para reclamar los derechos que nos pertenecen y a no permitir que se
menoscaben nuestras interioridades y las de nuestra familia y amigos (en mi
caso no son muchos). Solo así
superaremos esta esquizofrenia mediática, inducida por tantas redes diseñadas
para mantenernos en contacto y entretenidos dentro de un perímetro virtual
controlado, cual campo de concentración.
Redes que nos atrapan y nos mantienen prisioneros casi por
hipnosis. Pero su único fin es pescar
nuestros datos y llevarlos a la misma desembocadura, los archivos clasificados
del gobierno federal.
En
el ínterin, mientras llega la fecha estipulada para mi desahogo, yo sigo en
búsqueda de una respuesta lógica y sensata para mi desorden mental y paranoia
injustificada. Hasta he tenido que
duplicar la dosis de mis pastillitas (excepto las de color azul).
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