domingo, 5 de abril de 2020

Virus

por  Caronte Campos Elíseos


Acostumbrado a las frecuentes cuarentenas entre cuatro paredes; revestidas de cojines blancos, tenues luces, fríos pisos y silencios sepulcrales; este encierro cuasi voluntario me parece acogedor.  La soledad no me molesta, de todas formas, ya se había apoderado de mi vida (si es que esto puede llamarse vida).  El distanciamiento social y el comportamiento asocial son para mí, rutinas diarias.  Vivo entre pilas de viejos periódicos, botellas y frascos de contenidos prescritos.  Con mucho tiempo para perder durante este periodo, he practicado meditaciones oscuras y experimentado visiones nocturnas (algunas de ellas bajo los efectos de la sobriedad).  Como fanático de las ciencias ocultas y las artes misteriosas, he intentado con todos mis recursos, que no son muchos, entender los mensajes recibidos en tales transes.  Todos hacen referencias o iban en dirección de nuestra burda realidad.

Admito que no soy un ducho en materias sociales y políticas.  Y con el babélico lenguaje de los medios de comunicación y de los propios políticos, es una tarea ardua razonar entre líneas.  No tengo ninguna expectativa de poder explicar o lograr que alguien entienda lo que, aun yo no tengo claro.  Es muy probable que todo esté directamente relacionado a la situación actual.  Pienso que debo estar poseso por el estrés, la ansiedad, los nervios, el miedo o por todas las sustancias psicotrópicas que me recetan.

Prisioneros, a nivel global, por un virus que ha puesto en jaque, imperios y potencias; intereses y capitales económicos; parece ser que la fe es lo primero que se ha perdido.  Las iglesias cerradas, los cultos virtuales, la comunidad dispersa; todo sintomático de los últimos tiempos.  Aeropuertos vacíos, puertos y fronteras cerradas; acciones y mercados en picada; banca, farmacéuticas y comercios paralizados; el gas, el petróleo y otras producciones, sin demanda.  Mientras tanto, la naturaleza regenerándose; el ambiente restaurándose, el aire purificándose y las aguas limpiándose.  Aparentemente, con el virus de la humanidad contenido, la creación (cosmológica o providencial) entró en una remisión espontánea, con expectativas de regeneración natural. 


La primera baja en esta nueva guerra, es el mito del sistema capitalista como gendarme de todos, incluyendo los más desposeídos. 

Con todo y la cuarentena, la carga viral de la corrupción no parece ceder.  Los síntomas son cada vez más evidentes.  Paralelamente al aumento de casos positivos y al lento pero consistente crecimiento de muertes asociados al Coronavirus, los parásitos de la putrefacción gubernamental no dan tregua.  Con la ilusión de libertad legalmente restringida, estos gérmenes patógenos continúan medrando de nuestro sistema casi colapsado.  El caso más reciente de la apatía de estos endoparásitos, es la afrenta contra la salud del pueblo.  En plena embestida de la pandemia, no faltó ocasión para tener que enfrentar el más reciente caso de corrupción.  La desaparición (hasta el sol de hoy) de cerca de 500 pruebas de COVID-19 (que probablemente las ocultaron para su grupúsculo), la otorgación de contratos millonarios a los amigos del alma, los empleos sobre remunerados para los hijos talentosos de alguien ya sobrevalorado; son la mortal terapia que le recetan a la moribunda economía, a nuestra salud (física y emocional) y a nuestra estabilidad nacional.

Todo esto, con sectores aun convalecientes por los pasados eventos ya conocidos.  Las muertes tras el paso del Huracán María, la desviación de los Fondos de Recuperación, la pobre respuesta tras los temblores, los refugiados de los terremotos abandonados a su suerte; los almacenes de suministros ocultos y los almacenes de medicamentos expirados.  Amén de los tiranos golpistas auto-condecorados, disfrazados de progresistas.  Estas lacras han invadido todo nuestro cuerpo y nuestra mente, envenenando así nuestra alma.  El peor de los efectos secundarios, es la connivencia de los fanáticos miopes que están enfermos y lo ignoran, ya que no presentan síntomas de dignidad.  El ciego respaldo a las estructuras totalmente corruptas, a las que la gobernadora actual responde, ha sido letal.  Peor que con el Coronavirus, por cada elector virtuoso y con conciencia, existen legiones de contaminados con la pústula mental.  Las probabilidades de recuperación son mínimas ante tan tétrico cuadro. 
       
Tantos años de politiquerías, abusos, expolio y profetas asesinados, no han servido para romper el círculo vicioso de esta recidiva.  La medicina más eficaz durante esta cuarentena podrían ser grandes dosis de moral, inyectada directamente a las venas de nuestro ser colectivo.  Es posible que nos ayude a curarnos del virus del olvido histórico, del servilismo heredado, de la indiferencia y del individualismo.  No suelo dejar ver la poca fe que tengo en una cura definitiva; pero espero que este tiempo de confinamiento valga para educarnos.  Que podamos vivir una verdadera palingenesia y resucitar así la conciencia y el orgullo nacional perdidos.  

¡Levántate y anda!


No hay comentarios:

Publicar un comentario