lunes, 4 de noviembre de 2013

Carlos Esteban Cana en el Sexto Maratón Cultural “Al aire, libre”, en Nueva York: las tres piezas que compartió con la audiencia

Entre los múltiples eventos culturales en los que participa Carlos Esteban Cana en la ciudad de Nueva York, se destacan festivales, presentaciones de libros, encuentros poéticos, maratones de lectura, obras teatrales, entre otros.  Además de cubrirlos y documentarlos como parte de su ardua tarea de periodismo cultural, el autor participa en los mismos con sus propias creaciones.  Aquí, para los lectores de Sólo Disparates, nos comparte las piezas con las que deleitó a los presentes en el Sexto Maratón Cultural “Al aire, libre” en Nueva York.      



Tu casa

Tu casa es la misma;
sigue Allí...
bloque de concreto
inmóvil, pero indómita;
no es necesario
que desmayes por ella.
El escritor Carlos Esteban Cana junto al novelista
Eduardo Lalo y el poeta Luis Rodríguez
en una actividad reciente en el Americas Society.
Tu casa es la misma;
sigue Allí...

Yo también,
brizna perceptible,
permanezco
en sus recónditas fisuras,
presente y ausente

camino por sus
cortos y largos pasillos,
aprieto luz en sus ventanas
hacia esos linderos lejanos
de mis adentros,
con mis ojos
fijados a las ramas,
empeñados
y decididos a dibujar
el flamante arco

antes de irte
a tus cercanas metrópolis,
distancia establecida
por vigorosas alas en tus pies,
tienes visión suficiente
para ver difuso tu reflejo


de Crepusculario del laberinto



Silueta difusa

Silueta difusa,
has tratado
una y otra vez
arrebatarme;
provocar mi exilio
ante su aparente inercia

Armada de un taladro infame
llegaste hacerle un orificio profundo,
y ella, impávida,
no puso resistencia

Como siempre ves todo
cual carrera desenfrenada,
no dudaste en gritar,
era tuya la victoria

Segura esperabas  
la herida-abierta
en el espacio vacuo...
destejido el hilo
por las ruinas
y los telúricos escombros
la ausencia matiza el fondo

Sin embargo
el primer-rayo de luz
(entre aromáticas especias)
sorprendió el aura a tus espaldas:
y esta fuerza que late
transforma tu silueta difusa
en genuinas esperanzas

de Crepusculario del laberinto



Hacen falta ojos para ver

Faltan ojos para ver tantas estrellas;
estuve un tiempo limitado en tierra
y ya me siento nuevamente
inseguro
con cierta extrañeza
por ver sólo el horizonte sin límites, reducido
Despierto poco a poco
todo fue un sueño;
lo bueno es bastante breve

La nao se pone en camino
me ocupa lo mismo
subir y bajar el velamen,
coserlas y repararlas
bajo un calor sofocante

El viento fuerte del este
a toda velocidad mueve,
la tripulación silba
All Together Now
y el mareante vaivén
trae gratos recuerdos

Paso revista sobre los víveres,
todo está calculado…
la alquimia se instala
en el alma continuamente transformada
y después de tantas travesías
la práctica metamorfosea experiencias
en conocimientos

Lo que antes parecía imposible
ahora Es

inmenso deseo de continuar el viaje

La proa apunta hacia esa dirección


de Hacen falta ojos para ver

__________________________________________

Carlos Esteban CanaComunicador y escritor.  Nació en Bayamón, Puerto Rico, pero se crió en el pueblo costero de Cataño.  Fundador de la revista y colectivo TALLER LITERARIO, publicación alternativa que marcó la última década de creación literaria boricua en el siglo XX.  Ha trabajado en el Instituto de Cultura Puertorriqueña como Coordinador Editorial, Director de Prensa para la V Feria Internacional del Libro de Puerto Rico y como Coordinador de Medios para el Encuentro de Escritores De-Generaciones.  Su periodismo cultural ha sido publicado en periódicos y publicaciones como Dialogo, Cayey, CulturA, El Nuevo Día, y Resonancias, entre otras.  Fue parte del colectivo El Sótano 00931.  Colaboro con el poeta Julio Cesar Pol, junto a Nicole Cecilia Delgado y Loretta Collins, en la antología Los Rostros de la Hidra.  

Su periodismo cultural es reproducido en diversos espacios y bitácoras cibernéticas, con columnas como: Breves en la cartografía cultural; Aquí allá y en todas partes; Crónicas urbanas y el boletín En las letras, desde Puerto Rico, en bitácoras como Confesiones, Sólo Disparates: buscando la luz al final del túnel, Panaceas y placebos, Boreales, Revista Isla Negra y en periódicos como El Post Antillano.  Tiene tres libros publicados: Universos (micro-cuentos); Testamento (antología poética; una selección de 46 cuadernos) y Catarsis de maletas (cuentos).  Actualmente reside en la ciudad de Nueva York y desarrolla la plataforma multi-mediática Servicios de Prensa Cultural.  Para Carlos Esteban Cana profesar creación y cultura es como recibir oxígeno; vehículos que le permiten ejercer su libertad.

martes, 29 de octubre de 2013

Testamento de Carlos Esteban Cana

por  Caronte Campos Elíseos



Aprovechando los días que tengo de lucidez pasajera, y la poca cordura que la situación del país permite, he terminado de leer (por fin), Testamento.  Este es el libro más reciente de mi autor favorito (y colaborador permanente de este espacio), Carlos Esteban Cana.  Lo recibí como obsequio a la salida de mi última estancia terapéutica.   El libro contiene una selección de una centena de poemas, escogidos de toda su obra contenida en 29 cuadernos.  Siempre es bueno hacer un paréntesis entre toda la bazofia que se lee a diario, para dar lectura a algo refrescante.  En ese sentido, esas letras me han servido como panacea  apalabrada en medio de todas las calamidades cotidianas.  Por tal motivo, y con ánimo de esparcir una muestra del arte poético del autor, quiero compartir con ustedes, nuestros fieles lectores, cinco de los poemas que se han convertido en mis favoritos.  Uno por cada una de las secciones que componen el poemario.  Claro está, lo recomendable es que cada cual tenga la oportunidad de obtenerlo y así seleccionar su propio “top five”.



Parte I
Agradezco
Reflexiones “post-mortem”
de un joven Werther posmoderno

Agradezco las manos impunes de mis asesinos
porque ellas me libraron de mi eventual suicidio.
No sé qué razón tenían para lastimarme con tanta crueldad,
pero me quitaron el suplicio de vivir respirando tu olvido,
por eso, que no es poco, benditas sean las manos
de mis propios asesinos.    



Parte II
No quiero escapar como Janis  

No quiero escapar como Janis
tampoco quemar mis arterias como Hendrix
ni seguir los pasos de Morrison
¿acaso estas veintisiete palabras conjuran

el amplio deseo del suplicio?



Parte III
El dolor y la soledad

El dolor y la soledad han sido fieles,
tras la partida no hay día que se resguarden,
ni calor intenso ni lluvia frenética y desproporcionada
que les anime a tomar alguna licencia
por vacaciones o enfermedad. 
Incluso ahora mientras tecleo aquí están
asegurándose el tono irreverente de mis versos,
fruto insolente de su consejo mordaz,
yo, por mi parte, no doy más
ruego indulgencia si este poema deja
cierto sabor a decepción y desconcierto.




Parte IV

Cuando algún fortuito lector

Carlos Esteban Cana

Por los días en que serás ausencia
con mi verso canto tu belleza
cual si fuera arrullo musical;
rio caudaloso tras la cascada.

Por los días que no estarás presente
el aura violeta que te habita describo
utilizando la lira virtuosa y celebro tu presencia.

Y cuando ambos cenizas seamos,
tu y yo, antes alfa, después omega,
por mandato inexorable y celestial,

no serás un fantasma del pasado
pues algún ser fortuito leerá
tu hermosura eterna en el poema. 





Parte V
Día Cuatro

Estos tirabuzones me están despedazando
pero una voz dice que no podrán
destruirme y prevaleceré.
La luz del día acaricia mi rostro
a pesar del hoy que me agobia; 
ondas, truenos, rayos,
uno a uno van cayendo muy cerca
muy cerca de mi cuerpo...
Cierro los ojos, ignoro el ruido
Y soy libre: construí el éxtasis. 







Tenga en consideración, usted que me lee, que estos cinco poemas los escogí según mis propios criterios (que son algo disfuncionales).  Tal vez cada uno podrá encontrar en las letras de Testamento, alguna poesía con la cual pueda identificarse o establecer alguna relación con hechos, eventos o situaciones en sus propias vidas.  De lo que estoy completamente seguro  es que al menos, como yo, encontraran una frase que se convierta en parte esencial de su filosofía de vida... 

¡Qué importa el dolor cuando hay certeza!


Para adquirir Testamento en la Web visita: Librería NG.com

lunes, 14 de octubre de 2013

Locura que no se cura


por  Caronte Campos Elíseos



Después de pasar varias horas (37 para ser exactos) vagando por las calles de San Juan, sin que nadie me reportase como desaparecido legalmente y sin que se haya activado la alerta ámbar, finalmente llegué a mi hogar.  Las monedas que dejaron los pocos samaritanos no fueron suficientes para comer y beber.  Deshidratado, hambriento y deprimido, busqué algo de alimento por toda la casa.  Encontré de la vez anterior, algo de comida china en el microondas.  Me senté a merendar y mientras lo hacía, ojeaba los periódicos de días anteriores.  De verdad que pasan muchas cosas de envergadura mientras nos encontramos del otro lado de la línea de la cordura.  Obama con su actitud bélica queriendo bombardear un país extranjero, porque estos se bombardean ellos mismos;  Obama, el mismo que quiere intervenir en gobiernos exteriores, enfrentando el cierre de su propio gobierno continental;  García Padilla, en reuniones de emergencias con las casas acreditadoras, las mismas a las que les había dicho con prepotencia y carácter: “Me vale” lo que digan;  García Padilla, enfrentando la inminente o quizás omnipresente quiebra estatal, y la posible intervención del gobierno federal para evitar otro Detroit;  Yolandita abandonando la competencia de MQB;  Y por otro lado, el rapero Tempo llegando a Puerto Rico después de doce años de ausencia forzada, acogido como todo un héroe nacional.

Luego de esa sobredosis de noticias sobrecogedoras, decidí desconectarme e irme a dormir una siesta.  Para poder descansar placenteramente, agarré la mitad de la cerveza que había dejado sobre la mesa antes de salir la última vez, y me suministré doble dosis de mis calmantes favoritos.  Quedé dormido más rápido de lo que esperaba, por lo que la ducha que tanto deseaba desde que desperté en aquella banqueta, tuvo que esperar hasta que saliera del coma inducido.  Apenas eran las tres de la tarde y la hamaca en la parte trasera de mi residencia, era por mucho, más cómoda que la madera de La Princesa.  Quizás fue eso lo que provocó que sintiera los sueños (o pesadillas tal vez) tan reales como mi propia existencia.  Es que tan pronto como mis ojerosos ojos se cerraron, comencé a sentir la presencia de estos seres a mi alrededor.  El presidente sin gobierno, el gobernador sin crédito, la bailarina sin pista y el prócer juvenil sin reputación, todos sentados conmigo en un cónclave para exponer, evaluar y resolver todas las crisis existenciales de cada cual.  Esto, a modo de “terapia grupal” con el fin de que sus estados emocionales tuvieran el menor impacto posible entre la sociedad civil.  Todo en el ambiente cerrado, seguro y controlado de la hospedería que me recomendara un “un gran amigo” hace algún tiempo. 
  
Siendo yo el único presente con algo de cordura y sensatez en la mesa redonda convocada, y teniendo el “señority” (por aquello de seguir practicando mi inglés) en materia de control de emociones, no tuve más remedio que tomar la batuta y la dirección de los trabajos.  Inicié por estipular unas reglas básicas para el buen entendimiento de los asistentes.  En realidad solo tres normas regirían la gran reunión: 1) Respetar el orden establecido para hablar, según el mecanismo seleccionado;  2) No interrumpir al deponente de turno durante su disertación;  3) Dirigirse a mi desde ese momento como, Su Eminencia Reverentísima (Lo decidí de esa manera, dado que entre los presentes ya había un presidente).  Procedí de inmediato a llamar a Univisión, quienes eran los encargados de recibir las llamadas de los votantes empedernidos, y las cuales decidirían el orden a seguir.  Así las cosas, por el nivel de popularidad el orden establecido fue el siguiente: el primer turno le tocó a la única mujer del grupo; el segundo y tercer puesto, fueron para el presidente y el gobernador, respectivamente; y el último lugar para el intérprete recién llegado.  Al notar que este servidor no había recibido ni siquiera un voto, increpé a la gerencia del canal al respecto.  Por su parte ellos aseguraron que en efecto había recibido yo un voto, pero que éste fue invalidado.  Aparentemente ningún candidato podía votar por sí mismo.  En vista de que no obtuve ningún turno para expresarme (like always) impuse una cuarta norma: como moderador del encuentro puedo intervenir cuando estime pertinente.  Con la anuencia de los presentes, dimos por comenzados los trabajos.

La dama del baile comenzó por expresar lo mal que se sentía por lo sucedido.  Como los medios (a los cuales pertenece hace décadas) han aprovechado sus problemas familiares por motivos económicos. Al principio todo era conveniente.  Estábamos en los medios, decía, nos entrevistaban todos los días, nos dedicaban titulares, en fin, hasta cierto punto nos beneficiamos de la exposición mediática.  Incluso hasta nos cayeron varios “guisitos”.  Alegaba estar cansada de todo el asunto y de las continuas intromisiones en su vida personal y familiar, y por tal motivo abandonó la competencia.  En este instante irrumpió en un llanto incontrolable, por lo que tuve que pedir a los ujieres del lugar que le aplicaran doble dosis de lo calmantes que yo tanto disfruto (aprovechando la pausa para solicitar dosis extra para mi)

Después de esta escena novelesca, continuamos con la agenda establecida.  Esta vez tocaba el turno al primer presidente negro.  Este comenzó su ponencia haciendo énfasis en su frustración y decepción de ser presidente de una nación tan grande.  Según sus palabras, no era fácil complacer a tanta gente.  Era muy difícil saber qué hacer para satisfacer los deseos de todo el mundo.  Fue entonces cuando entendió que las promesas que había hecho en su campaña eleccionaria, y por las que fe elegido, eran imposibles de cumplir.  El tiempo pasaba y cada vez más la gran metrópoli se veía amenazada por la crisis económica y la creciente fuerza de países enemigos.  Ante ese panorama espinoso para cualquier servidor público con buenas intenciones y deseos de trabajar (recordemos que de buenas intenciones están construidas las muros del infierno), tuvo que tomar decisiones no muy populares. 

Así las cosas, las piedras angulares de sus discursos esperanzadores comenzaron a desintegrarse.  Quedaron atrás las peroratas sobre traer los soldados a casa, dejando atrás a Irak y Afganistán.  Quedó atrás el cierre de la base de Guantánamo y así también el cumplimiento con los Derechos Humanos Universales.  Con aparente molestia, el presidente vociferaba lo malagradecidos que son sus conciudadanos.  Se olvidaron de los fondos para el rescate de la economía y de todas las gestiones y políticas para asegurar la seguridad y hegemonía del país.  ¿Qué pensaron que significaba, “Yes, we can”?, se cuestionaba el gobernante entristecido, al tiempo que comenzaba a explicar su mensaje detrás de esas palabras.  Al parecer las personas no entendieron del todo mi propuesta.  Más claro no canta un gallo: Si podemos seguir combatiendo el terrorismo; Si podemos seguir apresando sospechosos de terrorismo; Si podemos ganar las guerras; Si podemos invadir Siria, Libia, y Corea del Norte; Si podemos espiar las comunicaciones de todo el orbe, incluyendo los nacionales.  Y encima de todo me culpan ahora, se lamentaba el señor presidente, por el cierre parcial del gobierno con el retraso en algunos servicios a la ciudadanía y por alcanzar el tope de la deuda del país.  Pero lo peor de todo para él, es el hecho de que los republicanos le dejaron en la mano el proyecto símbolo de su presidencia.  El Plan de Salud Universal con el que pensaba limpiar su imagen maltrecha y la de su insípida gestión gubernamental.  Víctima de la histeria y consiente del poder que posee, abrió su maletín negro e intentó presionar el botón rojo que leía: “nuclear protection”.  En cuestión de segundos la seguridad del centro hospitalario (supongo que es de hospitalidad) intervinieron y evitaron que el señor presidente se hiciera daño a sí mismo.  Lo vistieron con una de esas lindas camisas blancas con mangas largas de cortesía (de esas que yo tengo varias en casa), para controlar sus impulsos.

Como moderador de esta cumbre, ejercí mi autoridad ilimitada y procedí a confiscar el maletín en cuestión (uno nunca sabe cuándo pueda necesitar ese tipo de terapia).  Una vez estabilizado el ambiente sobrio y tranquilo, dimos paso al tercer orador.  El gobernador de la isla estrella (o será isla estrellá) comenzó su participación recordando a los presentes que gran parte de los problemas que ha enfrentado su gestión gubernamental los heredó de la pasada administración.  El primer mandatario hizo mención de sus recientes ataques nerviosos provocados por las recientes amenazas contra su vida (tiene record de amenazas recibidas en un año).  Todas estas injustificadas, según dijo, porque desde que el comenzó su ejecutoria, la isla ha recobrado su resplandor y su encanto.  Para él todas sus acciones han resultado en una baja significativa en el desempleo, en la criminalidad, en los costos de servicios básicos (como la luz, agua y transporte).  También mencionó el aumento en los empleos asalariados y la mejoría en la actividad económica.  Se mostró algo compungido al hablar sobre la tendencia local de polarizar la atención hacia la pobre gestión en materia de educación, la pobre asepsia en el ámbito de la salud (lo que casi provoca el cierre de algunos hospitales) y la gran importancia que dan todos a la opinión de las casas acreditadoras sobre el crédito y los bonos del país.  Después de varias horas hablando, nos percatamos que el honorable gobernador repetía su discurso cual libreto a través de algún apuntador.  Una vez retirado el instrumento, el distinguido orador entro en una especie de trance, como si estuviera perdido en el espacio (casi tanto como yo)

Aprovechamos el momento vergonzoso para dar paso al siguiente orador.  Vestido a la última moda, con sus joyas, gafas y tenis carísimas, se levantó de su asiento. El cantante comenzó con un tono fuerte y elevado.  Estaba disgustado por todo el tiempo que pasó en el exilio.  Mientras estaba fuera del país solo pensaba en los salarios, regalías, dividendos, estipendios y comisiones dejados de devengar.  Por una fabricación de caso por parte de las autoridades, estuvo doce años alejado de sus negocios, de las tarimas y de sus seguidores.  Para el, según hablaba, lo más difícil será recobrar su posición y su respeto en el mercado, el mismo del cual fue removido.  Pero aseguro estar preparado para dar la batalla en ese duro campo.  Algo muy raro sucedió durante su ponencia, ya que no podía mover su boca.  Era como si se hubiera paralizado o hubiera sufrido alguna especie de derrame cerebral. 

Ya que la sesión se había extendido por demasiadas horas, y después de tanta exposición situaciones críticas, yo necesitaba una dosis de antidepresivos con alcohol.  Ejercí mi autoridad plena para decretar un receso en los trabajos.  Acordamos regresar temprano en la mañana para reiniciar nuestra ardua tarea.  No sin antes yo asegurarles a los participantes que este servidor no descansaría hasta encontrar la luz para su oscuridad permanente.  Con esa nota de positivismo absurdo, nos fuimos a descansar.  En esta parte el sueño se tornó muy extraño.  De las habitaciones de los participantes se escuchaban gritos.  Como si todos estuvieran recibiendo alguna especie de tortura.  De la habitación de la bailarina gritaban: “A camerinos, a camerinos”.  De la del presidente se escuchaba una voz que gritaba cada vez más fuerte: “No, we  can’t. We can’t”.  Los agentes del servicio secreto que vigilaban la puerta solo se miraban y reían.  Del pequeño cuarto del gobernador se escuchaba a este decir: “Are you talking to me?... pues me vale!  De la habitación del rapero solo se escuchaba música fuerte, reggaetón o algo así, pero salía mucho humo por las ventanas.  Algo extraño sucedía en mi cuarto.  Oscuro, frio, en un silencio profundo.  Al parecer todavía estaba yo bajo los efectos de los somníferos recetados.

Ya muy temprano en la mañana hice mi entrada al salón de reunión.  Discurso en mano me dispuse a comenzar los trabajos de clausura del increíble junte.  Agradecí a todos los presentes por su asistencia y por permitirme ser pieza clave en la solución de sus problemas emocionales.  Continué mi presentación ante la audiencia diciendo: Queridos hermanos, compatriotas, amigos míos… socios en este infinito caminar sin rumbo; me dirijo a ustedes con mi promesa cumplida de dedicar toda la noche a la búsqueda de una solución a sus inclementes problemas mentales.  He estudiado minuciosamente cada uno de sus tétricos panoramas, y he llegado a un diagnóstico certero.  Ustedes padecen la locura que no se cura.  Esta condición permanente es un símbolo de su incompetencia, una marca de su ineptitud, y una burda evidencia de su ambición y apatía por los demás.  Han vivido ensimismados (justo como yo) olvidándose del pueblo al que se deben, al que prometieron velar por sus intereses, y al que han pretendiente representar ante el mundo.  Se han lucrado de todas las adversidades, problemas sociales, y vicisitudes que pasa el ciudadano común, haciendo de esto un sistema lucrativo para los ricos y poderosos. 

La desesperación en la sala era evidente.  Así que proseguí sin demora: Pero no teman mis pequeños saltamontes.  En este soliloquio vengo darles una buena nueva, una noticia que os llenara de mucha fe y esperanzas a todos ustedes.  La locura que no se cura no es una epidemia.  La locura que no se cura es una pandemia de grandes proporciones que se ha apoderado de todo ser humano sobre la faz de la tierra.  Se ha esparcido como pólvora por todo el globo, a tal grado que no existe nadie que pueda librarse de ser contaminado.  Su mejor característica es que, al no ser una condición somática tarda mucho en ser detectada.  Y el hecho de que gran parte de la población la padezca, la hace pasar como normal y corriente.  El ser racional y pensante que pueda todavía ejercer su libertad de criterio y utilizar su sentido común sin contagiarse, se enferma de apatía e indiferencia.  Es decir, no tiene salvación la raza humana.  Salgan a ese mundo real a continuar haciendo lo que hasta hoy.  Algunos de ustedes, a engañar las masas con utópicas promesas, alimentando falsas expectativas entre los incautos.  Aceitar la máquina del sistema capitalista que ha distribuido nuestros recursos de la manera menos equitativa posible. Desarrollando y esparciendo así, injustas hambrunas, muertes, y enfermedades incurables.  Otros han servido de testaferros para los intereses de los poderosos.  Actuando en detrimento de sus propios hermanos, sirviendo como lacayos de los invasores y extranjeros.  Los demás han contribuido a la enajenación general, con sus dramas, con sus actuaciones y novelas en los medios.  Dando de la manera más vil la estocada final a las aspiraciones de todo un pueblo.  Con su baile, botella y baraja han sumido las mentes de los más ingenuos en un mundo de fantasías.  Juglares modernos que inducen a sus seguidores a pensar y asumir lo que está mal como correcto, y lo que es justo y necesario presumirlo fuera de moda.

En este preciso momento no sé si por lo intenso del discurso o por el calor del precinto, comienzo a sentirme un poco mareado.  Aun así, decido continuar con la ponencia: Así que hermanos iluminados, no tienen nada de que temer.  Al final del día, todas esas masas que hoy los critican, los persiguen y los señalan, pertenecen a la misma claque que votan por ustedes, que los siguen en sus caravanas, que asisten a sus conciertos y compran sus discos.  Son locos empedernidos que no quieren saberse curados (entre los cuales me cuento).  No quieren un antídoto para su padecimiento visceral.  La locura que no se cura domina sus corazones, sus mentes y sus sentimientos, haciendo que se manifieste lo peor de cada uno ellos.  Hasta que no encuentren la voluntad perdida entre las sombras, para reclamar el bien común; hasta que no abandonen la desidia y la inercia para tomar partido activo hacia un mejor futuro; hasta que no encuentren su conciencia ciudadana y actúen conforme a ésta; hasta que llegue el día en que no se dejen cautivar por programas televisados, diseñados para hipnotizar sus mentes, y hasta que no dejen de avalar conductas antisociales por puro fanatismo; hasta ese preciso instante, seguiremos siendo meros observadores de nuestra propia vida…


Con gran alboroto y a la fuerza abren las puertas del salón de conferencias.  Entran todos los participantes (los mismos que pensé estaban escuchando mi diatriba), todos menos la bailarina quien había abandonado la convención molesta y sin previo aviso.  Irrumpieron con las fuerzas de seguridad nacional, las escoltas y guardaespaldas.  Exigiendo mí arresto por ejercer la psicología sin licencia médica.  Un equipo especial como el que encontró a Sadam Hussein y a Bin Laden en el fin del mundo, me extrajo por las salidas de emergencia.  A partir de ese momento, ya no recuerdo nada.  Sólo que desperté a las tres de la mañana en la hamaca de mi casa, con un maletín negro a mi lado.

¡Levántate y anda! 

viernes, 4 de octubre de 2013

Voz esencial de la poesía contemporánea: Elizabeth Cazessús (Segunda Parte)

por Carlos Esteban Cana
Servicios de Prensa Cultural


En esta segunda parte, que publicamos en el hogar cibernético del editor Caronte Campos Eliseos, la Poeta viaja con este servidor a las diferentes instancias que marcan sus libros. Un catálogo marcado insondablemente por el contacto entre naturaleza y existencia; singularizado, sin duda, por su abarcadora visión orgánica y su esencia poética, femenina. 

Con ustedes, una voz esencial de la poesía contemporánea: Elizabeth Cazessús,

Carlos Esteban Cana: Pasemos revista cronológica sobre otros libros de tu catálogo. Comencemos con Ritual y canto, título que se nutre de esos elementos que has ido incorporando a tu propuesta. Ritual y canto fue tu primer libro publicado, en 1994.

Elizabeth Cazessús: Si,  Ritual y Canto fue mi primer libro publicado, mas tenía otro que se habían quedado atrás, inédito, como 20 apuntes antes de dormir que me rechazó la editorial, del ICBC. Esta carpeta de poesía me hizo zarpar, tomar el camino hacia el ritual, es mi hijo preferido porque implicó iniciar la búsqueda por las rutas inexploradas de mi misma y de la tradición mexicana. Reconocer el viaje como una aventura a lo desconocido. Enfrentarme a los elementos rituales y a la naturaleza, conocer la tierra como un gran templo sagrado. Tener una visión del mundo y del universo. Y hacerme  fiel a la cosmogonía de nuestros ancestros. Emprendí  el camino rojo.

CEC: Al año siguiente publicaste 20 apuntes antes de dormir, un libro que de entrada parece un guiño espontáneo y contestatario a cierta poesía amorosa de tradición latinoamericana… Esos apuntes… ¿Cómo se produjeron? ¿En la duerme vela? ¿En medio del insomnio? ¿Por qué 20? ¿Cuáles son los motivos para puntualizar en ellos?

EC: El poema es un cuerpo entero, si no lo es, es porque busca que tú lo seas… 20 APUNTES ANTES DE DORMIR, fue primeramente publicado en la antología de poesía de los premios de Anita Pompa de Trujillo, 1994, le dieron mención honorífica. Este nace de un conflicto, fue mi primer libro escrito en la juventud, y estaba inédito antes de publicar RITUAL Y CANTO. Había dejado de escribir por muchas razones en una etapa adolescente y quemado mis primeros poemas (yo les llamé poemas larvarios). Estos 20 apuntes, se salvaron de esta quema, porque vivían adentro de mí. Este libro se gestó durante el sueño, eran textos que me hacían despertar de madrugada con líneas fijas y con una voz obsesiva que me hacían levantarme a escribir. Eran líneas que  me avasallaban en medio de la noche y el silencio de madrugada. Es el poemario que más rechazos de publicación ha tenido, incluso mío, incluyendo la mención honorifica, una anécdota completamente absurda. Antes de Ritual y Canto, no era mi pretensión publicar. Y más que nada porque no alcanzaba a entender ese fenómeno de la escritura de la sombra. Soy parte de lo que llaman la “Generación del Umbral”, y lo explica muy bien Ana Clavel, en uno de sus ensayos del libro: “A la sombra de los deseos en Flor”. Tampoco sé cómo una llega a pertenecer a cierta generación por lo que escribe, se expresa y tiembla; un hallazgo para mí, pero que reúne ese carácter al que pertenezco, y lo entendí en este ensayo.

CEC: En ese libro incluyes, a modo de brújula para el lector, unas reflexiones de José Antonio Becerra, que al final resultó revelador hasta para la propia poeta.

EC: Ese epígrafe que le puse de José Antonio Becerra, cuando al fin lo publique, me dio la explicación: “El sueño, esa historia sin armas, esa voluntad que es parte de los labios, ese pacto con el corazón más breve a la locura”. 

Había un pacto con la escritura que yo rechazaba, y no entendía. Poco a poco dejé que la tinta fluyera sin ponerle tantas objeciones, o quizá esa voz se intensificó para dar luz a esa fuerza. Para mí eran solo apuntes, no poemas, y fueron veinte porque me fueron dictados. Quizá puedas relacionarlos con 20 poemas de amor y una canción desesperada; más bien serian “veinte apuntes desesperados con luz de madrugada”. Para entonces, había leído a autores latinoamericanos y revivía esa tradición a través de las canciones y las revoluciones latinoamericanas, con dolor y rebeldía ante la injusticia social, quizá por eso encuentres ese guiño contestatario y a la vez amoroso.

CEC: ¿Cómo vez a la distancia, con esa visión que el paso ineludible del tiempo otorga, tus 20 apuntes antes de dormir?

EC: Ese es un texto, ahora que lo puedo ver a lo lejos, que lo sigo amando. La voz que encuentro  en los 20 apuntes: es la de la voz socavada, la de la volcadura interna, la de la auto-represión de los sexos, la de la sombra. En ese tiempo vivía una confrontación frente a la imposición del mundo, el postcolonialismo aberrante y la falta de libertad de una cultura racial y sexista. Fue un poemario a cuenta gotas…

CEC: Déjame citar unos versos contundentes de los 20 apuntes antes de dormir:

La luna enardece tormentas/herida de luz/ árbol talado de mi pecho/ el silencio se anida en su veta ciega/augurio de sal….

CEC: Mujer de sal, del 2000, en cierta forma dialoga con Huella en el agua, del cual hemos hablado. ¿Son libros que el lector los pueda tomar como complementarios o son propuestas digamos, antagónicas?

EC: Huella en el agua viene después de Mujer de Sal, y quizá como un derivado de un encuentro meditado con la sal y el mar, pero con otra intensión. Mujer de sal pertenece a los libros de los rituales, como Ritual y canto, Sartal de la memoria, (inédito). Mujer de sal es un ejercicio más de geometría escénica, el antropomorfismo de la Diosa de la Sal, la búsqueda y la inmersión a la cosmogonía ritual.

La experiencia de Huella en el Agua, fue una experiencia mística en relación a la naturaleza del agua. Hay una obra musical de media hora hecha para este poemario, y lo presenté con orquesta de cámara, en vivo. La poesía es un viaje por las honduras y la sutileza del espíritu de la sangre marina, por las inmediaciones del ser a través de sensaciones y emociones que atraviesan lo desconocido de uno mismo.

CEC: Tengo que repetir esas últimas palabras porque quiero apropiarme de ellas, de lo que comunican, de su sentido… “La poesía (en Huella en el Agua) es un viaje por las honduras y la sutileza del espíritu de la sangre marina”… Y sigues, “por las inmediaciones del ser a través de sensaciones y emociones que atraviesan lo desconocido de uno mismo”…

Es difícil continuar después de tales impresiones, pero sigamos. Más adelante, en el 2006 viajas a los linderos oníricos y estructurales en Casa del sueño… Que ocurrió en la vida de la autora durante esa etapa que dio un cauce algo diferente a su obra.

EC: Aquí hubo un impasse del 2000 al 2006, deje de publicar pero no dejaba de escribir; afiancé mi vida personal y profesional. Sin embargo, con Casa del Sueño, el erotismo llegó con sus mareas y mi vida empezó a fluir, los sueños dejaron de ser pesadillas, hubo una liberación de imágenes, ritmo y sensualidad. Era el cuerpo de palabras, la poeta que había en mí aceptándose en plenitud, con más elementos artísticos asimilados en la escritura. Desde Huella en el Agua yo sentí este cambio, en mis textos estaba la danza de las olas, la música, la lectura apasionada,  enarbolados por la tinta de un sol en el horizonte.

Algo que me parece bueno aclarar con esta pregunta, es que una de mis intenciones era hacer cuatro primeros libros de los cuatro elementos, como parte de los rituales de la vida. Ritual y canto, era para mí un canto a la Tierra madre, luego tengo el de la sal, que se apropió de mí antes que el del agua; y del aire que sigue inédito. El del fuego aún no lo escribo.

CEC: Me da la impresión que los últimos dos libros que publicas durante la pasada década, permitieron que tu poesía -que se había difundido mediante tu participación en eventos internacionales- fuera más conocida en el hemisferio. Lo menciono porque compañeros escritores de diversas latitudes latinoamericanas, en varias ocasiones han compartido conmigo sus impresiones acerca de Razones de la dama infiel (2008) y No es mentira este paraíso (2009). Obras que evidentemente no dejan indiferente a quien se acerca a sus páginas.

EC: Tienes razón,  mis últimos libros han viajado por distintas latitudes. Pero una sigue sin saber que destino tendrán los libros. La poesía es la creación, el poema es lo escrito, la poética es la búsqueda… Al primer encuentro internacional que participé fue el de MUJERES POETAS EN EL PAIS DE LAS NUBES, y tuve el gusto de conocer poetas entusiastas y promotoras de encuentros en sus países.

Después de Oaxaca, visité Puerto Rico, luego Cuba y Chile… Así fui saliendo de mi país; otro de los sueños inesperados para mi vida. A Oaxaca, llegué con Mujer de Sal, a otra tierra de salinas y mar y raíces profundas y costas hermosas; por siempre será la tierra mágica por excelencia, y una puerta al mundo para mi vida.


** Lea la primera parte de la entrevista a Elizabeth Cazessus en: Confesiones **

__________________________________________

Carlos Esteban CanaComunicador y escritor.  Nació en Bayamón, Puerto Rico, pero se crió en el pueblo costero de Cataño.  Fundador de la revista y colectivo TALLER LITERARIO, publicación alternativa que marcó la última década de creación literaria boricua en el siglo XX.  Ha trabajado en el Instituto de Cultura Puertorriqueña como Coordinador Editorial, Director de Prensa para la V Feria Internacional del Libro de Puerto Rico y como Coordinador de Medios para el Encuentro de Escritores De-Generaciones.  Su periodismo cultural ha sido publicado en periódicos y publicaciones como Dialogo, Cayey, CulturA, El Nuevo Día, y Resonancias, entre otras.  Fue parte del colectivo El Sótano 00931.  Colaboro con el poeta Julio Cesar Pol, junto a Nicole Cecilia Delgado y Loretta Collins, en la antología Los Rostros de la Hidra.  

Su periodismo cultural es reproducido en diversos espacios y bitácoras cibernéticas, con columnas como: Breves en la cartografía cultural; Aquí allá y en todas partes; Crónicas urbanas y el boletín En las letras, desde Puerto Rico, en bitácoras como Confesiones, Sólo Disparates: buscando la luz al final del túnel, Panaceas y placebos, Boreales, Revista Isla Negra y en periódicos como El Post Antillano.  Tiene tres libros publicados: Universos (micro-cuentos); Testamento (antología poética; una selección de 46 cuadernos) y Catarsis de maletas (cuentos).  Actualmente reside en la ciudad de Nueva York y desarrolla la plataforma multi-mediática Servicios de Prensa Cultural.  Para Carlos Esteban Cana profesar creación y cultura es como recibir oxígeno; vehículos que le permiten ejercer su libertad.