jueves, 7 de junio de 2018

Reconocimiento

por  Caronte Campos Elíseos


Vagando por el nuevo vecindario, relativamente desolado, encontré algunas ánimas conocidas.  Entre ellas, el escritor y poeta puertorriqueño, Angelo Negrón Falcón.  Recientemente el también bloguero y hombre de negocios, fue homenajeado por los estudiantes de su antigua escuela en el pueblo de Cataño, donde recibió una medalla de la Cámara de Representantes.  Más que merecido reconocimiento por su larga trayectoria en la literatura, la publicación de sus libros: “Causa y Efecto” y “Ojos Furtivos”, amén de su especialización en twitteratura.

Nuestra furtiva conversación tuvo dos únicos puntos relevantes.  El primero, que muy pronto estará disponible para los asiduos y adictos lectores, su tercera publicación.  En la misma hará galas de su talento como literato, por lo cual no ha de extrañarnos que le valga otro reconocimiento por parte de la academia y las autoridades entendidas en la materia (quizás la medalla del Senado de Puerto Rico).  Y el segundo, su autorización para reproducir en este espacio uno de sus cuentos más emblemáticos.  Dicho escrito es una elegía de la realidad que han vivido, viven y vivirán muchos menores en el mundo entero.  Empero, también representa una burda ilustración del círculo vicioso de nuestra relación política, social y económica con nuestra nación protectora.  Sin más…       

La niña en el columpio


Llegar hasta allí no se le hizo difícil.  Sólo tomó el caminito de piedras rodeando el riachuelo y brincó la charca por el lugar más angosto.  El parque no conservaba su antigua forma: El pasto estaba crecido y los bancos deteriorado.  El columpio se mantenía erguido, aunque con una de las mecedoras rota.

Se sentó en la que le pareció mas cómoda y comenzó el vaivén despacio.  En el árbol más cercano observo un pajarito que se mudaba de rama en rama.  También diviso en el tronco el área donde ella tallara un corazón con su nombre y su número preferido y decidió que volvería algún día a marcar aquel antiguo amigo.  Llenó su mente de gratos recuerdos.  Se vio correteando con otros niños.  Jugando a las escondidas, en el subibaja o en las chorreras.

Cerró los ojos.  Alteró el semblante al recordar lo que también allí le había sucedido.  Fue un lunes.  El parque estaba desierto.  Ella correteaba de lado a lado; sintiéndose dueña de aquel paraíso.  Cantando con alegría una canción de amor a mamá.  Sin que lo esperase fue tomada bruscamente y conducida al pie de un árbol, donde sus pequeñas ropas le fueron quitadas fácilmente.  Deseó gritar, pero el miedo no se lo permitió.  Su pequeño rostro convertido en súplica no detuvo al atacante, que como fiera salvaje la hizo suya.
 
Luego de una amenaza desapareció del lugar y de su vida.

El cuerpo desnudo quedó tendido largo rato en el suelo.  Ella no se movió hasta que las lágrimas tocaron sus mejillas y el grito de dolor, que aún no había brotado, rompió el silencio. 

El viento chocando con su rostro la saco de toda cavilación.  Detuvo su vaivén al encontrar que se mecía demasiado fuerte.  Miró nuevamente al árbol, ya el pajarillo no estaba allí.  Experimentó soledad.  Pensó en su vida después de aquel triste suceso.  Cuando quiso contarle a su madre, no se atrevió.  Nadie, excepto ella y el ser que la atacó conocían el incidente.  Nunca se casó - ¿Cómo hacerlo? – pensó; le tenía terror a una noche de bodas.

Se quitó las hebillas que amarraban su cabello.  Sacó un peine de bolsillo de la bata e hizo que su largo pelo canoso cayera en su frente llena de arrugas.  Se peinó como cuando era niña, haciéndose una compartidura y dejando que el cabello plateado le cayera libremente.  Sus años no evitaron que corriera desde el columpio hasta el subibaja y luego hasta la chorrera.  Mientras corría empezó a escuchar risas de niños.  Vio a todos sus amiguitos invitándola a jugar a las escondidas.  Al llegar al columpio acomodó en al mecedora su fatigado cuerpo.  Siguió escuchando voces y, en loco desvarío inició una canción.  La canción de amor a mamá.  Se meció cada vez más fuerte, descubriendo dentro de sí la inocencia y la alegría que sólo una niña de nueve años podría contener. 

Dejó de escuchar las voces, olvidó la canción.  Trató de tararearla.  De repente se le hizo un nudo en la garganta.  Las muecas de locura brotaron, y al ver unos ojos reflejados en el azul del cielo, desesperadamente suplicó: ¡No papá! Otra vez no, por favor… 

martes, 22 de mayo de 2018

Diez pensamientos permanentes

por  Caronte Campos Elíseos


Como bien saben, he decidido retomar la cotidianidad en mi vida.  Eso implica también plasmar por escrito las sandeces que inundan mi mente puertorriqueña.  En esta ocasión quiero dedicar este espacio a los pensamientos que sin importar las circunstancias, están establecidos de manera perenne.  Estas ideas permanecen sembradas e inalteradas más allá de mi conciencia.  Para mi es irrelevante que los hechos, la historia, la realidad, los resultados, las consecuencias, las contradigan y/o cuestionen con toda razón y autoridad.  Mucho menos la evidencia presencial o empírica, entre otras consideraciones. Así ha sido por los siglos de los siglos, y no veo motivos para cambiarlas o dejarlas ir.

1.       Nuestra raza está compuesta por un sincretismo de características que nos heredaron la trilogía colombina.  Esto, sin entrar en los méritos de si tal herencia fue la mejor, o si pudieron heredarnos otros rasgos más trascendentales y pertinentes.

2.      El arribo de los norteamericanos a nuestras tierras no fue una invasión.  Fue un paliativo para la situación de isla en aquellos días.

3.       La contribución de los gringos nos liberó de la esclavitud y la pobreza.  Amén de curarnos de la plaga de piojos.

4.      El régimen militar establecido y el Estado Derecho aprobado nos trajo la suficiente democracia que nos merecemos.

5.      La ciudadanía americana que ostentamos nos la ganamos por derecho propio.  Es una ciudadanía de primera clase, y es tan válida y valiosa como la ciudadanía continental.   


6.      Nuestra isla nunca ha sido utilizada como bastión militar.  Mucho menos como punto estratégico para invadir países vecinos, almacenar armas de destrucción masiva, y mucho menos para probar armas químicas y/o biológicas.

7.      Los soldados puertorriqueños no fueron, ni son, ni serán, utilizados como carne de cañón.  Los militares boricuas siempre han sido tratados como iguales a los nacionales.  Antes, durante, y después de las movilizaciones en las que han servido, han recibido trato igual, incluido los beneficios para los veteranos de guerras.

8.      Los puertorriqueños nunca hemos sido utilizados como conejillos de indias.  Tampoco hemos sido víctimas de experimentos médicos, tales como anticonceptivos, cáncer, o algún producto científico para controlar la población.

9.      El gobierno republicano que poseemos no es un gobierno subordinado ni colonial.  Simple y llanamente es un gobierno autónomo bajo un protectorado ultramarino.  Todo está consentido en el convenio establecido, en la sesión de poderes. De ahí, los acuerdos de ayuda, moneda y defensa común.  Lo mejor de dos mundos, como singularmente le conocemos.

10.   La mal llamada represión y persecución política contra los separatistas, no fue otra cosa que la legítima defensa de un gobierno democrático establecido con el aval del pueblo puertorriqueño.

Ya a estas horas y después de tanto esfuerzo mental y emocional para escribir estas ideas sembradas en mi cabeza, estoy exhausto.  Los efectos de los químicos controlados hacen mella en mi voluntad.  Espero que repasándolas y estudiándolas continuamente, no olvide que todo lo anterior es parte de nuestra historia colectiva.

¡Levántate y anda! 


sábado, 12 de mayo de 2018

Valle de lágrimas

por  Caronte Campos Elíseos


Decidí cambiar de morada al no poder sobrellevar los recuerdos defectibles de mi vida amorosa, luego de que otros reclamaran su derecho de “Prima Nocte”.  Amén de los daños que sufrió la vieja estructura por los azotes huracanados.  Es así como llegué a lo que es mi nuevo vecindario en, El Valle de los Reyes.  Admito que es un lugar muy tranquilo y acogedor.  Ya instalado en lo que será mi nuevo hogar, intento retomar en mi vida la cotidianidad y normalidad que me caracteriza.  Fue bastante fácil por lo poco del mobiliario, y lo accesible que estaban mis viejos periódicos, los brebajes de la tierra y los medicamentos para sortear la realidad.  Durante todo este tiempo de solaz tuve la oportunidad de reflexionar sobre los últimos eventos.   

El huracán puso de manifiesto y a la vista de todos, la verdadera cara de este país.  Es probable que muchos ya conocían esa triste realidad.  Pero los que vivimos sumidos en nuestros propios mundos (Netflix con sus series, deportes de equipos importados, barras y chinchorreo, baile, botella y baraja, entre otras amenidades), no sabíamos que nuestra patria estaba en tal decadencia.  Al cejar los vientos, las aguas volver a sus cauces, y con los árboles y techos en el pavimento, encontramos otro país.  Quedamos absortos ante la pobreza, el hambre, la miseria y el abandono del gobierno.   El ciclón se llevó lo que nos quedaba de ese espejismo de primer mundo que disfrutábamos.  Un mes sin agua, dos meses sin gasolina, tres meses incomunicado, cuatro meses esperando un toldo, cinco meses de salchichas y mezcla de sándwich; seis meses de desesperanza, siete meses sin luz, ocho meses de depresión y toda una vida de locura.  Esa es mi historia.  Igual a la de otros cientos de miles puertorriqueños. 

No bien había pasado el huracán, el gobierno encendió su maquinaria.  Claro está, luego de que el Superintendente de Seguridad nos advirtiera que durante la emergencia, podíamos morir esperando por ellos.  Inmediatamente se acuarteló el gabinete de confianza del gobernador Rosellito.  En las primeras horas luego de calmada la tempestad, comenzaron a reclamar las ayudas federales de FEMA.  La intención clara era repartirlas, pero no a los damnificados, sino a los amigotes más cercanos al ejecutivo.  Ya lo dice el viejo adagio: “El que lo hereda no lo hurta”.  El dinero para la restauración del sistema eléctrico, para las comunicaciones; los fondos para alimentos, enseres y viviendas; las ayudas para las carreteras, los hospitales y las escuelas, y hasta los toldos azules, parecía que se las había llevado el viento.  Hasta la Junta de Supervisión Colonial brillaba por su ausencia.

Ausencia es lo que predomina en mi nuevo vecindario, los vecinos parecen estar ausentes en el Valle de los Reyes.  Al igual que los policías que sufrieron la epidemia del “blue flu”.  En plena emergencia, una gran parte de los policías decidieron protestar por la pérdida de beneficios laborales.  Esto sucedía no sin dejar las carreteras sin control de tránsito durante el día y sin seguridad en las noches.  Pero que importa, al final, todos tenemos derecho a protestar.  Además, en un país donde la tasa de desempleo ronda el 13%, esto sirvió para que las personas sin hogar se emplearan en los semáforos sin luz, al menos por un plato de comida, una botella de agua fría y/o unas monedas sueltas.

La calma tras la tormenta no duró mucho.  Reapareció la famosa Junta de Supervisión.  Y cuando todavía hay puertorriqueños durmiendo bajo toldos azules y cielos estrellados, comiendo pan con jamonilla y sin el servicio de electricidad, comienzan a azotar al pueblo con sus planes de reducción, recortes y austeridad; y a inundarnos con sus controles fiscales y presupuestarios.  Mientras tanto, el gobierno continúa con su rol de policía bueno, haciéndonos pensar que le hacen frente y oposición a la comisión imperialista en favor de sus constituyentes.  Nada más lejos de la realidad (excepto mi propia existencia).  El ejecutivo y el legislativo siguen a sus anchas repartiendo el poco flujo de caja que nos queda en contratos jugosos para sus secuaces y damiselas con puestazos.  

¿Qué obtenemos nosotros de todo este latrocinio?  Reducción en las pensiones, cierre de 220 escuelas y privatización de unas docenas adicionales, una reforma laboral luctuosa, aumento en la matrícula de la Universidad del Pueblo y el cierre de varios de sus recintos, venta de la Autoridad de Energía Eléctrica después de décadas de abandono de su infraestructura, impuestos hasta en las comprar por internet, entre otras medidas draconianas.  No estoy seguro si es por mi trastorno ciclotímico o por este panorama poco alentador que sufro de estados de ánimos variables.  Confieso que comienzo a sentirme como el Faraón de este lugar.

Este sentimiento fue reforzado cuando las legiones de maestros, empleados públicos, estudiantes, pensionados, y todas las víctimas directas o indirectas de la connivencia entre junta y gobierno, salieron a protestar en un paro nacional.  Por supuesto que allí estaban para emboscarlos, los que no hacia tanto tiempo habían abandonado sus deberes y responsabilidades en reclamo de sus propios derechos.  Allí, le hicieron una encerrona, macanearon y rociaron con gases, a todos los que salieron a defender los derechos de los que no se atreven siquiera rezongar.  Simultáneamente, los “Iluminatis” de la junta declaraban su incapacidad de vivir y mantener su monárquico estilo de vida con la miseria con la que pretenden que los jubilados sobrevivan su vejez.

La clase política nacional solo se le ocurre llevar a votación si queremos o no la famosa junta.  Incluso hasta el ala de izquierda es presa de esa burda triquiñuela.  Parecen olvidar que en los fueros concedidos por la metrópoli a esta vieja colonia, no incluye el poder decisional sobre tales asuntos.  El barómetro de la moral puertorriqueña está en sus niveles más bajo.  Y entre el reconocimiento de la legislatura al Conejo Malvado, las series televisivas sobre el maltrato de menores como supuesto paliativo para nuestros males sociales, seguimos siendo nosotros mismos nuestro propio verdugo.  Las huestes de los partidos principales cierran filas con sus dirigentes.  Apoyan a ciegas sus candidatos sin importar sus méritos ni su historial.  Llevando de esta manera reincidentes en la corrupción gubernamental al poder.  Luego, estos mismos nos condenan a todos sin importar los colores de afiliación, a perecer en el paredón del desgobierno. 

Volver a esta nefanda realidad me drena espiritualmente.  Vuelvo a mi sarcófago son la voluntad desecha.  Esperando que algún día esta horda de electores se libere de la momificación de la que todos hemos sido víctimas por los silos de los siglos.  Llegado ese momento, nos pondrán en el camino correcto para abandonar así, este valle de lágrimas.

¡Levántate y anda! 

jueves, 20 de julio de 2017

Hogar, dulce hogar

por  Caronte Campos Elíseos


Muchos se preguntaran el motivo de mi aparente ausencia y notable abandono de las letras.  Como es de conocimiento general, estuve inmerso en la planificación de mi boda con la mujer perfecta.  Esto último porque parece haber leído el manual de la perfecta cabrona.  Demás está decir que mi matrimonio duró lo mismo que un baño de leche de coco en el ascensor de Guaynabo.  La mujer no pudo lidiar con mis manías, vicios, malas mañas y enfermedades mentales (que no son un secreto para nadie), y al tercer día se levantó de entre los cuerpos y abandonó sus promesas y votos.  Gritó a los cuatro vientos que no me amaba, que vivió ese triduo engañada por mi críptico magnetismo y que tenía que huir de tal secuestro. Admito que fueron los tres días más maravillosos de mi existencia.  Pero el día cuarto se advino la debacle emocional y espiritual.  Abandoné todas las cosas que teníamos en común: los muertos, los cementerios, las letras, etc.  Me refugié en los placeres, los vicios, los apetitos.  Me vi sumido en las drogas recetadas, el alcohol y la locura.  Estuve internado en repetidas ocasiones donde me cambiaron el vestido de gala por la camisa de fuerza.  En otras palabras, retomé mi vida cotidiana.  Basta ya de hablar del amor de mi vida; todavía pensar en esos efímeros recuerdos es doloroso.  Amén del amor que todavía siento por la que todos llaman, La Catrina.  

Abandonado el cautiverio en el que estuve refugiado por algo más de un año, regreso al mundo real.  Caminando el mismo oscuro sendero, llego a la antigua morada.  La misma casa que alberga todos los recuerdos de mis vidas.  Grato fue llegar y divisar los únicos seres fieles (e inanimados) que me acompañan en cada periodo de mi existencia; las pilas de periódicos viejos, las botellas del elixir mágico en nada anónimo y los frascos de las cápsulas que hacen las veces de óbolos para cada uno de mis viajes.  En fin, una vez dentro de la fría estructura que sirve de guarida para mi actitud asocial, y poseso por la locura de siempre, no tuve más remedio que exclamar ese cliché de las figuras y adornos domésticos en cada hogar de este país: “Hogar, dulce hogar”.


¡Levántate y anda!


sábado, 7 de mayo de 2016

El control de la junta

por  Caronte Campos Elíseos




Tengo que comenzar por admitir que estoy enamorado.  Mejor dicho, estoy enamorado nuevamente.  Algo que pensé nunca volvería a vivir.  Después de tanto tiempo, he conocido la mujer de mi vida, la mujer perfecta.  Más allá de su apariencia seductora, sus caricias dolorosas y palabras venenosas, ella me complementa.  La conocí en una noche de locura y desenfreno, pero siento que la amo.  Pero bueno, para bien o para mal ya estamos en el proceso de amueblar nuestro humilde hogar y hemos decidido pasar el resto de nuestra existencia juntos.  Hasta el final de los tiempos.  Muchos de ustedes se preguntarán qué cosa tiene está mujer que logró conquistar mi corazón ya detenido por tantos años en tan solo cuatro semanas.  Y es que esta maravilla de mujer me abrió los ojos a muchas cosas que, dentro de mi intensa esquizofrenia, no había yo visualizado ni entendido.  Con su lengua viperina me dio la terapia que necesitaba para aceptar las realidades en las que vivo engolfado.    


Mientras observábamos nuestra hermosa casa, estuvimos hablando largo tiempo, casi eterno, de la famosa Junta de Control Fiscal.  Yo le expresaba mi sentir como puertorriqueño y el repudio visceral que tengo hacia la tan anunciada intervención federal.  Ella, mientras acomodaba la decoración ancestral, me dictaba su discurso racional sobre el tema.  Admito que mientras escuchaba semejante diatriba la cabeza me daba vueltas, sentía náuseas y me poseía el delirium tremens. Pensaba en todo lo que significa para este pueblo, el hecho de que extranjeros administren nuestra vida.  Ni el gobernador ni nuestros legisladores tendrían injerencia en ninguno de nuestros asuntos medulares.  Con un pais en quiebra financiera  nuestros dirigentes no podran actuar en favor del pueblo.  Pensaba en lo humillante, literalmente, que puede ser que controlen toda nuestra economía, finanzas, política, y las leyes que rigen nuestra vida como sociedad.  Sin mencionar las consecuencias directas de semejante abuso de poder.  Entre estas se mencionan la posibilidad de que miles de puertorriqueños pierdan sus empleos; que otros miles de trabajadores pierdan derechos laborales adquiridos; que los nuevos miembros de nuestra fuerza laboral reciban menos del salario mínimo federal; que los hogares de cientos de miles de familias pierdan valor en el mercado; entre otras medidas más leoninas. 


Todo esto no me permitía concentrarme en el trabajo que estábamos realizando para nuestro nido de amor.  Si la junta se llegara a concretar, tendríamos que abjurar al Estado Libre Asociado.  Los modernos invasores serían dueños y señores de nuestro destino.  Tendrían total dominio sobre los servicios de salud, sacrificando el bienestar y la salubridad de todos; dominio sobre la educación, empeorando la calidad de los servicios educativos a nuestros niños y niñas.  Tendrían total autoridad sobre las finanzas y presupuestos del país, recortando los fondos destinados a las ayudas sociales que tanta falta hacen a los indigentes y desamparados sociales.  Su prioridad serían los bonistas, inversores y capitalistas que esperan los retornos de sus inversiones, sin excusa alguna.  No les importan nuestras carreteras, nuestro ambiente, nuestra calidad de vida, y mucho menos nuestro futuro.  Estaríamos sujetos a sus mandatos, directrices y toda suerte de caprichos.  No tendríamos opciones merced de sus propios intereses.  La justicia será para los más aventajados y acomodados.  Los demás quedarán desprovistos de protección.


La desesperación me hacía gritar como poseso por la desesperanza.  Pero ahí estaba ella. Dispuesta siempre a rescatarme de esa oscuridad mental provocada por la ignorancia.  Sus palabras son para mí como esa luz al final del túnel, que ilumina mi ceguera intelectual.  Entendí entonces muchas cosas, muchas de ellas tan evidentes como las diferencias entre el sol y la luna.  Los gobernadores de esta isla (desde el primer español hasta el último criollo) ni las legislaturas (en toda nuestra historia) se han preocupado nunca por nuestro progreso como nación.  Todos son igualmente responsables de la deuda de magnitudes imperiales.  Muchos de ellos continúan sus vidas de condes y emperadores pegados como parásitos al presupuesto del pueblo.  Los políticos modernos solo piensan en el medro personal y en el de sus allegados.  Nunca se han preocupado por el desarrollo político, económico y social de sus constituyentes.  Eso les vale.  No hizo falta la junta para que el gobierno despidiera entre 13,000 a 30,000 empleados, entre despidos directos e indirectos.  Contribuyendo al crecimiento de la tasa de desempleo hasta casi un 18%.  Tampoco hizo falta la junta para arrebatarle derechos adquiridos a los maestros, empleados públicos y a los retirados.  Puerto Rico siempre ha utilizado como medida de pago el salario mínimo federal.  Salario que al sol de hoy no alcanza para cubrir las necesidades más básicas y apremiantes de una población sumida en una calidad de vida deplorable.  Todos los hogares en este país vieron devaluadas sus viviendas con la crisis de los bienes raíces en los Estados Unidos.  El que menos perdió en ese momento crítico, perdió hasta $30,000.  La quiebra que vive la isla estrella es una ficticia; se han robado todo dejándolo en la deuda para la posteridad.  Todo esto actuando impunemente, amparados en la inmunidad parlamentaria de los mal llamados honorables.  Tampoco hemos necesitado intervención de alguna junta para que todas las epidemias y enfermedades nunca conocidas hayan tenido su génesis en Puerto Rico.  Y la justicia de este país, esa está totalmente desterrada de nuestra tierra.     


Contra todos esos argumentos presentados por mi amada, no tuve defensa alguna.  Todos nuestros miedos relacionados a la junta de control, ha sido nuestra realidad con los políticos corruptos.  Quizás la junta es lo que realmente nos hace falta para despertar de ese sueño de la joya de la corona.  Realmente la junta no viene a traer nada nuevo para nosotros.  Los políticos locales se han encargado de conducirnos por los caminos de la angustia y la miseria.  Lo más difícil que puede traer esta intervención desproporcionada, para algunos sectores, es desenmascarar de una vez y por todas la fábula de este "estado de derecho".  

El hecho de que se esté discutiendo tal oprobio, es evidencia de que el "Status Quo" es una falsa consentida.  Ese simple desvelo sería ya para nosotros ganancia.  Y si de paso, este pueblo despertare de esa ataraxia que lo domina y la abulia que lo agobia, tendremos entonces un futuro brillante.  Podremos nosotros todos decir: lo mejor está por venir.  Realizaremos que no necesitamos políticos corruptos y oportunistas, partidos políticos que manipulen masas de fanáticos, y mucho menos poderes ultramarinos que controlen nuestro destino.  Esto únicamente será posible cuando levantemos y organicemos la nación para el rescate de su propia soberanía.

¡Levántate y anda!