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jueves, 7 de junio de 2018

Reconocimiento

por  Caronte Campos Elíseos


Vagando por el nuevo vecindario, relativamente desolado, encontré algunas ánimas conocidas.  Entre ellas, el escritor y poeta puertorriqueño, Angelo Negrón Falcón.  Recientemente el también bloguero y hombre de negocios, fue homenajeado por los estudiantes de su antigua escuela en el pueblo de Cataño, donde recibió una medalla de la Cámara de Representantes.  Más que merecido reconocimiento por su larga trayectoria en la literatura, la publicación de sus libros: “Causa y Efecto” y “Ojos Furtivos”, amén de su especialización en twitteratura.

Nuestra furtiva conversación tuvo dos únicos puntos relevantes.  El primero, que muy pronto estará disponible para los asiduos y adictos lectores, su tercera publicación.  En la misma hará galas de su talento como literato, por lo cual no ha de extrañarnos que le valga otro reconocimiento por parte de la academia y las autoridades entendidas en la materia (quizás la medalla del Senado de Puerto Rico).  Y el segundo, su autorización para reproducir en este espacio uno de sus cuentos más emblemáticos.  Dicho escrito es una elegía de la realidad que han vivido, viven y vivirán muchos menores en el mundo entero.  Empero, también representa una burda ilustración del círculo vicioso de nuestra relación política, social y económica con nuestra nación protectora.  Sin más…       

La niña en el columpio


Llegar hasta allí no se le hizo difícil.  Sólo tomó el caminito de piedras rodeando el riachuelo y brincó la charca por el lugar más angosto.  El parque no conservaba su antigua forma: El pasto estaba crecido y los bancos deteriorado.  El columpio se mantenía erguido, aunque con una de las mecedoras rota.

Se sentó en la que le pareció mas cómoda y comenzó el vaivén despacio.  En el árbol más cercano observo un pajarito que se mudaba de rama en rama.  También diviso en el tronco el área donde ella tallara un corazón con su nombre y su número preferido y decidió que volvería algún día a marcar aquel antiguo amigo.  Llenó su mente de gratos recuerdos.  Se vio correteando con otros niños.  Jugando a las escondidas, en el subibaja o en las chorreras.

Cerró los ojos.  Alteró el semblante al recordar lo que también allí le había sucedido.  Fue un lunes.  El parque estaba desierto.  Ella correteaba de lado a lado; sintiéndose dueña de aquel paraíso.  Cantando con alegría una canción de amor a mamá.  Sin que lo esperase fue tomada bruscamente y conducida al pie de un árbol, donde sus pequeñas ropas le fueron quitadas fácilmente.  Deseó gritar, pero el miedo no se lo permitió.  Su pequeño rostro convertido en súplica no detuvo al atacante, que como fiera salvaje la hizo suya.
 
Luego de una amenaza desapareció del lugar y de su vida.

El cuerpo desnudo quedó tendido largo rato en el suelo.  Ella no se movió hasta que las lágrimas tocaron sus mejillas y el grito de dolor, que aún no había brotado, rompió el silencio. 

El viento chocando con su rostro la saco de toda cavilación.  Detuvo su vaivén al encontrar que se mecía demasiado fuerte.  Miró nuevamente al árbol, ya el pajarillo no estaba allí.  Experimentó soledad.  Pensó en su vida después de aquel triste suceso.  Cuando quiso contarle a su madre, no se atrevió.  Nadie, excepto ella y el ser que la atacó conocían el incidente.  Nunca se casó - ¿Cómo hacerlo? – pensó; le tenía terror a una noche de bodas.

Se quitó las hebillas que amarraban su cabello.  Sacó un peine de bolsillo de la bata e hizo que su largo pelo canoso cayera en su frente llena de arrugas.  Se peinó como cuando era niña, haciéndose una compartidura y dejando que el cabello plateado le cayera libremente.  Sus años no evitaron que corriera desde el columpio hasta el subibaja y luego hasta la chorrera.  Mientras corría empezó a escuchar risas de niños.  Vio a todos sus amiguitos invitándola a jugar a las escondidas.  Al llegar al columpio acomodó en al mecedora su fatigado cuerpo.  Siguió escuchando voces y, en loco desvarío inició una canción.  La canción de amor a mamá.  Se meció cada vez más fuerte, descubriendo dentro de sí la inocencia y la alegría que sólo una niña de nueve años podría contener. 

Dejó de escuchar las voces, olvidó la canción.  Trató de tararearla.  De repente se le hizo un nudo en la garganta.  Las muecas de locura brotaron, y al ver unos ojos reflejados en el azul del cielo, desesperadamente suplicó: ¡No papá! Otra vez no, por favor… 

lunes, 13 de julio de 2015

En las letras, desde Puerto Rico: (Serie Reseñas) Dos libros, un autor: Héctor Torriente

por Carlos Esteban Cana

Recientemente el autor de Pichón y mime careto presentó en la biblioteca de la Escuela de Comunicación Pública de la Universidad de Puerto Rico, dos valiosos libros de su catálogo: uno de poesía titulado Estaciones de abordaje y su conocida colección de cuentos El Sindicalista que vuelve a estar disponible para los amantes de la narrativa corta.

A continuación comparto con ustedes algunas impresiones acerca de estos nuevos libros.


Foto cortesía de Angelo Negrón
En Héctor Torriente encontramos un escritor que no se conforma en transitar los mismos horizontes… Conoce la tradición que le precede, y por esa conciencia tanto sus ensayos comunicológicos como sus poesías y cuentos van hilvanándose hacia linderos en los que prevalece la innovación gracias a esa cultura que le sirve de base. Pero esa innovación no es forzada ni se da estridente. Hay que saber mirar a este poeta, quizás empedernido con la bohemia o con el amor sinuoso que transmuta y no se detiene mientras la canción puesta en la vellonera corresponde a diversas situaciones que se dan en “Estaciones del abordaje”, el poemario que nos ocupa hoy.

En cuanto a los cuentos que Héctor Torriente el narrador comparte en “El sindicalista”, esa actitud de vanguardia  transita deliberadamente hacia un entorno  a distancia de la urbe (o desplazada por la misma): el barrio… En la barriada el escritor atraviesa contornos, dinámicas y personajes, mediante un buen uso de narrativa contemporánea;  pasajes en los que fluye un lenguaje espontáneo salpicado por una interesante expresión coloquial… Es por eso que este segundo libro que nos ocupa y que llevó –en principio- el subtítulo de “y otros cuentos de barricada”, comparte con “Septiembre” de Elidio la Torre Lagares, “Falsas crónicas del Sur” de Ana Lydia Vega, y “Lajas” de Aravind Enrique Adyanthaya, ese buen sabor –nombrémoslo de esa forma- que deja una excelente colección de cuentos realizada en clave boricua; conjunto que, tras la última página, deja al lector con un atisbo del perfil, la textura espiritual, de todo un pueblo o una región. Y ese es el caso de “El Sindicalista” con respecto a la zona suroriental de este Archipiélago  nuestro del Caribe y, particularmente, Yabucoa, pueblo en el que Héctor Torriente creció.

Foto cortesía de Angelo Negrón

A los lectores interesados en adquirir ambos libros pueden contactar al propio autor a través de la red social facebook, en el espacio que lleva su nombre: Héctor Torriente. Tambien a través de Amazon en la siguiente dirección electrónica: 



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Carlos Esteban CanaComunicador y escritor.  Nació en Bayamón, Puerto Rico, pero se crió en el pueblo costero de Cataño. Fundador de la revista y colectivo TALLER LITERARIO, publicación alternativa que marcó la última década de creación literaria boricua en el siglo XX.  Ha trabajado en el Instituto de Cultura Puertorriqueña como Coordinador Editorial, Director de Prensa para la V Feria Internacional del Libro de Puerto Rico y como Coordinador de Medios para el Encuentro de Escritores De-Generaciones.  Su periodismo cultural ha sido publicado en periódicos y publicaciones como Dialogo, Cayey, CulturA, El Nuevo Día, y Resonancias, entre otras.  Fue parte del colectivo El Sótano 00931.  Colaboro con el poeta Julio Cesar Pol, junto a Nicole Cecilia Delgado y Loretta Collins, en la antología Los Rostros de la Hidra.

Su periodismo cultural es reproducido en diversos espacios y bitácoras cibernéticas, con columnas como: Breves en la cartografía cultural; Aquí allá y en todas partes; Crónicas urbanas y el boletín En las letras, desde Puerto Rico, en bitácoras como Confesiones, Sólo Disparates: buscando la luz al final del túnel, Panaceas y placebos, Boreales, Revista Isla Negra y en periódicos como El Post Antillano.  Tiene tres libros publicados: Universos (micro-cuentos); Testamento (antología poética; una selección de 46 cuadernos) y Catarsis de maletas (cuentos).  Actualmente reside en la ciudad de Nueva York y desarrolla la plataforma multi-mediática Servicios de Prensa Cultural.  Para Carlos Esteban Cana profesar creación y cultura es como recibir oxígeno; vehículos que le permiten ejercer su libertad.

martes, 30 de junio de 2015

Ojos Furtivos: Presentación y acogida

por  Caronte Campos Elíseos

El pasado sábado, 27 de junio del año de nuestro señor Jesucristo, se llevó a cabo en, The Poets Passage, la presentación de la novela Ojos Furtivos, escrita por el autor puertorriqueño, Angelo Negrón.  Demás está decir que este narrador, cuentista y poeta es un asiduo colaborador de nuestro blog.  Aunque no fui invitado formalmente, me di cita para presenciar el evento.  Luego de compartir unas copas de buen vino, piscolabis y buena charla, dio comienzo la actividad.  El maestro de ceremonia, Carlos Esteban Cana (también colaborador nuestro), comenzó por presentar la familia (esposa e hijas) del autor, quienes tenían un gran reconocimiento para este buen padre y esposo.  Acto seguido, inició la introducción del excelso panel de escritores, quienes estarían a cargo del intercambio de impresiones sobre la obra.  Wanda Cortés, Amílcar Cintrón y Antonio Aguado Charneco (todos grandes escritores), discutieron con el autor sobre la trama, el contenido y sobre todo, de los personajes que se desenvuelven (o se envuelven) en los distintos escenarios.  Escenarios que Angelo Negrón nos muestra con gran majestuosidad y perspicacia.  La lectura de fragmentos de la novela estuvo a cargo de Juan Carlos y Luis Francisco Cintrón, ambos escritores muy prolíficos, y de una de las hijas mayores del autor. 
  
Se discutieron en el evento muchos de los aspectos tocados con gran audacia y valentía en el desarrollo del drama novelesco.  El amor, la perversión, la sexualidad, la diversidad cultural, la intimidad, el sexo, el derecho a la privacidad, las drogas, los vicios, los excesos, la sensualidad, la prostitución, el ambiente laboral, la rutina, entre otros.  Ciertamente, el autor logra adentrarnos en lo más íntimo de la cotidianeidad de la vida.  Vida que puede ser la de cualquiera de nosotros.
  
Todo el que se dé la oportunidad de leer la obra, sin dudas podrá identificar a algún conocido con uno que otro personaje.  Sin mencionar que seguramente podrá reconocer en algunos de estos, características y costumbres propias (buenas o malas).  El balance perfecto, según mencionara Aguado Charneco, que logra el autor con esta pieza maestra, entre lo pervertido, los perverso, e inmoral, con el romanticismo y el amor, es sencillamente genial.  Puedo dar fe de eso, ya que mi actual vida se puede dividir en el antes y el después de leer Ojos Furtivos.  Yo era un buen parroquiano con mucha fe en el factor humano.  Ahora soy un romántico empedernido sin fe en la humanidad.  Gracias a Angelo Negrón y su talento por el detalle; y a Juan Carlos por su magistral analogía sobre el hermano mayor, los ligones, fisgones y dios.

Tuve que salir huyendo del lugar cuando llamaron la seguridad del lugar, solo porque quería apropiarme del remanente de vino y tentempiés para uso personal.  Pero logré captar, antes de la abrupta salida, algunas imágenes para ustedes, que les dejo a continuación:  













¡Levántate y anda! 


lunes, 2 de febrero de 2015

Libros de Angelo Negrón


Sinopsis: La vida de un solitario muchacho cambia por completo cuando comienza a entrometerse a distancia en la vida de otros. Él disculpa su comportamiento bajo la creencia de que padece criptoscopofilia; un comportamiento sexual en el que la excitación erótica, la facilitación y el logro del orgasmo dependen de ver la conducta, sexual o no, de otras personas en la privacidad de su hogar.


Con su pasatiempo el ligón descubrirá que las perversiones humanas están en todas partes y no sólo en aquel edificio de apartamentos al que observa a través del instrumento óptico que permite ver objetos lejanos con mucho más detalle que a simple vista y al que ha titulado el tubo indagador. El telescopio, además de transportarlo a varias pesadillas le ayudará a encontrar a su verdadero amor.

Disponible en:




“…Muchos de los escritos incluidos en CAUSA Y EFECTO tienen unos ribetes eróticos, pero otros están vestidos (¿desvestidos?) con una carga sensual de alto voltaje. Hay cuentos donde se dan cita la totalidad de los elementos previamente mencionados: los giros inesperados y el climax arriba de la conclusión, tabúes y sexualidad; aunados dichos factores las páginas del autor urden unos hechizos que se quedan trashumando mucho tiempo, por vericuetos bifurcados, en la mente de l@s que deambulen en los... universos aviesos de Angelo…”

Tony Aguado Charneco
Escritor



Disponible en:



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Angelo Negrón es narrador, bloguero y asiduo fanático de la twitteratura. Oriundo del pueblo costero de Cataño. A finales de la década del 80 funda y dirige la revista Senderos. Durante los años siguientes sus cuentos serán conocidos en las páginas de la revista Taller Literario. A raíz de esa experiencia entra en contacto con una serie de cuenteros de diferentes partes de Puerto Rico, entre ellos el escritor Antonio Aguado Charneco, que considera a Negrón como uno de los principales narradores de su promoción generacional. En la primera década del presente siglo comienza a publicar en la WEB su bitácora titulada Confesiones, en la que ha ido publicando algunas de sus piezas narrativas, que suman más de una centena. Al día de hoy su portal cibernético ha recibido más de 63,000 visitas, según diversos contadores de estadísticas. Su blog, a través de los años, se ha ido convirtiendo además en un espacio cibernético que ilustra el acontecer cultural boricua, y reproduce ocasionalmente el boletín “En las letras, desde Puerto Rico”. Recientemente fue incluido en la antología Cuentos puertorriqueños en el nuevo milenio, antología que recoge 50 cuentos de 50 narradores puertorriqueños contemporáneos, publicado por la editorial Libros de la Iguana. En enero del presente año comenzaron a circular sus libros Causa y efecto (cuentos) y Ojos furtivos (novela), bajo el sello de Publicaciones Gaviota. Para Angelo Negrón escribir, más que ordenar palabras, es ordenar ideas. Al respecto manifiesta: “Es un juego muy serio, cuando escribimos emitimos señales que el lector tiene la posibilidad de interpretar de un modo u otro. Es ese proceso puede adoptar el rol del protagonista o ser un mero observador. Es aquí que se dinamiza el ejercicio y el lector ya no es un ente pasivo. Y entonces se puede convertir en parte de lo que lee, disfrutando u odiándolo, estando de acuerdo o no. Yo escribo para eso, aspiro a sembrar una "espinita" que duela o acaricie, poco o mucho, pero que, al final del camino, dé qué pensar”.

jueves, 4 de septiembre de 2014

Anillos



     La amé desde que la razón me hizo soñar a la mujer perfecta. Me dediqué a buscarla en otros cuerpos hasta que un día, de forma inesperada,  se acomodó a mi lado en la librería. Comenzó a hablarme como si me conociera de toda la vida. Hablamos de Pablo Neruda y Mario Benedetti, de lo mucho que se tardaba en construirse el Tren Urbano y de su receta preferida para  hacer un buen “limber” de crema. Esa tarde se convirtió en noche y tuvieron que echarnos de la librería cuando se disponían a cerrar sus puertas. Intercambiamos números telefónicos y nuestras direcciones electrónicas. Nos despedimos con un apretón de manos, de esos en los que, en vez de apretar, acaricias.

     Estuve toda la noche y el día que siguió pensándola. Su rostro y su dulce voz me remontaban a placeres ocultos. A pesar de que no quería  lucir como un desesperado o abalanzado, la llamé. Y escucharla sonreír, al enterarse de que era yo quien hablaba, me conmovió. Luego de los saludos de rigor y de mencionar lo bien que la pasamos el día anterior le indiqué que la llamaba para invitarla a una tertulia de literatura esa misma noche. En ese momento nos enteramos que la casualidad hubiese hecho que nos conociéramos, pues ya estaba invitada por una amiga a asistir y precisamente estaba comprando una botella de vino que llevaría para la actividad. Nos prometimos brindar por el destino y aproveché para invitarla a almorzar. Accedió con gusto.

     En menos de una hora llegué a su encuentro. Ofrecí llevarla a varios restaurantes y ante su negativa explicó que ese día no se le antojaba nada sofisticado. En plena capital no escogió un restaurante de manteles blancos y copas de cristal, de hecho nuestro techo fueron las ramas de árboles y el almuerzo un par de “Hot Dogs” comprados a la orilla de la carretera. Satisfechos y felices dimos un paseo por la capital. Visitamos varias galerías en las que compartió conmigo su conocimiento sobre arte hasta que nos despedimos con la promesa aun viva del brindis.
     
     Fui el primero en llegar al apartamento donde se celebraría la actividad. Me correspondía llevar una bandeja de entremeses y se la entregué al anfitrión. Le ayudé a colocar las sillas y el atril desde donde se declamaría poesía, cuentos y ensayos. Poco a poco fueron llegando los demás invitados y comenzó la actividad con mi desespero de no verla llegar.  Las primeras  poesías de amor que escuché sólo me remontaron a su rostro y por primera vez en mi visita a ese tipo de actividad me aburrí. Sólo me encantó escuchar de boca de uno de los escritores - Carlos Ramón Cana - su escrito publicado en la edición numero cuatro de Taller Literario titulado: “El Ruiseñor y el almendro” que trata sobre un árbol derrumbado por inescrupulosos y un ruiseñor muriendo también en su defensa. Tal vez me satisfizo porque la tristeza del escrito competía a la par con lo que yo sentía al no verla entrar e iluminar aquella fiesta de palabras. No pude disimular más mis ansias de verla y sin que acabara la actividad me marché.

     Llegué a mi casa y me conecté a Internet. Le escribí un e-mail que denotaba mi preocupación de no verla en la actividad según lo planeado y expliqué mi insistencia en llamarla al celular que aparentemente estaba fuera del área de cobertura. Me quedé dormido sintiendo celos al pensar que tal vez alguien me ganó la partida, pero sabiéndome un enamorado platónico que exigía al universo se me concediera tan hermosa mujer.
    
     El ruido del teléfono logró despertarme. Al contestar descubrí que su linda voz era necesaria para mis amaneceres. Mientras escuchaba su disculpa me di cuenta que no hacia falta que lo hiciera, el sólo escucharla había renovado en mí la felicidad que creía perdida. Se excusó explicándome que la llegada de sus padres la envolvió y no pudo asistir. Según me explicó: vivía y trabajaba en la Gran Manzana.  Sólo llevaba dos semanas de vacaciones por acá. Debía volver al trabajo en varios días. El encuentro con sus padres se debía a que ellos volvían de un paseo en crucero por el Caribe, mismo que ella desistió de disfrutar porque no visitaba desde hacia varios años la isla y deseaba  pasarla en Puerto Rico. Esto me frustró sobre manera. Entendí que no tendría tiempo de conquistarla. Me sorprendió el hecho de que no me relatara los detalles el día antes. Bueno, yo tampoco le había preguntado, nuestra conversación fue tan amena que tales detalles pasaron desapercibidos. Estuvimos hablando por horas. El numero celular que me había dado era de tarjeta y no lo pensaba recargar así que me facilitó esta vez el numero telefónico de la casa donde se estaba quedando.
    
      Mi invitación al bosque forestal y a la playa en domingo fue tomada con algarabía. Cuando llegamos a una de las muchas cascadas del bosque, ella empapó su rostro del agua fría y cristalina. Admirados de la natural belleza y tranquilidad del lugar decidimos pasarla allí todo el día. Renunciando a nuestro pensamiento de incluir la playa en el viaje bordeamos las rocas y caminamos a favor de la corriente del río. A pocos minutos escogimos un buen lugar donde tender una sabana y sentarnos a platicar, leer poesía y consumir lo que ella misma preparó: pollo a la jardinera con un sabor tan extraordinario que le pregunté si trabajaba como “chef”. Entre dialogo y risas comenzaron las miradas furtivas. Miramientos que deduje eran de aceptación y me abalancé a robarle un beso. Su respuesta fue divina. Varios besos después mis manos buscaron palpar su cuerpo y un empujón me hizo saber que debía disminuir la velocidad. Luego de varias explicaciones que detuvieron mi animo de hacerle el amor allí mismo, me conformé con más besos, con perderme en su mirada y admirar su belleza.
    
      Le rogué al cielo que me diera la oportunidad de más tiempo para seducirla y como si me hubiese escuchado el mismo Dios y hubiese decidido que no, ella me explicó que debía regresar en los próximos cinco días y que no quería enamorarse. Le pregunté si estaba comprometida y su respuesta me robó una sonrisa. Ella mencionó que su relación anterior había sido año y medio antes y que esperaba que mis besos fueran parte de su próximo compromiso. Para demostrarle que mi interés era genuino me quité mi sortija de graduación y se la fui midiendo hasta dejarla en el dedo  pulgar que fue donde le sirvió. Ella me dijo que no podía aceptarla. Le indiqué que la conservara como un préstamo. Yo iría a buscarla, no sólo a la sortija sino también a ella, a la primera oportunidad. Recordamos que días antes habíamos prometido brindar por el destino y le quitamos la tapa al vino tinto. Debo confesar que le añadí al brindis algunas palabras. Brindé por sus ojos, por sus labios, por su hermosura y  su sonrisa. Ella Brindó por nosotros y supe que sería de ella para siempre.
     
     Luego de ese compartir en el río, nos convertimos en inseparables. Mi hermano me  consiguió un certificado medico que señalaba que sufría conjuntivitis y los días siguientes aproveché para estar con ella. Visitamos todos los puntos de interés y me llevó a conocer a sus abuelos. El día del aeropuerto ambos nos despedimos llorando con la promesa de escribirnos y volvernos a ver. Descubrí de lo que hablaba cuando dijo que se iría en cinco días y no quería enamorarse cuando extrañarla no fue para nada divertido. Comenzamos a escribirnos por Internet y hasta por correo. Llegaban cartas a diario con su perfume y yo no me detuve pues, ante esa mujer tan divina,  pude ser yo mismo sin pensar en que alguien me podría tildar de cursi. Palabras de amor, discos compactos, sorpresas envueltas. ¡Hasta le envié sus galletas preferidas por correo! 
    
     Transcurrieron dos meses y medio desde que ella partiera. La llegada de mis vacaciones fue un aliciente y la oportunidad de verla. Septiembre sería un mes que no olvidaría nunca. Mi intención era darle una grata sorpresa. Todo estaba, como decía el Chapulín Colorado, fríamente calculado.  Llegaría a la Gran Manzana el día de su cumpleaños. Después de algunos abrazos y besos le exigiría que me devolviera mi sortija de graduación. En su lugar le pondría un aro de compromiso justo en el momento de pedirle que fuese mi esposa.

Llegué a Nueva York de madrugada. Seguí las recomendaciones de un vecino que vivió muchos años allí y de tren en tren llegué hasta el edificio donde ella trabajaba. El trayecto fue largo y me arrepentí de no haber tomado un taxi. Cuando traté de entrar un guardia me detuvo y exigió mi identificación de empleado. En el poco inglés que aprendí en mis años de escolar le expliqué mis intenciones. Él me dijo que entendía mi situación, pero no podia dejarme pasar pues erán las ocho y cuarenta y cinco y aún no habrían al público. Que si deseaba esperara a que abriera el complejo de oficinas o que le diera la información de ella. Él trataría de que bajara hasta donde yo la esperaba y sería sorpresa de todos modos. Acepté que me hiciera el favor de conseguir que viniera a mí. Justo cuando le dije su nombre y número de piso escuchamos una terrible explosión seguida de gritos de pánico en la calle. El guardia  me empujó hacia fuera y volvió a entrar.
     Yo miré hacia arriba y la humareda que salía del edificio continuo era infernal. Asustado por la suerte de mi amada entré al edificio. Todos corrían hacia fuera y busqué su rostro entre la gente que salía. El guardia me reconoció y volvió a insistirme que saliera. Ante mi negativa se enfureció y comenzó a maldecir en inglés. Las palabras obcenas son lo primero que uno aprende de cada idioma y entendí cada uno de las que profirió. Le devolví algunos improperios que sólo lograron que comenzara a empujarme hasta la salida. No pude hacer nada contra sus empellones y furioso salí a buscar un teléfono público. Los cercanos estaban ocupados por transeúntes que explicaban la explosión a no sé quien y esperé desesperado a que liberaran alguno. Al conseguirlo la llamé y contestó ella misma. Al escuchar mi voz comenzó a decirme lo mucho que se alegraba de oírme y que me extrañaba.

     Las sirenas de los carros de bomberos o policias y los gritos de lamentaciones de los transeuntes opacaban lo que me decía y la interrumpí. Le pedí que saliera del edificio. Cuando le expliqué que acababa de ocurrir una explosión en el edificio de al lado se quedó callada demostrándome que no entendía lo que le decía. Resumiéndole le expliqué que había venido a visitarla y que estaba afuera. Ella comenzó a gritar de la felicidad y me dijo que bajaba enseguida. Le añadió un “te amo y ..."  lo demás no llegó a decirlo o no llegué a escucharlo. Justo en ese instante un avión secuestrado por terroristas se estrelló contra su edificio.

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Angelo Negrón es narrador, bloguero y asiduo fanático de la twitteratura. Oriundo del pueblo costero de Cataño. A finales de la década del 80 funda y dirige la revista Senderos. Durante los años siguientes sus cuentos serán conocidos en las páginas de la revista Taller Literario. A raíz de esa experiencia entra en contacto con una serie de cuenteros de diferentes partes de Puerto Rico, entre ellos el escritor Antonio Aguado Charneco, que considera a Negrón como uno de los principales narradores de su promoción generacional. En la primera década del presente siglo comienza a publicar en la WEB su bitácora titulada Confesiones, en la que ha ido publicando algunas de sus piezas narrativas, que suman más de una centena. Al día de hoy su portal cibernético ha recibido más de 63,000 visitas, según diversos contadores de estadísticas. Su blog, a través de los años, se ha ido convirtiendo además en un espacio cibernético que ilustra el acontecer cultural boricua, y reproduce ocasionalmente el boletín “En las letras, desde Puerto Rico”. Recientemente fue incluido en la antología Cuentos puertorriqueños en el nuevo milenio, antología que recoge 50 cuentos de 50 narradores puertorriqueños contemporáneos, publicado por la editorial Libros de la Iguana. Durante el presente año circularán sus libros Causa y efecto (cuentos) y Ojos furtivos (novela), bajo el sello de Publicaciones Gaviota. Para Angelo Negrón escribir, más que ordenar palabras, es ordenar ideas. Al respecto manifiesta: “Es un juego muy serio, cuando escribimos emitimos señales que el lector tiene la posibilidad de interpretar de un modo u otro. Es ese proceso puede adoptar el rol del protagonista o ser un mero observador. Es aquí que se dinamiza el ejercicio y el lector ya no es un ente pasivo. Y entonces se puede convertir en parte de lo que lee, disfrutando u odiándolo, estando de acuerdo o no. Yo escribo para eso, aspiro a sembrar una "espinita" que duela o acaricie, poco o mucho, pero que, al final del camino, dé qué pensar”.

lunes, 21 de julio de 2014

Dos preguntas

Por Angelo Negrón

Los juegos amorosos de la luna de miel comenzaron con algo de timidez. Él cumplió con la tradición de cargarla desde la puerta de la habitación hasta la cama y ella, que aún desconocía la experiencia y las gratificaciones de la fogosidad pasional, con entrar al cuarto de baño. Tardó, más de lo debido, al engalanarse con el atavío adecuado para la inaugural entrega.

Cuando estuvo lista, y se acercó a él, no encontraron palabra; con las miradas se dijeron tantas voces. Canciones de amor retumbaban en sus corazones y la efusión de las caricias los llevó a desearse más allá de las barreras de la timidez. Él se encargó de ir preparándola para recibir placer. Con sus dedos fue acariciando majestuosamente la piel virginal y con besos ardientes fue llevándola a desear ser poseída. Fue desnudándola, disfrutando el rubor creciente en el hermoso rostro. Al descubrir los redondos senos evadió los labios y se apoderó de los pezones con su lengua que moviéndose en círculos los llevó a hincharse. Mientras, sus poderosos brazos la arropaban en caricias y sus dedos proseguían en la búsqueda de los puntos vulnerables al apasionamiento.

Los gemidos de ella, eran cánticos celestiales para los oídos del amante en celo. Olvidó los senos en ese instante y su lengua comenzó por recorrer la distancia entre ellos y el ombligo, entre este y el rincón anhelado. Los suspiros y gemidos entremezclados le llegaban literalmente a su ingle y la erección pomposa deseaba ser utilizada, sólo que él, conocedor de las necesidades de una mujer no se abalanzó a saciarse. Además necesitaba disfrutarse también ese momento inolvidable. Su lengua se perdía en el resquicio placentero, mientras las yemas de sus dedos continuaban en la misión de acariciar esta vez las suntuosas nalgas. Inconscientemente o tal vez muy consciente ella comenzó a moverse en rítmico zigzagueo hasta que en sacudidas le demostró el placer derramado, las insospechadas ganas crecientes. Repitió el rito a la inversa; paseó su lengua desde la abertura genital hasta el ombligo, se entretuvo con los pechos hasta llegar a la boca sedienta aún de besos. Ella se encargó de quitarle la prenda que mantenía aprisionada la porción que en ese momento la hacia sentir incompleta. Observó con ojos libidinosos el cuerpo desnudo de él y le resulto más atractivo de lo que había pensado nunca. Recordó algunas bromas de la despedida de soltera que le hicieron y alargó su mano para poder acariciar a su hombre justo como le habían comentado sus amigas. Él dejó escapar un gemido tras otro ante la tendencia de ella de jugar con su placer.

—Te amo — le decía gimoteando —Te amo. Uummmmm.

Sumida como estaba en los caminos carnales, ella no lo escuchaba. Al ver sus ojos perdidos en la inmensidad que denotaba aquel momento él entendió que estaba preparada ya para recibirlo en su interior y al penetrarla sintió deseos de gritar ante el placer inmenso que recibía y no se contuvo.

—Eva, soy tuyo, eres mía — casi gritaba él.

Ella seguía con el rostro enardecido. Él estaba tan encendido como la piel de su cuerpo entero, como el tono de la voz que le taladraba los poros y le traspasaba la piel hasta llegar como electricidad al clítoris ya de por sí agredido con el ir y venir del ser amado.

—Siénteme Eva. Uuummmmm, uummmmm, ahhhhhh.

Fue un continuo movimiento que los llevó a ambos amarse con locura y desesperación. Se olvidaron de cuanto los rodeaba. Supieron que en condiciones similares podrían estar juntos para siempre y que el sexo con amor es la parte perfecta que tenemos los humanos para ser dioses creadores de lujuria. Luego de demostrar la simbiosis existente entre dos que se juran amor y que son capaces de convertirse en fieras domadas tras las cortinas de la sexualidad él siguió mencionando en loco extravío el nombre de la mujer deseada y ella escuchó por fin el gemido triunfal que él gritaba con pasión sin poder contenerse.

—... ¡aaahh!

Los rostros sonrientes de ambos por la complacencia fueron las pruebas necesarias para declararse triunfadores en el combate del amor. El cuerpo recién estrenado de ella parecía ir transformándose a la necesidad de repetidas veces. Los ojos de él demostraban inclinación a la variedad infinita de posiciones del sexo. Al mirarla detenidamente percibió en ella un gajo de sorpresa y notó como la sonrisa se trastornaba en mirada interrogante y en reproche incompleto.

—¿Te sientes bien? ¿Te gustó? —preguntó él.

—Me encantó —contestó ella —estuviste genial. El miedo que siempre sentí a esta primera vez fue en verdad una tontería. Tu hiciste que fuera sensacional.

—Me alegro —mencionó con voz triunfadora.

—Yo también. Sólo tengo dos preguntas mi amor.

—¿Cuáles? —dijo él.

—Cuándo me dijiste que hoy también seria tu primera vez ¿dijiste la verdad?

—¡Claro que sí mi amor! —dijo él orgulloso ante la pregunta que le hacia sentir que había logrado hacer bien su labor erótica y amorosa.

—Mmmmmm, imagínate cuando sigamos practicando —admiró ella.

—Me imagino— dejó escapar una carcajada mientras seguía comentando — indicaste que eran dos preguntas; ¿cuál es la otra?

—Veras; si mi nombre es Daisy ¿quien carajos es Eva?

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Angelo Negrón (New Jersey: Junio 15 1969 a Enero 1970 - Puerto Rico: enero 1970 al presente). Definitivamente puertorriqueño. Sus cuentos han sido publicados en la revista y colectivo Taller Literario y en Revista Púrpura. Tiene varios libros inéditos de relatos a los que le ha dado por título: Montaña Recuerdo, Entre el edén y la escoria, Sueños mojados, Confesiones y Causa y efecto. Además una novela de próxima publicación titulada: Ojos furtivos. Mantiene el Blog: Confesiones

miércoles, 21 de mayo de 2014

La gran verdad

por Angelo Negrón

Divisó a su mejor amigo entrar al bar donde habían quedado en encontrarse. Con ojos sollozos y hedor a alcohol abrazó al recién llegado. Le dio la bienvenida y su voz turbada exigió al cantinero que le sirviera un trago a su hermano del alma. Mismo que le comentó, en ese instante, su asombro al verlo tan borracho. Él respondió que se encontraba triste y deseoso de olvidar. Dándole una palmada en la espalda le invitó a jugar billar. Después de varios juegos; el borracho prometió que la bola roja entraría en la buchaca de la esquina derecha y perdió el quinto juego al ver entrar la bola negra en la de la izquierda. Su amigo no podía dar crédito a lo que veía pues nunca le había ganado tantos juegos seguidos a quien conocía como un campeón en tal menester. Lo vio tambalearse y buscar asirse a la pared cercana.

—Ya no puedes más. Vamos, te llevo a tu casa— comentó sonriente.

El borracho negó con la cabeza repetidamente. Soltó algunos sollozos a pesar de que trató de no mostrar sentimientos ajenos a los que le causaba el licor. Casi recostado de la pared caminó hacia una puerta cercana y entró al lavabo. Permaneció un rato dentro. Al salir tenia la bragueta abierta y la camisa abotonada de forma impar. Con los ojos perdidos en las fotos de hermosas mujeres semidesnudas que promovían la cerveza o los cigarrillos del momento decidió confesarle a su amigo la razón por la que había bebido esa noche.

—Te acuerdas cuando te conté la historia de la rubia que conocí en el restaurante cerca de mi trabajo.
—¡Claro que sí! ¿Cómo olvidar tal aventura? Si me la has repetido por los últimos tres meses con lujo de detalles. Sobre todo la formidable e instruida manera en que te...
—Sucede hermano mío— interrumpió el borracho— que no te he dicho toda la verdad...
—No jodas. ¿Es mentira?
—Lo de tener sexo con ella es verdad. Fue en muchas ocasiones. No he de negar que fueron los mejores días de mi vida. Era tremenda, tanto que, me olvidé de mi esposa y hasta por poco la pierdo al no prestarle atención. De hecho estamos juntos por nuestros hijos, por que si no, ya me hubiese mandado al infierno, Durante y después de esa rubia dejé de hacerle el amor.

—A ver. Pues dime ¿qué verdad te falta de contar?

—Verás. Desde esos meses no le hago el amor a mi mujer...

—Aha; eso ya me lo dijiste...


El borracho miró hacia todos lados y, a pesar de que no existía nadie cerca, le hizo señas de que se aproximara para poder decirle un secreto.

—Perdona. Es que estoy medio tuerca. Esa rubia me confesó que padecía el virus del SIDA y corrí al doctor. Después de varios estudios me dio la buena noticia, según él, de que no sufría SIDA. Sólo era portador del HIV, o sea, soy trasmisor...

—Pero, ¿Cómo? ¿Cuándo?— tartamudeó su amigo.

Observó al hombre palidecer y tal sufrimiento lo impaciento, pero siguió adelante en su explicación. Le repitió que desde ese entonces no tocaba a su mujer bajo el temor de contagiarla. Veía su matrimonio perdiéndose en el remolino que eso significaba. Los hijos de ambos no serian la excusa para siempre y él lo sabía. Tenían muchos problemas pues su esposa, según dijo, era muy fogosa y lo deseaba ciertas noches. Reconocía que ella se estaba cansando de su desprecio y, además, la amaba con todo su ser.

El individuo sudaba a raudales. La confesión de su amigo lo dejó con la boca abierta y no pudo disimular su nerviosismo cuando le respondió que contara con él; que para eso eran amigos. Se alejó del borracho. Pidió dos tragos que consumieron abrazados y llorando su pena.

—Maldita rubia, hermano; maldita aventura— mencionó el borracho tambaleándose cada vez más.

—¡Así es! Que porquería es esta vida— respondió mientras sacaba un cigarrillo de la cajetilla y lo encendía para fumarlo en tres bocanadas.

—Durante estos meses he padecido este secreto solo. Debí compartirlo antes contigo, pero no me atrevía por miedo a tu desprecio. ¿Recuerdas aquella depresión por la que estuve recluido? Nadie, siquiera tú, supo que fue lo que me afectó. Sucedió cuando me enteré de todo y guardármelo me causó más daño aún.

—En las buenas y en las malas. Para eso somos compadres— contestó afligido.

—Sí. Lo peor de todo es que la razón para emborracharme hoy es que, después de tanto soportar y no caer ante los avances de mi mujer, anoche le hice el amor.

—¿Cómo?—
preguntó incrédulo.

Ambos rostros se convirtieron en tristeza pura. Entre pequeñas pausas y grandes maldiciones le explicó que no pudo contra la tentación. Su mujer había aparecido desnuda en la habitación y comenzó a provocarlo. Él se negó al principio, pero las promesas de placer y los recuerdos de noches compartiendo la almohada lograron que ella ganara.

—Ahora es tarde amigo mío. Estoy aquí llorando por lo que le hice a la mujer que más he amado en mi vida. Mira si soy un desalmado que no estoy del todo arrepentido. Anoche mientras le hacia el amor supe que quiero volver a hacerla sentir y gozar del tiempo que nos quede juntos. Sólo le pido a Dios que sean varios años más. Te ruego no cuentes esta verdad. Necesitaba compartirlo. No quiero estar en el hospital de nuevo por aguantar tanta tristeza dentro de mí.

Volvieron a abrazarse. Después de un apretón de manos, varias palabras de aliento y de repartirse la cuenta que pagaron al cantinero, se despidieron con la promesa de echar la revancha en varias mesas de billar y continuar compartiendo penas y alegrías futuras. Lo vio alejarse aún apesadumbrado. Cuando estuvo seguro de que había cruzado, no sólo la puerta de entrada del bar, sino también la carretera; entro de nuevo al sanitario. Mirando al espejo se acomodó bien los botones de la camisa, cerró su cremallera y peinó con los dedos su alborotado cabello.

—Creo que dio resultado— dijo sonriendo— este pendejo no volverá a tirarse a mi mujer. Apuesto que mañana a primera hora visita la clínica y se hace varias pruebas...
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*Nota del autor: Este relato lo escribí basándome en un chiste escuchado por ahí.  Angelo Negrón
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Angelo Negrón (New Jersey: Junio 15 1969 a Enero 1970 - Puerto Rico: enero 1970 al presente). Definitivamente puertorriqueño. Sus cuentos han sido publicados en la revista y colectivo Taller Literario y en Revista Púrpura. Tiene varios libros inéditos de relatos a los que le ha dado por título: Montaña Recuerdo, Entre el edén y la escoria, Sueños mojados, Confesiones y Causa y efecto. Además una novela de próxima publicación titulada: Ojos furtivos. Mantiene el Blog: Confesiones

viernes, 21 de febrero de 2014

Epicedios de Javier Febo Santiago

Por Angelo Negrón

     Me encanta la poesía a manera de puerta por la que puedes entrar o salir con daños o beneficios internos. Por eso, debo llamar a las letras de Javier Febo como Poesía Eficaz, no sólo por lo transgresora, enérgica y valiente, sino también, por su penetrante autoridad. Lejos de toda retórica puedo decir que en ella no sobra ni falta nada, o sea su poesía estrictamente es. Lo que me lleva a preguntarme: ¿La poesía total existe? Epicedios es poesía multiforme que evoca tanto alucinación como realidad. En otras palabras: La inspiración que engendra Febo puede dictarse como un recurso natural al hambre por las buenas letras…

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Epicedios esta disponible para lectura gratuita en el siguiente link: ISSUU

martes, 11 de febrero de 2014

Poseídos

Por Angelo Negrón



El frío de aquella oficina, aunque artificial, le trajo recuerdos de la razón por la que había llegado hasta allí y no pudo suprimir una mueca de tristeza. Desesperado, se llevó las manos al cabello y con ademanes de negación prometió que sería la última vez que explicaba los hechos. Los interlocutores lo miraban y se miraban. Aquel cuarto, cuyas paredes tenían más oídos que ninguna otra, era adornado por el clásico espejo que servia para que ojos ocultos también fueran espectadores. El declarante lo reconocía así y no entendía porqué, siendo el testigo clave de la secuela de eventos que aún no culminaba, lo trataban como sospechoso. Le ofrecieron café e incomodo mencionó que no bebería nada que no fuese preparado por él mismo por el resto de su vida. Preguntó el porqué seguían obligándolo a declarar. Ya iban tres veces y tenía conocimiento de que había sido grabado en audio y en video; incluso su firma era protagonista al final de las tres transcripciones que le presentaron. Repitió su promesa de negarse a seguir hablando. Según dijo, no deseaba por nada del mundo tener que repetir lo que ya asumía estaba totalmente claro. Uno de los entrevistadores pulsó sobre las letras rojas que leían “Record” y colocó la grabadora encima de la mesa. El otro, mientras mordisqueaba una dona, preguntó por los sucesos con la insistencia de quien quiere corroborar los hechos o simplemente divertirse con el dolor de alguien más. El deponente se miró en el espejo y notó como iba cambiando su semblante según traía a su memoria las palabras que describían lo que aconteció apenas una semana antes.

— Esos días con sus noches fueron demasiado extraños. No puedo recordarlo todo pues el terror que me invadió fue descomunal. Temí incluso por mi vida. Aquello fue ese tipo de aventura que deseas olvidar y que, por más que tratas, esta en las neuronas más activas de tu lucidez…

…Tony, Vanessa y Nachi, nuestros anfitriones, nos recibieron en Jayuya, junto a los demás invitados, a un fin de semana cuyos planes eran pasarla entre cuentos, ensayos y poesía. Ninguno de los presentes suponía siquiera que esos tres días marcarían nuestras vidas y sabe Dios si nuestras muertes. Luego de la burocracia, que nos exigió conocer los nombres de los rostros nuevos y presentarnos unos a otros, nos acomodamos en sillas, hamacas o en un piso de madera. Aquellos tablones que pisábamos eran bendecidos por un árbol de pomarrosas, la neblina, poesías, cuentos y las estrellas más fulgurantes que he visto en mi vida. Hacía mucho frío, (como el de este maldito cuarto) ¿Podrían bajarle al aire acondicionado? Si ustedes no pueden hacerlo, pídanlo a quienes estén detrás del espejo yo puedo esperar a que lo bajen y sigo hablando...

¿Dónde me quedé? Ah, Nos acomodamos en sillas, hamacas…no, eso ya lo dije, ¿verdad? Me quedé en que estábamos reunidos tertuliando. Bien. Luego de varios chistes con sus respectivas carcajadas, de buen vino y chorizo cantimpalo a todos nos entró el cansancio por el largo viaje para llegar y nos retiramos a descansar. Tremendas habitaciones o casas de campaña que albergarían a ocho invitados, definitivamente nuestros anfitriones no escatimaron en complacencia.

Esa primera noche; todos pudieron descansar excepto yo y… perdón; el burro alante ¿no es verdad? Carlos Esteban y yo no pudimos conciliar el sueño. Él; porque de manera extraña espiaba a todos y yo; porque me pareció extraño lo que hacía y comencé a espiarlo a él. Fue muy extraño escucharlo hablar solo y hasta maldecir en susurros. Además de verlo accionar su grabadora una y otra vez, su caminar hacía mucho ruido. A ratos me acostumbraba a sus pasos disimulados y acercamientos a cada casa de campaña con la grabadora y la preocupación de no ser descubierto, pero cada vez que cerraba mis ojos el extraño ruido proveniente de la suela de sus zapatos o del clic de la grabadora llamaban mi atención. Me digno de conocerlo hace tantos años que lo menos que había considerado es que Carlitos es uno de ustedes, una especie de agente encubierto. Bueno, eso lo supuse después, cuando acontecieron otros detalles…

¡Que noche aquella! De hecho; la más tranquila. Pude conciliar el sueño unos once minutos antes de que Vanessa encendiera una radio que le servia de despertador. Luego del desayuno Tony nos mostró el paraíso donde “recargaba baterías”. Nos señaló la montaña Puntita, Los Tres Picachos y nos regaló sus vastos conocimientos en lo que al “pueblo del tomate” o “al valle de ensueño”, se refiere. Visitamos un río donde una piedra fue escrita por nuestros ancestros los taínos, fuimos al museo del Cemí y a la casa Canales. Regresamos a la vivienda de nuestros anfitriones. Aquel contacto con la naturaleza, y el compartir con mis colegas, fue excepcional. Y digo fue, porque así era; todo estuvo muy bien hasta el momento en que a Tony le dio con preparar una extraña bebida. Su verdadero sabor, según nos dijo, sería disimulado con el sabor de unas pocas chinas mandarinas que yo alcancé a recoger justo al lado del museo casa Canales. El efecto de aquel brebaje no se hizo esperar. A cada uno le afectó de diferente forma. En este instante me arrepiento de no haberlo consumido, pues estaría igual de demente que todos ellos y no hubiese sufrido de verlos caer en tales consecuencias…

Los síntomas, como ya dije: variados; comenzaron por afectar al mismo Tony, creo que por ser el primero y el que más la consumió. Apenas una hora después de haberla degustado comenzó a gritar desesperadamente que miráramos hacia los tres picachos en donde aseguraba ver una ola gigante. En cuestión de segundos; su esposa y su hija corrían jalda arriba persiguiendo al ser que aterrorizado gritaba “Mega-Tsunami” “Mega Tsunami”. Todos quedamos sorprendidos y petrificados; no sabíamos que hacer. Nuestros anfitriones gozaban de una velocidad increíble y por más, que algunos trataron de alcanzarlos fue imposible. Ahora que lo pienso debe haber sido el brebaje. Tony debe haber experimentado con la semilla del árbol Cojobaná y lo que les dio a beber fue el polvo sagrado ceremonial de los taínos. Atónito yo miraba a mi esposa. Turbado por Tony y su familia me disponía a decirle que no se preocupara cuando los presentes, incluyéndola, comenzaron a convulsionar. Parecían estar poseídos.

Lo haré diferente a las primeras tres veces que declaré. Les explicaré los síntomas que alcancé a ver, pero no lo haré en el orden cronológico pues no quiero estar de atrás pa’lante otra vez. De hecho lo resumiré. Si. Lo haré de tal manera que transcribirlo sea fácil. En verdad deseo que esclarezcan este caso y me dejen de mirar como si yo fuese el culpable de todo. Quiero encontrarlos a todos y ayudarles. Deseo irme a casa; con mi familia…

Disculpen las lágrimas, pero fue atroz. Amilcar fue poseído por algún espíritu extraño. Comenzó a arrancar papeles de una libreta y a gritar que construiría “un barco de tinta china”. Luego de varios origami, de hecho bien confeccionados, lo vi saltar de alegría mientras exclamaba alabanzas a Mahoma…

Edgardo se encaramó en el lomo de un caballo y mientras lo agarraba, de manera extraña, por la crin con su pie derecho hacia ademanes de querer encenderlo. Mientras repetía que esa era su Harley Davidson preferida…

Wanda decía que todo estaba oscuro. Se aferró a una mata de plátano y le llamaba por el nombre de la hija de Tony. Extrañamente cayó en la maleza y comenzó por convocar desesperadamente a un cirujano plástico mientras entonaba una canción en inglés…

Raquel cavaba en el suelo y buscaba, según dijo, la materia necesaria para construir un castillo al que habitasen hadas o mariposas. Después cambió de idea y comenzó a buscar en los alrededores ranas a quienes besar bajo la certeza de que podrían ser Príncipes Azules…

Isabel, mi esposa, salio corriendo. Buscaba la manera de agarrar los gansos que ya estaban atrapados en un corral cercano con la idea de celebrar el día de acción de gracias en pleno mes de enero…

Stephanie, mi hija, con tanta agilidad que no pude detenerla se montó en una cabra que gozaba de ubres recrecidas y la vi pasear de un lado a otro del patio…

Carlos, ¡Ay Carlos! Ese fue el verdadero causante de la desgracia. Estas lágrimas que ven en mi rostro son por su culpa. El brebaje le afectó tanto o más que a Tony. Comenzó por acercarse a la fogata que habíamos encendido gracias a su idea de combatir el frío. Colocando una sabana encima del fuego hizo señales de humo que pedían la intervención de sus colegas agentes. Fue increíble ver su transformación. Se colocó una banda de tela camuflajeada y se pintó su rostro con el hollín de los leños que había encendido para la hoguera. Tres líneas en cada mejilla; líneas distintivas del ejército cuando va a misiones nocturnas o a los indios en pos de guerra. En verdad fue terrible; no sólo sus ojos delirantes y su vestido a la usanza de Rambo, sino también el largo cuchillo que se colocó en el cinto. Las tácticas de combate, aprendidas no sé donde, le sirvieron para, de forma prodigiosa, capturar a cada uno de nosotros, excepto a Tony y a su familia a quien prometio dar captura eventualmente. Nos obligó a amarrarnos unos a otros a los postes que hacían de verja y buscó la cámara de video. Esa cámara es la que tienen que estar buscando; ese video aclara todo lo que sucedió. Pero no, insisten en entrevistarme una y otra vez...

…¡Claro que pudo con nosotros! Si él hubiese colocado el cuchillo en la garganta de una de sus hijas; ¿Qué hubiesen hecho ustedes? Los demás estaban drogados; en una especie de trance, como quien dice: yo estaba solo. Cada uno de ellos decían palabras sin sentido y Carlos insistía en que nosotros éramos “Litera Diez” una especie de grupo comunista que estaba en contra de su bandera americana. Por más que le expliqué que estábamos “guillaos” de literatos insistía en que aquella reunión sería el segundo Cerro Maravilla… Preguntaba por las armas y los explosivos tercamente y temí por nuestras vidas más que nunca. Pensé en nuestros nombres escritos en grandes letras rojas de algún titular y saqué las fuerzas para soltarme las amarras.

Todo ocurrió muy rápido. Inmovilice a Carlos antes de que sacara el cuchillo y lo amarré con fuertes nudos y hasta lo rodeé con las hamacas dejándole espacio sólo para respirar. Él repetía gritando: “Conspiración” mientras yo desamarraba a todos. Ese fue mi error. Al soltarlos se revelaron en mi contra. Fue desesperante. Los salvé y ellos me lo agradecieron vapuleándome. Pensé que fue ese síntoma que sufren los secuestrados que terminan idealizando al secuestrador, pero sé que la droga que les dio Tony era fuerte.

¡Un verdadero motín! Hasta mi hija trató de atraparme. Tuve que salir corriendo y aprovechar la noche para salvaguardarme. Estuve perdido en la espesura del campo. Comencé a guiarme por la salida del sol para orientarme y caminar hacía el norte. Ese día me alimenté de frutas silvestres. Por la noche, rendido por el cansancio y ante la certeza de que no era seguido me dispuse a dormir. Tony y su familia me encontraron. Estuve a punto de salir huyendo, pero me di cuenta que no tenía escapatoria. Fue una escena extraña adicional. Él me habló en otra lengua con tono amistoso. Cuando percibió que no le entendía me dijo en perfecto español, que lo disculpara, había olvidado que yo no hablaba arawak. Me explicó que estaba en camino a La Cueva del Indio en Arecibo para seguir defendiéndose de los ataques de españoles. Miré a su esposa intranquilo y ella mencionó que no debía preocuparme; su esposo, según explicó, era nada menos que Bajarí Baracutey en persona y se conocía el área a la perfección. ¡Locos! Medité. Tuve temor y mucho recelo en aceptar su invitación a acompañarlos pero, aunque supuse que andar juntos me atrasaría, también deduje que; no sólo tendría posibilidades de llegar a mi destino sino también de sobrevivir.

Ellos conocían de alimentos. Toda clase de tubérculos, guanábanas, calabazas, pájaros, loros, iguanas y serpientes fueron parte del menú en esos dos días de viaje. Evitaban la civilización y nos adentrábamos, cada vez más, por linderos difíciles y nada habitados. Cuando noté que los síntomas del brebaje habían causado un daño permanente en ellos lloré como un niño; aquella maldición arropó a mi familia cercana y a mis amigos. Me preguntaba en que estado se encontraban cuando decidí que debía acelerar el paso y cumplir con mi plan primero; llegar a un cuartel de policía para regresar a buscarlos.

Me despedí de mis acompañantes. “No seas buticaco” me dijo seriamente Tony. Aún sin entenderlo le dije adiós agradeciéndole y prometiéndome, en silencio, ayudarlos de igual forma. Debe existir un antídoto para curarlos y ustedes siguen haciéndome repetir confesiones una y otra vez con sus preguntas irrelevantes en lugar de estar buscándolos. ¿Ya buscaron en la loma de Mahoma? Puedo llevarlos. Estuve allí. Insisto; partamos ahora. Podemos encontrar la cámara de video. Puede tenerla Edison, el supuesto profesor. Escuché a Carlos hablando vía teléfono celular con él. Pa’mí que es agente también. ¡Hagan algo! ¡El tiempo corre! ¡Con razón todo el mundo piensa que el sistema es una mierda! Soy ciudadano, tengo derechos… ¡me acusan de algo, me ayudan a encontrarlos o me dejan salir para ver que puedo hacer!

El interlocutor más alto tomó la grabadora con la parsimonia de quien no ha terminado un largo turno de trabajo y desapareció por la puerta sin decir palabra. El otro, antes de salir, sólo dijo espera aquí. El entrevistado se burló. ¿Donde más podría esperar? El cerrojo de la puerta se encontraba por fuera. Los entrevistadores entraron a la habitación que gozaba de la otra parte del espejo. En ella un grupo de personas hacía turno para abrazar a una mujer de ojos verdes y a su hija que lloraban desesperadamente. Uno de ellos dijo:

— Doctores, en verdad no nos dimos cuenta cuando preparó y se bebió entera una botella de jugo de china mandarina; mezclada con pitorro y té de hojas de campana…




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Los nombres en esta historia no se han cambiado, obviamente los hechos si.


"Poseídos" nació de un reto que hiciera Carlos Esteban Cana en el 2006. En el pueblo de Jayuya, en la casa de campo del también escritor Antonio Aguado Charneco, nos reunimos un fin de semana. Más de diez personas nos apartamos de la selva de cemento adentrándonos al paraíso que supone estar cerca del punto más alto de Puerto Rico, la montaña Puntita. Allí entre amigos tuvo lugar la bohemia/tertulia más extendida y profunda en la que he participado. Por tres días disfrutamos de leer y escuchar historias, además de críticas constructivas y paseos por este formidable pueblo y la finca de 25 cuerdas de Tony.

El reto de Carlos Esteban fue que cada uno de los allí presentes escribiríamos sobre la estadía. En este escrito utilicé elementos de los relatos que algunos de ellos escribieron gracias al reto de Carlos o algún detalle que conozco de sus personas referente a sus gustos o sus manías. Desde ese fin de semana el grupo de amantes de las letras que asistió a este, para mi, magno evento, del cual guardo recuerdos hermosos, nos conocemos como Litera 10. Esto debido a un chiste interno que tiene que ver con una de las portadas de Taller Literario que comanda Carlos Esteban. A ocho años de ese inolvidable “Weekend” vuelvo a agradecer a Tony, a Vane su esposa y a su hija por su hospitalidad y amistad. A Caronte le agradezco haya traído a mi memoria esta aventura en Jayuya con su escrito Grupos de referencia . Angelo Negrón