Por Angelo Negrón
Los juegos amorosos de la luna de miel comenzaron con algo de timidez. Él cumplió con la tradición de cargarla desde la puerta de la habitación hasta la cama y ella, que aún desconocía la experiencia y las gratificaciones de la fogosidad pasional, con entrar al cuarto de baño. Tardó, más de lo debido, al engalanarse con el atavío adecuado para la inaugural entrega.
Cuando estuvo lista, y se acercó a él, no encontraron palabra; con las miradas se dijeron tantas voces. Canciones de amor retumbaban en sus corazones y la efusión de las caricias los llevó a desearse más allá de las barreras de la timidez. Él se encargó de ir preparándola para recibir placer. Con sus dedos fue acariciando majestuosamente la piel virginal y con besos ardientes fue llevándola a desear ser poseída. Fue desnudándola, disfrutando el rubor creciente en el hermoso rostro. Al descubrir los redondos senos evadió los labios y se apoderó de los pezones con su lengua que moviéndose en círculos los llevó a hincharse. Mientras, sus poderosos brazos la arropaban en caricias y sus dedos proseguían en la búsqueda de los puntos vulnerables al apasionamiento.
Los gemidos de ella, eran cánticos celestiales para los oídos del amante en celo. Olvidó los senos en ese instante y su lengua comenzó por recorrer la distancia entre ellos y el ombligo, entre este y el rincón anhelado. Los suspiros y gemidos entremezclados le llegaban literalmente a su ingle y la erección pomposa deseaba ser utilizada, sólo que él, conocedor de las necesidades de una mujer no se abalanzó a saciarse. Además necesitaba disfrutarse también ese momento inolvidable. Su lengua se perdía en el resquicio placentero, mientras las yemas de sus dedos continuaban en la misión de acariciar esta vez las suntuosas nalgas. Inconscientemente o tal vez muy consciente ella comenzó a moverse en rítmico zigzagueo hasta que en sacudidas le demostró el placer derramado, las insospechadas ganas crecientes. Repitió el rito a la inversa; paseó su lengua desde la abertura genital hasta el ombligo, se entretuvo con los pechos hasta llegar a la boca sedienta aún de besos. Ella se encargó de quitarle la prenda que mantenía aprisionada la porción que en ese momento la hacia sentir incompleta. Observó con ojos libidinosos el cuerpo desnudo de él y le resulto más atractivo de lo que había pensado nunca. Recordó algunas bromas de la despedida de soltera que le hicieron y alargó su mano para poder acariciar a su hombre justo como le habían comentado sus amigas. Él dejó escapar un gemido tras otro ante la tendencia de ella de jugar con su placer.
—Te amo — le decía gimoteando —Te amo. Uummmmm.
Sumida como estaba en los caminos carnales, ella no lo escuchaba. Al ver sus ojos perdidos en la inmensidad que denotaba aquel momento él entendió que estaba preparada ya para recibirlo en su interior y al penetrarla sintió deseos de gritar ante el placer inmenso que recibía y no se contuvo.
—Eva, soy tuyo, eres mía — casi gritaba él.
Ella seguía con el rostro enardecido. Él estaba tan encendido como la piel de su cuerpo entero, como el tono de la voz que le taladraba los poros y le traspasaba la piel hasta llegar como electricidad al clítoris ya de por sí agredido con el ir y venir del ser amado.
—Siénteme Eva. Uuummmmm, uummmmm, ahhhhhh.
Fue un continuo movimiento que los llevó a ambos amarse con locura y desesperación. Se olvidaron de cuanto los rodeaba. Supieron que en condiciones similares podrían estar juntos para siempre y que el sexo con amor es la parte perfecta que tenemos los humanos para ser dioses creadores de lujuria. Luego de demostrar la simbiosis existente entre dos que se juran amor y que son capaces de convertirse en fieras domadas tras las cortinas de la sexualidad él siguió mencionando en loco extravío el nombre de la mujer deseada y ella escuchó por fin el gemido triunfal que él gritaba con pasión sin poder contenerse.
—... ¡aaahh!
Los rostros sonrientes de ambos por la complacencia fueron las pruebas necesarias para declararse triunfadores en el combate del amor. El cuerpo recién estrenado de ella parecía ir transformándose a la necesidad de repetidas veces. Los ojos de él demostraban inclinación a la variedad infinita de posiciones del sexo. Al mirarla detenidamente percibió en ella un gajo de sorpresa y notó como la sonrisa se trastornaba en mirada interrogante y en reproche incompleto.
—¿Te sientes bien? ¿Te gustó? —preguntó él.
—Me encantó —contestó ella —estuviste genial. El miedo que siempre sentí a esta primera vez fue en verdad una tontería. Tu hiciste que fuera sensacional.
—Me alegro —mencionó con voz triunfadora.
—Yo también. Sólo tengo dos preguntas mi amor.
—¿Cuáles? —dijo él.
—Cuándo me dijiste que hoy también seria tu primera vez ¿dijiste la verdad?
—¡Claro que sí mi amor! —dijo él orgulloso ante la pregunta que le hacia sentir que había logrado hacer bien su labor erótica y amorosa.
—Mmmmmm, imagínate cuando sigamos practicando —admiró ella.
—Me imagino— dejó escapar una carcajada mientras seguía comentando — indicaste que eran dos preguntas; ¿cuál es la otra?
—Veras; si mi nombre es Daisy ¿quien carajos es Eva?
_______________________________________Los juegos amorosos de la luna de miel comenzaron con algo de timidez. Él cumplió con la tradición de cargarla desde la puerta de la habitación hasta la cama y ella, que aún desconocía la experiencia y las gratificaciones de la fogosidad pasional, con entrar al cuarto de baño. Tardó, más de lo debido, al engalanarse con el atavío adecuado para la inaugural entrega.
Cuando estuvo lista, y se acercó a él, no encontraron palabra; con las miradas se dijeron tantas voces. Canciones de amor retumbaban en sus corazones y la efusión de las caricias los llevó a desearse más allá de las barreras de la timidez. Él se encargó de ir preparándola para recibir placer. Con sus dedos fue acariciando majestuosamente la piel virginal y con besos ardientes fue llevándola a desear ser poseída. Fue desnudándola, disfrutando el rubor creciente en el hermoso rostro. Al descubrir los redondos senos evadió los labios y se apoderó de los pezones con su lengua que moviéndose en círculos los llevó a hincharse. Mientras, sus poderosos brazos la arropaban en caricias y sus dedos proseguían en la búsqueda de los puntos vulnerables al apasionamiento.
Los gemidos de ella, eran cánticos celestiales para los oídos del amante en celo. Olvidó los senos en ese instante y su lengua comenzó por recorrer la distancia entre ellos y el ombligo, entre este y el rincón anhelado. Los suspiros y gemidos entremezclados le llegaban literalmente a su ingle y la erección pomposa deseaba ser utilizada, sólo que él, conocedor de las necesidades de una mujer no se abalanzó a saciarse. Además necesitaba disfrutarse también ese momento inolvidable. Su lengua se perdía en el resquicio placentero, mientras las yemas de sus dedos continuaban en la misión de acariciar esta vez las suntuosas nalgas. Inconscientemente o tal vez muy consciente ella comenzó a moverse en rítmico zigzagueo hasta que en sacudidas le demostró el placer derramado, las insospechadas ganas crecientes. Repitió el rito a la inversa; paseó su lengua desde la abertura genital hasta el ombligo, se entretuvo con los pechos hasta llegar a la boca sedienta aún de besos. Ella se encargó de quitarle la prenda que mantenía aprisionada la porción que en ese momento la hacia sentir incompleta. Observó con ojos libidinosos el cuerpo desnudo de él y le resulto más atractivo de lo que había pensado nunca. Recordó algunas bromas de la despedida de soltera que le hicieron y alargó su mano para poder acariciar a su hombre justo como le habían comentado sus amigas. Él dejó escapar un gemido tras otro ante la tendencia de ella de jugar con su placer.
—Te amo — le decía gimoteando —Te amo. Uummmmm.
Sumida como estaba en los caminos carnales, ella no lo escuchaba. Al ver sus ojos perdidos en la inmensidad que denotaba aquel momento él entendió que estaba preparada ya para recibirlo en su interior y al penetrarla sintió deseos de gritar ante el placer inmenso que recibía y no se contuvo.
—Eva, soy tuyo, eres mía — casi gritaba él.
Ella seguía con el rostro enardecido. Él estaba tan encendido como la piel de su cuerpo entero, como el tono de la voz que le taladraba los poros y le traspasaba la piel hasta llegar como electricidad al clítoris ya de por sí agredido con el ir y venir del ser amado.
—Siénteme Eva. Uuummmmm, uummmmm, ahhhhhh.
Fue un continuo movimiento que los llevó a ambos amarse con locura y desesperación. Se olvidaron de cuanto los rodeaba. Supieron que en condiciones similares podrían estar juntos para siempre y que el sexo con amor es la parte perfecta que tenemos los humanos para ser dioses creadores de lujuria. Luego de demostrar la simbiosis existente entre dos que se juran amor y que son capaces de convertirse en fieras domadas tras las cortinas de la sexualidad él siguió mencionando en loco extravío el nombre de la mujer deseada y ella escuchó por fin el gemido triunfal que él gritaba con pasión sin poder contenerse.
—... ¡aaahh!
Los rostros sonrientes de ambos por la complacencia fueron las pruebas necesarias para declararse triunfadores en el combate del amor. El cuerpo recién estrenado de ella parecía ir transformándose a la necesidad de repetidas veces. Los ojos de él demostraban inclinación a la variedad infinita de posiciones del sexo. Al mirarla detenidamente percibió en ella un gajo de sorpresa y notó como la sonrisa se trastornaba en mirada interrogante y en reproche incompleto.
—¿Te sientes bien? ¿Te gustó? —preguntó él.
—Me encantó —contestó ella —estuviste genial. El miedo que siempre sentí a esta primera vez fue en verdad una tontería. Tu hiciste que fuera sensacional.
—Me alegro —mencionó con voz triunfadora.
—Yo también. Sólo tengo dos preguntas mi amor.
—¿Cuáles? —dijo él.
—Cuándo me dijiste que hoy también seria tu primera vez ¿dijiste la verdad?
—¡Claro que sí mi amor! —dijo él orgulloso ante la pregunta que le hacia sentir que había logrado hacer bien su labor erótica y amorosa.
—Mmmmmm, imagínate cuando sigamos practicando —admiró ella.
—Me imagino— dejó escapar una carcajada mientras seguía comentando — indicaste que eran dos preguntas; ¿cuál es la otra?
—Veras; si mi nombre es Daisy ¿quien carajos es Eva?
Angelo Negrón (New Jersey: Junio 15 1969 a Enero 1970 - Puerto Rico: enero 1970 al presente). Definitivamente puertorriqueño. Sus cuentos han sido publicados en la revista y colectivo Taller Literario y en Revista Púrpura. Tiene varios libros inéditos de relatos a los que le ha dado por título: Montaña Recuerdo, Entre el edén y la escoria, Sueños mojados, Confesiones y Causa y efecto. Además una novela de próxima publicación titulada: Ojos furtivos. Mantiene el Blog: Confesiones
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