Muchos se preguntaran el motivo de mi
aparente ausencia y notable abandono de las letras. Como es de conocimiento general, estuve
inmerso en la planificación de mi boda con la mujer perfecta. Esto último porque parece haber leído el
manual de la perfecta cabrona. Demás
está decir que mi matrimonio duró lo mismo que un baño de leche de coco en el
ascensor de Guaynabo. La mujer no pudo lidiar
con mis manías, vicios, malas mañas y enfermedades mentales (que no son un secreto para nadie), y al
tercer día se levantó de entre los cuerpos y abandonó sus promesas y votos. Gritó a los cuatro vientos que no me amaba,
que vivió ese triduo engañada por mi críptico magnetismo y que tenía que huir
de tal secuestro. Admito que fueron los tres días más maravillosos de mi
existencia. Pero el día cuarto se advino
la debacle emocional y espiritual.
Abandoné todas las cosas que teníamos en común: los muertos, los
cementerios, las letras, etc. Me refugié
en los placeres, los vicios, los apetitos.
Me vi sumido en las drogas recetadas, el alcohol y la locura. Estuve internado en repetidas ocasiones donde
me cambiaron el vestido de gala por la camisa de fuerza. En otras palabras, retomé mi vida cotidiana. Basta ya de hablar del amor de mi vida; todavía
pensar en esos efímeros recuerdos es doloroso.
Amén del amor que todavía siento por la que todos llaman, La Catrina.
Abandonado el cautiverio en el que
estuve refugiado por algo más de un año, regreso al mundo real. Caminando el mismo oscuro sendero, llego a la
antigua morada. La misma casa que
alberga todos los recuerdos de mis vidas. Grato fue llegar y divisar los únicos seres fieles
(e inanimados) que me acompañan en
cada periodo de mi existencia; las pilas de periódicos viejos, las botellas del
elixir mágico en nada anónimo y los frascos de las cápsulas que hacen las veces
de óbolos para cada uno de mis viajes.
En fin, una vez dentro de la fría estructura que sirve de guarida para
mi actitud asocial, y poseso por la locura de siempre, no tuve más remedio que
exclamar ese cliché de las figuras y adornos domésticos en cada hogar de este país:
“Hogar, dulce hogar”.
¡Levántate y anda!
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