lunes, 11 de febrero de 2013

Dietas

por  Caronte Campos Elíseos


Las dietas son torturas autoinfligidas, que persiguen los cuerpos y las conciencias de la inmensa mayoría de las personas.  Son el refugio de los obesos y de los que piensan que lo son.  Unos entran voluntariamente en ese tormentoso régimen, otros por razones de salud o estéticas.  Pero todos, de una manera u otra, son perseguidos por el fantasma de ese ayuno obligatorio.  Cambia un poco el escenario donde cada cual, lleva a cabo su inmolación.  En adición a los motivos puramente narcisistas o médicos (en mi caso son ambos), existen otras motivaciones que impulsan que otros tantos, entren en abstinencias alimenticias.  Dentro de las dietas, existen dos grupos; unas que son odiosas, y otras que son un poco más agradables.


Por ejemplo, en el primer grupo, están los que tienen salarios básicos.  Es decir, ganan el mínimo salario por hora en la jornada regular, por lo que su dieta es de clase media.  Esto puede incluir, y sí limitarse, a restaurantes de comidas rápidas con especiales diarios de casi cuatro dólares ($3.99), y a llevar al lugar de empleo, almuerzo del sobrante del día anterior.  De esta manera, su ingreso alcanzará para los verdaderos compromisos mensuales, en su mayoría con el Estado y sus prestaciones de servicios básicos (luz, agua, teléfono).  Lo que les deja con una ínfima parte del dinero devengado para las demás necesidades, también básicas, como la salud, la educación, y transportación.  Suministradas también por el Estado, pero costeadas por los mismos usuarios.  Este grupo en su dieta compulsoria,  elimina las comidas casuales, los restaurantes finos, y las alacenas abarrotadas de antojitos para el tiempo de ocio, si alguno.  Todo relativo al número de miembros en el hogar.  Mientras más grande la familia, más estricta la austeridad.  Este grupo puede estar compuesto por trabajadores diestros, profesionales, y en ocasiones, personas con maestrías y doctorados.  


También están los que al igual que los anteriores, reciben el salario mínimo federal (7.25 por hora), pero a jornada parcial.  Dado que trabajan menos de treinta horas a la semana, es decir, cinco horas o menos diarias, estos se economizan el almuerzo.  Como no tienen que permanecer en el área de empleo, se brincan esa comida de mediodía, lo que les resulta favorable en su dieta forzosa.  Tal vez no en cuanto a salud se refiere, pero ayuda a economizar para los demás gastos mensuales, que también sí son compulsorios.  La dieta de estos es más rigurosa, ya que por la cantidad de ingreso, no cualifican para los servicios ofrecidos por el gobierno, como los de las tarjetitas (salud, pan, vivienda).  Así qué no pueden ni chuparse un limber, para poder subsistir sin necesidad de mendigar.


Los siguientes son los desempleados.  No los que nunca han trabajado, y el sistema los entretiene con migajas de lo que los demás aportan.  Sino, los desempleados que por alguna razón han perdido el empleo y por las condiciones actuales del mercado laboral, no han podido insertarse nuevamente a la fuerza trabajadora.  La dieta de estos es la más ominosa. Se compone de ayuno en las mañanas, sustituir el almuerzo por agua o cualquier otro líquido, y en la tarde, migajas de pan de cualquier restaurante barato del cual puedan recibir la donación. Para cualquiera de nosotros esto resultaría exagerado hasta que lo conocemos de primera mano.



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Par terminar con el primer grupo de dietas, están los retirados, jubilados, o simplemente los ancianos que ya no pueden producir por sus propios medios.  Algunos de estos reciben una pensión que varía de caso a caso (hasta $500), y en adición, reciben un estipendio otorgado por los gobernantes para completarles su sustento ($125). De este total, que muchas veces puede sumar como máximo, $625 mensuales, gran parte es destinado para costear los asuntos médicos recurrentes, que a esa edad avanzada pueden ser muy elevados.  Y al igual que los grupos anteriores, estos tienen que pagar al Estado todos los servicios básicos  que reciben de este.  A la dieta de estos se añaden elementos nuevos, tales como, el famoso pan viejo, los suplementos enlatados, y las donaciones de familiares y vecinos que los apoyan en lo que les queda de vida.  No puede faltar una que otra recolecta para poder completar el mes. Puede también señalarse que este grupo muchas veces sacrifica su consumo calórico, para poder sufragar los demás costes de vida que en este país continúan en aumento.

Es obvio que las limitaciones y las prohibiciones en este primer grupo de martirizados son, si se quiere, excesivas.  Pero pasamos ahora al segundo conjunto, para los cuales las condiciones en sus dietas varían un poco en relación con los primeros.  En este clan solo hay dos clasificaciones.  La primera, la de los grandes intereses, o grandes empresarios (como le llaman algunos).  También pueden incluirse, los banqueros, ejecutivos, CEOs, o alguno que otro individuo o cabildero que este bien conectado con los que poseen membresías en este selecto club.  La dieta para esto es una muy variada y muy completa.  No les falta nada y lo que no comen o consumen, es simplemente por fuerza voluntad propia, necesaria para todos los que hemos estado a régimen y no hemos logrado nuestra meta.  Desayunos continentales en hoteles, almuerzos de negocios de dos a tres horas de duración, donde el elemento principal es el vino.  Cenas extravagantes en restaurantes cinco estrellas, con postres importados desde San Francisco o Paris.  Todo esto en un marco de elegancia y cordialidad, servido con la hospitalidad de algunos meseros o mozos profesionales, y con la calidad de algún Chef Internacional bien pagado.


Por último, en esta clasificación de las dietas no tan desagradables, están las de los políticos del país.  Esta cuadrilla de oportunistas, que llegan a ostentar el poder bajo engaño al electorado, devengan los sueldos más sustanciales e insólitos, comparado con el pobre trabajo que realizan.  Y por ese mismo trabajo, si es que se puede llamar así, reciben un estipendio por concepto de las mal llamada dietas.  Este se compone de nada más y nada menos que de $175 por cada visita al hemiciclo, las cuales en un mes pueden alcanzar las seis visitas.  Lo que les deja en el bolsillo la suma aproximada de $1,050, adicional al salario base, que debe rondar los $150,000 anuales.  Es decir, que el ingreso por concepto de dietas de estos malandrines es igual a la cantidad mensual de salario devengado por concepto de trabajo de los grupos anteriores,  sin incluir los ejecutivos del país, claro está.  En algunos casos, como lo es el de los jubilados con pensiones miserables, puede ser mayor la diferencia entre unos y otros.  Sin mencionar que tienen un salón-comedor que les sirve toda clase se suculentos manjares.  Desde cortes finos de carnes hasta camarones y langostas.  Desde cervezas artesanales hasta vinos y champagne.  Al menos es lo que han publicado en ocasiones los medios “informativos” del país.



Lamentablemente, mientras ellos llenan sus bolsillos, barrigas y cuentas bancarias, otros pasan hambre para poder cubrir los gastos que son indelegables y que no pueden postergarse.  Un atraso en algunos de los servicios básicos, significaría la interrupción de estos, sin mencionar los costos onerosos de reconexiones.  Mientras otros sufren vicisitudes para sobrellevar los aumentos en el costo de vida, causado por la negligencia e ineptitud de estas sanguijuelas, ellos y sus amigos se alimentan del trabajo honrado de todos los que a diario salen a ganarse el pan, sin importar si es solamente eso, pan.  Prometieron derogar los pagos de sus dietas para unirse a la austeridad nacional que arropa todos los hogares puertorriqueños, solo para ganar votos.  Ahora en el poder, la historia es otra.  Se sienten seguros de que prevalecerán igual que siempre.  No ceden lo que a todas luces es una afrenta burda contra la confianza del pueblo.  Defienden a capa y espada su oneroso beneficio, haciendo un dramático reclamo sobre  las dificultades de sus condiciones de trabajo.  Aparentemente, las condiciones de trabajo y los estilos de vida del resto de la ciudadanía no son importantes, ni tan imperiosos para ellos.  Continúan con su práctica de inflar su burbuja personal, olvidando las razones para las que son elegidos.  Lo hacen con impunidad, dado que la mayoría de nosotros, estamos entretenidos con lo que le pasó a la Comay, con la vida de Maripili, o con el maratón de novelas diarios.  Se toman su tiempo y utilizan toda clase de sortilegios para hipnotizarnos.  Todo para encontrar algún mecanismo que les permita continuar con su lucrativo abuso, y que le dé una pulcritud aparente.

Queda de nosotros no esperar cuatro años para pasar factura a estos servidores públicos, que solo se sirven ellos mismos.  No esperar a estar frente a una urna para recordar lo que hacen en su pobre gestión legislativa y administrativa.  Lo mínimo que deberíamos hacer es, apagar el televisor por un momento, e indignarnos.  La indiferencia es los que nos mantiene atados a estos corsarios que han saqueado nuestro capital nacional y nos han sumergido en la miseria social.


¡Levántate y anda!


lunes, 4 de febrero de 2013

Las diferentes igualdades

por  Caronte Campos Elíseos


Existe cierta contradicción  en la aplicación de los términos: igualdad y diferencia. Actualmente hay en la discusión pública varios casos que manifiestan dichas contradicciones.  Claro, dichos casos son utilizados como subterfugio para evadir los temas realmente relevantes.  Aún así, no deja de ser harto interesante la forma en que se manejan.  

Por un lado tenemos los grupos religiosos.  Algunos seres de esta especie actúan como camaleones. Dentro del templo y frente a sus fieles, buscan promover los valores cristianos. Basándose en la Biblia y utilizándola como punto de partida para sus homilías, hablan del amor, la esperanza, la salvación y la fe.  El llamado a seguir el ejemplo de Cristo nunca falta, ni la exhortación a obedecer su mandamiento principal:  “amar al prójimo como a uno mismo”.  Siempre recordando una de las primeras clases de catecismo recibidas desde muy temprana edad, y que es casi un estribillo emblemático: “todos somos iguales ante los ojos de Dios”.  Pero, no pasan dos minutos luego de entonar el cántico de despedida, salen, cual inquisidores contemporáneos, a la cacería de ovejas negras.  Estos hermanos separados o descarriados, son los que no merecen la igualdad que profesamos todos los domingos de diez de la mañana a doce del mediodía.  A estos no le aplica la máxima eclesiástica de la inclusión.  Por el contrario, cuando es el Gobierno el que busca cobijar el rebaño perdido bajo su Estado de Derecho, son ellos los principales opositores.  Biblia en mano y elevando oraciones ruegan, y la vez cabildean, para que los derechos de los elegidos no se corrompan extendiéndose a los impuros.  Acuden en romerías hasta el mismo infierno, si fuera necesario, para hacer valer el canon.  En este punto es donde se cruza la línea flaca, delicada e imaginaria (por no decir ficticia), de la separación Iglesia-Estado.  Es como un simulacro del rapto de la iglesia, en donde los que son “diferentes” son dejados atrás y a su suerte.  

Este concilio de elevados seres, se jacta de estar libre de pecado y seguir fiel y exactamente, sin excepciones, todas y cada una de las leyes, reglas, normas y dogmas estipulados en las Sagradas Escrituras.  Por ende, actúan cobijados con la fuerza moral que esto les confiere, para tirar las primeras y todas las piedras a estos engendros del diablo.  Mi única duda al respecto es, si evaluarán tan rigurosamente la procedencia de los dineros que reciben en las ofrendas, diezmos, donaciones, entre otras fuentes. Sería lo más sensato y lo más lógico, ya que de esta manera evitarían que sus operaciones sacrosantas  sean subvencionadas con fondos manchados y marcados por las manos de los hijos de la bestia. Evitaría además, servir como punto de lavado de dinero. Lavado que sería con agua bendita.   En tal caso, ¿habrá diferencia? 

Por el otro lado, tenemos a los políticos y sus asesores. Esta otra especie camaleónica, cambia sus posturas según el ambiente imperante en determinado momento.  Estos seres presentan un concepto de igualdad más complicado. Resulta que, en ocasiones, promueven legislación en detrimento del grupo o sector al que pertenecen.  Es decir, crean y apoyan leyes que actúan como agentes catalíticos para la segregación, la discriminación y la intolerancia. Fomentando de esta forma, las injusticias contra los mal llamados, grupos protegidos.  Lo que más llama la atención de personas despistadas, como lo soy yo, es que al final de la jornada legislativa, sale a la palestra pública que los principales responsables de tales estatutos, son miembros destacados del grupo o grupos a los cuales pretendían coartar los derechos.  Ejemplos recientes de esta realidad, son los casos de los hombres y mujeres con preferencias lésbicas  y homosexuales.  Que después de actuar reiteradamente  como críticos de algunos estilos de vida, terminan con fotos pornográficas en la internet, o conviviendo con sus parejas del mismo sexo.  Puede sonar contradictorio, al menos para mí, que rara vez entiendo algo completamente.  Estos traicioneros de su propia naturaleza, son los que pretenden velar lo establecido jurídicamente en materia de igualdad.  Reciben nuestras contribuciones obligatorias, sin asegurar para todos equidad.  La aplicación de las leyes es selectiva.  Al fin del día, el resultado es que los elegidos por el pueblo para velar sus derechos y libertades, son los principales enemigos de estos preceptos. 

No pinta tan mal este escenario, lo tétrico comienza cuando se juntan el hambre y las ganas de comer.  Cuando estos dos grupúsculos se unen en la misma causa,  su misma causa, es cuando peligra nuestra estabilidad.  El primero quiere influenciar en las decisiones del segundo, estos a su vez, le siguen la corriente para no perder sus votos.  Después se atreven a preguntarnos: ¿Que nos pasa Puerto Rico?  El resultado de tal tramoya, es lo que vivimos actualmente. Una sociedad intolerante, retrógrada e individualista. Todos contra todos. Cada cual con una definición de igualdad, ajustada a sus realidades y necesidades.  Un patético, pero singular panorama de enredos y desmadres, donde los podios  se convierten en altares, y los altares se convierten en estrados, desde donde todos los que están abajo son juzgados y sentenciados.  Este junte intencional ha evolucionado.  Ambos sectores han sido protagonistas de noticias en las últimas semanas, por llevar sus estilos de predicar y legislar, junto con su concepto de igualdad, a las redes sociales en la red.  Haciendo galas de sus verdaderos pensamientos, comportamientos, y mentalidades contradictorias a los principios y valores que juraron defender y promover.  Según sus propios diccionarios, conductas antisociales y anticristianas.  

Nos toca a nosotros poner resistencia, discernir y discriminar (en el buen sentido de la palabra) lo que es correcto, ético, moral, y sobre todo, lo que es afín con la vida, ejemplo y mandamiento de Cristo.  Nos corresponde defender nuestros derechos. Derechos que son inalienables de nuestra naturaleza humana, y que su reconocimiento ha costado lucha y sacrificio.  Lograr para nosotros y para todos, la verdadera y real igualdad.  Demostrar a los que hacen falsas representaciones, que todos somos iguales, aunque seamos diferentes. 

¡Levántate y anda!


viernes, 1 de febrero de 2013

Recolecta



     Manteniendo la foto ocho por diez de una niña en alto, la dama de alta sociedad utilizaba sus dotes de líder comunitaria ante el ejecutivo de productos enlatados que había aceptado su visita. Parte del pesado cuerpo del ejecutivo descansaba sobre sus codos en el escritorio de roble exportado de Eslavonia y se esmeraba en no desviar la mirada. El magnetismo proveniente del escote de la señora, lo hacía fracasar a cada intento. Aquel semblante pequeño y voz aguda no le parecía estar acorde con el enorme pecho que logró desistiera de teclear más cifras negras que rojas en la hoja de cálculo para atenderla.

     Las comparaciones también atacaron a Diana. Los espejuelos diminutos del presidente de aquella compañía no le parecían para nada afines con el ancho rostro y cuerpo regordete que parecía castigar los botones de la camisa Yves Saint Laurent. Pero ella estaba allí para algo más que hablar de moda y fisonomía. Necesitaba conseguir apoyo para el pueblo palestino ante el Estado de Apartheid y de ocupación que es Israel y la disimulada, pero para nada efectiva mirada de aquel hombre sobre su piel no la haría renunciar a su propósito.
     — Mire a esta niña — dijo levantando unos centímetros más la foto. Ella podría ser su hija, su sobrina o su ahijada. Su nombre es Ranan Yousef Arafat y tenía tres años cuando fue masacrada por los ataques aéreos israelíes en Gaza. ¿Es justo?— Cuestionó con inicial angustia.
     — Para nada es justo, pero tenemos aquí un grave problema — dejó escapar el ejecutivo con un vaho al café de las diez de la mañana— Si bien las Naciones Unidas han reconocido a Palestina como estado observador, los Estados unidos de Norteamérica está de acuerdo con Israel; y yo debo estar acorde con lo que dicta la nación más poderosa del mundo — repitió lo que le contó su secretaria cuando le sirvió el café.

     Acostumbrado a participar en el desarrollo de la política comercial de su empresa para aumentar las ventas, los márgenes netos y la cuota de mercado, optimizando los resultados de sus redes de distribución las noticias del mundo exterior no le interesaban y máxime si ese mundo era más allá del charco donde estaba su compañía, la de sus clientes o suplidores.
     —  Al gobierno norteamericano y al israelí lo que le importa es imponer su predominio para apoderarse de los recursos naturales que tienen los países del mundo, pero más allá de eso, aquí lo importante es la paz para todos por igual dijo preocupada, pero planificando que decir para que aquel ser cooperara con su causa benéfica. Ya se había percatado de que hablar de religión, de las diferencias de opinión o de las causas políticas no daría buen resultado. Aquella mirada esquiva que comenzaba a perder interés en las palabras de la mujer y de su escote comenzó a preocuparle.
 — ¿Tendré que soltarme el botón de la camisa y enseñar más para que se interese el muy pervertido?— Pensó.  
     A sus recuerdos llegaron palabras tales  como responsabilidad social o pública escuchadas en algunos cursos de capacitación que recibió por parte del “Succes Organization Seminars” que no era otra cosa que parte de un multinivel para vender batidos y pastillas para rebajar en la que había fracasado como representante de ventas.
     Se disponía ya el directivo a despedirse sin dar un sólo centavo cuando Diana comenzó a recoger las fotos que ya había dispersado en el escritorio.
     — ¡Amado Jesús, perdóname, pero esto lo hago por ti! — se dijo para convencerse. Persuadida se inclinó lo necesario para renovar el interés de la plática al dejarse ver un poco más. Guardaba las fotos cuando su mirada atravesó los pequeños espejuelos hasta llegar a los entretenidos ojos del ejecutivo.
     — Debe recordar usted que su compañía tiene una responsabilidad pública con el mundo, con este país y con este pueblo. Si usted hace la donación que le he solicitado, no sólo hará una buena obra, lo promocionaré como auspiciador de oro este año. En todas las actividades que tengamos en la comunidad, y mire que son muchas, estarán dispuestos carteles de sus productos y del nombre de esta maravillosa compañía que se preocupa por el futuro de todos.

    Del interés por el escote, el millonario pasó a relacionarse con las palabras de la mujer. Ya escuchaba con atención cuando la mujer dijo palabras melodiosas que le parecieron mágicas.
     — Recuerde también que todo lo que done a esta noble causa podrá reclamarlo en sus impuestos.
     — A la verdad que usted tiene un gran corazón en el pecho — dijo feliz el hombre de la corbata. Apretó un botón en su intercomunicador y su secretaria entró a la oficina junto con un olor intenso a esmalte de uñas. Recibió instrucciones para hacer un cheque a nombre de aquella mujer, darle pancartas logos, cruza calles y cualquier otra cosa necesaria para el bien promocional. 
    Al Conseguir lo que buscaba, Diana se puso de pie, arregló el botón de su blusa y extendió su mano en un saludo afectuoso y agradecido. Él, Convencido de lograr un gran acuerdo de promoción que lo ayudaría a bajar los impuestos, se despidió volviendo su pesado rostro al ordenador para ver el reporte de la bolsa de valores.
     La secretaría cumplió todo lo ordenado y le dijo en más de una ocasión que estaba sorprendida con lo logrado por la humanista mujer pues ella misma recibía miles de cartas y varias visitas al día de personas buscando donaciones.
     —Las cartas terminan en el archivo cuarenta y tres — dijo orgullosa señalando el bote para la basura— y las personas reciben la misma historia siempre: Ya el presupuesto de donaciones se acabó.

     Le ayudaron a cargar todo hasta el auto. Más que su escote, hablar de exención de impuestos la había salvado. Se dirigió al banco, depositó el cheque y fue al centro comunitario donde se reunirían esa tarde las damas cívicas de Cielo Alto. Preparó los visuales, colocó las pancartas promocionales del auspiciador de oro y esperó a las demás. Las nueve sillas se llenaron. Diana era la más joven y atractiva, pero todas tenían su encanto. Después de los saludos de rigor y la invocación solicitó que apagaran la luz y exhibió videos y fotos del desastre en Palestina. Videos de niños destrozados por las bombas israelíes, casas fragmentadas, niños jugando entre escombros o blandeando la bandera Palestina. Mientras, Diana explicaba todo lo que el ejecutivo no quiso escuchar.
     La rabia y la impotencia se apoderaron de aquel grupo, pero Diana les daba esperanza en cada palabra. Cada una  colocó en una mesa sus alcancías de cartón con fotocopias a color de Ranan Yousef Arafat, la niña que tenían de símbolo para sus recolectas. Los recipientes fueron volcados y contabilizados en las mesas. Se llenó la hoja de depósito y las palabras de despedida de Diana las conmovieron de nuevo.
     — Aquí estamos en pie de lucha, cansadas, pero no vencidas. Este dinero va a servir para que la igualdad prevalezca siempre. En la Franja de Gaza el pueblo palestino sufre, y aquí nosotras sufrimos con ellos. Pero tal como siempre hemos hecho, en Cielo Alto, buscaremos una noble causa que defender. En el año dos mil diez fue el terremoto de Haití el que captó nuestra atención, hoy es esta guerra que le quita al mundo hombres y mujeres de bien. Mañana enviaremos todos los fondos recolectados, incluyendo la generosa donación de nuestro auspiciador de oro, y que se escuche nuestro cantico desde Belt Lahia hasta Rafah, desde el mar mediterráneo hasta Israel. Alimentaremos a todos los niños y niñas que este tiempo de recolectas, rifas y eventos nos permita. Tesorera y secretaria, llenen las actas por favor. Mañana mismo comenzaremos a recolectar para enviar más. Esforcémonos y que dentro de siete meses, en junio,  tengamos más de lo que hemos recolectado nunca. Salgamos, luchemos, seamos libres y liberemos. Ya lo dijo Muin Basisu, ese poeta nacido en Gaza: “Mientras haya en el muro una página en blanco y no se derritan los dedos de mi mano. Aquí, alguien pulsa un mensaje a través del muro”.
      A pesar de ser tan pocas, el aplauso fue estrepitoso. Todas se retiraron a descansar con la seguridad de que al otro día, durante y después de su jornada normal de trabajo, buscarían la manera de recolectar para causas loables que las conducirían al paraíso prometido y a la satisfacción personal.

     Diana llegó a su hogar. Su esposo se había quedado dormido viendo Hawaii cinco cero y los niños se peleaban por el turno a jugar Call of Duty en su “exbox” tres sesenta. Ella siguió de largo hasta el cuarto de baño. Llenó el jacuzzi y añadió fragancias y abundante jabón liquido. Apretó el interruptor para crear espuma y burbujas. Al desnudarse y ver sus pechos reflejados en el espejo, pensó en el ejecutivo.
     — Si me ve ahora se babea. ¿Firmaría el cheque más rápido? No creo— se convenció— escapar de impuestos fue su motivación principal.
     Se hundió en aquella agua revitalizadora. Media hora después, estando todavía media sumergida y  pensando en lo que debía hacer al otro día, su esposo abrió la puerta. Sonrió. 
   ¿Qué hay de nuevo amor? — dijo él mientras se desnudaba para incluirse en el hidromasaje y al inicio de algún juego amatorio. Los dedos de ella comenzaban a arrugarse por el largo rato bajo el agua y rechazó los avances de él.
     — ¡Jesús — ripostó — debo descansar!
     La miró con el gesto que tanto le gustaba: Una carita de misericordia que la convencía de lo que fuera y a pesar de haber comenzado a secarse con la toalla, volvió al jacuzzi. Antes de besarlo le contó sobre lo recolectado. Este mes, las chicas y yo hemos reunido unos treinta grandes, Hoy las alcancías llegaron abarrotadas y los sobres algo mullidos. Sumamos más de ochocientos dólares, pero tuve mejor suerte que eso, logré que un reconocido avaro nos donara cinco mil dólares para nuestra causa.

     Su esposo Jesús le recordó al tacaño empresario, pues en lugar de estar pendiente a lo que le decía, parecía perdido en sus pezones. Tomó agua con la boca y la disparó al rostro de él que salió del marasmo. Las carcajadas alertaron a los niños que tenían claro no molestar a sus padres cuando estaban bañándose.
     — Te decía que hemos recolectado unos treinta y seis mil — dijo sonriendo.
     — Eres la mejor para los actos benéficos, no cabe duda, además, eres la más hermosa — aseguró.
     — Esperaba escucharte decir: La única hermosa — mencionó picara—Es hora de un buen descanso, las muchachas seguirán por mí; hoy las invité a recolectar para tener todo preparado para el próximo verano.
     — ¡Listo! Eso suena a vacaciones en Disney y todo a nombre de los niños palestinos — dijo tratando de divisar el ombligo femenino debajo de la espuma del jabón.    
     — Así es, — añadió ella — mañana al colegio, Carlitos toma su último examen, dejamos pagada la matricula del próximo semestre de una vez. Luego nos vamos para ese crucero de diez días por el mediterráneo que me prometiste.
Al regresar, compramos  los regalos de Navidad, ellos quieren una consola de juegos nueva y un televisor más grande, ¿Qué quieres tú?
     — Los aros pa’l carro — indicó mientras pasaba su dedo índice por el muslo de ella — ¿Y tú, que le pedirás a Santa?
     — Me conformo con un reloj, no sé, puede ser un Rolex parecido al de Wanda Rolón…
     — ¿Sigues con el plan primero ah? — dijo él cerrando los ojos como soñando.
     — ¡Claro que sí! Tendremos nuestra propia iglesia. Esto de buscar nuevas causas, llenar alcancías y visitar ejecutivos me tiene hastiada…

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Angelo Negrón (New Jersey: Junio 15 1969 a Enero 1970 - Puerto Rico: enero 1970 al presente). Definitivamente puertorriqueño. Sus cuentos han sido publicados en la revista y colectivo Taller Literario y en Revista Púrpura. Tiene varios libros inéditos de relatos a los que le ha dado por título: Montaña Recuerdo, Entre el edén y la escoria, Sueños mojados, Confesiones y Causa y efecto. Además una novela de próxima publicación titulada: Ojos furtivos. Mantiene el Blog: Confesiones

miércoles, 30 de enero de 2013

Aquí, allá y en todas partes: mi primer cuento ‘decente’


por Carlos Esteban Cana


Hace 22 años, en el 1991, participé junto a Amílcar Cintrón y Al Martínez, del taller de cuentos Escritura y Práctica Narrativa, que impartía en la facultad de Estudios Generales de la Universidad de Puerto Rico, el autor de Figuraciones en el mes de marzo, Emilio Díaz Valcárcel. Ese evento, junto a mi participación en la revista Senderos, que capitaneaba en Cataño el narrador Angelo Negrón, y mi ingreso a la Escuela de Comunicación Pública, donde conocí a quienes integraron eventualmente el equipo de redacción (Juan Carlos Quiñones, Rodrigo López Chávez y Joel Villanueva-Reyes), fueron los ríos tributarios que desencadenaron la presencia de Taller Literario en el panorama cultural boricua, eso sin mencionar al chamán que conocí en la barra del hotel El Convento, en medio de una peña literaria.

Varios cuentos salieron de ese primer taller. Aquí, sin embargo, en Solo Disparates, hogar cibernético del escritor, Caronte Campos Elíseos, quiero compartir el primer cuento que recibió la aprobación de Valcárcel y mis compañeros, después de varios intentos fallidos. El cuento se titula Una bala perdida, y terminó publicándose al año siguiente en la revista Camándula, que dirigía la escritora Ilia Arroyo. Creo que también en ese número de Camándula el poeta Noel Luna publicó uno de sus primeros trabajos.

Una bala perdida, es también el cuento que inicia el primer volumen de Fragmentos del mosaico humano. Serie que tiene como epígrafe la siguiente reflexión del psicoanalista Erich Fromm. Apunta el maestro: “El ser, si vive en condiciones contrarias a su naturaleza y a las exigencias básicas de la salud y el desenvolvimiento humano no puede impedir una reacción: degenera y perece, o crea condiciones más de acuerdo con sus necesidades”.

Sin duda que con el paso de los años y a través de mi propia experiencia he comprobado la gran verdad que guardan las palabras de este singular humanista. Bueno, solo me resta decir que a pesar del tiempo transcurrido, este primer cuento ‘decente’, aún, y lamentablemente, no ha perdido vigencia alguna. Con ustedes Una bala perdida.


Una bala perdida

     Camina de regreso a su casa. La luna apenas se deja ver escondida entre espesos nubarrones. Una gota,
como preludio, anuncia el torrencial aguacero que se avecina. Acelera los pasos. Escucha una detonación.
Debe ser un trueno. Oye otro y otro; una sensación única lo estremece, y cae al suelo. Siente, momentáneamente, una quemazón en la espalda. Sus dedos palpan la brea. Abre los ojos, y observa cómo un charquito –que cada vez se hace más grande- corre y llega a sus dedos. ¿Será la lluvia? Escucha ventanas cerrándose; ve luces apagándose; entonces, entiende lo que sucede.

     De su espalda brota ese líquido que reconoce al acercar sus dedos impregnados del mismo, pues la luz amarillenta del poste no es suficiente para corroborar su presentimiento. Comienza a arrastrarse, es corta la distancia desde esa esquina hasta la acera frente a su casa, donde está su automóvil, aunque Luciano se siente muy pesado.

     Se mueve con dificultad. Sigue en su empeño, mas no llega. ¿Cómo me puede suceder esto?

     Corre, por su cuerpo, un frío de pies a cabeza. La respiración es de ritmo acelerado. Sus lágrimas se confunden con la lluvia, y grita:

     -¡Auxilio!

     Un eco seco es la respuesta que recibe en aquella calle que sólo tiene salida a un caño. No le parece extraña la sorda conmoción que produce su alarido. En el pasado, él había emitido muchos sonidos de indolencia, ante gritos similares.

     -¡Ay, tengo que llegar; tengo que llegar!

     Estira la mano y, lentamente, apoya su cuerpo contra el baúl del carro.
Con mano temblorosa, saca unas llaves del bolsillo derecho de su pantalón, y –quejándose- llega a la puerta. Intenta meter la llave en la cerradura pero le parece que ésta se mueve, como jugando con las llaves, que caen al pavimento.

-¡Maldita sea!

     Hace un esfuerzo por doblarse por el que casi cae en la inconciencia. Lo intenta nuevamente, esta vez, alarga su brazo izquierdo, baja suave y las coge. Sube con la misma calma; la llave encuentra la cerradura y abre.

     Está empapado. Cada vez llueve más fuerte. Pretende hacer funcionar el auto, que pronuncia repetidos quejidos mecánicos, hasta que lo logra. Lo pone en marcha, y, para ver la carretera, acerca el rostro al cristal delantero, debido a la inutilidad de los limpia-parabrisas, ante el azote despiadado de la lluvia.

     -¿Se estará conmoviendo DIOS, de mi desgracia?- se pregunta y pasa su mano, manchada de sangre, por el cristal.

     Su herida late y produce un dolor agudo en cada movimiento. Sigue la avenida que bordea la playa, y se detiene en una intersección, sin decidirse hacia dónde ir: al centro de salud municipal (que se encuentra en esa avenida) o al hospital privado San Isidro, localizado en la ciudad vecina. Finalmente, opta por acercarse al municipal.

     Estaciona el carro frente al pequeño edificio, y ve en la entrada personas alrededor de un joven, tendido en el suelo, con el cráneo destrozado.

     -Lo tirotearon en el caserío- dice un hombre descamisado, alto y barrigón.

     -Pero, ¿quién lo trajo hasta aquí?- añade otro, barbudo y descalzo, con una bolsa de latas vacías a sus pies- se fue y no ha vuelto. ¡Jum! Éste revolú, me huele a que es por drogas.

     -¡Ay bendito!-interviene una enfermera-¡Aquí un muerto, pero allá adentro hay una vieja alcohólica con la pierna podrida, y un tipo que luego que lo asaltaron le dio un ataque cardiaco, y todavía la ambulancia no llega! Desesperado, al escuchar estos comentarios, arranca y se dirige a la ciudad vecina.

     -¡Dios mío, si llego a entrar, nunca me atenderían!

     Conduce en zig-zag, porque apenas distingue la carretera, a pesar de que ya no llueve. De repente escucha una sirena. La patrulla se interpone en su carril, y él frena bruscamente. Los guardias, con rifles en las manos, se acercan.

     -Su licencia de conducir- oye una voz ronca, y sólo puede extender los brazos hacia ellos. Le apuntan con los rifles, y Luciano emite un débil alarido.

     Los policías, que lo suponen ebrio, abren la puerta, y él cae. Al observar la espalda y el asiento cubiertos de sangre, ellos mismos lo trasladan a la sala de emergencia del San Isidro.

     Siente que las manos anchas que lo sujetan lo depositan en una silla. Aún tiene ante sus ojos el azul del biombo policiaco, y, con gran esfuerzo, lo primero que puede ver es un letrero, en el que se lee: Lo atenderemos según su turno de llegada.

     Desea moverse y no puede. Mira a su lado para pedir ayuda pero encuentra rostros inmutables ante su desgracia, y su tristeza emerge en un llanto silencioso.

     Recuerda su vida: es comerciante; vive solo, y tiene pocos amigos. Aún no entiende cómo esa bala perdida pudo encontrar destino en su espalda. Y pensar que nunca salgo a esa hora de la noche, piensa aludiendo a la reunión (organizada por los comerciantes ante el crimen imperante en el pueblo) de la que regresaba.

     No sabe cuánto tiempo ha pasado cuando lo colocan en una camilla. Una enfermera lo arropa con una sábana hasta el cuello, y le pregunta:

     -¿Su nombre?

     Él mira alrededor, moviendo su cabeza de lado a lado.

     -¿Su nombre, por favor?

     Le parece que algo le oprime el pecho, y no puede hablar.

     -Lucia... – es lo último que logra decir. La enfermera lo observa detenidamente.

     -Doctor.

     Un hombre gordo, calvo y con espejuelos se acerca lentamente.

     -Está muerto- dictamina y con la sábana que el cadáver tiene alrededor le cubre el rostro.

     La enfermera, tranquila, camina hasta la ventanilla de la sala de espera, y dice:

     -El próximo.
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Carlos Esteban Cana - Escritor y comunicador puertorriqueño. Ha cultivado el cuento, el micro cuento, y la poesía. Actualmente, sin embargo, se ocupa de darle forma a sus dos primeras novelas y a un volumen de ensayos. Colaborador de varias publicaciones impresas y cibernéticas, en Puerto Rico y otros países. Bitácoras y publicaciones alrededor del planeta, como Confesiones, del narrador Angelo Negrón, reproducen su boletín "En las letras, desde Puerto Rico".

Para el periódico cibernético El Post Antillano también publica su columna "Breves en la cartografía cultural". En verano del 2012, Carlos Esteban publica Universos, libro de micro-cuentos bajo el sello de Isla Negra Editores. Otros dos libros aparecerán durante el presente semestre. El primero titulado "Catarsis de maletas: 12 cuentos y 20 años de historia", ofrece una vista panorámica de una pasión que el autor ha desarrollado, por cuatro lustros, en el género del cuento. "Testamento" es el segundo de los libros mencionados, poemario antológico que reúne lo más representativo de su poesía; género del que Cana manifiesta: "Fue la propia poesía que me seleccionó como medio, como intérprete". Cana es conocido además por haber fundado la revista y colectivo TALLER LITERARIO, que marcó la literatura puertorriqueña en la última década del siglo XX en Puerto Rico.

martes, 22 de enero de 2013

El mensaje a través de la bola

por  Caronte Campos Elíseos


Hace unas semanas atrás, para ser exacto el Día de Reyes, sucedió en Puerto Rico algo muy interesante.  Los medios le regalaron a una ciudadana, a tono con el día, sus 15 minutos de fama.  Más bien, fueron cerca de tres días. Salió en los espacios noticiosos, en la radio y televisión, y en la prensa escrita. Tres días donde la criticaron, la señalaron, la juzgaron y condenaron. Luego vino la lapidación por parte del pueblo. Se olvidaron de esa máxima que dice: el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Desde insultos hasta mofas recibió la pobre mujer.  Epítetos como: loca, bruta, negligente, mal agradecida, vaga, coge cupones, fueron solo algunos de los  utilizados para bautizarla.  

¿Por qué semejante descarga contra una persona, que hasta ese momento vivía en el anonimato?  Pues bien, todo se debió a unas expresiones que realizó en medio de una actividad ofrecida por el gobierno.  En dicha actividad, el gobierno ofrece dádivas a los niños, con motivo de la llegada de los Tres Reyes Magos.  En esta ocasión los niños tenían que entregar un dibujo para merecer recibir su obsequio.  Este año, el regalo tan esperado eran pelotas deportivas.  Esto según los organizadores, para fomentar el deporte en nuestros niños.  Pero sucede que las expresiones de la susodicha se dieron durante una entrevista. A esta mujer se le ocurrió decir, a modo de queja, que después de una larga espera en una fila kilométrica y con la niña enferma que apenas podía caminar; le dieron una “trapo e' bola”.  He aquí el génesis del empalamiento al que fue sometida durante el triduo.

Para variar, yo que siempre ando perdido, con el pensamiento en otro mundo, no entendí las razones para que los medios nuevamente se volcaran hacia un tema tan insustancial.  Porque para ser honesto, yo hubiera dicho lo mismo en ese momento. Y eso, que a juzgar por la biografía que se hizo de esta mujer, ella y yo somos bastante diferentes.  Yo soy un tipo común, un ciudadano promedio. Trabajo desde los 18 años, y siempre he pagado las contribuciones sobre los ingresos.  Rindo planillas y pago los impuestos como todos los puertorriqueños responsables, incluyendo el famoso IVU.  Pago mi préstamo estudiantil con el que costeé mis estudios de maestría.  Y si hubiese llevado a mi hijo de siete años y a mi hija de siete meses a dicha actividad, hubiesen recibido lo mismo que los demás: “una trapo e' bola”.  

El gobierno recibe todo nuestro dinero.  Dinero que debiera utilizarse para el ofrecimiento de los servicios básicos a la población. Servicios que por derecho, debemos recibir.  Pueden mencionarse entre los mejores usos para nuestro capital: una educación pública de excelencia, atención médica y de salud de calidad, bajos costos en las utilidades (agua, luz, telefonía); seguridad nacional, carreteras pavimentadas y sin riesgo de inundaciones, transportación funcional para evitar tapones innecesarios; infraestructura moderna que incluya áreas recreativas disponibles para el esparcimiento general, actividades que fomenten la cultura, las artes, los deportes, los valores, y la autoestima nacional; mejores y excelentes servicios en todas las agencias y corporaciones gubernamentales; iniciativas ambientales para mejorar la calidad de vida, estrategias locales para promover el trabajo y disminuir la deserción escolar, y legislación dirigida a bajar el costo de vida de las personas, incentivos para viviendas, ayudas para nuevos negocios, entre otros.


Pero los gobernantes que administran nuestras arcas, hacen exactamente lo opuesto.  Faltando a todo cuanto prometen cuando están en campaña, y juran cuando toman posición.  Malversan los fondos, malgastan los recursos, corroen las finanzas.  Se roban los chavos, se lucran de las posiciones que ocupan y abusan del poder en ellos delegado por los electores.  Solo velan por su bienestar y el de sus amigos, conocidos y cercanos.  Rescatan a los caídos en campaña y rechazados por el voto, con jugosos contratos y trabajos de asesoría.  Se dan vida extravagante, viven a todo lujo y comen lo mejor de la cosecha.  No carecen de nada y no le hace falta nada. Tienen acceso a todo lo que sus vida de políticos astutos y corruptos puede darles.  Todo esto aumentando nuestra deuda pública, e hipotecando nuestro futuro. 

¿En cambio, que recibimos?  Una educación pública que peca de no tener los recursos suficientes para ser efectiva.  Obligando a muchos a pagar una educación privada para sus hijos. Una tarjeta de salud que carece de empatía por los medico indigentes. Y que mantiene a cerca de 350,000 personas sin cubierta médica. Pobre seguridad en las calles, en los centros comerciales, en las fiestas de pueblo, y hasta en las propias escuelas. Servicios básicos carísimos (luz y agua), más que en la mayoría de los países vecinos.  Pésima transportación pública, que obliga a muchos a comprar vehículos, muchas veces sin poder, para transitar en carreteras en deplorables condiciones.  Áreas recreativas, canchas y parques, que la mayoría de ellas se han convertido en centros de distribución de drogas, y el resto se han convertido en estorbos públicos por sus malas condiciones.  ¿Es ahí donde quieren que los hijos de este país vayan a jugar con la bola que recibieron el 6 de enero?  ¿Así es que quieren fomentar el deporte?

Mientras, realizan su actividad de Reyes Magos para sentirse como héroes que dan al pueblo lo que merecen. Sin embargo, su única magia es hipnotizarnos y desaparecer nuestro capital.  Nos dan de las migajas que sobran de sus banquetes subvencionados con nuestro dinero.  Les dan a nuestros niños un regalo a cambio de un dibujo.  Lo que hace que por definición deje de ser un obsequio y se convierta en una transacción entre dos partes.  Estos malandrines, luego de asegurar su botín, nos reúnen en masa en un lugar inhóspito y en condiciones paupérrimas.  Lobos disfrazados de abuelitas solo para ganar nuestra deferencia.  Lo peor de todo, es que vamos como ovejas inocentes al matadero de la dignidad.  Llevamos nuestros niños a ese escenario, a recibir la trapo e' bola, como una burda imitación de un periodo especial.  Lo aceptamos como bueno, y lo justificamos.  Nos aclimatamos a la idea tanto, que al que se atreva criticar ese sistema, lo linchamos sin contemplaciones.  Habrá quien diga que muchos héroes del deporte comenzaron sus pininos con una simple pelota, lo cual es muy cierto. Pero también es cierto que, los tiempos y las condiciones no son las mismas del tiempo de Clemente, Piculin, o de otros grandes del deporte puertorriqueño. La sociedad en la que ellos se desenvolvieron ya no existe.

¿Cuál es la diferencia entre los anfitriones y la señora criticona?  Puede sonar como un disparate, pero la diferencia es abismal. Ella se mostró tal cual es, diciendo lo que pensaba y sentía en ese momento histórico. Ellos, por su parte, se muestran con diplomas (en la mayoría de los casos), con vocabularios domingueros, con buenas intenciones y con su pedigrí de gente.  Pero a nuestras espaldas, en ocasiones, otras, de frente y sin tapujos, nos mantienen como a los ladrones en las cruces romanas.

En mi opinión, la única que descifró el verdadero mensaje del regalo deportivo, fue precisamente, la mujer lapidada.  Lo que realmente había detrás de los bombos y platillos.  El mensaje que nos dice claramente, ahora lo puedo ver así, que mientras ellos llenan sus bolsillos y sus cuentas bancarias con nuestros billetes; mientras ellos y sus familias se dan la gran vida a nuestras costillas; mientras ellos y sus amigos tienen todo cuanto quieren, nuestros niños solo merecen... ¡una trapo e' bola!

¡Levántate y anda!