lunes, 4 de febrero de 2013

Las diferentes igualdades

por  Caronte Campos Elíseos


Existe cierta contradicción  en la aplicación de los términos: igualdad y diferencia. Actualmente hay en la discusión pública varios casos que manifiestan dichas contradicciones.  Claro, dichos casos son utilizados como subterfugio para evadir los temas realmente relevantes.  Aún así, no deja de ser harto interesante la forma en que se manejan.  

Por un lado tenemos los grupos religiosos.  Algunos seres de esta especie actúan como camaleones. Dentro del templo y frente a sus fieles, buscan promover los valores cristianos. Basándose en la Biblia y utilizándola como punto de partida para sus homilías, hablan del amor, la esperanza, la salvación y la fe.  El llamado a seguir el ejemplo de Cristo nunca falta, ni la exhortación a obedecer su mandamiento principal:  “amar al prójimo como a uno mismo”.  Siempre recordando una de las primeras clases de catecismo recibidas desde muy temprana edad, y que es casi un estribillo emblemático: “todos somos iguales ante los ojos de Dios”.  Pero, no pasan dos minutos luego de entonar el cántico de despedida, salen, cual inquisidores contemporáneos, a la cacería de ovejas negras.  Estos hermanos separados o descarriados, son los que no merecen la igualdad que profesamos todos los domingos de diez de la mañana a doce del mediodía.  A estos no le aplica la máxima eclesiástica de la inclusión.  Por el contrario, cuando es el Gobierno el que busca cobijar el rebaño perdido bajo su Estado de Derecho, son ellos los principales opositores.  Biblia en mano y elevando oraciones ruegan, y la vez cabildean, para que los derechos de los elegidos no se corrompan extendiéndose a los impuros.  Acuden en romerías hasta el mismo infierno, si fuera necesario, para hacer valer el canon.  En este punto es donde se cruza la línea flaca, delicada e imaginaria (por no decir ficticia), de la separación Iglesia-Estado.  Es como un simulacro del rapto de la iglesia, en donde los que son “diferentes” son dejados atrás y a su suerte.  

Este concilio de elevados seres, se jacta de estar libre de pecado y seguir fiel y exactamente, sin excepciones, todas y cada una de las leyes, reglas, normas y dogmas estipulados en las Sagradas Escrituras.  Por ende, actúan cobijados con la fuerza moral que esto les confiere, para tirar las primeras y todas las piedras a estos engendros del diablo.  Mi única duda al respecto es, si evaluarán tan rigurosamente la procedencia de los dineros que reciben en las ofrendas, diezmos, donaciones, entre otras fuentes. Sería lo más sensato y lo más lógico, ya que de esta manera evitarían que sus operaciones sacrosantas  sean subvencionadas con fondos manchados y marcados por las manos de los hijos de la bestia. Evitaría además, servir como punto de lavado de dinero. Lavado que sería con agua bendita.   En tal caso, ¿habrá diferencia? 

Por el otro lado, tenemos a los políticos y sus asesores. Esta otra especie camaleónica, cambia sus posturas según el ambiente imperante en determinado momento.  Estos seres presentan un concepto de igualdad más complicado. Resulta que, en ocasiones, promueven legislación en detrimento del grupo o sector al que pertenecen.  Es decir, crean y apoyan leyes que actúan como agentes catalíticos para la segregación, la discriminación y la intolerancia. Fomentando de esta forma, las injusticias contra los mal llamados, grupos protegidos.  Lo que más llama la atención de personas despistadas, como lo soy yo, es que al final de la jornada legislativa, sale a la palestra pública que los principales responsables de tales estatutos, son miembros destacados del grupo o grupos a los cuales pretendían coartar los derechos.  Ejemplos recientes de esta realidad, son los casos de los hombres y mujeres con preferencias lésbicas  y homosexuales.  Que después de actuar reiteradamente  como críticos de algunos estilos de vida, terminan con fotos pornográficas en la internet, o conviviendo con sus parejas del mismo sexo.  Puede sonar contradictorio, al menos para mí, que rara vez entiendo algo completamente.  Estos traicioneros de su propia naturaleza, son los que pretenden velar lo establecido jurídicamente en materia de igualdad.  Reciben nuestras contribuciones obligatorias, sin asegurar para todos equidad.  La aplicación de las leyes es selectiva.  Al fin del día, el resultado es que los elegidos por el pueblo para velar sus derechos y libertades, son los principales enemigos de estos preceptos. 

No pinta tan mal este escenario, lo tétrico comienza cuando se juntan el hambre y las ganas de comer.  Cuando estos dos grupúsculos se unen en la misma causa,  su misma causa, es cuando peligra nuestra estabilidad.  El primero quiere influenciar en las decisiones del segundo, estos a su vez, le siguen la corriente para no perder sus votos.  Después se atreven a preguntarnos: ¿Que nos pasa Puerto Rico?  El resultado de tal tramoya, es lo que vivimos actualmente. Una sociedad intolerante, retrógrada e individualista. Todos contra todos. Cada cual con una definición de igualdad, ajustada a sus realidades y necesidades.  Un patético, pero singular panorama de enredos y desmadres, donde los podios  se convierten en altares, y los altares se convierten en estrados, desde donde todos los que están abajo son juzgados y sentenciados.  Este junte intencional ha evolucionado.  Ambos sectores han sido protagonistas de noticias en las últimas semanas, por llevar sus estilos de predicar y legislar, junto con su concepto de igualdad, a las redes sociales en la red.  Haciendo galas de sus verdaderos pensamientos, comportamientos, y mentalidades contradictorias a los principios y valores que juraron defender y promover.  Según sus propios diccionarios, conductas antisociales y anticristianas.  

Nos toca a nosotros poner resistencia, discernir y discriminar (en el buen sentido de la palabra) lo que es correcto, ético, moral, y sobre todo, lo que es afín con la vida, ejemplo y mandamiento de Cristo.  Nos corresponde defender nuestros derechos. Derechos que son inalienables de nuestra naturaleza humana, y que su reconocimiento ha costado lucha y sacrificio.  Lograr para nosotros y para todos, la verdadera y real igualdad.  Demostrar a los que hacen falsas representaciones, que todos somos iguales, aunque seamos diferentes. 

¡Levántate y anda!


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