martes, 22 de enero de 2013

El mensaje a través de la bola

por  Caronte Campos Elíseos


Hace unas semanas atrás, para ser exacto el Día de Reyes, sucedió en Puerto Rico algo muy interesante.  Los medios le regalaron a una ciudadana, a tono con el día, sus 15 minutos de fama.  Más bien, fueron cerca de tres días. Salió en los espacios noticiosos, en la radio y televisión, y en la prensa escrita. Tres días donde la criticaron, la señalaron, la juzgaron y condenaron. Luego vino la lapidación por parte del pueblo. Se olvidaron de esa máxima que dice: el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Desde insultos hasta mofas recibió la pobre mujer.  Epítetos como: loca, bruta, negligente, mal agradecida, vaga, coge cupones, fueron solo algunos de los  utilizados para bautizarla.  

¿Por qué semejante descarga contra una persona, que hasta ese momento vivía en el anonimato?  Pues bien, todo se debió a unas expresiones que realizó en medio de una actividad ofrecida por el gobierno.  En dicha actividad, el gobierno ofrece dádivas a los niños, con motivo de la llegada de los Tres Reyes Magos.  En esta ocasión los niños tenían que entregar un dibujo para merecer recibir su obsequio.  Este año, el regalo tan esperado eran pelotas deportivas.  Esto según los organizadores, para fomentar el deporte en nuestros niños.  Pero sucede que las expresiones de la susodicha se dieron durante una entrevista. A esta mujer se le ocurrió decir, a modo de queja, que después de una larga espera en una fila kilométrica y con la niña enferma que apenas podía caminar; le dieron una “trapo e' bola”.  He aquí el génesis del empalamiento al que fue sometida durante el triduo.

Para variar, yo que siempre ando perdido, con el pensamiento en otro mundo, no entendí las razones para que los medios nuevamente se volcaran hacia un tema tan insustancial.  Porque para ser honesto, yo hubiera dicho lo mismo en ese momento. Y eso, que a juzgar por la biografía que se hizo de esta mujer, ella y yo somos bastante diferentes.  Yo soy un tipo común, un ciudadano promedio. Trabajo desde los 18 años, y siempre he pagado las contribuciones sobre los ingresos.  Rindo planillas y pago los impuestos como todos los puertorriqueños responsables, incluyendo el famoso IVU.  Pago mi préstamo estudiantil con el que costeé mis estudios de maestría.  Y si hubiese llevado a mi hijo de siete años y a mi hija de siete meses a dicha actividad, hubiesen recibido lo mismo que los demás: “una trapo e' bola”.  

El gobierno recibe todo nuestro dinero.  Dinero que debiera utilizarse para el ofrecimiento de los servicios básicos a la población. Servicios que por derecho, debemos recibir.  Pueden mencionarse entre los mejores usos para nuestro capital: una educación pública de excelencia, atención médica y de salud de calidad, bajos costos en las utilidades (agua, luz, telefonía); seguridad nacional, carreteras pavimentadas y sin riesgo de inundaciones, transportación funcional para evitar tapones innecesarios; infraestructura moderna que incluya áreas recreativas disponibles para el esparcimiento general, actividades que fomenten la cultura, las artes, los deportes, los valores, y la autoestima nacional; mejores y excelentes servicios en todas las agencias y corporaciones gubernamentales; iniciativas ambientales para mejorar la calidad de vida, estrategias locales para promover el trabajo y disminuir la deserción escolar, y legislación dirigida a bajar el costo de vida de las personas, incentivos para viviendas, ayudas para nuevos negocios, entre otros.


Pero los gobernantes que administran nuestras arcas, hacen exactamente lo opuesto.  Faltando a todo cuanto prometen cuando están en campaña, y juran cuando toman posición.  Malversan los fondos, malgastan los recursos, corroen las finanzas.  Se roban los chavos, se lucran de las posiciones que ocupan y abusan del poder en ellos delegado por los electores.  Solo velan por su bienestar y el de sus amigos, conocidos y cercanos.  Rescatan a los caídos en campaña y rechazados por el voto, con jugosos contratos y trabajos de asesoría.  Se dan vida extravagante, viven a todo lujo y comen lo mejor de la cosecha.  No carecen de nada y no le hace falta nada. Tienen acceso a todo lo que sus vida de políticos astutos y corruptos puede darles.  Todo esto aumentando nuestra deuda pública, e hipotecando nuestro futuro. 

¿En cambio, que recibimos?  Una educación pública que peca de no tener los recursos suficientes para ser efectiva.  Obligando a muchos a pagar una educación privada para sus hijos. Una tarjeta de salud que carece de empatía por los medico indigentes. Y que mantiene a cerca de 350,000 personas sin cubierta médica. Pobre seguridad en las calles, en los centros comerciales, en las fiestas de pueblo, y hasta en las propias escuelas. Servicios básicos carísimos (luz y agua), más que en la mayoría de los países vecinos.  Pésima transportación pública, que obliga a muchos a comprar vehículos, muchas veces sin poder, para transitar en carreteras en deplorables condiciones.  Áreas recreativas, canchas y parques, que la mayoría de ellas se han convertido en centros de distribución de drogas, y el resto se han convertido en estorbos públicos por sus malas condiciones.  ¿Es ahí donde quieren que los hijos de este país vayan a jugar con la bola que recibieron el 6 de enero?  ¿Así es que quieren fomentar el deporte?

Mientras, realizan su actividad de Reyes Magos para sentirse como héroes que dan al pueblo lo que merecen. Sin embargo, su única magia es hipnotizarnos y desaparecer nuestro capital.  Nos dan de las migajas que sobran de sus banquetes subvencionados con nuestro dinero.  Les dan a nuestros niños un regalo a cambio de un dibujo.  Lo que hace que por definición deje de ser un obsequio y se convierta en una transacción entre dos partes.  Estos malandrines, luego de asegurar su botín, nos reúnen en masa en un lugar inhóspito y en condiciones paupérrimas.  Lobos disfrazados de abuelitas solo para ganar nuestra deferencia.  Lo peor de todo, es que vamos como ovejas inocentes al matadero de la dignidad.  Llevamos nuestros niños a ese escenario, a recibir la trapo e' bola, como una burda imitación de un periodo especial.  Lo aceptamos como bueno, y lo justificamos.  Nos aclimatamos a la idea tanto, que al que se atreva criticar ese sistema, lo linchamos sin contemplaciones.  Habrá quien diga que muchos héroes del deporte comenzaron sus pininos con una simple pelota, lo cual es muy cierto. Pero también es cierto que, los tiempos y las condiciones no son las mismas del tiempo de Clemente, Piculin, o de otros grandes del deporte puertorriqueño. La sociedad en la que ellos se desenvolvieron ya no existe.

¿Cuál es la diferencia entre los anfitriones y la señora criticona?  Puede sonar como un disparate, pero la diferencia es abismal. Ella se mostró tal cual es, diciendo lo que pensaba y sentía en ese momento histórico. Ellos, por su parte, se muestran con diplomas (en la mayoría de los casos), con vocabularios domingueros, con buenas intenciones y con su pedigrí de gente.  Pero a nuestras espaldas, en ocasiones, otras, de frente y sin tapujos, nos mantienen como a los ladrones en las cruces romanas.

En mi opinión, la única que descifró el verdadero mensaje del regalo deportivo, fue precisamente, la mujer lapidada.  Lo que realmente había detrás de los bombos y platillos.  El mensaje que nos dice claramente, ahora lo puedo ver así, que mientras ellos llenan sus bolsillos y sus cuentas bancarias con nuestros billetes; mientras ellos y sus familias se dan la gran vida a nuestras costillas; mientras ellos y sus amigos tienen todo cuanto quieren, nuestros niños solo merecen... ¡una trapo e' bola!

¡Levántate y anda!

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