lunes, 13 de julio de 2015

En las letras, desde Puerto Rico: (Serie Reseñas) Dos libros, un autor: Héctor Torriente

por Carlos Esteban Cana

Recientemente el autor de Pichón y mime careto presentó en la biblioteca de la Escuela de Comunicación Pública de la Universidad de Puerto Rico, dos valiosos libros de su catálogo: uno de poesía titulado Estaciones de abordaje y su conocida colección de cuentos El Sindicalista que vuelve a estar disponible para los amantes de la narrativa corta.

A continuación comparto con ustedes algunas impresiones acerca de estos nuevos libros.


Foto cortesía de Angelo Negrón
En Héctor Torriente encontramos un escritor que no se conforma en transitar los mismos horizontes… Conoce la tradición que le precede, y por esa conciencia tanto sus ensayos comunicológicos como sus poesías y cuentos van hilvanándose hacia linderos en los que prevalece la innovación gracias a esa cultura que le sirve de base. Pero esa innovación no es forzada ni se da estridente. Hay que saber mirar a este poeta, quizás empedernido con la bohemia o con el amor sinuoso que transmuta y no se detiene mientras la canción puesta en la vellonera corresponde a diversas situaciones que se dan en “Estaciones del abordaje”, el poemario que nos ocupa hoy.

En cuanto a los cuentos que Héctor Torriente el narrador comparte en “El sindicalista”, esa actitud de vanguardia  transita deliberadamente hacia un entorno  a distancia de la urbe (o desplazada por la misma): el barrio… En la barriada el escritor atraviesa contornos, dinámicas y personajes, mediante un buen uso de narrativa contemporánea;  pasajes en los que fluye un lenguaje espontáneo salpicado por una interesante expresión coloquial… Es por eso que este segundo libro que nos ocupa y que llevó –en principio- el subtítulo de “y otros cuentos de barricada”, comparte con “Septiembre” de Elidio la Torre Lagares, “Falsas crónicas del Sur” de Ana Lydia Vega, y “Lajas” de Aravind Enrique Adyanthaya, ese buen sabor –nombrémoslo de esa forma- que deja una excelente colección de cuentos realizada en clave boricua; conjunto que, tras la última página, deja al lector con un atisbo del perfil, la textura espiritual, de todo un pueblo o una región. Y ese es el caso de “El Sindicalista” con respecto a la zona suroriental de este Archipiélago  nuestro del Caribe y, particularmente, Yabucoa, pueblo en el que Héctor Torriente creció.

Foto cortesía de Angelo Negrón

A los lectores interesados en adquirir ambos libros pueden contactar al propio autor a través de la red social facebook, en el espacio que lleva su nombre: Héctor Torriente. Tambien a través de Amazon en la siguiente dirección electrónica: 



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Carlos Esteban CanaComunicador y escritor.  Nació en Bayamón, Puerto Rico, pero se crió en el pueblo costero de Cataño. Fundador de la revista y colectivo TALLER LITERARIO, publicación alternativa que marcó la última década de creación literaria boricua en el siglo XX.  Ha trabajado en el Instituto de Cultura Puertorriqueña como Coordinador Editorial, Director de Prensa para la V Feria Internacional del Libro de Puerto Rico y como Coordinador de Medios para el Encuentro de Escritores De-Generaciones.  Su periodismo cultural ha sido publicado en periódicos y publicaciones como Dialogo, Cayey, CulturA, El Nuevo Día, y Resonancias, entre otras.  Fue parte del colectivo El Sótano 00931.  Colaboro con el poeta Julio Cesar Pol, junto a Nicole Cecilia Delgado y Loretta Collins, en la antología Los Rostros de la Hidra.

Su periodismo cultural es reproducido en diversos espacios y bitácoras cibernéticas, con columnas como: Breves en la cartografía cultural; Aquí allá y en todas partes; Crónicas urbanas y el boletín En las letras, desde Puerto Rico, en bitácoras como Confesiones, Sólo Disparates: buscando la luz al final del túnel, Panaceas y placebos, Boreales, Revista Isla Negra y en periódicos como El Post Antillano.  Tiene tres libros publicados: Universos (micro-cuentos); Testamento (antología poética; una selección de 46 cuadernos) y Catarsis de maletas (cuentos).  Actualmente reside en la ciudad de Nueva York y desarrolla la plataforma multi-mediática Servicios de Prensa Cultural.  Para Carlos Esteban Cana profesar creación y cultura es como recibir oxígeno; vehículos que le permiten ejercer su libertad.

sábado, 11 de julio de 2015

En Crítica de libros: La ciudad en mi estómago

de Hoy en las noticias

Cuando un autor combina lo real con lo fantástico se crea un mundo sin sentido que aunque la lógica quiera combatirlo por absurdo, logra convencerse de esta nueva realidad sucumbida en sus páginas.  Este es el caso del libro "La ciudad en mi estómago" del autor Luis Francisco Cintrón Morales.  Reseñado por Carlos Esteban Cana.





























martes, 30 de junio de 2015

Ojos Furtivos: Presentación y acogida

por  Caronte Campos Elíseos

El pasado sábado, 27 de junio del año de nuestro señor Jesucristo, se llevó a cabo en, The Poets Passage, la presentación de la novela Ojos Furtivos, escrita por el autor puertorriqueño, Angelo Negrón.  Demás está decir que este narrador, cuentista y poeta es un asiduo colaborador de nuestro blog.  Aunque no fui invitado formalmente, me di cita para presenciar el evento.  Luego de compartir unas copas de buen vino, piscolabis y buena charla, dio comienzo la actividad.  El maestro de ceremonia, Carlos Esteban Cana (también colaborador nuestro), comenzó por presentar la familia (esposa e hijas) del autor, quienes tenían un gran reconocimiento para este buen padre y esposo.  Acto seguido, inició la introducción del excelso panel de escritores, quienes estarían a cargo del intercambio de impresiones sobre la obra.  Wanda Cortés, Amílcar Cintrón y Antonio Aguado Charneco (todos grandes escritores), discutieron con el autor sobre la trama, el contenido y sobre todo, de los personajes que se desenvuelven (o se envuelven) en los distintos escenarios.  Escenarios que Angelo Negrón nos muestra con gran majestuosidad y perspicacia.  La lectura de fragmentos de la novela estuvo a cargo de Juan Carlos y Luis Francisco Cintrón, ambos escritores muy prolíficos, y de una de las hijas mayores del autor. 
  
Se discutieron en el evento muchos de los aspectos tocados con gran audacia y valentía en el desarrollo del drama novelesco.  El amor, la perversión, la sexualidad, la diversidad cultural, la intimidad, el sexo, el derecho a la privacidad, las drogas, los vicios, los excesos, la sensualidad, la prostitución, el ambiente laboral, la rutina, entre otros.  Ciertamente, el autor logra adentrarnos en lo más íntimo de la cotidianeidad de la vida.  Vida que puede ser la de cualquiera de nosotros.
  
Todo el que se dé la oportunidad de leer la obra, sin dudas podrá identificar a algún conocido con uno que otro personaje.  Sin mencionar que seguramente podrá reconocer en algunos de estos, características y costumbres propias (buenas o malas).  El balance perfecto, según mencionara Aguado Charneco, que logra el autor con esta pieza maestra, entre lo pervertido, los perverso, e inmoral, con el romanticismo y el amor, es sencillamente genial.  Puedo dar fe de eso, ya que mi actual vida se puede dividir en el antes y el después de leer Ojos Furtivos.  Yo era un buen parroquiano con mucha fe en el factor humano.  Ahora soy un romántico empedernido sin fe en la humanidad.  Gracias a Angelo Negrón y su talento por el detalle; y a Juan Carlos por su magistral analogía sobre el hermano mayor, los ligones, fisgones y dios.

Tuve que salir huyendo del lugar cuando llamaron la seguridad del lugar, solo porque quería apropiarme del remanente de vino y tentempiés para uso personal.  Pero logré captar, antes de la abrupta salida, algunas imágenes para ustedes, que les dejo a continuación:  













¡Levántate y anda! 


martes, 16 de junio de 2015

Con el agua hasta el cuello

por  Caronte Campos Elíseos


Como recordarán, la última vez que escribía para este blog, el gobierno había declarado el estado de sequía.  En ese momento me disponía a tomar una ducha pero no había agua en la casa.  Pensé que el improvisado plan de la Autoridad de Acueductos había comenzado.  Nada más lejos de la realidad.  Lo que era una realidad era que la Autoridad me había cortado el servicio de agua potable (si es que puede llamarse potable) por falta de pago.  Claro, en este país es mejor y más fácil cortar los servicios básicos a un desempleado y enfermo (mental) como yo, que a las agencias de gobiernos y grandes empresas que tampoco pagan y deben millones de galones (en dólares).  Pero bueno, aunque logré hacer el pago y tengo agua nuevamente, he decidido economizarla.  Todos los que me conocen saben de mi profusa hidrofobia, por lo que ahora me ducho cada tercer día. 

Toda esta fétida situación me puso a pensar intensamente.  Pensaba en cómo todos los años caemos reiteradamente en temporadas de sequía; y en que, de lo que estamos inundados es de políticos y gobernantes ineptos.  Obviamente mi falta de lucidez no me permite analizar profunda y seriamente todas las cosas.  Y todos mis seguidores saben que cuando no tengo nada importante, coherente o interesante que publicar, escribo solo disparates.  En esta ocasión, mi sequedad intelectual solo me alcanza para el “top five” de la sequía actual.  Estas son las razones (según yo) por las que todos los años vivimos la deshidratación de los embalses.  Considero que es un tema que salpica a todo el mundo, por lo que hoy se las comparto.


Cinco razones de la sequía boricua


1.     Clima tropical – Como dice el viejo y conocido refrán, no es fácil vivir en el trópico.  Vivimos en una región que llueve la mayor parte del año y la precipitación es continua.  Tanto así que, con solo varias gotas las mayoría de las calles se inundan, hay derrumbes y el gobierno se ha visto en la obligación de abrir las represas para evitar el desbordamiento.  Agua que en los meses de sequía nos hace notable falta.     

2.     Dragado en los embalses – La evaporada planificación gubernamental ha redundado en 20 años sin dragar los embalses.  El último dragado fue en el 1995, a un costo de sobre $60 millones, sin contar con los millones que se fueron por el tubo de la corrupción y los que se sumaron a la deuda con todo los intereses.  Mientras tanto, el sedimento llena los embalses, hay menos captación de agua y la que recogen no es recomendable para la salud de nadie.
 
3.     Salideros – Mientras la prensa insiste en que el problema es el agua que desperdiciamos, la propia autoridad desperdicia un 30% (aproximado) de su producción.  Los salideros es una irresponsabilidad e ineptitud constante y perenne.  Tuberías antiguas, tubos rotos, acueductos fantasmas, sumergen al pueblo en el desecamiento del preciado líquido y del “cash flow”.  

4.     Reuso del agua – Toda la vida nos han hecho creer que el agua que utilizamos en la casa y que baja por las tuberías y los drenajes, van a parar a los embalses nuevamente.  Si esa leyenda urbana es cierta, el agua que sale por los grifos es reusada (aunque sea del inodoro).  Entonces, si es de esa manera cochambrosa cómo funciona el sistema, porque la demonización del uso en los hogares.  Si al final del día, el agua que utilizamos la pagamos por enésima vez, aunque la hayan cobrado en los ciclos anteriores.

  5.  Súper Tubo – No hay que decir mucho.  Considerando el costo de este mega proyecto ($345 Millones sin incluir los costos de corrupción), que todavía y desde los años noventa estamos pagando con IVU e IVA, no cumple con su función principal.  Si bien retrasa la llegada de la implementación del racionamiento a ciertas áreas de la isla, la misma es inevitable.  Sin mencionar que cada vez que se le abre la llave se rompe, y termina llevando solamente aire sin el ciclo hidrológico. 


Por último, pero no menos indignante, la añapita.  Esta es la gota que colma la copa (la copa es lo único que se desborda en este país).


6.     Plantas desalinizadoras – Es una vergüenza para el pueblo de Puerto Rico, que a estas alturas de la historia no estén operando plantas desalinizadoras.  Siendo la nuestra, una isla rodeada de agua por todas partes, es irónico que tengamos escasez del preciado líquido.  Los discursos de los políticos están saturados de excusas.  Que son costosas, el mantenimiento es caro, no tenemos fondos, no hay expertos para la construcción y mucho menos para la operación de las mismas.  Mientras los embalses bajan, el nivel del mar aumenta; y mientras la marea va y viene, seguimos sedientos de una alternativa viable.

En medio de toda esta marejada de incertidumbre sobre los manejos de uno de los recursos más importantes y necesarios para vivir, seguimos nosotros en el papel de víctima y victimario.  Tenemos tipos que salen en televisión diciendo que ese no es problema ni asunto del gobierno.  Que ellos, dijo con su cara de lechuga, no pueden hacer que caiga la lluvia tan necesaria.  Esto, aun cuando tuvimos a un mesías por gobernador, que hacía levitar las tarimas y bailar los incautos.  Valdría preguntarse también, que podrá hacer sin suficiente agua, el llamado tiburón blanco.  Luego de las elecciones todos están como peces en el agua… haciendo nada, nada y nada.  Mientras tanto, nos vemos en la necesidad de adquirir purificadores, destiladores o tomar agua en botellas plásticas con BPA.  

La prensa que nos hace creer que el agua que desperdiciamos es la causa de la seca que padecemos, les sigue la corriente a los pseudolíderes.  Nadie se sumerge en las profundidades del problema, y terminamos siempre AGUAntando y teniendo sueños mojados con un cambio real.  Vivimos literalmente, con el agua hasta el cuello.  Estamos tocando fondo.


¡Levántate y anda!



En las letras, desde Puerto Rico: Diez años sin Enrique Laguerre

por Carlos Esteban Cana



Hace una década fallecía a los 99 años el novelista puertorriqueño más prolífico del siglo XX, Enrique Laguerre. Aquel 16 de junio de 2005 las letras y cultura boricua estaban de luto. El gobierno decretó tres días de duelo. Los principales escritores del país se expresaron, de un modo u otro, con respecto al valor de la obra del escritor nacido en el pueblo de Moca el 3 de mayo de 1906. A diez años de su despedida, comparto con los lectores de nuestro boletín “En las letras, desde Puerto Rico”, aquí en Buscando la luz al final del túnel, hogar cibernético del editor y escritor Caronte Campos Eliseos, unas remembranzas que redacté en ocasión de su partida. Sirvan las mismas como un sencillo homenaje a este orgulloso hijo de nuestra Patria. 


Algunas reflexiones sobre Enrique Laguerre


Si no me equivoco, conocí a Enrique Laguerre en 1992. Yo, que cursaba en aquel entonces mi cuarto año universitario, le había solicitado una entrevista. Creo que su número telefónico lo conseguí en la guía. Y cuando me contestó le dije que de sus trece novelas (para aquel entonces) ya había leído 10. Y de buenas a primeras accedió.

Puedo resumir la experiencia con la siguiente frase: conocí a un caballero. Me recibió con su hablar pausado y cordial. Y hablamos. Hablamos de sus novelas, de su infancia, de su larga experiencia en el magisterio. Enseño durante 64 años y es importante puntualizarlo porque antes que escritor, Laguerre se consideraba maestro.

Le comuniqué que de sus novelas, mis favoritas eran La resaca (¡cómo no tener presente las aventuras de Dolorito Montojo, su protagonista!) y Los amos benévolos.

Conversamos sobre la inevitable comparación que los lectores hacían de su obra novelística con los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós. Laguerre mismo me indicó que a partir de finales de los cincuenta, quizás desde El Laberinto (una amena e interesante novela sobre el dictador dominicano Trujillo, mucho antes que Vargas Llosa saliera con La fiesta del chivo) fue muy riguroso a la hora de trabajar aspectos como la estructura. Con eso en mente, construyó el universo de su novela El fuego y su aire, en la que cada capítulo funcionaba a la vez como si fueran cuentos autónomos. Sin embargo, la culminación de su exploración con aspectos experimentales y vanguardistas en la novela –y quizás influenciado por el Boom latinoamericano (o como precedente del mismo)-, se encuentra en  Los amos benévolos, obra que publicó en el año 1976.



Esa tarde también conversó sobre su rol como comunicador, aspecto que me interesaba pues aspiraba a potenciar mi servicio cultural a través de los medios, tal como él lo hacía. Yo conocía de sus columnas, tanto las que había desarrollado para la radio como para la prensa escrita, y desde ambas trincheras mediáticas su labor dio frutos palpables. Y es que, cuando nadie hablaba sobre la protección de nuestro ambiente, Laguerre alzaba su voz, y era escuchado. Fue implacable a la hora de denunciar la nefasta práctica del gobierno de autorizar la venta de nuestras playas.

Recuerdo que también hablamos de su novela más autobiográfica: El 30 de febrero. Yo le comenté que de todo el universo de personajes que había desarrollado en sus novelas, el que más me había emocionado fue Teófilo Sampedro, protagonista de tal novela, publicada en 1943. Laguerre agradeció mi comentario, porque pensaba que esa novela no había sido valorada en su justa perspectiva. Sin duda, esa fue su primera novela urbana, la que dejaba ver su experiencia universitaria, cuando estudiaba para convertirse en educador. Quizás el equivalente de El 30 de febrero lo encontramos en Cuentos de la universidad, colección de su compatriota Emilio S. Belaval.

Años después pude saludarle nuevamente en algún evento cultural, pero nunca tuve la oportunidad de conversar como en aquella tarde de 1992. Había grabado la tertulia para una clase, pero lamentablemente el profesor que asignó la tarea extravió el ‘casette’.

Cuando pienso en Enrique Laguerre, tengo que agradecer lo que significó para mí en esa primera etapa de formación literaria. Y ahora que lo pienso, incluso desde antes, pues había escenificado con un grupo teatral su obra dramática La resentida.


Si para entonces me había leído con gusto la obra de León Tolstói, de Horacio Quiroga y de Jorge Luis Borges, a los que considero mis padres literarios, fueron las novelas de Laguerre las que me hablaron acerca del devenir histórico de mi propio País. Y eso, en un Archipiélago Caribeño como el nuestro, no es poca cosa. ¡Gracias, don Enrique! Mis respetos para usted, siempre.
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Carlos Esteban CanaComunicador y escritor.  Nació en Bayamón, Puerto Rico, pero se crió en el pueblo costero de Cataño. Fundador de la revista y colectivo TALLER LITERARIO, publicación alternativa que marcó la última década de creación literaria boricua en el siglo XX.  Ha trabajado en el Instituto de Cultura Puertorriqueña como Coordinador Editorial, Director de Prensa para la V Feria Internacional del Libro de Puerto Rico y como Coordinador de Medios para el Encuentro de Escritores De-Generaciones.  Su periodismo cultural ha sido publicado en periódicos y publicaciones como Dialogo, Cayey, CulturA, El Nuevo Día, y Resonancias, entre otras.  Fue parte del colectivo El Sótano 00931.  Colaboro con el poeta Julio Cesar Pol, junto a Nicole Cecilia Delgado y Loretta Collins, en la antología Los Rostros de la Hidra.

Su periodismo cultural es reproducido en diversos espacios y bitácoras cibernéticas, con columnas como: Breves en la cartografía cultural; Aquí allá y en todas partes; Crónicas urbanas y el boletín En las letras, desde Puerto Rico, en bitácoras como Confesiones, Sólo Disparates: buscando la luz al final del túnel, Panaceas y placebos, Boreales, Revista Isla Negra y en periódicos como El Post Antillano.  Tiene tres libros publicados: Universos (micro-cuentos); Testamento (antología poética; una selección de 46 cuadernos) y Catarsis de maletas (cuentos).  Actualmente reside en la ciudad de Nueva York y desarrolla la plataforma multi-mediática Servicios de Prensa Cultural.  Para Carlos Esteban Cana profesar creación y cultura es como recibir oxígeno; vehículos que le permiten ejercer su libertad.