por Caronte Campos Elíseos
Como recordarán, la última vez que escribía para este blog, el gobierno había declarado el estado de sequía. En ese momento me disponía a tomar una ducha pero no había agua en la casa. Pensé que el improvisado plan de la Autoridad de Acueductos había comenzado. Nada más lejos de la realidad. Lo que era una realidad era que la Autoridad me había cortado el servicio de agua potable (si es que puede llamarse potable) por falta de pago. Claro, en este país es mejor y más fácil cortar los servicios básicos a un desempleado y enfermo (mental) como yo, que a las agencias de gobiernos y grandes empresas que tampoco pagan y deben millones de galones (en dólares). Pero bueno, aunque logré hacer el pago y tengo agua nuevamente, he decidido economizarla. Todos los que me conocen saben de mi profusa hidrofobia, por lo que ahora me ducho cada tercer día.
Toda
esta fétida situación me puso a pensar intensamente. Pensaba en cómo todos los años caemos reiteradamente
en temporadas de sequía; y en que, de lo que estamos inundados es de políticos
y gobernantes ineptos. Obviamente mi
falta de lucidez no me permite analizar profunda y seriamente todas las
cosas. Y todos mis seguidores saben que
cuando no tengo nada importante, coherente o interesante que publicar, escribo
solo disparates. En esta ocasión, mi
sequedad intelectual solo me alcanza para el “top five” de la sequía actual. Estas son las razones (según yo) por las que todos los años vivimos la deshidratación de
los embalses. Considero que es un tema
que salpica a todo el mundo, por lo que hoy se las comparto.
Cinco razones de la sequía boricua
1.
Clima tropical
– Como dice el viejo y conocido refrán, no es fácil vivir en el trópico. Vivimos en una región que llueve la mayor
parte del año y la precipitación es continua.
Tanto así que, con solo varias gotas las mayoría de las calles se
inundan, hay derrumbes y el gobierno se ha visto en la obligación de abrir las
represas para evitar el desbordamiento. Agua
que en los meses de sequía nos hace notable falta.
2.
Dragado en los embalses
– La evaporada planificación gubernamental ha redundado en 20 años sin dragar
los embalses. El último dragado fue en
el 1995, a un costo de sobre $60 millones, sin contar con los millones que se
fueron por el tubo de la corrupción y los que se sumaron a la deuda con todo
los intereses. Mientras tanto, el
sedimento llena los embalses, hay menos captación de agua y la que recogen no
es recomendable para la salud de nadie.
3.
Salideros
– Mientras la prensa insiste en que el problema es el agua que desperdiciamos,
la propia autoridad desperdicia un 30% (aproximado)
de su producción. Los salideros es una
irresponsabilidad e ineptitud constante y perenne. Tuberías antiguas, tubos rotos, acueductos
fantasmas, sumergen al pueblo en el desecamiento del preciado líquido y del
“cash flow”.
4.
Reuso del agua
– Toda la vida nos han hecho creer que el agua que utilizamos en la casa y que
baja por las tuberías y los drenajes, van a parar a los embalses
nuevamente. Si esa leyenda urbana es
cierta, el agua que sale por los grifos es reusada (aunque sea del inodoro).
Entonces, si es de esa manera cochambrosa cómo funciona el sistema,
porque la demonización del uso en los hogares.
Si al final del día, el agua que utilizamos la pagamos por enésima vez,
aunque la hayan cobrado en los ciclos anteriores.
5. Súper Tubo
– No hay que decir mucho. Considerando
el costo de este mega proyecto ($345
Millones sin incluir los costos de corrupción), que todavía y desde los
años noventa estamos pagando con IVU e IVA, no cumple con su función principal. Si bien retrasa la llegada de la
implementación del racionamiento a ciertas áreas de la isla, la misma es
inevitable. Sin mencionar que cada vez
que se le abre la llave se rompe, y termina llevando solamente aire sin el
ciclo hidrológico.
Por
último, pero no menos indignante, la añapita.
Esta es la gota que colma la copa (la
copa es lo único que se desborda en este país).
6.
Plantas desalinizadoras
– Es una vergüenza para el pueblo de Puerto Rico, que a estas alturas de la
historia no estén operando plantas desalinizadoras. Siendo la nuestra, una isla rodeada de agua
por todas partes, es irónico que tengamos escasez del preciado líquido. Los discursos de los políticos están
saturados de excusas. Que son costosas,
el mantenimiento es caro, no tenemos fondos, no hay expertos para la
construcción y mucho menos para la operación de las mismas. Mientras los embalses bajan, el nivel del mar
aumenta; y mientras la marea va y viene, seguimos sedientos de una alternativa
viable.
En medio
de toda esta marejada de incertidumbre sobre los manejos de uno de los recursos
más importantes y necesarios para vivir, seguimos nosotros en el papel de
víctima y victimario. Tenemos tipos que
salen en televisión diciendo que ese no es problema ni asunto del
gobierno. Que ellos, dijo con su cara de
lechuga, no pueden hacer que caiga la lluvia tan necesaria. Esto, aun cuando tuvimos a un mesías por
gobernador, que hacía levitar las tarimas y bailar los incautos. Valdría preguntarse también, que podrá hacer
sin suficiente agua, el llamado tiburón blanco.
Luego de las elecciones todos están como peces en el agua… haciendo nada,
nada y nada. Mientras tanto, nos vemos
en la necesidad de adquirir purificadores, destiladores o tomar agua en
botellas plásticas con BPA.
La
prensa que nos hace creer que el agua que desperdiciamos es la causa de la seca
que padecemos, les sigue la corriente a los pseudolíderes. Nadie se sumerge en las profundidades del
problema, y terminamos siempre AGUAntando y teniendo sueños mojados con un
cambio real. Vivimos literalmente, con
el agua hasta el cuello. Estamos tocando
fondo.
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