por Caronte Campos Elíseos
Luego
de retirar las tormenteras, soltar todas las amarras para proteger la terraza,
y después de colocar nuevamente todos los objetos que podrían servir como
proyectiles aéreos por los vientos, me dediqué a consumir todo lo que compré
compulsivamente para la fallida tormenta.
La tormenta no fue lo único que falló. Como era de esperarse, también falló el sistema eléctrico del
país. Mientras tomaba toda esa cerveza y
todas las demás provisiones alcohólicas que guardaba para el posible cautiverio
(provocado por la ley seca), pensaba
como era posible que después de tantos avances científicos y tantos equipos
sofisticados, no puedan darnos una proyección más certera que la que ofrecen en
caso de estos fenómenos atmosféricos.
Mientras
los boricuas nos hemos pasado varias semanas distraídos con algunos
problemillas causados por la lluvia constante y alguno que otro causado por
gobierno y su singular forma de manejar ciertos asuntos, en especial el
Departamento de Hacienda con su "delay" con los
reintegros... el mundo real (me refiero
al que está más allá de nuestro propio mundo insular) convulsionaba y
estallaban en diferente países protestas populares. Cuando digo populares me refiero a que son
protestas que cuentan con el apoyo de
gran parte de la población.
Aclaro esto por si algún militante del corazón del rollo de alguna de
las tribus políticas locales está leyendo.
No vaya a ser que dentro de nuestra locura tropical piensen que sus
respectivos partidos tienen algún capitulo internacional.
Ejemplo
de estos movimientos masivos de
protestas contra algún gobierno y en contra de sus acciones, lo es
Brasil. Los brasileños comenzaron una
serie de protestas por un aumento estipulado por el gobierno en el costo del
transporte público. Este aumento de diez
centavos (si, está leyendo bien, diez
centavos) provocó que millones de personas se lanzaran a las calles a
denunciar el abuso gubernamental. El
asunto fue subiendo de tono cuando los manifestantes decidieron aprovechar la
coyuntura histórica para dejar saber su malestar por otra serie de políticas
económicas que afectaban sus bolsillos.
La jornada se intensificó cuando después de incluir su exigencia de
detener la corrupción, y su mandato de mayor inversión en salud y educación,
los manifestantes pusieron sus miras hacia el gasto de dinero público en la
celebración de la Copa Confederaciones de Futbol. Las protestas se trasladaron a los estadios
donde se jugaba dicho torneo e incluso pedían un alto en la inversión para este tipo de
eventos.
Otro
país que vive momentos similares desde el mes de mayo lo es, Turquía. El fuerte movimiento antigubernamental en las
calles turcas tiene su origen en la decisión del gobierno de demoler un parque
ubicado en la plaza de Estambul, para construir en su lugar un centro
comercial. A casi dos meses de comenzada
la ola de protestas, las cifras alcanzan los seis muertos, 8 mil de heridos, y
cientos de arrestados en las calles.
Amén de la brutal represión policial que vive el país.
Ciertamente
tengo que incluir a Egipto, y las manifestaciones en la Plaza Tahrir, en El
Cairo. Aparte de ser las más violentas y
las más concurridas, estas eran para pedir cambios en el gobierno y la renuncia
de sus dirigentes. No podemos olvidar
que durante la "Primavera Árabe",
este país vivió momentos similares al tener que dimitir su entonces presidente,
Hosni Mubarak. Luego de este evento es
seleccionado en elecciones libres, Mohamed Morsi, a quien en días recientes le
propinaran un golpe de estado. En la actualidad
la división entre los opositores y los seguidores de Morsi, podría desembocar
en una guerra civil.
Más
allá de entrar en los méritos de estos movimientos, el factor común entre estos
eventos, es decir, las masas actuando colectivamente para el bien general, es lo que me parece muy curioso. Claro, luego de haber consumido tanto
alcohol, gracias al simulacro de tormenta, absolutamente todo me parece
curioso, y hasta cierto punto, gracioso.
De hecho, risa es lo que me provoca cuando recuerdo que mientras todo
esto sucedía a través del globo, las redes sociales nativas se desbordaban en
señalar y criticar duramente la vida de los residentes de los caseríos
públicos. Es una conducta y una
costumbre generalizada en la isla que no se limita al tiempo de fenómenos
atmosféricos, atribuir a los habitantes de los residenciales, responsabilidad
de casi todos los problemas que aquejan a la clase media y trabajadora del
país. O al menos acusarlos de ser la
principal carga de los asalariados, al estos últimos tener que costear todos
los servicios, programas de asistencia económica, nutricional, salud, y
subsidios en general (agua, luz,
teléfono). Esto sin mencionar las
ayudas para renta, celulares, y no me extrañaría que hasta para cable
televisión. Más aún, tienen el estigma
de ser la claque del país, de ser los más vagos y tienen el sello que simboliza
la pereza en su mayor expresión.
El
movimiento social criollo se conglomeró en los "Status Updates" de Facebook y en los 140 caracteres de
Twitter. De ordinario, yo deambulo por
esas vías y generalmente son espacios apacibles. Pero con los vientos de tormenta recientes se
transformaron en campos de empalamiento
para aquellos que viven del sistema. Al
menos esa fue mi interpretación sobre los hechos. Por tal motivo quiero dejar aquí consignadas
mi percepción y mi punto de vista sobre este asunto.
(Nota:
Con tan alto porcentaje de alcohol en mi sangre, y con la mezcla de los
medicamentos junto con mi andropausia, es posible que mi punto de vista esté alterado
y mi percepción no esté en su sano juicio)
Este
tema de los beneficiarios de los programas sociales es un tanto complicado
porque desata pasiones, deseos reprimidos y toca la fibra más íntima de cada
puertorriqueño individualmente. Cada uno
lo ve y lo analiza según su realidad o sus fantasías secretas. No se puede negar tampoco que genera división
entre los que se aventuran a opinar sobre el mismo. Tan es así que existe multiplicidad de
epítetos para referirse a esta clase social, baja o pobre, como se quiera
llamar. Desde parásitos hasta vividores,
desde vagos hasta irresponsables, la lista de calificativos es casi
interminable. No voy a expresar en forma
alguna si estoy de acuerdo o no con esta práctica, ya que conozco muchas buenas
personas que allí residen. Al final del
día, lo menos que debe importarle a usted es mi tonta opinión, ya que es de
nula importancia y carece de relevancia para la vida de otros (incluso la mía
propia). Lo que sí debe importarle es
formularse su propio pensamiento con
todos los elementos de juicio. De todas formas,
sin importar cual posición usted asuma, nunca existirá un consenso general.
Recientemente
leía una columna de un conocido comentarista sobre este asunto de las ayudas
económicas. En la misma este individuo
realizaba una comparativa estrictamente numérica sobre lo que representa para
una familia acogerse a dichos programas o buscar un empleo donde genere algún
tipo de compensación monetaria. De más
está decir, que en el "bottom
line" para una familia con una composición de tres personas, es mucho
más conveniente, en dólares y centavos, recibir las ayudas gubernamentales, que
buscar un empleo a tiempo completo con el salario mínimo federal. Cabe mencionar que estas personas, en efecto,
sí buscan un empleo informal fuera de nómina alguna, para evitar de esta manera
perder las ayudas que reciben. Así se
desprende del análisis, donde el ingreso generado por esta familia a través del
trabajo honesto, solo terminaría en números rojos cada fin de mes. Dado lo anterior, se ejemplifica como se les
dificultaría a estas personas cubrir sus necesidades básicas para vivir. El título de esta columna (¿Somos un pueblo de vagos?) generó una
ola de críticas ya que para algunos, ponía en tela de juicio el perfil del
trabajador boricua. El autor concluye su
columna con la suposición de que el sistema está diseñado para mantener sumidos
en la miseria estas personas a modo de fomentar la dependencia y disminuir las
oportunidades de superación para este grupo.
Como participante de algunos de estos programas (incluyendo el de los Hogares Crea), doy fe de que en efecto, las
ventajas de recibir todos esos vales sobre el caos que genera el pertenecer a
un ambiente de trabajo estresante, es un incentivo para no abandonarlos jamás.
Usted
puede estar de acuerdo o no con la conclusión del mencionado escrito, pero lo
que sí es evidente y no se puede negar, es que puso a flor de piel el verdadero
sentir de gran parte de la clase trabajadora.
Con todas las críticas y las respuestas que se expresaron a través de
varios medios, quedaron evidenciadas las condiciones en que se encuentra la
clase media del país. Una clase media
abusada, cansada, y devastada por el peso de cargar un país de ricos acumulando
capital y de un gobierno que pasó de ser uno paternalista a convertirse en una entidad
indiferente al sentir de sus constituyentes.
Son estas dos instituciones, con sus prácticas capitalistas y sus
impuestos surreales, respectivamente, las que han inducido al enfrentamiento y
al desprecio entre las dos clases inferiores.
Por eso no es de extrañarse que la parte de la población que participa
de lleno en el mundo laboral, arremeta con extrema impiedad contra la parte de
la población que "le ha seguido el
juego" al sistema.
Es
notable que la estrategia de polarizar la atención y la opinión pública hacia
temas irrelevantes e insignificantes, en lugar de que se enfoquen en el
verdadero origen del caos imperante, funciona de manera absurda, como un reloj (al menos en este servidor). El caso más reciente y más evidente sobre
este desapego entre clases, fueron las manifestaciones a través de las redes
sociales tan pronto se activó el aviso de tormenta tropical. Los perfiles y los "tweets" no hacían otra cosa más que hacer referencia a
la buena vida y llena de lujos que se dan estos indigentes, a costa de los
contribuyentes. Todo permeaba ira,
coraje, odio, y por qué no, hasta envidia (al
menos en mi persona). Pero el que
conozca y entienda un poco de como es el funcionamiento del gobierno y como
este maneja sus arcas, sabe que la inmensa mayoría de todas las ayudas
dirigidas a los participantes de todos esos programas, no salen necesariamente
del bolsillo de los trabajadores. Al
menos NO de la forma y manera que ellos piensan.
Dando
un mirada a "grosso modo" a
los números disponibles en la página virtual
del Banco Gubernamental de Fomento, los cuales son provistos por la Junta de
Planificación (tomándolos por fe, ya que
sabemos que el gobierno practica la manipulación de sus propios números y
estadísticas), podremos entender de donde provienen los fondos en
discusión. Ahí podremos ver las
cantidades de las transferencias económicas que el gobierno federal realiza
para sostener los programas sociales del Estado Libre Asociado. No voy a discutir en esta ocasión dichas
transferencias y sus orígenes, porque eso es harina de otro costal. Lo que quiero traer a su atención (otra vez
la costumbre de hablar conmigo mismo) es
lo que se esconde detrás de esta cortina de humo que nos han levantado ante
nuestros ojos, y que solo nos permite ver lo que ciertos grupos de interés
quieren que veamos. Pero es un secreto a
voces que la cantidad ($$ en millones $$)
de dichas transferencias dependen intrínsecamente de la cantidad de personas
participantes y beneficiarias. Es decir,
mientras más dependientes empedernidos, más dinero recibe el Estado y más
dinero pueden desviar los funcionarios con su corrupción insaciable. Es así de simple. Suma por un lado y resta por el otro. Nosotros, por cosa del plan divino, estamos en el lado de la substracción.
Nos
adoctrinan para evitar que nos contagiemos con la pandemia de dignidad que resumí someramente al inicio,
y que en estos momentos arropa a los países antes mencionados, y a muchos otros
que están mucho más cercanos a nuestra zona.
Mientras esos pueblos se levantan y alzan su voz de protesta en reclamo
de lo que les pertenece y en contra de los abusos de sus respectivos gobiernos,
exigiendo transparencia en el manejo de sus riquezas, nosotros les seguimos el
juego a las autoridades de culpar al vecino
(yo tengo unos bastante molestos). Mientras estos ciudadanos toman conciencia
sobre lo que merecen de sus gobernantes, y sobre las razones por las que
delegaron en ellos sus poderes para dirigir su vida colectiva, a nosotros se
nos va la vida buscando y señalando falsos positivos.
La
ceguera es tal, que ni siquiera podemos ver más allá de lo evidente. Nos sentamos a desdeñar a nuestros hermanos
puertorriqueños sin entrar en los méritos de sus razones individuales. Hacemos generalizaciones sin considerar que
la realidad de cada hogar puede ser distinta a la percepción que tenemos y que
nos han inculcado. Al fin y al cabo,
esto más fácil que aceptar el hecho de que han estado "Sembrando ideas"
en nosotros. Nadie, ninguno de nosotros
quiere salir de su zona cómoda. Nadie
está dispuesto a salir y tomar las calles en reclamo de un trato justo para
todos, en reclamo de verdadera igualdad, y no la igualdad que quieren las
autoridades que creamos. Nos quedamos
mirando, sin inmutarnos, las mil y una forma en que el Estado nos usa y nos
abusa.
Es
nuestro gobierno y son nuestros líderes (me
incluyo en esta última falacia cuando digo nuestros, para no quedar fuera de
grupo) los que nos tienen y nos mantienen en esta situación perenne. La corrupción, el pillaje, el tumbe rampante
que reina dentro de la institución principal de
nuestra civilización (esto es una
hipérbole) es lo que nos lleva rumbo a la miseria (si no es que ya llegamos).
Los honorables piratas saquean todo a su paso sin ningún tipo de
consideración ética o moral. Son estos
corsarios los que con su instaurado nepotismo, dando los empleos a batatas políticas
por encima de candidatos bien preparados académicamente, con sus emisiones de
bonos para sus bolsillos, los de sus colegas y allegados, con sus salarios
estrambóticos, con sus contratos pornográficos (recuerde que nosotros somos los de abajo) para sus amigotes, y con
su mala administración y derroche de fondos públicos, son ellos y solamente
ellos los que nos llevan a la banca rota y nos la echan en la cara. En adición a todo lo anterior y por si fuera
poco, nos imponen nuevos impuestos y arbitrios para, sistemáticamente, despojarnos
de nuestros ya empobrecidos ingresos.
La
ineptitud de estos seres elegidos es de tal magnitud, que no se dignan en
ofrecernos calidad en los servicios básicos.
Tan es así, que hasta el fantasma de la tormenta Chantal dejó la mitad
de la isla en una oscuridad casi incomprensible. Nos hacen pensar que los pobres somos los que
nos robamos la luz, sin embargo es a los altos funcionarios los primeros que se
les encuentran “pillos” en sus
hogares. A parte de la gran cantidad de
energía que se desperdicia por el exceso de producción innecesaria, la cual también
paga la clase trabajadora. No solamente
nos desvalijan de nuestros bienes, sino que no hacen su trabajo. La criminalidad campea por su respeto, la
seguridad es mínima, el desempleo sube como la espuma, la educación y la salud
son de quinta. Mucho peor que en las "Repúblicas Bananeras" o "Republiquetas" como les hemos
llamado históricamente a nuestros países hermanos despectivamente (hoy estos países nos dejan el tercer mundo
solo para nosotros). Solo se limitan
a llenar sus cuentas bancarias, a lucir sus mejores galas y a pagar los favores
políticos que dejan sus costosas campañas para cada una de las
candidaturas. Se olvidan de su verdadero
llamado, les vale madre la confianza depositada en ellos al ser seleccionados
como dignatarios (esto es una broma)
y representantes de los deseos genuinos de superación de todo un pueblo.
Todo
esto en el marco de la legalidad. Es por
esto que siempre reclamo que nos merecemos un "Nuevo Estado de Derecho", que elimine y erradique para siempre todo este oportunismo. Créalo o no, amigo lector (cuando estoy ebrio todos son mis amigos)
esto es un sistema diseñado para, en arroz y habichuelas, chuparnos el vivir (por favor, no lo asocie con lo
pornográfico).
Mientras
tanto, vivimos una guerra civil fabricada en nuestras mentes por estos
burócratas, disparando de la baqueta contra los que creemos son nuestros
enemigos. Sin embargo, cada cuatro años
salimos como ovejas ciegas de un rebaño mal cuidado, al matadero electoral. Allí, a través del voto volvemos a poner
nuestra confianza, nuestra fe y nuestras esperanzas de un mejor mañana para
nosotros y nuestros hijos (en algún
momento los tendré) en las manos de estos tipejos, que son el verdadero
cáncer de nuestra sociedad. Somos
nosotros los que hacemos plausibles su piratería y aceptamos a cambio sus supuestas dádivas o migajas (como los dos
días sin pagar IVU en los efectos y materiales con fines Educativos).
Solamente
cuando abramos los ojos al mundo real, encontraremos la luz al final del túnel
que nos sacará de esta oscuridad permanente.
Oscuridad que no nos deja ver como otros pueblos tienen la valentía y el
coraje que nos falta a nosotros para tomar las riendas de nuestro destino
colectivo. Oscuridad que no permite que
identifiquemos los verdaderos causantes de nuestra patética realidad, y nos
tiene viviendo dando golpes a ciegas.
Oscuridad que nos mantiene paralizados e inmóviles por miedo a dar pasos
en falso. Sigamos el camino de esos
pueblos rebeldes, que encuentran su
orgullo nacional y defienden su patrimonio.
Al final de la lucha... la luz también brillará para nosotros.
¡Levántate
y anda!
(Otra
Nota: Pido disculpas anticipadas por los errores, horrores y/o disparates que
pueda usted encontrar en estas líneas. Recuerde que ha sido el enorme estado de
embriaguez y la fuerte resaca los que han dirigido mis palabras)