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lunes, 2 de febrero de 2015

Libros de Angelo Negrón


Sinopsis: La vida de un solitario muchacho cambia por completo cuando comienza a entrometerse a distancia en la vida de otros. Él disculpa su comportamiento bajo la creencia de que padece criptoscopofilia; un comportamiento sexual en el que la excitación erótica, la facilitación y el logro del orgasmo dependen de ver la conducta, sexual o no, de otras personas en la privacidad de su hogar.


Con su pasatiempo el ligón descubrirá que las perversiones humanas están en todas partes y no sólo en aquel edificio de apartamentos al que observa a través del instrumento óptico que permite ver objetos lejanos con mucho más detalle que a simple vista y al que ha titulado el tubo indagador. El telescopio, además de transportarlo a varias pesadillas le ayudará a encontrar a su verdadero amor.

Disponible en:




“…Muchos de los escritos incluidos en CAUSA Y EFECTO tienen unos ribetes eróticos, pero otros están vestidos (¿desvestidos?) con una carga sensual de alto voltaje. Hay cuentos donde se dan cita la totalidad de los elementos previamente mencionados: los giros inesperados y el climax arriba de la conclusión, tabúes y sexualidad; aunados dichos factores las páginas del autor urden unos hechizos que se quedan trashumando mucho tiempo, por vericuetos bifurcados, en la mente de l@s que deambulen en los... universos aviesos de Angelo…”

Tony Aguado Charneco
Escritor



Disponible en:



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Angelo Negrón es narrador, bloguero y asiduo fanático de la twitteratura. Oriundo del pueblo costero de Cataño. A finales de la década del 80 funda y dirige la revista Senderos. Durante los años siguientes sus cuentos serán conocidos en las páginas de la revista Taller Literario. A raíz de esa experiencia entra en contacto con una serie de cuenteros de diferentes partes de Puerto Rico, entre ellos el escritor Antonio Aguado Charneco, que considera a Negrón como uno de los principales narradores de su promoción generacional. En la primera década del presente siglo comienza a publicar en la WEB su bitácora titulada Confesiones, en la que ha ido publicando algunas de sus piezas narrativas, que suman más de una centena. Al día de hoy su portal cibernético ha recibido más de 63,000 visitas, según diversos contadores de estadísticas. Su blog, a través de los años, se ha ido convirtiendo además en un espacio cibernético que ilustra el acontecer cultural boricua, y reproduce ocasionalmente el boletín “En las letras, desde Puerto Rico”. Recientemente fue incluido en la antología Cuentos puertorriqueños en el nuevo milenio, antología que recoge 50 cuentos de 50 narradores puertorriqueños contemporáneos, publicado por la editorial Libros de la Iguana. En enero del presente año comenzaron a circular sus libros Causa y efecto (cuentos) y Ojos furtivos (novela), bajo el sello de Publicaciones Gaviota. Para Angelo Negrón escribir, más que ordenar palabras, es ordenar ideas. Al respecto manifiesta: “Es un juego muy serio, cuando escribimos emitimos señales que el lector tiene la posibilidad de interpretar de un modo u otro. Es ese proceso puede adoptar el rol del protagonista o ser un mero observador. Es aquí que se dinamiza el ejercicio y el lector ya no es un ente pasivo. Y entonces se puede convertir en parte de lo que lee, disfrutando u odiándolo, estando de acuerdo o no. Yo escribo para eso, aspiro a sembrar una "espinita" que duela o acaricie, poco o mucho, pero que, al final del camino, dé qué pensar”.

martes, 13 de enero de 2015

Aquí, allá y en todas partes: Necesitamos la Palabra para abrazar la Vida (Conversación con Dalia Stella González, Primera parte)

por Carlos Esteban Cana

Ella es una de las voces más genuinas de la nueva promoción de escritores que hacen surco propio en este momento. Su novela En el umbral de tu voz, publicada en el 2013 por Terranova Editores le ha merecido reconocimiento en el panorama de las letras boricuas. En la misma nos encontramos en la ciudad de Lear con Lara, Isaí y Sergio, quienes experimentan desde el entorno familiar las sombras y luces que puede provocar el autismo, dinámica que también espejea el ambiente que permea en la propia ciudad. Tal encrucijada trae a la memoria de este lector al Víctor Hugo Rodríguez de Cauce sin río o al inolvidable Teófilo Sampedro de El 30 de febrero, esas das novelas urbanas que Enrique Laguerre publicó a mediados del siglo pasado.

Por lo anterior quiero dedicar esta nueva entrega de mi columna Aquí, allá y en todas partes, publicada de manera consecuente en la bitácora Buscandoluz al final del túnel del editor Caronte Campos Eliseos, a la escritora de En el umbral de tu voz. ¿Su nombre? Dalia Stella González.

En esta primera parte, conversamos acerca de su particular tránsito en los linderos de la creación literaria.

Carlos Esteban Cana: Dalia, Hablemos acerca del mundo de la creación… ¿Por qué crees que tu vida ha sido marcada por el signo artístico…

Dalia Stella González: A los tres años de edad me empeñé en que mi abuela, maestra de primer grado, me enseñara a leer y a escribir; a los cuatro tuve mi primera guitarra –era eléctrica que todavía la conservo y funciona –y me sentía completa. El lenguaje de la palabra y la música constituye un elemento orgánico en mí, tan esencial como respirar. Mi diversión mayor era escuchar a mi nana contarme historias que inventaba de los magazines. Cuando me convertí en abogada, pienso que mi fascinación era contar historias verosímiles para persuadir a mi audiencia. Creo que es un don, yo no lo construí, él me tomó a mí.

CEC: En cuál género literario sientes que fluyes más como creadora, al menos en este momento…

DSG: En la novela, por la capacidad que me permite para crear o expandir espacios alternos y mayor concurrencias disonantes o armónicas de voces. Del cuento lo que me cautiva es el reto de la exactitud que me obsesiona con ese incidente único que me urge detenerme a contar. He descubierto que existen periodos en mi vida en los que necesito escribir cuentos como un modo de balancearme y pausar. La poesía… creo que atraviesa toda mi escritura, igual que la música.

CEC: Cómo contrastas esa experiencia que privilegias, en la novela, con la que recibes al explorar otros géneros u otras disciplinas artísticas…

DSG: Por bastantes años, mi expresión más fluida fue tocar mi guitarra y cantar. Mi escritura la conocían muy pocos, era intermitentemente pública. Cuando compongo una canción o escribo poesía es como hablar el lenguaje con el que nací. Una vez dije que la poesía es el lenguaje con el que nacemos y la prosa es el lenguaje que aprendemos. Respecto a otros géneros, el escribir ensayos me transporta a la sala de un tribunal en pleno juicio donde me exige evidenciar cada tesis o argumento. Y las veces que he incursionado en el cine (cortometrajes) ha sido una aventura de pura adrenalina mental y creativa.

CEC: ¿Necesitas distancia o soledad para realizar tu obra?

DSG: Sí, necesito soledad y silencio. Para escribir solo me acompaña una melodía (inventada o compuesta por alguien más) que será el hilo conductor para darle cohesión al texto, el ritmo, movimiento y tono a mi escritura.

CEC: Como creadora, con toda esa visión propia de tu época… ¿cómo observas lo que te precede en el arte?; ¿cuáles son, si alguna, esas voces creativas del pasado o de la actualidad que merecen tu atención?

DSG: Del pasado me hablan Borges, García Márquez, Tolstói, Cortázar. Me han hablado mucho las voces desde el teatro. Me fascinaba leer obras de teatro (La casa de Bernarda Alba, Un niño azul para esa sobra, La pasión según Antígona Pérez…) Quizá de ahí proviene la polifonía y cinematografía en mis textos. Entre los del presente figuran Paul Auster, Juan Gabriel Vásquez, Alessandro Baricco, Andrés Neuman, Eduardo Lalo, Rubem Fonseca, Santiago Gamboa y mis colegas de la Maestría de Creación Literaria que han publicado propuestas innovadoras y poderosas en la narrativa del cuento, novela y microficción.

CEC: Puedes describir tu poética, es decir, decir algo de la materia prima con la que haces tu obra…

DSG: La materia prima que está siempre presente en mi obra se compone de verdades universales como el amor, el sacrificio, el honor, la solidaridad, la compasión. Digamos que se trata del elemento humano. Otro material presente lo es también la miseria de del vacío, el amplio campo entre el silencio y la voz en el que deambulamos a diario sin sospecharlo, la fibra humana que se esconde detrás de la voz. Al final, es todo lo que cuenta. Pienso que la escritura que perdura es la que aligera el corazón humano, que le infunde el coraje, valor, esperanza, sacrificio y fortaleza para vencer. Lo que justifica mi agonía y sudor al escribir, es saber que al final, cuando suenen las trompetas, algo fue mejor en quien me leyó porque mi voz fue sostén o provocó una transformación.

CEC: ¿Tienes algún ritual a la hora de acercarte a la página en blanco? ¿Concibes la idea, el motivo, con anterioridad o te vas en un flujo de palabras hasta que encuentras el delta indicado?…

DSG: Al inicio soy muy caótica con mis anotaciones. Mi mente construye todo el tiempo. Luego paso a construir minuciosamente cada personaje. Es un proceso un tanto bipolar [Ríe].
Antes que armar la historia, concibo el tema o temas. Es una brújula que me acompañará a construir el armazón. A veces se altera un poco el proceso y llegan los personajes delineando los conflictos. Lo que es imprescindible es tener el tono antes de escribir la primera palabra. No puedo seguir un flujo de palabras. Las palabras necesitan una voz –aun la voz narrativa –para que cobren vida y valor. Más que rituales, tengo manías al momento de escribir.

CEC: En un mundo como el nuestro, y enmarcado en todo lo que quieras nombrar del mismo -en una dirección u otra-, ¿tiene lugar el arte, la palabra, la creación?…

DSG: Vivimos en ciudades difusas, en un mundo donde, aún con la tecnología e Internet, no parece estar conectado. La norma es la dispersión. Es lo que he llamado un autismo colectivo. Creo que el arte, la palabra enunciada (voz), la literatura y cualquier otra creación funciona como un neurotransmisor que nos conecta. Una frase de Andrés Tarkovsky dice que “la gente hace arte porque la vida no es perfecta”. No todo lo que contemplamos es bello. He ahí que necesitamos el arte para comprender la vida, necesitamos la Palabra para abrazar la Vida.


* * * * * *

(La segunda parte de esta entrevista a Dalia Stella González está disponible en la bitácora Confesiones del narrador AngeloNegrón)
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Carlos Esteban CanaComunicador y escritor.  Nació en Bayamón, Puerto Rico, pero se crió en el pueblo costero de Cataño. Fundador de la revista y colectivo TALLER LITERARIO, publicación alternativa que marcó la última década de creación literaria boricua en el siglo XX.  Ha trabajado en el Instituto de Cultura Puertorriqueña como Coordinador Editorial, Director de Prensa para la V Feria Internacional del Libro de Puerto Rico y como Coordinador de Medios para el Encuentro de Escritores De-Generaciones.  Su periodismo cultural ha sido publicado en periódicos y publicaciones como Dialogo, Cayey, CulturA, El Nuevo Día, y Resonancias, entre otras.  Fue parte del colectivo El Sótano 00931.  Colaboro con el poeta Julio Cesar Pol, junto a Nicole Cecilia Delgado y Loretta Collins, en la antología Los Rostros de la Hidra.

Su periodismo cultural es reproducido en diversos espacios y bitácoras cibernéticas, con columnas como: Breves en la cartografía cultural; Aquí allá y en todas partes; Crónicas urbanas y el boletín En las letras, desde Puerto Rico, en bitácoras como Confesiones, Sólo Disparates: buscando la luz al final del túnel, Panaceas y placebos, Boreales, Revista Isla Negra y en periódicos como El Post Antillano.  Tiene tres libros publicados: Universos (micro-cuentos); Testamento (antología poética; una selección de 46 cuadernos) y Catarsis de maletas (cuentos).  Actualmente reside en la ciudad de Nueva York y desarrolla la plataforma multi-mediática Servicios de Prensa Cultural.  Para Carlos Esteban Cana profesar creación y cultura es como recibir oxígeno; vehículos que le permiten ejercer su libertad.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Cuello blanco

Por: Antonio Aguado Charneco


La bata, estilo albornoz, colgaba suelta alrededor de la mujer sentada en la butaca. Frente a ella brillaba el monitor de una ordenadora de palabras, en el que se podía leer: Las garras de los criminales ocultas bajo elegantes guantes…

El cabello de Carmicci, recogido alto, se mostraba muy negro y brilloso con la humedad de un duchazo reciente. Por su cuello todavía se deslizaban, acariciantes, lentas perlas de agua mientras sus dedos viajaban con celeridad pulsando el teclado: Comprando influencias en las esferas gubernamentales e intimidando luego a las autoridades con sus prepotentes credenciales políticas.

Por la pálida piel de su rostro viajó un temor, un tic, desde el ojo izquierdo hasta la boca; se ocasionó un leve tremor en el carnoso labio inferior cuando la periodista se atrevió a oprimir las letras, en una posible fatídica secuencia, de una cualidad acusadora: El afán de lucro de unos grandes comerciantes, la codicia desmedida de unos acaudalados profesionales, le facilitan a los narco-traficantes los dineros para financiar la importación de vicios que alienan y esclavizan.

La sombra entró a su área de visión causándole un sobresalto; pero la reportera volvió a calmarse cuando sus ojos aquamarina reconocieron a Carlosomar. Él le alargó una copa de champán; con un gesto se disculpó por la interrupción y con otro le indicó que continuara su labor.


Carmicci sonrió y se estiró sobre el butacón que utilizaba solamente cuando iba a escribir. Mientras sorbía el casi congelado líquido dorado, escanciado por su adorado, se sintió muy dichosa; tan sólo llevaban una semana viviendo juntos y ya ella sabía que iba a ser una relación por toda su vida… Así resultaría ser.

Mientras lo escuchaba quebrando hielo, a punzón, pensó que para ella Carlosomar lo tenía todo: inteligente, apuesto, buen amante… tanto en la cama como en el asiento de sus autos deportivos; ambicioso, sumamente ambicioso, en vías  de hacer fortuna por sus habilidades como corredor en la bolsa de valores; cariñoso, en extremo cariñoso; también fascinado con el oficio de ella, o sea, que no existía preocupación de que se antojara que ella dejara su trabajo.

Carmicci colocó la copa vacía en un tablillero adyacente para reanudar su tarea:  En este último artículo de la serie se mencionarán los criminales, junto a sus aliados de cuello blanco, y grandes firmas comerciales involucradas en el contrabando, en el comercio ilícito, con la utilización de furgones de carga conteniendo muy poca mercancía legal…

Las manos de Carl, apócope en el cual él insistía, se ciñeron alrededor de la nívea garganta de la joven; y los dedos,  helados,  debido al contacto con los hielos de la cubeta que albergaba el botellón, ocasionaron en ella un escalofrío. Con los pulgares él procedió a masajearle la nuca.

Carmicci cerró los ojos y volvió a sonreír. Carl la mimaba tanto: la manicuraba y le depilaba los vellos, para que ella no tuviera que perder tiempo en el salón de belleza; incluso le secaba los oídos con palitos de punta en algodón. Tan considerado Carl, siempre tan caballeroso.

La reportera sintió las manos alejarse. Luego el hormigueo de la motita algodonada limpiando dentro de su oreja derecha. Carmicci se relajó más, esperando las cosquillas en el otro lado; en vez de ello sintió un punto gélido que la tocó dentro del mismo oído

El picador de hielo penetró por el canal auditivo con sonido de fuelle desinflado, en suave movimiento por un orificio de entrada, sin oposición ósea. La muerte cerebral, instantánea, desmadejó a Carmicci arriba de la butaca como marioneta deshilada; aquél asiento ya no se usaba sólo para escribir.

Carlosomar extrajo el picahielos lentamente del oído, orificio de salida; el lugar herido cerrando en vacío, sin provocar hemorragia; una única gota de sangre se asomó, lágrima roja transformándose en acusador ojo de rubí. Un palillo punta de algodón absorbió el lunar colorado.

Carl enfundó el punzón en su vainita de cuero antes de colocarlo en el bolsillo interior de su chaquetón. De otro bolsillo sacó un teléfono celular, marcó y habló: “Hecho... Ya los muchachos en el correo no tienen que preocuparse de que los expongan. ¿Cuál va ser el diagnóstico de nuestro patólogo, el forense? ¡Aneurisma! Oquei”

Entonces con una cucharilla de platino, colgada de una cadenita alrededor de tu pescuezo jincho, procediste a darte varios pases de cocaína. Después te pusiste a reorganizar la escena del crimen mientras terminabas la champaña.

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Antonio Aguado Charneco nació en Arecibo, tierras del Cacique Jamaica Aracibo, señor de las márgenes de Abacoa. Es narrador efectivo en la traslación del lector al mundo primordial, manejador del vocablo taíno y guerrero experimentado en las lides de construir episodios del mundo original de nuestros antepasados, como les llamaba Corretjer. Sobresalen en su obra con fuerza y realismo mágico las novelas Bajarí Baracutey: el taíno de la cueva (1993), mención honorífica en el certamen del Ateneo; Anacahuita: Florespinas (2006, EDUPR), primer premio en los Juegos Florales de San Germán. Así como Ouroboros: seis cuentos galardonados (1985), premiado por la UNESCO y Sendero umbrío –cuentos- (1997). Entre sus obras inéditas destacan las novelas Guarocuya (3ra de la saga indigenista); Mediomundo (en torno a unos inmigrantes de Islas Canarias); LuzAzul (de temática erótica) y las colecciones de cuentos: Narcocuentos; Al sur del ombligo; Flores de muerte (relatos de Méjico); Cuentos con Zeta; Hálitos del Averno (antología), Soseiva Sotaler en los Umbrales Umbríos y Aryanation - Order of the New & pandeza, The Last Influemiauna novela en inglés  que se ocupa del resurgir del neo-nazismo. También tiene varios libros de ensayos.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Aquí, allá y en todas partes: Graciela Rincón Martínez o la capacidad del poeta de dar sentido a la existencia

por Carlos Esteban Cana



Cuando un grupo de escritores reflexionaba acerca de la actualidad y el futuro de la poesía latinoamericana en un conversatorio del pasado Festival Latinoamericano de Poesía Ciudad de Nueva York, escuché detenidamente las palabras de Graciela Rincón Martínez, poeta colombiana con una singular poética ecológica. A juicio del editor y escritor Carlos Aguasaco, la obra de Montes representa una neo vanguardia pues le presta su voz a seres que en apariencia parecen no estar presentes y que, sin embargo, sí lo están y son más que necesarios; una propuesta que está generando una nueva conciencia en los lectores.

Por lo anterior, queremos traer a los lectores de “Aquí, allá y en todas partes”, en la bitácora “Buscando luz al final del túnel”, las impresiones que compartió Graciela Rincón Martínez en tal conversatorio ante un auditorio integrado por profesores, estudiantes y amantes de la poesía que se dio cita en el Center Worker Education del City College de la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Esto ocurrió el 10 de octubre de 2013. Con estos pensamientos suyos quiero incluir una de sus poesías más conocidas, la primera pieza de su libro “El árbol que me habita”, titulada LA RAÍZ.


Graciela Rincón Martínez: “Yo pienso que mientras haya vida en el planeta habrá poesía, y que convivirá con muchos géneros. Y seguirá siendo un canto, un canto de juglar o el canto de un intelectual. Pero siempre va a existir la poesía. Pienso que continuará siendo algo íntimo, y que así como hay espacio para poetas sociales, también habrá lugar para poetas que canten su propia realidad”.
“Yo les escribo a los árboles, a quienes considero unos seres maravillosos, compañeros de nuestro devenir. Cualquiera preguntaría: “Bueno, pero… ¿cómo puedes estar cantándole todo el tiempo a los árboles? Con dos o tres o cinco poemas podrías agotar el tema. ¿No?”. Sin embargo, para mí cada uno de ellos es un Ser, y es un Ser a quien canto un poema muy especial. Pienso que así como yo les canto a ellos, muchos poetas querrán cantarle uno a las montañas, otros a los propios árboles, con su estilo y su propia visión de mundo, porque el poeta siempre estará dándole sentido a la existencia”.  

EL ÁRBOL QUE ME HABITA

LA RAÍZ 

I.

Desde la cuna escucho
la voz desnuda de la tierra.

Del jardín de mi infancia
escapan diminutas criaturas vegetales.

Y en las noches, la risa de las frutas
se mezcla con las canciones de mi madre.

Desde todos los lugares del mundo
los árboles me llaman.

Corro a su encuentro.

De nacimiento soy
árbol por dentro.

II.

Antes de ser árboles
eran ángeles.
Cuando pecó
la tierra con el sol
cayeron en una lluvia
verde y transparente.

Huyeron con una ala sola
y la anidaron en el cuerpo
sin vida del planeta.
Y siguieron pecando
naciendo ríos
pájaros y almendros.

Antes de ser árboles
eran ángeles
y cayeron en manzanos
y dejaron a Dios sin paraíso.

III.

Momentos que han caído
al sinfín de las ausencias.

Acuarelas que pinta la memoria:

Mi madre espantando
el pájaro de la tempestad
con un palo de padrenuestros.

Mi padre
escondiendo el huerto
de los ojos de los conejos.

Ana, abuela de risa de canario,
bajando del día pedazos de luz
para alumbrar las noches.

Las gitanas leen
la suerte de los pájaros.

Lujuria de magnolias
y yerbabuena,
perdición en la
carne de la piñas.
borracheras
con cóctel de azahares.

Mi niñez
patio de eternidad
con aroma a guayabas.

IV.

Inquilina de la aurora
creció mi sangre
en esa casa de espejos
que sonreían
a la tímida niña.

Miradas y pasos,
siluetas que aprisiona
y dibuja la voz antigua
de la campana del pueblo.

Danza de libélulas
era la vida
cuando aún el tiempo
no había enterrado sus uñas.

V.

Guayacánes desterrados
de la cima de lejanos bosques
me acompañan.

Parientes son entre sí
los muebles de mi casa.

Con el río de mis lágrimas
resucito sus ramas.

A lo lejos un pájaro canta.

VI.

Nadie me dijo adiós
se fueron cayendo
como hojas muertas.

Un vendaval de ausencias
arrasó mi bosque
cicatrizando la raíz del alma.

Pero un huerto
me nació en la sangre
que me invade y espera,
conversa conmigo
y me renace.
Levanta los brazos
y me abraza
cobijando
mi desamparo.

VII.

En esa ciudad
ellos todavía conversan
y los soles pasan
por su puerta.

Aún mi padre trae la alegría
en sus bolsillos
y fluye luz del vientre
del huerto de naranjos.

Aún hierve la noche
en un fogón de astros
y mis cinco hermanos
oran con mi madre.

Aún soy niña
y no escucho
la procesión.
La muerte se llevó mi casa.

VIII.

Un árbol
río caliente de tierra por mis venas,
torrente sin fronteras
convierte mi carne en azahar.

Que me hable
en el susurro de sus hojas,
y develé los misterios
de su intimidad.

Que sonría y
confunda su esencia con la mía,
Naranjo que desde la infancia me habla
y aún me espera para conversar.

Un árbol
sólo un árbol para conversar.

IX.

En el paraíso no me nombres,
no le cuentes a Dios de mi existencia.
Prefiero esta tierra con sus árboles.
Dile a ese extraño señor
que si se hastía de florecer los huertos
me entregue las llaves de la creación.

X.

Llegó la muerte
y la soledad
cantó a la nada.

Rompiendo puertas
y abismos
se pasó la vida.

Con tantos muertos izados,
tanta cicatriz,
ya no existo.

Ignoro si me habita
una niña, una anciana
o un árbol huérfano.

XI.

Ahora que hablo sola
que mi voz revienta la neblina
y camino al revés
calles sin pasos.

Ahora que no hablo
que habito en lejanías
que soy sólo de viento
luz de sangre,
sé sonar
una campana
que despierta y habla
con la tierra.

XII.

A los designios
del dedo de la nada,
siega pertinaz y sucesiva
solamente los árboles ganaron la batalla.

Cuando los miro
cargados de música,
una tenue llovizna
de esperanza me recorre.

Y en la lumbre de su sombra
reclino mi oscuro cansancio,
de lo que fue feliz
y ya es olvido.

Cuando la soledad me llaga
y una niña asustada
se asoma a la ventana,
en su cuerpo de hojas
me refugio,
sonrío
me abrazo
florezco
y me renazco.

XIII.

Ya no existe
aquella música.

Una oscura
fragancia de silencio
se mueve entre las sombras
de la gran ciudad que habito.

Mas sobre el vello de la tierra
sigo persiguiendo hormigas
y abrazo al maíz
como a un amigo.

He desafiado la arquitectura
de las llaves terrenales,
mi firmamento es vegetal,
y un olor a pomarrosas
me persigue.

Mi reino es de
árboles sin nombre
que conmigo comparten
soledades.

Mi idioma la lengua
secreta de la tierra
enraizada en los astros,
luz de las primeras aguas.

Al viento
le quité los brazos

sin edad camino
sus caminos.

XIV.


Por atajos de nubes
y soles carpinteros
de la casa celeste

bajan árboles,
hablan conmigo
de la ciudad del alba.

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Graciela Rincón Martínez nació en El Socorro, Santander, Colombia. Hija y novia de los árboles. Ejerce su profesión de abogada. Ha participado en encuentros poéticos en los cuatro continentes e incluida en múltiples antologías. En el año 2000 obtuvo el premio nacional de poesía femenina con el libro “Me está llamando un árbol “, festival que en el 2001 otorgó premio fuera de concurso a su poemario “Los Ojos del sur”. “Del Caminante. Canto Primero”, fue reconocido con Primera Mención Especial Premio Videncias, Ciego de Ávila Cuba, 2003. 
  
Libros:       

“La casa del viento”.  Edit. Jaime Vargas 2000; 
“Me está llamando un árbol”.  Edic. Museo Rayo 2001,
“Los ojos del sur”  Edic. Apidama 2001.
“Del Caminante, Canto Primero”. Edic. Abrace Uruguay 2003.
“Medio Siglo de noches”  Edic. Jaime Vargas 2004.
“Del caminante en la mitad del mundo” Ecuador, 2006.
“El árbol que me habita” Ediciones La Porte,  París 2007.
“Para que nazcan tréboles”
“De los oficios”

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domingo, 31 de agosto de 2014

Aquí, allá y en todas partes: Iris Miranda o la capacidad de tomar en serio la poesía

por Carlos Esteban Cana


Con motivo de la presentación del nuevo poemario de la escritora Iris Miranda, bajo el enigmático título de Óptica del desierto y Flash Creatio, pasaremos revista sobre la trayectoria de esta poeta que comenzó a destacarse en el panorama de las letras boricuas durante la década de los 90’s.

Aunque Taller Literario, en sus diversos ejemplares o como parte del catálogo de poetas que la revista incluyó en la antología Los rostros de la Hidra (Isla Negra Editores), fue presentando el perfil de Miranda como creadora, no es hasta el 2007 cuando decide publicar su primer poemario bajo el título Noches de luna: embelesos y melismas (Orbis). Cuatro años después, en el 2011, da a la imprenta un segundo libro: Alcoba roja (Los libros de la Iguana-2011).

La poesía de Miranda se caracteriza por ofrecer un balance entre la metáfora presentada y el lenguaje utilizado. En sus piezas nada es forzado, quizás la sutileza es el recurso predilecto de la poeta para dar con la imagen de turno, a modo de pincelada. En sus dos primeros libros la danza sinuosa del amor, con sus encuentros y desencuentros, signan los tópicos que dan carácter orgánico a ambas propuestas.

En contraste, este nuevo título que se presentará el próximo martes 2 de septiembre, a las 7:00 p.m. en Plaza de la Cultura (ubicado en donde ubicaba la librería Borders en Hato Rey), Óptica del desierto y Flash Creatio, nace de una urgencia creativa, en la que salta a primer plano la indagación sobre la realidad del otro; búsqueda que inherentemente tiene cierta dimensión espiritual. El poemario incluye además un disco compacto, en el que la propia poeta declama 16 de sus piezas más emblemáticas.

Y para beneficio de los lectores de esta columna, que se focaliza en el proceso creativo de los artistas, compartimos unas breves reflexiones de la escritora Iris Miranda acerca de su estrecho vínculo con la poesía. 


Iris Miranda: El poema me busca o lo encuentro. Cuando me busca, me detengo, pongo pausa y transcribo los versos donde quiera que esté. Pero si el silencio es, mucho mejor para inspirarme. Escribo casi siempre de noche. Es el momento ideal para jugar con los versos. Reviso bien las maneras de decir porque me gusta decirlo “a mi manera”; todo llevado a la belleza de lo simple, lo melancólico, o bien del enredo, lo furioso”.

“Uso libretas para escribir lo que llamo prepoemas. Luego los releo y ahí comienza el pulido de las palabras. El resto del proceso, los dos o tres subpoemas que salen del primero, se mantienen vivos por un tiempo en la computadora. Finalmente, después de haberlos dejado descansar, finalizo el poema con el que más me guste. Aunque también he escrito poemas de un tirón y he quedado satisfecha”.


DATOS BIOGRÁFICOS - Iris Miranda es poeta puertorriqueña de la Generación del 80. Obtiene su grado universitario de Maestro en Arte en Estudios Hispánicos en la Universidad de Puerto Rico. Al presente, se desempeña como Profesora de Lengua y Literatura en la Universidad Politécnica de Puerto Rico. Publica, por primera vez, sus versos en la revista Taller Literario del poeta Carlos Esteban Cana. Es autora de Noches de luna: embelesos y melismas (Orbis-2007), de Alcoba Roja (Los libros de la Iguana-2011), y de Óptica del desierto y Flash Creatio (Los libros de la Iguana-2013), este último ha llamado la atención del crítico literario Dr. Marcelino Canino, cuya reseña puede leerse en: http://opticadeldesierto.blogspot.com/2013/12/ojeada-un-poemario-de-iris-miranda-por.html.  Es miembro de la Junta de Directores del Festival Internacional de Poesía en Puerto Rico y ha sido creadora y coordinadora de varios certámenes literarios por más de 20 años, entre ellos, el Certamen Literario de Poesía, Cuento y Ensayo de la Universidad Politécnica de Puerto Rico y el Premio Guajana (2010). Iris Miranda ha sido reconocida por su creatividad en dos de los certámenes Juan Antonio Corretjer de la American University (2009 y 2010) en poesía y cuento. Ha publicado en revistas electrónicas tales como la Revista Isla Negra de Gabriel Impaglione y Ensentidofigurado.com de la Editorial SM, en la sección Entremés [Letras Pequeñas] año 6 núm. 1 sept.- oct. y nov.-dic. 2012, entre otras. Y ha sido antologada en poesía en la edición especial de la Revista Boreales, Ejército de rosas (Marzo 2011) y en cuento, en Cuentos puertorriqueños en el nuevo milenio (Los libros de la Iguana- 2013). En el 2014, publica con la editorial Casa de los Poetas su primer libro de poesía para niños: Flor de Luna en edición bilingüe. Iris Miranda es poeta bloguera. Tiene varios espacios en la red, desde donde interactúa con sus estudiantes, o bien con sus colegas poetas, cuentistas y artistas: http://liricanocturna.wordpress.com, http://opticadeldesierto.blogspot.com, y http://rosesonfireselectedpoetry.wordpress.com.  Este último blog, contiene una selección de su poesía, traducida al inglés. Y también, administra un canal de YouTube para videopoemas de autores contemporáneos producidos por sus estudiantes: http://www.youtube.com/liricanocturna.

jueves, 28 de agosto de 2014

Aquí, allá y en todas partes: Amílcar Cintrón Aguilú y la poesía como encuentro

por Carlos Esteban Cana

En un reciente recital, el escritor Amílcar Cintrón Aguilú puntualizaba en la capacidad que tiene la poesía para provocar encuentros. No de otra forma se podía expresar el autor de “Como peces emplumados”, un poeta de largo aliento que ha dado piezas memorables, como el poema “Hallazgo” o la contundente “Oda al francotirador”, quien desarrolló una serie de talleres de escritura creativa que se alimentaban precisamente de ese intercambio que trasciende el yo para comunicarse con ese otro que muchas veces desconocemos o ignoramos.

Muchas anécdotas puedo narrar acerca del perfil creativo de este autor puertorriqueño, que conozco desde 1991, cuando ambos cursamos un taller de cuentos con el escritor Emilio Díaz Valcárcel. Sirvan estas líneas, sin embargo, como un pequeño homenaje a su amplia gesta como poeta, narrador, educador e historiador.

En esta columna que se ocupa del proceso creativo y como muestra de la obra poética de Amílcar Cintrón Aguilú, traemos a su consideración una pieza que se sirve de la tradición para describir una escena caribeña y denunciar. La misma se titula “Majestad Negra”, que la disfruten.

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Majestad Negra

Por la encendida calle antillana
en la ciudad de Santiago
bajan las negras
Tembandumba de la Quimbamba
-Rumba, macumba, candombe, bámbula-
entre poses bebidas de blancas máscaras.

De caderas y aureolas
culipandeándolas Reinas avanzan
calle abajo
calle arriba
en rítmico correr de pechos;
clave de nalgas
Amílcar Cintron Aguilú (Segundo desde la derecha) junto a LARO,
Eric Landrón, Tony Aguado Charneco, Carlos Esteban Cana
y Angelo Negrón del colectivo Taller Literario
meneos cachondos que las miradas zafrán.

Mirada centrada en miradas
cabeza alta, pupilas en llamada
cuerpos violeta, blancos
ceñidos como orugas regias,
el caderamen, masa con masa,
el baile triunfal de baco
por las calles empedradas de Yemayá.

Sus hijos marcan el ritmo
pasa el amor lejos del cetro papal,
las cadencias ancestrales
se profanan
acechando los cuerpos
frente a lujurias de dioses.

Ellas, en el altar del viejo hotel,
de lado la despintada catedral,
lucen plumas reales
al paso por las mesas…
Tembandumba de la Quimbamba.

Se sientan, con los ojos tientan paredes y espaldas
mientras, los dedos
corren sin permiso tierras nuevas.
Ebullen la cerveza, el vino,
rómulos y akanes de cabellos opacos, marchitos
panzas de impresos floreados
sombreros de paja, exploradores en caza
pierden sus miradas al fondo del bayú.
Recuerdan el trago, acarician sus gotas
la tersa suavidad de la juventud
que se toma a cuarenta grados prueba
en pequeños sorbos
y atracones de masas.

Amílcar Cintrón Aguilú
Las diosas caribeñas, desnudas se miran
se ven entonces ahogadas
brazando desesperadas por la superficie
el giro, en busca de los que impasibles
disfrutan los placeres del burbujeo.

Algo del maquillaje se descorre,
entre las cejas y el ojo asoma un ciervo,
algo se está perdiendo,
no es la virginidad, no la inocencia
tal vez cierto tipo de libertad
que sus padres esclavos guardaron
en coco, con lino y azahar
perfumado de pacholí secado
frente a la casa de tablas del solar;
llena de animales y yerbas,
el retrato de papá y mamá,
hermanos y sólo lo suficiente para andar.




Entre lo necesario y estos brazos
no combinan las sillas y mesas
en esta Mesa del Carnaval
de telas raídas
-Rumba, macumba, candombe, bámbula-
preciadas, presentadas
afamadas, mimadas
y sin estruendo el silencio de la sala,
las calendas desenfrenadas…
las caras engüeradas
en esta mascarada.

En el vaho la música
Tembandumba de la Quimbamba
sus ojos abren
-el salón amplio, estéril-
un cuerpo solo
y el alma derramada,
melao de la zafra
escalón a escalón…

La luna calurosa
refleja, muy tersa
en el bullicio de la ciudad
sus tenues rayos de plata
danzando como las olas
en la noche de la playa.


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Carlos Esteban Cana - es comunicador y escritor. Desde 1988 realiza periodismo cultural, con diez años de experiencia en la televisión pública. Sus trabajos han sido incluidos en algunas de las publicaciones y suplementos más importantes de Puerto Rico, entre ellas, Diálogo, CulturA, Cayey, Revista del Instituto de Cultura, 80 grados, El Post Antillano, Letras Salvajes, Cupey, La Revista, y En Rojo. Fundó la revista Taller Literario durante la década del 90. Se ha desempeñado como Coordinador Editorial para el Instituto de Cultura Puertorriqueña y perteneció a la Junta del Pen Club de Puerto Rico. Actualmente colabora en la sección Crítica de libros en Radio Universidad de Puerto Rico y publica el boletín cibernético "En las letras, desde Puerto Rico". Algunas de sus columnas seriadas, que se reproducen en diversos medios como las bitácoras "Confesiones" y "Buscando luz al final del túnel", son “Breves en la cartografía cultural”, “Aquí, allá y en todas partes” y “Crónicas urbanas”.  Residió en la Ciudad de Nueva York, donde participó de la vida cultural de la Gran Manzana. Cana es autor de tres libros: Universos (Isla Negra Editores, 2012); Testamento (Publicaciones Gaviota, 2013), y Catarsis de maletas (Publicaciones Gaviota, 2014). En la actualidad la red internacional Global Voices publica sus crónicas periodísticas.