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lunes, 8 de septiembre de 2014

Aquí, allá y en todas partes: Graciela Rincón Martínez o la capacidad del poeta de dar sentido a la existencia

por Carlos Esteban Cana



Cuando un grupo de escritores reflexionaba acerca de la actualidad y el futuro de la poesía latinoamericana en un conversatorio del pasado Festival Latinoamericano de Poesía Ciudad de Nueva York, escuché detenidamente las palabras de Graciela Rincón Martínez, poeta colombiana con una singular poética ecológica. A juicio del editor y escritor Carlos Aguasaco, la obra de Montes representa una neo vanguardia pues le presta su voz a seres que en apariencia parecen no estar presentes y que, sin embargo, sí lo están y son más que necesarios; una propuesta que está generando una nueva conciencia en los lectores.

Por lo anterior, queremos traer a los lectores de “Aquí, allá y en todas partes”, en la bitácora “Buscando luz al final del túnel”, las impresiones que compartió Graciela Rincón Martínez en tal conversatorio ante un auditorio integrado por profesores, estudiantes y amantes de la poesía que se dio cita en el Center Worker Education del City College de la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Esto ocurrió el 10 de octubre de 2013. Con estos pensamientos suyos quiero incluir una de sus poesías más conocidas, la primera pieza de su libro “El árbol que me habita”, titulada LA RAÍZ.


Graciela Rincón Martínez: “Yo pienso que mientras haya vida en el planeta habrá poesía, y que convivirá con muchos géneros. Y seguirá siendo un canto, un canto de juglar o el canto de un intelectual. Pero siempre va a existir la poesía. Pienso que continuará siendo algo íntimo, y que así como hay espacio para poetas sociales, también habrá lugar para poetas que canten su propia realidad”.
“Yo les escribo a los árboles, a quienes considero unos seres maravillosos, compañeros de nuestro devenir. Cualquiera preguntaría: “Bueno, pero… ¿cómo puedes estar cantándole todo el tiempo a los árboles? Con dos o tres o cinco poemas podrías agotar el tema. ¿No?”. Sin embargo, para mí cada uno de ellos es un Ser, y es un Ser a quien canto un poema muy especial. Pienso que así como yo les canto a ellos, muchos poetas querrán cantarle uno a las montañas, otros a los propios árboles, con su estilo y su propia visión de mundo, porque el poeta siempre estará dándole sentido a la existencia”.  

EL ÁRBOL QUE ME HABITA

LA RAÍZ 

I.

Desde la cuna escucho
la voz desnuda de la tierra.

Del jardín de mi infancia
escapan diminutas criaturas vegetales.

Y en las noches, la risa de las frutas
se mezcla con las canciones de mi madre.

Desde todos los lugares del mundo
los árboles me llaman.

Corro a su encuentro.

De nacimiento soy
árbol por dentro.

II.

Antes de ser árboles
eran ángeles.
Cuando pecó
la tierra con el sol
cayeron en una lluvia
verde y transparente.

Huyeron con una ala sola
y la anidaron en el cuerpo
sin vida del planeta.
Y siguieron pecando
naciendo ríos
pájaros y almendros.

Antes de ser árboles
eran ángeles
y cayeron en manzanos
y dejaron a Dios sin paraíso.

III.

Momentos que han caído
al sinfín de las ausencias.

Acuarelas que pinta la memoria:

Mi madre espantando
el pájaro de la tempestad
con un palo de padrenuestros.

Mi padre
escondiendo el huerto
de los ojos de los conejos.

Ana, abuela de risa de canario,
bajando del día pedazos de luz
para alumbrar las noches.

Las gitanas leen
la suerte de los pájaros.

Lujuria de magnolias
y yerbabuena,
perdición en la
carne de la piñas.
borracheras
con cóctel de azahares.

Mi niñez
patio de eternidad
con aroma a guayabas.

IV.

Inquilina de la aurora
creció mi sangre
en esa casa de espejos
que sonreían
a la tímida niña.

Miradas y pasos,
siluetas que aprisiona
y dibuja la voz antigua
de la campana del pueblo.

Danza de libélulas
era la vida
cuando aún el tiempo
no había enterrado sus uñas.

V.

Guayacánes desterrados
de la cima de lejanos bosques
me acompañan.

Parientes son entre sí
los muebles de mi casa.

Con el río de mis lágrimas
resucito sus ramas.

A lo lejos un pájaro canta.

VI.

Nadie me dijo adiós
se fueron cayendo
como hojas muertas.

Un vendaval de ausencias
arrasó mi bosque
cicatrizando la raíz del alma.

Pero un huerto
me nació en la sangre
que me invade y espera,
conversa conmigo
y me renace.
Levanta los brazos
y me abraza
cobijando
mi desamparo.

VII.

En esa ciudad
ellos todavía conversan
y los soles pasan
por su puerta.

Aún mi padre trae la alegría
en sus bolsillos
y fluye luz del vientre
del huerto de naranjos.

Aún hierve la noche
en un fogón de astros
y mis cinco hermanos
oran con mi madre.

Aún soy niña
y no escucho
la procesión.
La muerte se llevó mi casa.

VIII.

Un árbol
río caliente de tierra por mis venas,
torrente sin fronteras
convierte mi carne en azahar.

Que me hable
en el susurro de sus hojas,
y develé los misterios
de su intimidad.

Que sonría y
confunda su esencia con la mía,
Naranjo que desde la infancia me habla
y aún me espera para conversar.

Un árbol
sólo un árbol para conversar.

IX.

En el paraíso no me nombres,
no le cuentes a Dios de mi existencia.
Prefiero esta tierra con sus árboles.
Dile a ese extraño señor
que si se hastía de florecer los huertos
me entregue las llaves de la creación.

X.

Llegó la muerte
y la soledad
cantó a la nada.

Rompiendo puertas
y abismos
se pasó la vida.

Con tantos muertos izados,
tanta cicatriz,
ya no existo.

Ignoro si me habita
una niña, una anciana
o un árbol huérfano.

XI.

Ahora que hablo sola
que mi voz revienta la neblina
y camino al revés
calles sin pasos.

Ahora que no hablo
que habito en lejanías
que soy sólo de viento
luz de sangre,
sé sonar
una campana
que despierta y habla
con la tierra.

XII.

A los designios
del dedo de la nada,
siega pertinaz y sucesiva
solamente los árboles ganaron la batalla.

Cuando los miro
cargados de música,
una tenue llovizna
de esperanza me recorre.

Y en la lumbre de su sombra
reclino mi oscuro cansancio,
de lo que fue feliz
y ya es olvido.

Cuando la soledad me llaga
y una niña asustada
se asoma a la ventana,
en su cuerpo de hojas
me refugio,
sonrío
me abrazo
florezco
y me renazco.

XIII.

Ya no existe
aquella música.

Una oscura
fragancia de silencio
se mueve entre las sombras
de la gran ciudad que habito.

Mas sobre el vello de la tierra
sigo persiguiendo hormigas
y abrazo al maíz
como a un amigo.

He desafiado la arquitectura
de las llaves terrenales,
mi firmamento es vegetal,
y un olor a pomarrosas
me persigue.

Mi reino es de
árboles sin nombre
que conmigo comparten
soledades.

Mi idioma la lengua
secreta de la tierra
enraizada en los astros,
luz de las primeras aguas.

Al viento
le quité los brazos

sin edad camino
sus caminos.

XIV.


Por atajos de nubes
y soles carpinteros
de la casa celeste

bajan árboles,
hablan conmigo
de la ciudad del alba.

*****
Graciela Rincón Martínez nació en El Socorro, Santander, Colombia. Hija y novia de los árboles. Ejerce su profesión de abogada. Ha participado en encuentros poéticos en los cuatro continentes e incluida en múltiples antologías. En el año 2000 obtuvo el premio nacional de poesía femenina con el libro “Me está llamando un árbol “, festival que en el 2001 otorgó premio fuera de concurso a su poemario “Los Ojos del sur”. “Del Caminante. Canto Primero”, fue reconocido con Primera Mención Especial Premio Videncias, Ciego de Ávila Cuba, 2003. 
  
Libros:       

“La casa del viento”.  Edit. Jaime Vargas 2000; 
“Me está llamando un árbol”.  Edic. Museo Rayo 2001,
“Los ojos del sur”  Edic. Apidama 2001.
“Del Caminante, Canto Primero”. Edic. Abrace Uruguay 2003.
“Medio Siglo de noches”  Edic. Jaime Vargas 2004.
“Del caminante en la mitad del mundo” Ecuador, 2006.
“El árbol que me habita” Ediciones La Porte,  París 2007.
“Para que nazcan tréboles”
“De los oficios”

*****

jueves, 4 de septiembre de 2014

Anillos



     La amé desde que la razón me hizo soñar a la mujer perfecta. Me dediqué a buscarla en otros cuerpos hasta que un día, de forma inesperada,  se acomodó a mi lado en la librería. Comenzó a hablarme como si me conociera de toda la vida. Hablamos de Pablo Neruda y Mario Benedetti, de lo mucho que se tardaba en construirse el Tren Urbano y de su receta preferida para  hacer un buen “limber” de crema. Esa tarde se convirtió en noche y tuvieron que echarnos de la librería cuando se disponían a cerrar sus puertas. Intercambiamos números telefónicos y nuestras direcciones electrónicas. Nos despedimos con un apretón de manos, de esos en los que, en vez de apretar, acaricias.

     Estuve toda la noche y el día que siguió pensándola. Su rostro y su dulce voz me remontaban a placeres ocultos. A pesar de que no quería  lucir como un desesperado o abalanzado, la llamé. Y escucharla sonreír, al enterarse de que era yo quien hablaba, me conmovió. Luego de los saludos de rigor y de mencionar lo bien que la pasamos el día anterior le indiqué que la llamaba para invitarla a una tertulia de literatura esa misma noche. En ese momento nos enteramos que la casualidad hubiese hecho que nos conociéramos, pues ya estaba invitada por una amiga a asistir y precisamente estaba comprando una botella de vino que llevaría para la actividad. Nos prometimos brindar por el destino y aproveché para invitarla a almorzar. Accedió con gusto.

     En menos de una hora llegué a su encuentro. Ofrecí llevarla a varios restaurantes y ante su negativa explicó que ese día no se le antojaba nada sofisticado. En plena capital no escogió un restaurante de manteles blancos y copas de cristal, de hecho nuestro techo fueron las ramas de árboles y el almuerzo un par de “Hot Dogs” comprados a la orilla de la carretera. Satisfechos y felices dimos un paseo por la capital. Visitamos varias galerías en las que compartió conmigo su conocimiento sobre arte hasta que nos despedimos con la promesa aun viva del brindis.
     
     Fui el primero en llegar al apartamento donde se celebraría la actividad. Me correspondía llevar una bandeja de entremeses y se la entregué al anfitrión. Le ayudé a colocar las sillas y el atril desde donde se declamaría poesía, cuentos y ensayos. Poco a poco fueron llegando los demás invitados y comenzó la actividad con mi desespero de no verla llegar.  Las primeras  poesías de amor que escuché sólo me remontaron a su rostro y por primera vez en mi visita a ese tipo de actividad me aburrí. Sólo me encantó escuchar de boca de uno de los escritores - Carlos Ramón Cana - su escrito publicado en la edición numero cuatro de Taller Literario titulado: “El Ruiseñor y el almendro” que trata sobre un árbol derrumbado por inescrupulosos y un ruiseñor muriendo también en su defensa. Tal vez me satisfizo porque la tristeza del escrito competía a la par con lo que yo sentía al no verla entrar e iluminar aquella fiesta de palabras. No pude disimular más mis ansias de verla y sin que acabara la actividad me marché.

     Llegué a mi casa y me conecté a Internet. Le escribí un e-mail que denotaba mi preocupación de no verla en la actividad según lo planeado y expliqué mi insistencia en llamarla al celular que aparentemente estaba fuera del área de cobertura. Me quedé dormido sintiendo celos al pensar que tal vez alguien me ganó la partida, pero sabiéndome un enamorado platónico que exigía al universo se me concediera tan hermosa mujer.
    
     El ruido del teléfono logró despertarme. Al contestar descubrí que su linda voz era necesaria para mis amaneceres. Mientras escuchaba su disculpa me di cuenta que no hacia falta que lo hiciera, el sólo escucharla había renovado en mí la felicidad que creía perdida. Se excusó explicándome que la llegada de sus padres la envolvió y no pudo asistir. Según me explicó: vivía y trabajaba en la Gran Manzana.  Sólo llevaba dos semanas de vacaciones por acá. Debía volver al trabajo en varios días. El encuentro con sus padres se debía a que ellos volvían de un paseo en crucero por el Caribe, mismo que ella desistió de disfrutar porque no visitaba desde hacia varios años la isla y deseaba  pasarla en Puerto Rico. Esto me frustró sobre manera. Entendí que no tendría tiempo de conquistarla. Me sorprendió el hecho de que no me relatara los detalles el día antes. Bueno, yo tampoco le había preguntado, nuestra conversación fue tan amena que tales detalles pasaron desapercibidos. Estuvimos hablando por horas. El numero celular que me había dado era de tarjeta y no lo pensaba recargar así que me facilitó esta vez el numero telefónico de la casa donde se estaba quedando.
    
      Mi invitación al bosque forestal y a la playa en domingo fue tomada con algarabía. Cuando llegamos a una de las muchas cascadas del bosque, ella empapó su rostro del agua fría y cristalina. Admirados de la natural belleza y tranquilidad del lugar decidimos pasarla allí todo el día. Renunciando a nuestro pensamiento de incluir la playa en el viaje bordeamos las rocas y caminamos a favor de la corriente del río. A pocos minutos escogimos un buen lugar donde tender una sabana y sentarnos a platicar, leer poesía y consumir lo que ella misma preparó: pollo a la jardinera con un sabor tan extraordinario que le pregunté si trabajaba como “chef”. Entre dialogo y risas comenzaron las miradas furtivas. Miramientos que deduje eran de aceptación y me abalancé a robarle un beso. Su respuesta fue divina. Varios besos después mis manos buscaron palpar su cuerpo y un empujón me hizo saber que debía disminuir la velocidad. Luego de varias explicaciones que detuvieron mi animo de hacerle el amor allí mismo, me conformé con más besos, con perderme en su mirada y admirar su belleza.
    
      Le rogué al cielo que me diera la oportunidad de más tiempo para seducirla y como si me hubiese escuchado el mismo Dios y hubiese decidido que no, ella me explicó que debía regresar en los próximos cinco días y que no quería enamorarse. Le pregunté si estaba comprometida y su respuesta me robó una sonrisa. Ella mencionó que su relación anterior había sido año y medio antes y que esperaba que mis besos fueran parte de su próximo compromiso. Para demostrarle que mi interés era genuino me quité mi sortija de graduación y se la fui midiendo hasta dejarla en el dedo  pulgar que fue donde le sirvió. Ella me dijo que no podía aceptarla. Le indiqué que la conservara como un préstamo. Yo iría a buscarla, no sólo a la sortija sino también a ella, a la primera oportunidad. Recordamos que días antes habíamos prometido brindar por el destino y le quitamos la tapa al vino tinto. Debo confesar que le añadí al brindis algunas palabras. Brindé por sus ojos, por sus labios, por su hermosura y  su sonrisa. Ella Brindó por nosotros y supe que sería de ella para siempre.
     
     Luego de ese compartir en el río, nos convertimos en inseparables. Mi hermano me  consiguió un certificado medico que señalaba que sufría conjuntivitis y los días siguientes aproveché para estar con ella. Visitamos todos los puntos de interés y me llevó a conocer a sus abuelos. El día del aeropuerto ambos nos despedimos llorando con la promesa de escribirnos y volvernos a ver. Descubrí de lo que hablaba cuando dijo que se iría en cinco días y no quería enamorarse cuando extrañarla no fue para nada divertido. Comenzamos a escribirnos por Internet y hasta por correo. Llegaban cartas a diario con su perfume y yo no me detuve pues, ante esa mujer tan divina,  pude ser yo mismo sin pensar en que alguien me podría tildar de cursi. Palabras de amor, discos compactos, sorpresas envueltas. ¡Hasta le envié sus galletas preferidas por correo! 
    
     Transcurrieron dos meses y medio desde que ella partiera. La llegada de mis vacaciones fue un aliciente y la oportunidad de verla. Septiembre sería un mes que no olvidaría nunca. Mi intención era darle una grata sorpresa. Todo estaba, como decía el Chapulín Colorado, fríamente calculado.  Llegaría a la Gran Manzana el día de su cumpleaños. Después de algunos abrazos y besos le exigiría que me devolviera mi sortija de graduación. En su lugar le pondría un aro de compromiso justo en el momento de pedirle que fuese mi esposa.

Llegué a Nueva York de madrugada. Seguí las recomendaciones de un vecino que vivió muchos años allí y de tren en tren llegué hasta el edificio donde ella trabajaba. El trayecto fue largo y me arrepentí de no haber tomado un taxi. Cuando traté de entrar un guardia me detuvo y exigió mi identificación de empleado. En el poco inglés que aprendí en mis años de escolar le expliqué mis intenciones. Él me dijo que entendía mi situación, pero no podia dejarme pasar pues erán las ocho y cuarenta y cinco y aún no habrían al público. Que si deseaba esperara a que abriera el complejo de oficinas o que le diera la información de ella. Él trataría de que bajara hasta donde yo la esperaba y sería sorpresa de todos modos. Acepté que me hiciera el favor de conseguir que viniera a mí. Justo cuando le dije su nombre y número de piso escuchamos una terrible explosión seguida de gritos de pánico en la calle. El guardia  me empujó hacia fuera y volvió a entrar.
     Yo miré hacia arriba y la humareda que salía del edificio continuo era infernal. Asustado por la suerte de mi amada entré al edificio. Todos corrían hacia fuera y busqué su rostro entre la gente que salía. El guardia me reconoció y volvió a insistirme que saliera. Ante mi negativa se enfureció y comenzó a maldecir en inglés. Las palabras obcenas son lo primero que uno aprende de cada idioma y entendí cada uno de las que profirió. Le devolví algunos improperios que sólo lograron que comenzara a empujarme hasta la salida. No pude hacer nada contra sus empellones y furioso salí a buscar un teléfono público. Los cercanos estaban ocupados por transeúntes que explicaban la explosión a no sé quien y esperé desesperado a que liberaran alguno. Al conseguirlo la llamé y contestó ella misma. Al escuchar mi voz comenzó a decirme lo mucho que se alegraba de oírme y que me extrañaba.

     Las sirenas de los carros de bomberos o policias y los gritos de lamentaciones de los transeuntes opacaban lo que me decía y la interrumpí. Le pedí que saliera del edificio. Cuando le expliqué que acababa de ocurrir una explosión en el edificio de al lado se quedó callada demostrándome que no entendía lo que le decía. Resumiéndole le expliqué que había venido a visitarla y que estaba afuera. Ella comenzó a gritar de la felicidad y me dijo que bajaba enseguida. Le añadió un “te amo y ..."  lo demás no llegó a decirlo o no llegué a escucharlo. Justo en ese instante un avión secuestrado por terroristas se estrelló contra su edificio.

***
Angelo Negrón es narrador, bloguero y asiduo fanático de la twitteratura. Oriundo del pueblo costero de Cataño. A finales de la década del 80 funda y dirige la revista Senderos. Durante los años siguientes sus cuentos serán conocidos en las páginas de la revista Taller Literario. A raíz de esa experiencia entra en contacto con una serie de cuenteros de diferentes partes de Puerto Rico, entre ellos el escritor Antonio Aguado Charneco, que considera a Negrón como uno de los principales narradores de su promoción generacional. En la primera década del presente siglo comienza a publicar en la WEB su bitácora titulada Confesiones, en la que ha ido publicando algunas de sus piezas narrativas, que suman más de una centena. Al día de hoy su portal cibernético ha recibido más de 63,000 visitas, según diversos contadores de estadísticas. Su blog, a través de los años, se ha ido convirtiendo además en un espacio cibernético que ilustra el acontecer cultural boricua, y reproduce ocasionalmente el boletín “En las letras, desde Puerto Rico”. Recientemente fue incluido en la antología Cuentos puertorriqueños en el nuevo milenio, antología que recoge 50 cuentos de 50 narradores puertorriqueños contemporáneos, publicado por la editorial Libros de la Iguana. Durante el presente año circularán sus libros Causa y efecto (cuentos) y Ojos furtivos (novela), bajo el sello de Publicaciones Gaviota. Para Angelo Negrón escribir, más que ordenar palabras, es ordenar ideas. Al respecto manifiesta: “Es un juego muy serio, cuando escribimos emitimos señales que el lector tiene la posibilidad de interpretar de un modo u otro. Es ese proceso puede adoptar el rol del protagonista o ser un mero observador. Es aquí que se dinamiza el ejercicio y el lector ya no es un ente pasivo. Y entonces se puede convertir en parte de lo que lee, disfrutando u odiándolo, estando de acuerdo o no. Yo escribo para eso, aspiro a sembrar una "espinita" que duela o acaricie, poco o mucho, pero que, al final del camino, dé qué pensar”.

lunes, 28 de julio de 2014

Aquí, allá y en todas partes: “Catarsis” y la dulce delicia de escribir cuentos

por Carlos Esteban Cana

En esta columna desarrollada de forma exclusiva para esta bitácora del editor Caronte Campos Eliseos, procuro arrojar luz acerca del proceso creativo. Pasión que me ha llevado a explorar la narrativa y la poesía por igual. En sintonía con esa delicia, que siempre termina resultando algo misteriosa y elusiva, es que he ido compartiendo algunos de mis 80 cuentos, 154 microcuentos y no sé cuántas poesías (además de los ensayos y artículos periodísticos en mis columnas, reproducidas en diferentes publicaciones globales y cibernéticas, así como en el boletín: “En las letras, desde Puerto Rico”). Lo anterior, sin embargo, se ha materializado, hasta la fecha, en tres libros: Universos (microcuentos) Isla Negra Editores; Testamento (antología poética) Publicaciones Gaviota; y Catarsis de maletas, que está próximo a circular y del cual trata este artículo.

Catarsis de maletas está integrado por doce cuentos realizados en un periodo de veinte años; una antología que reúne narraciones de la serie inédita “Fragmentos del mosaico humano”, así como del libro “Catania y algunas piezas sueltas.

Escribir cuentos no es un reto menor. Incluso, a mi parecer, es más difícil hacer un excelente libro de cuentos que una buena novela: dato que con el paso de los años he confirmado. Lo que comenzó en 1991, en un curso titulado “Teoría y práctica narrativa con Emilio Díaz Valcárcel, dio paso a una pasión desmedida por el género.

Comencé entonces a devorar la obra de los maestros: Quiroga, Borges, Maupassant, Cortázar, Gordimer. Y cada día, además, me daba a la tarea placentera de leer un cuento realizado por un escritor puertorriqueño. La colección de libros de cuentos boricuas que hoy tengo de lado a lado en mi biblioteca se debe particularmente a esos años de formación. Paralelo a eso vino el nacimiento de la revista Taller Literario, en la que un puñado de cuenteros nos encontramos en una amplia mesa redonda. A causa de ese buen vicio narrativo (ser un ‘tecato’ de la literatura, en palabras del insigne Antonio Aguado Charneco) fue inevitable no acercarse a diversos talleres de creación literaria y artística que complementarían y enriquecerían el proceso.

Pero todo eso no sería absolutamente nada sin la lección que la propia vida ofrece al cuentero, al escritor. Hay que observar, escuchar, oler, tocar y degustar con los cinco sentidos a su máxima potencia. Y claro, para hacer alquimia de todas esas vivencias no puede faltar la intuición como elemento esencial: brújula necesaria para calibrar de forma adecuada el talento; vía imprescindible para llegar a un estilo propio que se precie de cincelar con excelencia las piedras o los metales inherentes al género.

Catarsis de maleta: 12 cuentos y 20 años de historia cuenta además con la  lectura del corrector (también guionista y cineasta) Rodrigo López Chávez. La selección de lo producido con placer durante dos décadas fue compleja, ya que muchos cuentos entrañables y significativos quedaron fuera. Por lo anterior, aprovecho este preámbulo a la publicación de tal antología, para compartir con ustedes una de esas historias. Se trata de “Aire en cascadas”, un cuento escrito en 1994 y publicado dos años después en el cuarto volumen de la revista Taller Literario. Que lo disfruten.

****

Aire en cascadas

…por eso amo tus cartas. Ellas me hacen idealizar; me mantienen a la expectativa, y siempre me dan aliento. ¡Cuántas veces he deseado que vivieras a la vuelta de la esquina para decirte vamos al cine o a cualquier otro sitio! Aunque te diré que, pese a la distancia, te siento muy cerca, Julián... Han sido largos años de cartas, pero ¡¡por fin!! Iré a visitarte. Siempre te dije que mis planes tenían alas y que me llevarían muy lejos.
Llegaré el martes 20 de junio –anótalo bien- en el vuelo 595 de Panam, a la una de la tarde.
Contando los días para tan esperado momento, queda

                                           Alessandra

     *               *               *
Carmen Elena había esperado esa carta desde hacía mucho tiempo. Luego de leerla, se acercó al escritorio de madera; de la más grande de las gavetas, sacó una caja con mucho cuidado y la abrió. Ya no tenía que leer los títulos de cada sobre amarillo… Ella sabía que era el último sobre, el que no tenía nada escrito en la cubierta, del cual tenía que tomar la carta, y, aunque esta vez no había por que mecanografiar la fecha, la tuvo largo tiempo en sus manos.

En el aeropuerto no le fue difícil reconocerla. No había cambiado mucho la que sonreía en la foto. Carmen Elena se presentó: era amiga de Julián y la llevaría a encontrarse con él.
Durante el camino cruzaron muy pocas palabras. Alessandra estaba molesta, hubiera deseado ver a su amigo desde el primer momento, pero iba olvidando el detalle ante la cercanía del encuentro.
La llevó al lugar favorito de Julián. Alessandra también lo conocía. Él le había escrito tantas cartas desde allí. Era imposible que no hiciera referencia al sonido de las olas, al contacto con la brisa, al azul del mar… Carmen Elena le entregó una carta y dijo:
-Ésta es la última de las locuras de Julián, léela. Pronto te encontrarás con él. Regreso en un momento.
Alessandra sonrió. Sentía que Carmen Elena quería mucho a Julián. Estuvo de acuerdo con ella, esta manera de recibirla era una de esas ideas locas de su amigo. Pensó en seguirle el juego, y comenzó a leer.

     *               *               *
                                28 de febrero de 1962
con mis recuerdos cerca del mar

Alessandra. ¡Mi amiga Alessandra!:
     Después de cartas y cartas existe la esperanza de volver a vernos. Lo sé por fe; porque creo en las vivencias que construimos hace años en nuestros días universitarios. ¡Cómo olvidar tu sonrisa cuando escuchaba aquel poeta que ofreció un recital al aire libre! Fue el primer gesto amable que recibí en aquella universidad. Yo me sentía tan solo y asustado, era la primera vez que estaba fuera de mi país, pero tú me hiciste olvidar mis tristezas. Hasta me sacaste a bailar en el intermedio musical. Te advertí que bailaba pésimo; eso no te importó. Amiga, es inevitable que ante tal recuerdo acuda a mis labios una sonrisa.
     Lo maravilloso fue que compartimos muchas vigilias embriagados de café frente a los libros, o las escapadas para ver aquellos estrenos de cine latinoamericano. Es rara la noche que no viene a mi memoria las veces que buscábamos cuál era nuestra estrella acostados en la grama; pedíamos tantos y tantos deseos que cualquier genio de lámpara se hubiera quedado estupefacto ante nuestras ocurrencias. ¡Detalles inolvidables de la vida cotidiana! Amables recuerdos de los tiempos idos.
     Ahora se asoma la tarde y te escribo estas líneas, quizás las últimas porque no habrá más necesidad de ellas. Ha llegado el momento de ofrecerte disculpas por tantas invenciones; absurdas algunas de ellas. ¿Nunca te preguntaste por qué mecanografiaba la fecha cuando todo lo demás era de mi puño y letra? O acerca de los acontecimientos que te narro en las últimas cartas, parece un poco inverosímil que entre aventuras y viajes, no sacara tiempo para visitarte. Quisiera darte una razón válida, mas no la encuentro. Todo comenzó en el momento de informarte, a través de una simple carta, que me quedaba poco tiempo de vida: tengo un cáncer terminal. Intenté una y otra vez hacerlo, sin embargo salieron cartas y cartas que no tocaban el tema; imaginé cómo serían nuestras vidas; hasta me convertí en filósofo sobre el ser humano y nuestra amistad. La idea de acompañarte un trecho más prevaleció. Sentía como si el aire bajara en cascadas hasta mis pulmones, y no fui capaz de renunciar a parte de lo más bello que he vivido. En fin, si hice que llegaras a este lugar tan especial era para que conocieras algo más de mí.
     Hace poco discutí con Carmen Elena, mi otra gran amiga, hasta que nuestras lágrimas corrieron. Le había dado todas las cartas con instrucciones bien específicas, pero estaba renuente a colaborar conmigo. Le dije que era mi último deseo, y lo entendió.
     Mañana ingreso al hospital y tengo miedo; por eso te escribo estas líneas.
     Asume este texto y todos los anteriores como una amalgama de palabras sin sentido y detrás de ellas siente mi corazón. Gracias por escucharme. Eres motivo de mi tranquilidad porque cuando te escribo me siento muy bien.
                                  Hasta siempre,
                                Julián

          *             *             *

Alessandra observó el horizonte, pero no veía el azul del mar, no escuchaba el sonido de las olas o sentía el contacto con la brisa… mientras tanto Carmen Elena, satisfecha de haber culminado la voluntad de su amigo, se acercaba.


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Carlos Esteban CanaComunicador y escritor.  Nació en Bayamón, Puerto Rico, pero se crió en el pueblo costero de Cataño.  Fundador de la revista y colectivo TALLER LITERARIO, publicación alternativa que marcó la última década de creación literaria boricua en el siglo XX.  Ha trabajado en el Instituto de Cultura Puertorriqueña como Coordinador Editorial, Director de Prensa para la V Feria Internacional del Libro de Puerto Rico y como Coordinador de Medios para el Encuentro de Escritores De-Generaciones.  Su periodismo cultural ha sido publicado en periódicos y publicaciones como Dialogo, Cayey, CulturA, El Nuevo Día, y Resonancias, entre otras.  Fue parte del colectivo El Sótano 00931.  Colaboro con el poeta Julio Cesar Pol, junto a Nicole Cecilia Delgado y Loretta Collins, en la antología Los Rostros de la Hidra.

Su periodismo cultural es reproducido en diversos espacios y bitácoras cibernéticas, con columnas como: Breves en la cartografía cultural; Aquí allá y en todas partes; Crónicas urbanas y el boletín En las letras, desde Puerto Rico, en bitácoras como Confesiones, Sólo Disparates: buscando la luz al final del túnel, Panaceas y placebos, Boreales, Revista Isla Negra y en periódicos como El Post Antillano.  Tiene tres libros publicados: Universos (micro-cuentos); Testamento (antología poética; una selección de 46 cuadernos) y Catarsis de maletas (cuentos).  Actualmente reside en la ciudad de Nueva York y desarrolla la plataforma multi-mediática Servicios de Prensa Cultural.  Para Carlos Esteban Cana profesar creación y cultura es como recibir oxígeno; vehículos que le permiten ejercer su libertad.

miércoles, 2 de abril de 2014

En la apertura del Sexto Festival Internacional de Poesía en Puerto Rico

Servicios de Prensa Cultural

Palabras de Vilma Reyes, Presidenta del Comité Organizador

Declaramos abierto este Sexto Festival de Poesía en Puerto Rico. Somos un movimiento genuino que aspira a integrar a todo nuestro país antillano, caribeño, en el ejercicio poético. Una vez más le presentamos este festival, dedicado a la mujer-río, nuestra Julia de Burgos, producto de un esfuerzo voluntario del comité organizador y nuestros colaboradores, gestores de cultura, reflejando indiscutiblemente el espíritu valeroso de nuestro pueblo, para nuestro pueblo.

Al unirnos en el reconocimiento del centenario de Julia de Burgos, honramos a la poeta, a la poesía, y el valor de una mujer que representa los más altos principios de lucha. Julia vive en nosotros. Una vez más, universidades, escuelas, alcaldías, centros culturales, asilos e instituciones comunitarias, alzan sus manos y ponen un pie al frente para la realización de un evento que nos une, nos forma y nos edifica, en calidad humana, sensibilidad,virtud, belleza y libertad. Una vez más somos Hispanoamérica. Somos el mundo. Somos Puerto Rico. El futuro es más poesía.

Es nuestro concepto seguir desarrollando la difusión y enseñanza de este gran género literario a través de nuestro País, integrando un buen número de talleres en el sistema escolar público y privado, e instituciones comunitarias. Internacionalmente, seguimos integrados a la red de festivales de América. Estamos incluso proyectando un Gobierno Soberano de Poesía, el cual incluirá embajadas poéticas de todos los países de Hispanoamérica que nos ayudarán en la difusión e intercambio, y reforzará nuestros lazos internacionales.


En este proceso de celebración del festival ya se han acercado importantes instituciones con el objetivo de unirse a nuestra celebración en carácter permanente.

Este sacrificio honroso de miembros poetas y no poetas, amantes del concepto, está rindiendo el fruto deseado de forma impresionante y convincente. Informo en adición la entrega de un extenso informe a la División de Donativos legislativos, proyecto que aspira a la financiación básica de este festival y delcual pedimos el respaldo masivo y activo para el logro del mismo. Seguimos en la línea de construir este precedente comoprincipio a la necesidad cultural de establecer la poesía de formaorganizada en la diáspora puertorriqueña, en nuestra idiosincrasia que sea reclamada mediante la herramienta del pueblo mismo.

No quiero despedirme sin agradecer una vez más a la Universidad Interamericana y todas las otras instituciones por su aportación abnegada en el concurso de nuestro festival, a los invitados internacionales nuestro abrazo, hospitalidad y amistad.¡ Y que viva Julia, que viva la poesía, y que viva Puerto Rico!

Muchas Gracias.

sábado, 11 de enero de 2014

Barco de papel: Centro Cultural en Nueva York


Por Carlos Esteban Cana
Barco de Papel es uno de los centros culturales más importantes que tienen los escritores latinoamericanos en Nueva York, y en estos momentos se desarrolla una valiosa campaña de respaldo para que esta valiosa institución continúe su gestión. Contamos con tu respaldo. 

Libreria Barco De Papel
4003 80th Street
Elmhurst, NY 11373
(718) 565-8283
libreriabarcodepapelny.com

En esta foto: Carlos Esteban Cana durante uno de los recitales del pasado Festival de Poesía Latinoamericana Ciudad de Nueva York.

martes, 24 de septiembre de 2013

POETAS DE 15 PAISES EN LA CIUDAD DE NUEVA YORK

por Carlos Esteban Cana
Servicios de Prensa Cultural


La Gran Manzana se viste de gala en el mes de octubre con la celebración del Festival de Poesía en la Ciudad de Nueva York. En esta ocasión, Poetas de 15 países fueron invitados para figurar en la efeméride que organiza Latino Poets de New York.
  
Para esta segunda edición del Festival, los escritores compartirán su poesía con la comunidad niuyorquina en diversos espacios culturales y cívicos como la Librería Barco de Papel, The New School University, El Consulado de El Salvador o Columbia Secondary School. La inauguración del evento se efectuará el 9 de octubre, en la sede del Festival, el City College For Worker Education, a las 6:00 pm.

Karla Coreas
Acerca de la importancia del evento, Karla Coreas, poeta salvadoreña, fundadora de Urpi Editores y directora del Festival, manifestó: “Queremos que crear un evento que integre la escritura hispana en los Estados Unidos con sus pares latinoamericanos. Nuestro esfuerzo este año es consolidar el Festival Latinoamericano de Poesía en la Ciudad de Nueva York, dentro del circuito de festivales y encuentros literarios más importantes del continente y de la lengua Española en general”

A continuación, Servicios de Prensa Cultural comparte con los lectores del editor Caronte Campos Elíseos, la lista de escritores invitados. No quiero concluir sin dejar de agradecer por este medio el privilegio que me otorgan los organizadores del evento, al incluirme en un grupo tan selecto de escritores. Honrado. Larga vida a la poesía. Larga vida a la creación.


POETAS INVITADOS:

  • Alejandro Urizar -Guatemala
  • Amir Or -Israel
  • Aurora Arias -República Dominicana
  • Basilio Belliard -República Dominicana
  • Carlos Esteban Cana -Puerto Rico
  • Carlos Velásquez -Colombia
  • Carmen Molina Tamacas -El Salvador
  • Diego Rivelino -Colombia
  • Enrique Winter -Chile
  • Graciela Rincón -Colombia
  • Isabel Cadenas -España
  • Isabel Zapata -México
  • Jacqueline Herranz Brooks -Cuba
  • Jeremías Marquines -México
  • Jesús Bottaro -Venezuela
  • Juan Sobalvarro -Nicaragua
  • Kenny Rodríguez -El Salvador
  • Leticia Luna -México
  • Lilia Gutiérrez Riveros -Colombia
  • Mairym Cruz Bernal -Puerto Rico
  • Mariela Dreyfus -Perú
  • Marta Leonor Gonzáles -Nicaragua
  • Miguel Falquez-Certain -Colombia
  • Otoniel Guevara -El Salvador
  • Ramón Javier Ayala -México
  • Ricardo Ballón -Bolivia
  • Sergio Andruccioli-Argentina
  • Xanath Caraza –México




Para más información:
Twitter: @latinopoetsny
Email: latinopoets@gmail.com 
Phone: 347-481-1452
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Carlos Esteban CanaComunicador y escritor.  Nació en Bayamón, Puerto Rico, pero se crió en el pueblo costero de Cataño.  Fundador de la revista y colectivo TALLER LITERARIO, publicación alternativa que marcó la última década de creación literaria boricua en el siglo XX.  Ha trabajado en el Instituto de Cultura Puertorriqueña como Coordinador Editorial, Director de Prensa para la V Feria Internacional del Libro de Puerto Rico y como Coordinador de Medios para el Encuentro de Escritores De-Generaciones.  Su periodismo cultural ha sido publicado en periódicos y publicaciones como Dialogo, Cayey, CulturA, El Nuevo Día, y Resonancias, entre otras.  Fue parte del colectivo El Sótano 00931.  Colaboro con el poeta Julio Cesar Pol, junto a Nicole Cecilia Delgado y Loretta Collins, en la antología Los Rostros de la Hidra.  

Su periodismo cultural es reproducido en diversos espacios y bitácoras cibernéticas, con columnas como: Breves en la cartografía cultural; Aquí allá y en todas partes; Crónicas urbanas y el boletín En las letras, desde Puerto Rico, en bitácoras como Confesiones, Sólo Disparates: buscando la luz al final del túnel, Panaceas y placebos, Boreales, Revista Isla Negra y en periódicos como El Post Antillano.  Tiene tres libros publicados: Universos (micro-cuentos); Testamento (antología poética; una selección de 46 cuadernos) y Catarsis de maletas (cuentos).  Actualmente reside en la ciudad de Nueva York y desarrolla la plataforma multi-mediática Servicios de Prensa Cultural.  Para Carlos Esteban Cana profesar creación y cultura es como recibir oxígeno; vehículos que le permiten ejercer su libertad.