martes, 15 de enero de 2013

País sin Prensa

por  Caronte Campos Elíseos


No existe algo que sea peor que imaginarse cosas que, aparentemente más nadie puede o quiere ver.  Hace unos meses comencé a imaginar que estoy viviendo en un país que está totalmente desconectado de su realidad.  Algunos expertos nos brindan promoción internacional como la isla de los sumergidos y perdidos.  Aunque hay quien dice que en esta mínima extensión de tierra nadie se pierde.  Otros, tratan de mantener la moral alta con optimismo extremo.  Dentro de ese pensamiento perturbador en el que me hundía, buscaba las posibles causas para tal incoherencia.  Era el tiempo de las elecciones, y me pareció encontrar uno de los principales promotores de tal enajenación insular.

Pronto llegaron las famosas encuestas sobre la carrera electoral.  Para mi sorpresa, confirmaron lo que presentía.  En estas, se presentaron lo que se suponía era la tendencia en materia eleccionaria, y lo que era el posible panorama sobre los resultados.  Nada más lejos de la realidad.  Los resultados fueron diametralmente opuestos a lo que presentaban los medios de informativos.  Cualquier persona dentro de su sano juicio pensaría que simplemente fallaron los pronósticos.  Pero en mi caso, y a juzgar por la trayectoria de dichas encuestas, lo que viene a mi mente es que son un burdo intento por influenciar el psiquis del electorado hacia un candidato determinado.

He tratado de ignorar esos malos pensamientos, pero no he podido.  Todos los días al ver los noticieros locales, estos abonan a mi locura aparente.  Durante la casi una hora de malas y desagradables noticias, secciones como: “El Relámpago Mundial”, “El Mundo en medio Minuto”, entre otros de la misma índole, son sintomáticos de un medio informativo que muestra y hace alarde de su realidad.  Mientras en el mundo real suceden eventos y actividades que generan consecuencias globales y que se convierten en historia, los medios locales reportan una ínfima parte, y a vuelo de pájaro.  Prefieren utilizar el tiempo al aire para polarizar las masas en la locura tropical.  Al final del día, si una hora no es suficiente para presentar un buen noticiario local, mucho menos para presentar lo que sucede más allá del mar.  Adicional, esa operación cumple con el objetivo de mantener los espectadores en el aire.  Eso pienso yo, para subsanar mi carencia de confianza.

Confianza que he perdido, debido a que los medios han sacrificado su credibilidad por sensacionalismo.  Esto se percibe, y es evidente en el contenido de la inmensa mayoría de los programas noticiosos del país. Todo lo reportado no es más que noticias amarillistas, marcadas por los problemas sociales que nos acechan.  Lo cual acentúa cada vez más, que la sociedad enfrenta una grave crisis.  Se presentan con una especie de morbo solo para obtener los mejores “ratings” frente a la competencia.  Un canal local muy conocido se ha comprometido a reportar notas positivas al final de su espacio noticioso.  Al anunciarlo, lo han hecho con el mensaje subliminal de que todo es nuestra responsabilidad.  Que ellos reportan lo que el país produce. Es decir, que el país no produce suficientes notas positivas para completar un espacio de una hora en su totalidad.

A esto se suma, el pobre análisis que se realiza cuando se trata de informar.  Se realizan debates parecidos a cuadriláteros de boxeo, donde los adversarios se enfrentan por un minuto esperando que suene la campana.  Minuto que utilizan para ataques personalistas, más que para abundar sobre la materia discutida.  Mientras, el reportero o reportera que funge (debiera escribir finge) como moderador, asume un rol que en nada abona al análisis serió y profundo, formando así parte del espectáculo.  Esto contribuye a la transformación de dicho escenario, en una arena circense.  Todo lo anterior tiene como consecuencia, la verdad solapada.  Recibimos verdades a medias, mentiras enmascaradas.  Y las asimilamos todas.

Mi mente continúa dando bandazos entre ideas que son abrumadoras.  He llegado hasta pensar, que todo es concertado.  Que todo es parte de un plan mayor para distraernos. Donde el único fin de los medios es hipnotizarnos, idiotizarnos.  Manejar nuestros sentidos y manipular así, la opinión pública. Todo para insertarse e influenciar en la política partidista. Cada canal televisivo, cada empresa periodística, tiene un partido político y candidato de predilección.  A tal grado, que algunos se ofrecieron de manera gratuita durante el periodo electoral.  Siempre vence el interés privado, el interés capital y comercial.  Al final de la jornada, el partido y su respectivo candidato en el poder, los tocará con limón y con algunos contratos de publicidad, dulces para sus bolsillos.

Todo esto redunda en el secuestro de periodistas.  El país cuenta con excelentes periodistas que toman muy en serio su trabajo.  Que su vocación es transmitir la verdad. Pero terminan tras los barrotes impuestos por los empresarios dueños de los medios, que censuran, coartan, y editan todo cuanto se informa.  Y se transforman en marionetas de los intereses de sus jefes y supervisores.  Se muestran indefensos y rezagados ante los entrevistados.  Hacen gala de poca preparación, o en su defecto, del control ejercido por los poderosos.  Mientras, los entrevistados nos dan gato por liebre.  Dicen cada disparate, argumento, explicación y expresión. Tergiversando, evadiendo y manipulando todo asunto relevante, convirtiéndolo en bazofias superficiales.  Recibimos así, un pobre y mediocre servicio mediático, al menos para los mejores intereses del pueblo.  Donde, como dice una de mis canciones favoritas de Rubén Blades, la verdad es mentira y viceversa.

El resultado para los que esperamos una prensa que tenga credibilidad, veracidad, y que sea confiable, es la desilusión.  Solo vivimos inmersos en la desinformación.  Desinformación que nos lleva a creer muchas cosas que, en realidad son falsas, y otras tantas que no existen.  Opinamos basado en lo que leemos y escuchamos en medios.  Opiniones que nos degradan y autodestruyen nuestras posibilidades de crecimiento y superación, por su déficit de sustancia y coherencia.  Vivimos en una total enajenación de lo que sucede en el resto del globo.  Sobrevivimos como sonámbulos, como zombis, sin conocer nuestra verdadera condición actual.  No sabemos nada de lo que se cocina detrás de esa cortina de humo ficticia.  Creada, desarrollada y mantenida para controlar nuestros pensamientos, acciones y decisiones.

Llego entonces a la conclusión inexorable, dentro mi paranoia irrisoria, que habitamos en un País sin Prensa.  Solo nos queda buscar por nosotros mismos la verdad oculta.  Buscar la realidad a través de ese muro levantado entre nosotros y el resto del mundo.  Romper las barreras mediáticas impuestas entre nuestro presente y nuestro futuro.  Pensar diferente a la oficialidad.

Levántate y anda.

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