miércoles, 4 de junio de 2014

En las letras, desde Puerto Rico: Algunos acontecimientos en el panorama literario

por Carlos Esteban Cana


A continuación adelantamos algunas imágenes, una muestra, de las presentaciones, eventos y libros que reseñaremos durante las próximas semanas. Como siempre, el panorama de las letras en Puerto Rico es uno dinámico, en el que la diversidad de creadores, de una u otra forma, contribuye a la polifonía artística actual. Acontecimientos que además nutren las ediciones de este boletín.



Presentación Del escándalo al asombro  de Yván Silén




Presentación de 69, de Edgardo Nieves Mieles


        


Presentación de Sobre la huella, de Fernando Cros




Julia de Burgos en la Biblioteca Nacional




Conversación acerca de La muñeca, libro infantil de Magaly Quiñones


      


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Carlos Esteban CanaComunicador y escritor.  Nació en Bayamón, Puerto Rico, pero se crió en el pueblo costero de Cataño.  Fundador de la revista y colectivo TALLER LITERARIO, publicación alternativa que marcó la última década de creación literaria boricua en el siglo XX.  Ha trabajado en el Instituto de Cultura Puertorriqueña como Coordinador Editorial, Director de Prensa para la V Feria Internacional del Libro de Puerto Rico y como Coordinador de Medios para el Encuentro de Escritores De-Generaciones.  Su periodismo cultural ha sido publicado en periódicos y publicaciones como Dialogo, Cayey, CulturA, El Nuevo Día, y Resonancias, entre otras.  Fue parte del colectivo El Sótano 00931.  Colaboro con el poeta Julio Cesar Pol, junto a Nicole Cecilia Delgado y Loretta Collins, en la antología Los Rostros de la Hidra.

Su periodismo cultural es reproducido en diversos espacios y bitácoras cibernéticas, con columnas como: Breves en la cartografía cultural; Aquí allá y en todas partes; Crónicas urbanas y el boletín En las letras, desde Puerto Rico, en bitácoras como Confesiones, Sólo Disparates: buscando la luz al final del túnel, Panaceas y placebos, Boreales, Revista Isla Negra y en periódicos como El Post Antillano.  Tiene tres libros publicados: Universos (micro-cuentos); Testamento (antología poética; una selección de 46 cuadernos) y Catarsis de maletas (cuentos).  Actualmente reside en la ciudad de Nueva York y desarrolla la plataforma multi-mediática Servicios de Prensa Cultural.  Para Carlos Esteban Cana profesar creación y cultura es como recibir oxígeno; vehículos que le permiten ejercer su libertad.

viernes, 30 de mayo de 2014

Discursos

por  Caronte Campos Elíseos


En estos días en los que he experimentado cierta tranquilidad emocional, y ante la ausencia de esas voces en mi cabeza, he realizado algunas actividades atípicas para mí.  Entre ellas, salir a tomar un poco de sol (con un "real feel" de 110 F), ir a un centro comercial, y ver un poco de alguna programación televisiva.  Para mi sorpresa, al encender el televisor, ese en el cual solo puedo ver la transmisión de un único y exclusivo canal aún con la señal digital (algo incompresible para mi), se dirigía a su pueblo el gobernador de Puerto Rico.  Estaban transmitiendo su mensaje de estado, de situación, o protocolar.  Da igual. Como quiera que se le llame, la intención principal es entretener las masas y no rendir cuentas.  En este país nadie rinde cuentas.  Mucho menos si lleva corbata y tiene escoltas o guardaespaldas.  En fin, el hombre comenzó su exposición oral hablando de las pésimas condiciones en las que encontró el gobierno cuando asumió el poder.  Incluso habló de una niña de nueve años que interesa aportar desde ahora, con sus nueve años, al desarrollo del país.  No sé cuáles eran sus expectativas al postularse, porque es de todos conocidos que el gobierno está, desde tiempo inmemorial, en un descalabro financiero y económico.  Si el honorable tenía expectativas diferentes a esta realidad, y sobre lo que iba a heredar al ganar las elecciones (por un pelo), luego de tantos años como servidor público, entonces quien debe gobernar en esta isla estrella es la niña de nueve años.

Después de esa introducción donde habló de la crisis existencial de Puerto Rico, donde existen todo tipo de dificultades económicas, y donde no existen soluciones aparentes, continuó con las cosas que él NO va a hacer.  No va a botar gente, no va a añadir contribuciones, no va aumentar los peajes, y mucho menos va a subir el IVU.  Tampoco va a despedir empleados públicos, no va a aumentar la luz ni el agua, y mucho menos va a quitar fondos a la Universidad.  Ni siquiera va a aumentar la matricula, ni tampoco va a privatizar los recintos.  No, no y no va a exigir más de la clase trabajadora que en gran medida sostiene la operación gubernamental.  No va a ponerle más cargas impositivas ni tampoco va a someter legislación que los afecte adversamente.  Los aplausos eran monumentales.  No sé si eran truco mediático de los canales de televisión que orquestaron la transmisión simultánea, o simplemente los asistentes seguían un libreto.  Lo que sí sé, es que de no ser por los que estaban dormidos en el hemiciclo, los que atendían celulares y los que enviaban mensajes de textos, “tuits” y actualizaciones de estado en Facebook, los aplausos serían altamente perturbadores. 

Continuó el gobernador con lo que en realidad él sí va a hacer (en su realidad personal).  Al menos a intentar hacer.  Lo que dijo en esas dos largas horas de mensaje se pudiera resumir en una oración.  "Voy a paliar la centenaria crisis que nadie más ha podido resolver".  Como todos los exgobernadores, Agapito se presenta como el superhéroe de la película.  Ahora con su propio programa televisado.  Tiene en su poder, gracias a su capacidad mental, todas las medidas remediativas para la misérrima situación que vive el país.  Enumera todos los proyectos que su administración radicará en pos de adelantar en la lucha contra la miseria.  Acto seguido presenta su obra consumada, el próximo presupuesto del país balanceado.  Las ovaciones fueron colosales.  Como es costumbre en estos eventos, los homólogos del gobernador se ponen de pie.  Mientras, los que pertenecen a la oposición política, permanecen sentados y haciendo gestos de desaprobación.  Luego de la extensa celebración, retoma el gobernador su discurso.  Me veo tentado a desconectar el televisor.  No podía cambiar de canal porque solo recibo señal de uno de ellos. 

Después de la introducción y pasado el punto culminante del mensaje, llegó la conclusión o cierre.  En esta parte del discurso, comienza la propaganda utópica.  El discurso preparado para  las gradas.  Con el único propósito de avivar las masas y activar las huestes.  Toda una alocución demagógica disfrazada como apología del futuro.  Eso, o yo desde mi desahucio intelectual no entiendo nada.  Brotan del mensaje las grandes obras por realizar, los grandes cambios por implementar, las maravillas por materializar y la mar de metas y objetivos por alcanzar.  Todos con la certeza, la convicción y la fe de que serán posibles.  La transformación nuestra de la chatarra que ahora somos, en la Meca del desarrollo.  Impulsado por mí ignorancia no tengo más remedio que preguntarme: ¿Si hace tanto tiempo estamos tan mal y no va a sacarnos más dinero, con que carajos va a hacer todo lo que promete?  Llego a pensar que el gobierno pasará a ser uno más costo efectivo operacionalmente.  Una ilusión más de mi mente traidora.  Llega por fin el final.  Por fin porque lo esperaba, y final porque pareciera que vivimos el comienzo de la culminación de nuestra perenne crisis. 

La clausura viene matizada por loas hacia los puertorriqueños.  Resalta las cualidades, las virtudes, talentos y dones de los boricuas.  Incluso, como si se tratara de un discurso de antaño, hace referencia a la capacidad de los trabajadores locales.  Con gran emotividad afirma que somos la mejor mano de obra del mundo.  No solo eso, tiene la fuerza de cara de repetirlo en una segunda ocasión.  No es que yo sea tan viejo, pero me pareció escuchar a Muñoz Marín con su famosa y nunca bien ponderada operación, "manos a la obra".  Admito que sentí deseos de vomitar.  Ahora irán muchos de los que aquí leen a decir que soy PNP.  La verdad, me vale.  Fue en ese preciso instante que apagué el televisor con una interrogante que hasta el sol de hoy no le encuentro respuesta.  ¿Si somos la mejor mano de obra del mundo, porque carajos hay que darle tantas exenciones e incentivos a las empresas foráneas para que operen en Puerto Rico?  Esa es la pregunta.         

Como yo soy un simple lego en política y economía (y también en infinidad de temas), me dispuse a escuchar y leer los análisis de los expertos de este país.  No de los millones de expertos que radican en bares, cafeterías y agencias hípicas.  Sino de los que tienen un título o profesión en esas materias.  Sin entrar en los méritos de si son ganados u otorgados tales credenciales.  Todos coinciden en que son puras falacias las aseveraciones del gobernador en su mensaje.  Dicen los economistas más reconocidos en este país (ya sea por su trayectoria o por su politiquería) que la realidad es que el presupuesto no está cuadrado.  No sé qué significa eso, tal vez que no se ve igual desde todos los lados.  Por supuesto, no se ve el presupuesto nacional de la misma manera desde el residencial Nemesio Canales que desde los interiores de Plaza Las Américas.  Encuentran fallas, lagunas, y omisiones en materias financieras.  El panorama que ellos esbozan en sus escuetas declaraciones, es diametralmente opuesto al presentado en el discurso del gobe.  ¿Será que en este país los economistas no tienen ninguna puta idea (NPI, por sus siglas puertorriqueñas) sobre las finanzas gubernamentales? 

Al otro día y sin contemplaciones, le sueltan las cadenas a la sayón del gobierno.  Ni corta ni perezosa, la secretaria de estrategias de captación, anuncia las nuevas medidas para recaudar los fondos para cuadrar el presupuesto.  El mismo presupuesto que el día anterior el gobernador había anunciado con bombos y platillos que lo presentaba balanceado.  En palabras de la testaferro gubernamental, es un presupuesto con proyecciones difíciles de alcanzar.  Es la segunda vez que el gobernador repite este libreto.  Entre las medidas presentadas para legislación, se encuentran los aumentos de impuestos sobre las ventas de casas y sobre las ganancias por la venta de hogares.  Un nuevo impuesto sobre la perdida (si, sobre la perdida) en la venta de viviendas.  También presentaron proyectos para la revisión de bonos navideños y beneficios de empleados de confianza.  Anuncian además el plan de reducción de gastos en el gobierno,  con el cierre sistemático de alrededor de 100 escuelas, la fusión de las procuradurías y algunas agencias para minimizar los costos operativos, aumento en los días y horas de trabajo, entre otras medidas.  Y para cerrar con broche de oro, anuncian la reducción del bono a los envejecientes.  Dicho bono ahora será basado en una fórmula de recaudo.  Es decir, si se cumple con los ingresos establecidos en las proyecciones.  Demás está decir que es algo sospechoso viniendo de la entidad que se encarga de establecer las proyecciones, gestionar los cobros y realizar la contabilidad final de los ingresos.  En otras palabras, los cabros velando las lechugas. 

Como siempre pasa en la historia de los oprimidos, la soga parte por lo más fino.  Todo lo dicho en los discursos protocolares pintan un panorama ficticio.  Todos los discursos que escuchamos de los políticos, son similares a los discursos de las religiones, cargados de fe y esperanzas.  Todos los discursos están disfrazados con demagogias y falacias apalabradas. Pero la verdad es otra.  Los discursos nunca otorgan lo que ofrecen.  Lo que los discursos dan, la realidad lo quita.  Lo que los discursos prometen, el tiempo desvanece.  Y seguimos aquí, víctimas de la verdad, esclavos del tiempo y ovejas de los discursos.



¡Levántate y anda!

miércoles, 21 de mayo de 2014

La gran verdad

por Angelo Negrón

Divisó a su mejor amigo entrar al bar donde habían quedado en encontrarse. Con ojos sollozos y hedor a alcohol abrazó al recién llegado. Le dio la bienvenida y su voz turbada exigió al cantinero que le sirviera un trago a su hermano del alma. Mismo que le comentó, en ese instante, su asombro al verlo tan borracho. Él respondió que se encontraba triste y deseoso de olvidar. Dándole una palmada en la espalda le invitó a jugar billar. Después de varios juegos; el borracho prometió que la bola roja entraría en la buchaca de la esquina derecha y perdió el quinto juego al ver entrar la bola negra en la de la izquierda. Su amigo no podía dar crédito a lo que veía pues nunca le había ganado tantos juegos seguidos a quien conocía como un campeón en tal menester. Lo vio tambalearse y buscar asirse a la pared cercana.

—Ya no puedes más. Vamos, te llevo a tu casa— comentó sonriente.

El borracho negó con la cabeza repetidamente. Soltó algunos sollozos a pesar de que trató de no mostrar sentimientos ajenos a los que le causaba el licor. Casi recostado de la pared caminó hacia una puerta cercana y entró al lavabo. Permaneció un rato dentro. Al salir tenia la bragueta abierta y la camisa abotonada de forma impar. Con los ojos perdidos en las fotos de hermosas mujeres semidesnudas que promovían la cerveza o los cigarrillos del momento decidió confesarle a su amigo la razón por la que había bebido esa noche.

—Te acuerdas cuando te conté la historia de la rubia que conocí en el restaurante cerca de mi trabajo.
—¡Claro que sí! ¿Cómo olvidar tal aventura? Si me la has repetido por los últimos tres meses con lujo de detalles. Sobre todo la formidable e instruida manera en que te...
—Sucede hermano mío— interrumpió el borracho— que no te he dicho toda la verdad...
—No jodas. ¿Es mentira?
—Lo de tener sexo con ella es verdad. Fue en muchas ocasiones. No he de negar que fueron los mejores días de mi vida. Era tremenda, tanto que, me olvidé de mi esposa y hasta por poco la pierdo al no prestarle atención. De hecho estamos juntos por nuestros hijos, por que si no, ya me hubiese mandado al infierno, Durante y después de esa rubia dejé de hacerle el amor.

—A ver. Pues dime ¿qué verdad te falta de contar?

—Verás. Desde esos meses no le hago el amor a mi mujer...

—Aha; eso ya me lo dijiste...


El borracho miró hacia todos lados y, a pesar de que no existía nadie cerca, le hizo señas de que se aproximara para poder decirle un secreto.

—Perdona. Es que estoy medio tuerca. Esa rubia me confesó que padecía el virus del SIDA y corrí al doctor. Después de varios estudios me dio la buena noticia, según él, de que no sufría SIDA. Sólo era portador del HIV, o sea, soy trasmisor...

—Pero, ¿Cómo? ¿Cuándo?— tartamudeó su amigo.

Observó al hombre palidecer y tal sufrimiento lo impaciento, pero siguió adelante en su explicación. Le repitió que desde ese entonces no tocaba a su mujer bajo el temor de contagiarla. Veía su matrimonio perdiéndose en el remolino que eso significaba. Los hijos de ambos no serian la excusa para siempre y él lo sabía. Tenían muchos problemas pues su esposa, según dijo, era muy fogosa y lo deseaba ciertas noches. Reconocía que ella se estaba cansando de su desprecio y, además, la amaba con todo su ser.

El individuo sudaba a raudales. La confesión de su amigo lo dejó con la boca abierta y no pudo disimular su nerviosismo cuando le respondió que contara con él; que para eso eran amigos. Se alejó del borracho. Pidió dos tragos que consumieron abrazados y llorando su pena.

—Maldita rubia, hermano; maldita aventura— mencionó el borracho tambaleándose cada vez más.

—¡Así es! Que porquería es esta vida— respondió mientras sacaba un cigarrillo de la cajetilla y lo encendía para fumarlo en tres bocanadas.

—Durante estos meses he padecido este secreto solo. Debí compartirlo antes contigo, pero no me atrevía por miedo a tu desprecio. ¿Recuerdas aquella depresión por la que estuve recluido? Nadie, siquiera tú, supo que fue lo que me afectó. Sucedió cuando me enteré de todo y guardármelo me causó más daño aún.

—En las buenas y en las malas. Para eso somos compadres— contestó afligido.

—Sí. Lo peor de todo es que la razón para emborracharme hoy es que, después de tanto soportar y no caer ante los avances de mi mujer, anoche le hice el amor.

—¿Cómo?—
preguntó incrédulo.

Ambos rostros se convirtieron en tristeza pura. Entre pequeñas pausas y grandes maldiciones le explicó que no pudo contra la tentación. Su mujer había aparecido desnuda en la habitación y comenzó a provocarlo. Él se negó al principio, pero las promesas de placer y los recuerdos de noches compartiendo la almohada lograron que ella ganara.

—Ahora es tarde amigo mío. Estoy aquí llorando por lo que le hice a la mujer que más he amado en mi vida. Mira si soy un desalmado que no estoy del todo arrepentido. Anoche mientras le hacia el amor supe que quiero volver a hacerla sentir y gozar del tiempo que nos quede juntos. Sólo le pido a Dios que sean varios años más. Te ruego no cuentes esta verdad. Necesitaba compartirlo. No quiero estar en el hospital de nuevo por aguantar tanta tristeza dentro de mí.

Volvieron a abrazarse. Después de un apretón de manos, varias palabras de aliento y de repartirse la cuenta que pagaron al cantinero, se despidieron con la promesa de echar la revancha en varias mesas de billar y continuar compartiendo penas y alegrías futuras. Lo vio alejarse aún apesadumbrado. Cuando estuvo seguro de que había cruzado, no sólo la puerta de entrada del bar, sino también la carretera; entro de nuevo al sanitario. Mirando al espejo se acomodó bien los botones de la camisa, cerró su cremallera y peinó con los dedos su alborotado cabello.

—Creo que dio resultado— dijo sonriendo— este pendejo no volverá a tirarse a mi mujer. Apuesto que mañana a primera hora visita la clínica y se hace varias pruebas...
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*Nota del autor: Este relato lo escribí basándome en un chiste escuchado por ahí.  Angelo Negrón
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Angelo Negrón (New Jersey: Junio 15 1969 a Enero 1970 - Puerto Rico: enero 1970 al presente). Definitivamente puertorriqueño. Sus cuentos han sido publicados en la revista y colectivo Taller Literario y en Revista Púrpura. Tiene varios libros inéditos de relatos a los que le ha dado por título: Montaña Recuerdo, Entre el edén y la escoria, Sueños mojados, Confesiones y Causa y efecto. Además una novela de próxima publicación titulada: Ojos furtivos. Mantiene el Blog: Confesiones

sábado, 26 de abril de 2014

Nuestro capital

por  Caronte Campos Elíseos


Durante esta semana de reflexión he tenido la oportunidad de pensar y recordar muchas cosas, muchas personas y algunos eventos.  Entre esos recuerdos llegó a mi mente un viejo amigo.  Gran actor, comediante, amo de los disfraces y excristiano, y sin mucho sentido del humor.  Recordaba yo la ultima platica que tuvimos en un plaza publica de un pueblo costero. Allí escuchaba su perorata sobre la situación actual y su interesante concepto sobre ser capitalista.  Hacía un recuento sobre la crisis económica del país, sus causas y, según él, las posibles soluciones. Decía el hombre, vestido con sus ropas desgastadas y tenis viejos (no más que las mías), que esta viviendo en la pobreza extrema, y que en múltiples ocasiones no ha tenido nada que comer.  Habló de las veces que le han cortado la luz y el agua, y para las cuales ha tenido que obtener un segundo empleo de jornada parcial. Luego de describir todas las vicisitudes que ha pasado viviendo del desempleo (aun con su maestría en comercio internacional), y su dependencia de los programas de bienestar social del gobierno (el pan, la tarjetita, los subsidios y el plan ocho), culmina con su frase inolvidable... "Me declaro capitalista".

No olvido nunca esa conversación.  Desde ese momento he vivido buscando la lógica y el razonamiento de ese pensamiento.  Para mi sorpresa, esa visión es recurrente en la vida de los puertorriqueños. Prácticamente el 97% de los boricuas tienen una percepción sobre el capital desde una perspectiva combinada de economía y política.  Se asocia, comúnmente, el estatus político con la situación económica del país. La relación actual de Puerto Rico con los Estados Unidos se percibe como una de provecho para todos.  No es para menos, considerando que esa es una de las economías más grandes del mundo (eso no significa la mejor) gracias a su sistema capitalista.  Con su mercado desregulado, su mundo de oportunidades, su libre competencia y su sueño americano, el capitalismo norteamericano se ha convertido en la aspiración de todos. Casi la totalidad de los puertorriqueños desean una relación estrecha con la nación norteña.  Ya sea la estadidad o la colonia asociada, todos miran con ambición el enlace gringo.  Para la inmensa mayoría ese lazo es sinónimo de capital, dinero fácil, crecimiento y desarrollo.  
Por tal motivo, no falta al andar por los campos y montes de esta tierra afiliada, ver las casuchas de madera y zinc ondeando la bandera de las barras y las estrellas.  Al igual que el amigo de la plaza, la totalidad de los estadistas y autonomistas se consideran capitalistas y consienten este sistema como algo beneficioso.  Incluso los que se encuentran en dificultades económicas, los que apenas les alcanza para comer y los que dependen consistentemente de ayudas gubernamentales, se autoproclaman como capitalistas empedernidos.  No debe extrañarnos dada la promoción y difusión que los medios de comunicación proveen, sistemáticamente, a esta idea.  El otro tres porciento (3%) de la población (no creo necesario mencionar su ideal) tiene el mismo pensamiento pero con tendencias separatistas.

Al final del día, la generalidad de los colonizados viven con pretensiones capitalistas.  Sin importar su situación económica, su condición financiera, su presupuesto, sus ingresos, si tienen o no posesión alguna, todos se proyectan de esa manera.  Los modelos impuestos por el propio sistema logran que cada uno evoque un estatus social más privilegiado.  En esa tesitura, hasta el que no tiene pan en la mesa o techo en las noches, se dice capitalista.  Si triste es el saber que personas de escasos recursos, viviendo en condiciones infrahumanas o dependientes del gobierno sin lograr ser autosuficientes (no está en discusión las razones para ello) viven esa fantasía, peor es el saber que la fuerza trabajadora también cree en ese espejismo mediático.  La etopeya de este grupo es más deprimente.  Sus vidas transcurren en rutinas establecidas e inculcadas por el sistema educativo que sobrevive sembrando ideas desde edades tempranas. Logrando la sensación de libertad, triunfo y realización personal, según la productividad que otorgan esas vidas rutinarias.  


Estar de pie desde las cinco de la mañana, desayunar poco, salir con prisa para estar dos horas en un trafico infernal para llegar a un empleo que paga salarios por debajo de toda escala y que apenas alcanza para llevar una vida promedio.  Entonces salir a las cinco de la tarde para estar dos horas más en trafico, llegar a la casa con tiempo solo para los quehaceres del hogar y tener un remanente para reposar frente al televisor, que se ocupa de mantenernos distraídos de nuestra realidad.  Y así, se nos va la vida con tres semanas al año de vacaciones, y 15 días por enfermedad.  Sin una cuenta de ahorros, sin planificar un retiro merecido, y sin calidad de vida digna. Sudando el pan de cada día mientras el verdadero producto de nuestro esfuerzo beneficia a terceros.  Viviendo el día a día minimizando los gastos por causa de los números rojos.  Poco nos importa siempre y cuando tengamos el mínimo poder adquisitivo permitido para obtener lo que el adoctrinamiento nos impone como norma.

Nunca realizamos que los verdaderos capitalistas son los que se lucran de este esquema de explotación humana.  De hecho, es ese sistema capitalista el que ha llevado la clase media al borde de la extinción.  El mismo que muchos han bautizado como la esclavitud moderna.  Los conocemos como financieros, inversionistas y hombres de negocios.  Títulos que esconden su verdadera naturaleza y propósito.  Acumulan y manejan la mayor parte de las riquezas del mundo.  Amasan fortunas incalculables obteniendo ganancias del trabajo, esfuerzo y productividad de la clase obrera mundial. En contraste con los peones del juego monetario, estos reyes no tienen necesidad de madrugar antes que el sol, tampoco de conducir y mucho menos en horas pico de trafico.  No tienen un horario de entrada y salida para su jornada laboral.  Sus vacaciones no son limitadas y sus atenciones medicas son de calidad.  Sus cuentas bancarias poseen números astronómicos y están en el extranjero.  No se preocupan por el retiro porque son dueños de su tiempo.  Sus horas de reposo, luego de ver sus dígitos en aumento y en color negro, lo pasan viajando por el mundo haciendo turismo global.  Sus intereses son las prioridades de los gobernantes de turno, porque poseen el poder financiero para toda campaña política conocida.

Mientras ese cuadro patético y absurdo rinde frutos para sus artífices, nosotros vivimos de falsas expectativas y realidades inventadas. Menospreciamos nuestro capital.  Nuestro verdadero y genuino capital.  El que está en la plaza quejándose de su situación pero piensa en progresar. El de la choza de madera con ganas de triunfar.  El que madruga todos los días con el sol para ser útil a la sociedad.  El que estudia para crecer y servir a su país y a su gente. Nuestro capital humano es incalculable, inagotable, y renovable.  El puertorriqueño tiene un capital intelectual con un potencial inimaginable.  Todos tenemos la capacidad para coadyuvar al desarrollo de un mejor futuro, superando los obstáculos actuales que nos imponen los verdadero capitalistas.  Esos que nos mantienen atados con las cadenas mentales del autodesprecio y la autodestrucción, sembrando ideas equivocadas sobre nosotros mismos.

Podemos utilizar nuestro capital para construir un verdadero país, una verdadera nación, una patria digna para todos. Una verdadera isla estrella que brille por luz propia. Podemos, si queremos, destronar los reyes y apoderarnos del tablero de juego.  Pero no será posible hasta que no rompamos todas las ataduras que nos mantienen inmóviles, estafermos ante nuestra realidad histórica.  Hasta que no nos liberemos de las cadenas imperiales que nos sumergen en la indiferencia, en la dejadez y en la pobre autoestima colectiva.  Hasta que no borremos toda reminiscencia colonial de nuestra memoria nacional, y desechemos toda división partidista, no podremos dar un paso al frente y ser verdaderos dueños de nuestro propio destino.

Cansado de escuchar tanta bazofia en la plaza publica, de voz de un capitalista patriótico e indigente que vive bajo el nivel de pobreza... abandoné, aturdido y con mi alodoxafobia, la plaza pública camino a mi casa a leer periódicos viejos con la soledad.      



¡Levántate y anda!