martes, 17 de diciembre de 2013

Desapego cultural

por  Caronte Campos Elíseos




Siempre encuentro a alguien que piensa que soy un desequilibrado mental, o que soy   un desajustado emocional.  Tampoco falta quien piensa que soy un loco con graves problemas de adaptación social.  Algunos me ven y se alejan por otro camino.  Otros, me gritan epítetos como, maniaco, psicópata, o lunático (aparentemente a modo de insulto).   Otros pocos, muy pocos, se acercan a decirme que estoy enfermo y que necesito ayuda profesional.  Solo porque evidentemente, he llegado al “borderline” de mi personalidad.  Tal vez porque cuestiono todo lo que sucede a mí alrededor, y critico todo aquello que me parece “fuera de lugar”.  Quizás también por el hecho de que pierdo mí tiempo escribiendo solo disparates para este espacio.  Para ser objetivo, quizás el hecho de que visite un psiquiatra, un psicólogo y un psicoanalista, y que además consuma cantidades ingentes de químicos recetados, validen todas las etiquetas que me adjudican mis críticos.  También debo admitir que algunas de mis costumbres pueden resultar un tanto extrañas.  No es muy común que una persona guste de leer periódicos con varias semanas de retraso.  Tampoco es muy habitual ver a alguien vagar en las noches y en mala compañía por los cementerios del país, o por las murallas de San Juan con pensamientos suicidas.  No es por justificarme ni nada de eso, pero toda esa patología no surge de la nada, y tampoco se da en un vacío.

Toda esta falta de fe en la gente, mi desconfianza hacia el prójimo, y la animadversión hacia la humanidad, es el resultado de la manera en que vivimos actualmente.  Es un mecanismo de defensa contra los estilos de vida contemporáneos, las costumbres modernas, y contra los excesos de la nueva cultura.  Cuando hablo de cultura no me refiero al mundo de las artes, las letras, la música, el teatro,  ni la pintura.  Estos son los únicos que mantienen una “scintilla” de cordura y sensatez.  Más bien me refiero a los actos y actuaciones, a los comportamientos y actitudes, a los sentimientos y pensamientos adoptados a través del tiempo, y que ya forman parte integral de nuestra cultura, tradiciones, idiosincrasia e identidad nacional.  No quiero generalizar porque se de muy buena tinta, que hay quien se ha inmunizado contra el germen patógeno de la corriente neoliberal postmoderna y sus respectivos virus.  Pero evidentemente, nuestra realidad y nuestra cotidianeidad están matizados con un desapego cultural cada vez más incontenible.  Hemos institucionalizado en nuestras vidas el desapego de los valores que una vez nos identificaban como pueblo.  La isla ha perdido su encanto y ya no es un destino turístico seguro, y el puertorriqueño ha perdido su carácter hospitalario del cual tanto alardeaba.  La prueba más clara y evidente de la magnitud del desapego que sufrimos como pueblo, es el apagón de la laguna bioluminiscente.  Nunca se hizo sentir ni pizca de indignación por el mal manejo de nuestros recursos naturales.  Amén de la intolerancia hacia los semejantes, la discordia entre familiares y amistades, sin mencionar la incontenible incidencia criminal en todas las clasificaciones delictivas; y la ola de violencia domestica que tantas vidas de mujeres inocentes ha cobrado.

Para hacer el cuento largo, corto, y no aburrirlos con tanta bazofia apalabrada, me voy a limitar a narrar (a manera de chisme) lo que me sucedió mientras preparaba mi cena de “acción de gracias” y meditaba sobre la disyuntiva social que vivimos.  Aunque no tengo mucho que agradecer, ni siquiera a quien o a que agradecer, después de haber seleccionado un jamón de pavo empacado y un vino de frutas barato, me dispuse a preparar la mesa para uno.  No bien terminaba de colocar el plato desechable sobre el madero repleto de lecturas en agenda, algún incauto osado tocó a mi puerta.  Para mi sorpresa, era una vieja compañera de estudios doctorales en materias extrañas.  La doctora, quien parece no envejecer y mantener su figura juvenil y su pelo lacio amarillo como el sol, se atrevió a saludarme como en los buenos tiempos, con un beso en la mejilla.  No quise ser descortés (tal vez sí) al no mencionar palabra alguna, pero ella por iniciativa propia se invitó a entrar, y de paso, también a cenar.  Le advertí sobre el rico y suculento pseudo menú, a lo que accedió sin contemplaciones.  Observando todo como si se tratara de una inspección en Siria sobre armas peligrosas, me cuestionó sobre el maletín negro con las siglas, EEUU-NSA.  Le respondí de manera parca, que era un obsequio de un viejo amigo de viajes.

Sentados a la mesa, me convertí en víctima de un intenso interrogatorio. Ya en la catástasis de la entrevista, y sumergidos en la embriaguez, comencé a confesar el porqué de mi vida cuasi ermitaña.  Le explicaba yo a la doctora, que mi retirada hacia el anonimato es causado por el desapego social generalizado.  El desapego de la vida, de la comunidad, de la solidaridad.  En fin, un desapego de todo lo que se relaciona a la universalidad y el pluralismo.  Un desapego de la diversidad del ser humano y lo que nos caracteriza como humanidad.  Situación que ha servido como agente conductor de la intolerancia, el individualismo, el egoísmo, incluso ha fungido como detonante del hedonismo y el egocentrismo imperante.  No existe ya la esencia de una colectividad abierta para todos y todas en igualdad.  Solo quedan reminiscencias de lo que alguna vez fue una cultura de unidad y hermandad.  La cohorte de los buenos tiempos ha fallecido, y las nuevas generaciones han caído presas del sistema global dominante.  Un sistema que nos sumerge miserablemente en su juego y nos convierte en piezas claves de su supervivencia, despojándonos de nuestros valores y nuestro sentido de sociedad.  Con el consumismo, la libre competencia, la multiplicidad de oportunidades para realizar los sueños; y la venta por todos los medios de comunicación masiva, de ideas y estilos de vida diseñados para polarizar las mentes débiles hacia unas falsas expectativas, este sistema nos ha inducido a institucionalizar el desapego de todo lo realmente genuino y verdadero.

La doctora solo se limitaba a mirarme directamente a los ojos y a tomar sus repetidas copas de vino cada vez más llenas.  A tal grado que me vi en la obligación de abrir mis reservas de vinos de frutas, guardadas para alguna ocasión especial.  No cabe duda que esta era lo suficientemente especial, ya que la doctora me seguía atrayendo igual que en los tiempos de nuestros cursos de ciencias ocultas.  Yo continuaba con mi disertación (no sin antes tomar mis pastillas para los nervios también con un poco de vino) sobre la cultura actual puertorriqueña y las devastadoras consecuencias del desapego instaurado en todos los ámbitos de nuestra vida colectiva.  El mismo que nos ha llevado a tolerar y a aceptar conductas equivocadas.  Incluso nos ha empujado hasta el punto de avalar y justificar comportamientos atípicos contrarios a las civilizaciones de avanzada, y a pasar por alto e ignorar las actuaciones inmorales y antisociales de los sectores más favorecidos por el propio sistema.  Tal es el caso de la corrupción gubernamental y la administración pública.  Salimos a escoger los dirigentes del país cada cuatro años, a sabiendas de que hay que escoger entre todos a los menos malos.  Mientras tanto, toleramos toda clase de abusos y maltrato institucional.  Toda acción, toda palabra, toda ley aprobada no tiene otro objetivo que lacerar la ya maltrecha clase media del país.  Sin mencionar que las oportunidades de una mejor calidad de vida para la clase que se encuentra por debajo del nivel de pobreza, no figura entre los verdaderos planes políticos, ocultos bajo las plataformas de gobierno oficiales.  Pero eso nos vale madre, y continuamos con nuestras vidas y nuestra actitud apática.  Claro, mientras esto no nos toque directamente a nosotros.  Esa cultura del desapego nos ha llevado a realizar que no existe injusticia hasta que ésta toque nuestra puerta.  Ya nadie piensa en los problemas del prójimo y mucho menos en la solidaridad. 
    
Ella solamente escuchaba con aparente interés.  Con sus ojos achinados por el vino, y con un tono más sensual que al inicio, me comentaba que le agradaba lo enigmático de mi pensamiento, y mi interesante personalidad al filosofar tan vehementemente.  Como yo la conozco y recuerdo sus antiguas jugarretas, la ignoro y continúo con mi aburrida alocución (aunque pensando que ella también se vería muy sexy sobre la mesa).  En fin, ruego por que se aleje la tentación para poder retomar la línea de pensamiento.  Esta vez recalco las razones para mi vida en el retiro de cualquier contacto con la gente.  Todo el mundo, todo el bendito pueblo puertorriqueño ha adoptado el desapego como cultura.  Nos hemos aclimatado, a tal grado que lo vemos como bueno y normal, la "mala leche" hacia los demás.  No tenemos ningún tipo de consideración hacia los vecinos, las amistades, los compañeros, y muchas veces ni hacia la propia familia.  Hemos decidido, abiertamente, ser parte integral del sistema que nos sumerge sin contemplaciones en la miseria ética y moral.

En este punto se muestra un poco inquieta.  Cuestiona si yo tengo alguna solución a este mal diseminado socialmente.  A su vez se queja del calor que recorre todo su cuerpo, y pregunta si puede quitarse alguna prenda de ropa.  Como yo soy loco, pero no tonto, accedí inmediatamente.  Procedo a contestar su interrogante diciendo que yo no poseo un remedio inmediato para la pandemia del desapego que nos consume.  Este está tan arraigado culturalmente, le digo, que no vislumbro salvación alguna.  Es como una escena post apocalipsis.  Todo el mundo pensando en su propio bienestar y adorando un solo dios, el dinero.  Un sistema basado en la obtención de bienes materiales para uso personal, relegando las relaciones humanas e interpersonales.  Hasta que el puertorriqueño no desarrolle una conciencia ciudadana, basada en la ética, la moral y la solidaridad; hasta que no asuma un rol participativo y combativo ante los problemas sociales, dando la batalla para erradicar su origen; hasta que no recuerde como era su idiosincrasia en mejores épocas y decida redescubrirla para las nuevas generaciones; hasta que no derroque el sistema que burdamente fomenta las actitudes individualistas, consumistas y egoístas; hasta que no destierre ese desapego cultural entronizado en los corazones, que solo cosecha apatía, discordia y enajenación; hasta ese momento, no tendremos un futuro por delante.



En este instante la dama embriagada dio un salto sobre la mesa. Se acercó con ojos lujuriosos y respiración acelerada.  Caímos al piso de mi sala enredados entre besos, caricias y abrazos.  De esa noche no recuerdo mucho más, solo que al despertar encontré su cuerpo elástico, estirado y desinflado a mi lado.  Al fin y al cabo, siempre supe que ella era una mujer vacía.

¡Levántate y anda!   

martes, 10 de diciembre de 2013

Luis Antonio Rodríguez (LARO) y su poesía nos visitan


Si le diera

Si al rocío alucinante le diera
con humedecer tus labios que me amanecen
con arropar tu universo que me enloquece
yo tomaría mis espadas, mis sanchos y mis lanzas
derrotando tus molinos como caballero valiente
y le haría la guerra a tus locuras y manchas.

Si a la lluvia invasora le diera
con llorar tu sombra helénica
con acariciar tu cabellera poética
yo saldría sin caballo de madera y sin talones
a conquistar todos tus llanos serenos y tus montes
y le haría la guerra a tus iliadas y odiseas.

Si al viento juguetón le diera
con levantar la falda de mi espera
con rozar tus nalgas que prenden mi hoguera
yo inhalaría hasta llenar tus malos pensamientos
creando en tu pelvis dibujos de tus gemidos y alientos
y le haría la guerra a tus huracanes y tornados sedientos.

Si a la luna revoltosa le diera
con trazar tu espalda con más de cincuenta sombras
con borrar los puntos cardinales de tus cálidos besos
buscaría las anastasias de tus seductoras memorias
combinando tus cinco sentidos con el látigo de tu boca
y le haría la guerra a los sudores que tu cuerpo provoca.

Si al sol imprudente le diera
con derretir tu piel de dulce de leche
con cambiar colores en tus ojos de nueces
viajaría al espacio espacial de tus orejas
apagando tus dudas que estrellas en la punta de mi lengua
y le haría la guerra a tus supernovas con mis nebulosas treguas.

Oye… pero un momento,
si apago el sol nos enfriamos el cuerpo
y se acaba esta guerra de sudores y movimientos.
¡Ay no!, retiro lo dicho y sigo de guerrero…

Que venga más

Por el trasnoche de anoche
y el amanecer de esta nueva mañana.

Que venga más
agua contra la corriente
que vengan más
gatos vestidos de negros
que vengan más
escaleras sobre las cabezas
que vengan más
conejos sin patas de la suerte.
Que vengan que vengan.
Que venga más
desamores enamorados
que vengan
desilusiones con esperanzas
que vengan
besos de sal y pimienta
que venga más
cuerpos compuestos de amor y cal.
Que vengan que vengan.
Que vengan
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Encuentro de escritores: Luis Rafael Sánchez junto a
Luis Antonio Rodríguez (LARO)
los jefes esclavizados
los “co-workers” clonados
que vengan
las tareas irrealizables
las computadoras impersonales
y los emails encadenados
a conciencias insalvables.
Que vengan que vengan
Que vengan
los gobiernos desgobernados
que vengan
la justicia prostituta
y los violadores abogados
que vengan
la policía “al servicio de capos”
y los jueces que se permutan.
Que vengan que vengan.
Que vengan
y traigan el barco
que se atrevan a venir
que ya me vine
que ya me fui
que ya llegue
y los estoy esperando
con el pecho en alto
y el rabo de lado a lado.

Soy naturaleza 

En mi suspiro
en mi sueno autóctono,
en mi ombligo
en mi pecho ardiente
soy naturaleza.
En mis vísceras polvorientas y liberadas
en mi sudor
al amanecer
al atardecer
soy naturaleza.

En mi sonrisa y en la tuya
en mi albedo y en my sombra
en mi sol y en mi instinto
en mi luna
en mi razón
y en mi ternura
soy cielo  ave
rio transparente.
Soy alisio y cordillera
mar y estrella polar
y hojas bañadas
de rocío
soy frio
y calor en invierno
jardín corpóreo
troposfera ardiente
que guardan un silencios.

Pero es bien sabido
- más que todo -
que soy coloquio de venas
certidumbre penetrante
tierra efervescente
soy realidad y vida abierta
porque soy
naturaleza.

Publicado en el libro  Entre la sombra y el albedo, de Luis Antonio Rodríguez (Laro), 1996
Poema incluido en la antología Ecología y Poesía, del Dr. Manuel de La Puebla, San Juan Puerto Rico 1998
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Luis Antonio Rodríguez (LARO) - Escritor y fotógrafo puertorriqueño. Ha cultivado la poesía y la narrativa desde muy joven. Durante la década de los noventas, fue incluido por el Poeta y Humanista don Manuel de la Puebla en la antología mundial Ecología y poesía, también fue de los escritores que se desarrolló en torno al colectivo y revista Taller Literario. Su trabajo creativo ha sido reproducido por diferentes bitácoras y páginas cibernéticas, y creadores como el narrador Angelo Negrón, la artista Tanya Torres, la gestora cultural Raven Blackstone, el poeta Eric Landrón y el editor Caronte Campos Eliseos, se han ocupado de difundir su obra. LARO, como se le conoce, ha sido invitado a participar de importantes eventos en librerías y centros culturales de Nueva York, Filadelfia y Puerto Rico. Tiene dos poemarios publicados: Entre la sombra y el albedo (1996) y Versos clandestinos (2001). Actualmente se ocupa de dar los últimos detalles a Historias del ir y venir, su colección de cuentos, y a la novela La noche larga de aquel día. Algunos críticos han destacado el valor de la poesía ecológica de Luis Antonio Rodríguez (Laro), en la que privilegia temas diversos, como la defensa del ambiente y la protección de la naturaleza, en una poética muy propia, desarrollada por los años. Acerca del arte de la imagen y la metáfora LARO manifiesta: “El poeta hace lo que el fotógrafo con su cámara: refleja la vida, plasma los momentos”.   

domingo, 1 de diciembre de 2013

Breves en la cartografía cultural: Puerto Rico, una literatura en diálogo con el mundo (última parte)

por Carlos Esteban Cana

Con esta entrega concluye la serie especial de Breves en la cartografía cultural, acerca de lo expuesto en el Americas Society por los escritores participantes en el panel: Puerto Rico, una literatura en diálogo con el mundo. Por lo anterior, agradezco al periódico caribeño El Post Antillano, como a las bitácoras Confesiones y Sólo disparates, la publicación de la misma.

Esta parte final trae a los lectores las reflexiones finales de Mayra Santos Febres. En su alocución, la Directora Ejecutiva del Festival de la Palabra y el Salón Literario Libroamérica, habla de sociedades y definiciones abiertas, y enumera interesantes sucesos en la literatura contemporánea. También habla de la cantidad de puertorriqueños y culmina con lo que llama una ‘boricuada’, que, a su entender, le ha hecho mucho bien a los puertorriqueños.  

Mayra Santos Febres: Yo creo en las sociedades abiertas, donde hay muchas definiciones operando a la vez; como a mí me gusta mucho las sociedades abiertas entonces abogo por unas definiciones porosas, inestables, cambiantes. Pero para dar un mapa: los últimos cinco o diez años, una de las cosas más interesantes que ha pasado en Puerto Rico y en muchos países de la América Latina es el surgimiento de la literatura con apellido ‘gay’. Entonces hubo un colectivo que se llamó homoerótica del que salieron un montón de escritores, algunos muy muy buenos, que empezaron a trabajar ese tema que lo había traído Manuel Ramos Otero durante los años 70’s y que ahora ha hecho ¡plaf!  También hay mucha literatura que se está trabajando que es literatura fantástica. Está empezando a salir una literatura fantástica en Puerto Rico de ciencia ficción; en poesía también que es muy interesante. Hay unas discusiones muy interesantes, también de literaturas que están trabajando la migración, pero desde otro punto de vista. Estoy pensando en Urayoán Noel y en cosas que escribe que ya no son la pérdida de la patria o el coraje porque me dejaste allá, sino de gente que va y viene entre San Juan y esos lugares, y ve eso desde su punto de vista. Hay tanto, y yo creo que eso es una cosa interesante que está pasando también, que la definición al fin abre más espacio.

Puerto Rico es un país pequeño. Tenemos tres millones de habitantes en la Isla, ¡cuatro!, y cuatro acá. Eso es como un barrio en México ¿No? Hay que entender que los puertorriqueños somos poquitos, y que, de verdad, no nos tienen que hacer tanto caso. Lima tiene once millones de habitantes. Ciudad de México 21 millones de habitantes. Estoy hablando de ciudades países. Tú estornudas y le pasas por encima a un puertorriqueño. Somos poquitos. Hay países que tienen menos. 

Los otros días un escritor costarricense dice: “¡Al fin, estoy en un país con menos población que el mío!”. Yo creo también que eso es una cosa que tenemos que tener bien consciente. Pero pasa lo que dice Janette, lo que estaba diciendo Janette. Perdónenme la boricuada, pero desde los huevos del perro, el perro es bien grande. Cuando tú estás en la cola del perro, tú lo que ves es una inmensidad. Y eso nos ha hecho mucho bien porque conocemos mejor muchas culturas, que lo que otras culturas nos conocen a nosotros. Y de verdad que las conocemos bien. O sea, yo te puedo hablar, y muchos puertorriqueños podemos hablar a calzón quitao de tradiciones literarias. La española la conocemos de rabo a cabo. No la contemporánea porque España se acaba con el 98 y con Federico García Lorca, ¿verdad? Y uno dice: “Coño, déjame actualizarme”. Y por eso hacemos el Festival de la Palabra. 
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Carlos Esteban CanaComunicador y escritor.  Nació en Bayamón, Puerto Rico, pero se crió en el pueblo costero de Cataño.  Fundador de la revista y colectivo TALLER LITERARIO, publicación alternativa que marcó la última década de creación literaria boricua en el siglo XX.  Ha trabajado en el Instituto de Cultura Puertorriqueña como Coordinador Editorial, Director de Prensa para la V Feria Internacional del Libro de Puerto Rico y como Coordinador de Medios para el Encuentro de Escritores De-Generaciones.  Su periodismo cultural ha sido publicado en periódicos y publicaciones como Dialogo, Cayey, CulturA, El Nuevo Día, y Resonancias, entre otras.  Fue parte del colectivo El Sótano 00931.  Colaboro con el poeta Julio Cesar Pol, junto a Nicole Cecilia Delgado y Loretta Collins, en la antología Los Rostros de la Hidra.

Su periodismo cultural es reproducido en diversos espacios y bitácoras cibernéticas, con columnas como: Breves en la cartografía cultural; Aquí allá y en todas partes; Crónicas urbanas y el boletín En las letras, desde Puerto Rico, en bitácoras como Confesiones, Sólo Disparates: buscando la luz al final del túnel, Panaceas y placebos, Boreales, Revista Isla Negra y en periódicos como El Post Antillano.  Tiene tres libros publicados: Universos (micro-cuentos); Testamento (antología poética; una selección de 46 cuadernos) y Catarsis de maletas (cuentos).  Actualmente reside en la ciudad de Nueva York y desarrolla la plataforma multi-mediática Servicios de Prensa Cultural.  Para Carlos Esteban Cana profesar creación y cultura es como recibir oxígeno; vehículos que le permiten ejercer su libertad.

domingo, 24 de noviembre de 2013

La guerra de clases

por Óscar Ruiz


Por el pasado año y medio he leído y visto muchos reportajes acerca de que los pobres son unos vagos y como tienen acceso a todos los beneficios que ofrece el Gobierno. Los políticos y personas de diferentes medios mencionan que los programas de ayuda social deberían ser recortados para forzarlos a trabajar y dejen así de llevarse el dinero de personas que han trabajado para ganárselo.Yo me he quedado pensando en este tema, y más ahora que mi situación profesional me ha forzado a ser parte de ese grupo de personas que ha tenido que solicitar asistencia del gobierno.

Me he quedado perplejo de como le echamos tanta culpa a un sector marginado de la sociedad que no tiene poder económico ni decisional para cambiar nuestra realidad. Ningún estudio nos a habla de que la razón principal del colapso económico son los programas sociales, y más cuando no se han incrementado en una era de recortes. Pero si recordé de mis estudios de historia, psicología y ciencias políticas; de que en tiempos de crisis hay que echar culpas al mas débil. El pobre no se puede defender.  Mi hipótesis a esto es que cuando estamos en un mal momento y cuando las cosas están mal, tendemos a echar culpas. Los pobres como no tienen los medios para defenderse, es fácil apuntar el dedo acusador hacia ellos.

Yo me he criado en el círculo que en Puerto Rico llaman “los blanquitos” o los “guaynabitos". Yo he sido muy afortunado de que a mi nunca me ha faltado algo. Me crié en una buena área, estudié en unas de las mejores escuelas privadas, tuve la oportunidad de hacer mi Bachillerato en EEUU y tengo un Juris Doctor. Además he tenido la oportunidad de visitar lugares que la gran mayoría de la gente no ha ido, ni podrá ir, porque no tienen los medios. A pesar de que he crecido en "la burbuja”, mi trabajo ha sido en proyectos de ayuda social y empoderamiento, a sectores de la población marginada en Latino América. Esto no me hace un experto en el tema de la pobreza, ni mucho menos decir que estoy en posición de hablar a nombre de las personas que son de clase más humilde, pero si puedo decirles que muchas personas de esta clase social marginada no son vagos ni criminales.

Es verdad que muchas personas abusan del sistema de PAN, Desempleo, entre otros programas de ayuda social del gobierno. Pero las personas pobres no son los únicos que abusan de algún programa o ley del Gobierno. Empresas como Walmart, y otras compañías multinacionales están generando ganancias récord, en parte ayudados por incentivos que les da el Gobierno. Pero yo no he escuchado o leído que ellos se estén aprovechando del dinero de la gente de clase media. En el caso Walmart, el Gobierno de Puerto Rico paga doble ya que tras que les da esos incentivos, tienen que pagar asistencia a muchos empleados ya que sus salarios son muy bajos.

Los bancos, protagonistas del caos económico, recibieron miles de millones de dinero para ser "salvados". Ese dinero provino de los impuestos pagados por la clase trabajadora. Durante este proceso salió a relucir que con ese dinero los CEO’s de los diferentes bancos estaban pagandose salarios y bonos. Se beneficiaron unos pocos y marginaron a la gran mayoría. En Puerto Rico, UBS hizo un esquema de fraude donde muchas personas perdieron cantidad exorbitantes de dinero, incluyendo sus ahorros para retiro. Pocos hablan de que esas personas, del esquema antes mencionado, son criminales y que no se les han procesado cargos todavía cuando lo que hicieron fue una apropiación ilegal. Los que pagarán el precio son aquellos que no tienen poder decisional y la clase trabajadora que perdieron sus ahorros.

El problema no son los pobres, el problema está en el sistema y los valores individualista que vivimos como sociedad. Esto afecta a todas las clases sociales. La mentalidad de cada persona de "alar para su lado" sin pensar en sus efectos sobre las demás personas a desembocado en nuestra realidad socioeconómica.  Un ejemplo de esta mentalidad individualista soy Yo, una persona con una limitación física, donde se me hace muy difícil encontrar un estacionamiento de impedido ya que muchas personas que no lo necesitan se estacionan en ese espacio, tengan o no el permiso. En una ocasión, en el Banco Popular, una persona que no quería esperar en una fila larga, se hizo pasar por embarazada a pesar que no lo estaba, sólo para que la atendieran inmediatamente.

En el caso socioeconómico, el sistema está diseñado para que las personas que tengan accesibilidad al poder se beneficien. En EEUU, desde que comenzó la recesión, muchas compañias multi nacionales están generando ingresos records. Wall Street acaba de llegar a 16,000 puntos, cifra más alta en su historia. Desde 2008, el 95% de las personas que han visto sus ingresos subir pertenecen al 1% de las personas que más dinero ganan; en otras palabra, el que ya tiene gana más.  Durante este periodo ha aumentado el desempleo, la pobreza y la desigualdad social. Con esto ha aumentado el número de personas que reciben ayudas sociales. Este aumento no significa que hay más personas vagas en nuestra sociedad.

Como antes mencioné, escuchamos mucho, sino demasiado, que el aumento del déficit estadounidense, que ha "provocado" la recesión, tiene mucho que ver con la cantidad de personas que reciben ayudas gubernamentales para que los mantengan. En EEUU, los estudios hecho por el Gobierno mencionan que las causas principales del déficit fueron: primero, el quitar el “estate tax”, impuesto adicional que sólo lo puede pagar un porciento de la población. Las otras causas incluyen el sistema de retiro, ya que los “baby boomers” se están retirando, y las guerras.

Si quieremos que los pobres contribuyan y no sean un “mantengo”, hay que cambiar el sistema para que se beneficien tambien. ¿Cómo vamos a motivar a alguien si no tienen esperanza de que puedan salir de su situación? Si una persona por más que estudie y trabaje sólo puede como máximo ganar el salario mínimo y vivir en condiciones inhumanas. No podemos culpar su desmotivación. Hay que incentivarlos dándoles más educación o entrenamiento que puedan usar. Además es imperativo que se les ofrezcan oportunidades. Es como el confinado, de que sirve darles herramientas para que se rehabiliten si la única opción para generar ingresos es hacer lo mismo por lo cual fue encarcelado.

A través de mis años trabajando con personas desaventajadas, he visto como muchas personas han salido hacia delante con las herramientas que le han dado los programas gubernamentales para ser autosuficientes y se sientan empoderados. Es increible como el empoderamiento ayuda a una persona a intentar y muchos terminan siendo personas que contribuyen. Recuerdo en Venezuela, unas personas marginadas por tener VIH, se les dio entrenamiento y oportunidad de empleo, su calidad de vida mejoró al punto que eran autosuficientes y contribuyentes a la sociedad.

Si queremos echar para adelante, deberíamos ser personas responsables y cada grupo social colaborar para lograr un fin último y colectivo. Si vamos a echar culpas hay que ser honestos, todos pusimos nuestro granito de arena en ésta crisis moral y económica que se está viviendo en EEUU y Puerto Rico... que tanto decimos que queremos que sea estrella.


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Oscar Ruiz - Estudió su B.A. en Ciencia Política y un “minor” en Comunicaciones de la Universidad de Florida en el 2001. Luego obtuvo un Juris Doctor de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico en el 2008. Trabajó por cuatro años y medio en la Fundación Interamericana (FIA), una agencia independiente del gobierno federal de los Estados Unidos, trabajando con proyectos de desarrollo de base en Latino América. En la FIA, inició una revisión interna acerca los proyectos que ayudan al empoderamiento socio económico de las personas con discapacidad. El Sr. Ruiz ha colaborado y hecho presentaciones en distintas organizaciones internacionales cual incluye: Naciones Unidas, el Banco Mundial, Fundación Internacional de la Juventud, Organización de Estados Americanos, Grupo FOCAL (Canadá), entre otros. Ha participado en numerosas conferencias relacionadas al tema de diversidad, grupos sub-representadas y personas con discapacidad como: Segundo Comité Ad-Hoc de las Naciones Unidas acerca los derechos de las personas con Discapacidad, Conferencia acerca el desarrollo y discapacidad del Banco Mundial, por nombrar varias. Ha organizado varias conferencias acerca diversidad en el Banco Inter-americano de Desarrollo, organizó el primer panel acerca afro-latinos en la Conferencia del National Council of La Raza en el 2003.  Además de trabajar aproximadamente diez años en el tema de diversidad y proyectos para aliviar pobreza en América Latina, ha trabajado en el area legal como Oficial Jurídico en el Tribunal de Primer Instancias en Ponce. El Sr. Ruiz ha escrito y colaborado en varios artículos y estudios que han sido publicadas acerca del tema de personas con discapacidad. Fué líder del grupo de trabajo en el BID en el diseño e implementación de una política acerca trabajo a distancia del Banco. Además perteneció al equipo de trabajo en la creación de proyectos para inserción laboral a jóvenes de clase desaventajada en Argentina y Brazil. Actualmente pertenece al Consejo Estatal de Rehabilitación de Puerto Rico, organización que trabaja en beneficio para las personas con discapacidad.

jueves, 7 de noviembre de 2013

La cultura boricua de la leche


por  Caronte Campos Elíseos



Arropado por el aburrimiento de una tranquila noche de Halloween, salí a dar un paseo.  Eran las 9:35 de la noche cuando me fui a un parque cercano, que a pesar de ser enorme y oscuro, comparte un largo tablado con la costa norte del país.  El mismo cuenta con seguridad para los transeúntes y unos cómodos gazebos (casi como capillas cristianas) para compartir buenos momentos.  Además de sus cómodos bancos marmoleados, posee unas áreas verdes muy extensas donde la brisa se torna agradablemente fría.  Mientras caminaba, encontré a un gran amigo de muchos años.  Compañero de muchas locuras de la infancia.  Era mi primera visita al parque, pero a juzgar por los saludos del personal de seguridad, mi gran amigo asistía con gran frecuencia.  La pregunta obligada para él era qué hacía a esas horas en un lugar tan oscuro, frio y desolado.  Fue parco en su respuesta al decir que era un refugio para su inadecuación social.  Me invitó a compartir su actividad nocturna, a lo que accedí rápidamente al saber de qué se trataba, lectura de viejos periódicos.  Por fortuna yo llevaba los míos propios, por lo que pudimos intercambiar impresiones acerca de los acontecimientos locales trascendentales.  Nos sentamos en una de las casetas con la pila de papel noticioso y las miradas sigilosas de los guardianes no se hicieron esperar.

Sin más, comenzamos a repasar las pasadas noticias.  Lo primero que encontramos fue la decisión en el tribunal federal sobre la leche puertorriqueña.  No es lo que usted está pensando, al menos no exactamente.  Es que un juez federal determinó en una sala que el pueblo de Puerto Rico le debe a las elaboradoras del preciado líquido blanco, nada más y nada menos que 250 millones de dólares.  Esto sin importar otras consideraciones que no fueran el capitalismo rampante y el llamado comercio interestatal, en una demanda de las únicas dos elaboradoras en la isla contra el gobierno.  En otras palabras, el juez federal tomó una decisión sin importar los efectos en toda la industria lechera del país y mucho menos sin pensar en el bolsillo de los puertorriqueños.  Al final del día, el tribunal prefirió hacerles justicia a dos familias ultra acaudaladas que mantienen un duopolio, que al resto de los 4 millones de habitantes.  La reacción de mi buen y nunca bien ponderado amigo, no se hizo esperar.  Se expresó muy a favor de ambos sistemas, tanto el económico como el judicial.  Incluso se mostró complacido con la intervención federal en el asunto, y la describe como importante y vital para que las fuerzas extranjeras mantengan la ley y el orden en nuestros asuntos.  Según él, el gobierno no debe controlar la forma y manera en que se hacen negocios, y que eso precisamente fue lo que provocó el desbarajuste lechero.  No pude aguantar mi molestia y fuertemente lo increpé sobre lo nefasto que puede resultar que un tribunal determine la escala de precios de un producto, y más aún, que dicho tribunal estipule jurisprudencia en detrimento de los intereses de todo un país.

No pasó mucho tiempo cuando llegó uno de los custodios del lugar para llamarme la atención por el alboroto.  Me miraba con suma perspicacia, como si estuviera sorprendido por mi presencia.  Le dije que la culpa era de mi acompañante, pero este me ignoró por completo y continuó con su ronda nocturna.  Seguimos ojeando los periódicos buscando algo interesante.  Conseguí ahora la noticia sobre la orden del Primer Circuito de Apelaciones de Boston, de detener la decisión del juez de la leche.  Con tono de satisfacción y hasta de burla le comento a mi compañero de lectura, “¡Qué leche tenemos!  Hasta un panel de jueces extranjeros reconoce lo ridículo y lo absurdo de la decisión en cuestión.”  El no pierde tiempo en refutarme y mostrarme su próxima noticia, la del gobernador de Puerto Rico llegando a un acuerdo monetario, un día domingo, con los abogados de las elaboradoras.  Riendo a carcajadas me dice: “¡Hasta Agapito sabía que no tenía más opciones, que no fuera pagarle a los poderosos!”  Algo molesto, le comento que no me sorprende la acción de este gobierno, que lo único que ha logrado es el arrepentimiento de los 12,000 incautos que votaron por él y le dieron la victoria.  El acuerdo nos libra del aumento de 14 centavos, pero nos cuesta 95 millones del fondo general.  Todavía el gobernador tiene la fuerza de cara de decir que nos libramos del aumento en el precio de la leche.  No sé de donde piensa que va a salir el dinero con el que va a pagar dicho acuerdo.  Ordeñando el fondo general, junto con lo que pagamos en impuestos, nos deja peor que el periodo de las vacas flacas.  Sin mencionar que el acuerdo no garantiza que dentro de cuatro años no se implemente un aumento forzado.  Ah, y haciendo caso omiso a la orden de Boston que evidentemente favorecía al gobierno, o al menos ganaba tiempo para buscar alternativas menos onerosas al erario público. 

Nuevamente se acerca el vigilante para llamarme a capitulo por el escándalo.  Un tanto molesto y con su mano en el gas pimienta, me indica que no son horas ni el lugar para tal comportamiento.  Siempre me habla en tono hostil, como si le molestara trabajar la noche de los disfraces.  Le pido disculpas por ambos, y continuamos con nuestro maratón de lectura al aire libre.  Escogí esta vez, la noticia sobre la renuncia del Superintendente de la Policía.  Mala selección de mi parte porque eso dio pie a que, la ya pésima compañía, continuara con su campaña de “bullying” psicológico.  He tenido que engullir su mofa y aguantar sus gritos y risotadas al celebrar la noticia.  No por la renuncia en sí, más bien por el contexto en que se da la misma.  Para esa fecha se había anunciado la imposición de un síndico para la fuerza policial, es decir, una persona que ostentará todo el poder decisional sobre ese cuerpo.  Así que la presencia y permanencia del Súper, se tornó académica.  Según mi impertinente amigo, es un ejemplo más de la necesidad de intervención federal en la isla.  Ya de manera irascible, trato de hacer que entre en razón (lo cual yo no he logrado conmigo mismo).  ¿Como es posible que exista persona alguna que esté de acuerdo con que retrocedamos en la historia, hasta el punto donde los dirigentes policiacos eran norteamericanos nombrados por el congreso estadounidense?  Esta es la muestra más evidente del déficit democrático que vivimos como colonia norteamericana.  A lo que en tono sarcástico respondió mi interlocutor: “Lo mejor es lo americano, está bien que traigan la gente de allá afuera.  Ojala y traigan hasta las vacas para que nos tomemos la leche de los americanos.” 

Tan encolerizado estaba por el comentario tan fuera de lugar y de tan mala leche, que casi nos vamos a los golpes.  Para suerte de ambos, llego el guardia palito, ya con la paciencia agotada y con el roten listo para nosotros.  Me indico que era mi última llamada y que la próxima iba a intervenir de mala manera, y que de ser necesario llamaría la policía municipal.  Por enésima vez me disculpo y prosigo tranquilamente buscando entre los periódicos algo menos controversial.  Mi amigo y yo acordamos no volver a discutir, y dejar la leche y la venida del policía americano en las manos del gobernador.  Luego de ese pacto de paz, me muestra la próxima noticia.  Esta vez del Capitolio, donde estuvieron aprobando 15 millones de dólares para remodelar la casa de las leyes.  En esta ocasión estuvimos de acuerdo en que estos senadores abusadores están totalmente enajenados de la realidad boricua.  Están desligados de la vida cotidiana del puertorriqueño promedio.  Es más, están desvinculados de las necesidades del pueblo.  Mientras el tiempo pasa y las promesas incumplidas se acumulan en el olvido, estos sujetos se sirven con la cuchara grande.  Al tiempo que el desempleo se dispara, los salarios no alcanzan para nada por lo elevado de los precios, los costos de los servicios básicos por las nubes, la clase profesional y preparada abandonando el país, muchos comiendo atún enlatado para no gastar de más y otros tantos solapando el hambre con esperanzas; estos elementos del desgobierno solamente piensan y actúan conforme a su propia realidad.  Realidad creada por ellos mismos con nuestros votos e indulgencias.  Se burlan de nosotros mientras nos echan el jugo de vaca en la cara.  Tristemente, mientras eso ocurre, nosotros todos estamos ocupados con la eliminatoria del programa de vida real de turno; con quien canta, baila o actúa mejor; o en el peor de los casos, con cualquier otra idiotez diseñada para distraernos de la realidad y de las cosas de envergadura. 

Solo cuando miramos las facturas, los precios en el mercado o en la gasolinera; o cuando pagamos por algún bien o servicio, es que nos damos cuenta que nos están violando a nuestras espaldas.  Pero estos gobernantes tienen la leche de que el boricua solo piensa en vengarse durante el próximo cuatrienio.  “Que abusen ahora, decimos, que yo me vengo el día de las elecciones.”   En el ínterin, nos quedamos de rodillas recibiendo lo que a ellos les plazca darnos.  Llegado el día de las elecciones después de cuatro largos años, estos políticos tienen la leche (nuevamente) de que salimos a escoger la misma basura para que nos gobierne.  Y este ciclo se repite infinitamente.  Esa es la cultura boricua de la leche, nos tragamos lo que el bipartidismo ha introducido en nuestros cuerpos y nuestras mentes.  Vivimos embelesados frente al televisor o el computador, esperando que los cambios lleguen por cuenta propia.  Hasta que no apaguemos el televisor y la computadora, y encendamos el pensamiento crítico, sin fanatismo y con discernimiento, seguiremos nadando en el producto lácteo de otros.   

Mi compañero de lectura hace un alto en este instante y me dice que está muy bien el discursito comunista, pero que esto es un ejemplo más de la necesidad y de lo imperativo que resulta una intervención federal hasta en el mismo corazón del gobierno colonial.  Esta vez sí que no aguanté más y agarre una tabla con alguna especie de epitafio que encontré en el piso del parque y quise arremeter contra él.  Justo en ese momento apareció el oficial ya armado y me indicó que tenía que abandonar el lugar.  Le cuestioné si me tenía que ir yo solamente o si también iba a desalojar del parque a la persona que me acompañaba.  Este me respondió con voz temblorosa y apuntándome con su pistola: “¿Caballero, usted está loco? Usted no está en un parque, esto es el cementerio municipal, y usted ha estado aquí solo toda la noche.”  Asombrado, espantado, y aturdido, salí de allí cual noche de brujas.

¡Levántate y anda!