por Caronte Campos Elíseos
Recientemente tuve una reunión con mi terapeuta, en la que le comentaba mis intenciones de mudarme fuera del país. Rápidamente recibí de su parte una fuerte oposición y hasta incluso, intentos de persuadirme para que cancele esos pensamientos (era de esperarse su reacción, si no a quien le cobra por visitas y recetitas). Pero dentro del dialogo surgió el tema del destino de tal viaje, y le mencione que estaba pensando en algo así como la Unión Europea. El doctor comenzó entonces a despotricar contra esos países y a balbucear datos sobre su condición económica actual. Me recomendó que buscara otro pasatiempo más asertivo, como tomar un curso para aprender otro idioma, en caso de que finalmente decida viajar. Terminada la tortura, perdón… la terapia, salí muy confundido (mucho más de lo usual). Decidí hacer dos cosas, primeramente buscar información sobre los beneficios de viajar a Europa, y practicar el idioma inglés, que al fin y al cabo es el único lenguaje extranjero que conozco, en caso de que no pueda emigrar hacia el primer mundo. Después de mi dosis doble de calmantes comencé la búsqueda. ¡Vaya sorpresa lo que encontré!
Como todos conocen, una troika es una unión (para bien o para mal) de tres instituciones con un fin común. Actualmente y casualmente, la más conocida es la troika europea conformada por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Estas tres entidades han aunado esfuerzos con el objetivo principal (en teoría) de ofrecer rescates financieros a los países miembros de la Unión Europea (UE), que por diversas razones han sucumbido ante la crisis económica global, ficticia o real, y que tuvo su génesis en los Estados Unidos (aunque algunos gringófilos no lo acepten así). Basta con recordar que para el 2008 fue en ese país donde estalló la burbuja que causó que el gobierno utilizara los fondos de sus contribuyentes para rescatar las industrias bancarias y automotrices nacionales.
Como secuela de esa explosión, varios países europeos sufren por carambola los efectos de la crisis lo que los conduce a padecer dificultades presupuestarias internas. Para el 2009, la troika financiera europea comienza su labor de rescatista monetario, inyectando fondos a través de préstamos a lo países con los bolsillos rotos o apretados. La primera de estas naciones “salvadas” (si es que puede llamarse de esa manera), lo fue Grecia, quien para el año 2012 ya había recibido 240,000 millones de euros (con la actual tasa de cambio serían aproximadamente, $319,000 millones de dólares de los nuestros, corrección… de los norteamericanos). Para finales del mismo año le tocó el turno a Irlanda, quien recibió una suma de 85,000 millones de euros ($113,000 millones de dólares). Para mediados del año 2011 la troika aprobó un rescate financiero para Portugal de 78,000 millones de euros (aproximadamente 104,000 millones de dólares norteamericanos). Más adelante, tan reciente como este mismo año la troika acordó para Chipre una inyección de 10,000 millones de euros (unos $13,000 millones de dólares de los de estos lares). Por su parte España, todavía está recibiendo para estos días el último tramo del rescate de 100,000 millones de euros (casi $133,000 millones de los verdes).
“Of course” (me perdonan el inglés, recuerden que estoy practicando el difícil por si tengo que abandonar la isla), que nadie da algo a cambio de nada. Es de suponerse que estos buenos samaritanos mercantiles, establezcan (del verbo imponer) algunas ínfimas e insignificantes condiciones para velar por su capital invertido y por los intereses a devengar por cada salvavidas prestado. Esto no ha sido un obstáculo para que estos países en quiebra accedan a recibir el suero de capital para de esta manera poder subsanar la situación de sus respectivos ciudadanos. Al final del día, los gobernantes de verdaderas naciones hacen lo indecible para dar la batalla por su gente, por sus constituyentes, quienes son el recurso principal de sus tierras (igual que en nuestra querida patria).
Ciertamente el panorama en cada uno de estos países “beneficiarios” no es el mismo, y varía según las condiciones y realidades particulares de cada cual. Es por esto que la troika hace un análisis exhaustivo (en el lenguaje nuestro es sinónimo de hacer nada en lo absoluto) sobre las medidas y condiciones a implementar (del verbo exigir) según sea el caso. Por tal motivo, y como no me gusta escribir demasiado, voy a enumerar algunas de las más genéricas. Recuerde usted, apreciado lector, que todas estas medidas leoninas son en primera instancia, un mecanismo diseñado para recobrar la salud financiera de los estados en cuestión. Las siguientes son algunas de las exigencias del trío mesiánico más relevantes y de más impacto, “by far”, en las sociedades comprometidas (por no decir obligadas):
- Programas de ajustes estructurales (PAE) – esto puede significar cambios en la forma y manera de operar los gobiernos sujetos a los planes de rescates.
- Plan de austeridad – Disminución en el gasto público, reducción de déficit fiscal y de la deuda gubernamental.
- Plan de recaudación de fondos adicionales – implementar mecanismos para allegar más liquidez a las arcas públicas. En el caso de Chipre, por ejemplo, esto significaba despojar de un porciento establecido (9.9%) a los depósitos privados de más de 100,000 euros. Luego esta medida fue reconsiderada por el Eurogrupo.
- Disminución en programas sociales – recortar los fondos asignados a las áreas de salud, educación, subsidios y programas alimenticios.
- Medidas impositivas – aumento en los impuestos y aumento en los servicios públicos (agua, energía, comunicaciones, transportación, combustibles). También puede incluir aumento en los impuestos de consumo (IVA).
- Reducción de personal – despido de empleados gubernamentales, eliminación de puestos en el servicio público, congelación de plazas, suspensión de aumentos salariales.
- Reformulación de las relaciones laborales – desregular el mercado laboral para reducir los beneficios de los trabajadores y las protecciones sociales.
- Medidas para reducir los beneficios de los retirados – incluye aumento en la edad para el retiro, reducción en las pensiones y disminución en la aportación patronal.
- Privatización – Evitar la intervención del gobierno y pasar a manos privadas el ofrecimiento de servicios antes suministrados por el sector público.
- Apertura comercial – eliminar las protecciones para la producción local, las protecciones para los comerciantes y empresas nacionales.
Como se desprende de las medidas neoliberales que impone la troika como parte de sus exigencias para otorgar la ayuda financiera solicitada, hay un daño colateral inadvertido. Para hacer el cuento largo, corto, son los ciudadanos de esos países en depresión los que pagan los resultados de las malas decisiones de sus gobernantes. No solo perdieron el dinero ya contribuido con tanto esfuerzo, por la mala administración y la ineficiencia publica, sin contar con lo perdido en las corrientes de la corrupción y el desgobierno; si no que ahora tienen que sufrir las consecuencias de estos entuertos y soportar la carga impuesta a sus bolsillos por los monumentales préstamos “redentores”.
Cualquier semejanza con nuestra realidad, es pura coincidencia. Como diría el famoso boricuazo: “Como dato curioso… nosotros tenemos nuestra propia troika.” Y es que siempre hemos querido imitar los modelos ultramarinos, aunque estos hayan fracasado miserablemente. Los modelos que sí han funcionado en otros puntos geográficos y no a nivel insular, ha sido única y exclusivamente por el déficit intelectual que sufre nuestra clase política. Tal vez sea austeridad mental o crisis estructural en sus pensamientos, pero lo cierto es que nos han sumido en un escenario similar (por no decir execrable) al de los países arriba mencionados. Es en este contexto que entra en escena la troika boricua. Lo hacen de manera tal, que aunque no somos tan ricos y exquisitos como los europeos, tengamos que aceptar las mismas normas y penalidades que les imponen a las naciones que reciben esas cantidades millonarias.
La misma está compuesta primeramente por la clase empresarial (local y extranjera… triste pero es así), donde se agrupan, cual iluminatis criollos, los propietarios de los bancos, los centros comerciales, los medios de información, las llamadas empresas foráneas, entre otros; Les siguen en este funesto junte, los caciques políticos. Senadores y Representantes de voluntad débil ante los estipendios ofrecidos por los primeros, a cambio de “cooperación” con la opulenta secta; En el último puesto del desvergonzado “threesome” (sin alusiones sexuales… eso creo) tenemos a los bonistas e inversionistas. Estos son los que, al final del día, reciben todo el placer porque tienen todo el peso y prioridad sobre las decisiones relacionadas con la economía nuestra.
“At the other side” (¡wao!, hasta yo me sorprendo de mi fluidez inglesa), tenemos a los políticos con los bolsillos flojitos, que tienen en los grandes corporativos a sus más comprometidos donantes. Estos no solo se ven en la obligación de pagar los favores económicos que reciben con favores políticos, sino que también se prestan para aprobar o enmendar leyes a la trágala, que beneficien al “Grupo Bildeberg” local. Mientras tanto, también se lucran de los altos salarios y de los beneficios que adquieren, en la mayoría de los casos sin la preparación adecuada (por no decir nula), por ocupar un cargo en la asamblea legislativa. Amén de las misceláneas que reciben por sus actos de corrupción solapados, los conflictos de intereses disfrazados, y las ventas de influencias a tutiplén. Sin mencionar que poco les importa aprobar leyes a diestra y siniestra, en detrimento de nuestros mejores intereses colectivos, de nuestro arduo diario vivir, y de nuestro futuro como país (si alguno). Todo su esfuerzo va dirigido a proteger y complacer las exigencias del tercer grupo. Con sus acciones desarmadas favorecen a sus “proveedores crediticios”, sin ninguna compasión ni clemencia hacia nuestra precaria situación. Nos roban la riqueza nacional (si alguna) y nos saquean la miseria que nos ganamos con nuestro sacrificio laboral (trabajando duro para hacer más rico al primer grupo). Nos hipotecan hasta el alma, dándola al mismo diablo si ofrece financiar sus malas prácticas administrativas.
Ese “fucking” demonio (esa ya la sabemos desde niños) dispuesto a proporcionar el billete necesario para esos fines, a cambio de aumentar su capital y sus tesoros, se encuentra dentro de la última facción de la tripleta. Los bonistas e inversionistas extranjeros, son los únicos que siempre ganan (creo que no es necesario mencionar a los que siempre pierden) en este esquema visceral dentro nuestra estructura y marco legal (por tal motivo siempre he creído que necesitamos un Nuevo Estado de Derecho). Porque al contrario de lo que nos quieren hacer creer, el dinero que proveen con el fin de duplicarlo, esta resguardado por los seguros y otras inversiones de capital. Sin mencionar las fuentes de repago que ya existen para esos fines y que se alimentan de los impuestos que pagamos hasta por respirar. Pero este club de falsos mecenas se vale de la incertidumbre para apretar el botón del pánico en la “Casa de las leyes” nativa, para presionar e influenciar en la implementación de nuevas cargas impositivas a la ya casi extinguida clase media puertorriqueña; y a establecer intereses ridículamente altos como condiciones para aflojar la plata.
Después de tan brutal choque con la realidad global, decidí cancelar el viajecito. Desempaqué, guardé las maletas, devolví los pasajes… y me senté en el pasillo de mi casa, oscura y vacía, a llorar un buen rato. Después del desahogo obligado e involuntario, medité, analicé e internalicé toda esta novel información. Llegué a una cruda, cruel, pero inevitable realidad. En la medida que sigamos consintiendo ese esquema sistemático para empobrecernos y llevarnos por la vía rápida a la miseria; en la medida que sigamos inmóviles ante tan burdo abuso de poder, orquestado por todas las tribus políticas; en la medida que sigamos siendo cómplices del juego electoral, seleccionando “the same shit” cada cuatro años (¿a qué esa no la vieron venir?); es en esa misma medida que la troika boricua logrará, con su afán de lucro incontrolable, ponerle precio a la poca dignidad que nos queda para que nosotros mismos terminemos empeñándola al mejor postor. Si nosotros no pensamos en nosotros… “no one will do”.
¡Levántate y anda!