por
Carlos Esteban Cana
Durante estas semanas de confinamiento por la pandemia que vivimos, la escritora española Rosa Montero ha estado muy activa desde sus redes sociales en conversatorios que van desde la literatura de viajes (a la que hicimos referencia en la edición anterior), la ciencia y el mundo de las letras, la literatura y la vida, hasta una videoconferencia que vinculaba a escritores del Grupo Planeta con el título “Autores en cuarentena” para el festival literario Centroamérica Cuenta. También Montero ha sido consecuente en sumar valiosas reflexiones sobre esta extrema situación global desde su columna semanal “Manera de vivir” en el periódico El País. Sin embargo, lo que más me ha conmovido de lo que Rosa Montero ha hecho recientemente, fue escuchar un texto suyo en voz de Begoña Maestre, con música de Eduardo del Amo, en el video del cineasta Pepo Madruga titulado “Enciende una vela: Homenaje a las víctimas del COVID19”. El texto de tal cortometraje comienza y reza de esta manera: “Por todos los que se ha ido, llevándose un pedazo del mundo con ellos. Por todos los que se han quedado con un agujero en el ánimo, y con las palabras que no pudieron decir y los besos que no pudieron dar, atragantados. Por todo el sufrimiento padecido y por el desfiladero que aún nos queda por atravesar. Unamos nuestras voluntades y nuestros corazones para celebrar este homenaje. Cada uno de los muertos, es nuestro muerto. Compartimos el dolor de los deudos y la añoranza de nuestros seres queridos. Siempre estarán en nuestra memoria porque recordarlos es revivirlos. No son números, son personas”. Y aquí les comparto el enlace a ese video.
A
continuación, en esta segunda parte dedicada al conversatorio que Rosa Montero
sostuvo con estudiantes, profesores y lectores en la Escuela de Comunicación de
la Universidad de Puerto Rico en el 2004, retomamos el párrafo final de la
primera parte para contextualizar lo que prosigue. En los párrafos que siguen
escucharemos a Montero reflexionar sobre el tipo de escritor que encuentra en
su propia vida materia prima para sus novelas. También habla sobre temas como
la imaginación y la locura, y si es rentable ser escritor a tiempo completo.
Rosa Montero y el arte de la novela, en sus propias palabras.
(Segunda parte)
Puedes escoger a esos personajes que no
tienen nada ver contigo y llegas a luchar para entenderlos y meterte. Que sería
el caso de Flaubert con su Madame Bovary, que recordareis que se pasó como
cinco o seis años, y escribía cartas desesperadas porque decía: “¿Qué hago yo
escribiendo sobre estos burgueses de mierda?” Decía exactamente así: “No les
entiendo. No me importa nada. ¿Por qué me he metido a escribir esta novela?” Y
al final, cuando termina de hacer su maravilloso libro, por otra parte dijo esa
frase famosa de “Madame Bovary soy yo”, que por lo que he visto además es una
frase apócrifa y que no la dijo nunca. Pero que no importa, aunque sea una
frase mentirosa y que no la dijera nunca es una frase verdadera porque, sin
duda, se sentía así. Sin duda Flaubert sintió que Madame Bovary era él.
La otra sería todo lo contrario. Tú
puedes escoger. No es obligatorio que hagas una u otra. Estoy hablando de dos
de las diversificaciones del camino de tu escritura. Y la otra, el extremo
contrario, sería partir de tu propia realidad y ser tan implacable con ella.
Alejarte tanto como el científico que estudia a un escarabajo, estudiar tu propia
realidad como el científico estudia un escarabajo como, simplemente, un ejemplo
del ser humano, de lo que es el ser humano; ser tan implacable con eso que
puedas llegar a sentirla como una experiencia común de los demás. Y llegas
también a esa parte tan profunda que te pone en contacto con la vida de los
otros. Esa sería, por ejemplo, la vida de Marcel Proust. Como sabéis Proust
escribió En busca
del tiempo perdido en la cual esta obra monumental se supone que
habla de su historia personal pero en realidad no habla para nada de su
historia personal. No habla de sí mismo. O Conrad, El corazón de las tinieblas de Conrad, que es una novela emblemática; metafórica,
de la lucha del bien y el mal, de la lucha de la razón contra la locura. Pues
en realidad cuenta una historia personal de Conrad. ¿Conrad hizo todo eso? Da igual, conoció al
loco que estaba arriba, no en las fuentes del Congo. Todo, todo eso lo vivió,
pero no lo cuenta como una historia personal. Ha hecho de eso una historia
común, una historia de todos. Cuando pierdes esa especie de control personal
sobre lo que estás contando pues la novela va mucho más, se libera todavía
mucho más, y va mucho más por su propio camino. Entonces a medida de que eres
un autor maduro se va liberando mucho más esa novela y va por su propio camino.
Y eso es lo que me ha pasado con La loca
de la casa.
En principio quise hacer, diez o quince
años atrás, un libro teórico, cuando surgió el huevecillo de La loca de la casa,
sobre lo que era escribir y de repente apareció el título del libro en mi
cabeza, que es una frase de Santa Teresa de Jesús: “La imaginación es la loca
de la casa”. Entonces me di cuenta que no estaba escribiendo un libro sobre la
creación literaria, sino que estaba escribiendo un libro sobre la imaginación,
y la imaginación de todos porque la imaginación es la que nos permite vivir a
todos la vida de cada día. El ser humano es un ser fundamentalmente fabulador.
Y también un libro sobre la locura porque aunque
la imaginación es salvadora, ésta bordea la locura. La frontera de la
imaginación es la locura. No conozco a ningún ser humano que no haya tenido
miedo a la locura, porque forma parte de nosotros. ¿No? Y es un libro, por lo
tanto, también sobre la pasión amorosa que es la locura socialmente admitida.
La única locura que se admite socialmente. De hecho, por eso se dice “me volví
loco por esa mujer”, “me volví loca por ese tío”. O sea que es la única locura
socialmente admitida. En fin, que se convirtió en otra cosa. Y se convirtió
además en un juego narrativo. Ni siquiera era un ensayo, era una especie de
artefacto narrativo que yo ofrezco al lector, lo invito a que juegue conmigo el
juego de la imaginación.
Yo creo que uno se desnuda totalmente,
pero no de una manera literal, no de una manera realista. Yo, por ejemplo, a mí
no me gusta nada escribir en mis libros sobre mi propia vida. Así como Conrad
hay ese otro tipo de escritores que pueden ser enormes y maravillosos, que de
su propia vida hacen un símbolo universal. Pues esa no es mi vía. A mí no me
gusta hablar de mis propias historias. Una de las cosas maravillosas que te
ofrece el hecho de ser novelista es que te permite vivirte en otras vidas y es
lo que a mí me interesa. Así que mis libros no tienen nada que ver, aparentemente,
pero nada que ver; El corazón del tártaro, Bella y oscura, o La hija del caníbal,
tampoco tienen nada que ver conmigo, aparentemente. Pero en el fondo,
simbólicamente, tiene todo que ver. Te desnudas de una manera simbólica pero
eso es muy difícil de desentrañar. Incluso para ti que lo has escrito, muchas
veces no sabes por qué has escogido ese personaje y no otro. Qué representa
para ti. ¿Por qué te persiguen determinadas obsesiones? Muchas veces no lo
sabes. Las novelas son como los sueños de la humanidad y la relación del
escritor con la novela es como la del durmiente con el sueño. Tú cuando sueñas
por la noche, de repente puedes soñar que te salen unas alas rojas en la
espalda y que vuelas por encima de Pekín. Bueno, eso no tiene nada que ver con
tu vida. Ahora bien, durante ese sueño, tú sientes unas emociones
poderosísimas. Por ejemplo, puedes tener ese sueño y estar llorando a lágrima
viva con una angustia enorme o con una gran tristeza o puedes estar felicísimo
o estar muerto de risa o puedes estar con miedo. Montones de emociones, a lo
mejor fortísimas, mientras estás soñando. ¿Por qué son esas emociones tan
fuertes? Porque verdaderamente ese sueño significa algo muy profundo tuyo. Es
una parte de tu psiquis más profunda que está saliendo a la luz bajo esa forma
metafórica. Pues con las novelas pasa igual. O sea, que lo que yo cuento tú lo
lees y, desde luego, harás muy mal si adjudicas eso que cuento a mi vida, en la
superficie, en el detalle, en la anécdota. Ahora en el significado profundo
metafórico, simbólico, nos desnudamos todos, muchísimo. Escribir una novela
para todo escritor es como sacarte un pedazo de hígado. Absolutamente. Es algo
que viene de la parte más profunda tuya.
Aunque publiqué desde muy joven como
periodista, porque empecé a trabajar con 18 años como periodista, empecé a escribir mucho
antes como narradora. Escribía ficción desde los cinco años, cosa que es
bastante común. Muchos novelistas, muchos escritores hemos empezado a escribir
en la niñez. Entonces siempre he escrito ficción. Y de hecho, yo hice
periodismo y me dediqué al periodismo porque cuando llegó el momento de escoger
un trabajo, algo para ganarme la vida, pues escogí el periodismo escrito;
siempre escrito porque estaba cerca de mi gran pasión que era escribir. Ahora
de que el periodismo me hiciera conocida porque empecé a trabajar en el
periódico El País, que tuvo un gran éxito tras la muerte de Franco; surgió tras
la muerte de Franco y entonces se convirtió en un gran éxito editorial y
arrastró a la fama a una serie de periodistas que trabajábamos ahí siendo muy
jóvenes. El hecho de que ese trabajo periodístico me hiciera famosa muy joven
yo creo que me facilitó el hecho de publicar, eso sí. En aquel momento sobre
todo era muy difícil publicar. Mucho más que ahora. O sea que, desde ese punto
de vista, sí me facilito. Pero vamos yo estoy segura de que hubiera publicado
antes o después con más o menos dificultades, pero que hubiera publicado
también. Yo sé qué hubiera publicado antes o después. (El periodismo) me lo
facilitó, quizás me hizo publicar antes. Así que algo de influencia… todo lo
que hacemos tiene influencia. Claro, en lo que somos. No podemos imaginar lo
que somos quitando una parte de tu vida y, sobre todo, una parte tan importante
como la parte profesional que tanto tiempo y tanto trabajo te ha llevao.
Creo que es un grandísimo error
abandonar un trabajo para dedicarte a vivir de la narración, de la ficción. Yo
creo que la narrativa debe de ser un ámbito de absoluta libertad; es muy
difícil mantener esa libertad. Ya tienes enormes presiones del ruido del
mercado, de la presión para vender, para entrar en las listas de superventas;
tienes que emplear una cantidad de esfuerzo increíble para contrarrestar esa
presión, esos cantos de sirenas. Y si encima a eso le añades la presión
tremebunda económica de tener que vender esa novela para comer y pagar la
hipoteca… Pues entonces estoy segura, estoy segura, vamos, de que no escribes
con la misma libertad. Te digo que yo tardo como tres o cuatro años en escribir
una novela; pues si viviera de eso, evidentemente, a lo mejor, al año y medio
publico una novela porque necesito un adelanto. Y publicaría una porquería
porque no estaría hecho, porque no estaría madurao. Y también el tema. Es que
cuando escribes tienes que olvidarte de las exigencias del mercado, pero si
tienes que comer de eso seguro que te planteas: ¿Esto se va a leer? ¿Esto es
demasiado arriesgao? Así que enorme rollo. Creo que un escritor que decide
vivir de su escritura, y conozco casos, es una de las grandes posibilidades de
acabarse como escritor. Así que hay que vivir de otra cosa. Yo en mi cosa del
periodismo. Pero hay escritores que han sido todo tipo de cosas: médicos,
ingenieros, carpinteros, cualquier cosa. Y creo que hay que mantener ese
trabajo. Por eso yo sigo con el periodismo. He trabajado full time como periodista durante 25 ó 26 años, y ahora hace seis o
siete años me despedí del periodismo. Y, afortunadamente, me he quedado con un
contrato de colaboración lo cual me permite mayor libertad.
Tengo una columna en la última página,
una vez a la semana. Un artículo largo en el suplemento dominical, dos veces al
mes. Un artículo en el periódico Clarín, largo, una vez al mes, Clarín de
Argentina está sindicado en otros periódicos de Latinoamérica. Y luego hago
entrevistas y reportajes. No sabéis lo que trabajaba antes, como una salvaje; aparte
de que estás escribiendo una novela. Lo que soy es una curranta como una
galeota, estoy todo el día atada al ordenador como el galeote al banco del
remo. Por ejemplo, estaba escribiendo una novela, Temblor,
y te llamaban y te decían: “Vete a Rusia que se está hundiendo”. Era en el tiempo
de Gorbachov y te pasas un mes en Rusia haciendo unos reportajes. Entonces en
una situación como esa tienes que vaciar la cabeza de la novela. Y cuando
vuelves es que te has ido de la novela completamente. Y te pasas mes y medio o
dos meses escribiendo los reportajes que te encomendaron, completamente afuera. Es que la novela ha desaparecido
de tu cabeza. No has podido ni pensar en ella, porque además el trabajo
periodístico es muy absorbente como tú bien sabes. Entonces pues,
efectivamente, eso es muy turbador para tu escritura. De todas maneras se
escribe así. Yo he escrito la mayoría de mis novelas así. Y no sólo yo. El 99%
de las novelas que se han escrito en el mundo, se han escrito a las cinco de la
mañana y en la mesa de la cocina, por así decirlo. Antes de irse a trabajar y que
los niños están durmiendo y tal. Novelas de hombres y de mujeres. La escritura de
novelas siempre ha sido vocacional y muy trabajosa, y compaginada siempre con
otras cosas.
Es una cosa interesante este tema,
porque la gente tiene una visión, una percepción del mercado muy distorsionada.
Se cree que el escritor es esa cosa pues rutilante que sale en los medios de
comunicación, en las televisiones y que va y que viene. Pues no, eso no es ser
escritor. Si quiere ser eso está muy equivocado. No sólo no vas a ser buen
escritor. Si alguien quiere ser escritor tiene que saber que consiste en
escribir a las cinco de la mañana en la mesa de la cocina y punto. Y eso es ser
un novelista. Eso hay que tenerlo claro, pues resulta que ganas un montón de
dinero pero como abogado que es tu trabajo durante el día. Con la escritura no se gana dinero, salvo tres
o cuatro, muy pocos y es como una lotería; siendo novelista no se gana dinero.
A veces gano dinero con la novela. Pero
de todas maneras muy poco. He tenido la suerte de tener un montón de éxito y de
vender un montón, pero de todas maneras ganas muy poco relativamente. Primero
porque escribes una novela cada cuatro años. Segundo porque lo que se gana,
obteniendo mucho éxito es muy poquito. Y divídelo entre los cuatro años. Es
ridículo. Sobre todo en lengua española y todavía en la nuestra que es muy
grande. No te digo yo en otros idiomas. Bueno, y te traducen pero las
traducciones normalmente se venden muy poco. Realmente no se puede escribir con
la idea de hacerse millonario y de hacerse ni medianamente rico. Vive de otra
cosa y gana tu dinero de otra cosa.
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Carlos Esteban Cana – Comunicador y escritor. Nació en Bayamón, Puerto Rico, pero se crió en el pueblo costero de Cataño. Fundador de la revista y colectivo TALLER LITERARIO, publicación alternativa que marcó la última década de creación literaria boricua en el siglo XX. Ha trabajado en el Instituto de Cultura Puertorriqueña como Coordinador Editorial, Director de Prensa para la V Feria Internacional del Libro de Puerto Rico y como Coordinador de Medios para el Encuentro de Escritores De-Generaciones. Su periodismo cultural ha sido publicado en periódicos y publicaciones como Dialogo, Cayey, CulturA, El Nuevo Día, y Resonancias, entre otras. Fue parte del colectivo El Sótano 00931. Colaboro con el poeta Julio Cesar Pol, junto a Nicole Cecilia Delgado y Loretta Collins, en la antología Los Rostros de la Hidra.
Su periodismo cultural es reproducido en diversos espacios y bitácoras cibernéticas, con columnas como: Breves en la cartografía cultural; Aquí allá y en todas partes; Crónicas urbanas y el boletín En las letras, desde Puerto Rico, en bitácoras como Confesiones, Sólo Disparates, Panaceas y placebos, Boreales, Revista Isla Negra y en periódicos como El Post Antillano. Tiene tres libros publicados: Universos (micro-cuentos); Testamento (antología poética; una selección de 46 cuadernos) y Catarsis de maletas (cuentos). Actualmente reside en la ciudad de Nueva York y desarrolla la plataforma multi-mediática Servicios de Prensa Cultural. Para Carlos Esteban Cana profesar creación y cultura es como recibir oxígeno; vehículos que le permiten ejercer su libertad.
Su periodismo cultural es reproducido en diversos espacios y bitácoras cibernéticas, con columnas como: Breves en la cartografía cultural; Aquí allá y en todas partes; Crónicas urbanas y el boletín En las letras, desde Puerto Rico, en bitácoras como Confesiones, Sólo Disparates, Panaceas y placebos, Boreales, Revista Isla Negra y en periódicos como El Post Antillano. Tiene tres libros publicados: Universos (micro-cuentos); Testamento (antología poética; una selección de 46 cuadernos) y Catarsis de maletas (cuentos). Actualmente reside en la ciudad de Nueva York y desarrolla la plataforma multi-mediática Servicios de Prensa Cultural. Para Carlos Esteban Cana profesar creación y cultura es como recibir oxígeno; vehículos que le permiten ejercer su libertad.