Durante este tiempo de cuarentena, que
ya entró en su segundo ciclo, he podido tomar espacios para reflexionar. Entre las necedades que han pasado por mi
mente en esos minutos menos lucidos, aparecen pasatiempos que he
postergado. Asignaturas pendientes que
siempre he deseado realizar, pero que por alguna razón quedan sobre el
tintero. Razones de peso, como la falta
de tiempo, el exceso de trabajo; el poco interés, la desidia y la pereza, son
algunos de los obstáculos que evitan que las realice. Y aunque debo confesar que, a más de
cincuenta días en confinamiento, no he comenzado ninguna de ellas, espero algún
día retomarlas. La pregunta obligada que
me haría cualquier persona sensata sería, ¿Por qué no las he realizado en todo
este tiempo de distanciamiento social?
La respuesta es muy sencilla y multifactorial. En primer lugar, yo he vivido siempre en
aislamiento y en segregación social, lo que por eliminación descarta ese planteamiento;
segundo, la expansión intelectual no me alcanza para tanto; tercero, el
encierro que antes era voluntario, pero se hizo obligatorio por orden
ejecutiva, ha traído a mi escenario las causas perfectas para aislarme, la
depresión y los desórdenes mentales y emocionales.
Cabe señalar que no todos concebimos
el tiempo con el mismo concepto. Estarán
los que continúan sumergidos en sus rutinas diarias, trasladadas desde oficinas
hasta sus hogares; estarán los que han visto su jornada duplicada o triplicada
por la práctica de roles simultáneos, haciendo las veces de trabajadores desde
casa, padres, madres, maestros y maestras de sus demandantes hijos (lo que no necesariamente implica educación). También estarán los que, confrontando
problemas de adaptación a estas nuevas formas de vida, habrán experimentado
síntomas psicológicamente diagnosticables.
Yo, por mi parte, solo he sido víctima de mis propios fantasmas;
incapacidades mentales y mis ya hartos conocidos, malos hábitos y pobres
costumbres. Pienso que algún asiduo lector
podrá identificarse conmigo, por lo que comparto aquí algunas de esas
actividades que, hasta el sol de hoy, no he concretado pero que no pierdo la fe
(tiene mi permiso para insertar aquí la
onomatopeya de la risa) de algún día verlas consumadas. ¡Que las disfruten!
20 Actividades postergadas por falta
de tiempo:
1. Completar
un rompecabezas
2. Aprender
a bailar
3. Escribir
un cuento
4. Tomar
cursos por internet
5. Ejercitarme
6. Dejar
los vicios de alcohol y medicamentos expirados
7. Desarrollar
un poema
9. Escuchar
buena música
10. Visitar a mi madre
11. Practicar otro idioma
12. Cocinar o aprender a usar el microondas
13. Relaciones amorosas de encuentros cercanos
14. Bajar de peso (a uno medicamente saludable)
15. Ver algún documental
16. Realizar un dibujo (quizás tomar clases primero)
17. Componer una canción
18. Leer un libro
19. Compartir más con los niños
20. Re-descubrir mi yo interior (el primero que descubrí no me agradó)
Son
tantas cosas sin realizar, que el tiempo no me alcanza para escribirlas
todas. Pero he dejado las dos más
trascendentales y prioritarias para la ñapa.
Quizás en otra entrega pueda continuar enumerando mi agenda inconclusa.
21. Mejorar la higiene personal
22. Limpiar mi casa (al menos descartar los viejos periódicos y las botellas con aroma a
ron añejo)
No hay comentarios:
Publicar un comentario