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viernes, 22 de agosto de 2014

Hipocresía Social

por Angel Parrilla


La muerte autoinfligida de una persona, mejor conocida como suicidio, puede analizarse de múltiples maneras.  Como yo veo las cosas, puede incluso llamarse homicidio social.  Soy una persona que lamenta todas las muertes, sin hacer distinción de persona.  Es por ese motivo que escribo sobre este tema.  La reciente muerte del famoso actor, Robin William, ha provocado en mí ciertos pensamientos.  Ver como el mundo se ha manifestado sobre la partida voluntaria de este mundo de Williams, me ha llevado a analizar y concluir algunas teorías. También me ha causado decepción, frustración, y hasta cierto punto, coraje.  Nada que ver en lo absoluto con el caso particular de Williams.  Más bien, algo generalizado.  Como escribí en líneas anteriores, soy del tipo de gente que lamenta todas las muertes, y quizás por tal razón miro siempre más allá de mis propias fronteras.  La inmensa mayoría de las personas que hoy lamentan la muerte del actor favorito de muchos,  han guardado silencio en lo relacionado a otras muertes.  Muchos de los que en estos casos su primera expresión  es clamando a Dios y a otros tantos dogmas religiosos, parecen no estar enterados de ciertos eventos, locales e internacionales, donde reina la muerte.  Al menos esa es la impresión que da su silencio, apatía o indiferencia.  Cualquiera que sea el caso, no deja de ser triste y lastimoso.  Mientras los puertorriqueños se desbordan en sentimientos de pésame por el intérprete de, Patch Adams, las cifras de suicidios en la isla continúa en aumento y las muertes en nuestras calles las inundan de sangre.  Ante este panorama muchos escogen la enajenación y se toma por normal y bueno que ese fenómeno se esté desarrollando en nuestro vecindario diariamente.  Paralelamente, todo el orbe parece ignorar las crueldades de las guerras, las invasiones, las pandemias y los genocidios.  

La libertad personal nos permite preocuparnos y ocuparnos de lo que mejor nos parezca.  Pero cada uno tiene que cumplir una responsabilidad social indelegable.  Responsabilidad que va más allá de las leyes y de lo establecido jurídicamente.  Incluso va más allá de los valores que pueda inculcar cualquier religión en su filosofía dogmática.  Se trata de la naturaleza, la moral y la razón de cada ser humano.  Me parece poco sincero expresar dolor y condolencia   sobre la muerte de un individuo, cuando nos hacemos de la vista larga en las demás instancias.  Instancias donde la muerte arropa y desuela pueblos y naciones enteras, incluida la nuestra.  Los recientes ataques a Irak, los bombardeos incesantes en Gaza, la epidemia del Ebola en África, la guerra infinita en Afganistán, las muertes buscando calidad de vida, en las fronteras de tantos otros países, son sólo algunos de los escenarios que cobran vidas de inocentes a diario.  No quisiera que me mal interpreten. No quiero decir que no se realicen ni se manifiesten, o que se contengan  las expresiones de duelo por Robin Williams y tantos otros que han aportado con sus respectivos talentos a la sociedad.  Lo que realmente quiero decir es, ¿por qué no hacerlo en todos los casos con la misma intensidad, fervor, indignación o cualquier otro sentimiento que emane de la moralidad pura de cada ser humano?  Todos, en su momento, hemos actuado con esta hipocresía social.

Todo lo anterior me lleva inevitablemente a evaluar si existe diferencia entre homicidios, asesinatos y suicidios. Sin querer entrar en cantidades que puedan ser consideradas masacres, exterminios, genocidios u holocaustos.  A mi parecer, la única diferencia entre estos es el mecanismo utilizado para efectuar el arrebatamiento de la vida a otra persona.  Y es que me parece que, como sociedad, somos igualmente responsables de velar por el bien común, lo que nos lleva a ser, tácitamente, cómplices de cada atentado violento contra la vida, incluso la propia.  Somos cómplices en la medida que consentimos, callamos o simplemente ignoramos la realidad de nuestro prójimo.  Más aún si pasamos de ser meros cómplices a ser activos colaboradores del detrimento social que nos afecta a todos como comunidad.  Al final del día, eso es lo que se refleja en la alta incidencia criminal que nos azota, sin entrar en el detalle de las mil y una maneras en que contribuimos a tal deterioro generalizado.  En la medida que una persona desarrolla tendencias delictivas; o se ve inducido a delinquir; o lo hace sin intención ni alevosía; o simple y llanamente se siente acorralado por las circunstancias sin encontrar más salida o refugio que la propia muerte; todos somos, moralmente como colectivo, igualmente responsables.
    
Concluyo mi análisis con la siguiente premisa: “cada asesinato, cada homicidio, incluso cada suicidio, es en realidad una muerte socialmente provocada”.  Ya sea de pensamiento, palabra, obra u omisión, somos responsables del estado actual de nuestra sociedad.  Quizás por indiferencia, apatía, enajenación, ignorancia, desinterés, o desidia, todos pecamos de hipocresía social.  Siendo esto último mutuamente excluyente con los valores realmente cristianos. 

¡Que Dios se apiade de nosotros y que descansen en paz y nos perdonen todos nuestros muertos, incluyendo a Robin Williams!       

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Angel L. Parrilla López - Nació en Rio Piedras.  Natural de Cataño, del Barrio Amelia, donde cursó toda su vida escolar.  Tiene un Bachillerato en Recursos Humanos, y una Maestría en Gerencia.  Por más de 20 años, fungió como Servidor en la comunidad, y asesor del Grupo de Jovenes Parroquial.

jueves, 20 de marzo de 2014

Poder de cambio (aniversario)

por Angel L. Parrilla


Hace exactamente un año, escribía sobre la ascensión al poder del nuevo Papa de la iglesia católica.  En ese momento fue elegido para dirigir el Vaticano, el primer pontífice latinoamericano.  Un hecho que motivó en mi ciertas reflexiones sobre el estado de la iglesia en esa coyuntura histórica, y sobre su futuro cargado de incertidumbre.  Pocos estuvieron de acuerdo, y muchos criticaron y fustigaron el escrito.  En el mismo hacía mención de lo que a mi entender, necesita la institución para retomar el verdadero camino y recobrar su credibilidad perdida.  Cambios en las condiciones que viven sus sacerdotes, basadas en toda suerte de votos; un rol más participativo de la mujer en la celebración de los ritos; y la cooperación necesaria con las autoridades en los casos de abusos contra menores alrededor del mundo; fueron las áreas que enumeré como prioridades para el nuevo papado.  Concluyendo en aquel entonces, que el poder de cambio de su figura para establecer el nuevo camino de la iglesia, iba a depender en gran medida de sus acciones afirmativas en esa dirección.

Pues bien, en el aniversario del nuevo pastor me parece pertinente evaluar sus posturas.  La realidad es que su comportamiento, decisiones y actuaciones publicas han resultado simpáticas para la inmensa mayoría.  Pero como en todos los ámbitos de la vida del hombre, no se puede complacer a todos.  Son muchos, incluso desde el interior del propio clero, los que lo han catalogado como el anticristo.  Esto por el hecho de lo controversial que ha resultado ver al nuevo entronizado, comportarse de forma diferente a sus antecesores.  Ciertamente, lo atípico de sus actos, pueden resultar en innumerables interpretaciones.  Partiendo de esa premisa, cada persona llegará a sus propias conclusiones al evaluarlas de manera personal.  En mi caso particular, no puedo verlas de manera individual o separadas.  Pienso que debo mirar todo el espectro de su conducta dentro del marco histórico.  


Al igual que Paco, no pretendo aspirar a que todos comulguen con mi opinión vertida en estas letras.  Cada cristiano, católico, romano y apostólico, tiene la oportunidad de ponderarlo según sus propias expectativas.  No cabe duda de que Francisco, con su santa candidez, ha impactado al mundo.  Desde su comienzo y hasta el sol de hoy, el papa se ha caracterizado por actuar con sencillez y humildad, en especial cuando se trata de interactuar con personas.  Más allá de su petición de rezos por una buena gestión, el uso de sus propios zapatos, el cambio en la indumentaria, y otras cosas relativamente estéticas, lo cierto es que ha tocado varios corazones y a mostrado tener los pies sobre la tierra.  

Mucho se ha resaltado la forma en que viaja para poder estar accesible para los fieles, sus llamadas a sus antiguos amigos y amigas, lo económico del menú que consume, entre otras bondades con las que sorprende a sus allegados.  Estas cosas han sido las que le han ganado la imagen de ser un gran partidario y defensor de las causas justas, de los pobres y desprotegidos.  Ya en asuntos más complicados de atender, el papa ha tomado iniciativas poco esperadas por los más escépticos, por tratarse de temas muy delicados sobre la administración vaticana.  Tal es el caso de la reforma de la curia.  Un consejo compuesto por cardenales para asesorar a Francisco sobre asuntos administrativos.  De este comité asesor surgió la propuesta para investigar y reformar la gestión del banco del Vaticano, el mismo que había estado envuelto en serios señalamientos sobre el manejo de sus fondos.  También puede incluirse el sínodo convocado el pasado año para discutir temas relacionados a la familia contemporánea, y la exhortación apostólica que trata sobre su visión de evangelización en el mundo actual.


Evidentemente sus primeras gestiones oficiales lo colocan como un pastor muy cercano a su feligresía y la esperanza de una pronta reivindicación de la iglesia "perseguida".  Pero cabe preguntarse con toda suspicacia, si solamente es una estrategia publicitaria o un mero truco mediático para mejorar su imagen desgastada.  Se necesita mucho más que bondadosos gestos aislados.  Aunque cierto es que se dirige con el ejemplo más que con palabras, es imperativo una ruta clara y contundente, amén de que sea definitoria para el resto de los componentes institucionales.  Aunque un reinado papal puede durar varios lustros, me parece que si bien Francisco quiere hacer alguna diferencia, debe apresurarse si quiere dejar algún legado importante.  A fin de cuentas, el futuro es incierto para todo ser humano.  

Las áreas de oportunidad, las posibilidades de crecimiento, y/o las necesidades de cambios son vastas.  No espero que las soluciones y resoluciones caigan como maná del cielo.  Pero al final del dia, todos esperan que la iglesia de Cristo sea de una vez, como El Salvador la concibió en su momento.  Después de haber leído su exhortación a una nueva evangelización, se que su corazón está colmado de buenas intenciones.  Pero como dice un viejo proverbio, "de buenas intenciones están construidas las paredes del infierno".  No se puede quedar en obras que se solo se recuerden al momento de su eventual beatificación.  El momento de sentar las pautas y marcar la diferencia, no solo en nacionalidad, sino en ejecutorias, es ahora.  Ciertos detalles le ganaran adeptos, credibilidad y fuerza moral.  Pienso que debe identificarlos con premura, por que también el diablo se esconde en los pequeños detalles.


La pandemia interna de pedofilia es visceralmente su mayor reto.  No solo por lo arraigado que se encuentra en sus adentros, si no por la presión social, ética y moral que supone la decisión de cooperar con las autoridades terrenales.  No en vano fueron las palabras de su fundador cuando dijo: "al Cesar lo que es del Cesar".  Dejando estipulado, según ciertas interpretaciones de la misma iglesia, que se debe someter el hombre al orden terrenal establecido.  Al traer la famosa frase al tiempo contemporáneo, me parece que todos debemos cumplir con nuestros deberes y responsabilidades sociales, sin distinción de personas, posiciones y jerarquía social, política y/o religiosa.  Por tanto, es meritorio que la iglesia comience a cumplir con su inherente deber institucional de servir al bienestar colectivo de las sociedades en donde se desenvuelven sus representantes.

Es imperativo para el mundo, para la humanidad en si misma, que es la religión más numerosa del orbe, al menos de las cristianas, comience a caminar los senderos de la verdad y la vida.Corresponde a su líder máximo dirigir su rebaño hasta la tierra prometida de la justicia, la igualdad y la hermandad.  Reconozco, y así lo admiro, que ha iniciado con el pie derecho su gesta.  También reconozco que es una ardua tarea la conversión de mentes y pensamientos, más que la de almas.  Igualmente recibo con esperanza las nuevas iniciativas, por pequeñas que parezcan.  Roma no se construyó en un día... pero se construyó conquistando.    

Su poder de cambio y convocatoria, serán sus mayores talentos, dones y sus mejores aliados para cumplir con el verdadero Plan Divino.  A un año de su entronización, me parece que es tiempo de separar el trigo de la cizaña



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Angel L. Parrilla López - Nació en Rio Piedras.  Natural de Cataño, del Barrio Amelia, donde cursó toda su vida escolar.  Tiene un Bachillerato en Recursos Humanos, y una Maestría en Gerencia.  Por más de 20 años, fungió como Servidor en la comunidad, y asesor del Grupo de Jovenes Parroquial.

domingo, 2 de marzo de 2014

Mitología boricua

por  Caronte Campos Elíseos


En el principio, aproximadamente 666 años A.C. (Antes de la Crisis), existía en estas tierras una raza nativa.  Esta raza vivía en comunión con su medio ambiente, aprovechando sus recursos sin afectar su balance natural.  Estaban organizados de manera primitiva, pero muy avanzados para su época.  Esta civilización tenía su propia cultura, identidad y orden social bien establecidos.  También practicaban su propia religión.  Una religión politeísta, basada en el culto a varios dioses poderosos.  Cada una de estas deidades eran representativas del poderío de la naturaleza.  Así, de su dios primordial, Yocahú, el protector de todos, surgen los dioses mayores.  Atabey, la madre tierra; Yayá, dios del sol y de la luz; Marohi diosa de la luna y de la oscuridad; Juracán, dios del viento y las tempestades, y al cual temían profundamente.  A su vez, de esto dioses nacieron los dioses menores.  Algunos de ellos muy significativos por su relación con el entorno y estilos de vida.  Tal es el caso de Boinayel y Casibú, dioses de la lluvia y del cielo respectivamente.

No pasó mucho tiempo cuando, durante el año 459 A.C. (Antes de la Crisis), arribara del otro lado del mundo, una raza dirigida y acompañada por su único dios, omnipotente y omnipresente.  Este encuentro, que a través de los siglos ha sido tergiversado por múltiples razones y factores, provocó un choque de culturas y una épica guerra entre dioses.  La cruenta batalla dejó su huella histórica marcada con sangre, abusos, crueldades y torturas.  Tal choque finalmente culminó con un ingente genocidio indígena.  En el proceso, los conquistadores cristianos sometieron a sus doctrinas cuasi-religiosas otra raza según ellos inferior.  Así fue el caso de los negros africanos, los cuales fueron esclavizados e importados hacia la nueva tierra conquistada para trabajos forzosos.  Sin lugar a dudas, el dios de los blancos navegantes y su monoteísta religión habían triunfado sobre el panteón nativo, condenándolos a sobrevivir eternamente en los anales de la historia.

Pasados los años, y con un disimulado sincretismo religioso, el dios único del viejo mundo emergió como la deidad oficial de la región adoptada por la nueva raza surgida de aquel violento encuentro.  Sistemáticamente, se implementó un proceso de adoctrinamiento con el fin de "salvar las almas" de los recién descubiertos herejes.  Para entonces, ya la población aceptaba como "ser superior" a su máximo representante en la tierra, el romano entronizado.  Mientras, los dioses originarios permanecieron siempre acompañando y protegiendo su pueblo desde los clandestinos cultos y con imponente presencia. El calor del sol diario, la oscura y tenebrosa noche alumbrada solo por la luna, y la furia de los vientos huracanados, eran evidencia de su desesperada tranquilidad.  Hasta que un día, impaciente y sediento de venganza, intervino el fuerte y prepotente dios del mar.  Dirigió hasta las cercanías, con sus bravías e incesantes olas, a la marina de guerra de un recién nacido estado. 

Para sorpresa de los colonos, el ejército invasor estaba protegido bajo el manto de una poderosa deidad.  Una de las tantas figuras surgidas por el cisma del cristianismo europeo.  Al parecer, facciones desprendidas procedente del poderoso dios católico, tenían las mismas capacidades y fortalezas de desarrollo que su fuente original.  Esto sumergió nuevamente al hombre, allá para el año 54 A.C. (¿recuerdan las siglas?) en una nueva guerra y en un nuevo conflicto divino.  Al tercer día y en menos de lo que canta un gallo (tres veces), la isla tenía una nueva dominación colonial.  Luego de semejante exorcismo, los representantes de los reyes católicos fueron condenados y expulsados del nuevo reino.  Mientras tanto, los representantes de los intereses de la nueva metrópoli, se aseguraban de esparcir e instaurar su Doctrina Monroe.  En poco tiempo, los fieles locales comenzaron a adorar a su máximo representante, el iluminado presidente.  Los dogmas dictados por este, son obedecidos por los feligreses boricuas, cual ovejas que siguen a su amo.

Para el año 22 A.C., surgen de la oscuridad y las profundidades, espíritus malignos que se oponen al nuevo culto.  Comienzan a poseer las almas y las mentes de las rebeldes ovejas negras.  Impulsados por tales demonios se oponen a la autoridad del celestial imperio.  Los posesos separatistas son tildados por el canon americano de comunistas, fascistas y falsos profetas.  Ante el auge y poder que muestran los no conversos, su eminencia ultramarina se propone expulsarlos de la colonia.  Comienza una cacería de brujas para atrapar los demonios opositores.  La nueva cruzada provoca división entre la ciudadanía.  Creyentes y no creyentes del orden anglosajón, enfrascados en una "Jihad criolla".
   
Para el año 4 A.C., en un intento para lograr el arrepentimiento de los pecadores y detener la herejía libertadora, la santa sede norteamericana permite que el pueblo puertorriqueño elija por voluntad propia un pastor y dirigente.  Dos años más tarde, el reverendo testaferro de los intereses metropolitanos comienza un sínodo multisectorial para una utópica reconciliación y convergencia de pensamientos.  Reunidos todos los intelectuales políticos del país en asamblea constituyente, comienzan los trabajos para un nuevo evangelio.  Dos años más tarde, la escritura sagrada recibe la aprobación y consentimiento del concilio congresional. 

En este instante considero pertinente realizar una analogía de tiempo y espacio, para que el lector pueda hacer una relación de los años y sus respectivos acontecimientos.  Para el año 0 D.C. (Durante la Crisis), es decir, para el año 1952 de nuestra era, el elegido le da el beso de Judas a la nación puertorriqueña.  Ese año presenta, por unas cuantas monedas, su máximo proyecto en comunión con el endiosado de la Casa Blanca.  Un ardid para provocar la unión de las tres diferentes tendencias, la trinidad de los ideales políticos de la época.  Así, haciendo galas de su bendita influencia sobre la mayoría de la feligresía, anuncia el nuevo "Commonwealth of Puerto Rico".  Los fieles a la hegemonía gringa celebran al escuchar con fe renovada: "Habemus Constitution".  La treta no logra el arrepentimiento esperado de las sectas radicales de liberación.  Razón por la cual la inquisición presidencial continuó su ardua tarea de castigar a los apóstatas nacionalistas. 
  
Aunque el arzobispado muñocista se extendió por casi 16 años, hasta el año 12 D.C (Durante de la Crisis) su influencia se perpetuó en los corazones de sus adoradores hasta los tiempos modernos.  La dominación del papado continental era tan marcada, que sin importar las tendencias de los regentes locales de turno, el sometimiento a sus doctrinas y las pleitesías rendidas eran onerosas.  La idolatría hacia la divinidad capitalista no se limitaba a las ofrendas y diezmos reclamados por esta.  Bajo las sobras del Conde de Ponce, también se fomentaba la inmolación de los bienes públicos para agradar las extranjeras divinidades.  En adición, ya para el año 26 D.C., y bajo el manto sagrado del dios, mitad hombre y mitad equino, se ofrecían sacrificios humanos en el llamado cerro de los mártires.  Tiempos difíciles para los parroquianos que fueron sometidos a fuertes torturas y martirios.  Brindaban en ofrenda todos sus recursos y riquezas, a cambio de los bacanales y de las mal llamadas transferencias celestiales.

Pero aun así, ni siquiera el poder omnipresente del olimpo yanqui pudo evitar que se cumpliera la profecía.  Los años de espera por la redención del pueblo elegido al fin terminaban.  De las masas surgió un nuevo líder.  Un semidiós todopoderoso que los guiaría con fuerza y firmeza camino al paraíso.  Finalmente, apareció el esperado mesías.  El salvador que los conduciría a la unión permanente que tanto anhelaban.  Mientras ese momento tan esperado llegaba, los parroquianos se contentaban con todas las bendiciones que recibían.  Las actuaciones mesiánicas del elegido, llenaban a la gente miserable de esperanza.  Había abundancia, los siempre pobres no carecían de nada, al menos de lo básico para vivir.  Todos veían los frutos de su trabajo reproducirse por doquier.  Desapareció del ojo público el hambre, la sed, la escasez.  El país se llenaba de obras con cualidades épicas, erigidas por su eminencia reverentísima. 

La inmensa mayoría centraba su vida en el baile, botella y baraja.  Cegados por la abundancia material, no se percataron de la realidad ante sus ojos, el diablo se viste de ángel de luz.  Así las cosas, cuando el hechizo terminó, solo quedaba miseria, deuda, y sobre todo, grandes y costosas edificaciones.  Estos monumentos sirven como templos de alabanza y recordación a la figura mesiánica del rosellato y los demonios azulados.  Mientras estos seres malignos consumían todo a su paso, surgió una fuerza femenina opositora.  No tardó mucho cuando la furia roja se transformó en la primera diosa en recibir el culto popular. 

Todas las esperanzas estaban puestas sobre su fuerza positiva y en sus promesas de un futuro brillante para todos.  Si bien es cierto que en ocasiones parecía estar del lado de los marginados, la "Afrodita" contemporánea siempre estaba distraída.  Resultó ser una subyugada del alcance omnipotente del ungido de Washington.  Siempre más pendiente a sus cultos y rituales, en los cuales exigía se reverenciara su belleza y su mística apariencia.  Tal era su hedonismo, que al mezclarse con los plebeyos, si alguno osaba en tener algún contacto físico, aunque fuera con sus vestiduras, hacía uso de un purificador de almas.  Amen, de sus largas fiestas, bodas y divorcios con seres humanos comunes que luego de ser utilizados y consumidos, eran abandonados a su suerte.

Aprovechando la desesperanza y el deseo de cambios genuinos de la incauta población, llega desde el más allá un revolucionario.  Se hace llamar Jesucristo hombre.  Un dios nativo, nacido de gente común con descendía boricua.  Todos lo aclamaban y los medios noticiosos lo seguían.  Era el único que no estaba bajo la dominación del altísimo presidencial.  Luego de recibir las ofrendas, las dádivas, y los incontables fondos monetarios, el dios ponceño (uno de los tantos) desapareció sin dejar rastros.  De este no quedó libro sagrado, culto, ritual u obras.  Ni hablar de milagros ni de promesas de liberación.  Se cree que fue encerrado junto a otros falsos profetas y los demonios corruptos en el Tártaro. 

Después de tantas decepciones teológicas, el pueblo piensa que está maldito.  Que están poseídos por alguna especie de plaga o peste sobrenatural.  Comienzan a creer que es el castigo por tanto sacrilegio e infidelidad hacia la dominación del ídolo foráneo.  Todos comienzan a sentir que una extraña enfermedad los arropa.  Hacen marcas en las puertas de sus casas para evitar el contagio.  Piensan que es culpa del malévolo ser al que nombran con temor, "El Alacrán".  Venenoso, astuto, logra que los ciudadanos marchen en peregrinación solicitando de su parte castigos y torturas impositivas.  El temor se apodera de las multitudes que comienzan a padecer la hambruna, la pereza y la dependencia.  Incluso, cerró todos templos donde los marginados pecadores recibían las migajas misericordiosas.  Su connivencia con las fuerzas malignas del lado oscuro norteamericano, provocó la muerte del profeta del machete, representante de la teología de la liberación.

Inducidos por la incapacidad mental que los arropa y por la metástasis del síndrome de los colonizados, los fariseos acuden a un médico brujo.  Este curandero neoliberal, acepta la encomienda de expulsar los supuestos demonios de tales enfermedades.  No sin antes advertir a los deprimidos creyentes, que los remedios para su estado comatoso pudieran requerir de una especie de amarga pócima.  Durante el proceso de eutanasia, son miles los dejados atrás, y solo los elegidos recibían las bendiciones promovidas por el famoso curandero.  De las alturas recibía el maná en millones, con el que alimentaba a sus amigos y más allegados acólitos.  A raíz de ese esquema, la desesperanza, el agnosticismo y el ateísmo, comienzan a dominar los corazones del pueblo.  Se va perdiendo la fe en las instituciones, en los santos parlamentarios y en los pseudo dioses oportunistas. 

Es tan evidente la frustración e indiferencia en la cofradía puertorriqueña, que para el año 60 D.C. (Durante la Crisis), comienza el culto al dios de la ineptitud.  Una criatura acéfala que actúa por instinto más que por la razón.  Todo lo que mira, toca o señala, es destruido.  La crisis está en su máxima expresión.  El éxodo hacia otras tierras es masivo.  La bestia ha marcado a toda la población con los estigmas de la pobreza.  Todos discuten, cuestionan y especulan sobre el génesis de esta Sodoma moderna.  La isla estrella ha dejado de ser el edén, y se ha tornado en un verdadero infierno. Los demonios del gabinete infernal persiguen, hostigan y castigan a todo incauto ciudadano que pretende hacer el bien.  Mientras, todos aquellos que cometen y/o profesan los pecados capitales, ilegales y/o antisociales, son premiados por el engendro del fuego.  A su vez, la zafia divinidad responde a los designios de los todopoderosos de la calle amurallada.  Haciendo las veces de testaferro y recaudador de impuestos para ofrecer tesoros a sus majestades, quienes infunden el terror con su hambre insaciable de riquezas.

Todo este conflicto providencial ha condenado a la congregación boricua a la enajenación eterna.  A vivir adorando los dioses del alpha y omega, esperando ver cumplir sus promesas.  Viviendo perpetuamente de la fe y la esperanza en la llegada del verdadero salvador.  Divididos en tribus, sectas, religiones, clanes y partidos.  Sufriendo el castigo perpetuo de no tener el valor ni la capacidad mental y emocional, para elegir un buen pastor que los libere del yugo desigual y los guíe a la tierra prometida.



¡Levántate y anda!

viernes, 17 de mayo de 2013

Cruzados tardíos

por  Caronte Campos Elíseos


                          

Recientemente se aprobó el Proyecto de Ley del Senado 238.   En el mismo se prohibe el discrimen por razones de orientación o preferencia sexual, en toda gestión de empleo  publica o privada.   Dicho proyecto, como era de esperarse, recibió el apoyo y el beneplácito de la comunidad homosexual del país. Lo que no se esperaba, o al menos no se visualizaba con tan férrea intromisión, fue la oposición presentada por los grupos religiosos del país, y en un modo especial, la de los cristianos.  Esto a pesar de que el proyecto todavía tiene que pasar el cedazo de la Camara de Representantes, ya que nunca se respetó la voluntad del pueblo de cambiar a un sistema compuesto por una sola cámara.

Estos grupos tuvieron la desfachatez de actuar como ente conductor de injusticia, discrimen e intolerancia. Se inmiscuyeron en el proceso legislativo, totalmente ajeno al quehacer pastoral, vilipendiando la ya maltrecha imagen de la división de Iglesia y Estado.  Intentaron usurpar al Poder Legislativo su independencia al pretender hacer política pública, presentando análisis y estudios exhaustivos sobre los efectos de la medida en cuestión, y sometiendo enmiendas a dicho proyecto con el fin de cambiar su exposición de motivos, e influenciar la opinión del resto de la población haciendo creer que ellos representan la mayoría absoluta.

Es en ese instante que la gente comienza a pensar, a decir y escribir, que Puerto Rico tiene el gobierno de Sodoma y Gomorra porque se aprueba una ley que otorga derechos a un sector claramente marginado, en ocasiones de forma disimulada y tácita.  Pero ese mismo gobierno nos sube los impuestos, baja la calidad de los servicios que ofrece y encima los encarece, nos roba el dinero que tributamos para fines comunes y  nos resta beneficios.  Atenta contra los envejecientes, los estudiantes, los trabajadores y contra los cerca de 15,000 niños maltratados en esta isla.  Explota nuestros recursos, vende y regala nuestro patrimonio y nuestros bienes, ofrece educación y servicios de salud mediocres,  y está dirigido por una banda de ineptos, con poca o ninguna educación y  preparación académica, que son solo un enjambre de anencefálicos que su único fin en el servicio público es el lucro personal.

Ante toda esta barbarie, ante toda esta injusticia, ante ese mismo gobierno carente de un mínimo sentido de ética, moral y compromiso con el pueblo que ciega y confiadamente los elige, estos cruzados tardíos no hacen frente.  No protestan, no muestran resistencia, y mucho menos hacen acto de presencia para demandar y reclamar la justicia para todos.  Pero una vez se ve amenazada alguna de las columnas que sostiene su malograda institución, salen como bestias en el Coliseo Romano a devorar a sus nuevas víctimas.

Es tiempo de separar el trigo de la cizaña.   Ya es hora que los religiosos entiendan y tengan claro cual es su rol dentro de la sociedad en la que se desenvuelve cada una de sus religiones.  Es imperativo que se atempere su homilía a la realidad de los tiempos, y no a sus caducados dogmas que ya actúan como propulsores de éxodos, alejamientos y como principal motivo de distanciamiento entre su dios y su pueblo. El mero hecho de estigmatizar a los supuestos pecadores, no hará que el supuesto pecado desaparezca.  No le compete a la curia intentar hacer por vía legal o jurídica, lo que no han podido lograr por vía divina o doctrinal.

Si la iglesia insiste en esta práctica, de querer imponer su posición y su opinión al pueblo a la trágala, está dirigiéndose a una caída estrepitosa, y quién sabe si a su desaparición autoinfligida.  Es nuestro deber y salvación el no permitir que los intereses de ciertos sectores, en especial los de esos cruzados tardíos, nos desvíen del camino y nos lleven de regreso al pasado.

¡Levántate y anda!
                                       

domingo, 17 de marzo de 2013

Poder de Cambio

por Ángel L. Parrilla

Haciendo un paréntesis en el drama eclesiástico de la reciente elección del nuevo Papa, quisiera hacer una reflexión personal, sobre lo que debería significar dicho evento.  Entre la euforia de algunos que celebran de forma muy emotiva, y de otros que dentro de su escepticismo, no dan validez a esa figura, el día de hoy la iglesia tiene un nuevo dirigente.  Pero, ¿qué efecto debería tener la selección del primer Papa Latinoamericano en nuestras vidas?  En mi opinión muy personal, pienso que eso va a depender de las ejecutorias del nuevo Pontífice, tanto en el entorno clerical, como en el laicado. 

A lo largo de mi vida como cristiano practicante, conocí muchos seminaristas, monjas, y sacerdotes.  También fui testigo de muchas actitudes, comportamientos, y situaciones que en aquel momento, si bien no eran cónsonas con la vida cristiana, yo no las entendía en su fondo.  Al sol de hoy, puedo entender muchas de ellas, y explicar otras.  Aunque la inmensa mayorías de ellas no tienen justificación. 

Ciertamente, y no debe ser un secreto para nadie, gran parte de los hombres que ofician misas en la actualidad, no están del todo de acuerdo, o al menos conforme, con muchos de los dogmas que se ven en la “obligación” de seguir y respetar.  Esto, si quieren cumplir con el llamado que dicen, El Señor les puso en su corazón.  Puedo asegurar que esto lo he escuchado de los propios internos, en secreto de confesión.  Este llamado a seguir una vida de caridad y servicio a los demás, aunque esto signifique dejar su país natal y su núcleo familiar.  Estos mismos dogmas, a mi entender, son los que han erosionado la capacidad de la iglesia de atraer nuevos seminaristas y nuevos candidatos a las filas de reclutamiento sacerdotal.  El reto, en ese sentido, es reevaluar las políticas, normas y reglamentos que rigen la vida hierática.  Incentivar los predicadores ya ordenados para evitar la deserción y la fuga de capital humano, y de cierta manera, hacer atractiva para los nuevos prospectos, la vida dedicada al clero.
    
El nuevo pontífice tiene ante sí, una iglesia envuelta en la vorágine de acusaciones, señalamientos, y críticas, ocasionadas por el comportamiento anti-cristiano de algunos de sus representantes.  No cabe duda, que la situación amerita un análisis exhaustivo por parte de la curia, si se quiere, para encontrar las causas y/o motivaciones para tales comportamientos, y a su vez, las posibles soluciones para los mismos.  La ya desgastada imagen de la iglesia romana, quizás no aguante unos cuantos lustros más, antes de que la realidad de los tiempos la obligue a tomar medidas drásticas para menguar el éxodo de feligreses (no necesariamente hacia otras religiones).  Las medidas afirmativas que se tomen en los próximos años serán de vital importancia para reconstruir la fe de sus fieles seguidores, rescatar el respeto de las demás facciones del cristianismo, y tal vez cambiar la perspectiva de muchos no creyentes.  Es precisamente, la aparente inacción de la alta jerarquía, la que ha socavado la credibilidad de la iglesia de Cristo.  A tal grado que la ha llevado a perder su fuerza ética y moral en cierto temas de interés social.

A grosso modo, estas son dos de las áreas en las que el Papa Francisco, tendrá que invertir esfuerzo y energía de su ya longeva vida, si es que en realidad quiere obtener resultados diferentes a los hasta ahora obtenidos por el tradicionalismo católico.  Es imposible, y hasta ilógico, pensar que se puede traer a la iglesia, con sus dos mil años de doctrina y tradición, por los pelos hasta la actualidad de nuestros días.  No se puede esperar más de lo que realmente pueden dar, ni crear falsas expectativas en cuanto a cambios radicales y resultados expeditos.  Por el contrario, la “santa sede”, peca por demonizar todo lo que se le anteponga.  Solo resta esperar, que el recién entronizado Papa, utilice su poder (político, económico, dogmático) para dar inicio a los tiempos de verdaderos cambios.

El poder de la figura Papal, el cual considero, no viene a través de una regla dictada por otros, sino gracias a la gran influencia que este ejerce sobre una gran parte de la población global,  tiene la responsabilidad de responder a las necesidades de su feligresía y a las de toda la humanidad.  Y debe ejercerse con un enfoque holístico y no polarizado en el pasado.  Así lo hizo su fundador, al elegir a un judío, pescador y pecador, para erigir Su Iglesia. 

Por mi parte no espero mucho, he perdido la fe en ese sistema doctrinal.  Pienso que un buen comienzo pudiera ser, transparencia y cooperación en los casos de violaciones de ley y de derechos en las iglesias alrededor del mundo, en especial en casos donde hay menores envueltos.  Cambios dirigidos a la participación más activa de la mujer en las celebraciones y trabajos eclesiásticos, son necesarios para ambos entornos.  Amén de las modificaciones a la vida que deben llevar los sacerdotes y predicadores, la cual dista mucho con los de la vida romana contemporánea.  La lista de deseos internacionales es extensa.  Los reclamos globales son aún más.  Las acciones deben ser terrenales y humanizadas, no esperar señales providenciales para entonces, y solo entonces, actuar conforme a las enseñanzas del Cordero.   

El poder de cambio necesita voluntad, necesita determinación y valentía para comenzar una revolución hacia nuevos modelos, nuevos estilos y nuevas visiones.  Es el momento de hacerlo, de darle un principio a tan ardua tarea.  Es imperativo, no solo para los católicos creyentes, sino para todo el pueblo de Dios.

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Angel L. Parrilla López - Nació en Rio Piedras.  Natural de Cataño, del Barrio Amelia, donde cursó toda su vida escolar.  Tiene un Bachillerato en Recursos Humanos, y una Maestría en Gerencia.  Por más de 20 años, fungió como Servidor en la comunidad, y asesor del Grupo de Jovenes Parroquial.

domingo, 24 de febrero de 2013

Ganando, en ocasiones se pierde

por  Caronte Campos Elíseos


Por un motivo, los legisladores están dentro del Capitolio, y los ministros, pastores y sacerdotes, están dentro de las iglesias.  La razón es simple, los primeros, son los escogidos por el pueblo para crear leyes. Los segundos, son los elegidos por Dios, para entre otras cosas, velar la justicia social y el bien común, en la aplicación de las mismas.  Demás está decir, que en ocasiones ninguno de los dos grupos cumple sus funciones cabalmente.  Pero ese es otro tema.  En este momento lo que ocupa parte del debate público, son las enmiendas a la Ley 54, y la marcha de los cristianos en defensa de la familia puertorriqueña.  Dichos cambios, que han encontrado oposición en ciertos sectores religiosos y sus respectivos líderes, van dirigidos a extender la protección de esta ley a las parejas de hecho.  Las parejas de hecho son aquellas personas naturales, independientemente de su orientación sexual, que se unen en una relación sentimental.

La iglesia, separada por años por diferencias en materias teológicas y dogmáticas, se unió para proclamar que, Puerto Rico se Levanta en defensa de la Familia”.  Algo similar a lo anterior, fue el nombre con el que bautizaron su junte masivo, donde participaron alrededor de 200,000 personas.  Masivo, por la gran cantidad de gente que asistió al evento, en comparación con otras causas que han convocado a este pueblo anteriormente. Y en las cuales la asistencia ha sido exigua.  Tal fue el caso de la marcha contra los despidos de la Ley 7, la marcha contra la venta del aeropuerto, entre otras.  No en balde los políticos sudan con semejante demostración, en un país donde las elecciones se ganan por  aproximadamente 11,000 votos.  El grupo, reclamó ser la voz y el sentir de todo el pueblo, cuando en realidad, y según los resultados del Censo 2010, la población sumó 3,725,789 en total.  Esto deja a los defensores de la familia en apenas, un 5% del universo puertorriqueño.


Comprobado está, que luego de que los nervios de los representantes, y la presión sanguínea de los senadores, vuelve a sus niveles saludables, estos saben muy bien sacar ventaja de toda situación atípica.  Con gran habilidad circense, hacen malabares para aparentar y dar la impresión de que complacen a todas las partes interesadas.  Unos opuestos, otros a favor, preparan su espectáculo para entretener las gradas, y de esta manera ninguno quedar mal parado en sus respectivas posiciones.  Juegan a ser los creadores de “LaDivina Justicia”.  Justicia muchas veces plagada de leyes y reglamentos repletos de iniquidades.        

Debo admitir, que poder ver las diferentes denominaciones cristianas unidas en algún momento, siempre ha sido el deseo genuino de muchos de los que hemos sido adoctrinados y criados bajo sus dogmas y preceptos.  Lo que no es muy genuino, es la causa que los ocupaba para tal gesta.  Basados en su singular interpretación de las Sagradas Escrituras, en su concepto de vivir en sociedad y en comunidad, y en su definición de lo que debe ser el modelo de una familia normal y típica, presentaron una tenaz oposición al mencionado proyecto de ley.  Utilizando su predominio providencial, hacen gala de su influencia en los procedimientos legales del Estado, y de su capacidad para manipular a los delegados del pueblo, con el fin de ralentizar los procesos legislativos, y en cierta medida, los avances sociales de tendencias globales. Cabe señalar que el proyecto de ley propuesto, no guarda relación con la discusión sobre la aceptación de los matrimonios de personas del mismo género.  Pero a través del discurso críptico de los religiosos, se hizo el llamado a los feligreses para marchar con el mensaje equivocado.  Muchos de los cuales, jamás entendieron las razones por las que estaban “protestando”.   

A todas luces, los cristianos contemporáneos han olvidado el origen de su iglesia como la conocen hoy.  Primitiva, perseguida, marginada, relegada, obligada a realizar sus rituales en catacumbas.  Una fe rechazada, unos fieles torturados y asesinados, una minoría acosada, son el origen de su imperio espiritual moderno.  Estos mismos cristianos que salieron de los túneles subterráneos para apoderarse de Roma, dan validez al viejo y conocido refrán: “El perseguido se convierte en perseguidor”.  Basta con mirar un poco la historia de su desarrollo y evolución, luego de Simón Pedro. 

Son ellos los que han servido como piedra de tropiezo para que las personas de un sector de la población, marginados y discriminados por sus preferencias de índole sexual, obtengan igualdad de derechos y protecciones, que el resto de los ciudadanos disfruta.  Dentro de su sinuoso afán de establecer políticas públicas que les favorezcan, promueven conductas antisociales, como la desigualdad, el discrimen, la intolerancia, la violencia, el odio, el rechazo, entre otros tantos desordenes que se suman como actitudes negativas y desviaciones mentales.  Obligando a los miembros de esa comunidad a vivir en el anonimato, ocultos y prisioneros en una especie renovadas catacumbas.


Todo esto ha puesto de manifiesto que, “Ganando, en ocasiones se pierde”.  Ciertamente, en mi opinión muy personal, que no es en nada experta en asuntos teológicos, han puesto en evidencia la aparente simonía de algunas facciones eclesiásticas que, en combinación con algunos gobernantes, han suprimido la ya alicaída, “Separación de Iglesia y Estado”.  Ambas instituciones han orquestado un sistema que establece lo que debe ser aceptado por la sociedad.  Esto incluye la definición de familia que todos conocemos, y que desde muy temprana edad nos han inyectado a través del suero de la educación.  Todos los libros y textos a nivel elemental por los pasados casi 50 años (que yo recuerde), han ido dirigidos a fomentar la creencia en ese modelo familiar.  Con todo, y aunque el “establishment” la ha establecido como la principal institución dentro de la vida ciudadana, esta ha demostrado que no ha sido lo suficientemente sólida para sobrevivir los embates de un mundo cambiante, donde los avances en todos los aspectos del diario vivir del ser humano, y la evolución personal de este, han hecho estragos en la constitución familiar. 

Una cosa es tener Fe, y otra muy distinta es, desconocer nuestra realidad.  El modelo tradicional no ha sido efectivo, como reclaman muchos, en evitar, disminuir, o prevenir los problemas sociales que en la actualidad padecemos.  Por el contrario, las estadísticas apuntan a que las tasas del detrimento social van, “in crescendo”, a velocidad supersónica.    Las familias contemporáneas se han transformado de tal manera, que sus componentes varían según la realidad de cada hogar puertorriqueño.  Empero, en su intento por mantener el orden fundamental, las religiones han optado por dar la espalda a estas nuevas tendencias y nuevos entornos familiares, pasando juicio sobre la forma y manera en la que se desenvuelve la cotidianidad estas personas.  Juzgando el interior de las relaciones y el modo en que interactúan unos con otros.

Esta actitud nociva para el bien común, ha provocado que los sectores fundamentalistas hayan caído en actuaciones contradictorias, que son mutuamente excluyentes con la cristiandad.  Dejando así al descubierto, lo alejados que están de los verdaderos principios, valores y enseñanzas de un Cristo, que con Su vida, obra, palabra, muerte y resurrección, estableció los nuevos caminos a seguir.  Caminos llenos de tolerancia, armonía, respeto, paz, pero sobre todo, mucho, mucho amor.  Amor y aceptación al prójimo, en especial a los desvalidos, desventajados, marginados, señalados, y rechazados por el “orden social establecido”.  Orden al que hay que hacer frente cuando se reviste de injusticia hacia uno o más de nuestros hermanos, o cuando se torna obsoleto en su esencia.

En la coyuntura histórica que se encuentra Puerto Rico, donde vivimos tiempos apocalípticos, es vital que todos los líderes, de todos los ámbitos y todos los entornos, asuman un rol participativo a favor de la conciliación y convergencia.  Todos tenemos el deber de crear conciencia, y de evitar ser factores activos en la hecatombe que nos arropa.  La responsabilidad es de todos, pero los que se jactan de ser dirigentes de agrupaciones o de masas de gente, el peso de esa responsabilidad es doble.  No pueden convertirse en entes promotores de separación, segregación, o elitismo. 

Con Su ejemplo, el Jesús que yo conozco, estableció para nosotros estilos de vida donde, sin importar nuestras vastas diferencias, todos somos reconocidos como hijos de un mismo Dios, nacidos en igualdad de condiciones.  Al menos, ante Sus ojos.  

¡Levántate y anda!