por Caronte Campos Elíseos
No olvido nunca esa conversación. Desde ese momento he vivido buscando la lógica y el razonamiento de ese pensamiento. Para mi sorpresa, esa visión es recurrente en la vida de los puertorriqueños. Prácticamente el 97% de los boricuas tienen una percepción sobre el capital desde una perspectiva combinada de economía y política. Se asocia, comúnmente, el estatus político con la situación económica del país. La relación actual de Puerto Rico con los Estados Unidos se percibe como una de provecho para todos. No es para menos, considerando que esa es una de las economías más grandes del mundo (eso no significa la mejor) gracias a su sistema capitalista. Con su mercado desregulado, su mundo de oportunidades, su libre competencia y su sueño americano, el capitalismo norteamericano se ha convertido en la aspiración de todos. Casi la totalidad de los puertorriqueños desean una relación estrecha con la nación norteña. Ya sea la estadidad o la colonia asociada, todos miran con ambición el enlace gringo. Para la inmensa mayoría ese lazo es sinónimo de capital, dinero fácil, crecimiento y desarrollo.
Al final del día, la generalidad de los colonizados viven con pretensiones capitalistas. Sin importar su situación económica, su condición financiera, su presupuesto, sus ingresos, si tienen o no posesión alguna, todos se proyectan de esa manera. Los modelos impuestos por el propio sistema logran que cada uno evoque un estatus social más privilegiado. En esa tesitura, hasta el que no tiene pan en la mesa o techo en las noches, se dice capitalista. Si triste es el saber que personas de escasos recursos, viviendo en condiciones infrahumanas o dependientes del gobierno sin lograr ser autosuficientes (no está en discusión las razones para ello) viven esa fantasía, peor es el saber que la fuerza trabajadora también cree en ese espejismo mediático. La etopeya de este grupo es más deprimente. Sus vidas transcurren en rutinas establecidas e inculcadas por el sistema educativo que sobrevive sembrando ideas desde edades tempranas. Logrando la sensación de libertad, triunfo y realización personal, según la productividad que otorgan esas vidas rutinarias.
Nunca realizamos que los verdaderos capitalistas son los que se lucran de este esquema de explotación humana. De hecho, es ese sistema capitalista el que ha llevado la clase media al borde de la extinción. El mismo que muchos han bautizado como la esclavitud moderna. Los conocemos como financieros, inversionistas y hombres de negocios. Títulos que esconden su verdadera naturaleza y propósito. Acumulan y manejan la mayor parte de las riquezas del mundo. Amasan fortunas incalculables obteniendo ganancias del trabajo, esfuerzo y productividad de la clase obrera mundial. En contraste con los peones del juego monetario, estos reyes no tienen necesidad de madrugar antes que el sol, tampoco de conducir y mucho menos en horas pico de trafico. No tienen un horario de entrada y salida para su jornada laboral. Sus vacaciones no son limitadas y sus atenciones medicas son de calidad. Sus cuentas bancarias poseen números astronómicos y están en el extranjero. No se preocupan por el retiro porque son dueños de su tiempo. Sus horas de reposo, luego de ver sus dígitos en aumento y en color negro, lo pasan viajando por el mundo haciendo turismo global. Sus intereses son las prioridades de los gobernantes de turno, porque poseen el poder financiero para toda campaña política conocida.
Podemos utilizar nuestro capital para construir un verdadero país, una verdadera nación, una patria digna para todos. Una verdadera isla estrella que brille por luz propia. Podemos, si queremos, destronar los reyes y apoderarnos del tablero de juego. Pero no será posible hasta que no rompamos todas las ataduras que nos mantienen inmóviles, estafermos ante nuestra realidad histórica. Hasta que no nos liberemos de las cadenas imperiales que nos sumergen en la indiferencia, en la dejadez y en la pobre autoestima colectiva. Hasta que no borremos toda reminiscencia colonial de nuestra memoria nacional, y desechemos toda división partidista, no podremos dar un paso al frente y ser verdaderos dueños de nuestro propio destino.
¡Levántate y anda!