sábado, 26 de abril de 2014

Nuestro capital

por  Caronte Campos Elíseos


Durante esta semana de reflexión he tenido la oportunidad de pensar y recordar muchas cosas, muchas personas y algunos eventos.  Entre esos recuerdos llegó a mi mente un viejo amigo.  Gran actor, comediante, amo de los disfraces y excristiano, y sin mucho sentido del humor.  Recordaba yo la ultima platica que tuvimos en un plaza publica de un pueblo costero. Allí escuchaba su perorata sobre la situación actual y su interesante concepto sobre ser capitalista.  Hacía un recuento sobre la crisis económica del país, sus causas y, según él, las posibles soluciones. Decía el hombre, vestido con sus ropas desgastadas y tenis viejos (no más que las mías), que esta viviendo en la pobreza extrema, y que en múltiples ocasiones no ha tenido nada que comer.  Habló de las veces que le han cortado la luz y el agua, y para las cuales ha tenido que obtener un segundo empleo de jornada parcial. Luego de describir todas las vicisitudes que ha pasado viviendo del desempleo (aun con su maestría en comercio internacional), y su dependencia de los programas de bienestar social del gobierno (el pan, la tarjetita, los subsidios y el plan ocho), culmina con su frase inolvidable... "Me declaro capitalista".

No olvido nunca esa conversación.  Desde ese momento he vivido buscando la lógica y el razonamiento de ese pensamiento.  Para mi sorpresa, esa visión es recurrente en la vida de los puertorriqueños. Prácticamente el 97% de los boricuas tienen una percepción sobre el capital desde una perspectiva combinada de economía y política.  Se asocia, comúnmente, el estatus político con la situación económica del país. La relación actual de Puerto Rico con los Estados Unidos se percibe como una de provecho para todos.  No es para menos, considerando que esa es una de las economías más grandes del mundo (eso no significa la mejor) gracias a su sistema capitalista.  Con su mercado desregulado, su mundo de oportunidades, su libre competencia y su sueño americano, el capitalismo norteamericano se ha convertido en la aspiración de todos. Casi la totalidad de los puertorriqueños desean una relación estrecha con la nación norteña.  Ya sea la estadidad o la colonia asociada, todos miran con ambición el enlace gringo.  Para la inmensa mayoría ese lazo es sinónimo de capital, dinero fácil, crecimiento y desarrollo.  
Por tal motivo, no falta al andar por los campos y montes de esta tierra afiliada, ver las casuchas de madera y zinc ondeando la bandera de las barras y las estrellas.  Al igual que el amigo de la plaza, la totalidad de los estadistas y autonomistas se consideran capitalistas y consienten este sistema como algo beneficioso.  Incluso los que se encuentran en dificultades económicas, los que apenas les alcanza para comer y los que dependen consistentemente de ayudas gubernamentales, se autoproclaman como capitalistas empedernidos.  No debe extrañarnos dada la promoción y difusión que los medios de comunicación proveen, sistemáticamente, a esta idea.  El otro tres porciento (3%) de la población (no creo necesario mencionar su ideal) tiene el mismo pensamiento pero con tendencias separatistas.

Al final del día, la generalidad de los colonizados viven con pretensiones capitalistas.  Sin importar su situación económica, su condición financiera, su presupuesto, sus ingresos, si tienen o no posesión alguna, todos se proyectan de esa manera.  Los modelos impuestos por el propio sistema logran que cada uno evoque un estatus social más privilegiado.  En esa tesitura, hasta el que no tiene pan en la mesa o techo en las noches, se dice capitalista.  Si triste es el saber que personas de escasos recursos, viviendo en condiciones infrahumanas o dependientes del gobierno sin lograr ser autosuficientes (no está en discusión las razones para ello) viven esa fantasía, peor es el saber que la fuerza trabajadora también cree en ese espejismo mediático.  La etopeya de este grupo es más deprimente.  Sus vidas transcurren en rutinas establecidas e inculcadas por el sistema educativo que sobrevive sembrando ideas desde edades tempranas. Logrando la sensación de libertad, triunfo y realización personal, según la productividad que otorgan esas vidas rutinarias.  


Estar de pie desde las cinco de la mañana, desayunar poco, salir con prisa para estar dos horas en un trafico infernal para llegar a un empleo que paga salarios por debajo de toda escala y que apenas alcanza para llevar una vida promedio.  Entonces salir a las cinco de la tarde para estar dos horas más en trafico, llegar a la casa con tiempo solo para los quehaceres del hogar y tener un remanente para reposar frente al televisor, que se ocupa de mantenernos distraídos de nuestra realidad.  Y así, se nos va la vida con tres semanas al año de vacaciones, y 15 días por enfermedad.  Sin una cuenta de ahorros, sin planificar un retiro merecido, y sin calidad de vida digna. Sudando el pan de cada día mientras el verdadero producto de nuestro esfuerzo beneficia a terceros.  Viviendo el día a día minimizando los gastos por causa de los números rojos.  Poco nos importa siempre y cuando tengamos el mínimo poder adquisitivo permitido para obtener lo que el adoctrinamiento nos impone como norma.

Nunca realizamos que los verdaderos capitalistas son los que se lucran de este esquema de explotación humana.  De hecho, es ese sistema capitalista el que ha llevado la clase media al borde de la extinción.  El mismo que muchos han bautizado como la esclavitud moderna.  Los conocemos como financieros, inversionistas y hombres de negocios.  Títulos que esconden su verdadera naturaleza y propósito.  Acumulan y manejan la mayor parte de las riquezas del mundo.  Amasan fortunas incalculables obteniendo ganancias del trabajo, esfuerzo y productividad de la clase obrera mundial. En contraste con los peones del juego monetario, estos reyes no tienen necesidad de madrugar antes que el sol, tampoco de conducir y mucho menos en horas pico de trafico.  No tienen un horario de entrada y salida para su jornada laboral.  Sus vacaciones no son limitadas y sus atenciones medicas son de calidad.  Sus cuentas bancarias poseen números astronómicos y están en el extranjero.  No se preocupan por el retiro porque son dueños de su tiempo.  Sus horas de reposo, luego de ver sus dígitos en aumento y en color negro, lo pasan viajando por el mundo haciendo turismo global.  Sus intereses son las prioridades de los gobernantes de turno, porque poseen el poder financiero para toda campaña política conocida.

Mientras ese cuadro patético y absurdo rinde frutos para sus artífices, nosotros vivimos de falsas expectativas y realidades inventadas. Menospreciamos nuestro capital.  Nuestro verdadero y genuino capital.  El que está en la plaza quejándose de su situación pero piensa en progresar. El de la choza de madera con ganas de triunfar.  El que madruga todos los días con el sol para ser útil a la sociedad.  El que estudia para crecer y servir a su país y a su gente. Nuestro capital humano es incalculable, inagotable, y renovable.  El puertorriqueño tiene un capital intelectual con un potencial inimaginable.  Todos tenemos la capacidad para coadyuvar al desarrollo de un mejor futuro, superando los obstáculos actuales que nos imponen los verdadero capitalistas.  Esos que nos mantienen atados con las cadenas mentales del autodesprecio y la autodestrucción, sembrando ideas equivocadas sobre nosotros mismos.

Podemos utilizar nuestro capital para construir un verdadero país, una verdadera nación, una patria digna para todos. Una verdadera isla estrella que brille por luz propia. Podemos, si queremos, destronar los reyes y apoderarnos del tablero de juego.  Pero no será posible hasta que no rompamos todas las ataduras que nos mantienen inmóviles, estafermos ante nuestra realidad histórica.  Hasta que no nos liberemos de las cadenas imperiales que nos sumergen en la indiferencia, en la dejadez y en la pobre autoestima colectiva.  Hasta que no borremos toda reminiscencia colonial de nuestra memoria nacional, y desechemos toda división partidista, no podremos dar un paso al frente y ser verdaderos dueños de nuestro propio destino.

Cansado de escuchar tanta bazofia en la plaza publica, de voz de un capitalista patriótico e indigente que vive bajo el nivel de pobreza... abandoné, aturdido y con mi alodoxafobia, la plaza pública camino a mi casa a leer periódicos viejos con la soledad.      



¡Levántate y anda!

jueves, 17 de abril de 2014

En las letras, desde Puerto Rico: Serie Reseñas, novelas 2013

por Carlos Esteban Cana




Título: Temporadas
164 Páginas
Edición de Autor


La primera novela en tweets o mensajería corta ha sido creada por un puertorriqueño: Stefan Antonmattei. Su título ‘Temporadas’, y actualmente circula en nuestras principales librerías. Una sorpresa del mismo autor que hace dos años ingresó al circuito editorial con ‘Erótica’, aquel libro de poemas lúdicos y seductores, que contaba además con una desconcertante y poderosa sección de narrativa.

En ‘Temporadas’, sin embargo, Antonmattei se sirve del formato que ha potencializado la red social twitter, mensajes cortos que no exceden de los 140 caracteres, para desarrollar su novela. Una trama que se manifiesta en 7 capítulos que cubre un periplo temporal de 50 años.

En estas páginas el personaje principal, un hombre de 50 años, relata la historia desde el yo, es decir, en primera persona, con una forma a veces sinuosa, inaprensible, para hablar de sí mismo. Aunque, por otro lado, su relación con otros personajes pone de relieve lo que no confiesa. Lo anterior se ejemplifica en la particular y entrañable relación del narrador con su madre.

De lectura amena, divertida, ‘Temporadas’ no deja de lado, incluso, situaciones sociales complejas como el racismo, el abandono, ni tampoco deja de soslayo la enfermedad. Como telón de fondo y río soterrado corre paralela esa relación de encuentro y desencuentro entre un hombre y una mujer. Habría que preguntarse, eso sí, qué tal funcionaría esta novela sin su introducción. Me parece que para comprender las 164 páginas de ‘Temporadas’, es necesaria, imprescindible, la misma.

En el panorama literario boricua, la obra de Stefan Antonmattei –cincelada durante años- es una buena noticia. No tan solo por el cuidado con el que ha hecho alquimia de su poesía, cuentística, y ahora su narrativa de largo aliento, sino también porque ofrece con novedad, con algo de liviandad, temas recurrentes en la historia de la literatura universal.


Temporadas, una novela en 140 Tweets, narra la vida de un hombre que vivió en Alabama, Nueva York y Puerto Rico.

Disponible en: Librería Mágica, Librería Isla, La Tertulia en Rio Piedras, La Tertulia en el Viejo San Juan, Poet’s Passage en el Viejo San Juan, Librería AC en Santurce.

Amazon: Pulse aquí


Título: No me quieras
154 Páginas
Edición de Autor

Mientras leía las primeras páginas de No me quieras encontraba ecos... Ecos que remiten a escritores del pasado y el presente de Borikén: desde un Enrique Laguerre hasta un Carlos Vázquez Cruz. Y paulatinamente esa impresión se fue bifurcando hacia correspondencias de otras latitudes, entonces la voz de Consuelo, protagonista y relatora, sintonizaba con lo emitido por personajes de Odette Casamayor, solo que lo narrado aquí va, en muchos momentos, a un ritmo menos vertiginoso, quizás más cercano a la cadencia del bolero.

Al principio de la novela encontramos a Consuelo en un hospital en el que lleva trece horas, tras un intento de suicidio. Como lectores llegamos a la escena con Sergio, pareja de Consuelo e interlocutor silente durante las próximas once horas. Tiempo que estructura la novela; una que se construye no desde la oralidad, sino desde la memoria.

En No me quieras esa memoria se activa por el peligro que representa la posibilidad de fragmentación. Ese es el marco que instala, o donde se ubica, esta serie de relatos familiares que emite Consuelo. Cuentos que trazan además, no tan solo el perfil psicológico y anímico de la protagonista, sino el de toda una sociedad en la que lo masculino ocupa un espacio signado por la ausencia y la violencia.

Todo eso reciben los lectores en No me quieras de Anuchka Ramos Ruiz, novela que tiene su fortaleza cuando la voz narrativa entra en primer plano y ofrece detalles. Por lo anterior, son las páginas en las que, por ejemplo, un conflicto bélico salta del pasado en una mente lesionada, o cuando los golpes masculinos laceran un cuerpo femenino, los pasajes en los que la escritora exhibe un dominio total del oficio.

La historia de Consuelo y las mujeres de su familia metaforiza, de una forma u otra, la historia de muchas familias puertorriqueñas. Aun cuando No me quieras se puede leer de una sentada, esta novela nos permite, además, reflexionar sobre temas importantes para nuestra convivencia.


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Carlos Esteban CanaComunicador y escritor.  Nació en Bayamón, Puerto Rico, pero se crió en el pueblo costero de Cataño.  Fundador de la revista y colectivo TALLER LITERARIO, publicación alternativa que marcó la última década de creación literaria boricua en el siglo XX.  Ha trabajado en el Instituto de Cultura Puertorriqueña como Coordinador Editorial, Director de Prensa para la V Feria Internacional del Libro de Puerto Rico y como Coordinador de Medios para el Encuentro de Escritores De-Generaciones.  Su periodismo cultural ha sido publicado en periódicos y publicaciones como Dialogo, Cayey, CulturA, El Nuevo Día, y Resonancias, entre otras.  Fue parte del colectivo El Sótano 00931.  Colaboro con el poeta Julio Cesar Pol, junto a Nicole Cecilia Delgado y Loretta Collins, en la antología Los Rostros de la Hidra.

Su periodismo cultural es reproducido en diversos espacios y bitácoras cibernéticas, con columnas como: Breves en la cartografía cultural; Aquí allá y en todas partes; Crónicas urbanas y el boletín En las letras, desde Puerto Rico, en bitácoras como Confesiones, Sólo Disparates: buscando la luz al final del túnel, Panaceas y placebos, Boreales, Revista Isla Negra y en periódicos como El Post Antillano.  Tiene tres libros publicados: Universos (micro-cuentos); Testamento (antología poética; una selección de 46 cuadernos) y Catarsis de maletas (cuentos).  Actualmente reside en la ciudad de Nueva York y desarrolla la plataforma multi-mediática Servicios de Prensa Cultural.  Para Carlos Esteban Cana profesar creación y cultura es como recibir oxígeno; vehículos que le permiten ejercer su libertad.

domingo, 13 de abril de 2014

El colapso del mundo

por  Caronte Campos Elíseos



Siguiendo los consejos de un amigo de la infancia, Von  Willebrand, decidí retirarme para hacer una sabática.  Me había recomendado una región al centro de Rumania, donde hay hermosos castillos perfectos para el retiro.  Al llegar al lugar noté que estaba prácticamente deshabitado.  Solo un pobre y longevo hombre encontré en las cercanías.  Este me dijo que ese lugar había sido olvidado por dios, y que había llegado al final de la historia.  También me comentó que en ese sitio despoblado ya no queda rastro de vida ni gota alguna de sangre.  En pocas palabras me dijo: "Aquí ya no existe la humanidad".  Siempre me ha parecido curioso que el ser humano invente toda clase de historias para escenificar el fin del mundo.  Cuentos, leyendas, relatos, armagedones y hasta apocalipsis, forman parte del imaginario colectivo sobre el final del mundo.  “Hollywood”, los Mayas, la ciencia, las religiones, y  alguno que otro necrófilo (como lo soy yo), tienen sus versiones personales sobre el tema.  Para mí (que no acostumbro ser muy realista), la realidad es que el mundo, así como lo conocemos, está en las postrimerías de su existencia.  Ciertamente, en esta coyuntura histórica ya existen muchos mundos personales o individuales que, de alguna manera u otra, se han derrumbado o han terminado. 

Mientras caminaba por el desolado camino, llegué a un hotel de antigua apariencia.  No habiendo anfitrión en la recepción, procedí a instalarme y acomodarme.  Justo a tiempo porque ya caía la noche, y aunque en el lugar no había energía eléctrica, encontré varias velas (rojas y blancas).  Aprovechando el silencio perturbador, la soledad y la luz de las velas, pude meditar en lo dicho por el solitario hombre.  Si echamos una mirada a los recientes acontecimientos confirmaríamos la expresión anterior sobre el final de la humanidad.  Esto es más que evidente si consideramos y evaluamos cada suceso con sus respectivos efectos.  Incluso, al analizar todo el espectro internacional, hallaríamos un patrón poco alentador para la raza humana.  Guerras, crisis financieras, quiebras nacionales, contaminación, violaciones de derechos humanos, racismo, discrimen, xenofobia, negación de derechos civiles, choques diplomáticos, carreras armamentistas, luchas fronterizas, sanciones económicas, divisiones políticas, sistemas de castas, temblores, tsunamis, simulacros desalentadores, y toda suerte de enfrentamiento de todos contra todos.


Mientras busco por las habitaciones algo de comida, las voces en mi cabeza comienzan a molestarme.  Se limitan a decirme que me vaya de ese hermoso lugar, porque puede resultar peligroso.  Me retiro a cenar en una mesa grande y decido ignorar las malévolas voces.  De esta manera evito que mi desorden neurótico aflore en esta noche especial.  Gracias a alguna fuerza sobrenatural, aunque no encontré agua potable, encontré varias botellas de un suculento vino  tinto.  Regreso a la habitación que estaba disponible, la 666, antes de quedar completamente a oscuras.  En medio de la penumbra y luego de vaciar las botellas del preciado líquido rojo, vuelve mi mente a coquetear con la idea del fin de la humanidad. 

Para evitar que mi depresión inconsciente se agudice, limito mi análisis al ámbito tropical de la isla asociada.  Y es que pareciera que el final de la humanidad tuviera su génesis en la isla estrella.  Mientras la mayoría de los pueblos del mundo han ido despertando del hipnotismo globalizado que los ha mantenido subordinados al sistema imperante del capital, el boricua continua ofuscado con el sueño americano.  Las revueltas, las protestas, las huelgas, las revoluciones alrededor del mundo, son indicios de liberación mental.  No obstante, los puertorriqueños no logran romper las cadenas de la dependencia federal.  Es obvio que el sometimiento sistemático a las estrategias neoliberales ha rendido frutos.  La idiosincrasia hospitalaria y amigable de la que hacían galas los boricuas ya es historia.  Se ha apoderado de nuestra identidad, la indiferencia, el egoísmo, la apatía, la ambición, la pereza, la dependencia y la enajenación.  Vivimos, cada uno en su zona cómoda, esperando que todo se resuelva por arte de magia.  Mirando la televisión a ver si transmiten la solución a todos nuestros dilemas culturales, económicos y sociales. 

Mientras este tétrico panorama pasa por mi mente, escucho unos fuertes golpes en la puerta principal.  Caminando a oscuras por los pasillos, me dispongo a abrir.  Es el hombre misterioso del pueblo.  Me dice que me asegure de cerrar muy bien las puertas y ventanas del motel.  Quiero hacerle algunas preguntas, como por ejemplo, ¿porque todo el lugar está a oscuras? ¿Porque no hay más nadie en la ciudad?  Sin mediar más palabras da media vuelta y se retira.  Vuelvo a la habitación, no sin antes cerrar todo como indicara el siniestro personaje.  Enseguida pienso que este hombre vive en su propio mundo.  Tal como lo hace cada puertorriqueño y puertorriqueña.  El individualismo arraigado en cada corazón de los boricuas los ha llevado a vivir en solitario.  Es decir, a ninguno le importa nada en lo absoluto que no sea de carácter personal.  Cada uno vive encerrado en su propio mundo, en su propia burbuja.  Totalmente indiferentes y aislados de las situaciones y realidades que afectan al universo de los habitantes en la isla. 

Esto se ve reflejado en el comportamiento y en el pensamiento individual de cada uno.  Todos viven ensimismados en sus propias realidades.  Las mismas que han sido fomentadas sistemáticamente por los gobiernos, los gobernantes y sus respectivas políticas.  Tanto a nivel ultramarino como a nivel local.  Ya a ninguno le importa lo que afecta al hermano, al vecino, ni a ningún otro conciudadano.  Se vive sin entender que lo que golpea cada mundo personal, es lo mismo que embiste y estremece el macro de la sociedad puertorriqueña.  La época de bonanza financiera, de vanguardia económica y tecnológica, de ser pioneros y ejemplo para el resto del Caribe y las Américas, está en el pasado y en el olvido.  Actualmente las supuestas ventajas que nos brindaba el estar asociados a la mayor potencia económica y militar del orbe, han quedado desenmascaradas.  Vivimos un extremo deterioro de la calidad de vida, y eso es una realidad generalizada.             

Escucho un ruido en las afueras del castillo. Con temor me asomo por una ventana.  En medio de la oscuridad atenuada solo por la luz de la luna, solo pude ver al velador del pueblo caminando en las cercanías y una bandada de murciélagos revoloteando cerca de los árboles.  Escena que me parece simbólica de la relación entre bonistas, políticos y trabajadores locales.  Los altos costos para poder llevar una "vida digna mínima", a la que suponemos todos tenemos "derechos", han provocado la decadencia social actual.  Todo provocado por las casas acreditadoras que le han impuesto a los mediocres políticos toda una gama de exigencias, so pretexto de préstamos y clasificaciones inventadas para expoliar las arcas públicas.  Con la excusa de conseguir capacidad de venta para los bonos emitidos, implementan acciones que actúan en detrimento de la población en general.  Al final de la jornada y luego de los cargos por servicios, intereses pagados, comisiones onerosas, estipendios usureros, contratos banales, costos operativos y la tasa de corrupción, lo percibido para los programas sociales es exiguo.  Mientras tanto, las medidas impositivas gravan hasta el sudor de las frentes para sustentar el esquema del mercado y el incremento artificial de la deuda.

Como reacción en cadena, los servicios de las agencias públicas, o sea, del pueblo, se encarecen.  La luz (que dicen bajará para el 2019); el agua (supuestamente potable según los estándares manipulados de la EPA); la transportación publica (con su retrasos en rutas por horas); los peajes (con sus carreteras privatizadas y caracterizadas, sumado a las vías atestadas sin planificación), son ejemplos de cómo el invento de los términos economía e inflación rinden sus frutos a los supuestos inversionistas sin aversión al riesgo.  Los mal llamados grandes intereses (mega-tiendas, farmacéuticas, súper cadenas comerciales), los empresarios y hombres de negocios, también tienen su turno en este juego financiero.  Utilizan su poder pecuniario para manipular voluntades políticas débiles.  Con su sistemita de comprar conciencias, se aprovechan de las exenciones contributivas, de los programas de reducción de gastos operativos (reembolso de nóminas, descuentos en costos de energía y acueductos) y de las ventajas que les ofrecen el actual derecho laboral, para    abusar impunemente de la fuerza trabajadora local.  Este escenario transcurre ante la pasividad de los puertorriqueños, que son los que lo sostienen con su jornada de trabajo diaria y su aportación al estado.  Al menos los que se cuentan en la tasa de participación laboral, que actualmente ronda le cuarenta y un porciento (41%), es decir, 1.2 millones de personas de las 2,880,000 en edad productiva.   

Siento que me sube la presión por tan cruel realidad.  Pienso salir a comprar algún medicamento que me ayude a dormir y a alejar estos duros pensamientos.  De paso, pienso, compro algo decente para tomar.  Al abrir la puerta, me llevo el susto de mi vida.  El caballero misterioso estaba ahí, parado en la puerta.  Me entrega unas pastillas (no habían de las azules) y una botella de la aquella bebida extraña.  Me dice que no hay nada cercano a donde ir.  Todavía espantado, le doy las gracias y vuelvo a cerrar la puerta, esta vez con el cerrojo.  Este panorama de negocios cerrados me recuerda la avalancha de quiebras, de negocios y personales, que causó la crisis boricua.  Como efecto dominó se disparó la tasa de desempleo, que alcanza el 15% (178,000 personas), al menos los que están registrados en el Departamento del "Trabajo".  Esto deja la carga del país en los hombros de apenas, 1,005,000 puertorriqueños que actualmente trabajan.  Todo este tétrico escenario ha ocasionado la erosión de la estabilidad social y la perdida de la moral nacional.  La criminalidad ya no se detiene ni siquiera ante los más indefensos e inocentes niños o ancianos.  El ejército se ha consagrado como la única salida de la pobreza para los sectores más desventajados.  Y ni hablar del narcotráfico, la trata de personas, y la venta ilegal de armas.  Estos sectores son los únicos que ofrecen empleo con remuneraciones altas, rápidas, y libre de impuestos.  Claro está, resultado de las actuaciones de los sectores económicos aventajados, que solo buscan el incremento de capitales en detrimento de las condiciones de empleo y de vida de sus empleados, que en su inmensa mayoría son a tiempo parcial.  Razones de sobra para el ingente aumento de la emigración de profesionales y la fuga de capital humano y pensante hacia más y mejores oportunidades.

El sistema educativo del país funciona como centro de adoctrinamiento.  El gobierno enseña a los más jovencitos lo que les conviene a los políticos.  Asegurando de esta forma, que los adultos piensen, crean y consientan lo que a su sistema le conviene y favorece.  Los estudiantes que no se aclimatan a este proceso, la ciencia les inventa condiciones mentales atípicas.  Autismo, déficit de atención e hiperactividad son solo algunas de estas.  Los etiquetan como locos o inadaptados, los medican y los registran en el programa federal Título I, para separarlos de la llamada corriente regular, y así evitar que afecten el adoctrinamiento en masa.  La instrucción es absurdamente mediocre y hasta los maestros y su retiro han sido vapuleados por el canibalismo neoliberal.  Estas tendencias neoliberales son las que, diseminadas por los vampiros financieros, han eliminado del vocabulario local la solidaridad, la justicia y la igualdad.  Los únicos que están vacunados contra la crisis económica y fiscal en este país son los jueces.  Ciertamente por lo que a todas luces fue una muestra más de las deficiencias de los estatutos vigentes.  Poniendo a los interesados en un caso judicial a decidir sobre el mismo.  De esta manera salvaron los togados su retiro "digno y seguro".  Mientras, el retiro de los educadores pende de un fallo de estos, que son los mismos que justificaron con la emergencia nacional, los despidos de más de 8,000 personas.

Despierto algo mareado y atolondrado.  Solo recuerdo que tomé los medicamentos del frasco que ahora está vacío.  Me siento débil y confundido.  Me dispongo a salir a desayunar.  El reloj marca casi las 11 de la mañana.  Al salir encuentro justo en la entrada una bandeja de comida.  Solamente contenía un pedazo de pan (algo viejo por cierto) y otra botella de la bebida autóctona del lugar.  Incluía una nota que decía que no iba a encontrar mucho más si salía.  Supuse que era del único ser que he visto desde mi llegada.  Mientras comía el suculento festín, pensaba en cuanta gente en nuestra isla tiene menos de lo que yo estaba saboreando en ese instante.  La pobreza, el hambre, la desesperación y la impotencia se han apoderado de los hogares boricuas.  El efecto en la salud mental y emocional de la población es inconmensurable.  Para colmo de males, la crisis afecta hasta el propio sistema de salud pública.  Los servicios y las atenciones a los medico indigentes son paupérrimos.  Los hospitales privados se niegan a recibir a los portadores de la tarjetita del gobierno.  La respuesta del estado, secundando por los sistemas de comunicación y los medios de información masiva, es bombardearnos con politiquerías y pendejerías partidistas.  Los estudios televisivos se han convertido en circos mediáticos.  Nos entretienen con espectáculos de la vampi, maripily, y ni hablar de la rosa de Guadalupe.  Desviando la atención hacia temas en apariencia apremiantes, como lo es la contaminación del agua y el aire, pero que se utilizan como subterfugios para evadir responsabilidades por la situación endémica del país.

Me falta el aire y siento que me asfixio.  El reloj marca las tres de la tarde.  Salgo a caminar para despejar mi mente.  Diviso una especie de capilla religiosa (eso intuyo por la cruz en el domo).  Recuerdo las cosas que he leído sobre el nuevo papa de la iglesia.  Entro con actitud sigilosa.  No hay un alma en el templo.  Veo al apocado hombre que me ha atendido todo este tiempo, frente a la mesa revestida de blanco que está sobre las escalinatas.  Con temor le pregunto desde la distancia, ¿quién es?; ¿cuál es su nombre?; ¿su edad?; ¿por qué no hay nadie más en el poblado?  Me contesta a través del sistema de sonido con una voz de ultratumba, que me vaya tan pronto como pueda.  Ni corto ni perezoso, abandono el templo sagrado invadido por el miedo.  Después de todo, nunca he sido un hombre de  mucha fe.  Llego al hotel a toda prisa.  Cierro todo cuanto puedo, hasta con los viejos muebles intento obstruir el paso por las puertas.  Primera vez que entro a una iglesia y tengo está espantosa experiencia.  Me tranquilizo pensando que no se compara lo sucedido con las experiencias de las víctimas de los sacerdotes pedófilos.  Ellos sí fueron al edificio sagrado llenos de fe y esperanzas, con deseos de servir, y se encontraron con que los representantes de dios en la tierra, les hicieron vivir un infierno.  Todo ese maltrato institucional que hoy quiere esconderse detrás del derecho canónico.  Maltrato que muchos religiosos quieren solapar negándose a cooperar con las autoridades civiles.  Hasta cierto punto es entendible, porque para estos testaferros del cielo la única justicia, es la justicia divina.

Toda esta demagogia nos perpetúa en la crisis económica ya decenal.  Vivimos sin entender lo que es obvio que sucede en nuestras propias narices.  Nos vale madre el déficit estructural y el descalabro fiscal.  Al final del día, pensamos, eso les toca a los mediocres políticos que escogemos cada cuatro años.  Estamos encadenados y condenados a ser siempre las víctimas de nuestra propia negligencia y dejadez.  Padecemos la Locura que no se cura.  Sumidos en nuestra propia estupidez, siguiendo el juego de los dueños del mundo.  Sin percatarnos que lo que ha colapsado son nuestros mundos individuales y colectivos.  El mundo de los profesionales con maestrías y doctorados sin empleo; el de los maestros y su retiro amenazado; el de los niños maltratados; el de los empleados a tiempo parcial con salario mínimo; el de los hogares sin sustento diario; el de las cientos de personas que han perdido sus hogares; el mundo de los que no tienen lo necesario para llevar una vida digna; el de los marginados por el sistema; el de los pobres; el de los que viven en la miseria; el de los discriminados por cualquier motivo; el mundo de los ancianos en soledad; el de los enfermos abandonados por el sistema; el de los presos y adictos sin un proceso decente de rehabilitación.  El mundo que todos conocemos como Puerto Rico, que lo han saqueado y continúan saqueando desde hace más de 500 años.  Esos son los mundos colapsados gracias a que nos hacemos de la vista larga ante la constante involución social que padecemos. 

Frustrado el propósito del viaje por los mismos pensamientos desmoralizantes de siempre, decido regresar a mi dulce hogar (muy parecido a este hospedaje).  Recojo todas mis pocas pertenencias y me dispongo a salir por la parte de atrás, para no ser visto por el siniestro personaje del templo.  Al abrir la puerta encuentro una nota escrita en un papel por el tiempo amarillento.  Escrita con una especie de tinta roja, leía lo siguiente: "Von Willebrand es el verdadero responsable de la hemorragia que sufrimos y la desolación que vivimos".  Enseguida recuerdo que fue él mismo el que me recomendó que viniera a este lugar.  No tengo la menor idea del propósito de su invitación.  Al momento doy un salto y me llevo otro susto de mayor magnitud, cuando siento una mano fría en mi hombro.  Abro mis ojos llenos de asombro.  Acto seguido escucho la macabra voz nuevamente que me dice: "¡Caballero, caballero, despierte!  Su vuelo a Rumania ha despegado.  Usted ha perdido su avión... y su avión se ha perdido".


¡Levántate y anda!

miércoles, 2 de abril de 2014

En la apertura del Sexto Festival Internacional de Poesía en Puerto Rico

Servicios de Prensa Cultural

Palabras de Vilma Reyes, Presidenta del Comité Organizador

Declaramos abierto este Sexto Festival de Poesía en Puerto Rico. Somos un movimiento genuino que aspira a integrar a todo nuestro país antillano, caribeño, en el ejercicio poético. Una vez más le presentamos este festival, dedicado a la mujer-río, nuestra Julia de Burgos, producto de un esfuerzo voluntario del comité organizador y nuestros colaboradores, gestores de cultura, reflejando indiscutiblemente el espíritu valeroso de nuestro pueblo, para nuestro pueblo.

Al unirnos en el reconocimiento del centenario de Julia de Burgos, honramos a la poeta, a la poesía, y el valor de una mujer que representa los más altos principios de lucha. Julia vive en nosotros. Una vez más, universidades, escuelas, alcaldías, centros culturales, asilos e instituciones comunitarias, alzan sus manos y ponen un pie al frente para la realización de un evento que nos une, nos forma y nos edifica, en calidad humana, sensibilidad,virtud, belleza y libertad. Una vez más somos Hispanoamérica. Somos el mundo. Somos Puerto Rico. El futuro es más poesía.

Es nuestro concepto seguir desarrollando la difusión y enseñanza de este gran género literario a través de nuestro País, integrando un buen número de talleres en el sistema escolar público y privado, e instituciones comunitarias. Internacionalmente, seguimos integrados a la red de festivales de América. Estamos incluso proyectando un Gobierno Soberano de Poesía, el cual incluirá embajadas poéticas de todos los países de Hispanoamérica que nos ayudarán en la difusión e intercambio, y reforzará nuestros lazos internacionales.


En este proceso de celebración del festival ya se han acercado importantes instituciones con el objetivo de unirse a nuestra celebración en carácter permanente.

Este sacrificio honroso de miembros poetas y no poetas, amantes del concepto, está rindiendo el fruto deseado de forma impresionante y convincente. Informo en adición la entrega de un extenso informe a la División de Donativos legislativos, proyecto que aspira a la financiación básica de este festival y delcual pedimos el respaldo masivo y activo para el logro del mismo. Seguimos en la línea de construir este precedente comoprincipio a la necesidad cultural de establecer la poesía de formaorganizada en la diáspora puertorriqueña, en nuestra idiosincrasia que sea reclamada mediante la herramienta del pueblo mismo.

No quiero despedirme sin agradecer una vez más a la Universidad Interamericana y todas las otras instituciones por su aportación abnegada en el concurso de nuestro festival, a los invitados internacionales nuestro abrazo, hospitalidad y amistad.¡ Y que viva Julia, que viva la poesía, y que viva Puerto Rico!

Muchas Gracias.