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lunes, 4 de febrero de 2013

Las diferentes igualdades

por  Caronte Campos Elíseos


Existe cierta contradicción  en la aplicación de los términos: igualdad y diferencia. Actualmente hay en la discusión pública varios casos que manifiestan dichas contradicciones.  Claro, dichos casos son utilizados como subterfugio para evadir los temas realmente relevantes.  Aún así, no deja de ser harto interesante la forma en que se manejan.  

Por un lado tenemos los grupos religiosos.  Algunos seres de esta especie actúan como camaleones. Dentro del templo y frente a sus fieles, buscan promover los valores cristianos. Basándose en la Biblia y utilizándola como punto de partida para sus homilías, hablan del amor, la esperanza, la salvación y la fe.  El llamado a seguir el ejemplo de Cristo nunca falta, ni la exhortación a obedecer su mandamiento principal:  “amar al prójimo como a uno mismo”.  Siempre recordando una de las primeras clases de catecismo recibidas desde muy temprana edad, y que es casi un estribillo emblemático: “todos somos iguales ante los ojos de Dios”.  Pero, no pasan dos minutos luego de entonar el cántico de despedida, salen, cual inquisidores contemporáneos, a la cacería de ovejas negras.  Estos hermanos separados o descarriados, son los que no merecen la igualdad que profesamos todos los domingos de diez de la mañana a doce del mediodía.  A estos no le aplica la máxima eclesiástica de la inclusión.  Por el contrario, cuando es el Gobierno el que busca cobijar el rebaño perdido bajo su Estado de Derecho, son ellos los principales opositores.  Biblia en mano y elevando oraciones ruegan, y la vez cabildean, para que los derechos de los elegidos no se corrompan extendiéndose a los impuros.  Acuden en romerías hasta el mismo infierno, si fuera necesario, para hacer valer el canon.  En este punto es donde se cruza la línea flaca, delicada e imaginaria (por no decir ficticia), de la separación Iglesia-Estado.  Es como un simulacro del rapto de la iglesia, en donde los que son “diferentes” son dejados atrás y a su suerte.  

Este concilio de elevados seres, se jacta de estar libre de pecado y seguir fiel y exactamente, sin excepciones, todas y cada una de las leyes, reglas, normas y dogmas estipulados en las Sagradas Escrituras.  Por ende, actúan cobijados con la fuerza moral que esto les confiere, para tirar las primeras y todas las piedras a estos engendros del diablo.  Mi única duda al respecto es, si evaluarán tan rigurosamente la procedencia de los dineros que reciben en las ofrendas, diezmos, donaciones, entre otras fuentes. Sería lo más sensato y lo más lógico, ya que de esta manera evitarían que sus operaciones sacrosantas  sean subvencionadas con fondos manchados y marcados por las manos de los hijos de la bestia. Evitaría además, servir como punto de lavado de dinero. Lavado que sería con agua bendita.   En tal caso, ¿habrá diferencia? 

Por el otro lado, tenemos a los políticos y sus asesores. Esta otra especie camaleónica, cambia sus posturas según el ambiente imperante en determinado momento.  Estos seres presentan un concepto de igualdad más complicado. Resulta que, en ocasiones, promueven legislación en detrimento del grupo o sector al que pertenecen.  Es decir, crean y apoyan leyes que actúan como agentes catalíticos para la segregación, la discriminación y la intolerancia. Fomentando de esta forma, las injusticias contra los mal llamados, grupos protegidos.  Lo que más llama la atención de personas despistadas, como lo soy yo, es que al final de la jornada legislativa, sale a la palestra pública que los principales responsables de tales estatutos, son miembros destacados del grupo o grupos a los cuales pretendían coartar los derechos.  Ejemplos recientes de esta realidad, son los casos de los hombres y mujeres con preferencias lésbicas  y homosexuales.  Que después de actuar reiteradamente  como críticos de algunos estilos de vida, terminan con fotos pornográficas en la internet, o conviviendo con sus parejas del mismo sexo.  Puede sonar contradictorio, al menos para mí, que rara vez entiendo algo completamente.  Estos traicioneros de su propia naturaleza, son los que pretenden velar lo establecido jurídicamente en materia de igualdad.  Reciben nuestras contribuciones obligatorias, sin asegurar para todos equidad.  La aplicación de las leyes es selectiva.  Al fin del día, el resultado es que los elegidos por el pueblo para velar sus derechos y libertades, son los principales enemigos de estos preceptos. 

No pinta tan mal este escenario, lo tétrico comienza cuando se juntan el hambre y las ganas de comer.  Cuando estos dos grupúsculos se unen en la misma causa,  su misma causa, es cuando peligra nuestra estabilidad.  El primero quiere influenciar en las decisiones del segundo, estos a su vez, le siguen la corriente para no perder sus votos.  Después se atreven a preguntarnos: ¿Que nos pasa Puerto Rico?  El resultado de tal tramoya, es lo que vivimos actualmente. Una sociedad intolerante, retrógrada e individualista. Todos contra todos. Cada cual con una definición de igualdad, ajustada a sus realidades y necesidades.  Un patético, pero singular panorama de enredos y desmadres, donde los podios  se convierten en altares, y los altares se convierten en estrados, desde donde todos los que están abajo son juzgados y sentenciados.  Este junte intencional ha evolucionado.  Ambos sectores han sido protagonistas de noticias en las últimas semanas, por llevar sus estilos de predicar y legislar, junto con su concepto de igualdad, a las redes sociales en la red.  Haciendo galas de sus verdaderos pensamientos, comportamientos, y mentalidades contradictorias a los principios y valores que juraron defender y promover.  Según sus propios diccionarios, conductas antisociales y anticristianas.  

Nos toca a nosotros poner resistencia, discernir y discriminar (en el buen sentido de la palabra) lo que es correcto, ético, moral, y sobre todo, lo que es afín con la vida, ejemplo y mandamiento de Cristo.  Nos corresponde defender nuestros derechos. Derechos que son inalienables de nuestra naturaleza humana, y que su reconocimiento ha costado lucha y sacrificio.  Lograr para nosotros y para todos, la verdadera y real igualdad.  Demostrar a los que hacen falsas representaciones, que todos somos iguales, aunque seamos diferentes. 

¡Levántate y anda!


viernes, 1 de febrero de 2013

Recolecta



     Manteniendo la foto ocho por diez de una niña en alto, la dama de alta sociedad utilizaba sus dotes de líder comunitaria ante el ejecutivo de productos enlatados que había aceptado su visita. Parte del pesado cuerpo del ejecutivo descansaba sobre sus codos en el escritorio de roble exportado de Eslavonia y se esmeraba en no desviar la mirada. El magnetismo proveniente del escote de la señora, lo hacía fracasar a cada intento. Aquel semblante pequeño y voz aguda no le parecía estar acorde con el enorme pecho que logró desistiera de teclear más cifras negras que rojas en la hoja de cálculo para atenderla.

     Las comparaciones también atacaron a Diana. Los espejuelos diminutos del presidente de aquella compañía no le parecían para nada afines con el ancho rostro y cuerpo regordete que parecía castigar los botones de la camisa Yves Saint Laurent. Pero ella estaba allí para algo más que hablar de moda y fisonomía. Necesitaba conseguir apoyo para el pueblo palestino ante el Estado de Apartheid y de ocupación que es Israel y la disimulada, pero para nada efectiva mirada de aquel hombre sobre su piel no la haría renunciar a su propósito.
     — Mire a esta niña — dijo levantando unos centímetros más la foto. Ella podría ser su hija, su sobrina o su ahijada. Su nombre es Ranan Yousef Arafat y tenía tres años cuando fue masacrada por los ataques aéreos israelíes en Gaza. ¿Es justo?— Cuestionó con inicial angustia.
     — Para nada es justo, pero tenemos aquí un grave problema — dejó escapar el ejecutivo con un vaho al café de las diez de la mañana— Si bien las Naciones Unidas han reconocido a Palestina como estado observador, los Estados unidos de Norteamérica está de acuerdo con Israel; y yo debo estar acorde con lo que dicta la nación más poderosa del mundo — repitió lo que le contó su secretaria cuando le sirvió el café.

     Acostumbrado a participar en el desarrollo de la política comercial de su empresa para aumentar las ventas, los márgenes netos y la cuota de mercado, optimizando los resultados de sus redes de distribución las noticias del mundo exterior no le interesaban y máxime si ese mundo era más allá del charco donde estaba su compañía, la de sus clientes o suplidores.
     —  Al gobierno norteamericano y al israelí lo que le importa es imponer su predominio para apoderarse de los recursos naturales que tienen los países del mundo, pero más allá de eso, aquí lo importante es la paz para todos por igual dijo preocupada, pero planificando que decir para que aquel ser cooperara con su causa benéfica. Ya se había percatado de que hablar de religión, de las diferencias de opinión o de las causas políticas no daría buen resultado. Aquella mirada esquiva que comenzaba a perder interés en las palabras de la mujer y de su escote comenzó a preocuparle.
 — ¿Tendré que soltarme el botón de la camisa y enseñar más para que se interese el muy pervertido?— Pensó.  
     A sus recuerdos llegaron palabras tales  como responsabilidad social o pública escuchadas en algunos cursos de capacitación que recibió por parte del “Succes Organization Seminars” que no era otra cosa que parte de un multinivel para vender batidos y pastillas para rebajar en la que había fracasado como representante de ventas.
     Se disponía ya el directivo a despedirse sin dar un sólo centavo cuando Diana comenzó a recoger las fotos que ya había dispersado en el escritorio.
     — ¡Amado Jesús, perdóname, pero esto lo hago por ti! — se dijo para convencerse. Persuadida se inclinó lo necesario para renovar el interés de la plática al dejarse ver un poco más. Guardaba las fotos cuando su mirada atravesó los pequeños espejuelos hasta llegar a los entretenidos ojos del ejecutivo.
     — Debe recordar usted que su compañía tiene una responsabilidad pública con el mundo, con este país y con este pueblo. Si usted hace la donación que le he solicitado, no sólo hará una buena obra, lo promocionaré como auspiciador de oro este año. En todas las actividades que tengamos en la comunidad, y mire que son muchas, estarán dispuestos carteles de sus productos y del nombre de esta maravillosa compañía que se preocupa por el futuro de todos.

    Del interés por el escote, el millonario pasó a relacionarse con las palabras de la mujer. Ya escuchaba con atención cuando la mujer dijo palabras melodiosas que le parecieron mágicas.
     — Recuerde también que todo lo que done a esta noble causa podrá reclamarlo en sus impuestos.
     — A la verdad que usted tiene un gran corazón en el pecho — dijo feliz el hombre de la corbata. Apretó un botón en su intercomunicador y su secretaria entró a la oficina junto con un olor intenso a esmalte de uñas. Recibió instrucciones para hacer un cheque a nombre de aquella mujer, darle pancartas logos, cruza calles y cualquier otra cosa necesaria para el bien promocional. 
    Al Conseguir lo que buscaba, Diana se puso de pie, arregló el botón de su blusa y extendió su mano en un saludo afectuoso y agradecido. Él, Convencido de lograr un gran acuerdo de promoción que lo ayudaría a bajar los impuestos, se despidió volviendo su pesado rostro al ordenador para ver el reporte de la bolsa de valores.
     La secretaría cumplió todo lo ordenado y le dijo en más de una ocasión que estaba sorprendida con lo logrado por la humanista mujer pues ella misma recibía miles de cartas y varias visitas al día de personas buscando donaciones.
     —Las cartas terminan en el archivo cuarenta y tres — dijo orgullosa señalando el bote para la basura— y las personas reciben la misma historia siempre: Ya el presupuesto de donaciones se acabó.

     Le ayudaron a cargar todo hasta el auto. Más que su escote, hablar de exención de impuestos la había salvado. Se dirigió al banco, depositó el cheque y fue al centro comunitario donde se reunirían esa tarde las damas cívicas de Cielo Alto. Preparó los visuales, colocó las pancartas promocionales del auspiciador de oro y esperó a las demás. Las nueve sillas se llenaron. Diana era la más joven y atractiva, pero todas tenían su encanto. Después de los saludos de rigor y la invocación solicitó que apagaran la luz y exhibió videos y fotos del desastre en Palestina. Videos de niños destrozados por las bombas israelíes, casas fragmentadas, niños jugando entre escombros o blandeando la bandera Palestina. Mientras, Diana explicaba todo lo que el ejecutivo no quiso escuchar.
     La rabia y la impotencia se apoderaron de aquel grupo, pero Diana les daba esperanza en cada palabra. Cada una  colocó en una mesa sus alcancías de cartón con fotocopias a color de Ranan Yousef Arafat, la niña que tenían de símbolo para sus recolectas. Los recipientes fueron volcados y contabilizados en las mesas. Se llenó la hoja de depósito y las palabras de despedida de Diana las conmovieron de nuevo.
     — Aquí estamos en pie de lucha, cansadas, pero no vencidas. Este dinero va a servir para que la igualdad prevalezca siempre. En la Franja de Gaza el pueblo palestino sufre, y aquí nosotras sufrimos con ellos. Pero tal como siempre hemos hecho, en Cielo Alto, buscaremos una noble causa que defender. En el año dos mil diez fue el terremoto de Haití el que captó nuestra atención, hoy es esta guerra que le quita al mundo hombres y mujeres de bien. Mañana enviaremos todos los fondos recolectados, incluyendo la generosa donación de nuestro auspiciador de oro, y que se escuche nuestro cantico desde Belt Lahia hasta Rafah, desde el mar mediterráneo hasta Israel. Alimentaremos a todos los niños y niñas que este tiempo de recolectas, rifas y eventos nos permita. Tesorera y secretaria, llenen las actas por favor. Mañana mismo comenzaremos a recolectar para enviar más. Esforcémonos y que dentro de siete meses, en junio,  tengamos más de lo que hemos recolectado nunca. Salgamos, luchemos, seamos libres y liberemos. Ya lo dijo Muin Basisu, ese poeta nacido en Gaza: “Mientras haya en el muro una página en blanco y no se derritan los dedos de mi mano. Aquí, alguien pulsa un mensaje a través del muro”.
      A pesar de ser tan pocas, el aplauso fue estrepitoso. Todas se retiraron a descansar con la seguridad de que al otro día, durante y después de su jornada normal de trabajo, buscarían la manera de recolectar para causas loables que las conducirían al paraíso prometido y a la satisfacción personal.

     Diana llegó a su hogar. Su esposo se había quedado dormido viendo Hawaii cinco cero y los niños se peleaban por el turno a jugar Call of Duty en su “exbox” tres sesenta. Ella siguió de largo hasta el cuarto de baño. Llenó el jacuzzi y añadió fragancias y abundante jabón liquido. Apretó el interruptor para crear espuma y burbujas. Al desnudarse y ver sus pechos reflejados en el espejo, pensó en el ejecutivo.
     — Si me ve ahora se babea. ¿Firmaría el cheque más rápido? No creo— se convenció— escapar de impuestos fue su motivación principal.
     Se hundió en aquella agua revitalizadora. Media hora después, estando todavía media sumergida y  pensando en lo que debía hacer al otro día, su esposo abrió la puerta. Sonrió. 
   ¿Qué hay de nuevo amor? — dijo él mientras se desnudaba para incluirse en el hidromasaje y al inicio de algún juego amatorio. Los dedos de ella comenzaban a arrugarse por el largo rato bajo el agua y rechazó los avances de él.
     — ¡Jesús — ripostó — debo descansar!
     La miró con el gesto que tanto le gustaba: Una carita de misericordia que la convencía de lo que fuera y a pesar de haber comenzado a secarse con la toalla, volvió al jacuzzi. Antes de besarlo le contó sobre lo recolectado. Este mes, las chicas y yo hemos reunido unos treinta grandes, Hoy las alcancías llegaron abarrotadas y los sobres algo mullidos. Sumamos más de ochocientos dólares, pero tuve mejor suerte que eso, logré que un reconocido avaro nos donara cinco mil dólares para nuestra causa.

     Su esposo Jesús le recordó al tacaño empresario, pues en lugar de estar pendiente a lo que le decía, parecía perdido en sus pezones. Tomó agua con la boca y la disparó al rostro de él que salió del marasmo. Las carcajadas alertaron a los niños que tenían claro no molestar a sus padres cuando estaban bañándose.
     — Te decía que hemos recolectado unos treinta y seis mil — dijo sonriendo.
     — Eres la mejor para los actos benéficos, no cabe duda, además, eres la más hermosa — aseguró.
     — Esperaba escucharte decir: La única hermosa — mencionó picara—Es hora de un buen descanso, las muchachas seguirán por mí; hoy las invité a recolectar para tener todo preparado para el próximo verano.
     — ¡Listo! Eso suena a vacaciones en Disney y todo a nombre de los niños palestinos — dijo tratando de divisar el ombligo femenino debajo de la espuma del jabón.    
     — Así es, — añadió ella — mañana al colegio, Carlitos toma su último examen, dejamos pagada la matricula del próximo semestre de una vez. Luego nos vamos para ese crucero de diez días por el mediterráneo que me prometiste.
Al regresar, compramos  los regalos de Navidad, ellos quieren una consola de juegos nueva y un televisor más grande, ¿Qué quieres tú?
     — Los aros pa’l carro — indicó mientras pasaba su dedo índice por el muslo de ella — ¿Y tú, que le pedirás a Santa?
     — Me conformo con un reloj, no sé, puede ser un Rolex parecido al de Wanda Rolón…
     — ¿Sigues con el plan primero ah? — dijo él cerrando los ojos como soñando.
     — ¡Claro que sí! Tendremos nuestra propia iglesia. Esto de buscar nuevas causas, llenar alcancías y visitar ejecutivos me tiene hastiada…

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Angelo Negrón (New Jersey: Junio 15 1969 a Enero 1970 - Puerto Rico: enero 1970 al presente). Definitivamente puertorriqueño. Sus cuentos han sido publicados en la revista y colectivo Taller Literario y en Revista Púrpura. Tiene varios libros inéditos de relatos a los que le ha dado por título: Montaña Recuerdo, Entre el edén y la escoria, Sueños mojados, Confesiones y Causa y efecto. Además una novela de próxima publicación titulada: Ojos furtivos. Mantiene el Blog: Confesiones

sábado, 22 de diciembre de 2012

El Fin del Mundo

por  Caronte Campos Elíseos


Hace unos meses tengo los pelos de punta, aunque muchos pensarán, por razones obvias por el estatus de mi cabellera, la cual es nula, que es imposible. Eso es cierto en el sentido literal, pero en su carácter de dicho popular, refleja mi sentir en torno a las coincidencias en las teorías de varios expertos en profecías y predicciones.  Todo parece apuntar a que el año 2012 será el año del fin del mundo, mismo año que estamos viviendo y que está por llegar a su término.  Ahora pueden entender el porque de mi temor inusitado. 

Desde películas con escenas escalofriantes que dramatizan como será la terminación del globo como lo conocemos; predicciones de algunos profetas que afirman que ya se han cumplido todas las señales para que desaparezca la iglesia de Dios, cosa que genera más tensión al asunto, porque todas aseguran ser la elegida; científicos anunciando días de oscuridad;  hasta profecías de culturas muy avanzadas, aunque vivieron siglos antes que nosotros, que señalan el 21, 22, o 23 de Diciembre del presente, como posibles días, si se quiere, del juicio final.  

Esto me ha llevado a pensar, si todo eso es cierto, ¿estoy preparado para recibir a nuestro Salvador? ¿Seré yo uno de los arrebatados para el Reino de los Cielos? ¿Cumpliré con todos los requisitos para gozar de la Vida Eterna al lado de Cristo? Sonará algo repetitivo, pero, “esa es la pregunta”.  Partiendo de la premisa de que soy cristiano, aunque muchas veces y como dirían en países hermanos, De La Secreta, debo suponer que los criterios para la evaluación para conceder la ascensión, son el seguimiento y cumplimiento de las enseñanzas impartidas por Jesús en su primera estadía en la Tierra.  He aquí la raíz de mi pánico desmedido, del miedo visceral que se apodera de mis pensamiento sin dejarme conciliar el sueño, razón por la cual lo estoy escribiendo, ya que sí pudiera dormir otra sería la historia.  Y me pregunto: ¿qué voy a hacer cuando me toque rendir cuentas? ¿Qué voy a decir cuando llegue la hora de mi “juicio final”. 

Que contestaré, oh, desgraciado de mi, cuando El Señor me pregunte: ¿has seguido tú, mi camino, mi ejemplo, mis enseñanzas, mis mandamientos, y sobre todo... mis obras?  Creo que será muy difícil para mi explicar donde perdí el CAMINO, negué la VERDAD y rechacé la VIDA.  Ni hablar si llega a preguntar que hice con la RAZON, don único que dio a los hombres sobre el resto de los animales. Eso incluye el “sentido común” sin el cual he actuado innumerables ocasiones.  Supongo que he fallado al no utilizarlo como principal recurso en todas las instancias de la vida, incluyendo esas cuando el razonamiento me decía que yo estaba equivocado y que estaba actuando mal, y aún así insistía en mi error.  Todo esto sin importarme que existieran terceras personas afectadas.  Es decir, que actuaba únicamente pensando en mi, sin considerar las penas, sufrimientos y necesidades de los demás, solo en mí y en mi bienestar personal.  Por eso es que espero que el Señor no me pregunte por la EMPATIA, ya que a todas luces es algo de lo que me he olvidado seguir.  La IGUALDAD es algo que para mi no ha tenido significado. Me he olvidado de que todos somos iguales, sin importar ninguna consideración terrenal, que todos somos hijos de Dios, y que todos tenemos los mismos derechos, sin importar nuestra condición ni lugar de origen.  Sólo recuerdo eso cuando alguno de mis derechos personales son violados o negados, o cuando existe alguna situación donde entiendo que amerita que otros luchen por lo que me pertenece.

En este momento mi mayor preocupación no es que se acabe el mundo y que Dios se lleve a Su feligresía, sino el resultado de ese evento en mi persona.  No creo que sea justo para mi tener que explicar tantas cosas inexplicables, como por ejemplo, el hecho de que me haya olvidado de la JUSTICIA.  Al fin del día, siempre he pensado que cada uno es responsable de que se le haga justicia, ya sea en su comunidad, en su trabajo, en su país, o donde sea que se encuentre. Como le explico que sí no me afectaba a mi directamente, para mi no era injusticia.  En otras palabras, siempre he callado ante las injusticias hasta que esta toca mi puerta.  Me he olvidado del RESPETO  hacia los demás, el respeto a las diferencias. Por el contrario me he dedicado a fomentar la discriminación, el prejuicio, la segregación, en especial cuando los otros no convergen con mis pensamientos, con mis ideales, con mis creencias y preferencias.  Todo esto sin importarme el hecho de que con estas acciones coloco en tela de juicio los VALORES cristianos que pretendo promulgar.  

¿Estará El Redentor complacido con mis acciones? ¿Será suficiente con que ahora, minutos antes del último día, yo me arrepienta?  ¿Será válida una RECONCILIACION de última hora, “fast track”, para no ser víctima de la persecución que sufrirán los dejados atrás?  No se sí recibiré toda la misericordia del Señor, si yo no he promovido reconciliación entre el prójimo.  he apoyado y justificado injusticias, barbaries, guerras.  Lo he avalado con mi silencio, con mi inacción, lo que me ha convertido en la antítesis del mismo cristianismo.  Todas mis acciones y actitudes han servido como detonante y promotor de la debacle de la PAZ en mi comunidad.  Solo he velado por mi paz personal, aunque perturbe la de los demás.  No he tenido COMPASION con el prójimo, solamente he velado por mis intereses y por mis necesidades personales. 

Pensándolo mejor, después de reconocer todo esto, creo que soy candidato a recibir la marca que me convertirá en prisionero eterno de todos mis actos sobre la tierra. Me olvidé de la BONDAD, de la HUMILDAD, de la HONRADEZ, que son cualidades que seguramente Jesús tuvo al venir a la Tierra.  Realmente me ha faltado HONESTIDAD al decir que soy cristiano, que promuevo sus valores y enseñanzas y en realidad he vivido una mentira que sólo puede describirse como, hipocresía, más que sinceridad. 

Aún conociendo la PALABRA de Nuestro Señor, he faltado a la FE que profeso al dejar que el antagonismo guiara mis pensamientos, palabras, obras y actitudes, cayendo burdamente en la omisión. ¿Qué haré cuando sea mi turno de rendir cuenta? ¿Cuándo tenga que escuchar todo ese historial nefasto de inacción, inmovilidad, e inercia?  Quisiera que Dios me perdone en este, el último día, el día final, por ser una mala réplica de su “hechos a IMAGEN y SEMEJANZA”, nada más lejos de la realidad.  Pero, si fuera sólo por querer, estaría yo ahora mismo entrando al Reino de los Cielos, sin merecerlo tal vez. Solo espero que cuando el Todopoderoso me pregunte: ¿Qué hiciste tú con el AMOR? ¿Ese qué tanto te demostré y pasaste desapercibido, mirándome a MI, como t miras a ti mismo, y qué estabas llamado a derramar y diseminar por donde quiera que guié tus pasos?; mi Dios, nuestro Dios, no se de la media vuelta dándome la espalda y diciendo: “Lástima que te hayas convertido tú mismo en la bestia.”