por Carlos Esteban Cana
La primera vez que escuché el nombre del
poeta argentino Hugo Mujica fue en un recital del escritor Ángel Darío Carrero
(QEPD). Luego adquirí su libro “Kyrie eleison”, un método de meditación
cristiana. Años después, en el 2012, tuve la oportunidad de dialogar con él en
The Poet’s Passage del Viejo San Juan. En esa ocasión Mujica llegaba al
Archipiélago Boricua como uno de los poetas internacionales invitados al IV
Festival Internacional de Poesía de Puerto Rico.
Con una experiencia de vida
que le lleva de Buenos Aires al Greenwich Village en el Nueva York de los años
60 y toparse con artistas de las artes plásticas mientras se desarrollaba como
pintor, Mujica también frecuentó personalidades de la cultura como Timothy
Leary y Allen Ginsberg, que le vinculó al gurú Swami Satchidananda de quien fue
discípulo.
Más adelante, luego de cerrar
su experiencia en Nueva York asistiendo al memorable Festival de Woodstock,
ingresó al Monasterio Trapense de Saint Joseph en Spencer, Massachusetts donde
hizo un voto de silencio durante siete años en los que va naciendo su pasión
por la poesía. Desde su primer poemario “Brasa blanca” publicado en 1983, hasta
“A las estrellas lo inmenso”, su obra más reciente bajo el sello editorial
Visor, Hugo Mujica ha vinculado el arte del verso y la metáfora a la mística
cristiana y oriental. En trece libros en el género el poeta despliega sus
indagaciones filosóficas y espirituales sin menoscabar el proceso artístico. En
su poesía nada suena a prédica o larga homilía señalando la culpa de pecadores
desde un púlpito. Más bien prevalece lo contrario, el suave sonido de un
riachuelo, la pincelada casi transparente del poema breve cercano al aforismo,
tal como lo evidencia su libro “Cuando todo calla” (Premio Casa de América
2013).
Una reflexión conocida de Hugo
Mujica y reproducida en Internet da idea de su particular acercamiento al
oficio: “Un poeta, un creador, es quien, escuchándola, deja que la vida le
cuente lo que ella aprendió viviéndolo”.
En esa misma dirección,
durante una entrevista reciente con Gonzalo Escarpa en el programa Ámbito
Cultural d’ El Corte Inglés, Hugo Mujica sumó otras reflexiones sobre su
poética: “En la vida yo me muevo en un nivel de esencialidad. Lo cotidiano es
ruido. Mi relación con la realidad desde siempre fue estética; siempre busqué
la belleza. El poema es o no es, puede ser largo o puede ser corto, pero tiene
que hablar de eso”.
Hace ocho años, motivado por
la visita de Mujica a Puerto Rico, me di a la tarea de explorar su obra. De ese
sosegado ejercicio de lectura nace esta breve selección que les presento.
*
44.
como
un ciego llamando luzal trueno
mi decir
lo que el silencio nombra
de Brasa blanca (1983)
*
13.
llueve,
semillas de agua siembran
verde en los muros
un gato salta techados
y una rosa blanca entre
enrojece al ocaso
de Sonata de violoncello y lilas (1984)
*
33.
como llegando donde uno partió
pero después, después
de no haber
partido
o como cuando la palabra ya no ora la oración,
ora la palabra
de Responsoriales (1986)
*
6.
entre la raíz y la flor
me fue dado abrazar el tallo
tus espinas que no piden agua
me salvarán de las rosas
de Escrito en un reflejo (1987)
*
Sin ecos
Uno puede ampararse del miedo escribiendo “miedo”, como para tener miedo
a algo, miedo a escribir, no terror de nada, de no escribir “nada”. De vivir
sin ecos, como hablan los marinos en alta mar, como rezan los que son
escuchados.
de Paraíso vacío (1992)
*
La misma noche, un mismo sueño
cada uno cava en uno
la casa del otro
el imposible hogar
de todo exiliado;
cada otro nos pide la palabra
que no tenemos
la que diga lo que dice
sin decir despedida
la esperanza de dar
lo que siempre hemos pedido.
unos y otros la misma noche,
cada noche
un mismo anhelo:
brindar chocando
otra copa
sin que el cristal se nos quiebre.
de Para albergar una
ausencia (1995)
*
Desde donde partí
al final,
cuando me encuentre sobre un andén
de trenes que no paran,
de viajeros
que miran sin decirme adiós
con las manos
habré llegado
hasta donde siempre estuve;
al niño descalzo que contempla la lejanía
temblando en la playa
al borde de la vida
a la urna de la espera.
al final, cuando la desnudez
sea otra vez inicio
pido morir como mueren los mendigos:
meciendo la soledad del mundo
en el hueco
de la mano.
de Noche abierta (1999)
*
En plena noche
También en plena noche
la nieve
se derrite
y la lluvia
cae
sin perder su transparencia.
Es ella, la noche,
la que nos libra de los reflejos,
la que nos expande
las pupilas.
Lo que busca con su bastón
el ciego es
la luz, no el camino.
de
Sed adentro (2001)
*
Temblor
Una hoja, rojiza,
tiembla
es otoño
y el sol va entristeciendo su paso
por mi
ventana.
Algo,
cada instante se detiene,
algo es ya
siempre nunca;
el final es siempre un combate:
el de no
aferrarse a las armas.
Casi en
silencio (2004)
*
Entrega
Sin ecos,
en una tierra sin nombre,
un arroyo
murmura su paso,
trasparenta su huella.
Ajena a sí nace la entrega,
adentrándose en la
noche
se borra la propia sombra.
Y siempre
después el viento (2011)
*
(Confesión
El poema, el que anhelo,
el que aspiro,
es el que pueda leerse en voz alta sin que nada se oiga.
Es ese imposible el que comienzo cada vez,
es desde esa quimera
que escribo y
borro.)
Y siempre después el viento (2011)
*
Solo al final
Las dos orillas,
son siempre una, pero se sabe sólo al final
después,
después de naufragar entre ellas.
Su periodismo cultural es reproducido en diversos espacios y bitácoras cibernéticas, con columnas como: Breves en la cartografía cultural; Aquí allá y en todas partes; Crónicas urbanas y el boletín En las letras, desde Puerto Rico, en bitácoras como Confesiones, Sólo Disparates, Panaceas y placebos, Boreales, Revista Isla Negra y en periódicos como El Post Antillano. Tiene tres libros publicados: Universos (micro-cuentos); Testamento (antología poética; una selección de 46 cuadernos) y Catarsis de maletas (cuentos). Actualmente reside en la ciudad de Nueva York y desarrolla la plataforma multi-mediática Servicios de Prensa Cultural. Para Carlos Esteban Cana profesar creación y cultura es como recibir oxígeno; vehículos que le permiten ejercer su libertad.