martes, 15 de septiembre de 2020

Aquí, allá y en todas partes: Hugo Mujica y la poesía que se hace con la sutil constancia del silencio

por Carlos Esteban Cana

La primera vez que escuché el nombre del poeta argentino Hugo Mujica fue en un recital del escritor Ángel Darío Carrero (QEPD). Luego adquirí su libro “Kyrie eleison”, un método de meditación cristiana. Años después, en el 2012, tuve la oportunidad de dialogar con él en The Poet’s Passage del Viejo San Juan. En esa ocasión Mujica llegaba al Archipiélago Boricua como uno de los poetas internacionales invitados al IV Festival Internacional de Poesía de Puerto Rico.

Con una experiencia de vida que le lleva de Buenos Aires al Greenwich Village en el Nueva York de los años 60 y toparse con artistas de las artes plásticas mientras se desarrollaba como pintor, Mujica también frecuentó personalidades de la cultura como Timothy Leary y Allen Ginsberg, que le vinculó al gurú Swami Satchidananda de quien fue discípulo. 

Más adelante, luego de cerrar su experiencia en Nueva York asistiendo al memorable Festival de Woodstock, ingresó al Monasterio Trapense de Saint Joseph en Spencer, Massachusetts donde hizo un voto de silencio durante siete años en los que va naciendo su pasión por la poesía. Desde su primer poemario “Brasa blanca” publicado en 1983, hasta “A las estrellas lo inmenso”, su obra más reciente bajo el sello editorial Visor, Hugo Mujica ha vinculado el arte del verso y la metáfora a la mística cristiana y oriental. En trece libros en el género el poeta despliega sus indagaciones filosóficas y espirituales sin menoscabar el proceso artístico. En su poesía nada suena a prédica o larga homilía señalando la culpa de pecadores desde un púlpito. Más bien prevalece lo contrario, el suave sonido de un riachuelo, la pincelada casi transparente del poema breve cercano al aforismo, tal como lo evidencia su libro “Cuando todo calla” (Premio Casa de América 2013).

Una reflexión conocida de Hugo Mujica y reproducida en Internet da idea de su particular acercamiento al oficio: “Un poeta, un creador, es quien, escuchándola, deja que la vida le cuente lo que ella aprendió viviéndolo”.  

En esa misma dirección, durante una entrevista reciente con Gonzalo Escarpa en el programa Ámbito Cultural d’ El Corte Inglés, Hugo Mujica sumó otras reflexiones sobre su poética: “En la vida yo me muevo en un nivel de esencialidad. Lo cotidiano es ruido. Mi relación con la realidad desde siempre fue estética; siempre busqué la belleza. El poema es o no es, puede ser largo o puede ser corto, pero tiene que hablar de eso”.

Hace ocho años, motivado por la visita de Mujica a Puerto Rico, me di a la tarea de explorar su obra. De ese sosegado ejercicio de lectura nace esta breve selección que les presento.

*

44.

como                                                        

un ciego llamando luz
al trueno
 
mi decir
lo que el silencio nombra

                                    de Brasa blanca (1983)

*

13.

llueve,
semillas de agua siembran
verde en los muros

un gato salta techados
y una rosa blanca entre
                       enrojece al ocaso

                        de Sonata de violoncello y lilas (1984)

*

33.

como llegando donde uno partió
pero después, después
                       de no haber partido

o como cuando la palabra ya no ora la oración,
                                                                 ora la palabra

                        de Responsoriales (1986)

*

6.

entre la raíz y la flor
me fue dado abrazar el tallo

tus espinas que no piden agua
            me salvarán de las rosas


                  de Escrito en un reflejo (1987)

*

Sin ecos

Uno puede ampararse del miedo escribiendo “miedo”, como para tener miedo a algo, miedo a escribir, no terror de nada, de no escribir “nada”. De vivir sin ecos, como hablan los marinos en alta mar, como rezan los que son escuchados.

                                    de Paraíso vacío (1992)

*

La misma noche, un mismo sueño

cada uno cava en uno  
                        la casa del otro

el imposible hogar
de todo exiliado;

cada otro nos pide la palabra
que no tenemos

la que diga lo que dice
sin decir despedida

la esperanza de dar
lo que siempre hemos pedido.

unos y otros la misma noche,
cada noche
un mismo anhelo: 

 brindar chocando otra copa
                   sin que el cristal se nos quiebre.

de Para albergar una ausencia (1995)

*

Desde donde partí


al final,
cuando me encuentre sobre un andén
de trenes que no paran,
de viajeros
que miran sin decirme adiós
                                         con las manos 

habré llegado 
hasta donde siempre estuve; 

al niño descalzo que contempla la lejanía
temblando en la playa

al borde de la vida
a la urna de la espera. 

al final, cuando la desnudez
sea otra vez inicio
pido morir como mueren los mendigos:
meciendo la soledad del mundo
                                         en el hueco de la mano. 

                                    de Noche abierta (1999)

 *

En plena noche

También en plena noche
la nieve
se derrite

y la lluvia
cae
sin perder su transparencia.


Es ella, la noche,
la que nos libra de los reflejos,

la que nos expande
las pupilas. 

Lo que busca con su bastón
                             el ciego es la luz, no el camino.

                                    de Sed adentro (2001)

*

Temblor

Una hoja, rojiza,
tiembla
 
es otoño
y el sol va entristeciendo su paso
                                         por mi ventana.

Algo,
cada instante se detiene,
                          algo es ya siempre nunca;

el final es siempre un combate:
                                         el de no aferrarse a las armas. 

                                    Casi en silencio (2004)

*

Entrega

Sin ecos,
en una tierra sin nombre,
un arroyo
murmura su paso,
                            trasparenta su huella.

Ajena a sí nace la entrega,
                     adentrándose en la noche
                                                    se borra la propia sombra.  

                                    Y siempre después el viento (2011)

*

(Confesión

El poema, el que anhelo,
el que aspiro,
es el que pueda leerse en voz alta sin que nada se oiga.

Es ese imposible el que comienzo cada vez,
es desde esa quimera 
                          que escribo y borro.)
 
                                   Y siempre después el viento (2011)

*

Solo al final

Las dos orillas,
son siempre una, pero se sabe sólo al final 
                          después, después de naufragar entre ellas.

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Carlos Esteban Cana – Comunicador y escritor.  Nació en Bayamón, Puerto Rico, pero se crió en el pueblo costero de Cataño. Fundador de la revista y colectivo TALLER LITERARIO, publicación alternativa que marcó la última década de creación literaria boricua en el siglo XX.  Ha trabajado en el Instituto de Cultura Puertorriqueña como Coordinador Editorial, Director de Prensa para la V Feria Internacional del Libro de Puerto Rico y como Coordinador de Medios para el Encuentro de Escritores De-Generaciones.  Su periodismo cultural ha sido publicado en periódicos y publicaciones como Dialogo, Cayey, CulturA, El Nuevo Día, y Resonancias, entre otras.  Fue parte del colectivo El Sótano 00931.  Colaboro con el poeta Julio Cesar Pol, junto a Nicole Cecilia Delgado y Loretta Collins, en la antología Los Rostros de la Hidra.  

Su periodismo cultural es reproducido en diversos espacios y bitácoras cibernéticas, con columnas como: Breves en la cartografía cultural; Aquí allá y en todas partes; Crónicas urbanas y el boletín En las letras, desde Puerto Rico, en bitácoras como ConfesionesSólo Disparates, Panaceas y placebos, Boreales, Revista Isla Negra y en periódicos como El Post Antillano.  Tiene tres libros publicados: Universos (micro-cuentos); Testamento (antología poética; una selección de 46 cuadernos) y Catarsis de maletas (cuentos).  Actualmente reside en la ciudad de Nueva York y desarrolla la plataforma multi-mediática Servicios de Prensa Cultural.  Para Carlos Esteban Cana profesar creación y cultura es como recibir oxígeno; vehículos que le permiten ejercer su libertad.

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