viernes, 13 de septiembre de 2013

Perdidos en el espacio

por  Caronte Campos Elíseos


Luego de unas merecidas vacaciones en los aposentos de Sigmund Freud y de caminar por varias horas, llegué a mi frío y oscuro hogar.  A pocas horas de estar en la casa recibo una llamada de alguna creyente en la fuerza de algún dios, realizando una encuesta para alguna iglesia.  Tratando de indagar sobre mi pensamiento acerca de la vida actual, la felicidad y la espiritualidad.  La joven que llamó cuestionaba si tenía yo, alguna sensación de mejoría en la calidad de vida y si tenía confianza en que alguna fuerza sobrenatural me salvaría de toda esta destrucción y caos creados y esparcidos por el ser humano.  Yo le indicaba que nosotros escogemos nuestros gobernantes y que el mundo y la vida cambian en la medida que nosotros mismos cambiamos nuestra forma inducida de pensar como otros quieren que pensemos.  La niña me comentaba: “Mire, Sr. Campos, llegará el tiempo en que los gobiernos serán aniquilados y solo reinará el poder del cielo y de la gloria.  Solo los buenos seremos salvados.”  De más está decir que en ese preciso instante, sin pensarlo dos veces y sin mediar palabras, corté la llamada.  Acto seguido, desconecté el teléfono, lo guardé en una bolsa plástica de supermercado (con la esperanza de que se asfixiara), y lo tiré en el sótano abandonado de la casa.

Ya más tranquilo decidí dormir una siesta.  Durante mi estancia no descansé gran cosa y regresé algo adolorido (seguramente por el ajetreo y las emociones del “resort”).  Me recosté, tengo que admitir, coqueteando con la idea de la joven cristiana sobre el aniquilamiento de los gobiernos.  A fin de cuentas, yo también tengo la misma fantasía recurrentemente.  Agarré uno de los periódicos atrasados que tenía guardados, con el propósito de conciliar el sueño mientras me entero de los sucesos del país (tarde como siempre).  Leyendo una nota muy amena sobre la creación y estreno de una campaña publicitaria para mercadear el país a nivel internacional y fomentar la inversión extranjera.  Una iniciativa, según las agencias gubernamentales encargadas, para inyectar y agilizar la economía local.  Así las cosas, ahora todos somos parte de “La Isla Estrella”.  Adentrado ya en ese viaje estelar, cerré los ojos y me dormí.

Entre planetas, galaxias, cielos abiertos, nubes bajando, caballos alados y trompetas sonando, desperté abruptamente.  Miro el reloj y apenas han pasado diez minutos.  Son casi las doce del mediodía. Las voces en mi cabeza (esas que nunca me abandonan), continúan con sus estrepitosos alaridos.  Decido ignorarlas y ver un poco de televisión.  ¡Sorpresa!  El gobernador presente en el Único noticiero, en un intento de preconizar la más reciente cruzada mediática.  Haciendo énfasis, con tal seguridad y confianza, en los logros obtenidos por su gestión y administración de gobierno.  Reducciones en el costo de la energía y el agua “potable”, disminución del desempleo y la criminalidad, aumento de la fuerza trabajadora y la eliminación de medidas impositivas a la clase media, baja en los costos de transporte; son algunos de los tópicos acariciados (información ofrecida sin datos específicos)  por el honorable.  Amén de la oportunidad de presentar la isla como la meca para las empresas foráneas, con la mano de obra puertorriqueña especializada y las ventajas en materia de exenciones contributivas corporativas.  Todo lo que propicia el escenario perfecto para convertirnos en el “Non Plus Ultra” de los paraísos capitalistas.

Llega a mi mente una pregunta ingenua: ¿De verdad están el gobernador y todo su equipo de trabajo, tan perdidos en el espacio?  Por experiencia personal, sé que es posible semejante enajenación de la realidad.  Pero mis viajes por esos linderos son causados por todos los químicos legales y desregulados de la industria de la salud.  Pero esas voces vuelven a mi cabeza. Traen consigo recuerdos, datos e información perturbadora.  Las escucho clamar y reclamar por el atrevimiento del gobernador.  Las escucho llorar y gemir por los efectos de las políticas de ese mismo gobernador.  Las escucho susurrar cada uno de las promesas todavía incumplidas y las decisiones tomadas que han trastocado nuestra calidad de vida y nuestro bolsillo.  Y es que contrario a lo expuesto por el gobernador en televisión nacional, los cambios que están ocurriendo actúan en detrimento de la estabilidad de la ciudadanía general.

Al menos en mi caso, no ha disminuido el costo de energía.  Lo que sí ha disminuido es el consumo de la misma.  Incluso he tenido que pasar noches sin abanico que disminuya el calor del verano.  Como alternativa decidí utilizar uno de esos ventiladores de baterías (creo que he gastado casi lo mismo).  Similar es el caso con el agua.  Mi factura ha aumentado cerca de veinte dólares mensuales.  Esto a pesar de que compro el agua embotellada y utilizo el agua de lluvia para los quehaceres de la casa.  En cuanto a la gasolina, no me preocupa en lo absoluto.  Desde que el combustible subió a los bajos ochenta centavos y quitaron el descuento por utilizar el auto-expreso, desistí de utilizar el carro.  Puede usted imaginarse ahora que el litro sobrepasa el dólar completo.  He optado por realizar todas mis diligencias a pie, o en su defecto, en bicicleta (algunos vecinos me gritan cosas como si yo pienso que estoy en Cuba).

En lo que al empleo y desempleo respecta, sin el nuevo método que utiliza el Departamento del Trabajo de ajuste estacional, la tasa de desempleo aumenta de 13.8% en el mes de junio a 14.7% en julio de 2013, lo que suma 12,000 desempleados nuevos. (Estos son los últimos datos del DT).  Mientras la tasa de participación laboral también aumenta de 40.7% en junio a 41.0% en julio de 2013.  Esto se traduce en un aumento de 8,000 empleados en dicho mes.  Me parece curioso que la población apta para trabajar no tuvo variación entre junio y julio.  Pero como yo soy un lego en estadísticas y no entiendo absolutamente nada de interpretación de datos, lo dejo para los expertos.  Lo que sí puedo decir, y que a todas luces es una práctica institucionalizada, es que los empleos creados son de bajo perfil, de línea o “entry level”.  Es decir, son empleos para personas con poca o ninguna preparación académica, devengando el salario mínimo federal ($7.25 por hora), a tiempo parcial (20 a 30 horas semanales) y sin ningún tipo de beneficio marginal (ni vacaciones, ni enfermedad, ni plan médico).  No obstante, no han podido cumplir con la promesa de crear cincuenta mil (50,000)  de estos empleos para los “ilotas”.  Por tal motivo hay baterías de profesionales con bachilleratos, maestrías e incluso doctorados, sin empleo o en el mejor de los escenarios, ejerciendo funciones de meseros o mensajeros.  Es decir, que nuestra clase letrada y preparada académicamente, como los ingenieros, arquitectos, psicólogos, entre otras profesiones costosas se cuentan en las filas del desempleo.  Aun así, deben continuar realizando los pagos de los préstamos estudiantiles que tomaron para terminar su educación.  No es mi caso, porque con mi Maestría en Artes Oscuras y mi Doctorado en Ciencias Ocultas, puedo obtener el empleo que quiera y cuando quiera.

En cuanto a la criminalidad, aparentemente para el honorable gobernador el hecho de que la cifra de asesinatos en la isla ronde a penas los 600 hasta la fecha, es un logro extraordinario.  Igual olvidó mencionar el primer ejecutivo que, según el Boletín de Puerto Rico, la cifra de quiebras personales hasta la fecha alcanza las 7,270.  Esta tendencia podría llevar esta cifra hasta aproximadamente 11,000 quiebras radicadas al concluir el año.  También dejó de lado las miles de hipotecas ejecutadas hasta ahora.  Una propensión clara a superar las 3,814 viviendas ejecutadas en el 2012.  Traducido en arroz y habichuelas, son 3,814 familias sin hogar.  Pasó por alto, el distinguido gobernante en su entrevista televisada, el hacinamiento en los hospitales del país donde aceptan la tarjeta del gobierno.  Especialmente las Salas de Emergencias, donde la espera por un cuarto para hospitalización promedia los cinco días calendario.  Sin mencionar las vicisitudes que tiene que superar un paciente para que le atiendan la condición correcta con tiempo suficiente para sobrevivir a la misma. Obvió claramente, las condiciones precarias de las carreteras, de los edificios públicos donde el ciudadano promedio va a recibir los servicios que necesita, y los problemas recientes en el sistema educativo del país.  Pasó por alto el aumento en el costo de sobrevivir en un país donde todos los productos de consumo diario suben desmedidamente, reflejado en el índice de precios al consumidor más reciente.  El aumento del café, la leche, el pan, y todo lo que incluye la dieta diaria de la gente humilde.  Añádale a esta lista de aumentos astronómicos, el IVU a las compras que realizamos por la Internet.  Esto sin mencionar su cara de satisfacción y convencimiento al decir que su gestión está resolviendo la vida de miles de puertorriqueños.  Pareciera que no tiene noción de lo que a corto, mediano y largo plazo significan para nosotros todas las decisiones que tome bajo su mandato.

Mientras tanto, su equipo de publicidad y relaciones públicas se dedica a promocionar el slogan de la Isla Estrella.  Inundan las redes sociales con datos que resaltan nuestra calidad de isla de la fantasía.  Han querido vender, incluso a nosotros, una representación alegórica sobre nuestra triste y burda realidad.  Pero este tétrico panorama nuestro de cada día, no se circunscribe sólo a este gobierno inexperto e improvisado.  Es el resultado galáctico de un esquema inexorable del bipartidismo ceñido a nuestra cultura política por más de cinco décadas.  Todos los gobernantes que han ostentado el poder de gobernar se han convertido al final de su jornada, en canallas que traicionaron los mejores intereses del pueblo (Incluyendo, pero sin limitarse a los gobiernos populares y pene-pes).  La conjunción de este astral sistema con nuestra astronómica disposición a acatar ciegamente los dictámenes de las tribus politiqueras, nos mantiene aherrojados a la calamidad presente.  Somos cómplices en la medida que nos préstamos para perpetuar en el poder a los personeros que pretenden hacernos creer que se interesan por nuestro “Statu Quo”.  Somos cómplices cuando buscamos excusas providenciales y justificamos el estado actual con subterfugios apocalípticos de arrebatamientos.  Somos cómplices desde el momento en que nos resignamos a vivir el día a día, con la esperanza puesta en el próximo cuatrienio para dar nuevamente el voto de confianza al charlatán de turno.

Más que poseer delirios de grandeza cósmica, tenemos proyección cómica internacional que raya en tragicomedia.  Basta con ver cada ocurrencia sobre la isla estrellá o estrellada.  Hasta que no tomemos el control de nuestra nave, hasta que no capitaneemos hacia futuros siderales (pero con los pies sobre la tierra), y hasta que no saquemos de órbita los polizontes que quieren sabotear nuestro destino, no brillaremos con luz propia.  Sólo seremos una estrella fugaz sin poder lumínico, sin cumplir nuestros más intrínsecos deseos, y mucho menos los sueños colectivos de un futuro radiante.  Claramente, seguiremos todos perdidos en el espacio.  Esta actitud de indiferencia por las altas esferas administrativas causa en mí un ataque de ansiedad en pleno apogeo.  Decido bajar al sótano oscuro en busca del teléfono para llamar a la predicadora telefónica.  En esos momentos necesitaba de alguien que todavía tuviera algo de fe.  La penumbra era tal que nunca apareció el aparato de comunicación.  Así que, me refugio nuevamente en la caja que ocasionó el episodio lunático, la televisión.  Pero esta vez busco canales americanos donde pueda alejarme de esta locura tropical generalizada.  Detengo la desesperada búsqueda de algo diferente y refrescante en un noticiero en inglés (recordé que tengo que practicar mi segundo idioma natural).  ¡Surprise!  Barack Obama, presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, dando un discurso sobre algo llamado Siria y la posibilidad de una acción militar unilateral. 

¡Levántate y anda!

domingo, 1 de septiembre de 2013

El “Statu Quo”

por  Caronte Campos Elíseos


Pido disculpas, primero que todo, a los miles de asiduos lectores de Sólo Disparates (esto es una hipérbole... o tal vez, aspiraciones frustradas), por mi ausencia aparente en las últimas semanas.  Como ya había comentado estaba por salir de viaje, pero mi “amigo” y terapeuta pasmaron esos deseos.  No obstante, me sugirió que tomara unos días de vacaciones.  A tales efectos me recomendó un hotel, según él, muy conocido en Puerto Rico y que es el mejor para liberar tensiones, distraerse y alejarse de todos los acontecimientos perturbadores que nos acechan.  Así que, tomó su libreta de recetas y me prescribió la dirección, junto con el nombre de sus contactos en el afamado hotel.  Llegué puntual a la hora del registro, y como me habían anticipado, la atención y el servicio desde la entrada fueron de primera. 

Ya en la entrada me despojaron de gran parte de mis pertenencias (celular, computadora, tableta y demás tecnologías).  Me indicaron que era parte del paquete especial de la estadía recomendada por la persona que me refirió.  Enseguida me escoltaron a mi habitación, algo pequeña pero acogedora, con una cama sencilla pero cómoda.  Ambientada por una luz tenue y las paredes todas forradas con cojines cuadrados de color blanco.  Me indicaron que la seguridad del lugar era algo extrema para la tranquilidad de los huéspedes, y me entregaron un opúsculo con todas las normas a seguir durante la estancia.  Nada de visitas, cero comunicación con el “mundo” exterior, y total desconexión de los eventos diarios del país, es decir, sin noticieros ni periódicos con reportajes desconcertantes.  Entre los documentos recibidos estaba el itinerario a seguir, con horarios para los alimentos, las sesiones relajantes, y los periodos destinados para el esparcimiento mental.

Lo único que pude “colar” del otro lado fue un viejo libro que había guardado en la maleta entre mis paños menores (o sea, entre mi ropa interior).  Tal vez por eso en el “front desk” no se percataron que lo traía conmigo.  Un libro que ya cuenta con varios años (del 1997) y algunas páginas amarillentas, de un autor que ni siquiera conocía, José María Mardones.  ¿Su título? “Utopía en la sociedad neoliberal”.  Lo peor que hice durante mi aislamiento fue leer ese libro.  Atrajo, cual imán, a través de las alambradas murallas y de las paredes acojinadas, todas las “pendejaces” sociales que me aturden constantemente y que son la causa principal de mis delirios y de mis desórdenes mentales.  Liberó dentro de mi habitación (con aroma agradable a lavanda), la podredumbre del sistema que me atormenta cada día al despertar y que me mantiene tantas noches consecutivas sin poder dormir (mi insomnio es diagnosticado para el cual utilizo algún inductor de sueño).

De nada sirvieron los cuidados de tan amables meseras vestidas de trajes cortos blancos, que me servían los alimentos (pocos, pero buenos para una dieta balanceada).  Fueron en vano los cocteles de medicamentos que me ofrecían en cantidades exorbitantes para, “ayudar” con el proceso de relajación y enajenación de mis problemas y situaciones.  El libro y sus letras me adentraban cada vez más en esa realidad absurda que vivimos colectivamente.  Al punto que sentía que me señalaba y acusaba al decir que, nosotros asistimos (o sea, cooperamos) a una estrategia de justificación y legitimización de las realidades que actualmente conocemos.  Y que somos cómplices y a su vez victimas en ese “proceso de legitimización” que nos conduce a aceptar todo, tal y como nos lo presentan los que tienen el poder y los medios para crear, desarrollar e implementar procesos a su imagen y semejanzas, pero con falsas expectativas para los incautos soñadores (como yo).

No puedo negar que en algunas instancias decidía abandonar la lectura.  Incluso cruzó por mi mente la idea de quemar el bendito libro (pero recordaba que me habían incautado el encendedor con todo y cigarrillos improvisados en la entrada).  Pero el texto encuadernado me llamaba con sus poderosas palabras.  Como diría un gran amigo y hermano cartesiano, con su arte apalabrado me hipnotizaba.  Por eso para mí no era extraño, aunque sí lo era para los terapeutas voluntarios que no entendían, que a pesar de las terapias, los químicos, la ambientación tenue, la música suave y los aromas agradablemente asfixiantes, mi presión arterial y mis niveles de estrés continuaran en ascenso.

Mi persistencia peligrosa me inducía a continuar la lectura (total, ya no me dejaban salir de mi habitación).  Mientras, el autor seguía reiteradamente haciendo énfasis en nuestra disposición a consentir el esquema del mercado y el capitalismo desregulado. Esto independientemente de que la mayoría de nosotros no participe del mismo, ni manejemos ningún portfolio de acciones preferenciales ni de bonos asegurados (mi capital en este momento son, sólo dos centavos).  Haciendo hincapié en el hecho de que este sistema se mantiene inerte ante el canibalismo de los que poseen demasiado y quieren más, más y cada vez más; y en su neutralidad frente a la miseria de los que tienen poco y poseen menos, menos y cada vez menos.  Lo presenta como la culminación de nuestra estructura social, y como el final de la búsqueda de un estado de bienestar.  Ese estado donde todos supuestamente estamos bien.  Es decir, que después de la dominación del capitalismo, no solo en los mercados, sino también en todos los aspectos de la vida cotidiana y personal de cada uno de nosotros, no existe ninguna alternativa superior.  Mucho menos cuando ya todo lo que hacemos, decimos, y pensamos esta matizado con los signos de dólares y centavos, incluso en las relaciones personales y familiares.  Solo nos queda realizar nuestros mejores intentos de afinar y perfeccionar las formas en que este se conduce.  Sobre todo cuando en esta época, todos nosotros, incluyendo a los miserables (los que vivimos en la miseria) hemos elevado, hasta casi la santidad, el estado del momento actual de todas las cosas que conocemos. 

Admito que en este punto perdí el control sobre mis emociones y comencé a gritar y a darme de golpes contra las paredes del pequeño cuarto (ahora entiendo el motivo de  las paredes acojinadas).  De este episodio de histeria solo recuerdo hasta el momento justo cuando entró el personal de seguridad para evitar que me hiciera daño.  Luego de eso desperté un  poco mareado, con la sensación de que estuve en una especie de trance inducido por algunas de esas drogas ilícitas (de las que me despojaron en la entrada y las que me parece que allí no son tan ilegales).

Ya recuperado del “hang over” provocado, retomo la lectura (es que no recordaba lo que esto ocasionó la última vez).  El libro se adentra naturalmente en la globalización del “sistema único”.  Donde no solamente se apodera de nuestras vidas colectiva y privada, sino que se esparce como pandemia al mundo entero.  Logrando que países y naciones que antes habían obtenido éxito manteniendo un equilibrio entre sus ciudadanos, ahora ceden y se prostituyen ante el poder del capital mundializado.  De ahí, que estemos ante una nueva y estandarizada sociedad, y ante un hombre  nuevo recién nacido, adoctrinado y manipulado genéticamente para aceptar todo tal y como lo han establecido las elites dominantes.  Ciertamente, y como lo estipula el autor en sus líneas, son estos ricos y poderosos (algunas veces catalogados también como los más bellos) los que han establecido la norma y los modelos que el resto del orbe deben seguir, cual ovejas al buen pastor. 

Es que hasta la iglesia, también esparcida por todo el globo, envía el mensaje subliminal escondido constantemente en su homilía institucional, de que luches contra el mal.  Ese mal que te tienta a través de las imágenes difundidas por los medios masivos a querer tener, tener y tener.  A querer poseer aunque sea, una ínfima parte de lo que ostentan “Las 100 personas más influyentes del planeta”, según la revista de moda.  Su máxima cristiana es que resistas y venzas tu lado humano y débil,  que no caigas en la tentación  y tengas fe para que la fuerza de sus dioses, vírgenes y santos estén de tu parte (siempre que pagues el diezmo correspondiente).  Mientras tanto, su discurso santo, romano y apostólico está destinado a erradicar de nuestras mentes el pecado de la ambición, ya que su dios está con nosotros para proveer lo mínimo que cada persona necesita para una vida módica y digna.  Paralelamente, los olímpicos y los bendecidos por el sistema continúan acumulando riquezas a costa de los feligreses y del 93% de la población del mundo.  Esto, aunque de todos conocido es, que más cómodo pasara un camello por el ojo de una aguja que un millonario al reino que no es de este mundo (porque en este mundo el rico entra donde quiera).  Se desprende entonces del escrito de Mardones, que este discurso de las catacumbas, catequiza nuestras mentes para adoptar esta realidad inmutable.

El encuentro con tan providencial escenario me obligó a caer de rodillas, (no, no para orar), sino para recurrir a la apostasía y a la flagelación auto infligida.  En vista de que no había herramientas de tortura disponible para ello, opte por usar mis propias manos, cual látigos justicieros.  Dándome golpes en el pecho y espalda, incluso lanzando puños al pequeño acrílico por el cual sobrevenía una sensación de que en todo momento alguien del más allá me observaba.  Entonces entraron, esta vez el doble del personal, con armas en la cintura (les dije que la seguridad del lugar era muy buena), cual ángeles guardianes a evitar mi dantesco castigo.  Una vez más abro mis ojos con dificultad y con el mareo y el vértigo de aquel que despierta de una intervención quirúrgica.  Pero esta vez, despierto con una camisa blanca de mangas largas, muy bonita de hecho (aunque un poco incomoda, dado que mantenía mis brazos enredados).

Más tarde, en entrevista con una persona que dijo ser un gran amigo (al igual que aquel otro que me recomendó el lugar para el retiro), le confesé que estuve leyendo a escondidas.  Le entregué el libro y le pedí (casi le supliqué) que lo sacara de mi alcance, que lo alejara de mí.  Le expliqué a mi nuevo “amigo” que ese texto me hacía mucho daño, porque cada vez que leía sus letras despertaba con fuerte dolor corporal, hematomas y laceraciones, cual vía crucis expiatorio.  Tuve que resumirle todo su contenido para que entendiera el efecto que esto ha tenido en mi psiquis y en mi pensamiento.  Cómo ha contribuido a la introspección que realicé durante mi estancia, que me llevó a aceptar mi “Statu Quo”.  Ese que me mantiene sufriendo por  el estado actual de todas las cosas.  El mismo que no puedo cambiar porque no es solamente mío, sino de todos los que hemos seguido el juego, a conciencia o sin querer, de la realidad que nos han impuesto mediante sortilegios mediáticos, los millonarios de la Calle Pared y los de Madera Santa (Wall Street & Hollywood). 

Entendí finalmente con esta experiencia (al menos eso creo) que no puedo ir en contra de la corriente.  Que si no existe voluntad de nosotros todos y todas, y no surge una conciencia social de solidaridad ni una responsabilidad social colectiva basada en la ética y la moral, nuestro estado actual en desequilibrio será perpetuo.  Seguiremos siendo del sistema, los parias voluntarios sin resistencia alguna.  Condenando de esta forma, la esperanza, la justicia y la igualdad, a ser eternamente como lo son hasta el sol de hoy, representaciones alegóricas.


Afirmé en ese momento que no me voy a dejar vencer por las componendas de esta intriga institucional.  El anfitrión que me atendía se alegró mucho de mi avance y mejoría, e inmediatamente impartió instrucciones para que me escoltaran hasta la salida más cercana (ya terminaba mi paradisiaca estadía).  Al preguntar cuanto debía por sus magníficas atenciones, me indicaron que no adeudaba nada, ya que “Mi Tarjetita” cubrió todos los gastos.  Sólo me entregaron una correspondencia que dejó para mí alguien que dijo ser un gran amigo de la infancia católico-dogmática, y a quien negaron el paso al centro por no estar permitidas las personas extrañas a estos parajes vacacionales.  Se identificó como Angelo Negrón, un gran colaborador de Sólo Disparates, quien dejó para mí, Testamento, el último libro de otro gran colaborador de este espacio, Carlos Esteban Cana.  Agarré la funda de papel que guardaba el nuevo texto, con la certeza de que será para mí un oasis apalabrado.  Así las cosas, salí del lugar un poco más escuálido, con mi bultito lleno de recordatorios (me llevé la camisita blanca) y de provisiones dosificadas suficientes para mi supervivencia psicológica.  

Andando por allí, por el Camino Las Lomas de Rio Piedras, voy mirando y observando detenidamente todo hasta donde alcanzan mis ojos.  Pero más allá de ese punto, se pierde mi mente y retorna con el pensamiento taciturno de que, nada cambia y todo sigue igual; nadie cambia y todos seguimos igual.  Hasta que no logremos escapar de esa camisa de fuerza que nos mantiene con los brazos cruzados, atados a una zona cómoda, encerrados en cuartos oscuros de realidades impuestas y consentidas, éste que vivimos ahora será, nuestro “Statu Quo” eterno.  

¡Levántate y anda!


viernes, 16 de agosto de 2013

Juana Ramos y su tránsito poético: preámbulo a una conversación

Servicios de Prensa Cultural
por Carlos Esteban Cana


El nombre de la escritora salvadoreña, Juana Ramos comenzó a ser familiar para este servidor a raíz de su participación en el Festival Internacional de Poesía de Puerto Rico, hace dos años. Desde entonces y esporádicamente nos hemos encontrado en diversas latitudes y eventos culturales. Sin embargo, puedo decir que conozco mejor a esta Poeta latinoamericana cuando leí Multiplicada en mí, libro que publicó en el 2010, Artepoética Press, sello editorial del editor y escritor Carlos Aguasaco.

Sumergirme en sus páginas provocó que la sed por trazar su perfil como creadora aumentara, y aunque ya está en progreso una entrevista con Ramos,  presento como preámbulo una muestra de su obra, aquí, en el hogar cibernético del editor Caronte Campos Elíseos.

Para todos los amantes de la buena literatura y lectores de esta bitácora que continuamente nos arroja luz al final del túnel, la poesía de Juana Ramos. Que la disfruten.


En la oscuridad

Yo, me lo he propuesto, no voy a estrellar el universo contra el suelo para contarte que hoy mis noches son oscuras, mucho menos recoger un fragmentito de ese impacto para decirte lo que siento en una imagen, no volveré a tu espacio en busca de mis rastros, no voy a declarar que eres el todo de mis partes. No voy a desempolvar libros, ni a escudriñar desvanes, ni a entibiar sonrisas, tampoco cruzaré puentes para propiciar mi despedida. No alentaré memorias, no enterraré el cadáver de lo nuestro, no repartiré secretos, no justificaré este miedo que me impulsa a indagarte. No pienso columpiarme en el silencio al que me rindo y al que te he sometido, no voy a castrarte la mirada mientras tomamos un café, no voy a mutilarte la palabra con mis debilidades y recelos. Yo, como me lo propuse, te diré simplemente que te escribo desde esta oscuridad que me dejaste.

Sueño (Entre hadas)

En esta noche incipiente
me cuento los latidos que hacen falta
para encontrarte por casualidad.
Surges entre tanto procurarte,
mis caricias diletantes hallan eco,
y prontas se acomodan en tu espalda,
te dispersas en mis manos, te ensanchas,
te divulgas, te propagas, te prolongas
y pretendo dilatar tu despilfarro
entretener las doce campanadas
que te reducirán a escombro,
que te volverán ceniza.

El misterio de su muerte

Murió aquel día
de cuerpo entero
le diste muerte con dos sílabas,
murió en tu cama y en el sofá.
Murió de espaldas a tu dolor,
al insomnio de tus labios,
a la palabra tibia
insoslayable salvadora,
a tus miedos de espíritu gregario.
Murió a sabiendas de que viviría
en los objetos, en los estantes,
en el espacio que se rehúsa
a ser huérfano de padre,
en las paredes de blanco hueso
donde obstinado se resiste,
en la luz tenue que chorrean tus lámparas,
en la mesa paridora de silencios,
en su económico abecedario
donde te buscas y te posee.

Confesión

Cornucopia de miradas
de hilos que tejen en tus ojos
arrebatos de nostalgia.
Y traicionas el abrazo
que me encierra,
tu beso, el puñal
que me orilla me desgarra,
trasquila mis mejores intenciones.
Tu voz
bifurcada en los recuerdos
terrible, vertebrada se levanta,
me cabalga por el pecho inclemente,
en mi frontera frente en alto se detiene
donde mi voz la espera entrecortada.

Lo nuestro

Para mí, lo nuestro es la posibilidad de un sueño compartido oreándose a la vida, el ansia de entregarme sin cautelas, la necesidad de filtrarme en tus paredes, habitar en tus armarios, reposar junto a las lámparas de luces mortecinas, de multiplicarte las sonrisas, de construir memorias, de acumular recuerdos y perpetuarlos en un marco, de ser enteramente tu mitad, de abrirle la puerta a una tarde que no encuentre referente. Lo nuestro es para ti el ungüento con que untas cicatrices pronunciadas, frescas, que aún respiran, herencia de un pasado que de vez en cuando te hace un berrinche y se encapricha.

_______________________________________________

Carlos Esteban Cana - Escritor y comunicador puertorriqueño. Ha cultivado el cuento, el micro cuento, y la poesía. Actualmente, sin embargo, se ocupa de darle forma a sus dos primeras novelas y a un volumen de ensayos. Colaborador de varias publicaciones impresas y cibernéticas, en Puerto Rico y otros países. Bitácoras y publicaciones alrededor del planeta, como Confesiones, del narrador Angelo Negrón, reproducen su boletín "En las letras, desde Puerto Rico".

Para el periódico cibernético El Post Antillano también publica su columna "Breves en la cartografía cultural". En verano del 2012, Carlos Esteban publica Universos, libro de micro-cuentos bajo el sello de Isla Negra Editores. Otros dos libros aparecerán durante el presente semestre. El primero titulado "Catarsis de maletas: 12 cuentos y 20 años de historia", ofrece una vista panorámica de una pasión que el autor ha desarrollado, por cuatro lustros, en el género del cuento. "Testamento" es el segundo de los libros mencionados, poemario antológico que reúne lo más representativo de su poesía; género del que Cana manifiesta: "Fue la propia poesía que me seleccionó como medio, como intérprete". Cana es conocido además por haber fundado la revista y colectivo TALLER LITERARIO, que marcó la literatura puertorriqueña en la última década del siglo XX en Puerto Rico.