sábado, 13 de junio de 2020

Aquí, allá y en todas partes: “Playlist” de la poesía de Magaly Quiñones


por Carlos Esteban Cana

Magaly Quiñones en el Poets Passage
acompañada de la guitarrista Nélida Cortés

He tenido momentos sublimes en bibliotecas, leyendo, investigando, tomando notas, explorando un tema o la obra de un autor. Incluso fuera del País, viviendo el exilio, las bibliotecas son un circuito que siempre me ubican en territorio agradable, conocido y familiar. Apalabro esa experiencia de esta manera porque esta edición de “Aquí, allá y en todas partes” nace de una investigación que realicé sobre la trayectoria de la Poeta Nacional Magaly Quiñones, en Colección Puertorriqueña, sala especializada en todo lo relacionado con el Archipiélago Boricua. La misma está ubicada en la Biblioteca Lázaro de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.

La poeta Magaly Quiñones Premiada por la
Universidad de Puerto Rico
Durante días, en el otoño del 2011, fui libro por libro de Quiñones, tomando notas y haciendo una sosegada selección de esas poesías suyas que más me gustaron. Aquel trabajo culminó en un reportaje en dos partes que intercalaba impresiones de Quiñones (extraídas en gran parte de una entrevista que me concediera ese mismo año), con el “playlist” que hice.

Entre diciembre del 2011 a marzo del año siguiente ese reportaje fue reproducido en redes sociales, medios cibernéticos y bitácoras. El verso poderoso de la Poeta se instalaba así en nuevos lectores que lograron palpar su particular forma de nombrar belleza con los altos valores del espíritu. Y ahora, mientras toma fuerza la postulación de Magaly Quiñones como candidata caribeña al Premio Nobel, a casi nueve años de aquel puntual y oportuno ejercicio periodístico, quiero dar relieve a esas poesías que formaron parte de aquel reportaje. Deseo compartir con usted ese “playlist” a modo de pequeña pero valiosa antología de la escritora que hoy enorgullece a su pueblo: Magaly Quiñones. Añado que cada pieza incluida inicia con el título y año de publicación del libro al que pertenece.  


*****
de Entre mi Voz y el Tiempo [fragmento] 1969

Todo vuelve a traerlo mi memoria,
vago dulzor de luna y madrugada.
Entre mi voz y el tiempo la vida perentoria,
la vida descarnada.

*****

de Era que el mundo era (1974), Y en cuanto supe…

Y era que el mundo era
un globo de papel,
una chiringa cualquiera,
un cometa gomoso dando vueltas y vueltas.
Y era que yo era pequeñita
y amante del papel,
adhesiva y absorbente por mis apetencias.
Y era que en cuanto supe que sabía
del nacimiento de la historia
y en cuanto hubo hombres
cuyas cuñas habrían
de señalar exactos, calculados,
los odiosos ingresos de los dioses,
y en cuanto quedaron las cifras y las piedras
y murieron los hombres, me dije:
Y era que los hombres mueren,
y era que mi Dios era de papel,
y era que el papel se trueca en piedra con los años,
y era que le oraba a una chiringa cualquiera,
de esas que dan vueltas… y vueltas.
Y era que yo era pequeñita
y absorbente
y adhesiva
y apetente,
y era…

*****

de Zumbayllu (1976) Trompo Zumbador,

Yo no le he preguntado a nadie

Yo no le he preguntado a nadie,
en mi corazón nace la canción.
No tengo tiempo para llorar,
hay que mirar…
El sol cayendo,
la luna levantando,
batiendo el mar…
Por eso,
por todo eso,
por los dulces insectos,
por el viento,
¡ven y mírame llorando,
ven y escúchame cantando!

*****

de Cosas de poetas, cosas nuestras (1977),
fragmento Carta IV

21 de agosto de 1976

… Y, en realidad, como Tolstoy, comienzo a creer que todo se inicia, se elabora y se complica en el fondo. Además de desarrollarse gran parte en la mente del hombre. Comienzo a ver la Vida como un proceso de interiorización como lo es la apreciación artística. Y si la apreciación de la obra se cristaliza en el fondo, de igual modo, presumo que la Vida se cristaliza en el fondo.
                                                                       
*****

de Cantándole a la noche misma (1978),

El reino de los pocos

Yo soy de los desangrados,
traigo a un hombre de la mano,
traigo a una mujer de la mano,
un niño sobre mi corazón.
Soy de los que se rebelan,
nací en todas las casas pobres,
caminé sobre todas las carencias,
ahogada en la garra de un hambre
que no me dejó leer versos.
Me desnutrí en la Perla de la Vieja San Juan,
agonicé en el barrio de la Nueva York,
me descompuse en las Cloacas de la eterna París,
me hice mujer en Chile,
envejecí en las ruinas del Perú…
Sigo siendo de ellos,
de los simples,
de los irreverentes iletrados.
Huyo en cada hombre que huye
tras un golpe brutal de la derecha,
en cada mercenario que deserta,
defiendo cada espacio, quiero consolar cada lágrima.
Porque yo soy de ellos, de los más, de los muchos
y celebro la Vida aún cuando me ha angustiado
que no me consultaran para traerme al mundo,
Al reino de los pocos…

*****

de En la pequeña antilla (1982),

De un sólo golpe

Ante mi voluntad de hacerme el ciego,
el amor se cansó de ser el lázaro.
Surqué los montes con mi enorme oreja,
con mi bastón
la pena flagelaba…
Y ya no supe hacer,
de un sólo golpe
se me juntó la tierra con el agua…

*****

de Nombrar (1985)

El fuerte san Cristóbal

Hoy trabajo la vida,
la dureza vital de la palabra,
sobre muros, museos, solares empedrados,
calabozos…
Por no enfrentar la entrada a la ciudad
he dado un gran rodeo.
No quise ver el barco repleto de turistas
enfilando sus coces junto al Morro.
Nombré, con la ilusión
de no añadir un solo renglón más
a este universo de modorra y humo.
Ya en el Fuerte
abrazaba las ventanas para después decirle
-perteneces al viento-.
Ya en el Fuerte
volví sobre mis pasos
para alcanzar la sombra de mi sombra
que bronceaba su tedio bajo el sol…

- - -

de Nombrar (1985)

Y…

Y cuando caminaba sola
machacando mis huesos contra mis huesos,
¿de qué tenía miedo en la Noche
sino de tu presencia?
Y cuando levantaba al sol en una sola flecha
con una decisión irrevocable,
con un impulso puro como el aire,
¿a quién buscaba sino a ti?
Y toda mi canción,
todo mi gran deseo, mi confianza,
qué eran sino la doble voluntad que sorprende
al hombre frente al vértigo.
Qué eran sino la piedra que se lanza
buscando nuevas formas de vacío
y en nombre del Amor
va intentando llegar
a las Estrellas.

*****

de Razón de lucha, razón de amor (1989)
Magaly Quiñones recibe la Medalla Julia de Burgos,
a su lado la escritora Elsa Tió
Para grabar tu nombre

Para que yo me cure
el indio que hay en mí baila su danza
quemando la memoria de tus días
frente a la gigantesca fogata.
Y para que yo suba sin resbalar
sobre el despeñadero de mis ansias,
el negro que en mí vive
mezcla yerbas y savias en prietas calabazas
y me obliga a beber tu sudor y tu sangre
en feroz exorcismo.
Y para que yo olvide
el dolor que tu piel dejó en mi piel,
la moral religiosa del colono español que vive en mí,
obedeciendo al dogma desata
la frialdad en mi mano, la firmeza en mis ojos,
mudez en mi palabra.
La última vez que me atreví a salir a enfrentar a mi dolor
las tres razas me dieron de comer
pero no pude contener las lágrimas.
La última vez que quise anochecerte el alma,
vi al sol que se escondía tras mis versos
para grabar tu nombre.

- - -

de Razón de lucha, razón de amor (1989)

La palabra es el germen

Ya no soy
sino un tallo de energía
suspendido en el cráneo.
Una casa en la sombra,
una vieja memoria que se inventa.
En el monte de Dios que habita el hombre
mi alma es piedra y grano que se crece
como espiga de sol entre mis manos.
La palabra es el germen
y en medio de la noche, en cuclillas,
va dando forma a la matriz del Templo.
Ya no soy
sino un verso
creando lo creado.

*****

de Sueños de papel (1996).

Pier 17 (Me quedo lela)

Esta tarde sin sol me has preguntado
de qué lado se estrena el corazón
cuando amor nace y nos sentimos viejos.
Ahora que caminamos
por las calles obscenas de New York,
que recortamos sueños y poemas
desde Strawberry Fields hasta West Village,
apurando, a lo Lennon,
la música del alma sobre el cuerpo,
se te nubla la voz y aún me preguntas…
Te podría decir que todo importa.
Que tú y yo, como todos, en la medida justa,
conformamos la inmensa postal de rascacielos.
Podría hasta jurar que amar, libar, besar
son ejercicios sin edad ni tiempo.
Pero, me quedo lela,
meditando en la hondura de tus ojos.
Me quedo lela ansiando, sopesando
lo que cuesta soltar nudos y velas
en medio de una historia de hundimientos.
Esta tarde sin sol en que preguntas,
rimando el fuego de tu corazón,
con qué mano se enciende el universo,
no hallo respuestas en mi corazón,
a lo sumo unos versos, estos versos…

- - -

de Sueños de papel (1996),

Puedo dar fe

No he guardado memoria de ese viaje.
Cuando pienso quién fui, de dónde vine,
se me confunde el pelo con las uñas,
el vino con el verso y con el vaso.
Sé que vine a vivir porque mi madre,
al mirarme tan breve,
tan menuda en mi piel, tan indefensa,
se olvidó del dolor de su cintura,
borró toda tristeza y mirando el reloj
nos llamó a todos para dar la noticia.
Nadie me dijo que venía a contar
pero al nacer sobre un pubis mojado
en la lámpara tibia de la Isla
me abrí cual flor en un jardín de pobres
y comencé a nombrar
dándole a cada cosa, a cada nombre
un silencio y un cuerpo en el espacio.
Nadie me dijo, pero no me quejo,
la horma de mi oficio
encontró en este mundo un buen zapato.
Y además, aprendí,
merodeando en diversas direcciones
sobre el ancho misterio del planeta,
que sobraban palabras y razones
para tensar mis arcos y mis flechas.
Yo no quería llegar, alguien me trajo.
Yo no quería contar, me sedujeron.
Un gran misterio me espinó la mano
y volé tras el grano, seca de labios
hacia la nueva vida de la lluvia y la nube.
No he guardado memorias...
De lo poco que tengo o lo que tuve
puedo dar fe, nombrando.

*****

de Patio de fondo (2004),

Sismo –en miniatura-

Hurtándole al jardín unas flores de maga
y una que otra canaria amarilla, he provocado,
con una sola, torpe, inocente pisada,
un terremoto inmenso que enloqueció,
dejándolas sin techo, ni miga ni sustento
a millones de hormigas.

- - -

de Patio de fondo (2004),

Te advierto
Te advierto que su melodía
 baja de la montaña como flujo de lluvia,
Trae lenguaje de alga, aroma de maleza,
simbología de pétalo.
Te advierto también que es, cual piedra,
de una pieza en su campo de juego.
Si reclama el derecho de hablar, de que le escuchen,
llega en silencio, se hace jefe del clan y, a un tiempo,
se le ve íntimo, amable, complacido y humilde,
 como cualquiera de nuestros hermanos.

Aunque muchos afirman que es el hijo de Dios,
que burla muerte y tiempo,
cuando unge mi frente con sus piadosas manos,
cuando me arrulla en la mansión del Ángel
y pulsa las maderas de mi cuerpo,
siento que es tan poeta como tú y como yo.
Y, cuando ora conmigo, mi alma y mi esqueleto,
comulgan pan de estrellas.

Si lo encuentro en París, en Praga o en Marbella,
si florezco con Él en Kenia, en Estambul,
si conversamos y soñamos juntos en Borinquen, Cancún
o en la Tierra del Fuego…, el incorpóreo amado, el Iniciado,
me envuelve en sus milagros, me apresa en sus anhelos…,
en la herida que mana sangre de su costado
surge el cáliz perfecto….

¡Te advierto que le quiero!

*****

de Poemas de pasión y libertad (2008),

Tengo un mal

Tengo un mal incurable que crece y me devora,
se hace insaciable según pasa el día,
trae aguijón y luce como una araña boba;
es un mal en poesía.
Porque no cese, por mantenerlo siempre
aquí, a mi lado,
voy a hacer un embrujo.
Pondré, con luz de luna,
en un coco, añejados,
tres onzas de ron blanco y ambrosía,
para curarte la melancolía,
para que no te duela tu pasado.
Traeré un espejo en flor y en el tejado
que separa tu casa de la mía,
sembraré salvia, menta, lenguas de cundeamor,
algodón blanco y un manojo de sol
que aclare el día.
Y para resguardar tus alegrías,
para que no te asalte el mal del llanto,
en el caracol de tu mano
pondré frescura, ruda y yerbabuena
y al pie de tu ventana, en la mañana,
dos varas de olorosas azucenas.

Tengo un mal incurable
que me provoca espasmos y temblores,
que no respeta credos ni colores,
cargado de adjetivos, sinalefas y hemistiquios
traidores,
es un mal en poesía.

Para fortuna mía
hoy tengo mal de amores.

*****

de colores y versos
Ahora que el sol desgrana su alimento
y la tarde se escapa,
háblame en verde, amor,
desnúdate y florece en cada hoja,
cuéntale nuestro amor a la montaña.

Ahora, que el sol desangra
por los acantilados de mi cuerpo,
por los jardines de mi entraña,
bésame en verde, amor, -verde espesura-,
recógeme en la umbela de tu pecho
y enlaza mi cintura con tus lianas.

¡Suéñame verdiflor, sé tú mi verdiagua!
Piénsame verdiamor,
borda renuevos y despierta al jilguero
que aprisiona tus sueños en mi almohada.

¡Y, háblame en verde, amor,
háblame en verde!
Los desiertos se esparcen,
los cielos se desgajan,
las aves se refugian en las ramas….
Sobre el lomo escamoso del lagarto,
bajo la luna trajeada de plata,
alárgate en mi flor,
¡que no haya invierno, amor,
que no haya invierno!
¡Enciéndeme de amor!

Ahora que el sol desgrana,
y estoy aquí, a tu lado,
prendida, florecida, acurrucada,
¡trae colores y versos a mi alma!
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Carlos Esteban Cana – Comunicador y escritor.  Nació en Bayamón, Puerto Rico, pero se crió en el pueblo costero de Cataño. Fundador de la revista y colectivo TALLER LITERARIO, publicación alternativa que marcó la última década de creación literaria boricua en el siglo XX.  Ha trabajado en el Instituto de Cultura Puertorriqueña como Coordinador Editorial, Director de Prensa para la V Feria Internacional del Libro de Puerto Rico y como Coordinador de Medios para el Encuentro de Escritores De-Generaciones.  Su periodismo cultural ha sido publicado en periódicos y publicaciones como Dialogo, Cayey, CulturA, El Nuevo Día, y Resonancias, entre otras.  Fue parte del colectivo El Sótano 00931.  Colaboro con el poeta Julio Cesar Pol, junto a Nicole Cecilia Delgado y Loretta Collins, en la antología Los Rostros de la Hidra.  

Su periodismo cultural es reproducido en diversos espacios y bitácoras cibernéticas, con columnas como: Breves en la cartografía cultural; Aquí allá y en todas partes; Crónicas urbanas y el boletín En las letras, desde Puerto Rico, en bitácoras como ConfesionesSólo Disparates, Panaceas y placebos, Boreales, Revista Isla Negra y en periódicos como El Post Antillano.  Tiene tres libros publicados: Universos (micro-cuentos); Testamento (antología poética; una selección de 46 cuadernos) y Catarsis de maletas (cuentos).  Actualmente reside en la ciudad de Nueva York y desarrolla la plataforma multi-mediática Servicios de Prensa Cultural.  Para Carlos Esteban Cana profesar creación y cultura es como recibir oxígeno; vehículos que le permiten ejercer su libertad.

sábado, 30 de mayo de 2020

Aquí, allá y en todas partes: Rosa Montero y el arte de la novela, en sus propias palabras (Segunda parte)

por Carlos Esteban Cana


Durante estas semanas de confinamiento por la pandemia que vivimos, la escritora española Rosa Montero ha estado muy activa desde sus redes sociales en conversatorios que van desde la literatura de viajes (a la que hicimos referencia en la edición anterior), la ciencia y el mundo de las letras, la literatura y la vida, hasta una videoconferencia que vinculaba a escritores del Grupo Planeta con el título “Autores en cuarentena” para el festival literario Centroamérica Cuenta.  También Montero ha sido consecuente en sumar valiosas reflexiones sobre esta extrema situación global desde su columna semanal “Manera de vivir” en el periódico El País. Sin embargo, lo que más me ha conmovido de lo que Rosa Montero ha hecho recientemente, fue escuchar un texto suyo en voz de Begoña Maestre, con música de Eduardo del Amo, en el video del cineasta Pepo Madruga titulado “Enciende una vela: Homenaje a las víctimas del COVID19”.  El texto de tal cortometraje comienza y reza de esta manera: “Por todos los que se ha ido, llevándose un pedazo del mundo con ellos.  Por todos los que se han quedado con un agujero en el ánimo, y con las palabras que no pudieron decir y los besos que no pudieron dar, atragantados.  Por todo el sufrimiento padecido y por el desfiladero que aún nos queda por atravesar.  Unamos nuestras voluntades y nuestros corazones para celebrar este homenaje.  Cada uno de los muertos, es nuestro muerto.  Compartimos el dolor de los deudos y la añoranza de nuestros seres queridos.  Siempre estarán en nuestra memoria porque recordarlos es revivirlos.  No son números, son personas”.  Y aquí les comparto el enlace a ese video.


A continuación, en esta segunda parte dedicada al conversatorio que Rosa Montero sostuvo con estudiantes, profesores y lectores en la Escuela de Comunicación de la Universidad de Puerto Rico en el 2004, retomamos el párrafo final de la primera parte para contextualizar lo que prosigue.  En los párrafos que siguen escucharemos a Montero reflexionar sobre el tipo de escritor que encuentra en su propia vida materia prima para sus novelas.  También habla sobre temas como la imaginación y la locura, y si es rentable ser escritor a tiempo completo.

 Rosa Montero y el arte de la novela, en sus propias palabras. (Segunda parte)

Puedes escoger a esos personajes que no tienen nada ver contigo y llegas a luchar para entenderlos y meterte. Que sería el caso de Flaubert con su Madame Bovary, que recordareis que se pasó como cinco o seis años, y escribía cartas desesperadas porque decía: “¿Qué hago yo escribiendo sobre estos burgueses de mierda?” Decía exactamente así: “No les entiendo. No me importa nada. ¿Por qué me he metido a escribir esta novela?” Y al final, cuando termina de hacer su maravilloso libro, por otra parte dijo esa frase famosa deMadame Bovary soy yo, que por lo que he visto además es una frase apócrifa y que no la dijo nunca. Pero que no importa, aunque sea una frase mentirosa y que no la dijera nunca es una frase verdadera porque, sin duda, se sentía así. Sin duda Flaubert sintió que Madame Bovary era él.

La otra sería todo lo contrario. Tú puedes escoger. No es obligatorio que hagas una u otra. Estoy hablando de dos de las diversificaciones del camino de tu escritura. Y la otra, el extremo contrario, sería partir de tu propia realidad y ser tan implacable con ella. Alejarte tanto como el científico que estudia a un escarabajo, estudiar tu propia realidad como el científico estudia un escarabajo como, simplemente, un ejemplo del ser humano, de lo que es el ser humano; ser tan implacable con eso que puedas llegar a sentirla como una experiencia común de los demás. Y llegas también a esa parte tan profunda que te pone en contacto con la vida de los otros. Esa sería, por ejemplo, la vida de Marcel Proust. Como sabéis Proust escribió En busca del tiempo perdido en la cual esta obra monumental se supone que habla de su historia personal pero en realidad no habla para nada de su historia personal. No habla de sí mismo. O Conrad, El corazón de las tinieblas de Conrad, que es una novela emblemática; metafórica, de la lucha del bien y el mal, de la lucha de la razón contra la locura. Pues en realidad cuenta una historia personal de Conrad.  ¿Conrad hizo todo eso? Da igual, conoció al loco que estaba arriba, no en las fuentes del Congo. Todo, todo eso lo vivió, pero no lo cuenta como una historia personal. Ha hecho de eso una historia común, una historia de todos. Cuando pierdes esa especie de control personal sobre lo que estás contando pues la novela va mucho más, se libera todavía mucho más, y va mucho más por su propio camino. Entonces a medida de que eres un autor maduro se va liberando mucho más esa novela y va por su propio camino. Y eso es lo que me ha pasado con La loca de la casa.

En principio quise hacer, diez o quince años atrás, un libro teórico, cuando surgió el huevecillo de La loca de la casa, sobre lo que era escribir y de repente apareció el título del libro en mi cabeza, que es una frase de Santa Teresa de Jesús: “La imaginación es la loca de la casa”. Entonces me di cuenta que no estaba escribiendo un libro sobre la creación literaria, sino que estaba escribiendo un libro sobre la imaginación, y la imaginación de todos porque la imaginación es la que nos permite vivir a todos la vida de cada día. El ser humano es un ser fundamentalmente fabulador. Y también un libro sobre la locura porque aunque la imaginación es salvadora, ésta bordea la locura. La frontera de la imaginación es la locura. No conozco a ningún ser humano que no haya tenido miedo a la locura, porque forma parte de nosotros. ¿No? Y es un libro, por lo tanto, también sobre la pasión amorosa que es la locura socialmente admitida. La única locura que se admite socialmente. De hecho, por eso se dice “me volví loco por esa mujer”, “me volví loca por ese tío”. O sea que es la única locura socialmente admitida. En fin, que se convirtió en otra cosa. Y se convirtió además en un juego narrativo. Ni siquiera era un ensayo, era una especie de artefacto narrativo que yo ofrezco al lector, lo invito a que juegue conmigo el juego de la imaginación.

Yo creo que uno se desnuda totalmente, pero no de una manera literal, no de una manera realista. Yo, por ejemplo, a mí no me gusta nada escribir en mis libros sobre mi propia vida. Así como Conrad hay ese otro tipo de escritores que pueden ser enormes y maravillosos, que de su propia vida hacen un símbolo universal. Pues esa no es mi vía. A mí no me gusta hablar de mis propias historias. Una de las cosas maravillosas que te ofrece el hecho de ser novelista es que te permite vivirte en otras vidas y es lo que a mí me interesa. Así que mis libros no tienen nada que ver, aparentemente, pero nada que ver; El corazón del tártaro, Bella y oscura, o La hija del caníbal, tampoco tienen nada que ver conmigo, aparentemente. Pero en el fondo, simbólicamente, tiene todo que ver. Te desnudas de una manera simbólica pero eso es muy difícil de desentrañar. Incluso para ti que lo has escrito, muchas veces no sabes por qué has escogido ese personaje y no otro. Qué representa para ti. ¿Por qué te persiguen determinadas obsesiones? Muchas veces no lo sabes. Las novelas son como los sueños de la humanidad y la relación del escritor con la novela es como la del durmiente con el sueño. Tú cuando sueñas por la noche, de repente puedes soñar que te salen unas alas rojas en la espalda y que vuelas por encima de Pekín. Bueno, eso no tiene nada que ver con tu vida. Ahora bien, durante ese sueño, tú sientes unas emociones poderosísimas. Por ejemplo, puedes tener ese sueño y estar llorando a lágrima viva con una angustia enorme o con una gran tristeza o puedes estar felicísimo o estar muerto de risa o puedes estar con miedo. Montones de emociones, a lo mejor fortísimas, mientras estás soñando. ¿Por qué son esas emociones tan fuertes? Porque verdaderamente ese sueño significa algo muy profundo tuyo. Es una parte de tu psiquis más profunda que está saliendo a la luz bajo esa forma metafórica. Pues con las novelas pasa igual. O sea, que lo que yo cuento tú lo lees y, desde luego, harás muy mal si adjudicas eso que cuento a mi vida, en la superficie, en el detalle, en la anécdota. Ahora en el significado profundo metafórico, simbólico, nos desnudamos todos, muchísimo. Escribir una novela para todo escritor es como sacarte un pedazo de hígado. Absolutamente. Es algo que viene de la parte más profunda tuya.

Aunque publiqué desde muy joven como periodista, porque empecé a trabajar con 18 años  como periodista, empecé a escribir mucho antes como narradora. Escribía ficción desde los cinco años, cosa que es bastante común. Muchos novelistas, muchos escritores hemos empezado a escribir en la niñez. Entonces siempre he escrito ficción. Y de hecho, yo hice periodismo y me dediqué al periodismo porque cuando llegó el momento de escoger un trabajo, algo para ganarme la vida, pues escogí el periodismo escrito; siempre escrito porque estaba cerca de mi gran pasión que era escribir. Ahora de que el periodismo me hiciera conocida porque empecé a trabajar en el periódico El País, que tuvo un gran éxito tras la muerte de Franco; surgió tras la muerte de Franco y entonces se convirtió en un gran éxito editorial y arrastró a la fama a una serie de periodistas que trabajábamos ahí siendo muy jóvenes. El hecho de que ese trabajo periodístico me hiciera famosa muy joven yo creo que me facilitó el hecho de publicar, eso sí. En aquel momento sobre todo era muy difícil publicar. Mucho más que ahora. O sea que, desde ese punto de vista, sí me facilito. Pero vamos yo estoy segura de que hubiera publicado antes o después con más o menos dificultades, pero que hubiera publicado también. Yo sé qué hubiera publicado antes o después. (El periodismo) me lo facilitó, quizás me hizo publicar antes. Así que algo de influencia… todo lo que hacemos tiene influencia. Claro, en lo que somos. No podemos imaginar lo que somos quitando una parte de tu vida y, sobre todo, una parte tan importante como la parte profesional que tanto tiempo y tanto trabajo te ha llevao.

Creo que es un grandísimo error abandonar un trabajo para dedicarte a vivir de la narración, de la ficción. Yo creo que la narrativa debe de ser un ámbito de absoluta libertad; es muy difícil mantener esa libertad. Ya tienes enormes presiones del ruido del mercado, de la presión para vender, para entrar en las listas de superventas; tienes que emplear una cantidad de esfuerzo increíble para contrarrestar esa presión, esos cantos de sirenas. Y si encima a eso le añades la presión tremebunda económica de tener que vender esa novela para comer y pagar la hipoteca… Pues entonces estoy segura, estoy segura, vamos, de que no escribes con la misma libertad. Te digo que yo tardo como tres o cuatro años en escribir una novela; pues si viviera de eso, evidentemente, a lo mejor, al año y medio publico una novela porque necesito un adelanto. Y publicaría una porquería porque no estaría hecho, porque no estaría madurao. Y también el tema. Es que cuando escribes tienes que olvidarte de las exigencias del mercado, pero si tienes que comer de eso seguro que te planteas: ¿Esto se va a leer? ¿Esto es demasiado arriesgao? Así que enorme rollo. Creo que un escritor que decide vivir de su escritura, y conozco casos, es una de las grandes posibilidades de acabarse como escritor. Así que hay que vivir de otra cosa. Yo en mi cosa del periodismo. Pero hay escritores que han sido todo tipo de cosas: médicos, ingenieros, carpinteros, cualquier cosa. Y creo que hay que mantener ese trabajo. Por eso yo sigo con el periodismo. He trabajado full time como periodista durante 25 ó 26 años, y ahora hace seis o siete años me despedí del periodismo. Y, afortunadamente, me he quedado con un contrato de colaboración lo cual me permite mayor libertad.

Tengo una columna en la última página, una vez a la semana. Un artículo largo en el suplemento dominical, dos veces al mes. Un artículo en el periódico Clarín, largo, una vez al mes, Clarín de Argentina está sindicado en otros periódicos de Latinoamérica. Y luego hago entrevistas y reportajes. No sabéis lo que trabajaba antes, como una salvaje; aparte de que estás escribiendo una novela. Lo que soy es una curranta como una galeota, estoy todo el día atada al ordenador como el galeote al banco del remo. Por ejemplo, estaba escribiendo una novela, Temblor, y te llamaban y te decían: “Vete a Rusia que se está hundiendo”. Era en el tiempo de Gorbachov y te pasas un mes en Rusia haciendo unos reportajes. Entonces en una situación como esa tienes que vaciar la cabeza de la novela. Y cuando vuelves es que te has ido de la novela completamente. Y te pasas mes y medio o dos meses escribiendo los reportajes que te encomendaron,  completamente afuera. Es que la novela ha desaparecido de tu cabeza. No has podido ni pensar en ella, porque además el trabajo periodístico es muy absorbente como tú bien sabes. Entonces pues, efectivamente, eso es muy turbador para tu escritura. De todas maneras se escribe así. Yo he escrito la mayoría de mis novelas así. Y no sólo yo. El 99% de las novelas que se han escrito en el mundo, se han escrito a las cinco de la mañana y en la mesa de la cocina, por así decirlo. Antes de irse a trabajar y que los niños están durmiendo y tal. Novelas de hombres y de mujeres. La escritura de novelas siempre ha sido vocacional y muy trabajosa, y compaginada siempre con otras cosas.

Es una cosa interesante este tema, porque la gente tiene una visión, una percepción del mercado muy distorsionada. Se cree que el escritor es esa cosa pues rutilante que sale en los medios de comunicación, en las televisiones y que va y que viene. Pues no, eso no es ser escritor. Si quiere ser eso está muy equivocado. No sólo no vas a ser buen escritor. Si alguien quiere ser escritor tiene que saber que consiste en escribir a las cinco de la mañana en la mesa de la cocina y punto. Y eso es ser un novelista. Eso hay que tenerlo claro, pues resulta que ganas un montón de dinero pero como abogado que es tu trabajo durante el día.  Con la escritura no se gana dinero, salvo tres o cuatro, muy pocos y es como una lotería; siendo novelista no se gana dinero.

A veces gano dinero con la novela. Pero de todas maneras muy poco. He tenido la suerte de tener un montón de éxito y de vender un montón, pero de todas maneras ganas muy poco relativamente. Primero porque escribes una novela cada cuatro años. Segundo porque lo que se gana, obteniendo mucho éxito es muy poquito. Y divídelo entre los cuatro años. Es ridículo. Sobre todo en lengua española y todavía en la nuestra que es muy grande. No te digo yo en otros idiomas. Bueno, y te traducen pero las traducciones normalmente se venden muy poco. Realmente no se puede escribir con la idea de hacerse millonario y de hacerse ni medianamente rico. Vive de otra cosa y gana tu dinero de otra cosa.

Para mí el periodismo es un género literario. Aunque en mi caso lo asumo como una profesión pero, sin duda, el periodismo escrito es un género literario. Ser lo que yo soy que es reportera que hace entrevistas, hace crónicas, reportajes, artículos, pues eso es un género literario. Y puede ser tan grande literariamente como la poesía, el drama, como el ensayo y la ficción. Por ejemplo, A sangre fría de Truman Capote es un pedazo de libro enorme; y puro y duro es un reportaje. O sea que, desde ese punto de vista, la cuestión es hacer bien el género. Incluso yo creo que hay periodistas que no son novelistas y que hacen periodismo literario que es un género en sí mismo. Pero me estoy acordando ahora, por citar solamente un ejemplo clásico, de Larra que es nuestro escritor romántico español más importante y sólo hizo periodismo. No hizo nada más que periodismo. Era un escritor que realmente lo sigues leyendo 150 años después y es delicioso y es maravilloso. Eso sí, es muy raro el escritor que cultiva un solo género. Normalmente son ensayistas y poetas como Octavio Paz y tal. Yo, por mi parte, me considero una escritora que cultiva el ensayo, la ficción y el periodismo. Y para mí el periodismo es mi trabajo y ese trabajo pertenece a mi ser social. Mi pasión, sin embargo, donde está mi corazón realmente es en la ficción.



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Carlos Esteban Cana – Comunicador y escritor.  Nació en Bayamón, Puerto Rico, pero se crió en el pueblo costero de Cataño. Fundador de la revista y colectivo TALLER LITERARIO, publicación alternativa que marcó la última década de creación literaria boricua en el siglo XX.  Ha trabajado en el Instituto de Cultura Puertorriqueña como Coordinador Editorial, Director de Prensa para la V Feria Internacional del Libro de Puerto Rico y como Coordinador de Medios para el Encuentro de Escritores De-Generaciones.  Su periodismo cultural ha sido publicado en periódicos y publicaciones como Dialogo, Cayey, CulturA, El Nuevo Día, y Resonancias, entre otras.  Fue parte del colectivo El Sótano 00931.  Colaboro con el poeta Julio Cesar Pol, junto a Nicole Cecilia Delgado y Loretta Collins, en la antología Los Rostros de la Hidra.  

Su periodismo cultural es reproducido en diversos espacios y bitácoras cibernéticas, con columnas como: Breves en la cartografía cultural; Aquí allá y en todas partes; Crónicas urbanas y el boletín En las letras, desde Puerto Rico, en bitácoras como ConfesionesSólo Disparates, Panaceas y placebos, Boreales, Revista Isla Negra y en periódicos como El Post Antillano.  Tiene tres libros publicados: Universos (micro-cuentos); Testamento (antología poética; una selección de 46 cuadernos) y Catarsis de maletas (cuentos).  Actualmente reside en la ciudad de Nueva York y desarrolla la plataforma multi-mediática Servicios de Prensa Cultural.  Para Carlos Esteban Cana profesar creación y cultura es como recibir oxígeno; vehículos que le permiten ejercer su libertad.

domingo, 24 de mayo de 2020

La reapertura

por  Caronte Campos Elíseos


Nota Aclaratoria: Algunos lectores imaginarios me han escrito preguntando las razones para no mencionar los niños hasta mi escrito anterior.  
La explicación es simple... Efecto Mandela.


Por otro lado, está la reapertura parcial de la actividad económica.  Dejando a un lado mi hábito de hacerme acompañar solo de espíritus y fantasmas, trataré de ser lo más objetivo posible.  Si bien es cierto que el país necesita reactivar algunos sectores económicos y mantener accesibles los que ofrecen servicios y productos de primera necesidad, también es cierto que no puede ser en detrimento de la salud pública.  Ciertamente, hay miles que necesitan retornar a sus empleos y devengar un salario (aunque la ley laboral solo provea para un salario de hambre); otros miles han perdido el trabajo con el que se ganaban el pan para algunos días (aunque fuera solo pan y agua); y los que dependen del gobierno para recibir alguna asistencia económica, han sido abandonados a su suerte después del colapso de las instituciones públicas.  Sumado esto a los que se emplean por cuenta propia, que no han podido salir a sus labores y muchos no han logrado acceder a las migajas que les arrojan desde La Fortaleza; ni hablar de los pequeños y medianos comerciantes que se han visto obligados a desangrar sus cuentas personales.  Amén de los cientos de miles de feligreses que no han podido acudir a rezar al dios de su predilección, y así cumplir con la promesa del diezmo (suponiendo que no lo hayan presentado por ATH móvil).  Ni hablar de los que, luego de 60 días encerrados, darían la vida (incluso al COVID) por ir a la playa y de chinchorreo; a cementerios, a los moteles, cine, barras, centros comerciales, y otras actividades pseudo culturales.      

Con ese escenario, es justo y necesario la pronta recuperación y reactivación de la actividad económica.  Lo que complica y crea suspicacia (como habrán notado, a mi todo me crea suspicacia) es la reapertura a ciegas.  En momentos en que hasta los funcionarios gubernamentales, incluido el Secretario de Salud, han salido corriendo como gallinas sin cabezas a someterse a las pruebas (las mismas que se niegan a realizar al resto de la gente), se insiste en dicha reapertura.  Esto, sin poder garantizar al menos, que las estadísticas que ofrecen diariamente tienen un mínimo o ningún margen de error.  Pero es todo lo contrario.  Han aceptado burdamente, que sus propios números no son de fiar y que pueden ser hasta cierto punto, falsos.  Era de esperarse. Más cuando ninguno de los miembros de la fuerza médica convocada para atender la pandemia, atiende pacientes con la enfermedad que se pretende controlar; y sin temor a equivocarme, ninguno de ellos es epidemiólogo.  Más aun, todavía no cuentan, después de casi tres meses de arduo trabajo (Onomatopeya de la risa), con un rastreo de contactos para los casos positivos y poder así detectar posibles contagios; los que al final del día, andan por la libre comunidad como bombas de tiempo activadas.    

Por el otro lado, la reapertura la apresuran los de la fuerza económica convocada para, entre otras cosas, desarrollar un plan para minimizar el impacto del virus en la ya maltrecha economía nacional; junto a su batallón de cabilderos y oportunistas que medran siempre de las desgracias de los pobres constituyentes.  Entre los cuales podrían sumarse los que, con bizcocho y todo, celebraron la llegada del virus y sus efectos en sus millonarias cuentas de bancos.  De algo estoy casi seguro (nunca estoy seguro de nada), cuando comencemos a entrar a los centros comerciales y mega tiendas, no veremos allí sus dueños ni presidentes exponiendo sus familias en el recibimiento de los posibles contagiados.  Ese trabajo de alto riesgo es para los de a $7.25 p/h.  Esta película dramática nos deja a merced de las dos fuerzas convocadas trabajando para el lado oscuro.


Pero todo esto mi estimado lector, no debe extrañarle.  Con el gobierno desembolsando fondos a “tutiplain”, era lógico que los buitres y los tiburones se arrimaran para morder la mayor parte y quitarle lo poco que usted tiene en su bolsillo.  Figúrese usted, después de pasar más tiempo encerrados en sus casas que el que Jesucristo pasó en el desierto ayunando, los parroquianos están desesperado por salir y poder vender, si se requiere, sus almas al mismísimo diablo.  Estas semanas serán de gran importancia para los que desean y piensan salir a gastar lo que recibieron, bien sean los fondos de Trump, los del Departamento del Trabajo o los de Hacienda.  Cuando regresen a sus casas luego de los pasadías, a sobrevivir el resto del confinamiento, no les va a quedar ni para las necesidades más básicas.  Tétrico panorama si se considera que está muy lejos la posibilidad de que Casa Blanca envíe otro cheque.

Así las cosas, los moralmente flexibles legisladores, pasan un decreto para llevar a votación por enésima vez el estatus.  Esta vez toca el turno a decidir en Plebiscito, Estadidad sí o no (para lo cual, al igual que para la transacción de las pruebas fraudulentas, sí hay capital con la anuencia de la JCF).  El estatus colonial y el puto estado de derecho son tan sencillos (por no decir inservibles e ineficaces), que solo los políticos se confunden.  Los Estados Unidos de Norte América han reiterado en múltiples ocasiones, que no tienen intenciones de anexar a Puerto Rico aunque el voto provenga de las huestes de ángeles celestiales.  Pero el momento es propicio, porque el voto ya fue pagado por adelantado.  La inmensa mayoría de los puertorriqueños asocian la estadidad con recibir dinero.  A tales efectos, los depósitos de estas últimas semanas caen como anillo al dedo.  Aunque no sabemos ni entendemos de donde salen los chavos depositados, creemos por fe divina que son dadivas de los que ya una vez nos curaron de los piojos y los parásitos. 

Espero de buena fe (esto es un cliché para no ser anticlimático), que las migajas recibidas no sirvan para borrar la memoria corta de este pueblo.  Todavía tenemos en las costillas los estragos de las últimas tres tragedias nacionales.  Ninguna de ellas ha sanado del todo y el gobierno actúa como si nunca hubieran ocurrido.  Para lo único que han sido agiles y eficientes, ha sido para declarar zonas de desastres que liberan fondos que desvían con mucha maña y velocidad hacia sus propias cuentas y las de sus allegados.  No existe fortuna que pague las vidas perdidas por la ineptitud e incapacidad de las autoridades luego de los huracanes; tampoco las vidas y propiedades afectadas por los terremotos, que todavía viven la pesadilla diaria sin respuesta oficial.  Y por si fuera poco, todavía estamos esperando el desenlace de esta última tragicomedia del coronavirus, que ya ha cobrado decenas de vidas.  También nos ha costado muchos sacrificios mantener el llamado distanciamiento social (esta última parte para mí ha sido un verdadero placer)

No se olvide cuando por fin pueda salir libremente a votar estas próximas elecciones, que los $1,200 de Trump los gastó en una semana; mientras que lleva viviendo en la miseria del desgobierno, por más de 68 años. 

¡Levántate y anda!


martes, 19 de mayo de 2020

Aquí, allá y en todas partes: Rosa Montero y el arte de la novela, en sus propias palabras (Primera parte)

por Carlos Esteban Cana

He escrito en varias ocasiones sobre la escritora Rosa Montero.  La ocasión más reciente fue en el 2014 cuando visitó a Puerto Rico como invitada de un festival literario y presentaba su obra más reciente para esa fecha: La ridícula idea de no volver a verte.

Fotografía: Ivonne Brown
Hoy, sin embargo, en “Aquí, allá y en todas partes” (serie que se ocupa del proceso creativo y que publica casi con exclusividad el editor y escritor Caronte Campos Elíseos), quiero compartir parte de lo que dejó en mí el primer encuentro que tuve con esta primerísima escritora española.  El mismo ocurrió en la Escuela de Comunicación de la Universidad de Puerto Rico.  En ese tiempo Montero, nacida en Madrid en 1951, llegaba al Recinto de Río Piedras para hablar de periodismo y también de su libro La loca de la casa (Alfaguara, 2003).  Obra particular en su catálogo, pues funde en sus páginas los géneros de ficción y ensayo con elementos aparentemente autobiográficos; y que ha recibido premios al mejor libro del año publicado en España, Italia y Francia.  En una entrevista reciente con el escritor portugués Nelson Nunes por videoconferencia, en la que el tema central era la literatura de viaje, Montero señaló sobre este texto: “Es mi libro más interactivo. Es un libro en el que juego con el lector el juego de la imaginación y de la creación.  Lo jugamos mano a mano. El libro está hecho como si fuera una autobiografía. Tú empiezas ese libro y crees que estás leyendo mi autobiografía, pero llegas a un punto en que te das cuenta de que te he engañado, que (lo narrado) tiene que ver con un personaje. Como lector dices: ‘Si esta mujer me ha engañado hasta aquí, ¿en cuántas más cosas me habrá engañado?’  La respuesta es: en muchas. Porque es ficción. El libro es ficción. O sea, algunos pensamientos, lo que cuento de otros autores y escritores, todo eso es documental; pero la trama del libro es toda ficción.  M no existe. Y tampoco no existe la hermana gemela que supuestamente tengo y a la que está dedicada el libro.  No tengo ninguna hermana gemela ni no gemela. No tengo hermanas.  O sea que es ficción”.  El libro tiene como base la conocida expresión de Santa Teresa de Jesús: “La imaginación es la loca de la casa”.

Ya de regreso al punto inicial, quiero destacar que escuchar a Rosa Montero en el 2004 fue todo un acontecimiento.  Sus reflexiones acerca del proceso creativo y el periodismo, del arte de la novela y la industria editorial fueron formuladas con tanta lucidez que, sin duda alguna, sabía que estaba ante un genio.  Y nunca había escuchado a nadie que dijera tantas palabras por minuto, detalle que me confirmó la transcripción del intercambio que la también periodista y columnista de El País, tuvo ese día con estudiantes y profesores de la ‘uipi’.

Añado que se publicará en dos partes esta conversación de Rosa Montero.  He eliminado las preguntas para que todo fluyera desde su propia voz y quise dejar intacta en lo posible la dimensión coloquial de la tertulia.  Por ello no edité demasiado.  Pienso que en ocasiones tiene validez preservar esa oralidad espontánea que está vinculada a su vez con la atmósfera del lugar y el momento en que se da el encuentro.

Rosa Montero y el arte de la novela, en sus propias palabras.

Cuando me dices que soy una persona transgresora, es que me siento rarísima, no son categorías.  Las personas no nos dividimos en categorías ni te puedes poner una medalla o una chapa que diga yo soy transgresora, yo soy modesta, yo soy callada.  Somos muchas cosas a lo largo de nuestra existencia y en cada uno de los momentos de nuestra vida. Por otro lado, yo creo que todos los seres humanos somos transgresores.  Al final de uno de los libros que se llama, Historias de mujeres, la última línea dice: “Con este libro aprendí que la normalidad es lo que no existe”.  Ayer yo hablaba con Norma (Valle) en su programa de radio, y decía que hay un equívoco en el mundo sobre lo que es lo normal.  Escribiendo Historias de mujeres (porque escribir es una manera de pensar y los libros te enseñan muchas cosas), tuve la conciencia más clara que nunca de algo que ya sospechaba antes y es esto que te estoy diciendo: que hay un equívoco con la palabra normalidad. Creemos y nos cuentan que lo normal es aquello que le sucede a la mayoría de la gente, pero en realidad y casi siempre que se utiliza esta palabra no se refiere a lo que le pasa a la mayoría de la gente, sino que se refiere a lo normativo, es decir, a la ley.  Y muchas veces esa ley no la cumple nadie, en realidad.  O sea, que es una entelequia, la normalidad es una entelequia, la normalidad no existe.  Yo creo que, si pones el microscopio sobre los seres humanos, sobre los individuos, todos somos transgresores.  O sea, todos nos salimos de la norma, todos somos heterodoxos en algo, todos somos raros, todos nos sentimos raros, todos nos sentimos distintos, todos nos sentimos distintos al debe ser, al debe ser normativo, al debe ser de la normalización que además va variando con las épocas y va variando con las sociedades y va variando con los grupos sociales que estén en los momentos.  Así que desde ese punto de vista yo creo que somos transgresores, unos más o más visibles, otros menos.  Otra transgresión es más oculta.  Hay sociedades donde la transgresión si es visible te cuesta la vida, y en otras te cuesta otras cosas que no es la vida pero que son graves.  Tenemos la suerte de vivir en sociedades democráticas que son mucho más permisivas, no estamos en el Afganistán de los talibanes, ¿verdad?  Pero aún así hasta en el Afganistán pues resulta que cuando todo estaba prohibido las mujeres se organizaban para dar clases a las niñas.  ¡Eso era una enorme transgresión! ¡Imaginaros, dar clase a las niñas allí en esa sociedad era una enorme transgresión! Lo conseguían y lo hacían.  Se dio clases clandestinas a las niñas durante años en el Afganistán de los talibanes.

La loca de la casa.  Cómo fue que la imaginación se apoderó del libro cuando yo lo que había querido hacer al principio era un ensayo sobre lo que es escribir.  Lo de escribir libros es una cosa de lo más caprichosa, de lo más enigmática, de lo más misteriosa.  La verdad es que siempre cuando me preguntan:  ¿Cómo escoge los temas de sus novelas?  Pues siempre contesto que yo no escojo las novelas, sino que las novelas me escogen a mí.  Las novelas, en general, son los sueños de la humanidad.  Para el escritor también son como sus sueños. Es decir, la novela tiene la misma relación con el escritor que el sueño con el soñante. Entonces es un sueño diurno del escritor o de la escritora.  Son imágenes que se te meten dentro de la cabeza sin que tú las controles; imágenes, pensamientos, sentimientos, emociones.  A veces las novelas nacen de un corpúsculo, de un grumo ínfimo que yo lo llamo el huevecillo y que es algo diminuto, que pueden ser cosas muy raras.  De vez en cuando es un rostro que ves en la calle.  Te trataré como una reina, que es mi tercera novela surgió así: del rostro de una mujer que vi una vez en un bar de Sevilla; en un bar de mala muerte y completamente cutre y terrorífico donde ella estaba sirviendo copas detrás de una barra, del mostrador.  Y que cuando terminaba de servir copas en ese bar terrorífico y de mala muerte se quitaba el guardapolvo y debajo llevaba un traje de tejido sintético espantoso, azul brillante, con unas pestañas postizas enormes; una mujer como de 40 años.  Y entonces se iba a un piano con caja de ritmo, de esos en los que aprietas un botón.  Entonces se iba ahí y se ponía a tocar y a cantar como si fuera una animadora de hotel de lujo.  La pobre resultaba tremendamente patética en ese lugar tristísimo, fuera de lugar y de sitio, con su traje sintético. Y al mismo tiempo resultaba tremendamente conmovedora porque verdaderamente sabía tocar el piano, ¿Y qué le había pasado en la vida a esa mujer --habiendo tenido obviamente otros sueños y otros deseos y otras ambicionas en su vida-- para terminar ahí?  Hay vidas que se viven y hay vidas que atropellan.  Hay gente que es atropellada por la vida como a quien le atropella un tren, ¿no? Entonces esta mujer era evidentemente una persona atropellada por su existencia.  Y claro, podía haberme acercado y haberle preguntado cómo era su vida, pero me parecía muy cruda, muy dura.  Entonces en vez de hacer eso me inventé su vida y así surge esa novela. ¿Por qué me conmovió tanto?  Pues no sé. Resultaba conmovedora, pero puedes ver gente así que no se te quede adentro.  Esa se me quedó adentro y me obligó, me obligó, me obligó a escribir una novela sobre ella.

Otras novelas surgen de una frase que se te enciende dentro de la cabeza, de repente.  Cosas increíbles.  Una novela que se llama Bella y oscura, surgió de una frase que se me iluminó como si tuviera neón que dice: Hay un momento en que todo viaje se convierte en una pesadilla.  Y esa frase empezó a torturarme, empezó a obsesionarme y me obligó a escribir una novela también. Imaginaos si no es muy enigmático.  Y además fijaos que yo tardo como tres o cuatro años en escribir una novela.  Y durante ese tiempo, el primer año y medio, la mitad del tiempo pongamos, lo paso desarrollando la historia en montones de cuadernitos que llevo siempre.  Tengo siempre en el bolso cuadernitos. Tengo cuadernitos en casa, por todas partes.  Entonces voy desarrollando la historia, empiezo a poner notas. Ya, a medida que va avanzando la historia, cada vez es más compleja.  Ya llegas a escribir todo eso a mano, llegas a escribir escenas concretas y tal.  Y ya al final de esa etapa, de la etapa del cuaderno pues es que tengo toda, toda, toda la novela completamente hecha.  Además yo soy muy arquitectónica.  Me interesa muchísimo la estructura de las novelas, hay otros autores que no lo son.  Autores maravillosos que no son arquitectónicos, pero yo sí soy de ese tipo.  La estructura de la novela me es importantísima; entonces construyo que el detalle que hay en la primera página tenga que ver con una cosa que viene en la página 327.  Y que haya una simetría y yo no sé qué. Las estructuras son importantes.   Al final de esa primera parte ya sé que va a tener 37 capítulos; que cada capítulo va a tener tantos personajes; que va a pasar esta acción en concreto; que además hago mapas de las estructuras; hago montones de fichas; trabajo de papeles y papeles que lleno siete mesas y tal.  Y cuando ya lo tengo todo clarísimo me siento en el ordenador. Empiezo otro viaje de la escritura en sí de año y medio y cambia completamente.  Entonces en vez de tener 37 capítulos tienes 42, un personaje principal desaparece, un personaje secundario se convierte en el personaje principal, uno se muere en mitad del segundo capítulo, y así, ¿no?  Porque las novelas son organismos vivos que te van enseñando.  Ya te digo son como los sueños, te van enseñando en cada momento; en cada momento por donde quieren ir.  Y lo que tiene que aprender el escritor.  Una cosa fundamental que tiene que aprender el narrador es liberar a sus personajes. Sí, a sus personajes.  Liberar la historia.  A mí me costó muchísimo aprenderlo como nos cuesta a todos los escritores porque al principio el novelista joven es un novelista verborreico. Siempre lo hemos sido, yo lo he sido también, desde luego.  Y que intenta decirle al mundo todo lo que sabe; el novelista joven escribe de lo que sabe.  Cuenta todo lo que sabe, cuenta, cuenta y cuenta.  Y el novelista adulto escribe de lo que no sabe que sabe. Es decir, el novelista adulto comienza a desaparecer, a difuminarse  como individuo consciente y da una historia que no es una historia suya, sino que son historias que le atraviesan y le empiezan a salir.  No sé si me he explicado bien. Librarte de eso, de la presión de tu propio conocimiento, de la presión del yo, la presión de tu propia historia, de tu propia biografía.  La verdad es que cuesta mucho aprenderlo.  Yo lo aprendí con mi tercera novela, Te trataré como a una reina, esta que os he dicho que surgió de la visión de esta mujer del bar.  Y fue gracias a que quería dejar de contar cosas que estuvieran dentro de mi mundo y que estuvieran cerca de mi realidad, pues decidí escribir una novela que cultivara el feísmo.  Escoger una historia que no tuviera nada que ver conmigo; escoger personajes como esta mujer que bordea el analfabetismo, la falta de control sobre su propia existencia, sobre su realidad.  Entonces, a pesar de ser personajes tan lejanos a lo que uno aspira a ser además y que es muy difícil pues llegar a identificarme, llegarme a sentir dentro de ellos, como le pasaba a Flaubert, ¿verdad? Esa fue la vía de Flaubert también. Yo creo que es una guía buena para los escritores jóvenes a la hora de buscar la universalización.

Hay dos maneras de llegar a los valores universales.  Una de ellas es partir de algo que no tiene absolutamente nada ver contigo, de personajes que son absolutamente antitéticos y luchar tanto para profundizar con ellos que llegues a esa zona magmática que llevamos todos los seres humanos en nuestro interior y que ya es la zona común; porque si bajas muy dentro de ti llegas a romperte en donde todos somos iguales. ¿No?  Puedes escoger a esos personajes que no tienen nada ver contigo y llegas a luchar para entenderlos y meterte.  Que sería el caso de Flaubert con su Madame Bovary, que recordareis que se pasó como cinco o seis años, y escribía cartas desesperadas porque decía: “¿Qué hago yo escribiendo sobre estos burgueses de mierda?”  Decía exactamente así:  “No les entiendo.  No me importa nada.  ¿Por qué me he metido a escribir esta novela?”  Y al final, cuando termina de hacer su maravilloso libro, por otra parte, dijo esa frase famosa de “Madame Bovary soy yo”, que por lo que he visto además es una frase apócrifa y que no la dijo nunca. Pero que no importa, aunque sea una frase mentirosa y que no la dijera nunca es una frase verdadera porque, sin duda, se sentía así.  Sin duda sintió que Madame Bovary era él.
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Carlos Esteban Cana – Comunicador y escritor.  Nació en Bayamón, Puerto Rico, pero se crió en el pueblo costero de Cataño. Fundador de la revista y colectivo TALLER LITERARIO, publicación alternativa que marcó la última década de creación literaria boricua en el siglo XX.  Ha trabajado en el Instituto de Cultura Puertorriqueña como Coordinador Editorial, Director de Prensa para la V Feria Internacional del Libro de Puerto Rico y como Coordinador de Medios para el Encuentro de Escritores De-Generaciones.  Su periodismo cultural ha sido publicado en periódicos y publicaciones como Dialogo, Cayey, CulturA, El Nuevo Día, y Resonancias, entre otras.  Fue parte del colectivo El Sótano 00931.  Colaboro con el poeta Julio Cesar Pol, junto a Nicole Cecilia Delgado y Loretta Collins, en la antología Los Rostros de la Hidra.


Su periodismo cultural es reproducido en diversos espacios y bitácoras cibernéticas, con columnas como: Breves en la cartografía cultural; Aquí allá y en todas partes; Crónicas urbanas y el boletín En las letras, desde Puerto Rico, en bitácoras como ConfesionesSólo Disparates, Panaceas y placebos, Boreales, Revista Isla Negra y en periódicos como El Post Antillano.  Tiene tres libros publicados: Universos (micro-cuentos); Testamento (antología poética; una selección de 46 cuadernos) y Catarsis de maletas (cuentos).  Actualmente reside en la ciudad de Nueva York y desarrolla la plataforma multi-mediática Servicios de Prensa Cultural.  Para Carlos Esteban Cana profesar creación y cultura es como recibir oxígeno; vehículos que le permiten ejercer su libertad.