por Caronte Campos Elíseos
En las últimas semanas he sentido a mi alrededor presencias sobrenaturales. Dada mi condición de “situs inversus”, no puedo exponer mi corazón a ese tipo de experiencias. Por tal motivo, decidí entrar en algún proceso natural y profesional de catarsis. En teoría, la idea era abstraerme de la realidad (al menos de esa realidad en mi cabeza) y expulsar de mi mente esos personajes inexistentes que siempre me acompañan. No es que me molesten, pero siempre que conversamos solos, andan creando fantasmas y realidades que no son verdaderas. Me tomé la libertad de salir a la calle en busca de alguna señal que arrojara luz al final del túnel. ¡Al fin!, pensé, al llegar al lugar que parecía ser el indicado. Un local relativamente pequeño y oscuro, lleno de velas y figuras. Con un olor peculiar, una imagen de una virgen vestida de rojo y blanco en la entrada, y un letrero que leía: “Awofaka e Ikofa, Manos de Orula”.
En las últimas semanas he sentido a mi alrededor presencias sobrenaturales. Dada mi condición de “situs inversus”, no puedo exponer mi corazón a ese tipo de experiencias. Por tal motivo, decidí entrar en algún proceso natural y profesional de catarsis. En teoría, la idea era abstraerme de la realidad (al menos de esa realidad en mi cabeza) y expulsar de mi mente esos personajes inexistentes que siempre me acompañan. No es que me molesten, pero siempre que conversamos solos, andan creando fantasmas y realidades que no son verdaderas. Me tomé la libertad de salir a la calle en busca de alguna señal que arrojara luz al final del túnel. ¡Al fin!, pensé, al llegar al lugar que parecía ser el indicado. Un local relativamente pequeño y oscuro, lleno de velas y figuras. Con un olor peculiar, una imagen de una virgen vestida de rojo y blanco en la entrada, y un letrero que leía: “Awofaka e Ikofa, Manos de Orula”.
Espantado y
con escalofríos, entré al lugar y allí estaba.
Una mujer toda vestida de blanco, pañuelo en la cabeza y collares
rojos. Tabaco en mano me llama por mi
nombre. Me dice que tome asiento y que
me calme (seguramente por mi cara de
terror). “Yo sé a lo que vienes tú, caballero”, me dijo esparciendo humo a
mi alrededor. Inmediatamente le contesté
que solo quería contestación para dos preguntas. Quiero saber porque siento que me siguen los
muertos, y porque a veces percibo que vivo en una falsa libertad. “Eso
mismo, chico, exactamente eso.”, contestó la mujer entrando en una especie
de trance frente a mis ojos. Todo esto
sucedía en la mesa donde estábamos sentados frente un plato de harina de maíz
con quimbombó.
Con una voz
fuerte, varonil y de ultratumba comenzó a gritarme. Yo no podía ni siquiera respirar, mucho menos
moverme. Parecía estar pegado a la silla
de madera por una especie de pegamento hediondo que mi cuerpo expulsaba
involuntariamente. Comenzó una fuerte
diatriba en contra mía.
Su perorata
se limitó a proferir improperios hacia la raza humana en general.
- “De tiempo inmemorial la
humanidad ha creído la falacia del libre albedrío. Siempre han tenido la creencia de poder hacer
lo que mejor les parezca, cuando mejor les parezca. Incluso piensan que eso que conocen como
libertad les pertenece por derecho natural.
Nada más lejos de la realidad. Siempre
el hombre ha consentido esquemas que le privan la verdadera libertad. Siempre encadenados y prisioneros a sistemas
que promueven la ventajería de unos, y el sometimiento de otros. No han aprendido que detrás de toda acción,
hay una intención. Peor aún, en
ocasiones las aceptan como buenas sin importar sus consecuencias.
Trastornado
por lo que estaba escuchando, no podía reaccionar. El humo, los inciensos, los ruidos, todo me
mantenía en total inmovilidad. Mientras
la mujer de blanco temblaba en su mecedora con los ojos completamente blancos,
la siniestra voz continuaba fustigando.
- “No hay que ir demasiado atrás en
el tiempo. Solo basta con mirar la
supuesta creación y otros eventos históricos.
En todos se distingue claramente la tendencia hacia la dominación y la
esclavitud. En la religión, en aquel
entonces dijo dios: “Quédate ahí libre como el viento, pero no te comas la
manzana”. Y ahora todos les rinden
pleitesías, cultos y respetan sus dogmas que coartan las libertades. En derecho internacional, en el encuentro de
los dos mundos sucedió exactamente lo mismo.
Un pueblo esclavizando y exterminando a otros en su afán de
supremacía. Al día de hoy muchos lo
justifican por la famosa herencia de la madre patria y la diseminación del
cristianismo. En el ámbito de las
guerras, la misma historia. Liberar los
esclavos en un momento de necesidad de soldados, solo para que estos pelearan
una guerra de secesión. No por
convicción, si no por conveniencia. En
el aspecto social sí que es patético el panorama. Unos sistemas de educación, económicos,
laborales, diseñados para producir esclavos modernos. Fábricas de dependientes de ayudas
gubernamentales, vagos intelectuales, fanáticos y antagonistas, desempleados
involuntarios, y todos sumidos en una constante lucha de clases. Una lucha de todos contra todos. Con salarios miserables que apenas dan para
sobrevivir. Mientras, los autores
intelectuales de tales connivencias se lucran de esa polarización generalizada
y acumulan riquezas de magnitudes insospechadas. Ni hablar de la cultura mediática. Todos víctimas de las falsas banderas. Los medios de información, desinforman y
confunden. Diseminan mentiras y medias
verdades. Establecen los modelos a los
que toda población debe aspirar, aún sin tener los recursos necesarios para
vivir. Atados a las pautas estipuladas
socialmente para aparentar estabilidad.
Medios serviles de los intereses de los poderosos para esclavizar las
masas frente las pantallas de sus televisores.
Ya al borde
de una depresión inconsciente por tanta verborrea, intento salir huyendo. Estoy paralizado. Mi mente quiere sacarme de esa catacumba,
pero mi cuerpo era rehén de aquel espíritu maligno al cual yo intentaba
identificar. La santera daba brincos en
el piso mientras su cabeza giraba y el ente del más allá no paraba de flagelar
la humanidad en su discurso.
- “Políticamente hablando la
humanidad es un asco. Han desarrollado
sistemas políticos para delegar sus poderes.
Terminan delegando sus poderes en grupúsculos de personeros que abusan
de sus facultades en detrimento de sus constituyentes. Todas sus acciones van dirigidas a limitar las
prerrogativas de todos. Desalientan la
voluntad colectiva sumiendo a todos en una prisión imaginaria. Sometidos a las decisiones arbitrarias de los
supuestos representantes. Con las
instituciones y agencias de seguridad metiéndose en sus comunicaciones, en sus
casas y en sus camas. Como expresidente
de una nación sé muy bien lo que te digo.
En este aspecto ustedes los puertorriqueños son los más indoctos. Han vivido más de cien años con la esperanza
del sueño americano. Mendigando las
migajas que de un presidente por el que no votan. Subyugados a las decisiones de un congreso
por el cual no votan. Sometidos por un
gobierno local dependiente de un régimen ultramarino. Con un estado de derecho inanimado frente a
los estatutos extranjeros. Ustedes son
el vivo ejemplo de lo que es vivir en una libertad abstracta. Hasta que no despierten de ese sueño no verán
la luz al final del túnel. Jamás
conocerán nunca la verdadera y genuina libertad. Y tú, tú te la pasas preguntándote porque día
y noche te persiguen los muertos. ¿No te
das cuenta, lego imberbe, que tu perteneces a ese inframundo?
Totalmente
perturbado emocionalmente por toda esta situación, volteé la mesa bruscamente. Las velas encendidas rodaron junto al cigarro
de la bruja. La mujer se prendió en
fuego cual pira funeraria con todo y traje blanco. Ahora se retorcía en el suelo. No sé si por tener el muerto adentro o por
las ardientes llamas. Me persigné y salí
huyendo conturbado por las expresiones de esa ánima en pena. Nunca supe de quien era aquel malhumorado
espíritu. Al salir de la botánica
encontré en la carretera un dólar americano.
En el mismo sobresalía el rostro de, Abraham Lincoln.