por Caronte Campos Elíseos
Luego de unas merecidas
vacaciones en los aposentos de Sigmund Freud y de caminar por varias horas,
llegué a mi frío y oscuro hogar. A pocas
horas de estar en la casa recibo una llamada de alguna creyente en la fuerza de
algún dios, realizando una encuesta para alguna iglesia. Tratando de indagar sobre mi pensamiento
acerca de la vida actual, la felicidad y la espiritualidad. La joven que llamó cuestionaba si tenía yo,
alguna sensación de mejoría en la calidad de vida y si tenía confianza en que
alguna fuerza sobrenatural me salvaría de toda esta destrucción y caos creados
y esparcidos por el ser humano. Yo le
indicaba que nosotros escogemos nuestros gobernantes y que el mundo y la vida
cambian en la medida que nosotros mismos cambiamos nuestra forma inducida de
pensar como otros quieren que pensemos.
La niña me comentaba: “Mire, Sr.
Campos, llegará el tiempo en que los gobiernos serán aniquilados y solo reinará
el poder del cielo y de la gloria. Solo
los buenos seremos salvados.” De más
está decir que en ese preciso instante, sin pensarlo dos veces y sin mediar
palabras, corté la llamada. Acto
seguido, desconecté el teléfono, lo guardé en una bolsa plástica de
supermercado (con la esperanza de que se
asfixiara), y lo tiré en el sótano abandonado de la casa.
Ya
más tranquilo decidí dormir una siesta.
Durante mi estancia no descansé gran cosa y regresé algo adolorido (seguramente por el ajetreo y las emociones
del “resort”). Me recosté, tengo que
admitir, coqueteando con la idea de la joven cristiana sobre el aniquilamiento
de los gobiernos. A fin de cuentas, yo
también tengo la misma fantasía recurrentemente. Agarré uno de los periódicos atrasados que
tenía guardados, con el propósito de conciliar el sueño mientras me entero de
los sucesos del país (tarde como siempre).
Leyendo una nota muy amena sobre la creación y estreno de una campaña
publicitaria para mercadear el país a nivel internacional y fomentar la
inversión extranjera. Una iniciativa,
según las agencias gubernamentales encargadas, para inyectar y agilizar la
economía local. Así las cosas, ahora
todos somos parte de “La Isla Estrella”. Adentrado ya en ese viaje estelar, cerré los
ojos y me dormí.
Entre
planetas, galaxias, cielos abiertos, nubes bajando, caballos alados y trompetas
sonando, desperté abruptamente. Miro el
reloj y apenas han pasado diez minutos. Son casi las doce del mediodía. Las voces en
mi cabeza (esas que nunca me abandonan),
continúan con sus estrepitosos alaridos.
Decido ignorarlas y ver un poco de televisión. ¡Sorpresa!
El gobernador presente en el Único noticiero, en un intento de
preconizar la más reciente cruzada mediática.
Haciendo énfasis, con tal seguridad y confianza, en los logros obtenidos
por su gestión y administración de gobierno.
Reducciones en el costo de la energía y el agua “potable”, disminución
del desempleo y la criminalidad, aumento de la fuerza trabajadora y la
eliminación de medidas impositivas a la clase media, baja en los costos de
transporte; son algunos de los tópicos acariciados (información ofrecida sin datos específicos) por el honorable. Amén de la oportunidad de presentar la isla
como la meca para las empresas foráneas, con la mano de obra puertorriqueña
especializada y las ventajas en materia de exenciones contributivas
corporativas. Todo lo que propicia el
escenario perfecto para convertirnos en el “Non
Plus Ultra” de los paraísos capitalistas.
Llega
a mi mente una pregunta ingenua: ¿De verdad están el gobernador y todo su
equipo de trabajo, tan perdidos en el
espacio? Por experiencia personal,
sé que es posible semejante enajenación de la realidad. Pero mis viajes por esos linderos son causados
por todos los químicos legales y desregulados de la industria de la salud. Pero esas voces vuelven a mi cabeza. Traen
consigo recuerdos, datos e información perturbadora. Las escucho clamar y reclamar por el
atrevimiento del gobernador. Las escucho
llorar y gemir por los efectos de las políticas de ese mismo gobernador. Las escucho susurrar cada uno de las promesas
todavía incumplidas y las decisiones tomadas que han trastocado nuestra calidad
de vida y nuestro bolsillo. Y es que
contrario a lo expuesto por el gobernador en televisión nacional, los cambios
que están ocurriendo actúan en detrimento de la estabilidad de la ciudadanía
general.
Al
menos en mi caso, no ha disminuido el costo de energía. Lo que sí ha disminuido es el consumo de la
misma. Incluso he tenido que pasar
noches sin abanico que disminuya el calor del verano. Como alternativa decidí utilizar uno de esos
ventiladores de baterías (creo que he
gastado casi lo mismo). Similar es
el caso con el agua. Mi factura ha
aumentado cerca de veinte dólares mensuales.
Esto a pesar de que compro el agua embotellada y utilizo el agua de
lluvia para los quehaceres de la casa.
En cuanto a la gasolina, no me preocupa en lo absoluto. Desde que el combustible subió a los bajos
ochenta centavos y quitaron el descuento por utilizar el auto-expreso, desistí
de utilizar el carro. Puede usted
imaginarse ahora que el litro sobrepasa el dólar completo. He optado por realizar todas mis diligencias
a pie, o en su defecto, en bicicleta (algunos
vecinos me gritan cosas como si yo pienso que estoy en Cuba).
En
lo que al empleo y desempleo respecta, sin el nuevo método que utiliza el
Departamento del Trabajo de ajuste estacional, la tasa de desempleo aumenta de 13.8% en el mes de junio a 14.7% en julio de 2013, lo que suma
12,000 desempleados nuevos. (Estos son los últimos datos del DT). Mientras
la tasa de participación laboral también aumenta de 40.7% en junio a 41.0%
en julio de 2013. Esto se traduce en un
aumento de 8,000 empleados en dicho mes.
Me parece curioso que la población apta para trabajar no tuvo variación
entre junio y julio. Pero como yo soy un
lego en estadísticas y no entiendo absolutamente nada de interpretación de
datos, lo dejo para los expertos. Lo que
sí puedo decir, y que a todas luces es una práctica institucionalizada, es que
los empleos creados son de bajo perfil, de línea o “entry level”. Es decir, son empleos para personas con poca
o ninguna preparación académica, devengando el salario mínimo federal ($7.25 por hora), a tiempo parcial (20 a 30 horas semanales) y sin ningún
tipo de beneficio marginal (ni
vacaciones, ni enfermedad, ni plan médico).
No obstante, no han podido cumplir con la promesa de crear cincuenta mil
(50,000) de estos empleos para los “ilotas”. Por tal motivo hay baterías de profesionales
con bachilleratos, maestrías e incluso doctorados, sin empleo o en el mejor de
los escenarios, ejerciendo funciones de meseros o mensajeros. Es decir, que nuestra clase letrada y
preparada académicamente, como los ingenieros, arquitectos, psicólogos, entre
otras profesiones costosas se cuentan en las filas del desempleo. Aun así, deben continuar realizando los pagos
de los préstamos estudiantiles que tomaron para terminar su educación. No es mi caso, porque con mi Maestría en
Artes Oscuras y mi Doctorado en Ciencias Ocultas, puedo obtener el empleo que
quiera y cuando quiera.
En
cuanto a la criminalidad, aparentemente para el honorable gobernador el hecho
de que la cifra de asesinatos en la isla ronde a penas los 600 hasta la fecha, es un logro extraordinario. Igual olvidó mencionar el primer ejecutivo que, según el Boletín de Puerto Rico, la cifra de quiebras personales hasta
la fecha alcanza las 7,270. Esta
tendencia podría llevar esta cifra hasta aproximadamente 11,000 quiebras
radicadas al concluir el año. También dejó de lado las miles de hipotecas ejecutadas hasta ahora. Una propensión clara a superar las 3,814
viviendas ejecutadas en el 2012.
Traducido en arroz y habichuelas, son 3,814 familias sin hogar. Pasó por alto, el distinguido gobernante en
su entrevista televisada, el hacinamiento en los hospitales del país donde
aceptan la tarjeta del gobierno.
Especialmente las Salas de Emergencias, donde la espera por un cuarto
para hospitalización promedia los cinco días calendario. Sin mencionar las vicisitudes que tiene que
superar un paciente para que le atiendan la condición correcta con tiempo
suficiente para sobrevivir a la misma. Obvió claramente, las condiciones
precarias de las carreteras, de los edificios públicos donde el ciudadano promedio
va a recibir los servicios que necesita, y los problemas recientes en el
sistema educativo del país. Pasó por
alto el aumento en el costo de sobrevivir en un país donde todos los productos
de consumo diario suben desmedidamente, reflejado en el índice de precios al consumidor más reciente. El aumento del café, la leche, el pan, y todo
lo que incluye la dieta diaria de la gente humilde. Añádale a esta lista de aumentos
astronómicos, el IVU a las compras que realizamos por la Internet. Esto sin mencionar su cara de satisfacción y
convencimiento al decir que su gestión está resolviendo la vida de miles de
puertorriqueños. Pareciera que no tiene
noción de lo que a corto, mediano y largo plazo significan para nosotros todas
las decisiones que tome bajo su mandato.
Mientras
tanto, su equipo de publicidad y relaciones públicas se dedica a promocionar el
slogan de la Isla Estrella. Inundan las redes sociales con datos que
resaltan nuestra calidad de isla de la fantasía. Han querido vender, incluso a nosotros, una
representación alegórica sobre nuestra triste y burda realidad. Pero este tétrico panorama nuestro de cada
día, no se circunscribe sólo a este gobierno inexperto e improvisado. Es el resultado galáctico de un esquema
inexorable del bipartidismo ceñido a nuestra cultura política por más de cinco
décadas. Todos los gobernantes que han
ostentado el poder de gobernar se han convertido al final de su jornada, en
canallas que traicionaron los mejores intereses del pueblo (Incluyendo, pero sin limitarse a los gobiernos populares y pene-pes). La conjunción de este astral sistema con
nuestra astronómica disposición a acatar ciegamente los dictámenes de las
tribus politiqueras, nos mantiene aherrojados a la calamidad presente. Somos cómplices en la medida que nos
préstamos para perpetuar en el poder a los personeros que pretenden hacernos
creer que se interesan por nuestro “Statu Quo”. Somos cómplices cuando
buscamos excusas providenciales y justificamos el estado actual con
subterfugios apocalípticos de arrebatamientos.
Somos cómplices desde el momento en que nos resignamos a vivir el día a
día, con la esperanza puesta en el próximo cuatrienio para dar nuevamente el
voto de confianza al charlatán de turno.
Más
que poseer delirios de grandeza cósmica, tenemos proyección cómica
internacional que raya en tragicomedia. Basta
con ver cada ocurrencia sobre la isla estrellá o estrellada. Hasta que no tomemos el control de nuestra
nave, hasta que no capitaneemos hacia futuros siderales (pero con los pies sobre la tierra), y hasta que no saquemos de
órbita los polizontes que quieren sabotear nuestro destino, no brillaremos con
luz propia. Sólo seremos una estrella
fugaz sin poder lumínico, sin cumplir nuestros más intrínsecos deseos, y mucho
menos los sueños colectivos de un futuro radiante. Claramente, seguiremos todos perdidos en el
espacio. Esta actitud de indiferencia
por las altas esferas administrativas causa en mí un ataque de ansiedad en
pleno apogeo. Decido bajar al sótano
oscuro en busca del teléfono para llamar a la predicadora telefónica. En esos momentos necesitaba de alguien que
todavía tuviera algo de fe. La penumbra
era tal que nunca apareció el aparato de comunicación. Así que, me refugio nuevamente en la caja que
ocasionó el episodio lunático, la televisión.
Pero esta vez busco canales americanos donde pueda alejarme de esta
locura tropical generalizada. Detengo la
desesperada búsqueda de algo diferente y refrescante en un noticiero en inglés
(recordé que tengo que practicar mi segundo idioma natural). ¡Surprise!
Barack Obama, presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, dando un
discurso sobre algo llamado Siria y la posibilidad de una acción militar
unilateral.
¡Levántate y anda!