martes, 30 de junio de 2020

Breves en la cartografía cultural: Rigoberta Menchú Tum y Puerto Rico

por Carlos Esteban Cana

La noticia más reciente que vincula a la activista y defensora de los derechos humanos Rigoberta Menchú Tum con nuestro Archipiélago Boricua y Caribeño fue el pasado 21 de septiembre de 2019. Ese día Menchú le entregaba el “Peace Summit Award” al cantante boricua Ricky Martin durante la 17ma edición de la Cumbre Mundial de Premios Nobel de la Paz en Mérida, Yucatán. En el 2011 Rigoberta Menchú Tum une su voz a personalidades mundiales y a otros premios nobel de la paz (entre ellos Adolfo Pérez Esquivel, Desmond Tuti y Coretta Scott King, viuda de Martín Luther King) por la causa de la liberación del boricua Oscar López Rivera. En el 2008 medios del País reseñaban que la destacada líder guatemalteca participaría del 10mo Encuentro Indígena de Las Américas, evento celebrado en esa ocasión en el Municipio de Caguas. Pero fue seis años antes de ese encuentro, en el 2002, cuando este servidor pudo entrevistarle y conversar con Menchú Tum durante su primera visita a Puerto Rico. A continuación quiero compartir con los lectores de Solo Disparates una crónica de ese acontecimiento que hasta el día de hoy ha permanecido inédita.

Pequeña crónica de una visita: Rigoberta Menchú Tum, premio nobel de la paz, entre nosotros

Esto sucedió un jueves. Era el 10 de abril de 2002 y en el Centro Cultural Ramón Aboy en Miramar, Rigoberta Menchú, premio nobel de la paz 1992, recibía regalos. Había sacado de su apretada agenda para compartir con la ciudadanía y la matrícula del Colegio de Abogados. El evento había sido convocado por la Comisión de Ciudadanos en Contra de la Pena de Muerte. Y el pueblo puertorriqueño se había volcado hasta el Centro Cultural para rendirle homenaje a una mujer singular. Rigoberta Menchú Tum representa para el mundo, para América Latina y Guatemala la reivindicación de los derechos humanos. Luchadora tenaz contra los delitos que ofenden la conciencia humana, Menchú estaba en Puerto Rico como invitada especial del Primer encuentro de la Sociedad Civil para el Desarrollo de una Cultura de Paz, simposio organizado por la Universidad de Puerto Rico, recinto de Carolina. Por eso el rostro de Rigoberta mostraba algo de cansancio. Porque aún dentro del poco tiempo que permanecería en el País, accedió a interactuar con aquellos que la solicitaran; su itinerario incluía además una visita a Vieques, con propósito de respaldar a la isla municipio en su gesta por la paz. Y ya era las 8:30 de la noche de un ajetreado día cuando recibió un regalo gestado en su tierra natal. Una Guía para la deliberación ciudadana sobre la violencia institucional, realizada por estudiantes puertorriqueños y de la Universidad de San Carlos de Guatemala, le fue entregada a Menchú. Escuchar del escritor Amílcar Cintrón Aguilú cómo aquellos jóvenes alumnos se involucraron en el proyecto, le hizo sonreír. Y es que todo lo que tiene que ver con jóvenes y niños es fuerza, es espíritu de acción para la fundación que ella preside. Y para ser sincero, no me pareció extraña su reacción. La noche anterior Rigoberta Menchú había estado compartiendo en la sede del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Allí fue recibida por personal de la agencia. Como era de esperarse, muchos periodistas cubrían el evento, pero también había niños. Niños de escuelas de Barrio Obrero y Trujillo Alto. Niños pertenecientes a comunidades de escasos recursos. Y fue precisamente para ellos, para los niños, que Rigoberta Menchú Tum habló:

Cuando yo era niña, me gustaba agarrar culebras. Mi tierra es una hermosa, donde llueve mucho y crecen los ríos, pero también llega el mediodía y a veces calienta el sol y salen las culebritas a calentarse. Entonces, cuando llegaba el mediodía, me gustaba ir a los ríos y vigilar; yo me sentaba y esperaba a que saliera una y la agarraba. Algo muy grande que yo aprendí también desde chiquita era conocer la oscuridad. Cuando uno está en el campo no hay luz. En esa oscuridad inmensa; desde las cinco de la tarde comenzaba a oscurecerse y amanecía probablemente a las ocho o siete de la mañana. Entonces había una parte de nuestras vidas que hacíamos en la oscuridad, por ejemplo, llegar a la casa a las siete de la noche. Entonces esa vida de la oscuridad, a mí me impactaba mucho. Hablo de cuando los seres de la oscuridad empezaban a salir. Me impactaba el silencio, los pajaritos, el calor que se sentía al dormir. Y entonces se formaba ese concierto de la naturaleza tan inmenso que cuando uno es niño es niño pues lo recuerda mucho; tal vez magnificado dentro de su imaginación. Bueno, pero lo más importante para mí era el tener siempre un lugar para participar. Me decía: “Yo tengo que hacer esto”. Me ofrecía de voluntaria para todo. Decía: “Yo voy allá”; “Yo también estoy aquí”. Y créanme que esa capacidad de participación que tenemos de niño la perdemos de adulto. Por eso es importante que nunca pierdan su pequeño niño, aunque seamos grandes políticos, grandes artistas, grandes empresarios o premios nobel de la paz. Y, de veras, se puede recibir muchos premios nobel de la paz, pero para lograrlo hay que trabajar mucho, pero mucho por los demás. Entonces lo que yo quiero comunicar a los niños de Puerto Rico es que no pierdan la identidad. Traten de ser alguien que haga recordar que la historia tiene memoria y que nuestra memoria es parte de la cultura. Sean realmente alguien. Lo que estoy diciendo es que cuando el destino te da una misión hay que hacerla con ganas, con fuerza, con alegría, porque esa felicidad es lo que no debemos perder en ningún tiempo de nuestra vida. Por eso yo estoy aquí, disfrutando estos pocos días, estos pocos minutos. Me acordaré de los rostros de ustedes por mucho tiempo y, seguramente, si hay alguna fotografía de los queridos periodistas, pues será más fácil cuando yo los vea un día de visita en casa.

También quiero decirles a los niños que no pierdan la capacidad de narrar, que cuenten, que narren sus historias. Los mayas y los pueblos indígenas le dan a la tradición oral un gran papel en su educación. Entonces es muy importante que nuestros niños participen. ¿Y saben por qué? Porque después de grandes no creemos que nuestro niño interior es parte de nosotros. Y nos da vergüenza demostrar ese niño interior que aún conservamos por el miedo a que nos vayan a decir: “Tú eres un inmaduro”; “Tú no sabes nada, eres un ingenuo”. Y para no aparentar ser ingenuo, entonces renegamos de nuestra niñez. Pero no. Hay que hacer un esfuerzo por sentirse niño, por no perder ese niño. Así que yo hablo con ustedes como me gustaría a mí contar los cuentos allá en la orilla de un fuego, en la noche, donde la leña está ardiendo y los abuelos están alrededor. Por eso quiero decirles a los niños que participen en rescatar la tradición oral que se ha perdido. Así que cuenten muchos cuentos.

Yo creo que la cultura no es solamente un acto folklórico; siempre digo que la cultura es más profunda. Para mí es un conjunto de valores y es lo que queremos para nuestros niños. Yo tuve dos hijos, uno se llamó Tz’unum que quiere decir colibrí, y en realidad Tz’unum era un pequeño colibrí. Estuve seis meses en cama durante el embarazo y después Tz’unum nació prematuro y ese hijo mío murió; yo digo que voló. Y cuando pienso en él también pienso en tantos niños en el mundo que los padres no los quieren, que son maltratados.  Y por eso estoy aquí también, a favor de los niños que luchan para que no los traten mal. Ojalá que nuestros niños no sean víctimas del maltrato en la casa, en la sociedad, sino que reciban el respeto y amor que merecen en esa convivencia desde pequeños.

Yo tengo otro hijo que se llama Mash Nahual J’a, “Mash” en memoria de Mashmon que quiere decir abuelo atado, ese abuelo atado es un vicioso porque está acostumbrado a que le rindan homenaje. Pero también ese abuelo atado es una memoria a la libertad mundial. Nuestros abuelos viajan libremente por la historia mundial y la de nuestros pueblos. Y el “Nahual J’a” quiere decir agua. Es por eso que cuando miro estas aguas tan grandes pienso que hay algo profundo que todavía el ser humano no debe explotar y no debe seguir buscando, si quiere lograr la plenitud de la vida. Así que mi hijo se llama Mash Nahual J’a, pero yo también tengo muchos otros niños. Por ejemplo, estoy vinculada a la Asociación de Niños Discapacitados, y cuando hablo de discapacitados me refiero también a los niños que tienen Síndrome de Down o tienen alguna limitación física, pero sepan que esas personas tienen muchísimas otras cualidades y capacidades. Aunque también esos niños sufren discrimen, no sólo por el color de la piel. Ustedes niños, por favor, no rechacen a nadie, porque ninguno sabe si algún día, por un accidente, se convierta en discapacitado y comience a pertenecer a ese grupo de personas. Por eso creo que la solidaridad humana hay que tenerla a todos los niveles. No hay que esperar a una lección de vida para hacer algo por los demás.

Niños, saquen la fuerza que tienen, utilicen la imaginación de la vida. Si alguno les dice que la violencia es viable para defender el honor de un hombre o de una mujer, no hagan caso. No. La violencia es de los cobardes; es de los que no tienen honor. En cambio, defender el honor de la vida es privilegiar eso que nos hace humanos, esa humanidad. Ya Martin Luther King nos dejó un camino abierto. Dalai Lama lo está haciendo y Mandela también. Podríamos mencionar a grandes héroes como a Gandhi. Y también los que están con nosotros son grandes porque grande no es solo aquel que sale en televisión. Estoy muy contenta de que la prensa televisiva este aquí pero no hay que salir en la tele para ser importante. La grandeza de los seres humanos está en lo que son capaces de hacer todos los días. Por eso, niños puertorriqueños, sigan adelante. Me gustaría que un día nuestros niños mayas les enseñen lo que saben hacer. En Guatemala somos un país de tejedores. Y una niñita como ustedes, así pequeñita ya sabe tejer, ya sabe cruzar un hilo con el otro y qué colores usar; ya tiene la paciencia para tejer. Entonces, si ustedes pueden ser tejedores o pintores, pues pinten siempre con esa gran visión de que todos los humanos somos de distintos colores. Como decía mi abuelo: “Todos somos hijos del maíz”.

Contaba el abuelo que algunos animales codiciosos habían escondido el maíz en la tierra. Y entonces cuando vino aquello que es el trueno, el trueno que anuncia la lluvia, cayó sobre la tierra y la reventó. Sucedió entonces que un grano se puso más o menos amarillo y el otro más o menos negrito y el otro más negro todavía; y otro se quedó blanco porque no se quemó. Entonces los abuelos volvieron a la tierra y sembraron semillas de cada uno de ellos. Y en definitiva, somos hijos de una misma tierra, solamente que cada quien trajo consigo mismo el color que lo engendró. Si nosotros dijéramos eso a nuestros hijos no tendrían los complejos que unos tienen de cambiar la piel porque no quieren ser hijos del maíz blanco o de otros que no quieren ser hijos del maíz negro. Entonces yo creo que hay que regresar a nuestros niños a los orígenes, a esos valores que nos hacen hijos de una misma tierra.

Bueno, pues para finalizar yo quiero desearles mucho éxito, así que felicidades. Y ahora vamos a jugar, vamos a bailar. Podemos cantar; yo no canto pero podemos pedir a otros que canten por mí. Gracias.

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Carlos Esteban Cana – Comunicador y escritor.  Nació en Bayamón, Puerto Rico, pero se crió en el pueblo costero de Cataño. Fundador de la revista y colectivo TALLER LITERARIO, publicación alternativa que marcó la última década de creación literaria boricua en el siglo XX.  Ha trabajado en el Instituto de Cultura Puertorriqueña como Coordinador Editorial, Director de Prensa para la V Feria Internacional del Libro de Puerto Rico y como Coordinador de Medios para el Encuentro de Escritores De-Generaciones.  Su periodismo cultural ha sido publicado en periódicos y publicaciones como Dialogo, Cayey, CulturA, El Nuevo Día, y Resonancias, entre otras.  Fue parte del colectivo El Sótano 00931.  Colaboro con el poeta Julio Cesar Pol, junto a Nicole Cecilia Delgado y Loretta Collins, en la antología Los Rostros de la Hidra.  

Su periodismo cultural es reproducido en diversos espacios y bitácoras cibernéticas, con columnas como: Breves en la cartografía cultural; Aquí allá y en todas partes; Crónicas urbanas y el boletín En las letras, desde Puerto Rico, en bitácoras como ConfesionesSólo Disparates, Panaceas y placebos, Boreales, Revista Isla Negra y en periódicos como El Post Antillano.  Tiene tres libros publicados: Universos (micro-cuentos); Testamento (antología poética; una selección de 46 cuadernos) y Catarsis de maletas (cuentos).  Actualmente reside en la ciudad de Nueva York y desarrolla la plataforma multi-mediática Servicios de Prensa Cultural.  Para Carlos Esteban Cana profesar creación y cultura es como recibir oxígeno; vehículos que le permiten ejercer su libertad.

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