domingo, 24 de junio de 2018

Dos caras

por  Caronte Campos Elíseos



Disfrutando de la tranquilidad que me brinda el Valle de los Reyes, donde ahora pernocto cómodamente, me encontré con un buen vecino.  Me invitó a una cena en un lugar atípico, sin importarle mi apego a la distimia.  Al contrario, me comentó que le agradaba la compañía de alguien con quien podía identificarse grandemente.  Durante el banquete disertaba sobre su lucha.  Según él, su lucha es una eterna contra los elementos externos que pueden malear una raza.  Vivía engolfado buscando la manera de purificar la suya.  Mostraba simpatía por la segregación, la separación, la eliminación de especímenes contaminantes, entre otras estrategias de supremacía racial.  Mientras saboreaba los manjares que servían en aquel mítico lugar, yo en silencio me escandalizaba por las expresiones vertidas por mi humilde anfitrión. 

Continuaba el comensal argumentado y enarbolando las ideas sobre como una nación puede conseguir su pureza y llegar a ser la culminación de la perfecta obra de Dios.  A mí me sonaba más como un pensamiento chovinista y anacrónico que a un simple pensamiento patriota.  No niego que los argumentos y explicaciones expuestas por mi acompañante sonaban harto interesantes y hasta con cierto sentido común y lógica.  La aspiración de que un país sea completamente soberano y libre de toda influencia e intervención extranjera, después de todo no suena tan descabellada.  Al final, todos los pueblos merecen ser dueños de su propio destino.

Pero la conversación comenzó a ponerse un tanto incomoda y extraña, cuando el camarada comenzó a alabar la gestión de la administración del presidente Trump.  Incluso lo llamó, hermano distímico.  Hablaba con odio de la antigua política americana y sus antecedentes y continuaba diciendo:

“Esa joven nación, que surgió gracias a un grupúsculo de sediciosos y rebeldes, siempre ha actuado con dos caras.  Pretendiendo siempre que son los redentores del mundo, como si fueran el pueblo elegido por Dios.  Estoy cansado de escuchar ese cliché de los pueblos elegidos.  Los norteamericanos, similar a los judíos, se autoproclaman los salvadores del mundo, los defensores de la democracia, los guardianes de los derechos.  Conforme a estos preceptos, han criticado, invadido, bombardeado, oprimido, aislado, bloqueado y asfixiado, países enteros; incluyendo, pero sin limitarse, a sus respectivas poblaciones, sociedades y desarticulado sus políticas y economías internas.” 

Continuaba con su diatriba:

“Los Estados Unidos han logrado esconder sus verdaderas y únicas intenciones con efectividad.  Lograron la desaparición de los indios nativos con las famosas reservas.  Mantienen la supresión de los afroamericanos después de años de instituir la segregación de los negros e hispanos.  En la Segunda guerra mundial acometieron contra los campos de concentración nacionalsocialistas, pero en su territorio continental instituyeron los campos de concentración para ciudadanos japoneses.  Luego contra Cuba por supuestas violaciones de derechos humanos.  Apoyaron gobiernos de dictadores asesinos en Latinoamérica.  Invadieron Kuwait, Afganistán, e Irak, por intereses meramente económicos sin considerar bajas civiles y daños colaterales; con el supuesto interés de llevar la democracia occidental.  So pretexto de los bombardeos del gobierno iraní a sus propios ciudadanos, bombardearon sínicamente a Irán.  Facilitaron dinero, armas y soldados para propiciar guerras internas en otros países.  Incluyendo Nigeria, donde la emprendieron contra el grupo extremista que secuestraba niñas para violarlas y mantenerlas como rehenes y esclavas.” 
   
En este punto ya tenía miedo de preguntar, hasta tomé mis medicamentos psicotrópicos:

“¿En que se relaciona con todo eso la política del nuevo presidente gringo?”

“Muy sencillo y elemental”, replicó.  “Donald Trump es la burda realidad del pensamiento e ideología norteamericana.  Los presidentes antecesores invirtieron esfuerzos y recursos para esconder lo que a todas luces es, históricamente, la verdadera mentalidad gringa.  Hoy lo vemos abandonar todos los tratados comerciales, desertar de las Organizaciones Internacionales y sus respectivos comités; lo vemos tomando decisiones unilaterales.  Implementando medidas y aprobando leyes para promover el retorno del capital a su territorio nacional; en contra de los principios de la globalización.  Reuniéndose y entablando relaciones estrechas con los archienemigos históricos de su país. Se le ve indiferente hacia las necesidades genuinas de los países vecinos y sus propios territorios. Amén de la apatía con la que trata a los ciudadanos de su bastión colonial en el Caribe.  Se maneja con actitudes y conductas racistas y totalitarias.  Cual caprichoso empedernido, levantando muros y barreras para aislarse del resto del mundo.

Yo que tiendo a ser aficionado a la locura, ya estaba escandalizado por lo que escuchaba.  En este punto ya estaba poseso por el terror a levantarme de la mesa.  Por los modales que me caracterizan y por no ser anticlimático, riposté con otra pregunta:

¿Y eso le parece a usted lo más sensato? 

“Me parece el comportamiento más natural y lógico de las razas superiores.  Pero su obra maestra, sin lugar a dudas, es su política de cero tolerancia en los asuntos fronterizos.  El mecanismo más rápido y eficaz para eliminar una especie, es impedir su reproducción.  Sus acciones proactivas en separar los niños y niñas de los padres al cruzar las fronteras, colocan la especie inmigrante en el precipicio de la extinción.  Todo esto con impunidad ante la inacción e indiferencia de una sometida y mancomunada comunidad internacional.”

Perturbado mentalmente (como siempre) y luego de escuchar un golpe a puño cerrado sobre la mesa y perversas carcajadas que llegaban al cielo (o  tal vez al infierno), noté que la ilusión óptica había desaparecido.  Solo me quedaba el mal sabor de la comida recalentada, las botellas vacías de Federweisser, un libro autografiado que lleva por título: Mein Kampf; y la horrenda noción de que estamos viviendo bajo un régimen neonazi extemporáneo en nuestro hemisferio.

¡Levántate y anda!


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