jueves, 21 de mayo de 2015

Isla del Cannabis

por  Caronte Campos Elíseos


Luego de unas merecidas vacaciones, donde todo este tiempo disfruté a solas de mis depresiones, estrés postraumático, recuerdos de mi crianza difícil, y toda suerte de estresores violentos, he regresado cual hijo prodigo.  Debo confesar que aunque siempre he sido un fuerte crítico de las hazañas y patrañas gubernamentales, en esta ocasión me ha tocado rendir mis honores y extender mis felicitaciones al gran y excelso gobernador de Puerto Rico.  Con su última decisión de aprobar el uso del cannabis o como se conoce comúnmente por esos lares, la Marihuana, se ha ganado mis respetos.  Y no solo por los beneficios que esto implica para todos los pacientes de cáncer y otras enfermedades en la isla, sino por todas las ventajas que trae por carambola para el resto de la población.  Me parece, y creo que todos los lectores estarán de acuerdo conmigo en esto, que el gobierno dado un paso gigantesco hacia el futuro colocando la isla a la vanguardia de las américas.  No únicamente por lo que la orden en si misma conlleva, sino también por convertirse en un gobierno que piensa y actúa en pos del bien común de todo el colectivo y en el bienestar de todos y todas sus constituyentes.
 
Admito que al principio me encontraba un poco reacio y con muchas dudas sobre  la efectividad de la aprobación de esta clase de productos.  No sabía cuál era la verdadera intención detrás de esta movida.  Llegué a pensar que la única razón que tienen los legisladores usuarios es no tener que realizarse pruebas de dopajes que arrojen resultados positivos, y esto les cueste sus lucrativos puestos.  Mi carácter escéptico me lleva a dudar de todo y de todos.  Así que decidí ponerlo a prueba.  En vista de que no encontré a nadie dispuesto a ayudarme con mi primera receta, me tome la libertad e iniciativa de ir en busca de algún genérico, bioequivalente, o en su lugar, algún sustituto.  Para esto me fui por esos pueblos costeros que se niegan a morir, donde conozco de muy buena tinta, abundan estos productos.  Llegué a mi casa con las dosis recomendadas por los farmacéuticos sin licencia de los puntos de ventas estratégicamente ubicados.  Mientras me administraba las primeras dosis, pensaba en lo audaz del gobierno en aprobar una medida que a todas luces, beneficiará al 100% de la población, exceptuando a los menores de edad que por razones obvias pueden tener contraindicaciones.

No tardaron mucho en hacer acto de presencia los efectos de los productos que me proveyó aquel jovencito, que aunque por su corta edad no puede consumirlos (como ya mencionamos), se encarga de distribuirlos a sus clientes satisfechos.  Comencé por sentir una sensación de euforia y alegría desmedida; luego sentí deseos de correr, gritar, brincar, y hasta bailar; me sentía sobre-excitado y emocionado, hasta pensé en salir a buscar compañía de alguna proxeneta.  Tiempo más tarde, tantas emociones me dejaron hambriento, exhausto y atolondrado.  Las dudas en mi cabeza sobre las motivaciones del gobierno, se fueron disipando como el humo.  Después de tan largo viaje, puede ver la luz al final del túnel.  Divagando todavía entre el cansancio físico y mental, entendí las verdaderas intenciones de nuestro honorable gobernador. 

A todas luces, la maquinaria de asesores y publicistas con gran experiencia en sustancias psicoactivas, encontraron la manera de introducir nuevas legislaciones y conseguir el apoyo de la inmensa mayoría de los puertorriqueños.  Induciendo al pueblo al consumo legal de tales derivados, garantizan el triunfo de todos sus entuertos sobre nuestro exiguo razonamiento y escaso sentido común.  De que otra forma, si no es bajo los efectos de algún agente psicotrópico, pudiera este país aguantar y sobrellevar las vicisitudes de una política partidista oportunista.  Claro, los de cuello blanco saben que solo cayendo en un perenne, pero placentero arrebato mafutero, pueden pasarnos gato por liebre.  Ciertamente, la única manera de que un país se convierta en cómplice de su propia desgracia, y consienta: una deuda pública sideral, una quiebra financiera, unos servicios mediocres, exceso de medidas impositIVAs, el disloque del sistema educativo, el hundimiento de las corporaciones públicas para venderlas a buitres extranjeros, las escoltas millonarias para los responsables de la miseria colectiva, los fondos millonarios para las fundaciones fantasmas de estos personeros, la eutanasia del sistema de salud, un sistema judicial politizado hasta la medula, el nepotismo burdo, la corrupción corrosiva, entre otras minucias; es con la modificación de su sistema de neurotransmisión.  Es decir, inhibiendo o modificando su actividad mental (si alguna).

He llegado a la conclusión de que la medida es buena.  Tiene el efecto anestésico que necesitamos para no sentir las veces que nos violan y sodomizan con infinidad de leyes absurdas; nos mantiene hipnotizados mientras nos saquean los bolsillos; e inhibe el orgullo boricua mientras destruyen el país.   Adicionalmente, provee para que todo aquel que prefiera vivir en la enajenación intelectual voluntaria (como yo), no se sienta aludido ni culpable y mucho menos responsable por votar por ese enjambre de incompetentes.  Agotado por tanta reflexión humo-tivadora, fui a darme una ducha.  Tanto esfuerzo mental hizo que sudara las pocas neuronas que me quedan.  Sorpresa me lleve al abrir todas las mezcladoras de la casa, y notar que de ninguna de ellas salía gota de agua.  Recordé que el gobierno ya había declarado la sequía anual. Corrí sin más a darme otro “pasesito” justo y necesario.  ¿De que otra manera puede un isleño sobrellevar que en una isla (rodeada de tanta agua), todos los años se racione el preciado líquido por escasez, sin que el gobierno posea un plan correctivo a corto y largo plazo? Con todo a mi alrededor dando vueltas, llega a mi mente este último pensamiento: “Pido que nuestro gran y nunca bien ponderado gobernador, tenga la oportunidad y el tiempo necesario para culminar la transición y cambio de imagen nacional, pasando de ser la Isla del Encanto a la Isla Estrella, y muy pronto, a la Isla del Cannabis.  Que así lo ayude dios”.

¡Levántate y anda!  


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