viernes, 21 de febrero de 2014

Epicedios de Javier Febo Santiago

Por Angelo Negrón

     Me encanta la poesía a manera de puerta por la que puedes entrar o salir con daños o beneficios internos. Por eso, debo llamar a las letras de Javier Febo como Poesía Eficaz, no sólo por lo transgresora, enérgica y valiente, sino también, por su penetrante autoridad. Lejos de toda retórica puedo decir que en ella no sobra ni falta nada, o sea su poesía estrictamente es. Lo que me lleva a preguntarme: ¿La poesía total existe? Epicedios es poesía multiforme que evoca tanto alucinación como realidad. En otras palabras: La inspiración que engendra Febo puede dictarse como un recurso natural al hambre por las buenas letras…

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Epicedios esta disponible para lectura gratuita en el siguiente link: ISSUU

martes, 18 de febrero de 2014

Así es el amor

por  Caronte Campos Elíseos



Quiero contarles lo que me sucedió el 14 de febrero.  Si, el día de San Valentín. Mejor dicho, el día del amor y la amistad.  Así lo han bautizado los gurús de los mercados y los dioses de la mercadotecnia, para lucrarse de los sentimientos de unos y pretensiones de otros.  Pues bien, recibí una invitación de mi amada (deben recordarla por sus escapadas luego de apasionadas noches y su desapego cultural), para un tipo de cena importante y especial.  Por la fecha y la huera celebración supuse que era para hablar de dos temas relevantes para ambos.  El ingente amor que nos une, o de mi pasatiempo favorito... coleccionar viejos periódicos para leerlos luego. Personalmente esperaba que no fuera sobre esto ultimo.  Es un tema que nos ha traído controversias en pasadas ocasiones.

Decidí presentarme de manera diferente para sorprenderla.  Paula se ha quejado mucho sobre mi apariencia.  Por tal motivo, me bañé con mi perfume favorito, Otelo. Así cuando estuviera frente a ella, no tendría aroma de flores blancas y amarillas de funeraria abandonada.  Llegué casi puntual al sitio del encuentro, solo dos horas de retraso.  Es un lugar donde hacen unas fabulosas exquisiteces.  Un pequeño restaurante a la orilla del mar, donde solíamos comer y observar juntos el horizonte cada mediodía.  Al entrar noté que mi bella dama no había llegado.  Pedí al mesero, el que siempre nos ha brindado sus atenciones, una mesa para dos.  Observo tranquilo.  Nada ha cambiado con los años.  El gordo mesonero, las dos escuelas que sirven de fondo y el pesado aire cargado de sustancias energizantes provenientes de alguna planta termoeléctrica cercana.  


Al fin llega mi reina amada.  Deslumbrante como siempre.  Le hago una señal, y llega hasta nuestra mesa.  Ordeno unas bebidas para ambos, las de siempre.  Me dice que no tiene mucho tiempo.  Dice que lo que tiene que informarme es muy delicado. Quiere que lo coja suave y que no pierda la calma.  Trato de ser cordial y que no se sienta presionada.  Le digo que ya lo se todo.  Sé que hay disturbios en Venezuela, que los bonos obtuvieron una triple degradación, que el gobernador y su equipo son una bola de incompetentes.  También estoy enterado que  el gobierno está en bancarrota y la deuda es más grande que la de Detroit.  

Me interrumpe y me dice que no es nada de eso de lo que quiere hablar.  Por eso la amo tanto, ella sabe que esas cosas me desajustan mental y emocionalmente.  No quiere que tenga una de mis perennes crisis.  Le comento que ya estoy enterado de la muerte de Luis Raul, del aumento en los peajes, y de la planilla anual única.  Tengo conocimiento del próximo aumento en la luz, el agua y el desempleo (no en el pago, si no en la cantidad de desempleados).  Sé además, del “chatarrazo” a los bancos locales, de la condena de Pablo, la degradación del Sagrado Corazón y de la enorme evasión del IVU luego de cobrado a los incautos consumidores.  También estoy enterado sobre la propuesta para ofrecer incentivos a los que huyen del país emigrando hacia Estados Unidos; y de las penalidades, recargos, multas e impuestos para los que se quedan aquí "chupandose la" crisis.   

Algo llorosa me pide que me detenga.  Que la deje hablar de una vez.  Nunca me ha gustado verla así, tan sentimental.  Le digo que no se preocupe, que estoy al tanto de la pederastia católica y de los crecientes casos de maltrato a menores de edad.  Hiere la sensibilidad el maltrato institucional en las escuelas del país, el paupérrimo sistema de salud, y los mediocres servicios públicos.  Sin mencionar las medidas impositivas, el secuestro de los derechos adquiridos de los trabajadores, la aniquilación de la clase media y la eutanasia del retiro de los educadores.  Amén de la destrucción sistemática de los bienes públicos, la entrega de la administración de los activos del pueblo y el mal manejo del sistema de "justicia".


¡Cállate! me grita desesperada la damisela. Algo molesta me dice que no tiene tiempo para sandeces.  Acto seguido me dice que próximamente contraerá matrimonio.  Eso era lo que tenia que decirme.  Para eso me citó a tan romántico encuentro.  Después de un rato en estado catatónico y recuperado del "shock" que causó en mi la noticia, le reclamo poseso de la ira.  Siempre me habló de su gamofobia, a lo cual yo nunca le di importancia.  Prefería tenerla conmigo libre y voluntariamente.  De ocasiones, sin presiones ni compromisos.  Esa era su condición para nuestro amor.  Ahora entiendo que solo se escudaba en su condición para mantenerme al margen, a raya.  Se entrega, ante los ojos de un juez o de algún dios, a otro hombre.

Me dice con gran sentimiento, que ella tiene ciertas necesidades.  Quiere un hombre normal, sano, cuerdo, profesional y con futuro.  Necesita a alguien que le brinde seguridad y estabilidad, tanto emocional como financiera.  Para ser honesto, comprendo que yo no soy ese tipo de compañero.  No puedo llenar los zapatos de su príncipe azul.  Antes de retirarme fulminantemente, le expreso mi sentimiento.  Le digo que espero que ese señor perfecto que hoy le ha ganado su corazón, algún día la ame tanto como yo.  Me dice que me siente un breve momento.  Quiere que conozca al susodicho.  Realiza una llamada, y entonces algo apesadumbrada y ya casi sin aire, me pide que tenga calma y me relaje.  Cree que es mejor que lo conozca antes de irme, antes hacer una de mis locuras o disparates.  "Así es el amor", me susurra con voz tenue y entrecortada.  


Asombrado me dio un escalofrío al ver parado al lado de mi mesa y tomar de la mano a la que hasta ese momento era mi Perséfone, a mi amigo, el doctor. Siento que no puedo moverme.  La impresión fue enorme y la sorpresa monumental (quería sorprenderla y el sorprendido fui yo).  Solo alcance a decirle al desarmado captor, que con sus flechas ha conquistado el corazón de mi princesa, que únicamente espero recibir de sus manos, su carta de renuncia.  Rápidamente coloca un papel sobre la mesa.  Disimulando el vahído y mi pena, lo miro de reojo.  Pude notar que el papelito que suscribe el traidor arquero, es la nota que me da acceso a mis propulsores de bienestar pasajero.  Me levanté de mi silla, miré a los ojos a la que ahora se ha convertido en mi eterna Helena, y me despedí para siempre.  Salí del lujoso restaurante a toda prisa, no sin antes recoger de la mesa mi pasaje a otros mundos.      


¡Levántate y anda!

lunes, 17 de febrero de 2014

En las letras, desde Puerto Rico: Serie Homenaje a Julia (Segunda Parte)

por Carlos Esteban Cana

Cómo vio Angelamaría Dávila a Julia de Burgos


Continuamos nuestra celebración por el centenario de la escritora Julia de Burgos, y en esta ocasión compartimos con ustedes un tributo singular que recibió nuestra poeta en 1977.  Y es que ese año, otra gigante de las letras boricuas, Angelamaría Dávila, incluye en su legendario libro Animal fiero y tierno, un poema para Julia titulado, Homenaje 



Homenaje

Julia, yo vi tu claridad
y vi el abismo insondable de tu entraña.
Vi tus oscuras vísceras con estrellas dormidas.
Vi cómo deshojabas el misterio
para quedarte a solas
con pistilos y estambres luminosos,
enjugando los pétalos con lágrimas.
Yo vi con cuánto asombro adolorido
te enfrentabas al mundo.
Yo vi cómo el silencio
no pudo amordazar tu lengua transparente;
lo silenciaste a golpe limpio de ola
poblándolo de células palabras,
vi cómo las palabras
son agua y son torrente por tu boca.
Julia,
como viviste para la claridad, te fuiste desvivida;
tal vez yo pueda ser un mucho tu pariente,
sobrina, nieta, hija, hermana, compañera
por la vena de sangre, río luz que se expande
saltando por el tiempo;
de tu tumba a mi oído
de tu vida quebrada hasta mis pájaros
de tu oído silente hasta mi canción titubeante
de tus alas cortadas hasta mis cicatrices
de tus flores al viento como estrellas
desde nuestro dolor,
hay mucho espacio mudo de fronteras continuas
hay mucha sombra y mucha canción rota;
hay mucha historia.

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Carlos Esteban CanaComunicador y escritor.  Nació en Bayamón, Puerto Rico, pero se crió en el pueblo costero de Cataño.  Fundador de la revista y colectivo TALLER LITERARIO, publicación alternativa que marcó la última década de creación literaria boricua en el siglo XX.  Ha trabajado en el Instituto de Cultura Puertorriqueña como Coordinador Editorial, Director de Prensa para la V Feria Internacional del Libro de Puerto Rico y como Coordinador de Medios para el Encuentro de Escritores De-Generaciones.  Su periodismo cultural ha sido publicado en periódicos y publicaciones como Dialogo, Cayey, CulturA, El Nuevo Día, y Resonancias, entre otras.  Fue parte del colectivo El Sótano 00931.  Colaboro con el poeta Julio Cesar Pol, junto a Nicole Cecilia Delgado y Loretta Collins, en la antología Los Rostros de la Hidra.

Su periodismo cultural es reproducido en diversos espacios y bitácoras cibernéticas, con columnas como: Breves en la cartografía cultural; Aquí allá y en todas partes; Crónicas urbanas y el boletín En las letras, desde Puerto Rico, en bitácoras como Confesiones, Sólo Disparates: buscando la luz al final del túnel, Panaceas y placebos, Boreales, Revista Isla Negra y en periódicos como El Post Antillano.  Tiene tres libros publicados: Universos (micro-cuentos); Testamento (antología poética; una selección de 46 cuadernos) y Catarsis de maletas (cuentos).  Actualmente reside en la ciudad de Nueva York y desarrolla la plataforma multi-mediática Servicios de Prensa Cultural.  Para Carlos Esteban Cana profesar creación y cultura es como recibir oxígeno; vehículos que le permiten ejercer su libertad.

martes, 11 de febrero de 2014

Poseídos

Por Angelo Negrón



El frío de aquella oficina, aunque artificial, le trajo recuerdos de la razón por la que había llegado hasta allí y no pudo suprimir una mueca de tristeza. Desesperado, se llevó las manos al cabello y con ademanes de negación prometió que sería la última vez que explicaba los hechos. Los interlocutores lo miraban y se miraban. Aquel cuarto, cuyas paredes tenían más oídos que ninguna otra, era adornado por el clásico espejo que servia para que ojos ocultos también fueran espectadores. El declarante lo reconocía así y no entendía porqué, siendo el testigo clave de la secuela de eventos que aún no culminaba, lo trataban como sospechoso. Le ofrecieron café e incomodo mencionó que no bebería nada que no fuese preparado por él mismo por el resto de su vida. Preguntó el porqué seguían obligándolo a declarar. Ya iban tres veces y tenía conocimiento de que había sido grabado en audio y en video; incluso su firma era protagonista al final de las tres transcripciones que le presentaron. Repitió su promesa de negarse a seguir hablando. Según dijo, no deseaba por nada del mundo tener que repetir lo que ya asumía estaba totalmente claro. Uno de los entrevistadores pulsó sobre las letras rojas que leían “Record” y colocó la grabadora encima de la mesa. El otro, mientras mordisqueaba una dona, preguntó por los sucesos con la insistencia de quien quiere corroborar los hechos o simplemente divertirse con el dolor de alguien más. El deponente se miró en el espejo y notó como iba cambiando su semblante según traía a su memoria las palabras que describían lo que aconteció apenas una semana antes.

— Esos días con sus noches fueron demasiado extraños. No puedo recordarlo todo pues el terror que me invadió fue descomunal. Temí incluso por mi vida. Aquello fue ese tipo de aventura que deseas olvidar y que, por más que tratas, esta en las neuronas más activas de tu lucidez…

…Tony, Vanessa y Nachi, nuestros anfitriones, nos recibieron en Jayuya, junto a los demás invitados, a un fin de semana cuyos planes eran pasarla entre cuentos, ensayos y poesía. Ninguno de los presentes suponía siquiera que esos tres días marcarían nuestras vidas y sabe Dios si nuestras muertes. Luego de la burocracia, que nos exigió conocer los nombres de los rostros nuevos y presentarnos unos a otros, nos acomodamos en sillas, hamacas o en un piso de madera. Aquellos tablones que pisábamos eran bendecidos por un árbol de pomarrosas, la neblina, poesías, cuentos y las estrellas más fulgurantes que he visto en mi vida. Hacía mucho frío, (como el de este maldito cuarto) ¿Podrían bajarle al aire acondicionado? Si ustedes no pueden hacerlo, pídanlo a quienes estén detrás del espejo yo puedo esperar a que lo bajen y sigo hablando...

¿Dónde me quedé? Ah, Nos acomodamos en sillas, hamacas…no, eso ya lo dije, ¿verdad? Me quedé en que estábamos reunidos tertuliando. Bien. Luego de varios chistes con sus respectivas carcajadas, de buen vino y chorizo cantimpalo a todos nos entró el cansancio por el largo viaje para llegar y nos retiramos a descansar. Tremendas habitaciones o casas de campaña que albergarían a ocho invitados, definitivamente nuestros anfitriones no escatimaron en complacencia.

Esa primera noche; todos pudieron descansar excepto yo y… perdón; el burro alante ¿no es verdad? Carlos Esteban y yo no pudimos conciliar el sueño. Él; porque de manera extraña espiaba a todos y yo; porque me pareció extraño lo que hacía y comencé a espiarlo a él. Fue muy extraño escucharlo hablar solo y hasta maldecir en susurros. Además de verlo accionar su grabadora una y otra vez, su caminar hacía mucho ruido. A ratos me acostumbraba a sus pasos disimulados y acercamientos a cada casa de campaña con la grabadora y la preocupación de no ser descubierto, pero cada vez que cerraba mis ojos el extraño ruido proveniente de la suela de sus zapatos o del clic de la grabadora llamaban mi atención. Me digno de conocerlo hace tantos años que lo menos que había considerado es que Carlitos es uno de ustedes, una especie de agente encubierto. Bueno, eso lo supuse después, cuando acontecieron otros detalles…

¡Que noche aquella! De hecho; la más tranquila. Pude conciliar el sueño unos once minutos antes de que Vanessa encendiera una radio que le servia de despertador. Luego del desayuno Tony nos mostró el paraíso donde “recargaba baterías”. Nos señaló la montaña Puntita, Los Tres Picachos y nos regaló sus vastos conocimientos en lo que al “pueblo del tomate” o “al valle de ensueño”, se refiere. Visitamos un río donde una piedra fue escrita por nuestros ancestros los taínos, fuimos al museo del Cemí y a la casa Canales. Regresamos a la vivienda de nuestros anfitriones. Aquel contacto con la naturaleza, y el compartir con mis colegas, fue excepcional. Y digo fue, porque así era; todo estuvo muy bien hasta el momento en que a Tony le dio con preparar una extraña bebida. Su verdadero sabor, según nos dijo, sería disimulado con el sabor de unas pocas chinas mandarinas que yo alcancé a recoger justo al lado del museo casa Canales. El efecto de aquel brebaje no se hizo esperar. A cada uno le afectó de diferente forma. En este instante me arrepiento de no haberlo consumido, pues estaría igual de demente que todos ellos y no hubiese sufrido de verlos caer en tales consecuencias…

Los síntomas, como ya dije: variados; comenzaron por afectar al mismo Tony, creo que por ser el primero y el que más la consumió. Apenas una hora después de haberla degustado comenzó a gritar desesperadamente que miráramos hacia los tres picachos en donde aseguraba ver una ola gigante. En cuestión de segundos; su esposa y su hija corrían jalda arriba persiguiendo al ser que aterrorizado gritaba “Mega-Tsunami” “Mega Tsunami”. Todos quedamos sorprendidos y petrificados; no sabíamos que hacer. Nuestros anfitriones gozaban de una velocidad increíble y por más, que algunos trataron de alcanzarlos fue imposible. Ahora que lo pienso debe haber sido el brebaje. Tony debe haber experimentado con la semilla del árbol Cojobaná y lo que les dio a beber fue el polvo sagrado ceremonial de los taínos. Atónito yo miraba a mi esposa. Turbado por Tony y su familia me disponía a decirle que no se preocupara cuando los presentes, incluyéndola, comenzaron a convulsionar. Parecían estar poseídos.

Lo haré diferente a las primeras tres veces que declaré. Les explicaré los síntomas que alcancé a ver, pero no lo haré en el orden cronológico pues no quiero estar de atrás pa’lante otra vez. De hecho lo resumiré. Si. Lo haré de tal manera que transcribirlo sea fácil. En verdad deseo que esclarezcan este caso y me dejen de mirar como si yo fuese el culpable de todo. Quiero encontrarlos a todos y ayudarles. Deseo irme a casa; con mi familia…

Disculpen las lágrimas, pero fue atroz. Amilcar fue poseído por algún espíritu extraño. Comenzó a arrancar papeles de una libreta y a gritar que construiría “un barco de tinta china”. Luego de varios origami, de hecho bien confeccionados, lo vi saltar de alegría mientras exclamaba alabanzas a Mahoma…

Edgardo se encaramó en el lomo de un caballo y mientras lo agarraba, de manera extraña, por la crin con su pie derecho hacia ademanes de querer encenderlo. Mientras repetía que esa era su Harley Davidson preferida…

Wanda decía que todo estaba oscuro. Se aferró a una mata de plátano y le llamaba por el nombre de la hija de Tony. Extrañamente cayó en la maleza y comenzó por convocar desesperadamente a un cirujano plástico mientras entonaba una canción en inglés…

Raquel cavaba en el suelo y buscaba, según dijo, la materia necesaria para construir un castillo al que habitasen hadas o mariposas. Después cambió de idea y comenzó a buscar en los alrededores ranas a quienes besar bajo la certeza de que podrían ser Príncipes Azules…

Isabel, mi esposa, salio corriendo. Buscaba la manera de agarrar los gansos que ya estaban atrapados en un corral cercano con la idea de celebrar el día de acción de gracias en pleno mes de enero…

Stephanie, mi hija, con tanta agilidad que no pude detenerla se montó en una cabra que gozaba de ubres recrecidas y la vi pasear de un lado a otro del patio…

Carlos, ¡Ay Carlos! Ese fue el verdadero causante de la desgracia. Estas lágrimas que ven en mi rostro son por su culpa. El brebaje le afectó tanto o más que a Tony. Comenzó por acercarse a la fogata que habíamos encendido gracias a su idea de combatir el frío. Colocando una sabana encima del fuego hizo señales de humo que pedían la intervención de sus colegas agentes. Fue increíble ver su transformación. Se colocó una banda de tela camuflajeada y se pintó su rostro con el hollín de los leños que había encendido para la hoguera. Tres líneas en cada mejilla; líneas distintivas del ejército cuando va a misiones nocturnas o a los indios en pos de guerra. En verdad fue terrible; no sólo sus ojos delirantes y su vestido a la usanza de Rambo, sino también el largo cuchillo que se colocó en el cinto. Las tácticas de combate, aprendidas no sé donde, le sirvieron para, de forma prodigiosa, capturar a cada uno de nosotros, excepto a Tony y a su familia a quien prometio dar captura eventualmente. Nos obligó a amarrarnos unos a otros a los postes que hacían de verja y buscó la cámara de video. Esa cámara es la que tienen que estar buscando; ese video aclara todo lo que sucedió. Pero no, insisten en entrevistarme una y otra vez...

…¡Claro que pudo con nosotros! Si él hubiese colocado el cuchillo en la garganta de una de sus hijas; ¿Qué hubiesen hecho ustedes? Los demás estaban drogados; en una especie de trance, como quien dice: yo estaba solo. Cada uno de ellos decían palabras sin sentido y Carlos insistía en que nosotros éramos “Litera Diez” una especie de grupo comunista que estaba en contra de su bandera americana. Por más que le expliqué que estábamos “guillaos” de literatos insistía en que aquella reunión sería el segundo Cerro Maravilla… Preguntaba por las armas y los explosivos tercamente y temí por nuestras vidas más que nunca. Pensé en nuestros nombres escritos en grandes letras rojas de algún titular y saqué las fuerzas para soltarme las amarras.

Todo ocurrió muy rápido. Inmovilice a Carlos antes de que sacara el cuchillo y lo amarré con fuertes nudos y hasta lo rodeé con las hamacas dejándole espacio sólo para respirar. Él repetía gritando: “Conspiración” mientras yo desamarraba a todos. Ese fue mi error. Al soltarlos se revelaron en mi contra. Fue desesperante. Los salvé y ellos me lo agradecieron vapuleándome. Pensé que fue ese síntoma que sufren los secuestrados que terminan idealizando al secuestrador, pero sé que la droga que les dio Tony era fuerte.

¡Un verdadero motín! Hasta mi hija trató de atraparme. Tuve que salir corriendo y aprovechar la noche para salvaguardarme. Estuve perdido en la espesura del campo. Comencé a guiarme por la salida del sol para orientarme y caminar hacía el norte. Ese día me alimenté de frutas silvestres. Por la noche, rendido por el cansancio y ante la certeza de que no era seguido me dispuse a dormir. Tony y su familia me encontraron. Estuve a punto de salir huyendo, pero me di cuenta que no tenía escapatoria. Fue una escena extraña adicional. Él me habló en otra lengua con tono amistoso. Cuando percibió que no le entendía me dijo en perfecto español, que lo disculpara, había olvidado que yo no hablaba arawak. Me explicó que estaba en camino a La Cueva del Indio en Arecibo para seguir defendiéndose de los ataques de españoles. Miré a su esposa intranquilo y ella mencionó que no debía preocuparme; su esposo, según explicó, era nada menos que Bajarí Baracutey en persona y se conocía el área a la perfección. ¡Locos! Medité. Tuve temor y mucho recelo en aceptar su invitación a acompañarlos pero, aunque supuse que andar juntos me atrasaría, también deduje que; no sólo tendría posibilidades de llegar a mi destino sino también de sobrevivir.

Ellos conocían de alimentos. Toda clase de tubérculos, guanábanas, calabazas, pájaros, loros, iguanas y serpientes fueron parte del menú en esos dos días de viaje. Evitaban la civilización y nos adentrábamos, cada vez más, por linderos difíciles y nada habitados. Cuando noté que los síntomas del brebaje habían causado un daño permanente en ellos lloré como un niño; aquella maldición arropó a mi familia cercana y a mis amigos. Me preguntaba en que estado se encontraban cuando decidí que debía acelerar el paso y cumplir con mi plan primero; llegar a un cuartel de policía para regresar a buscarlos.

Me despedí de mis acompañantes. “No seas buticaco” me dijo seriamente Tony. Aún sin entenderlo le dije adiós agradeciéndole y prometiéndome, en silencio, ayudarlos de igual forma. Debe existir un antídoto para curarlos y ustedes siguen haciéndome repetir confesiones una y otra vez con sus preguntas irrelevantes en lugar de estar buscándolos. ¿Ya buscaron en la loma de Mahoma? Puedo llevarlos. Estuve allí. Insisto; partamos ahora. Podemos encontrar la cámara de video. Puede tenerla Edison, el supuesto profesor. Escuché a Carlos hablando vía teléfono celular con él. Pa’mí que es agente también. ¡Hagan algo! ¡El tiempo corre! ¡Con razón todo el mundo piensa que el sistema es una mierda! Soy ciudadano, tengo derechos… ¡me acusan de algo, me ayudan a encontrarlos o me dejan salir para ver que puedo hacer!

El interlocutor más alto tomó la grabadora con la parsimonia de quien no ha terminado un largo turno de trabajo y desapareció por la puerta sin decir palabra. El otro, antes de salir, sólo dijo espera aquí. El entrevistado se burló. ¿Donde más podría esperar? El cerrojo de la puerta se encontraba por fuera. Los entrevistadores entraron a la habitación que gozaba de la otra parte del espejo. En ella un grupo de personas hacía turno para abrazar a una mujer de ojos verdes y a su hija que lloraban desesperadamente. Uno de ellos dijo:

— Doctores, en verdad no nos dimos cuenta cuando preparó y se bebió entera una botella de jugo de china mandarina; mezclada con pitorro y té de hojas de campana…




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Los nombres en esta historia no se han cambiado, obviamente los hechos si.


"Poseídos" nació de un reto que hiciera Carlos Esteban Cana en el 2006. En el pueblo de Jayuya, en la casa de campo del también escritor Antonio Aguado Charneco, nos reunimos un fin de semana. Más de diez personas nos apartamos de la selva de cemento adentrándonos al paraíso que supone estar cerca del punto más alto de Puerto Rico, la montaña Puntita. Allí entre amigos tuvo lugar la bohemia/tertulia más extendida y profunda en la que he participado. Por tres días disfrutamos de leer y escuchar historias, además de críticas constructivas y paseos por este formidable pueblo y la finca de 25 cuerdas de Tony.

El reto de Carlos Esteban fue que cada uno de los allí presentes escribiríamos sobre la estadía. En este escrito utilicé elementos de los relatos que algunos de ellos escribieron gracias al reto de Carlos o algún detalle que conozco de sus personas referente a sus gustos o sus manías. Desde ese fin de semana el grupo de amantes de las letras que asistió a este, para mi, magno evento, del cual guardo recuerdos hermosos, nos conocemos como Litera 10. Esto debido a un chiste interno que tiene que ver con una de las portadas de Taller Literario que comanda Carlos Esteban. A ocho años de ese inolvidable “Weekend” vuelvo a agradecer a Tony, a Vane su esposa y a su hija por su hospitalidad y amistad. A Caronte le agradezco haya traído a mi memoria esta aventura en Jayuya con su escrito Grupos de referencia . Angelo Negrón

jueves, 6 de febrero de 2014

¿Todos somos chatarra?

por  Caronte Campos Elíseos




Tengo que confesar que inmediatamente escuché la noticia sobre la degradación de Puerto Rico (cosa que yo pensaba que ya había pasado hace mucho tiempo) por parte de una casa acreditadora ultramarina, corrí a toda prisa al supermercado más cercano.  Cosa rara que al llegar, encontré un estacionamiento muy cerca de la puerta.  Entré con prontitud para alcanzar a comprar mis comestibles favoritos, antes de que se agoten por la avalancha de gente.  Es que en esta isla del Caribe, todos los anuncios sobre desastres, crisis, fenómenos atmosféricos (y peleas de boxeo), redundan en comercios abarrotados. 

Luego de asegurar en mi carrito mis productos de primera necesidad (entre ellos varias botellas de vino, velas, el cisne gris, un par de potes de "Chef Boyardi", algunos cigarrillos, y una que otra revista de farándula) llegué a la fila.  Para mi sorpresa, todas estaban vacías.  Mientras la cajera pasaba mis provisiones, trataba de entender por qué después de semejante anuncio sobre la hecatombe criolla, el supermercado estaba virtualmente vacío.  Mucho más me extrañó la pregunta de la joven que me atendía.  Con su suave voz  y pícara sonrisa, me preguntó si yo tenía esta noche alguna celebración desenfrenada.  Un poco exaltado por lo impertinente de su cuestionamiento, le contestó que no tengo nada que celebrar.  Le pregunto yo a ella si está al tanto de lo que ocurre en este país.  Si sabe del anuncio sobre la degradación de Puerto Rico a categoría chatarra.  Riendo a carcajadas me dice: "No, no sé nada.  Pero sí sé que hoy tengo que estar aquí, y mañana voy a tener que seguir trabajando.  Eso es trabajo del gobierno."


Salí de allí habiendo gastado mi último capital en los víveres.  Mientras caminaba hacia la casa, observaba la tranquilidad de la gente.  Increíblemente, todo transcurría con aparente normalidad.  No lograba entender tal grado de paz y quietud en el ambiente, luego de que el gobernador apareciera en televisión nacional con la impactante noticia.  Todo en las redes sociales giraba en torno al concepto "chatarra".  Todo el mundo tenía algo que decir asociado al "hashtag" #chatarra.  En la radio esa era la broma del día.  En la calle todos se saludaban con un: "Hey, Chatarra".  Hasta me pareció escuchar cual eslogan de mercadotecnia, la frase: "Todos somos chatarras".  Estaba algo incrédulo por la indiferencia de la mayoría hacia este tema (aunque yo siento exactamente lo mismo)

Me detuve en un cafetín para comprar algo que había olvidado para mi acuartelamiento.  Ninguna comida pseudo italiana está completa, sin las galletas de soda.  Allí todo era distinto.  Cada parroquiano, cerveza en mano, se mostraba pesimista ante el futuro panorama del país.  Unos a otros se decían lo difícil que se iban las cosas de ahora en adelante.  Todos se lamentaban por la dura realidad colectiva.  Los que jugaban dominó opinaban con tono alto (pero mirando sus fichas), sobre las implicaciones de la baja en los bonos.  No faltó quien dijera que no tenemos esperanzas.  Todos coincidían en que alguno que otro gobernante tenía algo de responsabilidad.  En lo que no había consenso era sobre cuál de los partidos cargaba (y dije cargaba) la mayor parte de la culpa.  Me acercó disimulando a uno de los informales analistas para preguntar cuáles serían los efectos sobre nosotros.  El hombre solo me respondió con las siguientes siglas: NPI.  Si la apatía de algunos me sorprendió, el desconocimiento de estos últimos me alteró sobremanera (pero creo yo que pertenezco a este último grupo de ignorantes, en el buen sentido de la palabra).

Un poco aturdido por el exceso de información, retomé mi camino.  No sin antes percatarme que mi billetera estaba vacía.  Había gastado todo en la parada anterior.  Tuve que pagar las galletas con lo unico que tenía a la mano, el reloj que heredé de mi ya fallecido padre.  Al llegar a mi destino, enciendo inmediatamente la radio.  Todas las estaciones y todos los "analistas politiqueros" hablaban de lo mismo.  Los honorables senadores y legisladores invitados, se servían con la cuchara grande.  Para ellos, todo esto es solo un simple problema de administración.  Para los incúmbentes, la pasada administración es la culpable.  Para los políticos refugiados en puestos de asesores, la responsabilidad es de los presentes dirigentes.  Dirigentes que no tienen ni idea en lo absoluto de cómo manejar tal situación.  El ánimo solo les alcanza para decir que van a "tomar medidas efectivas", "que van a sacar al país de la encrucijada financiera" y que es momento de tomar las cosas con la seriedad que ameritan.  Los rostros desencajados y las voces entrecortadas son indicios de la ausencia de un plan formal y estructurado a esos efectos.  La enajenación de la realidad es más que evidente (definitivamente pertenezco a este último grupo)

Después de agotar en solo varias horas todos mis suministros (incluyendo las reservas), entré en estado meditativo.  El propósito principal de tal elevación del pensamiento (en parte provocada por los efectos del Cisne y la comida chatarra) era entender los diferentes escenarios que encontré en el camino.  Tratando de entrelazar y asociar las actitudes de los diferentes grupos, llegué a una conclusión.  Son causa, efecto y consecuencia que comparten el mismo origen. 

La mediocridad, la ineptitud, la mezquindad, la ambición y la codicia de los que dicen ser nuestra mejor alternativa para liderar el país, son en gran medida, la raíz de nuestra precaria situación.  Prometen velar el bien común, proteger nuestros intereses, paliar nuestras necesidades más apremiantes y satisfacer nuestros genuinos deseos de superación colectiva.  Se valen de artimañas, engaños y falsas promesas para escalar los peldaños eleccionarios y obtener la confianza del pueblo.  Pero una vez entronizados en sus asientos acojinados con inmunidad legislativa, solo piensan en su bienestar, en sus intereses, en sus necesidades, y en sus deseos de poder y riquezas.  Escondidos tras el escudo de impunidad que les brindan los caducados estatutos constitucionales, utilizan todos los medios disponibles para despistar, entretener, embrutecer, idiotizar, hipnotizar y confundir la opinión pública.  Su principal arma es la desinformación masiva, donde la verdad está ausente y la mentira es realidad ante nuestros ojos.  De esta manera logran que todos tengamos diferentes visiones, versiones y opiniones sobre el mismo tema, llevándonos a un eterno antagonismo partidista.  Aparecen ahora los ex-gobernadores en la prensa del país, lavándose las manos como Pilatos.  Queriendo solapar la verdad y lanzando cortinas de humo para evadir cada uno su responsabilidad.  Cuando en realidad, es un secreto a voces, sabido por todos, que ellos son los principales responsables de que ahora llevemos a cuesta la cruz (y que estemos clavados a ella por los siglos de los siglos) que a ellos corresponde

De esa raíz tan profundamente sembrada, surge el árbol de la ignorancia.  De ahí que todo el mundo piense que son dueños de la verdad.  De ahí que todos sigamos como ovejas al matadero al candidato de turno.  De ahí que todos seamos fieles a alguna de las tribus políticas perpetuadas en el obsoleto sistema eleccionario.  De lo único que nos hacen dueños es de la desinformación, de la confusión, del enredo mental, del déficit intelectual, de la pereza cerebral.  Inhabilitan nuestra capacidad de análisis y discernimiento (para todo lo cual puedo yo servir como barómetro).  Por eso no es de extrañar que todo el que hoy está preocupado por los bonos chatarras, desconozca los efectos reales en nuestras vidas y nuestras ya degradadas finanzas personales.   

Tristemente, el fruto de ese árbol robusto es la indiferencia generalizada.  El desapego cultural que afecta en lo más profundo nuestra sociedad.  La mayoría prefiere estar ajeno al acontecer cotidiano de esta "isla estrella".  La enajenación de los sucesos diarios de envergadura, se torna preferible a la constante exposición a las noticias desalentadoras.  Para ellos es mejor no saber nada sobre nada.  La apatía individualista se ha vuelto un modo de supervivencia.  Nos refugiamos en el desinterés, en la indolencia, en el desdén.  Todo se vuelve un juego porque "es mejor cogerlo todo a broma y nada en serio".  Nos enclaustramos como ermitaños funcionales y nos desprendemos de la solidaridad, de la hermandad, y de la sensibilidad hacia los demás (de lo cual yo soy el mejor representante).

Lo peor de todo no es el fruto, no es el árbol, ni siquiera es la raíz aferrada a nuestra tierra.  Lo peor de este panorama tétrico y sin esperanza, es que somos nosotros mismos los que sembramos su semilla.  Semilla que regamos cada cuatro años cuando salimos a elegir a los mismos imbéciles oportunistas, solo por el emblema trivial que representan.  La fertilizamos con nuestra tendencia a creer más en lo que dicen los políticos que en lo que nuestros ojos son capaces de ver.  La cultivamos con nuestra incapacidad de dar pasos de elefantes, lentos pero aplastantes; con nuestra negativa de aunar voluntades para hacer la diferencia; con nuestro miedo y aversión a los cambios, en especial si son radicales; con nuestro conformismo y consentimiento del sistema de gobierno y modelo económico, que son los únicos que pueden ser clasificados como chatarras.

Cuando podamos ver nuestro potencial como nación, como pueblo y como ciudadanos, entonces sabremos de lo que somos capaces de lograr si nos unimos en nuestra propia causa.  Solamente cuando entendamos que necesitamos hacer cosas diferentes, si queremos resultados diferentes.  Un nuevo Estado de Derecho, una nueva Constitución, un nuevo gobierno verdaderamente representativo, nuevas relaciones federales, nuevos poderes, nuevo modelo económico ajustado a nuestra realidad caribeña, nuevas relaciones internacionales; en fin, solamente podremos demostrar al mundo y a nosotros mismos de lo que estamos hechos los boricuas, cuando descartemos toda la chatarra que nos rodea.             


¡Levántate y anda!