sábado, 18 de julio de 2015

Pesadilla en la garita

por  Caronte Campos Elíseos

Luego de la abrupta salida de la presentación de Ojos Furtivos, y cargado de suministros de alcohol para varios días, deambule por las calles del Viejo San Juan (otra vez).  Llegué a un sitio conocido como la Garita del Diablo.  No sé a ciencia cierta, si el hedor era endógeno del lugar, o era propio de los días míos vagando.  Allí se encontraba, solitario, un noble caballero.  Aún más extraño que encontrarlo allí a tan altas horas de la noche, era lo que estaba haciendo.  Tenía en su mano un tablero con una especie de prisma.  De manera sincrónica, mientras miraba la tabla, parecía leer de los papeles.  Parecía una práctica mundana.  Al cuestionar lo que hacía, el grotesco hombre me invitó a pasar.  Con dificultad pudimos acomodarnos en la garita diseñada para una sola persona.  Antes de que pudiera cuestionar nuevamente lo que hacía, me dijo que estaba evaluando el informe sometido al gobierno por la famosa economista, Anne O. Krueger.

En medio de la oscuridad, la vela apagada por el viento que soplaba tan fuerte como si cargara espíritus chocarreros, lo primero que me dijo fue que esa mujer era su hermana.  Nunca pensé encontrar en mi camino a alguien más lunático que yo.  Marcaban las tres de la madrugada cuando aquel chiflado comenzó a hablar con su tablero de madera.  Quedé petrificado cuando el puntero triangular comenzó a moverse.  Acto seguido el hombre entró en una especie de trance.  Como poseso por los espíritus del viento comenzó a hablar sandeces.  Hablaba de la necesidad de reforma estructural y reformas fiscales.  Hablaba también de la deuda pública, de la credibilidad de las instituciones y las funciones del gobierno.  Mientras gritaba toda suerte de términos económicos en lenguas que yo no lograba entender, daba golpes contra la pared de la garita. Daba zarpazos y rasguños como el mismisimo “Hugh Jackman”.  Intente interrumpir para poder huir de aquel demente.  Mis esfuerzos fueron en vano ya que nunca me permitió salir.  Decía que pronto vendría la respuesta del mas allá.  Que el señor de la oscuridad confirmaría las medidas presentadas por su hermana, Anne.

Continuó gritando y enumerando las medidas recomendadas por la Krueger.  Medidas concebidas por el mismo diablo y enviadas directamente desde el mismo infierno.  Medidas de austeridad cual Grecia americana.  Recortes de gastos del gobierno en servicios a la población, medidas impositivas, encarecimiento de los servicios básicos, reformas laborales en detrimento del pueblo trabajador, privatización de las instituciones, reducción en los programas de bienestar social, ley de quiebra y restructuración de la deuda (con el fin de pagar a los acreedores), nuevas emisiones de bonos, en fin, un paquete de medidas dirigidas en contra de la casi desaparecida clase media.  El Hombre parecía sufrir de pie un ataque epiléptico.  Sus enormes brazos aleteaban sin control.  Sus largas uñas marcaban las paredes de la vieja garita.  Intenté escapar, pero lo único que obtuve fue un fuerte arañazo en el rostro.

Sentía que tal situación me desgastaba el alma.  El hombre extendió su brazos cual mesías, y continuó con su mensaje recibido desde el más allá.  Decía que su hermana tenía razón, que su informe económico iba a ser ensalzado por el inepto gobierno y que pronto veríamos la implementación de las leoninas reformas.  El tablero temblaba, el puntero giraba en el aire, el viento soplaba malos augurios.  Todo era como una pesadilla en la garita.  Continuaba el endemoniado hombre hablando cual Emily Rose:  “Vendrán los peores tiempos; la decadencia, el hambre, la miseria, la pobreza, la escasez.  Todo, a través de los elegidos para dirigir el destino de este pueblo, pero que lo han conducido al final de los tiempos.  El país sufrirá las peores penurias a manos de los que han escogido para delegarle sus poderes.  Han votado reiteradamente por los que han consentido los poderes plenarios de fuerzas diabólicas extranjeras.  Pronto verán el gobierno incompetente y sometido, suplicar a los dioses del mercado una prórroga para el pago de la deuda.  Un tiempo razonable para poder expoliar más a los ciudadanos para poder entregarlo todo a los intereses privados.  Estos a su vez exigirán más sacrificios que aseguren el retorno de su inversión.  Entonces veremos estos falsos profetas, los veremos peregrinar a Washington, la gran metrópoli usurera.  Allí clamaran por una exención del salario mínimo federal, so pretexto de fomentar más empleos.  Más, muchos más, pero peores empleos y mal remunerados para el pueblo.  Nunca han tenido la valentía de exigir la exención de las leyes de cabotaje, pero ahora irán de rodillas a pedir que se castigue más a los trabajadores reduciendo los salarios.”

Llorando, caí de bruces en el piso mojado de la garita.  No quería seguir bajo la férula de aquel espíritu perverso. Mientras tanto, él continuaba con su escarnio:  “No conforme con eso, reformaran las leyes laborales.  Con toda intención de despojar a los pocos que todavía encuentran cabida en la fuerza laboral, de sus derechos adquiridos y de sus beneficios marginales.  Luego, ni cortos ni perezosos, entregarán a los capitales privados los activos del pueblo.  Entregarán los servicios para que los ofrezca el sector privado, y los que no vendan al mejor postor, los recortarán al mínimo.  Comenzarán con limitar la transportación pública, cerrarán y venderán las escuelas, las autopistas, los peajes, los aeropuertos, las universidades.  Reducirán aún más lo asignado a la salud, la seguridad y al bienestar social.  Subirán los impuestos sin medida y sin contemplaciones.  Los precios subirán hasta las nubes, los alimentos serán incosteables y escasearán. El que logre conservar su casa tendrá que cuidarla de todos los que quedaran en las calles sin hogar, sin techo.  Todo muy bien planificado y ejecutado por la troika boricua.  Pero al final, una vez consumado el plan maléfico, el país seguirá viviendo sumido en la pesadilla que ellos mismos han creado.  Los ricos serán más ricos, los pobres serán más pobres; la clase media habrá desaparecido por completo y serán la población más ignorante del orbe; serán los más enfermos y raquíticos del planeta y los políticos se habrán robado todo lo que le han arrebatado al pueblo.  Y cuando abran los ojos, estarán más hundidos y condenados a la miseria y a la hambruna.  No hay salvación para un pueblo que vive ensimismado en el baile, botella y baraja.  No hay redención para un pueblo que no conoce su historia; que no aprende de las lecciones ni de las experiencias, y sigue preso del fanatismo político.  Y así, el tiempo muerto será eterno y vivirán en la perenne oscuridad de su ignorancia, sin ver la luz al final del túnel.”

De pronto comienza a temblar la tierra.  Cierro mis ojos arropado por el miedo.  El mar azota la costa.  El viento grita risas demoniacas.  Los truenos retumban en mis oídos.  De repente, una intensa calma en medio de la tormenta.  Abro mis ojos lentamente.  No hay nadie conmigo en la garita.  Estoy completamente solo.  En el piso, unas ropas andrajosas, la tabla y el puntero.  Rasgado como por garras de osos, el informe de Anne O. Krueger firmado con la sangre de la herida en mi cara, por su hermano Freddy.  Recogí todos los pertrechos y remanentes de vino, y me fui a casa.


¡Levántate y anda!     
                              

lunes, 13 de julio de 2015

En las letras, desde Puerto Rico: (Serie Reseñas) Dos libros, un autor: Héctor Torriente

por Carlos Esteban Cana

Recientemente el autor de Pichón y mime careto presentó en la biblioteca de la Escuela de Comunicación Pública de la Universidad de Puerto Rico, dos valiosos libros de su catálogo: uno de poesía titulado Estaciones de abordaje y su conocida colección de cuentos El Sindicalista que vuelve a estar disponible para los amantes de la narrativa corta.

A continuación comparto con ustedes algunas impresiones acerca de estos nuevos libros.


Foto cortesía de Angelo Negrón
En Héctor Torriente encontramos un escritor que no se conforma en transitar los mismos horizontes… Conoce la tradición que le precede, y por esa conciencia tanto sus ensayos comunicológicos como sus poesías y cuentos van hilvanándose hacia linderos en los que prevalece la innovación gracias a esa cultura que le sirve de base. Pero esa innovación no es forzada ni se da estridente. Hay que saber mirar a este poeta, quizás empedernido con la bohemia o con el amor sinuoso que transmuta y no se detiene mientras la canción puesta en la vellonera corresponde a diversas situaciones que se dan en “Estaciones del abordaje”, el poemario que nos ocupa hoy.

En cuanto a los cuentos que Héctor Torriente el narrador comparte en “El sindicalista”, esa actitud de vanguardia  transita deliberadamente hacia un entorno  a distancia de la urbe (o desplazada por la misma): el barrio… En la barriada el escritor atraviesa contornos, dinámicas y personajes, mediante un buen uso de narrativa contemporánea;  pasajes en los que fluye un lenguaje espontáneo salpicado por una interesante expresión coloquial… Es por eso que este segundo libro que nos ocupa y que llevó –en principio- el subtítulo de “y otros cuentos de barricada”, comparte con “Septiembre” de Elidio la Torre Lagares, “Falsas crónicas del Sur” de Ana Lydia Vega, y “Lajas” de Aravind Enrique Adyanthaya, ese buen sabor –nombrémoslo de esa forma- que deja una excelente colección de cuentos realizada en clave boricua; conjunto que, tras la última página, deja al lector con un atisbo del perfil, la textura espiritual, de todo un pueblo o una región. Y ese es el caso de “El Sindicalista” con respecto a la zona suroriental de este Archipiélago  nuestro del Caribe y, particularmente, Yabucoa, pueblo en el que Héctor Torriente creció.

Foto cortesía de Angelo Negrón

A los lectores interesados en adquirir ambos libros pueden contactar al propio autor a través de la red social facebook, en el espacio que lleva su nombre: Héctor Torriente. Tambien a través de Amazon en la siguiente dirección electrónica: 



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Carlos Esteban CanaComunicador y escritor.  Nació en Bayamón, Puerto Rico, pero se crió en el pueblo costero de Cataño. Fundador de la revista y colectivo TALLER LITERARIO, publicación alternativa que marcó la última década de creación literaria boricua en el siglo XX.  Ha trabajado en el Instituto de Cultura Puertorriqueña como Coordinador Editorial, Director de Prensa para la V Feria Internacional del Libro de Puerto Rico y como Coordinador de Medios para el Encuentro de Escritores De-Generaciones.  Su periodismo cultural ha sido publicado en periódicos y publicaciones como Dialogo, Cayey, CulturA, El Nuevo Día, y Resonancias, entre otras.  Fue parte del colectivo El Sótano 00931.  Colaboro con el poeta Julio Cesar Pol, junto a Nicole Cecilia Delgado y Loretta Collins, en la antología Los Rostros de la Hidra.

Su periodismo cultural es reproducido en diversos espacios y bitácoras cibernéticas, con columnas como: Breves en la cartografía cultural; Aquí allá y en todas partes; Crónicas urbanas y el boletín En las letras, desde Puerto Rico, en bitácoras como Confesiones, Sólo Disparates: buscando la luz al final del túnel, Panaceas y placebos, Boreales, Revista Isla Negra y en periódicos como El Post Antillano.  Tiene tres libros publicados: Universos (micro-cuentos); Testamento (antología poética; una selección de 46 cuadernos) y Catarsis de maletas (cuentos).  Actualmente reside en la ciudad de Nueva York y desarrolla la plataforma multi-mediática Servicios de Prensa Cultural.  Para Carlos Esteban Cana profesar creación y cultura es como recibir oxígeno; vehículos que le permiten ejercer su libertad.

sábado, 11 de julio de 2015

En Crítica de libros: La ciudad en mi estómago

de Hoy en las noticias

Cuando un autor combina lo real con lo fantástico se crea un mundo sin sentido que aunque la lógica quiera combatirlo por absurdo, logra convencerse de esta nueva realidad sucumbida en sus páginas.  Este es el caso del libro "La ciudad en mi estómago" del autor Luis Francisco Cintrón Morales.  Reseñado por Carlos Esteban Cana.