por Caronte Campos Elíseos
Luego de unas merecidas vacaciones, donde todo este tiempo disfruté a solas de mis depresiones, estrés postraumático, recuerdos de mi crianza difícil, y toda suerte de estresores violentos, he regresado cual hijo prodigo. Debo confesar que aunque siempre he sido un fuerte crítico de las hazañas y patrañas gubernamentales, en esta ocasión me ha tocado rendir mis honores y extender mis felicitaciones al gran y excelso gobernador de Puerto Rico. Con su última decisión de aprobar el uso del cannabis o como se conoce comúnmente por esos lares, la Marihuana, se ha ganado mis respetos. Y no solo por los beneficios que esto implica para todos los pacientes de cáncer y otras enfermedades en la isla, sino por todas las ventajas que trae por carambola para el resto de la población. Me parece, y creo que todos los lectores estarán de acuerdo conmigo en esto, que el gobierno dado un paso gigantesco hacia el futuro colocando la isla a la vanguardia de las américas. No únicamente por lo que la orden en si misma conlleva, sino también por convertirse en un gobierno que piensa y actúa en pos del bien común de todo el colectivo y en el bienestar de todos y todas sus constituyentes.
Luego de unas merecidas vacaciones, donde todo este tiempo disfruté a solas de mis depresiones, estrés postraumático, recuerdos de mi crianza difícil, y toda suerte de estresores violentos, he regresado cual hijo prodigo. Debo confesar que aunque siempre he sido un fuerte crítico de las hazañas y patrañas gubernamentales, en esta ocasión me ha tocado rendir mis honores y extender mis felicitaciones al gran y excelso gobernador de Puerto Rico. Con su última decisión de aprobar el uso del cannabis o como se conoce comúnmente por esos lares, la Marihuana, se ha ganado mis respetos. Y no solo por los beneficios que esto implica para todos los pacientes de cáncer y otras enfermedades en la isla, sino por todas las ventajas que trae por carambola para el resto de la población. Me parece, y creo que todos los lectores estarán de acuerdo conmigo en esto, que el gobierno dado un paso gigantesco hacia el futuro colocando la isla a la vanguardia de las américas. No únicamente por lo que la orden en si misma conlleva, sino también por convertirse en un gobierno que piensa y actúa en pos del bien común de todo el colectivo y en el bienestar de todos y todas sus constituyentes.
Admito
que al principio me encontraba un poco reacio y con muchas dudas sobre la efectividad de la aprobación de esta clase
de productos. No sabía cuál era la
verdadera intención detrás de esta movida.
Llegué a pensar que la única razón que tienen los legisladores usuarios
es no tener que realizarse pruebas de dopajes que arrojen resultados positivos,
y esto les cueste sus lucrativos puestos.
Mi carácter escéptico me lleva a dudar de todo y de todos. Así que decidí ponerlo a prueba. En vista de que no encontré a nadie dispuesto
a ayudarme con mi primera receta, me tome la libertad e iniciativa de ir en
busca de algún genérico, bioequivalente, o en su lugar, algún sustituto. Para esto me fui por esos pueblos costeros
que se niegan a morir, donde conozco de muy buena tinta, abundan estos
productos. Llegué a mi casa con las
dosis recomendadas por los farmacéuticos sin licencia de los puntos de ventas
estratégicamente ubicados. Mientras me
administraba las primeras dosis, pensaba en lo audaz del gobierno en aprobar
una medida que a todas luces, beneficiará al 100% de la población, exceptuando
a los menores de edad que por razones obvias pueden tener contraindicaciones.
No
tardaron mucho en hacer acto de presencia los efectos de los productos que me
proveyó aquel jovencito, que aunque por su corta edad no puede consumirlos (como ya mencionamos), se encarga de
distribuirlos a sus clientes satisfechos.
Comencé por sentir una sensación de euforia y alegría desmedida; luego
sentí deseos de correr, gritar, brincar, y hasta bailar; me sentía
sobre-excitado y emocionado, hasta pensé en salir a buscar compañía de alguna
proxeneta. Tiempo más tarde, tantas
emociones me dejaron hambriento, exhausto y atolondrado. Las dudas en mi cabeza sobre las motivaciones
del gobierno, se fueron disipando como el humo.
Después de tan largo viaje, puede ver la luz al final del túnel. Divagando todavía entre el cansancio físico y
mental, entendí las verdaderas intenciones de nuestro honorable
gobernador.
A
todas luces, la maquinaria de asesores y publicistas con gran experiencia en
sustancias psicoactivas, encontraron la manera de introducir nuevas
legislaciones y conseguir el apoyo de la inmensa mayoría de los
puertorriqueños. Induciendo al pueblo al
consumo legal de tales derivados, garantizan el triunfo de todos sus entuertos
sobre nuestro exiguo razonamiento y escaso sentido común. De que otra forma, si no es bajo los efectos
de algún agente psicotrópico, pudiera este país aguantar y sobrellevar las
vicisitudes de una política partidista oportunista. Claro, los de cuello blanco saben que solo
cayendo en un perenne, pero placentero arrebato mafutero, pueden pasarnos gato
por liebre. Ciertamente, la única manera
de que un país se convierta en cómplice de su propia desgracia, y consienta: una deuda pública sideral, una quiebra
financiera, unos servicios mediocres, exceso de medidas impositIVAs, el
disloque del sistema educativo, el hundimiento de las corporaciones públicas
para venderlas a buitres extranjeros, las escoltas millonarias para los
responsables de la miseria colectiva, los fondos millonarios para las fundaciones
fantasmas de estos personeros, la eutanasia del sistema de salud, un sistema
judicial politizado hasta la medula, el nepotismo burdo, la corrupción corrosiva,
entre otras minucias; es con la modificación de su sistema de neurotransmisión. Es decir, inhibiendo o modificando su
actividad mental (si alguna).
He
llegado a la conclusión de que la medida es buena. Tiene el efecto anestésico que necesitamos
para no sentir las veces que nos violan y sodomizan con infinidad de leyes
absurdas; nos mantiene hipnotizados mientras nos saquean los bolsillos; e
inhibe el orgullo boricua mientras destruyen el país. Adicionalmente, provee para que todo aquel
que prefiera vivir en la enajenación intelectual voluntaria (como yo), no se sienta aludido ni culpable
y mucho menos responsable por votar por ese enjambre de incompetentes. Agotado por tanta reflexión humo-tivadora,
fui a darme una ducha. Tanto esfuerzo
mental hizo que sudara las pocas neuronas que me quedan. Sorpresa me lleve al abrir todas las
mezcladoras de la casa, y notar que de ninguna de ellas salía gota de
agua. Recordé que el gobierno ya había
declarado la sequía anual. Corrí sin más a darme otro “pasesito” justo y necesario. ¿De que otra manera puede un isleño
sobrellevar que en una isla (rodeada de tanta agua), todos los años se racione
el preciado líquido por escasez, sin que el gobierno posea un plan correctivo a
corto y largo plazo? Con
todo a mi alrededor dando vueltas, llega a mi mente este último pensamiento: “Pido que nuestro gran y nunca bien
ponderado gobernador, tenga la oportunidad y el tiempo necesario para culminar
la transición y cambio de imagen nacional, pasando de ser la Isla del Encanto a
la Isla Estrella, y muy pronto, a la Isla del Cannabis. Que así lo ayude dios”.
¡Levántate
y anda!