viernes, 6 de febrero de 2015

El debido proceso de ley

por  Caronte Campos Elíseos



En Puerto Rico siempre nos han hecho creer que vivimos en un país de vanguardia.  En todos los sentidos de la palabra.  Incluso, en materia de leyes y derechos.  Nos han adiestrado para obedecer por sobre todas las cosas, leyes, resoluciones, estatutos legales, órdenes ejecutivas, procesos legales, reglamentos, y hasta la futurística constitución.  Esto, aunque la educación en esa materia sea tan paupérrima y que solamente la reciben los que van a ejercer en los tribunales.  Soy del pensamiento que necesitamos un Nuevo Estado de Derecho.  Claro, el gobierno se escuda tras el cliché de que, “el desconocimiento de la ley no te exime de cumplirla.”  Es de entenderse porque al final del día, es el propio gobierno el llamado a velar el fiel cumplimiento de la misma.  Es el propio gobierno con sus tres “ultra poderes”, separados en teoría, pero unidos en una mala práctica (cosa que mi bajo coeficiente intelectual no alcanza a entender), el que legisla, evalúa, aprueba y vigila la aplicación de toda la cosa legal del país.  Luego, con su mal llamada independencia judicial, es el encargado de realizar interpretaciones sobre la legalidad.  Interpretaciones que luego se convertirán también en leyes bajo el concepto de jurisprudencia interpretativa. 

Nosotros, como buenos y obedientes ciudadanos comunes, respetamos y observamos en nuestros actos cotidianos, el cumplimiento de leyes que ni siquiera sabemos que existen.  Nos han sembrado esas ideas los apologistas del sistema y de la estructura legal.  Son los expertos, los analistas, los periodistas, los escritores, los reporteros, los que hacen las veces de moderadores para torear nuestras frustraciones frente a este esquema.  Esos que en radio, televisión y prensa, se la viven de peritos en el tema induciendo a todos a obedecer el régimen establecido.  Exhortando a todos a creer y tener fe en el debido proceso de ley.  ¿Pero qué pasa con los miembros, sí, los miembros de toda esa regencia?  Se han escudado detrás de la cláusula de inmunidad parlamentaria, la cual han extendido a su máxima expresión.  Cláusula por la cual se sienten revestidos de impunidad, poder divino y relevados de cumplir cualquier responsabilidad por sus actos.  Ha sido como poner los cabros (de los grandes) a velar las lechugas. 
  
Esto se denota en su comportamiento normal y típico frente al pueblo.  Se conducen como seres superiores, en todos los sentidos, al resto de la población.  Por obvias razones, sus formas y maneras de expresarse y manejarse frente a todos tienen una notable variación cada cuatros años.  Pero una vez pasadas las elecciones, muestran sus verdaderas intenciones carentes de lisura.  Se sienten como dioses en el Olimpo, inalcanzables cada uno en su trono legislativo, aunque tal escaño fuera obtenido por una victoria pírrica.  Todo esto se refleja en el hecho de que las autoridades locales se muestran incapaces de juzgar los actos de estos señores.  Mientras, sus actuaciones y decisiones continúan conduciéndonos a un famélico porvenir.  Aumentan la deuda del país, se roban los clavos de la cruz, venden sus influencias políticas, utilizan su posición para el medro personal, legislan para favorecer a sus allegados, corrompen todos los sistemas establecidos para el bien común, le venden el alma al diablo (muchos de nosotros también hacemos esto último).
 
Pero el colmo de la situación llegó cuando, a causa de la intervención de las autoridades federales, se devela el asentamiento de este resabio en la judicatura del país.  Fiscales, jueces, abogados prominentes y acusados con gran poder adquisitivo haciendo de los procesos judiciales una superchería.  Prestándose, o mejor dicho, vendiéndose cuales Judas Iscariote, al mejor postor.  Manipulando un proceso que de ordinario debería ser igual para todos.  Inclinan la balanza de la justicia con sus cuentas de bancos rebosantes.  Desvirtuando y desdeñando todo lo que nos han hecho creer (por fe, si alguna) sobre la igualdad, los derechos y la justicia para todos en igual condición.  A todas luces, quedó evidenciado lo que era un secreto a voces;  “El que tiene padrino se bautiza, y el que tiene capital compra la pila bautismal”.  Esta es la historia nuestra de cada día.  Vivimos el día a día, la cotidianeidad que nos han inseminado por ojo, boca y nariz.  Estudiando, trabajando, consumiendo a sobre precio, viendo televisión y repitiendo el ciclo por los siglos de los siglos, amén.  Pero, cuando se presenta ante el estrado un indigente, un estudiante universitario, un obrero sin convenio, un maestro al que le reducen sus beneficios, un niño de educación especial, un conductor, un anciano retirado, un menor abusado, o usted que está leyendo esto, ¿cómo funcionará ese sistema corrompido y diseñado a la medida de los influyentes?  
            
Jueces convictos, fiscales acusados, y abogados de defensas que necesitan ser defendidos.  Ese es nuestro pan de cada día.  Poco reseñaron los medios sobre esto.  Una vez terminado el juicio ya es noticia vieja y no propicia ventas ni “ratings”.  Hay que buscar otras noticias superfluas, carentes de sentido e importancia para entretener las masas.  Crean circos y espectáculos para distraernos de lo que realmente importa, de lo que pueda sacarnos de este letargo generalizado. ¿Quién puede olvidarse del bacalao de Maripili? (yo no he podido olvidarlo).

¡Levántate y anda!


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