viernes, 1 de febrero de 2013

Recolecta



     Manteniendo la foto ocho por diez de una niña en alto, la dama de alta sociedad utilizaba sus dotes de líder comunitaria ante el ejecutivo de productos enlatados que había aceptado su visita. Parte del pesado cuerpo del ejecutivo descansaba sobre sus codos en el escritorio de roble exportado de Eslavonia y se esmeraba en no desviar la mirada. El magnetismo proveniente del escote de la señora, lo hacía fracasar a cada intento. Aquel semblante pequeño y voz aguda no le parecía estar acorde con el enorme pecho que logró desistiera de teclear más cifras negras que rojas en la hoja de cálculo para atenderla.

     Las comparaciones también atacaron a Diana. Los espejuelos diminutos del presidente de aquella compañía no le parecían para nada afines con el ancho rostro y cuerpo regordete que parecía castigar los botones de la camisa Yves Saint Laurent. Pero ella estaba allí para algo más que hablar de moda y fisonomía. Necesitaba conseguir apoyo para el pueblo palestino ante el Estado de Apartheid y de ocupación que es Israel y la disimulada, pero para nada efectiva mirada de aquel hombre sobre su piel no la haría renunciar a su propósito.
     — Mire a esta niña — dijo levantando unos centímetros más la foto. Ella podría ser su hija, su sobrina o su ahijada. Su nombre es Ranan Yousef Arafat y tenía tres años cuando fue masacrada por los ataques aéreos israelíes en Gaza. ¿Es justo?— Cuestionó con inicial angustia.
     — Para nada es justo, pero tenemos aquí un grave problema — dejó escapar el ejecutivo con un vaho al café de las diez de la mañana— Si bien las Naciones Unidas han reconocido a Palestina como estado observador, los Estados unidos de Norteamérica está de acuerdo con Israel; y yo debo estar acorde con lo que dicta la nación más poderosa del mundo — repitió lo que le contó su secretaria cuando le sirvió el café.

     Acostumbrado a participar en el desarrollo de la política comercial de su empresa para aumentar las ventas, los márgenes netos y la cuota de mercado, optimizando los resultados de sus redes de distribución las noticias del mundo exterior no le interesaban y máxime si ese mundo era más allá del charco donde estaba su compañía, la de sus clientes o suplidores.
     —  Al gobierno norteamericano y al israelí lo que le importa es imponer su predominio para apoderarse de los recursos naturales que tienen los países del mundo, pero más allá de eso, aquí lo importante es la paz para todos por igual dijo preocupada, pero planificando que decir para que aquel ser cooperara con su causa benéfica. Ya se había percatado de que hablar de religión, de las diferencias de opinión o de las causas políticas no daría buen resultado. Aquella mirada esquiva que comenzaba a perder interés en las palabras de la mujer y de su escote comenzó a preocuparle.
 — ¿Tendré que soltarme el botón de la camisa y enseñar más para que se interese el muy pervertido?— Pensó.  
     A sus recuerdos llegaron palabras tales  como responsabilidad social o pública escuchadas en algunos cursos de capacitación que recibió por parte del “Succes Organization Seminars” que no era otra cosa que parte de un multinivel para vender batidos y pastillas para rebajar en la que había fracasado como representante de ventas.
     Se disponía ya el directivo a despedirse sin dar un sólo centavo cuando Diana comenzó a recoger las fotos que ya había dispersado en el escritorio.
     — ¡Amado Jesús, perdóname, pero esto lo hago por ti! — se dijo para convencerse. Persuadida se inclinó lo necesario para renovar el interés de la plática al dejarse ver un poco más. Guardaba las fotos cuando su mirada atravesó los pequeños espejuelos hasta llegar a los entretenidos ojos del ejecutivo.
     — Debe recordar usted que su compañía tiene una responsabilidad pública con el mundo, con este país y con este pueblo. Si usted hace la donación que le he solicitado, no sólo hará una buena obra, lo promocionaré como auspiciador de oro este año. En todas las actividades que tengamos en la comunidad, y mire que son muchas, estarán dispuestos carteles de sus productos y del nombre de esta maravillosa compañía que se preocupa por el futuro de todos.

    Del interés por el escote, el millonario pasó a relacionarse con las palabras de la mujer. Ya escuchaba con atención cuando la mujer dijo palabras melodiosas que le parecieron mágicas.
     — Recuerde también que todo lo que done a esta noble causa podrá reclamarlo en sus impuestos.
     — A la verdad que usted tiene un gran corazón en el pecho — dijo feliz el hombre de la corbata. Apretó un botón en su intercomunicador y su secretaria entró a la oficina junto con un olor intenso a esmalte de uñas. Recibió instrucciones para hacer un cheque a nombre de aquella mujer, darle pancartas logos, cruza calles y cualquier otra cosa necesaria para el bien promocional. 
    Al Conseguir lo que buscaba, Diana se puso de pie, arregló el botón de su blusa y extendió su mano en un saludo afectuoso y agradecido. Él, Convencido de lograr un gran acuerdo de promoción que lo ayudaría a bajar los impuestos, se despidió volviendo su pesado rostro al ordenador para ver el reporte de la bolsa de valores.
     La secretaría cumplió todo lo ordenado y le dijo en más de una ocasión que estaba sorprendida con lo logrado por la humanista mujer pues ella misma recibía miles de cartas y varias visitas al día de personas buscando donaciones.
     —Las cartas terminan en el archivo cuarenta y tres — dijo orgullosa señalando el bote para la basura— y las personas reciben la misma historia siempre: Ya el presupuesto de donaciones se acabó.

     Le ayudaron a cargar todo hasta el auto. Más que su escote, hablar de exención de impuestos la había salvado. Se dirigió al banco, depositó el cheque y fue al centro comunitario donde se reunirían esa tarde las damas cívicas de Cielo Alto. Preparó los visuales, colocó las pancartas promocionales del auspiciador de oro y esperó a las demás. Las nueve sillas se llenaron. Diana era la más joven y atractiva, pero todas tenían su encanto. Después de los saludos de rigor y la invocación solicitó que apagaran la luz y exhibió videos y fotos del desastre en Palestina. Videos de niños destrozados por las bombas israelíes, casas fragmentadas, niños jugando entre escombros o blandeando la bandera Palestina. Mientras, Diana explicaba todo lo que el ejecutivo no quiso escuchar.
     La rabia y la impotencia se apoderaron de aquel grupo, pero Diana les daba esperanza en cada palabra. Cada una  colocó en una mesa sus alcancías de cartón con fotocopias a color de Ranan Yousef Arafat, la niña que tenían de símbolo para sus recolectas. Los recipientes fueron volcados y contabilizados en las mesas. Se llenó la hoja de depósito y las palabras de despedida de Diana las conmovieron de nuevo.
     — Aquí estamos en pie de lucha, cansadas, pero no vencidas. Este dinero va a servir para que la igualdad prevalezca siempre. En la Franja de Gaza el pueblo palestino sufre, y aquí nosotras sufrimos con ellos. Pero tal como siempre hemos hecho, en Cielo Alto, buscaremos una noble causa que defender. En el año dos mil diez fue el terremoto de Haití el que captó nuestra atención, hoy es esta guerra que le quita al mundo hombres y mujeres de bien. Mañana enviaremos todos los fondos recolectados, incluyendo la generosa donación de nuestro auspiciador de oro, y que se escuche nuestro cantico desde Belt Lahia hasta Rafah, desde el mar mediterráneo hasta Israel. Alimentaremos a todos los niños y niñas que este tiempo de recolectas, rifas y eventos nos permita. Tesorera y secretaria, llenen las actas por favor. Mañana mismo comenzaremos a recolectar para enviar más. Esforcémonos y que dentro de siete meses, en junio,  tengamos más de lo que hemos recolectado nunca. Salgamos, luchemos, seamos libres y liberemos. Ya lo dijo Muin Basisu, ese poeta nacido en Gaza: “Mientras haya en el muro una página en blanco y no se derritan los dedos de mi mano. Aquí, alguien pulsa un mensaje a través del muro”.
      A pesar de ser tan pocas, el aplauso fue estrepitoso. Todas se retiraron a descansar con la seguridad de que al otro día, durante y después de su jornada normal de trabajo, buscarían la manera de recolectar para causas loables que las conducirían al paraíso prometido y a la satisfacción personal.

     Diana llegó a su hogar. Su esposo se había quedado dormido viendo Hawaii cinco cero y los niños se peleaban por el turno a jugar Call of Duty en su “exbox” tres sesenta. Ella siguió de largo hasta el cuarto de baño. Llenó el jacuzzi y añadió fragancias y abundante jabón liquido. Apretó el interruptor para crear espuma y burbujas. Al desnudarse y ver sus pechos reflejados en el espejo, pensó en el ejecutivo.
     — Si me ve ahora se babea. ¿Firmaría el cheque más rápido? No creo— se convenció— escapar de impuestos fue su motivación principal.
     Se hundió en aquella agua revitalizadora. Media hora después, estando todavía media sumergida y  pensando en lo que debía hacer al otro día, su esposo abrió la puerta. Sonrió. 
   ¿Qué hay de nuevo amor? — dijo él mientras se desnudaba para incluirse en el hidromasaje y al inicio de algún juego amatorio. Los dedos de ella comenzaban a arrugarse por el largo rato bajo el agua y rechazó los avances de él.
     — ¡Jesús — ripostó — debo descansar!
     La miró con el gesto que tanto le gustaba: Una carita de misericordia que la convencía de lo que fuera y a pesar de haber comenzado a secarse con la toalla, volvió al jacuzzi. Antes de besarlo le contó sobre lo recolectado. Este mes, las chicas y yo hemos reunido unos treinta grandes, Hoy las alcancías llegaron abarrotadas y los sobres algo mullidos. Sumamos más de ochocientos dólares, pero tuve mejor suerte que eso, logré que un reconocido avaro nos donara cinco mil dólares para nuestra causa.

     Su esposo Jesús le recordó al tacaño empresario, pues en lugar de estar pendiente a lo que le decía, parecía perdido en sus pezones. Tomó agua con la boca y la disparó al rostro de él que salió del marasmo. Las carcajadas alertaron a los niños que tenían claro no molestar a sus padres cuando estaban bañándose.
     — Te decía que hemos recolectado unos treinta y seis mil — dijo sonriendo.
     — Eres la mejor para los actos benéficos, no cabe duda, además, eres la más hermosa — aseguró.
     — Esperaba escucharte decir: La única hermosa — mencionó picara—Es hora de un buen descanso, las muchachas seguirán por mí; hoy las invité a recolectar para tener todo preparado para el próximo verano.
     — ¡Listo! Eso suena a vacaciones en Disney y todo a nombre de los niños palestinos — dijo tratando de divisar el ombligo femenino debajo de la espuma del jabón.    
     — Así es, — añadió ella — mañana al colegio, Carlitos toma su último examen, dejamos pagada la matricula del próximo semestre de una vez. Luego nos vamos para ese crucero de diez días por el mediterráneo que me prometiste.
Al regresar, compramos  los regalos de Navidad, ellos quieren una consola de juegos nueva y un televisor más grande, ¿Qué quieres tú?
     — Los aros pa’l carro — indicó mientras pasaba su dedo índice por el muslo de ella — ¿Y tú, que le pedirás a Santa?
     — Me conformo con un reloj, no sé, puede ser un Rolex parecido al de Wanda Rolón…
     — ¿Sigues con el plan primero ah? — dijo él cerrando los ojos como soñando.
     — ¡Claro que sí! Tendremos nuestra propia iglesia. Esto de buscar nuevas causas, llenar alcancías y visitar ejecutivos me tiene hastiada…

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Angelo Negrón (New Jersey: Junio 15 1969 a Enero 1970 - Puerto Rico: enero 1970 al presente). Definitivamente puertorriqueño. Sus cuentos han sido publicados en la revista y colectivo Taller Literario y en Revista Púrpura. Tiene varios libros inéditos de relatos a los que le ha dado por título: Montaña Recuerdo, Entre el edén y la escoria, Sueños mojados, Confesiones y Causa y efecto. Además una novela de próxima publicación titulada: Ojos furtivos. Mantiene el Blog: Confesiones

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