lunes, 20 de enero de 2020

Recibimiento

por  Caronte Campos Elíseos


He sido convocado por una multitud para dar la bienvenida a esta dimensión del inframundo, y con la distinción que se merece, a un gran ser humano.  Hoy su alma transita por estos lares sin oraciones, óbolos y mucho menos penitencias.  Ha ganado su viaje hacia los Campos Elíseos por mérito propio, vida, obra y milagros.  No necesita indulgencias, rezos ni ofrendas para su entrada triunfal al paraíso.  Colaborador de este espacio, Luis A. Pérez Rivera, fue en vida lo que todo ser humano debe aspirar a ser antes de transcender a este plano.  

Buen hijo, mejor esposo, excelente padre, con gran sentido de amistad y familia.  Humanista, creyente, luchador incansable, no solo de sus propias batallas, sino también de las de los más desventajados.  A pesar de haber sido confinado a una silla de ruedas, avanzó a pasos agigantados hacia la consecución de sus metas y propósitos de vida personales, familiares y comunitarios.  Líder de comunidades que lo seguían por su compromiso y carisma; las cuales dirigía con sabiduría, empatía y su firme creencia en la justicia social.  Critico de un sistema que lo abandonó a su suerte desde temprana edad, demostró que se puede combatir y derrotar al mismo sistema, no solo con palabrerías, más bien con tenacidad, ejemplos y acciones concretas. 

Hoy, el mismo sistema que tanto combatió, lo empuja con desidia e inquina a nuestros brazos.  Lo recibimos con la certeza de que en su caminar por la tierra, ganó el gran maratón; que es una vida digna, dedicada y fiel a una ética, principios, valores e ideales.  Pero sobre todo con una Fe, que lo mantuvo y lo mantendrá de pie en nuestros corazones.  

 ¡Levántate y anda!    
   

sábado, 10 de noviembre de 2018

El arrepentimiento de dios

por  Caronte Campos Elíseos


En estos tiempos que parecen acercarnos cada día más al final de la humanidad, parecería justo y necesario pasar juicio sobre las razones del creador, para inhibirse.  Partiendo del supuesto de que existe, da la impresión de que se mantiene indiferente ante la hecatombe que enfrentamos sus hijos.  Para ser un dios bondadoso según las descripciones cristianas, se le podrían atribuir muchos adjetivos negativos.  Entre la indiferencia, la desidia y el desapego de lo que le sucede a su creación más amada, podríamos decir que hay, al menos, visos de maldad. 

Basta con pasar revista sobre acontecimientos históricos que, aunque lastimosos para la memoria de la civilización, encuentran paralelos en los tiempos modernos.  Se repiten cada cierto tiempo, perpetuando en un círculo vicioso la atrocidad social que vivimos.  Haciendo patente la ausencia del ser supremo que está supuesto a recibir las peticiones de armonía y de paz.  Esto hace de la omnipresencia, una burla y una falacia.

Desde el comienzo de nuestra era, cuando esta divinidad envío su hijo para que fuera asesinado; las torturas y muerte de hombres y mujeres que han sacrificado su vida por salvar su prójimo y sus pueblos, son más recurrentes que en los tiempos bíblicos.  Hasta el sol de hoy, los que intenta de alguna forma u otra mostrar el camino, la verdad y la vida digna a sus semejantes, son inmolados sin persignarse.  En especial los que intentan luchar contra los imperios, las injusticias, la intervención y dominación de fuerzas extranjeras.  La inmensa mayoría de los pueblos tienen sus mártires por estas causas.

A partir de ahí, y hasta nuestros días, comenzaron las guerras de religión.  Cacerías de brujas, cruzadas, inquisiciones, persecuciones, y toda suerte de ultrajes en nombre de la adorada deidad.  Si la omnipotencia fuera tal como describen los antiguos escritos, no haría falta que el ser humano se enfrascara en estas empresas que él mismo pudiera ejecutar con un solo chasquido de sus dedos.  Siglos después, continúan las luchas por creencias religiosas, esotéricas y/o místicas.  Amén de las pérdidas de vidas que han provocado la falta de tolerancia por ideas políticas, prejuicios raciales, disparidad económica y de castas, entre otros promotores de desigualdad.

Este protagonista bíblico parece disfrutar a sus anchas cuando aparece algún personaje perturbado mentalmente, que usurpa su trono aquí en la tierra; y somete selectivamente al juicio final a ciertos feligreses.  Lo peor de todo es que, no bien ha salido el mundo de una dictadura, nace otra con más odio visceral hacia ciertos grupos.  Los casos de lesa humanidad son incontables, pero el régimen moderno más cruel por antonomasia, el nacionalsocialismo, ha encontrado en el actual gobierno americano, su mayor contendiente.  Con todas las señales claras y distintas, esta presidencia se perfila como la próxima tiranía neonazi.  A todas luces, la omnisciencia no le ha sido suficiente al todopoderoso para prever o evitar tales holocaustos.  Esperando por la celeste intervención, nos vemos condenados a pasar de genocidio en genocidio, sin la esperanza de que venga un salvador.  Nosotros creímos tener la bendición de la versión criolla del mesías, pero se transfiguró en el demonio que nos condenó al infierno que vivimos.                 

La providencial misericordia aparenta ser solo para los elegidos, porque el resto solo estamos llamados a vivir en la ignominia.  Las ciudades se convierten en purgatorios donde los inocentes expían el pecado de no poseer la santa gracia que poseen los hijos predilectos.  La pobreza, la hambruna, las pestes y enfermedades que se vuelven pandemias que arropan el orbe; sentenciando a la miseria, la mayoría de las veces, ya sea por exposición o falta de recursos, a los más desventajados.  El atributo del justo se ve cancelado por su negligente manera de administrar su divina justicia.  Mientras tanto, por poco más de dos milenios, los parroquianos continúan creyendo en un dios que los invita, extorsiona e intimida; solo con el pseudo poder de sus propias sagradas palabras escritas como única evidencia.  Escritas por otros hombres subyugados, estos escritos históricos caen, sin duda alguna, en una petición de principio. 

Para mí que soy un poco incrédulo y renuente a estos temas, me parece incongruente todo lo anterior.  La realidad que acá abajo vivimos, dista mucho de un dios infinitamente bueno y bondadoso. Cualquiera podría entender, y a groso modo, es lo que se desprende de la cotidianidad; que la idea de un súper genio supremo, piadoso, clemente y magnánimo; es mutuamente excluyente con el Estatus Quo.  Pero, la única manera de entender la actitud y la inacción del ausente rey de reyes es, extendiendo al cielo la máxima de que todos tenemos derecho a reivindicarnos y a segundas oportunidades. 

Así que, partiendo de la premisa (y para justificar lo injustificable) de que hemos recibido o simplemente poseemos una luz natural o facultad de razonamiento; debemos pensar (los que puedan), que desde el inicio de la humanidad hemos tenido la oportunidad y el conocimiento para entender, crear y desarrollar para todos, la mejor manera de vivir.  Esta facultad es la que nos debería arrojar luz sobre lo más justo y la mejor manera de convivir en justicia, paz e igualdad.  Esta idea clara y distinta, de que poseemos por naturaleza lo que muchos llaman sentido común, razón, entendimiento o inteligencia; es el primer argumento para no tener que esperar por fe, lo que podemos obtener por la propia capacidad mental e intelectual.  El segundo argumento es, que siendo seres independientes, o no dependientes de fuerzas etéreas, no deberíamos consentir el libre albedrío.  Más bien concebirnos enteramente dueños de nuestra voluntad.  A su vez, entender que toda volición conlleva unas consecuencias, y en el mejor de los escenarios, favorables resultados.  Lo que nos debería llevar a concluir que todas las concepciones que tenemos en nuestra mente, las podemos ejecutar como actos libres de la voluntad, sin intervención divina; asumiendo así toda la responsabilidad por actuar libre y voluntariamente. 

El tercer y último argumento por el que se puede justificar tal abstención del dios paternal, es el arrepentimiento.  No es para menos.  Observando atónito, desde el paraíso, cómo el hombre con todas las facultades que posee y de las cuales hace alardes; actúa con toda libertad, pero de manera insensata e irresponsable.  Arrepentimiento por haber creído con ciega fe, que seriamos capaces de mantener un orden y un balance saludable en todo lo creado.  Arrepentimiento por suponer que a través de todo desarrollo y evolución, siempre procuraríamos el bien común; y que a pesar de los avances tecnológicos, sociales, económicos, y de todos los sistemas conocidos, nunca habría tantos dejados atrás.

Lo que no puede ponerse en dudas es, que al final de los tiempos tendremos que rendir cuentas.  Ya sea a alguna deidad del firmamento o del inframundo, a la posteridad, a las próximas generaciones; o a nuestra propia conciencia individual y colectiva.  Tendremos que recapitular sobre nuestra contribución al bienestar o al estado actual de las cosas.  Seremos nuestro propio juez en ese gran juicio final sobre nuestras actuaciones u omisiones.  No es un misterio que la única forma de ganar indulgencias es aportando y colaborando para crear mejores condiciones para todos; y evitar ser parte de ese fanático rebaño, por el cuál esta tragicomedia será eterna, por los siglos de los siglos.

¡Levántate y anda! 

jueves, 6 de septiembre de 2018

Desigualdad

por  Caronte Campos Elíseos



A pesar de que me encanta mi nuevo vecindario, con su hábitat frío y oscuro, decidí quedarme un tiempo en mi habitación.  Me encanta su luz tenue, sus paredes revestidas de maderas acojinadas de color blanco y sus persianas enrejadas.  Disoluto, solo me hago acompañar de botellas añejas, periódicos viejos y los medicamentos recetados por pseudo doctores.  Lo único que alcanzo a escuchar a través de estas cuatro paredes, son los alaridos de alguna vecina desesperada. 

¡Al perecer no soy el único maníaco depresivo en esta vecindad!  No me extraña que tengamos un alto índice de desórdenes mentales, considerando que vivimos en un país donde todos los analistas y economistas han estado vinculados al gobierno.  Algunos han sido políticos, asesores, convictos por corrupción, y el que menos, ha sido beneficiario de algún lucrativo contrato de cifras pornográficas.  Son una plaga.  Están diseminados por todos los medios de comunicación;  todo el día, a toda hora; en radio, televisión y prensa escrita.  Después de haber medrado a costas del pueblo por años, amasando fortunas personales y desarrollado negocios con dineros mal habidos, hacen alardes de sus conocimientos en política partidista.  Al final lo que hacen es fungir como distracción, mientras sus consortes en el poder repiten la ecuación.  Los demás, los que el pueblo ya ha rechazado en las urnas, andan rondando como animales realengos que malean las cosechas de los que en realidad sí producen, buscando una nueva oportunidad para el pillaje.  No les importa utilizar o ser utilizados con el fin de generar ganancias.

Quizás muchos consideren estos pensamientos parte de mi absurda abstracción.  Pero como dice el viejo adagio: “no hay peor ciego que el que no quiere ver”.  Por eso, y desde hace mucho tiempo, vivo desconectado de todo lo que en este país hacen llamar, noticias y programas de análisis.  Lo único que logran estas producciones, es mantenernos como analfabetas funcionales.  Para evitarme esa tara moral, prefiero leer los viejos periódicos una vez han perdido la capacidad de embrutecerme (más de lo ya me hizo la propia naturaleza).

Los gritos de la chica de al lado cada vez son más penetrantes.  No estoy seguro si son por excitación o vejación.  ¡Estoy loco por conocerla! (Literalmente loco) 

De locos es lo que nos hacen pensar sobre la desmesurada deuda que ahora nos quieren cobrar con sudor y sangre.  Todos los comentaristas indolentes con acceso a un micrófono, una cámara o a una imprenta de circulación nacional, coinciden en que el pueblo tiene que pagar a todos sus acreedores.  Todos están polarizados en la cantidad de dinero exorbitante y la forma y manera en que debemos resarcir a los bonistas.  Ninguno habla sobre la legalidad de las emisiones de esa deuda; ninguno habla sobre el paradero de esos fondos mal utilizados, desviados y malversados; tampoco sobre la necesidad de auditar la deuda, y mucho menos sobre ajusticiar a los autores intelectuales y participantes de los esquemas para tal latrocinio.

El gobierno de turno solo juega al policía bueno y al policía malo con la junta colonial.  Aparentan defender los mejores intereses del pueblo, pero en realidad es una estrategia ancestral que da apariencias de paternalismo gubernamental.  Los publicanos de la junta han colocado a todos los ciudadanos en el paredón para despojarlos de todos sus bienes, tanto colectivos como personales.  Con una doble vara, mientras reducen y/o eliminan los presupuestos, los beneficios, los salarios; mientras aumentan los impuestos, la carga contributiva, y deterioran las condiciones laborales y de jubilación; ellos gastan y malgastan un presupuesto ya por naturaleza oneroso y que aumenta cada año.  Entonces, reservan las medidas de austeridad para el ciudadano promedio o común, mientras su calidad y estilos de vida suben como la espuma. 

Realmente la decoración en los muros de mi alcoba ha rendido frutos.  Estos pensamientos han logrado que me estrelle contra los cojines acolchonados.  Si no fuera por las metálicas puertas hubiera corrido como demente por todo el complejo.  Me asomo a las ventanas con todo y sus barrotes, para ver si logro ver la vecina.  Tanto alboroto me han inducido a desear su compañía.  Los ruidos y los gritos me tienen intrigado.  Admito que no logro concentrarme imaginándola golpeándose también contra sus paredes.

Entre muros y barrotes deberían estar los que hurtaron los vagones de la agencia federal, FEMA.  Tal pareciera que en lugar de robarlos, en realidad los desparecieron.  El propio gobierno y la misma agencia hicieron galas de su incapacidad para llevar los suministros a los más necesitados.  No sería de extrañar que, víctimas de su ineptitud, prefirieran esconderlos y hacer creer que en efecto, los llevaron a los más desventajados. Era mejor eso para la alta jerarquía gubernamental, que dejar entrever su desapego y apatía por los de la casta inferior.  La inexperiencia, la impericia, la estupidez; amén de los pobres recursos, la ineficiente estructura estatal, la mediocre respuesta ante la emergencia; la burocracia, y el oportunismo partidista,  azotaron, devastaron y desolaron al país con más crueldad e inquina que el propio huracán.  Es por eso que, a un año de los fenómenos atmosféricos (Irma y María), en lugar de hablar de reconstrucción y recuperación, estamos discutiendo la vergonzosa y desgarradora cifra de vidas perdidas.  La indiferencia hacia la existencia de sus constituyentes, llevó a las autoridades a contar en 64 la cifra de muertos.  A once meses de la tragedia, y según los estudios exhaustivos de entidades ultramarinas, suman sobre 4,000 decesos.  Y todavía no sabemos cuántos de esos cadáveres de hermanos puertorriqueños están encerrado en los famosos vagones de Ciencias Forenses, sin recibir cristiana sepultura. (Aunque mi fe no es teísta)

No sé qué sienten ustedes al atestiguar ese patético cuadro, pero sí puedo adivinar lo que sienten los que en medio de la emergencia nacional perdieron algún ser querido.  Seguramente lo mismo que siento yo con estas vestimentas que me inmovilizan y me hacen parecer impotente.  Ni el encierro, ni el alcohol, ni los medicamentos auto-recetados, logran enajenarme de la burda realidad.  Solo el amor que comienzo a sentir por la damisela contigua me brinda visos de esperanzas.

La realidad es, que el régimen que nos gobierna lo hemos elegido en las urnas por mayoría, desde los pasados 66 años.  Consentimos el puto Estado de Derecho que nos oprime.  Reiteradamente endosamos, cada cuatro años, políticos que fomentan la divergencia de clases en este país.  Utilizan el gobierno para beneficiar a una estirpe de arribistas en detrimento de los demás.  Amasan riquezas, acumulan propiedades privadas, desvían fondos, malversan dineros, delinquen impunemente, endeudan las próximas generaciones y nos condenan a la pobreza y la miseria.  No sienten ningún apego, empatía o adhesión a la paupérrima situación económica y social que vivimos cotidianamente, y lo aceptamos como normal y corriente.  Delegamos los poderes soberanos en los que intentan perpetuar la desigualdad entre los puertorriqueños.

Hasta que no asimilemos la igualdad como un derecho natural; rescatemos nuestra voluntad nacional y nuestra identidad de humanidad, no superaremos la bancarrota moral y ética que nos suprime; mucho menos la crisis económica y social que nos asfixia.

¡Levántate y anda!


domingo, 24 de junio de 2018

Dos caras

por  Caronte Campos Elíseos



Disfrutando de la tranquilidad que me brinda el Valle de los Reyes, donde ahora pernocto cómodamente, me encontré con un buen vecino.  Me invitó a una cena en un lugar atípico, sin importarle mi apego a la distimia.  Al contrario, me comentó que le agradaba la compañía de alguien con quien podía identificarse grandemente.  Durante el banquete disertaba sobre su lucha.  Según él, su lucha es una eterna contra los elementos externos que pueden malear una raza.  Vivía engolfado buscando la manera de purificar la suya.  Mostraba simpatía por la segregación, la separación, la eliminación de especímenes contaminantes, entre otras estrategias de supremacía racial.  Mientras saboreaba los manjares que servían en aquel mítico lugar, yo en silencio me escandalizaba por las expresiones vertidas por mi humilde anfitrión. 

Continuaba el comensal argumentado y enarbolando las ideas sobre como una nación puede conseguir su pureza y llegar a ser la culminación de la perfecta obra de Dios.  A mí me sonaba más como un pensamiento chovinista y anacrónico que a un simple pensamiento patriota.  No niego que los argumentos y explicaciones expuestas por mi acompañante sonaban harto interesantes y hasta con cierto sentido común y lógica.  La aspiración de que un país sea completamente soberano y libre de toda influencia e intervención extranjera, después de todo no suena tan descabellada.  Al final, todos los pueblos merecen ser dueños de su propio destino.

Pero la conversación comenzó a ponerse un tanto incomoda y extraña, cuando el camarada comenzó a alabar la gestión de la administración del presidente Trump.  Incluso lo llamó, hermano distímico.  Hablaba con odio de la antigua política americana y sus antecedentes y continuaba diciendo:

“Esa joven nación, que surgió gracias a un grupúsculo de sediciosos y rebeldes, siempre ha actuado con dos caras.  Pretendiendo siempre que son los redentores del mundo, como si fueran el pueblo elegido por Dios.  Estoy cansado de escuchar ese cliché de los pueblos elegidos.  Los norteamericanos, similar a los judíos, se autoproclaman los salvadores del mundo, los defensores de la democracia, los guardianes de los derechos.  Conforme a estos preceptos, han criticado, invadido, bombardeado, oprimido, aislado, bloqueado y asfixiado, países enteros; incluyendo, pero sin limitarse, a sus respectivas poblaciones, sociedades y desarticulado sus políticas y economías internas.” 

Continuaba con su diatriba:

“Los Estados Unidos han logrado esconder sus verdaderas y únicas intenciones con efectividad.  Lograron la desaparición de los indios nativos con las famosas reservas.  Mantienen la supresión de los afroamericanos después de años de instituir la segregación de los negros e hispanos.  En la Segunda guerra mundial acometieron contra los campos de concentración nacionalsocialistas, pero en su territorio continental instituyeron los campos de concentración para ciudadanos japoneses.  Luego contra Cuba por supuestas violaciones de derechos humanos.  Apoyaron gobiernos de dictadores asesinos en Latinoamérica.  Invadieron Kuwait, Afganistán, e Irak, por intereses meramente económicos sin considerar bajas civiles y daños colaterales; con el supuesto interés de llevar la democracia occidental.  So pretexto de los bombardeos del gobierno iraní a sus propios ciudadanos, bombardearon sínicamente a Irán.  Facilitaron dinero, armas y soldados para propiciar guerras internas en otros países.  Incluyendo Nigeria, donde la emprendieron contra el grupo extremista que secuestraba niñas para violarlas y mantenerlas como rehenes y esclavas.” 
   
En este punto ya tenía miedo de preguntar, hasta tomé mis medicamentos psicotrópicos:

“¿En que se relaciona con todo eso la política del nuevo presidente gringo?”

“Muy sencillo y elemental”, replicó.  “Donald Trump es la burda realidad del pensamiento e ideología norteamericana.  Los presidentes antecesores invirtieron esfuerzos y recursos para esconder lo que a todas luces es, históricamente, la verdadera mentalidad gringa.  Hoy lo vemos abandonar todos los tratados comerciales, desertar de las Organizaciones Internacionales y sus respectivos comités; lo vemos tomando decisiones unilaterales.  Implementando medidas y aprobando leyes para promover el retorno del capital a su territorio nacional; en contra de los principios de la globalización.  Reuniéndose y entablando relaciones estrechas con los archienemigos históricos de su país. Se le ve indiferente hacia las necesidades genuinas de los países vecinos y sus propios territorios. Amén de la apatía con la que trata a los ciudadanos de su bastión colonial en el Caribe.  Se maneja con actitudes y conductas racistas y totalitarias.  Cual caprichoso empedernido, levantando muros y barreras para aislarse del resto del mundo.

Yo que tiendo a ser aficionado a la locura, ya estaba escandalizado por lo que escuchaba.  En este punto ya estaba poseso por el terror a levantarme de la mesa.  Por los modales que me caracterizan y por no ser anticlimático, riposté con otra pregunta:

¿Y eso le parece a usted lo más sensato? 

“Me parece el comportamiento más natural y lógico de las razas superiores.  Pero su obra maestra, sin lugar a dudas, es su política de cero tolerancia en los asuntos fronterizos.  El mecanismo más rápido y eficaz para eliminar una especie, es impedir su reproducción.  Sus acciones proactivas en separar los niños y niñas de los padres al cruzar las fronteras, colocan la especie inmigrante en el precipicio de la extinción.  Todo esto con impunidad ante la inacción e indiferencia de una sometida y mancomunada comunidad internacional.”

Perturbado mentalmente (como siempre) y luego de escuchar un golpe a puño cerrado sobre la mesa y perversas carcajadas que llegaban al cielo (o  tal vez al infierno), noté que la ilusión óptica había desaparecido.  Solo me quedaba el mal sabor de la comida recalentada, las botellas vacías de Federweisser, un libro autografiado que lleva por título: Mein Kampf; y la horrenda noción de que estamos viviendo bajo un régimen neonazi extemporáneo en nuestro hemisferio.

¡Levántate y anda!


jueves, 7 de junio de 2018

Reconocimiento

por  Caronte Campos Elíseos


Vagando por el nuevo vecindario, relativamente desolado, encontré algunas ánimas conocidas.  Entre ellas, el escritor y poeta puertorriqueño, Angelo Negrón Falcón.  Recientemente el también bloguero y hombre de negocios, fue homenajeado por los estudiantes de su antigua escuela en el pueblo de Cataño, donde recibió una medalla de la Cámara de Representantes.  Más que merecido reconocimiento por su larga trayectoria en la literatura, la publicación de sus libros: “Causa y Efecto” y “Ojos Furtivos”, amén de su especialización en twitteratura.

Nuestra furtiva conversación tuvo dos únicos puntos relevantes.  El primero, que muy pronto estará disponible para los asiduos y adictos lectores, su tercera publicación.  En la misma hará galas de su talento como literato, por lo cual no ha de extrañarnos que le valga otro reconocimiento por parte de la academia y las autoridades entendidas en la materia (quizás la medalla del Senado de Puerto Rico).  Y el segundo, su autorización para reproducir en este espacio uno de sus cuentos más emblemáticos.  Dicho escrito es una elegía de la realidad que han vivido, viven y vivirán muchos menores en el mundo entero.  Empero, también representa una burda ilustración del círculo vicioso de nuestra relación política, social y económica con nuestra nación protectora.  Sin más…       

La niña en el columpio


Llegar hasta allí no se le hizo difícil.  Sólo tomó el caminito de piedras rodeando el riachuelo y brincó la charca por el lugar más angosto.  El parque no conservaba su antigua forma: El pasto estaba crecido y los bancos deteriorado.  El columpio se mantenía erguido, aunque con una de las mecedoras rota.

Se sentó en la que le pareció mas cómoda y comenzó el vaivén despacio.  En el árbol más cercano observo un pajarito que se mudaba de rama en rama.  También diviso en el tronco el área donde ella tallara un corazón con su nombre y su número preferido y decidió que volvería algún día a marcar aquel antiguo amigo.  Llenó su mente de gratos recuerdos.  Se vio correteando con otros niños.  Jugando a las escondidas, en el subibaja o en las chorreras.

Cerró los ojos.  Alteró el semblante al recordar lo que también allí le había sucedido.  Fue un lunes.  El parque estaba desierto.  Ella correteaba de lado a lado; sintiéndose dueña de aquel paraíso.  Cantando con alegría una canción de amor a mamá.  Sin que lo esperase fue tomada bruscamente y conducida al pie de un árbol, donde sus pequeñas ropas le fueron quitadas fácilmente.  Deseó gritar, pero el miedo no se lo permitió.  Su pequeño rostro convertido en súplica no detuvo al atacante, que como fiera salvaje la hizo suya.
 
Luego de una amenaza desapareció del lugar y de su vida.

El cuerpo desnudo quedó tendido largo rato en el suelo.  Ella no se movió hasta que las lágrimas tocaron sus mejillas y el grito de dolor, que aún no había brotado, rompió el silencio. 

El viento chocando con su rostro la saco de toda cavilación.  Detuvo su vaivén al encontrar que se mecía demasiado fuerte.  Miró nuevamente al árbol, ya el pajarillo no estaba allí.  Experimentó soledad.  Pensó en su vida después de aquel triste suceso.  Cuando quiso contarle a su madre, no se atrevió.  Nadie, excepto ella y el ser que la atacó conocían el incidente.  Nunca se casó - ¿Cómo hacerlo? – pensó; le tenía terror a una noche de bodas.

Se quitó las hebillas que amarraban su cabello.  Sacó un peine de bolsillo de la bata e hizo que su largo pelo canoso cayera en su frente llena de arrugas.  Se peinó como cuando era niña, haciéndose una compartidura y dejando que el cabello plateado le cayera libremente.  Sus años no evitaron que corriera desde el columpio hasta el subibaja y luego hasta la chorrera.  Mientras corría empezó a escuchar risas de niños.  Vio a todos sus amiguitos invitándola a jugar a las escondidas.  Al llegar al columpio acomodó en al mecedora su fatigado cuerpo.  Siguió escuchando voces y, en loco desvarío inició una canción.  La canción de amor a mamá.  Se meció cada vez más fuerte, descubriendo dentro de sí la inocencia y la alegría que sólo una niña de nueve años podría contener. 

Dejó de escuchar las voces, olvidó la canción.  Trató de tararearla.  De repente se le hizo un nudo en la garganta.  Las muecas de locura brotaron, y al ver unos ojos reflejados en el azul del cielo, desesperadamente suplicó: ¡No papá! Otra vez no, por favor…