miércoles, 9 de septiembre de 2015

Aquí, allá y en todas partes: Reflexiones sobre la creación literaria

por Carlos Esteban Cana

Durante el mes de junio tuve el privilegio de ser parte de un panel auspiciado por el PEN CLUB de Puerto Rico en Plaza de la Cultura en Hato Rey. El mismo gravitaba en torno al tema de El escritor ante la palabra, y también participaron los creadores Stefan Antonmattei, Yolanda Arroyo Pizarro e Irma Rivera Colón. El propósito de los organizadores que los autores, a raíz de su experiencia en varios géneros literarios, ofrecieran su perspectiva. Coordinó el encuentro la novelista María Zamparelli y moderó la velada la escritora Dalia Stella González. El evento contó con la presencia de José Muratti, quien recientemente anunció que por compromisos académicos renunciaba a la presidencia del PEN después de haber dejado una estela de actividades culturales, talleres y publicaciones. También logró que el próximo año Puerto Rico sea la sede de 82do Congreso del PEN Internacional.

Como “Aquí, allá y en todas partes”, columna exclusiva para la bitácora del editor Caronte Campos Eliseos,  focaliza sobre diversos aspectos del proceso creativo, comparto fragmentos de una conversación que se dio entre la novelista Dalia Stella González y este servidor.

Dalia Stella González: ¿Qué es para ti la palabra y cómo te acercas a ella?

Carlos Esteban Cana: Neruda hablaba de que los conquistadores habían arrasado con todo… pero que a la misma vez habían dejado todo en las palabras… Sin duda, es una relación endémica, diría yo, la que tengo con la palabra. No imagino mi vida sin ella. En Psicoanálisis hay quien dice que la protagonista del proceso terapéutico de sanación es la palabra. Yo he sido sanado de múltiples maneras a través de la palabra.

Dalia Stella: Por un lado Poe ha dicho que: “Nuestro mundo es un mundo de palabras”. (E.A. Poe, Al Aaraaf)  y el español Enrique Vila-Matas (Premio Rómulo Gallegos) expresó que: «no puede existir ya buena literatura si en ésta no hay implícita de fondo una reflexión que cuestione incluso la posibilidad o la noción misma de la literatura».  Dos puntos ejes respecto a la palabra. Por un lado la confianza, por otro, la desconfianza en la capacidad expresiva del lenguaje. ¿Qué opinas sobre esto?

Carlos Esteban: Entiendo que hay una relación simbiótica entre la certidumbre y la desconfianza… La relación del sujeto escritural con respecto a su capacidad expresiva mediante el lenguaje es dinámica. Como el péndulo ese ‘apalabrador’ se mueve entre ambos polos, pues el propio sujeto es un ser en continuo proceso de individuación dirían los jungianos…

Dalia Stella: ¿Con quién hablaste de literatura por primera vez?

Carlos Esteban: Hay dos personas que identifico como agentes catalíticos, por un lado un tío ebanista que hasta el sol de hoy es un apasionado por la lectura, un verdadero autodidacta; por otro lado, una prima cantante de ópera con notoriedad en su época, durante los 60’s y 70’s. Ambos me expusieron de una forma u otra al vasto universo de las letras.

Dalia Stella: Exploraste mucho sobre un género que remarca el poder de la palabra y el sentido atrapado en ellas. ¿Qué puedes abundarnos?

Carlos Esteban: Ese poder de la palabra es pleno a la hora de hacer aprehensión de la realidad, bajo el prisma personal; una realidad que, sin embargo, nunca es estática. En ocasiones puede parecer sinuosa, inaprensible como la brisa, la bruma o el agua… Pero eso no parece quitarle norte al creador que busca hacer alquimia de sus emociones y experiencias con la belleza.

Dalia Stella: Los griegos introdujeron el término colosal, lo inconmensurable, lo que no tiene dimensión humana…

Una de las teorías del arte es que los objetos en la realidad no suelen tener una dimensión extraordinaria, sino que el artista decide el elemento que va a resaltar. Por ejemplo Van Gogh destacaba el color, Boticcelli la línea, mi padre remarca el volumen para magnificar el objeto. Por eso él dice que una manzana colosal es más manzana que la manzana real de la vida cotidiana. ¿Cuál crees que es tu aporte como artista de la palabra para exaltar la realidad?

Carlos Esteban: Esta pregunta me remite a lo que se dice con respecto a la narrativa: no es lo que se cuenta sino cómo se cuenta. Quizás esa inconmensurabilidad a la que hacías referencia al principio puede sondearse –digámoslo así-, más con la poesía… Pero volviendo a los ejemplos de los pintores no veo otra cosa que diversos métodos para esa exaltación de la realidad… En mi caso tendría entonces que pensar esta pregunta desde el género que me ocupe a la hora de acercarme a la página en blanco. La experiencia es distinta cuando trabajo cuento, poesía, microcuento, ensayo, o novela… La materia prima utilizada –en este caso el género literario- impone su propia respuesta, que siempre va aromatizada con la emoción de turno a flor de piel.

Dalia Stella: ¿En qué género te sientes más cómodo?

Carlos Esteban: Depende de lo que quiera comunicar en el momento… En ocasiones lo que fluye armoniza en poesía, en otras instancias en cuento o microcuento. Lo mismo puedo decir del ensayo y la novela. Por eso puedo entender cuando ciertos creadores manifiestan que son incomprendidos. Es difícil ser artista en una sociedad que aspira a tener resultados inmediatos y visibles… cuando en muchos casos el proceder del artista y del humanista es un trabajo en profundidad…

Dalia Stella: ¿Crees que hay un denominador común en el modo de acercarte a tus lectores, irrespectivo del género que trabajes?

Carlos Esteban: Quizás ese ‘denominador común’ que me permite acercarme al lector sea la aspiración de hacerme entender… No olvides que mi formación primaria es el ámbito de las comunicaciones.

Dalia Stella: ¿Cuáles son tus preferencias literarias? ¿Cómo estas han influido o influyen en tu palabra?

Carlos Esteban: Las preferencias literarias cambian con el tiempo. Si en un principio, siendo niño, me cautivaba leyendo las historias de la Biblia (la historia de José, Salomón, los salmos) y los cuentos en Selecciones del Reader’s Digest, o las aventuras del Quijote en una edición para niños o la Vuelta al mundo en 80 días de Julio Verne. Después vinieron Tolstoy, Quiroga, Laguerre, Borges… y Neruda, Ángel González, José Hierro, los cuentistas puertorriqueños, Maupassant, Philip K. Dick… En fin, la lista es larga. Y sin lugar a dudas en la etapa primaria de este caminar, en el cual uno no deja de ser aprendiz, esas preferencias se sentían más. Es decir, que se podrían percolar, hacerse más evidente. Pero con el paso del tiempo emergen los rasgos que dan perfil a la voz propia, al estilo personal de cada escritor.

Dalia Stella: ¿Qué nuevos proyectos tienes?

Carlos Esteban: Pronto se publicará mi libro de cuentos, Catarsis de maletas. Por otro lado, esta educación continua que me agencio con mi periodismo cultural ha dejado como resultado muchas páginas. Sé que con el tiempo vendrán los libros que se nombrarán con el nombre de mis columnas: “En las letras, desde Puerto Rico”, “Breves en la cartografía cultural”, “Aquí, allá y en todas partes”, “Crónicas urbanas”, “En crítica de libros”… Por supuesto que también tengo mis cuadernos poéticos y dos novelas en curso… Así que necesitaría una sabática de años para poder organizar todo ese trabajo como quiero…

Dalia Stella: Si tuvieras que elegir tres palabras con las cuales definir tu obra, ¿cuáles serían?


Carlos Esteban: Diría que esas tres palabras son ‘Intento’ ‘Ser’ y ‘Humano’ con todo la gradación que implican cada una de ellas, en una dirección u otra…

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Carlos Esteban CanaComunicador y escritor.  Nació en Bayamón, Puerto Rico, pero se crió en el pueblo costero de Cataño. Fundador de la revista y colectivo TALLER LITERARIO, publicación alternativa que marcó la última década de creación literaria boricua en el siglo XX.  Ha trabajado en el Instituto de Cultura Puertorriqueña como Coordinador Editorial, Director de Prensa para la V Feria Internacional del Libro de Puerto Rico y como Coordinador de Medios para el Encuentro de Escritores De-Generaciones.  Su periodismo cultural ha sido publicado en periódicos y publicaciones como Dialogo, Cayey, CulturA, El Nuevo Día, y Resonancias, entre otras.  Fue parte del colectivo El Sótano 00931.  Colaboro con el poeta Julio Cesar Pol, junto a Nicole Cecilia Delgado y Loretta Collins, en la antología Los Rostros de la Hidra.

Su periodismo cultural es reproducido en diversos espacios y bitácoras cibernéticas, con columnas como: Breves en la cartografía cultural; Aquí allá y en todas partes; Crónicas urbanas y el boletín En las letras, desde Puerto Rico, en bitácoras como Confesiones, Sólo Disparates: buscando la luz al final del túnel, Panaceas y placebos, Boreales, Revista Isla Negra y en periódicos como El Post Antillano.  Tiene tres libros publicados: Universos (micro-cuentos); Testamento (antología poética; una selección de 46 cuadernos) y Catarsis de maletas (cuentos).  Actualmente reside en la ciudad de Nueva York y desarrolla la plataforma multi-mediática Servicios de Prensa Cultural.  Para Carlos Esteban Cana profesar creación y cultura es como recibir oxígeno; vehículos que le permiten ejercer su libertad.

domingo, 23 de agosto de 2015

Instrucción

por  Caronte Campos Elíseos



En aras de relajarme y despejar la mente, me propuse salir a caminar.  Quería eliminar los recuerdos de la última pesadilla y sanar el estrés post-traumático.  En el recorrido por el pueblo (pueblo casi fantasma) llegué hasta la plaza pública frente a la impresionante iglesia.  Para mi sorpresa estaba repleta de caminantes y jugadores de dominó.  Con cautela me acerqué a una de las mesas donde jugaban cuatro ancianos.  Uno de ellos aparentaba tener 135 años, como si hubiera nacido en el 1880.  De hecho, era el más hablador de todos.  Su discurso apologista era bastante estridente.  Hablaba de los tiempos cuando se dedicaba a trabajar por el país.  Su dialéctica giraba en torno a la educación gratuita.  Mientras observaba el juego, quedé absorto con su discurso.

Decía el anciano: “En mis tiempos todo era distinto.  Para empezar el sistema era llamado, instrucción.  Lógicamente, porque la educación la reciben los párvulos en sus hogares con sus familias.  En las escuelas es donde está supuesto que reciban el pan de la enseñanza.  En adición, esa enseñanza era en inglés.  Bastante que abogué en aquellos días por mantener el inglés como idioma principal en las escuelas.  Yo sabía que siempre seríamos parte de los Estados Unidos, y por ende, necesitaríamos conocer y  dominar su idioma para nuestro desarrollo.  Pero nunca me escucharon y el magisterio me fustigaba por mis posturas.”  Los demás jugadores solo miraban las fichas sobre la mesa.  No aparentaban prestar mucha atención al fuero del decano.  Yo solo me preguntaba quién era aquel hombre tan ilustre.

Continuó, mientras los demás ni se inmutaban: “Si me hubieran hecho caso, si hubieran seguido mi ejemplo, el sistema educativo no estuviera tan retrasado.  Décadas después, el tiempo me da la razón.  Hoy día tenemos una población de ciudadanos americanos que no dominan su idioma principal, el inglés.  El mismo que es el idioma internacional de la educación, la cultura y los negocios.  El escenario tétrico del Puerto Rico de hoy se lo debemos a la ausencia de una sociedad bilingüe y a un sistema de instrucción mediocre.  La inmensa mayoría de los problemas sociales que nos conducen a la miseria, son a causa de la paupérrima formación que recibe el pueblo, en especial los niños.  Al final del día, mientras menos conozcan y más ignorantes sean los ciudadanos, mejor para el gobierno.  Los gobernantes se aprovechan de sus constituyentes manteniéndolos incautos y ajenos al conocimiento.  Es por eso que los currículos utilizados para medir el aprovechamiento académico de los estudiantes, carecen de muchas materias, estrategias y contenidos que fomenten el desarrollo intelectual del estudiantado.  Mucho menos fomentan el aprendizaje autodidacta, el pensamiento crítico y racional, la diversidad de conocimientos y habilidades, el desarrollo de los diferentes tipos de talentos ni la responsabilidad social individual.  Lo que tenemos es un sistema mecanizado y estandarizado;  que no considera la variedad de inteligencias existentes.  Desarrolla mentes robóticas y adoctrinadas, dirigidas y encaminadas a adentrarse en la enajenación general.  Dispuestas a sumergirse en rutinas inútiles pero que crean sentimientos de satisfacción y conformidad”.

Las fichas seguían pasando sobre la mesa.  Uno de los jugadores contaba tantos y otro los anotaba.  Yo seguía aferrado al dicho que dice que el mirón es de palo.  Me limitaba a mirar y a escuchar las sabias palabras de aquel “Juan del Pueblo”.  Proseguía mientras analizaba atentamente sus fichas: “Es por eso que en la actualidad, nadie conoce la verdadera historia de este pueblo.  Todos tienen su propia versión e interpretación de los hechos.  Nadie conoce sus próceres ni sus héroes nacionales.  La cultura se ha convertido en exclusiva para algunos sectores.  Los alumnos no conocen la vida de los ilustres hombres y mujeres con los que bautizan sus propios planteles.  Todo este sistema lo que ha provocado con el pasar de los años, es el crecimiento de la deserción escolar.  Cada vez son más los desertores escolares.  El sistema actual solo logra llevar a graduación un 60% de los estudiantes.  El otro cuarenta por ciento (40%) lo tiran a perdida.  Pero es de esperarse de un sistema tan deficiente y que se auto-sabotea con sus estrategias con poca o ninguna planificación.  Todo el andamiaje de instrucción ha demostrado su incapacidad de trabajar y manejar las múltiples necesidades del estudiantado.  Esto es obvio y sumamente palpable en las cientos de compañías pseudo-educativas registradas por el Estado para ofrecer “métodos alternativos de educación”.  Estas empresas, como toda empresa privada, solo busca el lucro a través de una necesidad existente.  Las más atractivas para los desertores que están frustrados o aburridos del sistema regular, son las que los llevan a obtener sus diplomas de cuarto año y una carrera corta en un periodo de seis a doce meses.  Todo este escenario les da la justificación perfecta para el cierre de planteles escolares.  En los últimos dos años, el Secretario ha cerrado 170 escuelas.  So pretexto de ahorros, disminución de gastos, y la excusa perfecta de la baja en la matricula, han ordenado la disminución del número de escuelas.  Lo que a todas luces, perjudica a ciertos sectores de la población con dificultades de transportación.  Ni hablar del mensaje subliminal en estos cierres, que no es otro que las prioridades son económicas y no educativas, instruccionales ni profesionales.  Vivimos un país que tiene sus prioridades invertidas.  Existen dineros, fondos y fuentes de financiamiento para eventos electorales, escoltas para ex gobernadores, pensiones del 100% para jueces, contratos millonarios para batatas políticas; pero no existe ni un centavo para el desarrollo de una estrategia de retención estudiantil ni para el mantenimiento y buen funcionamiento de las escuelas”.

Ya siento el dolor en mis rodillas del tiempo estando de pie.  Solo pienso que este hombre debe ser uno de los puertorriqueños más ilustrados de la historia.  Los demás siguen inanimados ante las fichas blancas.  Vuelven a contar y anotar las cifras de los puntos negros sumados.  El jugador erudito observa sus nuevas fichas, pero continúa: “Todo esto es resultado de la politización del sistema.  Los partidos peleándose por obtener el control de la partida mayor del presupuesto del país.  Luchando por mantener sus influencias sobre el sistema de adoctrinamiento de población por excelencia.  La agencia perfecta para atornillar a todo su sequito de ineptos e incompetentes disfrazados de doctores y profesores.  Incubando desde adentro políticas públicas con matices de política partidista, en lugar de estrategias para el desarrollo intelectual.  Pero el círculo vicioso del propio sistema funciona, a esos efectos, a la perfección.  Estamos tan ensimismados con nuestras rutinas y nuestras vidas personales, con triunfos y fracasos, que no nos percatamos que somos los principales responsables del deterioro educativo, instruccional e intelectual del país.  Somos nosotros todos, los que escogemos a los que dirigen nuestras instituciones.  Lo que hacemos es aprender a obedecer el sistema.  Somos el fruto de un Departamento de Educación sin Instrucción.  Nunca aprehendemos.  ¿Nunca aprehenderemos?  ¡Capicú!”

Ese fue el último grito que escuché antes de percatarme que había un espacio vacío en la mesa.  Los demás ancianos sentados, me miraban como si llevaran horas esperando por mí para comenzar la partida.  El bolígrafo estaba cerrado y el papel en blanco.  No me quedó más remedio que sentarme a la mesa y olvidar todo lo que pensé que había escuchado.  Al tomar las fichas no pude evitar percatarme del nombre grabado en ellas, J. B. Huyke.


¡Levántate y anda!  

sábado, 18 de julio de 2015

Pesadilla en la garita

por  Caronte Campos Elíseos

Luego de la abrupta salida de la presentación de Ojos Furtivos, y cargado de suministros de alcohol para varios días, deambule por las calles del Viejo San Juan (otra vez).  Llegué a un sitio conocido como la Garita del Diablo.  No sé a ciencia cierta, si el hedor era endógeno del lugar, o era propio de los días míos vagando.  Allí se encontraba, solitario, un noble caballero.  Aún más extraño que encontrarlo allí a tan altas horas de la noche, era lo que estaba haciendo.  Tenía en su mano un tablero con una especie de prisma.  De manera sincrónica, mientras miraba la tabla, parecía leer de los papeles.  Parecía una práctica mundana.  Al cuestionar lo que hacía, el grotesco hombre me invitó a pasar.  Con dificultad pudimos acomodarnos en la garita diseñada para una sola persona.  Antes de que pudiera cuestionar nuevamente lo que hacía, me dijo que estaba evaluando el informe sometido al gobierno por la famosa economista, Anne O. Krueger.

En medio de la oscuridad, la vela apagada por el viento que soplaba tan fuerte como si cargara espíritus chocarreros, lo primero que me dijo fue que esa mujer era su hermana.  Nunca pensé encontrar en mi camino a alguien más lunático que yo.  Marcaban las tres de la madrugada cuando aquel chiflado comenzó a hablar con su tablero de madera.  Quedé petrificado cuando el puntero triangular comenzó a moverse.  Acto seguido el hombre entró en una especie de trance.  Como poseso por los espíritus del viento comenzó a hablar sandeces.  Hablaba de la necesidad de reforma estructural y reformas fiscales.  Hablaba también de la deuda pública, de la credibilidad de las instituciones y las funciones del gobierno.  Mientras gritaba toda suerte de términos económicos en lenguas que yo no lograba entender, daba golpes contra la pared de la garita. Daba zarpazos y rasguños como el mismisimo “Hugh Jackman”.  Intente interrumpir para poder huir de aquel demente.  Mis esfuerzos fueron en vano ya que nunca me permitió salir.  Decía que pronto vendría la respuesta del mas allá.  Que el señor de la oscuridad confirmaría las medidas presentadas por su hermana, Anne.

Continuó gritando y enumerando las medidas recomendadas por la Krueger.  Medidas concebidas por el mismo diablo y enviadas directamente desde el mismo infierno.  Medidas de austeridad cual Grecia americana.  Recortes de gastos del gobierno en servicios a la población, medidas impositivas, encarecimiento de los servicios básicos, reformas laborales en detrimento del pueblo trabajador, privatización de las instituciones, reducción en los programas de bienestar social, ley de quiebra y restructuración de la deuda (con el fin de pagar a los acreedores), nuevas emisiones de bonos, en fin, un paquete de medidas dirigidas en contra de la casi desaparecida clase media.  El Hombre parecía sufrir de pie un ataque epiléptico.  Sus enormes brazos aleteaban sin control.  Sus largas uñas marcaban las paredes de la vieja garita.  Intenté escapar, pero lo único que obtuve fue un fuerte arañazo en el rostro.

Sentía que tal situación me desgastaba el alma.  El hombre extendió su brazos cual mesías, y continuó con su mensaje recibido desde el más allá.  Decía que su hermana tenía razón, que su informe económico iba a ser ensalzado por el inepto gobierno y que pronto veríamos la implementación de las leoninas reformas.  El tablero temblaba, el puntero giraba en el aire, el viento soplaba malos augurios.  Todo era como una pesadilla en la garita.  Continuaba el endemoniado hombre hablando cual Emily Rose:  “Vendrán los peores tiempos; la decadencia, el hambre, la miseria, la pobreza, la escasez.  Todo, a través de los elegidos para dirigir el destino de este pueblo, pero que lo han conducido al final de los tiempos.  El país sufrirá las peores penurias a manos de los que han escogido para delegarle sus poderes.  Han votado reiteradamente por los que han consentido los poderes plenarios de fuerzas diabólicas extranjeras.  Pronto verán el gobierno incompetente y sometido, suplicar a los dioses del mercado una prórroga para el pago de la deuda.  Un tiempo razonable para poder expoliar más a los ciudadanos para poder entregarlo todo a los intereses privados.  Estos a su vez exigirán más sacrificios que aseguren el retorno de su inversión.  Entonces veremos estos falsos profetas, los veremos peregrinar a Washington, la gran metrópoli usurera.  Allí clamaran por una exención del salario mínimo federal, so pretexto de fomentar más empleos.  Más, muchos más, pero peores empleos y mal remunerados para el pueblo.  Nunca han tenido la valentía de exigir la exención de las leyes de cabotaje, pero ahora irán de rodillas a pedir que se castigue más a los trabajadores reduciendo los salarios.”

Llorando, caí de bruces en el piso mojado de la garita.  No quería seguir bajo la férula de aquel espíritu perverso. Mientras tanto, él continuaba con su escarnio:  “No conforme con eso, reformaran las leyes laborales.  Con toda intención de despojar a los pocos que todavía encuentran cabida en la fuerza laboral, de sus derechos adquiridos y de sus beneficios marginales.  Luego, ni cortos ni perezosos, entregarán a los capitales privados los activos del pueblo.  Entregarán los servicios para que los ofrezca el sector privado, y los que no vendan al mejor postor, los recortarán al mínimo.  Comenzarán con limitar la transportación pública, cerrarán y venderán las escuelas, las autopistas, los peajes, los aeropuertos, las universidades.  Reducirán aún más lo asignado a la salud, la seguridad y al bienestar social.  Subirán los impuestos sin medida y sin contemplaciones.  Los precios subirán hasta las nubes, los alimentos serán incosteables y escasearán. El que logre conservar su casa tendrá que cuidarla de todos los que quedaran en las calles sin hogar, sin techo.  Todo muy bien planificado y ejecutado por la troika boricua.  Pero al final, una vez consumado el plan maléfico, el país seguirá viviendo sumido en la pesadilla que ellos mismos han creado.  Los ricos serán más ricos, los pobres serán más pobres; la clase media habrá desaparecido por completo y serán la población más ignorante del orbe; serán los más enfermos y raquíticos del planeta y los políticos se habrán robado todo lo que le han arrebatado al pueblo.  Y cuando abran los ojos, estarán más hundidos y condenados a la miseria y a la hambruna.  No hay salvación para un pueblo que vive ensimismado en el baile, botella y baraja.  No hay redención para un pueblo que no conoce su historia; que no aprende de las lecciones ni de las experiencias, y sigue preso del fanatismo político.  Y así, el tiempo muerto será eterno y vivirán en la perenne oscuridad de su ignorancia, sin ver la luz al final del túnel.”

De pronto comienza a temblar la tierra.  Cierro mis ojos arropado por el miedo.  El mar azota la costa.  El viento grita risas demoniacas.  Los truenos retumban en mis oídos.  De repente, una intensa calma en medio de la tormenta.  Abro mis ojos lentamente.  No hay nadie conmigo en la garita.  Estoy completamente solo.  En el piso, unas ropas andrajosas, la tabla y el puntero.  Rasgado como por garras de osos, el informe de Anne O. Krueger firmado con la sangre de la herida en mi cara, por su hermano Freddy.  Recogí todos los pertrechos y remanentes de vino, y me fui a casa.


¡Levántate y anda!     
                              

lunes, 13 de julio de 2015

En las letras, desde Puerto Rico: (Serie Reseñas) Dos libros, un autor: Héctor Torriente

por Carlos Esteban Cana

Recientemente el autor de Pichón y mime careto presentó en la biblioteca de la Escuela de Comunicación Pública de la Universidad de Puerto Rico, dos valiosos libros de su catálogo: uno de poesía titulado Estaciones de abordaje y su conocida colección de cuentos El Sindicalista que vuelve a estar disponible para los amantes de la narrativa corta.

A continuación comparto con ustedes algunas impresiones acerca de estos nuevos libros.


Foto cortesía de Angelo Negrón
En Héctor Torriente encontramos un escritor que no se conforma en transitar los mismos horizontes… Conoce la tradición que le precede, y por esa conciencia tanto sus ensayos comunicológicos como sus poesías y cuentos van hilvanándose hacia linderos en los que prevalece la innovación gracias a esa cultura que le sirve de base. Pero esa innovación no es forzada ni se da estridente. Hay que saber mirar a este poeta, quizás empedernido con la bohemia o con el amor sinuoso que transmuta y no se detiene mientras la canción puesta en la vellonera corresponde a diversas situaciones que se dan en “Estaciones del abordaje”, el poemario que nos ocupa hoy.

En cuanto a los cuentos que Héctor Torriente el narrador comparte en “El sindicalista”, esa actitud de vanguardia  transita deliberadamente hacia un entorno  a distancia de la urbe (o desplazada por la misma): el barrio… En la barriada el escritor atraviesa contornos, dinámicas y personajes, mediante un buen uso de narrativa contemporánea;  pasajes en los que fluye un lenguaje espontáneo salpicado por una interesante expresión coloquial… Es por eso que este segundo libro que nos ocupa y que llevó –en principio- el subtítulo de “y otros cuentos de barricada”, comparte con “Septiembre” de Elidio la Torre Lagares, “Falsas crónicas del Sur” de Ana Lydia Vega, y “Lajas” de Aravind Enrique Adyanthaya, ese buen sabor –nombrémoslo de esa forma- que deja una excelente colección de cuentos realizada en clave boricua; conjunto que, tras la última página, deja al lector con un atisbo del perfil, la textura espiritual, de todo un pueblo o una región. Y ese es el caso de “El Sindicalista” con respecto a la zona suroriental de este Archipiélago  nuestro del Caribe y, particularmente, Yabucoa, pueblo en el que Héctor Torriente creció.

Foto cortesía de Angelo Negrón

A los lectores interesados en adquirir ambos libros pueden contactar al propio autor a través de la red social facebook, en el espacio que lleva su nombre: Héctor Torriente. Tambien a través de Amazon en la siguiente dirección electrónica: 



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Carlos Esteban CanaComunicador y escritor.  Nació en Bayamón, Puerto Rico, pero se crió en el pueblo costero de Cataño. Fundador de la revista y colectivo TALLER LITERARIO, publicación alternativa que marcó la última década de creación literaria boricua en el siglo XX.  Ha trabajado en el Instituto de Cultura Puertorriqueña como Coordinador Editorial, Director de Prensa para la V Feria Internacional del Libro de Puerto Rico y como Coordinador de Medios para el Encuentro de Escritores De-Generaciones.  Su periodismo cultural ha sido publicado en periódicos y publicaciones como Dialogo, Cayey, CulturA, El Nuevo Día, y Resonancias, entre otras.  Fue parte del colectivo El Sótano 00931.  Colaboro con el poeta Julio Cesar Pol, junto a Nicole Cecilia Delgado y Loretta Collins, en la antología Los Rostros de la Hidra.

Su periodismo cultural es reproducido en diversos espacios y bitácoras cibernéticas, con columnas como: Breves en la cartografía cultural; Aquí allá y en todas partes; Crónicas urbanas y el boletín En las letras, desde Puerto Rico, en bitácoras como Confesiones, Sólo Disparates: buscando la luz al final del túnel, Panaceas y placebos, Boreales, Revista Isla Negra y en periódicos como El Post Antillano.  Tiene tres libros publicados: Universos (micro-cuentos); Testamento (antología poética; una selección de 46 cuadernos) y Catarsis de maletas (cuentos).  Actualmente reside en la ciudad de Nueva York y desarrolla la plataforma multi-mediática Servicios de Prensa Cultural.  Para Carlos Esteban Cana profesar creación y cultura es como recibir oxígeno; vehículos que le permiten ejercer su libertad.

sábado, 11 de julio de 2015

En Crítica de libros: La ciudad en mi estómago

de Hoy en las noticias

Cuando un autor combina lo real con lo fantástico se crea un mundo sin sentido que aunque la lógica quiera combatirlo por absurdo, logra convencerse de esta nueva realidad sucumbida en sus páginas.  Este es el caso del libro "La ciudad en mi estómago" del autor Luis Francisco Cintrón Morales.  Reseñado por Carlos Esteban Cana.