miércoles, 22 de octubre de 2014

Apaga el televisor

por  Caronte Campos Elíseos




Después de cerrar un trato bastante lucrativo en el Viejo San Juan, me detuve en un colmado cercano.  Aprovechando la bonanza para abastecer mis reservas ante la advertencia de huracán.  Ya les he contado que no puedo apertrecharme sin mi cisne gris, el murciélago negro, el castillo y la presidente.  También les he mencionado que la antena de mi televisor solo recibe señal de un solo canal.  Pues, para hacer el cuento largo, corto, el susodicho canal anunció un cambio operacional.  En el mismo informó la decisión sobre la eliminación de todos los noticieros locales que transmitía, despidió 109 personas (entre reporteros, técnicos, y talentos) y confirmó que se convertía de manera inmediata en una repetidora.  Hasta ahí, creo que no hay nada malo en la noticia.

Siempre los despidos de trabajadores, por las razones o motivaciones que sean, son tristes y penosos.  En especial para las personas que trabajan con ánimo y sacrificio, y no esperan que les suceda un evento tan devastador.  Por esa misma razón es que yo, desde hace mucho tiempo, no trabajo.  No estoy preparado emocionalmente para una decepción de esa magnitud.  Padres, madres, jefes y jefas de familia de repente sin la seguridad de un salario fijo para sobrevivir en un país en crisis.  Menores, estudiantes, ancianos y enfermos, víctimas de la realidad laboral de sus proveedores y encargados.  Ese fatídico día para los 109 ex-empleados estará en la memoria con lágrimas, gritos, desmayos, incredulidad e histeria.  Hasta aquí, nada raro en este panorama.  Eso es pan de cada día, como dice la biblia cristiana. 

Mientras tanto, la opinión pública se matiza por las diferentes reacciones.  Todo un país indignado.  Las redes sociales se inundan de expresiones de solidaridad.  Los medios comienzan a tejer historias y entrevistas.  Los despedidos llorando, sufriendo, y lamentándose.  Todo el mundo indignado.  Los programas de escándalos haciendo su agosto.  Páginas y sitios de internet llamando al boicot contra el cruel patrono.  Televidentes con el corazón roto frente a los televisores, computadoras y teléfonos móviles.  Esa es la idiosincrasia boricua, solidarizarse con el que otro, que no ha sido uno mismo, ha jodido.  Todo un pueblo indignado.  Hasta este punto, nada fuera de lo común. 

Todo tiene su origen cuando, propiciado por el gobierno, los servicios ofrecidos al pueblo comenzaron a pasar de manos públicas a privadas.  Este pase de batón con el patrimonio nacional se ha presentado en diferentes modalidades.  Venta, alquiler, privatización, alianzas público-privadas, son algunas de estas.  Empresas locales, foráneas, y hasta fantasmas toman protagonismos en la prestación de servicios.  El gobierno subcontrata compañías para hacer lo que el Estado nunca ha logrado hacer, ofrecer buen servicio.  Estos contratos lucrativos para estas firmas, redundan en ganancias para los accionistas en detrimento de los servicios y las condiciones de trabajo de sus empleados.  Así las cosas, con este panorama en el mercado local, empezaron a llegar empresas de capital extranjero, incluyendo las de telecomunicaciones.  Nada ajeno para nosotros este panorama.  Estos esquemas son parte inherente de nuestro sistema.

Para el año 1998 el gobierno vendió la telefónica.  En contra de la voluntad popular y a fuerza de macanas y molleros, cedió los activos.  Hoy no tenemos ni telefónica ni rastros del dinero de dicha venta y unos obreros en luchas eternas en defensa de sus derechos.  Para ese mismo año se vendieron los Centros de Diagnóstico y Tratamiento (CDT).  Hoy los servicios de salud están en manos privadas y la salud pública en eutanasia.  Poco antes, para 1995 se habían vendido las Navieras de Puerto Rico, en una transacción que dejó una deuda que hasta el sol de hoy figura en los libros y arrastramos como mesías a la cruz.  En el 2002 llegó Ondeo, con el propósito de administrar la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados.   A los dos años se ahogaron en una pobre gestión, dejando la corporación en una sequía administrativa, estructural y fiscal.  Las autopistas, el aeropuerto, el tren urbano, son claros ejemplos de que el gobierno es incapaz de lograr una sana administración.  Hasta el Departamento de Educación depende, en gran medida, de la privatización de muchos de los servicios que debe brindar a los estudiantes.  Todo esto con el agravante que suponen los miles de empleados cesanteados por un estatuto legal.  Todo consentido como normal y bueno por los generosos puertorriqueños.  Nada extraño, hasta aquí. 
  
Entonces, ¿Dónde carajos está el punto de partida de esta tragedia?  ¿Dónde comienza la relación y paralelismo con lo sucedido en Univisión Puerto Rico?  Después de varias botellas vacías, las cosas se van viendo con más claridad.  La empresa privada parece haber extrapolado ese modelo gubernamental para aplicarlo en sus operaciones diarias.  Bancos en quiebra, cierre de restaurantes, de librerías y heladerías, amén de las reducciones de beneficios a los trabajadores.  Sin mencionar el abuso de ofrecer empleos a diestra y siniestra, pero a tiempo parcial y sin beneficios mínimos.  Todo parece indicar que el comercio puertorriqueño está emulando al gobierno.  Después de la quiebra de Tele-Once, el canal fue a parar en el año 2002, al portfolio de Univisión.  Como era de esperarse, dio inicio lo que podría denominarse, “crónica de un despido masivo a los cuatro vientos”.

El canal comenzó a importar sus programas originarios.  Esos que producen en sus propios estudios, con sus talentos contratados con el acento “uni-versal”, y que simplemente el costo de retrasmitirlo a los boricuas ávidos de cosas nuevas, es prácticamente cero.  Muchos de esos programas, con diseños para la cultura mexicana.  Pensados para la idiosincrasia mexicana y para los mexicanos residentes en los Estados Unidos.  De esta manera, los hogares criollos comenzaron a sentir una tercera invasión mediática.  Los menores comenzaron a ver el Chavo del Ocho (nuevamente), las mujeres a ver infinidad de novelas con las mismas tramas, y los hombres a llorar con la Rosa de Guadalupe, sin siquiera ser católicos (ese es uno de mis programas favoritos).  Luego llegaron los “reality shows”.  Nombres pegajosos como: “Mira quien baila”, “Mira quien canta”, Mira quien baila y canta”, “Mira quien chinga la madre”.  Todos y todas pegados a sus televisores esperando la hora de emitir un voto por las redes sociales.  Toda la semana enviando mensajes de a dólar cada uno, con el fin de salvar de la muerte súbita a sus favoritos.
 
Todo un esquema bien pensando para aclimatar las mentes incautas de los nativos hacia los programas enlatados e importados.  Una vez logrado el objetivo de tener un pueblo dormido frente a las pantallas planas mirando programas repetidos, llega el puntillazo final.  El despido de reporteros y reporteras que han trabajado informando al país por los pasados 25 años.  Entonces comienzan las preguntas hipócritas  e incrédulas.  Nadie se da por aludido.  Fuimos nosotros los que contribuimos a que estos afanosos de los medios fueran expulsados de sus puestos.  Apoyando, auspiciando, consintiendo ese modelo mediático.  Contrario a su lema inicial, ya nadie está en casa.  Solo queda una repetidora de programación que en nada se relaciona con su audiencia cautiva.

Después de que el alcohol en mi sangre rompiera los niveles de Bavaria, llegué a una conclusión.  Estamos acostumbrados, como país, a que nos cojan de pinsuacas.  Desde los años noventa, quizás un poco antes, vivimos bajo el mismo libreto.  Como primer actor, el gobierno.  Llevando a la quiebra los patrimonios y corporaciones públicas para luego hacernos creer que están mejores y serán más funcionales en manos privadas.  Lo hicieron con las ya mencionadas arriba, y tienen en agenda oculta a la Autoridad de Energía Eléctrica, la Universidad de Puerto Rico y sus recintos, los puertos, educación, Centro Médico, y dios sabe que otras cosas.  Estamos tan domesticados que no sabemos reconocer cuando estamos siendo víctimas de los artilugios propagandísticos.  Una vez más, el puertorriqueño muestra su incapacidad de anticipar lo inesperado.  Y para colmo de males, la empresa privada quiere convertirse en una extensión del gobierno.  Copiando y aplicando a sus operaciones todos los principios gubernamentales para un desastre perfecto.  Ya, hasta la buena atención al cliente ha pasado a segundo plano en éstas mega corporaciones.  Su principal y único objetivo es mejorar su salud financiera, en detrimento de la salud financiera y mental de los trabajadores nacionales.  Mientras, la crisis económica recae pesada en los hombros de la clase obrera, so pretexto de salvar los industriales y sus intereses.   

Si no nos gusta ni complace esta realidad (yo, al final no veo el dilema), solo tenemos una alternativa.  “Apagar el televisor”.  Mientras sigamos apegados a la misma programación mental, al mismo canal hipnótico de dominación mediática, viviremos eternamente repitiendo la misma historia y transmitiéndola a las futuras generaciones.



¡Levántate y anda!

jueves, 9 de octubre de 2014

Viviendo de un sueño

por  Caronte Campos Elíseos



Saliendo con gran decepción de una casa de empeño en el Viejo San Juan, decidí dar un paseo por la histórica ciudad.  Mi pesar fue causado por la afrenta del dueño de dicha casa de intercambios.  Me ofrecía por el anillo que traía y que me obsequiara días antes, un religioso muy querido, apenas dos dólares.  Decía que era un simple rosario para dedos.  Después de tanto regateo, acepté la oferta.  Caminando por la ciudad amurallada, mi capital no era suficiente ni siquiera para una botella de agua.  Ni hablar de los churros, piraguas y otras “delicatesen”.  Ya estoy acostumbrado a esto.  No me sorprende, al final del día, así funciona el sistema.  Algo mareado por la deshidratación y el azote inclemente del sol capitalino, me siento en un banquito cerca de la puerta de San Juan.  Al pasar un rato y ya recobrando el sentido, veo a mi lado un anciano dando de comer y beber a los gatos realengos.  Tampoco me sorprende que los gatos y las palomas tengan de sobra quien les tire comida, y que yo haya sufrido un bajón de azúcar en el pasadía sanjuanero y no tenga ni para la guagua pública.  Al final del día, así funciona el sistema.

Cuando al fin me siento del todo recuperado, le comento al anciano samaritano lo que me sucedió momentos antes en la joyería.  Su contestación fue parca: “Sorry, no tengo efectivo, hijo.”  Trato de controlar mis impulsos.  Eso siempre dicen las personas insensibles para no dar limosnas.  Recuerdo lo que me dijo el bendito cura: “Ama a tu prójimo.  Ama a tu prójimo.”  Intento identificar su acento.  No lo reconozco.  Le hago toda la historia sobre mi encuentro con el sacerdote buena gente.  Me dice con voz indolente que eso no es exclusivo de mi persona, sino que es un problema generalizado de todos y todas.  Dice que esa condición tiene nombre y apellido, y se llama, viviendo de un sueño.  Con temor a una larga letanía, le pregunto a qué se refiere con ese epíteto.  “Tú estás tonto o es que te haces”, me contesta el malhumorado anciano.

“Look, my son… cuando yo llegué a esta tierra, pasaba exactamente lo mismo.  Los puertorriqueños de esa época también vivían de sueños irrealizables.  No por que fueran imposibles, pero en ese entonces y al igual que ahora, no había voluntad para realizarlos”.  No sé de qué me habla este desconocido señor, yo solo pienso en el galón de agua que vierte en el piso para los gatos.

“La mayoría de los hombres y mujeres que querían verdaderos cambios, fueron contenidos por el sistema imperante.  Los colonos los obligaron a vivir fuera del país, o en el mejor de los casos en el clandestinaje interno, utilizando seudónimos para poder expresar sus ideales.  No le hicieron frente al régimen español y lo consintieron por cuatro largos siglos.  Desde entonces, las divergencias criollas los mantuvieron en desventajas frente a los abusos.  Solo algunos próceres, de los que dejó España sin castigo, lograron algunos derechos en una carta de autonomía.  Ustedes los puertorriqueños siempre han sufrido una gran atonía para enfrentar sus realidades.  Soñando con el momento de su reivindicación nacional, pero cargando un yugo extranjero.” 

Ya lo escucho a lo lejos.  Siento que la cabeza me da vueltas y se me viran los ojos.  Debe ser otro bajón de azúcar, pensé.  Supe su nombre después que le dio un último sorbo a su lata de Coca-Cola que leia, Nelson.

“You know… lo mismo pasó cuando llegaron los americanos.  Las diferencias sobre como recibir los gringos eran profundas.  Unos querían aprovechar el viaje y obtener la independencia de España.  Otros no favorecían un cambio de régimen y apoyaban la permanencia española en la isla.  Los demás veían con buenos ojos que la democracia yanqui arribara con toda su gloria.  Los más ilusos o soñadores, pensaban que podría ser un eslabón para una relación cercana con Norteamérica.  Nada más lejos de la realidad.  Perro flaco soñando con longaniza.  Mejor dicho, puertorriqueños viviendo de un sueño.  Todos sucumbieron ante el ofrecimiento de libertad y prosperidad.  Los que sabían la verdad, murieron poco antes o poco después de este evento.  Los nuevos invasores comenzaron y culminaron su conquista con el pie derecho.  Régimen militar, régimen colonial, y hasta el sol de hoy, régimen territorial.” 

Mientras tanto, yo siento el sudor bajar por mi cara y por mi espalda.  Tiemblan mis manos y piernas.  Solo pienso en las exquisitas donas que el militante narrador ofrece a los afortunados gatos.

“Todo salió como estaba previsto.  Vencieron a los españoles, obtuvieron los territorios y esclavizaron la gente.  Claro está, todo bajo el manto sagrado de una libertad aparente.  Todo aquel que daba visos de revolución, la inteligencia anglosajona lo aplastaba con ayuda de la bota militar.  Y después de largos e intensos años, he aquí los resultados… Una sociedad en involución.  Sumisa, dividida, colonizada, engañada, enfrentada, adaptada, (y todo lo que termine en ada, pensaba yo mientras reía como un loco, literalmente).

“Actually, en esta tierra ya no nacen más héroes nacionales o próceres dispuestos a luchar contra el sistema.  Y si alguno osara de impávido, no hace falta ya la intervención extranjera para reprimirle.  El propio pueblo dentro de su cautiverio mental, se encarga de refrenar sus buenas intenciones.   Yo lo supe desde mi llegada a estas tierras.  Lo supe desde mi primera interacción con los boricuas de mi época.  El resultado es lo que tienen ahora.  Solo hay que leer las primeras planas y titulares de la prensa local:


  1. Una crisis creada por ramilletes de gobernantes, legisladores y asesores irresponsables.  Personeros de los intereses propios y de sus secuaces.  Ineptos, ignorantes, siempre velando la oportunidad para agenciarse dineros y propiedades públicas.  Legislando a la medida de sus necesidades y las de sus allegados, sin considerar los efectos en el resto de la población y mucho menos sus verdaderas miserias. 
  2. Gobernadores desviando fondos favoreciendo sus amigos y cuentas bancarias personales.  Utilizando sus puestos honorables para gestionar y negociar empleos altamente remunerados una vez consumado el saqueo a las arcas públicas.  Haciendo galas de sus influencias para manipular los procesos legales contra esta mafia dorada.
  3. Un sistema electoral que solo admite participación general cada cuatro años.  Amañado para perpetuar el estatus actual y para repeler nuevas visiones e ideas noveles. Colocando en el mando a los testaferros de los que realmente tienen el poder detrás del trono y que solamente piensan en su prosperidad económica por encima del bien común.  Un sistema que favorece la instauración de monarquías municipales, soslayando la voluntad popular.
  4. Una constitución y un estado de derecho subordinado a la injerencia del congreso ultramarino.  Estatutos legales incapaces de hacer valer la verdadera justicia social y moralmente correcta.  Leyes convertidas en letra muerta en su exposición de motivos versus su implementación práctica.
  5. Medios de comunicación masiva haciendo las veces de abogados del diablo.  Instaurando mecanismos de lavado de cerebro y adoctrinamiento general. 
  6. Un pueblo aferrado a la idea de que este sistema es lo mejor de dos mundos.  Viviendo de un sueño americano que en los pasados 116 años ha brillado por su ausencia.  Un sueño que los ha sumido en un letargo social.  Un país con una voluntad lánguida en espera de la consumación de las promesas hechas desde el verano del 1898, de un futuro mejor.

Le digo al longevo orador que me siento muy mal.  Que estoy al borde de un desmayo. A estas alturas de la disertación nada lacónica, los felinos habían terminado el suculento manjar que tanta falta me hacía.  “You see, you see!!  Es por eso mismo que ustedes están en esta situación.  Solo piensan en ustedes mismos, viven ensimismados.  Egoístas e individualistas.  Estoy tratando de que encuentres la luz al final del túnel, y tú dices solo disparates.  Así se les va la vida a ustedes, pensando en lo personal por encima de lo colectivo.  Hasta que no cambien esa mentalidad vanidosa y arrogante, vivirán perpetuamente sin percatarse de que están abstraídos en una  burda pesadilla.  Hasta que no despierten de ese sueño, estarán condenando a las próximas generaciones a vivir dormidos y sonámbulos.”

Ya casi ni escucho lo que grita el veterano amigo.  Hasta lo veo doble cuando algo molesto y antes de marcharse fulminantemente, agarra cinco dólares de su billetera y me dice iracundo y en aparente cámara lenta: “Take this, come y bebe algo, y vete a tu casa con tu actitud engreída. Pude notar claramente que dejó sobre el banco una medalla militar con su nombre completo, LTG. Nelson A. Miles.  Vamos a ver que dice ahora el Sr. Efectivo de esta “memorabilia”.


¡Levántate y anda!    

martes, 30 de septiembre de 2014

Fe divina

por  Caronte Campos Elíseos



Primeramente, quiero pedir disculpas a todos los lectores a nombre mío. En la pasada publicación perdí la cordura que me caracteriza (la poca que aún conservo). Tanto, que muchos se acercaron a mí diciendo que en ese escrito, no era yo el que escribía. Prometo hacer todo lo posible por evitar esos lapsus mentales, que cotidianamente sufro. Admito que me sentía como poseído por algún espíritu realengo. Al comentarle todo esto a un gran amigo escritor, de nombre René, me recomendó sin ambages, buscar ayuda. Como es de conocimiento público, hace algún tiempo despedí a mi psicólogo. Más bien, el me dio de alta, y de paso, le dio pa' bajo a mi novia. Pero eso es historia vieja. No sabía a qué tipo de ayuda se estaba refiriendo mi viejo amigo. Lo último que mencionó fue algo parecido a un método, alguna especie de ayuda espiritual. No sé mucho de espiritismo ni nada por el estilo. Supuse que estaba sugiriendo a algún profesional que me expulsara el espíritu que me tiene poseso hace mucho tiempo. Así que, dejando a un lado mi ateísmo arraigado, salí una mañana directo a la iglesia más cercana. Quería una iglesia católica. Esto porque son las que más seguidores tienen y las que más rápido despachan los feligreses, luego de varios cánticos y un par de recolectas. Llegué a la que está frente a la plaza pública. Con algo de temor, entré sigiloso. Parecía no haber nadie allí presente. Solo veía las estatuas, las velas, las flores y los instrumentos musicales. Aunque nadie los tacaba, me parecía escuchar los cantos grecorromanos de las damas de cintas rojas. 

Sentí el ambiente algo fúnebre para ser la casa de lo que llaman un dios vivo. Me desplacé casi hasta el fondo, cuando sentí una mano sobre mi hombro. Después del grito desesperado, volteé a ver qué cosa me estaba tocando. Con tantas noticias sobre los clérigos, esos toques por la espalda pueden ser muy peligrosos. En efecto, un hombre vestido de monje estaba allí. Me cuestionó sobre mi visita al lugar. Le comenté que me recomendaron buscar ayuda profesional. Me dijo: "entra ahí y arrodíllate". Amenacé con golpearlo y salir huyendo (pensando en las víctimas de abusos, maltratos y violaciones). Me pidió que me tranquilizara, que tuviera fe y que cooperara. Era solo un confesionario y él iba a estar del otro lado de la pared. Me contuve y decidí darle una oportunidad. Hice lo que me pidió aunque no entendía. ¿Para que estar del otro lado de la pared si ya vi su rostro? Al momento me dijo cuatro cosas y me volvió a pedir que tuviera fe. Lo interrumpí abruptamente. Lo primero que le confesé fue que, precisamente eso es lo que no tengo, fe. Que no soy creyente, cristiano, dogmático y mucho menos religioso. Ahora era el cura el que aparentaba estar espantado.


Comencé mi diatriba cuestionando los discursos hipócritas de la iglesia. Promover una fe religiosa donde su principal precepto es la antropofagia. Al menos eso predican al hacer galas de que consumen el cuerpo del dios que es mitad ser humano. De ese doble discurso es que nace mi aversión a las religiones, mi ateísmo visceral y el odio tan arraigado hacia la humanidad. No logro entender cómo se puede instruir a amar al prójimo cuando se come frente a un altar carne humana, y se presenta como la salvación. El ser humano es una maraña de contradicciones. No puedo tener confianza en un ser tan despreciable. El monje perturbado me regaña. Su principal argumento es que somos hechos a imagen y semejanza del dios creador (el mismo que se meriendan en cada misa). También adujo a que somos hijos de la divinidad, que somos seres diversos y que no somos perfectos en nuestro proceder. Además me recordó que yo formo parte de la misma humanidad a la que aborrezco y a la que hay que amar como a uno mismo. Lo increpo repentinamente. Entonces resulta que el altísimo que se jacta de perfecto y de que nos creó a imagen y semejanza, nos hizo diferentes a todos y carentes de perfección. Otra cosa que no me hace ningún sentido. 



Lo primero que me pidió el ataviado clérigo fue tener fe y amar al prójimo. Pero como tener fe en el único animal (eso somos todos y todas) que tiene el don único de razonar, pero actúa en detrimento de su propia especie y del resto de la creación. Actúa como las sinnúmeros de especies existentes, por instinto. Y cuando usa el razonamiento y el sentido común, lo hace para beneficio individual exclusivamente. El sacerdote parece haber quedado sin respuestas o argumentos. Yo, continúo despotricando contra la raza humana. Esta creatura solo utiliza el don de pensamiento, palabra, obra y omisión para desarrollar toda clase de artilugio para beneficio y lucro personal a costa de los demás. Es la única especie que vive dañando su entorno, contaminado su ambiente y destruyendo su hábitat. Es el único que con su voluntad y libre albedrío ha afectado el balance natural de las cosas. El confesor parece ni inmutarse. 


Insisto en la capacidad destructiva del hombre. Ese que en sus adentros continúa siendo bárbaro, cavernícola, y retrogrado. Y en el caso de los católicos, caníbales. Propenso por naturaleza a la auto-destrucción. Basta con mirar sus ejecutorias sobre la tierra. En la actualidad es el único que libra guerras por extensiones territoriales, motivaciones religiosas, económicas, políticas y/o expansionistas (o todas las anteriores). El único que desarrolla y disemina virus, epidemias y enfermedades mortales. El agente catalítico del calentamiento global y las alteraciones climatológicas. El único ser capaz de generar batallas bacteriológicas, químicas, nucleares a grandes distancias o a quemarropa. La realidad es que nosotros, y solamente nosotros somos los artífices de nuestra realidad actual. Pero para colmo de males, tenemos la capacidad de enajenarnos (en especial yo) de esa realidad tan patente en el diario vivir. Seguimos nuestras vidas como si nada estuviera pasando. Como si no fuéramos nosotros mismos, víctimas y victimarios. Mientras tanto, sigue la producción de toda suerte de mecanismos, procesos, productos, objetos e inventos que deterioran la calidad de vida de todos y la estabilidad del planeta entero. No conformes con eso, viajamos al espacio con el mismo espíritu colonizador de siempre, a contaminar el resto de la galaxia. Olvidamos que ha sido nuestra raza la que ha promovido los grandes genocidios, holocaustos, cruzadas, cacerías de brujas, masacres, matanzas y demás derramamientos de sangre. Muchos de ellos por la simple tendencia y debilidad humana por poder, la dominación, la avaricia, el reconocimiento y a meros caprichos. Le cuestiono al párroco cómo es posible tener fe y amar a en un ser tan despreciable. Percibo que el hombre ha quedado patidifuso con mi extensa disertación. Eso no me detiene ni me impide seguir fustigando al prójimo.

Estos hijos del gran poder divino nunca están conformes. En su incesante búsqueda por el "bienestar", el resultado siempre es fatal. Puesto en la tierra para dominarla, se ha encargado de consumirla hasta el punto de destrucción. No queda agua suficiente para todos, y la que existe está contaminada. El aire ya no es puro. Especies extintas y otras en proceso por nuestra negligencia. El desbalance perfecto para nuestra propia desaparición. Sin embargo, y simultáneamente, nuestros corazones se tornan grises. Solo producen indiferencia, apatía, parquedad, distanciamiento. Como si ese tsunami de barbarie nunca fuera a tocar nuestras puertas. Brotan los sentimientos individualistas, personalistas y egoístas. Cada uno en su mundo, en su trinchera, a la defensiva contra los propios hermanos. ¿Cómo mantener la fe en este tétrico panorama? Para mí no es posible por mi propio escepticismo. Soy un fiel creyente de que todo ese comportamiento es endógeno e inherente del propio ser humano. Pareciera que al único que le queda una chispa de fe, es al propio ser supremo de las alturas y que ustedes (con infinidad de motes) tanto veneran. Esa fe divina que emana del cielo, y que insiste en repoblar y sobrepoblar el orbe con seres humanos imperfectos, aun sabiendo (según los dogmas religiosos) todo el resultado con antelación. El silencio del eclesiástico ya es perturbador, considerando el tiempo que lleva mi ponencia cargada de odio y resentimiento.

Ignoro el hecho de que ha caído la noche y las velas de todo el templo se han apagado. También ignoro el suave repicar en el campanario. En ese ambiente frio y tenue, comencé a reconocer que es inspirador que el responsable de que el hombre camine sobre la faz de la tierra como un "ser pensante y racional" tenga todavía un rayo de esperanza. Aun cuando sus propios "hijos" lo niegan (más de tres veces), cuando aparentan ser seguidores, creyentes o discípulos, y aun cuando aparentan seguir todos sus mandamientos (aunque sea por una hora los domingos), continúa restituyendo (setenta veces siete) la especie. Es como si a pesar de tener conocimiento previo de las decisiones y acciones que estos nuevos enviados van a tomar en su vida sobre la tierra, el supremo sigue creyendo en su creación. Una fe divina por parte del todopoderoso, de que en algún día, en algún momento, la humanidad reivindicara su propósito de vida. Eso para lo que en realidad fue creado y para lo que está llamado. Y descubrirá entonces su verdadera naturaleza. Siento al instante un gran alivio en mi corazón. Agradezco al sacerdote la atención prestada y toda la ayuda. 

Definitivamente no soy el mismo ser humano que cuando entre a esa iglesia oscura y vacía. Al no recibir respuesta del interlocutor, me dispuse a cruzar la pared de madera que nos separa. Al fijarme veo al anciano cura, dormido y babeando. La tertulia no fue tan buena para él, como lo fue para mí. Quiero saber su nombre para poder agradecerle su ayuda posteriormente. Diviso un anillo de oro con un grabado. Al retirarlo de su dedo con cuidado, coloco un dólar en su mano en solidaridad con la costumbre católica. Ya en la calle, pude leer el grado que leía: T. Merton

¡Levántate y anda!

jueves, 25 de septiembre de 2014

Cuello blanco

Por: Antonio Aguado Charneco


La bata, estilo albornoz, colgaba suelta alrededor de la mujer sentada en la butaca. Frente a ella brillaba el monitor de una ordenadora de palabras, en el que se podía leer: Las garras de los criminales ocultas bajo elegantes guantes…

El cabello de Carmicci, recogido alto, se mostraba muy negro y brilloso con la humedad de un duchazo reciente. Por su cuello todavía se deslizaban, acariciantes, lentas perlas de agua mientras sus dedos viajaban con celeridad pulsando el teclado: Comprando influencias en las esferas gubernamentales e intimidando luego a las autoridades con sus prepotentes credenciales políticas.

Por la pálida piel de su rostro viajó un temor, un tic, desde el ojo izquierdo hasta la boca; se ocasionó un leve tremor en el carnoso labio inferior cuando la periodista se atrevió a oprimir las letras, en una posible fatídica secuencia, de una cualidad acusadora: El afán de lucro de unos grandes comerciantes, la codicia desmedida de unos acaudalados profesionales, le facilitan a los narco-traficantes los dineros para financiar la importación de vicios que alienan y esclavizan.

La sombra entró a su área de visión causándole un sobresalto; pero la reportera volvió a calmarse cuando sus ojos aquamarina reconocieron a Carlosomar. Él le alargó una copa de champán; con un gesto se disculpó por la interrupción y con otro le indicó que continuara su labor.


Carmicci sonrió y se estiró sobre el butacón que utilizaba solamente cuando iba a escribir. Mientras sorbía el casi congelado líquido dorado, escanciado por su adorado, se sintió muy dichosa; tan sólo llevaban una semana viviendo juntos y ya ella sabía que iba a ser una relación por toda su vida… Así resultaría ser.

Mientras lo escuchaba quebrando hielo, a punzón, pensó que para ella Carlosomar lo tenía todo: inteligente, apuesto, buen amante… tanto en la cama como en el asiento de sus autos deportivos; ambicioso, sumamente ambicioso, en vías  de hacer fortuna por sus habilidades como corredor en la bolsa de valores; cariñoso, en extremo cariñoso; también fascinado con el oficio de ella, o sea, que no existía preocupación de que se antojara que ella dejara su trabajo.

Carmicci colocó la copa vacía en un tablillero adyacente para reanudar su tarea:  En este último artículo de la serie se mencionarán los criminales, junto a sus aliados de cuello blanco, y grandes firmas comerciales involucradas en el contrabando, en el comercio ilícito, con la utilización de furgones de carga conteniendo muy poca mercancía legal…

Las manos de Carl, apócope en el cual él insistía, se ciñeron alrededor de la nívea garganta de la joven; y los dedos,  helados,  debido al contacto con los hielos de la cubeta que albergaba el botellón, ocasionaron en ella un escalofrío. Con los pulgares él procedió a masajearle la nuca.

Carmicci cerró los ojos y volvió a sonreír. Carl la mimaba tanto: la manicuraba y le depilaba los vellos, para que ella no tuviera que perder tiempo en el salón de belleza; incluso le secaba los oídos con palitos de punta en algodón. Tan considerado Carl, siempre tan caballeroso.

La reportera sintió las manos alejarse. Luego el hormigueo de la motita algodonada limpiando dentro de su oreja derecha. Carmicci se relajó más, esperando las cosquillas en el otro lado; en vez de ello sintió un punto gélido que la tocó dentro del mismo oído

El picador de hielo penetró por el canal auditivo con sonido de fuelle desinflado, en suave movimiento por un orificio de entrada, sin oposición ósea. La muerte cerebral, instantánea, desmadejó a Carmicci arriba de la butaca como marioneta deshilada; aquél asiento ya no se usaba sólo para escribir.

Carlosomar extrajo el picahielos lentamente del oído, orificio de salida; el lugar herido cerrando en vacío, sin provocar hemorragia; una única gota de sangre se asomó, lágrima roja transformándose en acusador ojo de rubí. Un palillo punta de algodón absorbió el lunar colorado.

Carl enfundó el punzón en su vainita de cuero antes de colocarlo en el bolsillo interior de su chaquetón. De otro bolsillo sacó un teléfono celular, marcó y habló: “Hecho... Ya los muchachos en el correo no tienen que preocuparse de que los expongan. ¿Cuál va ser el diagnóstico de nuestro patólogo, el forense? ¡Aneurisma! Oquei”

Entonces con una cucharilla de platino, colgada de una cadenita alrededor de tu pescuezo jincho, procediste a darte varios pases de cocaína. Después te pusiste a reorganizar la escena del crimen mientras terminabas la champaña.

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Antonio Aguado Charneco nació en Arecibo, tierras del Cacique Jamaica Aracibo, señor de las márgenes de Abacoa. Es narrador efectivo en la traslación del lector al mundo primordial, manejador del vocablo taíno y guerrero experimentado en las lides de construir episodios del mundo original de nuestros antepasados, como les llamaba Corretjer. Sobresalen en su obra con fuerza y realismo mágico las novelas Bajarí Baracutey: el taíno de la cueva (1993), mención honorífica en el certamen del Ateneo; Anacahuita: Florespinas (2006, EDUPR), primer premio en los Juegos Florales de San Germán. Así como Ouroboros: seis cuentos galardonados (1985), premiado por la UNESCO y Sendero umbrío –cuentos- (1997). Entre sus obras inéditas destacan las novelas Guarocuya (3ra de la saga indigenista); Mediomundo (en torno a unos inmigrantes de Islas Canarias); LuzAzul (de temática erótica) y las colecciones de cuentos: Narcocuentos; Al sur del ombligo; Flores de muerte (relatos de Méjico); Cuentos con Zeta; Hálitos del Averno (antología), Soseiva Sotaler en los Umbrales Umbríos y Aryanation - Order of the New & pandeza, The Last Influemiauna novela en inglés  que se ocupa del resurgir del neo-nazismo. También tiene varios libros de ensayos.

jueves, 18 de septiembre de 2014

Educación Especial

por  Caronte Campos Elíseos



Recuerdo mucho mis primeros años de estudio. Recién ingresado a la escuela elemental comencé mis primeros procesos de aprendizaje. Todo era color de rosas para mí y para mis compañeros. Todo, menos el proceso de enseñanza y el modelo educativo de la época. Lo tengo todo tan claro. Como si hubiese ocurrido ayer. Recuerdo las clases en inglés, los libros en el idioma inglés, las tradiciones y celebraciones gringas, el himno y la bandera norteamericanas. Todo inducido por funcionarios extranjeros o funcionarios locales americanizados. Hasta los profesores eran importados. Incluso las pruebas y exámenes eran en dicho idioma. Mis compañeros y yo la pasábamos de mal en peor. No entendíamos nada de lo impartido en clase. No fue hasta que Paul G. Miller autorizó algunos cursos en español, que pudimos nosotros aprender algo. Pero la resistencia fuerte a este adoctrinamiento estuvo presente por parte de los literarios intelectuales de nuestra época. Con sus letras, escritos y poemas hacían frente a esa americanización. No en balde en la actualidad, alguna escuela, avenida o callejón llevan sus nombres. Sus aportaciones son la "piedra en el zapato" de esas intenciones anglosajonas. Si en ese momento histórico se hubiese utilizado la medición estándar que se utiliza ahora para medir el aprovechamiento académico de los estudiantes, mis amiguitos y yo hubiésemos sido clasificados como de Educación Especial (EE). No entendíamos nada, no aprendíamos nada, no reteníamos nada, no aprehendíamos nada. En fin, el sistema de asimilación fracasó con nosotros. Pero en ese tiempo todos sabíamos quiénes eran los Llorens, los Matienzo y los De Diego de la vida.

Actualmente no. Nadie sabe quiénes eran esos personajes históricos tan importantes y mucho menos cuales fueron sus aportaciones al país. Preguntas a cualquier estudiante en alguna estación del súper tren por alguno de ellos y la respuesta que recibes es que es una calle, escuela o cementerio. Desde mis tiempos de estudiante, el sistema educativo estaba destinado al fracaso. Yo soy evidencia de ello. Lo conocí como Departamento de Instrucción. Ahora se conoce como Departamento de Educación. Pero en la línea del tiempo ha demostrado ser incapaz, ineficiente e inefectivo en el arte de instruir y educar. Triste es su caso y larga su condena, cuando sus propias métricas y avalúos colocan a los estudiantes por debajo de los estándares de aprendizaje y en descenso. El resultado, la creación de un subgrupo de estudiantes clasificados como de Educación Especial. Si bien es cierto que muchos estudiantes tienen limitaciones o desventaja en la forma y manera en que aprenden (like me), este tipo de educación se ha desvirtuado. Es justo y necesario que el estado provea a estos niños de todas las herramientas necesarias para su desarrollo. Esto incluye todas las áreas de la realización humana: intelectual, profesional, personal y social. El gobierno tiene que garantizar estos servicios a todos los estudiantes que los necesiten para demostrar sus capacidades. Al final del día, todos pueden ser parte productiva de la sociedad y aportar con sus mejores talentos.

De todas maneras no se puede pasar por alto el hecho de que un sistema educativo mediocre, etiquete a todos los educandos con los que no ha podido lidiar en los trece años de escolaridad. Su incapacidad de instruir y educar a un gran número de estudiantes con múltiples inteligencias y diferencias en el aprendizaje no debe ser excusa para convertir la EE en una burbuja inflada de manera ficticia. En esta coyuntura histórica esa población alcanza el 35% del universo de los matriculados, e "in crescendo". Los criterios para la elegibilidad para estos programas especiales se han convertido en subterfugios para alimentar los bolsillos y cuentas de ahorros de ciertos sectores. Se han manipulado tanto tales parámetros que la EE se ha convertido en un negocio muy productivo. Muchos comerciantes, contratistas, transportistas, educadores, terapeutas, padres y batatas políticas se han lucrado de los fondos que, en teoría, están destinado a cubrir las necesidades educativas de los alumnos. Pero en la práctica, es muy poco lo que llega a cumplir con los propósitos de los programas educativos, que no es otra cosa que el desarrollo intelectual de cada participante. Después de los esquemas de desvío, una ínfima parte del dinero asignado es la que resta para mejorar los medios educativos e instructivos de una cada vez más "inflada población". El mismo caso se ve en algunas escuelas privadas, las cuales reciben también dinero del gobierno. Quizás estoy exagerando un poco. Admito que por mi impedimento cognoscitivo significativo no logro entender cómo se utilizan las necesidades de estos jóvenes para el lucro personal. Todo es culpa de mi déficit de atención que no me permite ver lo que hay en el entrelinea de cada noticia sobre este tema.

Independientemente de si es educación regular o especial, pública o privada, los estudiantes están cada vez más rezagados. Los resultados de las pruebas de evaluación y las pruebas alternas apuntan a una reducción en el aprovechamiento académico del estudiantado en general. Para muestra con un botón basta. ¿Cuál es la razón para que los estudiantes no conozcan las biografías y las ejecutorias de los hombres y mujeres ilustres con que se nombran sus escuelas donde pasan trece largos años de sus vidas? No lo aprenden ni por casualidad. Ni siquiera porque en muchos casos existe alguna placa o busto con alguna breve biografía dedicado al susodicho prócer. La respuesta es simple. Es un problema sistémico. Todo el sistema público de enseñanza está corrompido, politizado, polarizado, burocratizado (y todo lo que termine en ado). Desenfocado de su principal objetivo, que no es otra cosa que la creación y desarrollo de hombres y mujeres productivas socialmente. Así las cosas, el producto de ese sistema es la deserción escolar, la repetición de grados, las malas notas, el bajo aprovechamiento académico, la disminución de matrícula, la violencia institucional, la emigración de prospectos, la desmotivación neuronal, la pereza cerebral y la baja autoestima intelectual (condiciones que he padecido y padezco desde, Juan B. Huyke). Ni hablar del diseño curricular. El contenido de los planes de enseñanzas son reflejo de la dejadez, mediocridad e ineptitud de los encargados de concertar una educación de integración, funcional y práctica. Una educación que se adapte al futuro de la vida colectiva puertorriqueña. Tampoco han sido capaces de enseñar en las aulas las competencias que miden las famosas pruebas con las que clasifican los estudiantes. Ese es el sistema que está supuesto a ser el tributario de ciudadanos y ciudadanas comprometidos y preparados intelectual, ética y moralmente con el país. No existe tal cosa como un proyecto de país. No existe nada como expectativas universitarias y/o profesionales. Lo que existen son solo disparates. Cierres de escuelas, planes cacofónicos, aporías educativas, estrategias fútiles con fines retóricos. Todo para dar la impresión de que se toman medidas de acción correctivas y medidas afirmativas hacia la obtención de objetivos claros. Nada más lejos de la realidad (like me).

Todo este diseño es secuela de aquella americanización de mis tiempos. De aquellos años de invasión y Ley Foraker. Aquel adoctrinamiento cultural para hacernos renunciar a nuestra idiosincrasia, cultura, idioma e identidad. Un método perfecto para sumirnos en la desigualdad, en la segregación de castas, en la miseria disfrazada de bajos niveles de pobreza. Para hundirnos en el desempleo, en la ignorancia, en el fanatismo y la dependencia. Mientras, los sectores más aventajados y favorecidos medran con las transferencias federales a merced de las penurias de los niños con necesidades especiales. Así fue en mi época escolar con Martin G. Brumbaugh y Roland P. Falkner, así es ahora con el cambia y cambia de secretarios, y así será por los siglos de los siglos, amén. No hay énfasis en la integración de materias ni en la integración curricular. No hay visión ni misión de futuro. No hay interés en el desarrollo colectivo, mucho menos en el desarrollo individual de cada estudiante. Lo que domina es el interés de lucro y expolio. Y pasaran cien años más en Macondo y no veré cambios con acciones afirmativas. En resumidas cuentas, todos necesitamos una educación especial. Con carácter de urgencia. Es imperativo para nuestro porvenir colectivo. Pero esa educación especial la tenemos que buscar por nuestros propios medios. Convertirnos en estudiantes de toda la vida y para toda la vida. No cesar en la búsqueda de conocimientos, ser autodidactas. Aprender de las experiencias pasadas, cambiar nuestra programación doctrinal, aplicar los nuevos paradigmas educativos y borrar los estigmas creados por un sistema disfuncional. De lo contrario seguiremos siendo víctimas del déficit intelectual de unos y del oportunismo burdo de otros.

 
¡Levántate y anda!