martes, 11 de febrero de 2014

Poseídos

Por Angelo Negrón



El frío de aquella oficina, aunque artificial, le trajo recuerdos de la razón por la que había llegado hasta allí y no pudo suprimir una mueca de tristeza. Desesperado, se llevó las manos al cabello y con ademanes de negación prometió que sería la última vez que explicaba los hechos. Los interlocutores lo miraban y se miraban. Aquel cuarto, cuyas paredes tenían más oídos que ninguna otra, era adornado por el clásico espejo que servia para que ojos ocultos también fueran espectadores. El declarante lo reconocía así y no entendía porqué, siendo el testigo clave de la secuela de eventos que aún no culminaba, lo trataban como sospechoso. Le ofrecieron café e incomodo mencionó que no bebería nada que no fuese preparado por él mismo por el resto de su vida. Preguntó el porqué seguían obligándolo a declarar. Ya iban tres veces y tenía conocimiento de que había sido grabado en audio y en video; incluso su firma era protagonista al final de las tres transcripciones que le presentaron. Repitió su promesa de negarse a seguir hablando. Según dijo, no deseaba por nada del mundo tener que repetir lo que ya asumía estaba totalmente claro. Uno de los entrevistadores pulsó sobre las letras rojas que leían “Record” y colocó la grabadora encima de la mesa. El otro, mientras mordisqueaba una dona, preguntó por los sucesos con la insistencia de quien quiere corroborar los hechos o simplemente divertirse con el dolor de alguien más. El deponente se miró en el espejo y notó como iba cambiando su semblante según traía a su memoria las palabras que describían lo que aconteció apenas una semana antes.

— Esos días con sus noches fueron demasiado extraños. No puedo recordarlo todo pues el terror que me invadió fue descomunal. Temí incluso por mi vida. Aquello fue ese tipo de aventura que deseas olvidar y que, por más que tratas, esta en las neuronas más activas de tu lucidez…

…Tony, Vanessa y Nachi, nuestros anfitriones, nos recibieron en Jayuya, junto a los demás invitados, a un fin de semana cuyos planes eran pasarla entre cuentos, ensayos y poesía. Ninguno de los presentes suponía siquiera que esos tres días marcarían nuestras vidas y sabe Dios si nuestras muertes. Luego de la burocracia, que nos exigió conocer los nombres de los rostros nuevos y presentarnos unos a otros, nos acomodamos en sillas, hamacas o en un piso de madera. Aquellos tablones que pisábamos eran bendecidos por un árbol de pomarrosas, la neblina, poesías, cuentos y las estrellas más fulgurantes que he visto en mi vida. Hacía mucho frío, (como el de este maldito cuarto) ¿Podrían bajarle al aire acondicionado? Si ustedes no pueden hacerlo, pídanlo a quienes estén detrás del espejo yo puedo esperar a que lo bajen y sigo hablando...

¿Dónde me quedé? Ah, Nos acomodamos en sillas, hamacas…no, eso ya lo dije, ¿verdad? Me quedé en que estábamos reunidos tertuliando. Bien. Luego de varios chistes con sus respectivas carcajadas, de buen vino y chorizo cantimpalo a todos nos entró el cansancio por el largo viaje para llegar y nos retiramos a descansar. Tremendas habitaciones o casas de campaña que albergarían a ocho invitados, definitivamente nuestros anfitriones no escatimaron en complacencia.

Esa primera noche; todos pudieron descansar excepto yo y… perdón; el burro alante ¿no es verdad? Carlos Esteban y yo no pudimos conciliar el sueño. Él; porque de manera extraña espiaba a todos y yo; porque me pareció extraño lo que hacía y comencé a espiarlo a él. Fue muy extraño escucharlo hablar solo y hasta maldecir en susurros. Además de verlo accionar su grabadora una y otra vez, su caminar hacía mucho ruido. A ratos me acostumbraba a sus pasos disimulados y acercamientos a cada casa de campaña con la grabadora y la preocupación de no ser descubierto, pero cada vez que cerraba mis ojos el extraño ruido proveniente de la suela de sus zapatos o del clic de la grabadora llamaban mi atención. Me digno de conocerlo hace tantos años que lo menos que había considerado es que Carlitos es uno de ustedes, una especie de agente encubierto. Bueno, eso lo supuse después, cuando acontecieron otros detalles…

¡Que noche aquella! De hecho; la más tranquila. Pude conciliar el sueño unos once minutos antes de que Vanessa encendiera una radio que le servia de despertador. Luego del desayuno Tony nos mostró el paraíso donde “recargaba baterías”. Nos señaló la montaña Puntita, Los Tres Picachos y nos regaló sus vastos conocimientos en lo que al “pueblo del tomate” o “al valle de ensueño”, se refiere. Visitamos un río donde una piedra fue escrita por nuestros ancestros los taínos, fuimos al museo del Cemí y a la casa Canales. Regresamos a la vivienda de nuestros anfitriones. Aquel contacto con la naturaleza, y el compartir con mis colegas, fue excepcional. Y digo fue, porque así era; todo estuvo muy bien hasta el momento en que a Tony le dio con preparar una extraña bebida. Su verdadero sabor, según nos dijo, sería disimulado con el sabor de unas pocas chinas mandarinas que yo alcancé a recoger justo al lado del museo casa Canales. El efecto de aquel brebaje no se hizo esperar. A cada uno le afectó de diferente forma. En este instante me arrepiento de no haberlo consumido, pues estaría igual de demente que todos ellos y no hubiese sufrido de verlos caer en tales consecuencias…

Los síntomas, como ya dije: variados; comenzaron por afectar al mismo Tony, creo que por ser el primero y el que más la consumió. Apenas una hora después de haberla degustado comenzó a gritar desesperadamente que miráramos hacia los tres picachos en donde aseguraba ver una ola gigante. En cuestión de segundos; su esposa y su hija corrían jalda arriba persiguiendo al ser que aterrorizado gritaba “Mega-Tsunami” “Mega Tsunami”. Todos quedamos sorprendidos y petrificados; no sabíamos que hacer. Nuestros anfitriones gozaban de una velocidad increíble y por más, que algunos trataron de alcanzarlos fue imposible. Ahora que lo pienso debe haber sido el brebaje. Tony debe haber experimentado con la semilla del árbol Cojobaná y lo que les dio a beber fue el polvo sagrado ceremonial de los taínos. Atónito yo miraba a mi esposa. Turbado por Tony y su familia me disponía a decirle que no se preocupara cuando los presentes, incluyéndola, comenzaron a convulsionar. Parecían estar poseídos.

Lo haré diferente a las primeras tres veces que declaré. Les explicaré los síntomas que alcancé a ver, pero no lo haré en el orden cronológico pues no quiero estar de atrás pa’lante otra vez. De hecho lo resumiré. Si. Lo haré de tal manera que transcribirlo sea fácil. En verdad deseo que esclarezcan este caso y me dejen de mirar como si yo fuese el culpable de todo. Quiero encontrarlos a todos y ayudarles. Deseo irme a casa; con mi familia…

Disculpen las lágrimas, pero fue atroz. Amilcar fue poseído por algún espíritu extraño. Comenzó a arrancar papeles de una libreta y a gritar que construiría “un barco de tinta china”. Luego de varios origami, de hecho bien confeccionados, lo vi saltar de alegría mientras exclamaba alabanzas a Mahoma…

Edgardo se encaramó en el lomo de un caballo y mientras lo agarraba, de manera extraña, por la crin con su pie derecho hacia ademanes de querer encenderlo. Mientras repetía que esa era su Harley Davidson preferida…

Wanda decía que todo estaba oscuro. Se aferró a una mata de plátano y le llamaba por el nombre de la hija de Tony. Extrañamente cayó en la maleza y comenzó por convocar desesperadamente a un cirujano plástico mientras entonaba una canción en inglés…

Raquel cavaba en el suelo y buscaba, según dijo, la materia necesaria para construir un castillo al que habitasen hadas o mariposas. Después cambió de idea y comenzó a buscar en los alrededores ranas a quienes besar bajo la certeza de que podrían ser Príncipes Azules…

Isabel, mi esposa, salio corriendo. Buscaba la manera de agarrar los gansos que ya estaban atrapados en un corral cercano con la idea de celebrar el día de acción de gracias en pleno mes de enero…

Stephanie, mi hija, con tanta agilidad que no pude detenerla se montó en una cabra que gozaba de ubres recrecidas y la vi pasear de un lado a otro del patio…

Carlos, ¡Ay Carlos! Ese fue el verdadero causante de la desgracia. Estas lágrimas que ven en mi rostro son por su culpa. El brebaje le afectó tanto o más que a Tony. Comenzó por acercarse a la fogata que habíamos encendido gracias a su idea de combatir el frío. Colocando una sabana encima del fuego hizo señales de humo que pedían la intervención de sus colegas agentes. Fue increíble ver su transformación. Se colocó una banda de tela camuflajeada y se pintó su rostro con el hollín de los leños que había encendido para la hoguera. Tres líneas en cada mejilla; líneas distintivas del ejército cuando va a misiones nocturnas o a los indios en pos de guerra. En verdad fue terrible; no sólo sus ojos delirantes y su vestido a la usanza de Rambo, sino también el largo cuchillo que se colocó en el cinto. Las tácticas de combate, aprendidas no sé donde, le sirvieron para, de forma prodigiosa, capturar a cada uno de nosotros, excepto a Tony y a su familia a quien prometio dar captura eventualmente. Nos obligó a amarrarnos unos a otros a los postes que hacían de verja y buscó la cámara de video. Esa cámara es la que tienen que estar buscando; ese video aclara todo lo que sucedió. Pero no, insisten en entrevistarme una y otra vez...

…¡Claro que pudo con nosotros! Si él hubiese colocado el cuchillo en la garganta de una de sus hijas; ¿Qué hubiesen hecho ustedes? Los demás estaban drogados; en una especie de trance, como quien dice: yo estaba solo. Cada uno de ellos decían palabras sin sentido y Carlos insistía en que nosotros éramos “Litera Diez” una especie de grupo comunista que estaba en contra de su bandera americana. Por más que le expliqué que estábamos “guillaos” de literatos insistía en que aquella reunión sería el segundo Cerro Maravilla… Preguntaba por las armas y los explosivos tercamente y temí por nuestras vidas más que nunca. Pensé en nuestros nombres escritos en grandes letras rojas de algún titular y saqué las fuerzas para soltarme las amarras.

Todo ocurrió muy rápido. Inmovilice a Carlos antes de que sacara el cuchillo y lo amarré con fuertes nudos y hasta lo rodeé con las hamacas dejándole espacio sólo para respirar. Él repetía gritando: “Conspiración” mientras yo desamarraba a todos. Ese fue mi error. Al soltarlos se revelaron en mi contra. Fue desesperante. Los salvé y ellos me lo agradecieron vapuleándome. Pensé que fue ese síntoma que sufren los secuestrados que terminan idealizando al secuestrador, pero sé que la droga que les dio Tony era fuerte.

¡Un verdadero motín! Hasta mi hija trató de atraparme. Tuve que salir corriendo y aprovechar la noche para salvaguardarme. Estuve perdido en la espesura del campo. Comencé a guiarme por la salida del sol para orientarme y caminar hacía el norte. Ese día me alimenté de frutas silvestres. Por la noche, rendido por el cansancio y ante la certeza de que no era seguido me dispuse a dormir. Tony y su familia me encontraron. Estuve a punto de salir huyendo, pero me di cuenta que no tenía escapatoria. Fue una escena extraña adicional. Él me habló en otra lengua con tono amistoso. Cuando percibió que no le entendía me dijo en perfecto español, que lo disculpara, había olvidado que yo no hablaba arawak. Me explicó que estaba en camino a La Cueva del Indio en Arecibo para seguir defendiéndose de los ataques de españoles. Miré a su esposa intranquilo y ella mencionó que no debía preocuparme; su esposo, según explicó, era nada menos que Bajarí Baracutey en persona y se conocía el área a la perfección. ¡Locos! Medité. Tuve temor y mucho recelo en aceptar su invitación a acompañarlos pero, aunque supuse que andar juntos me atrasaría, también deduje que; no sólo tendría posibilidades de llegar a mi destino sino también de sobrevivir.

Ellos conocían de alimentos. Toda clase de tubérculos, guanábanas, calabazas, pájaros, loros, iguanas y serpientes fueron parte del menú en esos dos días de viaje. Evitaban la civilización y nos adentrábamos, cada vez más, por linderos difíciles y nada habitados. Cuando noté que los síntomas del brebaje habían causado un daño permanente en ellos lloré como un niño; aquella maldición arropó a mi familia cercana y a mis amigos. Me preguntaba en que estado se encontraban cuando decidí que debía acelerar el paso y cumplir con mi plan primero; llegar a un cuartel de policía para regresar a buscarlos.

Me despedí de mis acompañantes. “No seas buticaco” me dijo seriamente Tony. Aún sin entenderlo le dije adiós agradeciéndole y prometiéndome, en silencio, ayudarlos de igual forma. Debe existir un antídoto para curarlos y ustedes siguen haciéndome repetir confesiones una y otra vez con sus preguntas irrelevantes en lugar de estar buscándolos. ¿Ya buscaron en la loma de Mahoma? Puedo llevarlos. Estuve allí. Insisto; partamos ahora. Podemos encontrar la cámara de video. Puede tenerla Edison, el supuesto profesor. Escuché a Carlos hablando vía teléfono celular con él. Pa’mí que es agente también. ¡Hagan algo! ¡El tiempo corre! ¡Con razón todo el mundo piensa que el sistema es una mierda! Soy ciudadano, tengo derechos… ¡me acusan de algo, me ayudan a encontrarlos o me dejan salir para ver que puedo hacer!

El interlocutor más alto tomó la grabadora con la parsimonia de quien no ha terminado un largo turno de trabajo y desapareció por la puerta sin decir palabra. El otro, antes de salir, sólo dijo espera aquí. El entrevistado se burló. ¿Donde más podría esperar? El cerrojo de la puerta se encontraba por fuera. Los entrevistadores entraron a la habitación que gozaba de la otra parte del espejo. En ella un grupo de personas hacía turno para abrazar a una mujer de ojos verdes y a su hija que lloraban desesperadamente. Uno de ellos dijo:

— Doctores, en verdad no nos dimos cuenta cuando preparó y se bebió entera una botella de jugo de china mandarina; mezclada con pitorro y té de hojas de campana…




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Los nombres en esta historia no se han cambiado, obviamente los hechos si.


"Poseídos" nació de un reto que hiciera Carlos Esteban Cana en el 2006. En el pueblo de Jayuya, en la casa de campo del también escritor Antonio Aguado Charneco, nos reunimos un fin de semana. Más de diez personas nos apartamos de la selva de cemento adentrándonos al paraíso que supone estar cerca del punto más alto de Puerto Rico, la montaña Puntita. Allí entre amigos tuvo lugar la bohemia/tertulia más extendida y profunda en la que he participado. Por tres días disfrutamos de leer y escuchar historias, además de críticas constructivas y paseos por este formidable pueblo y la finca de 25 cuerdas de Tony.

El reto de Carlos Esteban fue que cada uno de los allí presentes escribiríamos sobre la estadía. En este escrito utilicé elementos de los relatos que algunos de ellos escribieron gracias al reto de Carlos o algún detalle que conozco de sus personas referente a sus gustos o sus manías. Desde ese fin de semana el grupo de amantes de las letras que asistió a este, para mi, magno evento, del cual guardo recuerdos hermosos, nos conocemos como Litera 10. Esto debido a un chiste interno que tiene que ver con una de las portadas de Taller Literario que comanda Carlos Esteban. A ocho años de ese inolvidable “Weekend” vuelvo a agradecer a Tony, a Vane su esposa y a su hija por su hospitalidad y amistad. A Caronte le agradezco haya traído a mi memoria esta aventura en Jayuya con su escrito Grupos de referencia . Angelo Negrón

jueves, 6 de febrero de 2014

¿Todos somos chatarra?

por  Caronte Campos Elíseos




Tengo que confesar que inmediatamente escuché la noticia sobre la degradación de Puerto Rico (cosa que yo pensaba que ya había pasado hace mucho tiempo) por parte de una casa acreditadora ultramarina, corrí a toda prisa al supermercado más cercano.  Cosa rara que al llegar, encontré un estacionamiento muy cerca de la puerta.  Entré con prontitud para alcanzar a comprar mis comestibles favoritos, antes de que se agoten por la avalancha de gente.  Es que en esta isla del Caribe, todos los anuncios sobre desastres, crisis, fenómenos atmosféricos (y peleas de boxeo), redundan en comercios abarrotados. 

Luego de asegurar en mi carrito mis productos de primera necesidad (entre ellos varias botellas de vino, velas, el cisne gris, un par de potes de "Chef Boyardi", algunos cigarrillos, y una que otra revista de farándula) llegué a la fila.  Para mi sorpresa, todas estaban vacías.  Mientras la cajera pasaba mis provisiones, trataba de entender por qué después de semejante anuncio sobre la hecatombe criolla, el supermercado estaba virtualmente vacío.  Mucho más me extrañó la pregunta de la joven que me atendía.  Con su suave voz  y pícara sonrisa, me preguntó si yo tenía esta noche alguna celebración desenfrenada.  Un poco exaltado por lo impertinente de su cuestionamiento, le contestó que no tengo nada que celebrar.  Le pregunto yo a ella si está al tanto de lo que ocurre en este país.  Si sabe del anuncio sobre la degradación de Puerto Rico a categoría chatarra.  Riendo a carcajadas me dice: "No, no sé nada.  Pero sí sé que hoy tengo que estar aquí, y mañana voy a tener que seguir trabajando.  Eso es trabajo del gobierno."


Salí de allí habiendo gastado mi último capital en los víveres.  Mientras caminaba hacia la casa, observaba la tranquilidad de la gente.  Increíblemente, todo transcurría con aparente normalidad.  No lograba entender tal grado de paz y quietud en el ambiente, luego de que el gobernador apareciera en televisión nacional con la impactante noticia.  Todo en las redes sociales giraba en torno al concepto "chatarra".  Todo el mundo tenía algo que decir asociado al "hashtag" #chatarra.  En la radio esa era la broma del día.  En la calle todos se saludaban con un: "Hey, Chatarra".  Hasta me pareció escuchar cual eslogan de mercadotecnia, la frase: "Todos somos chatarras".  Estaba algo incrédulo por la indiferencia de la mayoría hacia este tema (aunque yo siento exactamente lo mismo)

Me detuve en un cafetín para comprar algo que había olvidado para mi acuartelamiento.  Ninguna comida pseudo italiana está completa, sin las galletas de soda.  Allí todo era distinto.  Cada parroquiano, cerveza en mano, se mostraba pesimista ante el futuro panorama del país.  Unos a otros se decían lo difícil que se iban las cosas de ahora en adelante.  Todos se lamentaban por la dura realidad colectiva.  Los que jugaban dominó opinaban con tono alto (pero mirando sus fichas), sobre las implicaciones de la baja en los bonos.  No faltó quien dijera que no tenemos esperanzas.  Todos coincidían en que alguno que otro gobernante tenía algo de responsabilidad.  En lo que no había consenso era sobre cuál de los partidos cargaba (y dije cargaba) la mayor parte de la culpa.  Me acercó disimulando a uno de los informales analistas para preguntar cuáles serían los efectos sobre nosotros.  El hombre solo me respondió con las siguientes siglas: NPI.  Si la apatía de algunos me sorprendió, el desconocimiento de estos últimos me alteró sobremanera (pero creo yo que pertenezco a este último grupo de ignorantes, en el buen sentido de la palabra).

Un poco aturdido por el exceso de información, retomé mi camino.  No sin antes percatarme que mi billetera estaba vacía.  Había gastado todo en la parada anterior.  Tuve que pagar las galletas con lo unico que tenía a la mano, el reloj que heredé de mi ya fallecido padre.  Al llegar a mi destino, enciendo inmediatamente la radio.  Todas las estaciones y todos los "analistas politiqueros" hablaban de lo mismo.  Los honorables senadores y legisladores invitados, se servían con la cuchara grande.  Para ellos, todo esto es solo un simple problema de administración.  Para los incúmbentes, la pasada administración es la culpable.  Para los políticos refugiados en puestos de asesores, la responsabilidad es de los presentes dirigentes.  Dirigentes que no tienen ni idea en lo absoluto de cómo manejar tal situación.  El ánimo solo les alcanza para decir que van a "tomar medidas efectivas", "que van a sacar al país de la encrucijada financiera" y que es momento de tomar las cosas con la seriedad que ameritan.  Los rostros desencajados y las voces entrecortadas son indicios de la ausencia de un plan formal y estructurado a esos efectos.  La enajenación de la realidad es más que evidente (definitivamente pertenezco a este último grupo)

Después de agotar en solo varias horas todos mis suministros (incluyendo las reservas), entré en estado meditativo.  El propósito principal de tal elevación del pensamiento (en parte provocada por los efectos del Cisne y la comida chatarra) era entender los diferentes escenarios que encontré en el camino.  Tratando de entrelazar y asociar las actitudes de los diferentes grupos, llegué a una conclusión.  Son causa, efecto y consecuencia que comparten el mismo origen. 

La mediocridad, la ineptitud, la mezquindad, la ambición y la codicia de los que dicen ser nuestra mejor alternativa para liderar el país, son en gran medida, la raíz de nuestra precaria situación.  Prometen velar el bien común, proteger nuestros intereses, paliar nuestras necesidades más apremiantes y satisfacer nuestros genuinos deseos de superación colectiva.  Se valen de artimañas, engaños y falsas promesas para escalar los peldaños eleccionarios y obtener la confianza del pueblo.  Pero una vez entronizados en sus asientos acojinados con inmunidad legislativa, solo piensan en su bienestar, en sus intereses, en sus necesidades, y en sus deseos de poder y riquezas.  Escondidos tras el escudo de impunidad que les brindan los caducados estatutos constitucionales, utilizan todos los medios disponibles para despistar, entretener, embrutecer, idiotizar, hipnotizar y confundir la opinión pública.  Su principal arma es la desinformación masiva, donde la verdad está ausente y la mentira es realidad ante nuestros ojos.  De esta manera logran que todos tengamos diferentes visiones, versiones y opiniones sobre el mismo tema, llevándonos a un eterno antagonismo partidista.  Aparecen ahora los ex-gobernadores en la prensa del país, lavándose las manos como Pilatos.  Queriendo solapar la verdad y lanzando cortinas de humo para evadir cada uno su responsabilidad.  Cuando en realidad, es un secreto a voces, sabido por todos, que ellos son los principales responsables de que ahora llevemos a cuesta la cruz (y que estemos clavados a ella por los siglos de los siglos) que a ellos corresponde

De esa raíz tan profundamente sembrada, surge el árbol de la ignorancia.  De ahí que todo el mundo piense que son dueños de la verdad.  De ahí que todos sigamos como ovejas al matadero al candidato de turno.  De ahí que todos seamos fieles a alguna de las tribus políticas perpetuadas en el obsoleto sistema eleccionario.  De lo único que nos hacen dueños es de la desinformación, de la confusión, del enredo mental, del déficit intelectual, de la pereza cerebral.  Inhabilitan nuestra capacidad de análisis y discernimiento (para todo lo cual puedo yo servir como barómetro).  Por eso no es de extrañar que todo el que hoy está preocupado por los bonos chatarras, desconozca los efectos reales en nuestras vidas y nuestras ya degradadas finanzas personales.   

Tristemente, el fruto de ese árbol robusto es la indiferencia generalizada.  El desapego cultural que afecta en lo más profundo nuestra sociedad.  La mayoría prefiere estar ajeno al acontecer cotidiano de esta "isla estrella".  La enajenación de los sucesos diarios de envergadura, se torna preferible a la constante exposición a las noticias desalentadoras.  Para ellos es mejor no saber nada sobre nada.  La apatía individualista se ha vuelto un modo de supervivencia.  Nos refugiamos en el desinterés, en la indolencia, en el desdén.  Todo se vuelve un juego porque "es mejor cogerlo todo a broma y nada en serio".  Nos enclaustramos como ermitaños funcionales y nos desprendemos de la solidaridad, de la hermandad, y de la sensibilidad hacia los demás (de lo cual yo soy el mejor representante).

Lo peor de todo no es el fruto, no es el árbol, ni siquiera es la raíz aferrada a nuestra tierra.  Lo peor de este panorama tétrico y sin esperanza, es que somos nosotros mismos los que sembramos su semilla.  Semilla que regamos cada cuatro años cuando salimos a elegir a los mismos imbéciles oportunistas, solo por el emblema trivial que representan.  La fertilizamos con nuestra tendencia a creer más en lo que dicen los políticos que en lo que nuestros ojos son capaces de ver.  La cultivamos con nuestra incapacidad de dar pasos de elefantes, lentos pero aplastantes; con nuestra negativa de aunar voluntades para hacer la diferencia; con nuestro miedo y aversión a los cambios, en especial si son radicales; con nuestro conformismo y consentimiento del sistema de gobierno y modelo económico, que son los únicos que pueden ser clasificados como chatarras.

Cuando podamos ver nuestro potencial como nación, como pueblo y como ciudadanos, entonces sabremos de lo que somos capaces de lograr si nos unimos en nuestra propia causa.  Solamente cuando entendamos que necesitamos hacer cosas diferentes, si queremos resultados diferentes.  Un nuevo Estado de Derecho, una nueva Constitución, un nuevo gobierno verdaderamente representativo, nuevas relaciones federales, nuevos poderes, nuevo modelo económico ajustado a nuestra realidad caribeña, nuevas relaciones internacionales; en fin, solamente podremos demostrar al mundo y a nosotros mismos de lo que estamos hechos los boricuas, cuando descartemos toda la chatarra que nos rodea.             


¡Levántate y anda!

martes, 28 de enero de 2014

Refugio personal

por  Caronte Campos Elíseos





Recuperándome todavía del encuentro anterior con el grupo de virtuosos, he considerado volver a mi vida de ermitaño.  La mayor parte de mi vida la he pasado alejado de la sociedad.  Como quien dice, huyendo del contacto con la humanidad.  Estoy acostumbrado a vivir en el retiro.  No de esos retiros religiosos, que vas por varios días y regresas dejando atrás tus malas costumbres y malos hábitos, solo porque encontraste en ese “tiempito” lo que no habías encontrado en toda tu vida.  Y ahora que la palabra Retiro, está tan de moda, recordé a mi buen amigo, el doctor.  Ese que siempre me dice que no debo vivir retirado de la comunidad.  Así que se me ocurrió darle una visita antes de salir.  Por supuesto, aprovecho para rellenar mi suministro de remedios químicos, para que el viaje sea mucho más placentero.

Como el lugar de encuentro siempre estás atestado de gente (con supuestos desórdenes mentales), me propuse llegar muy temprano y así lograr el primer turno (y así evitar posibles contagios).  Llegué justo cuando el reloj marcaba las tres de la mañana.  Cumplido mi cometido, me senté en el piso frente a la puerta de entrada, en espera del galeno.  Tiempo después aparece el hombre con su bata blanca y me invita a pasar.  De inmediato me pidió que me ponga cómodo  (no es lo que están pensando...).  Inicia la conversación con la pregunta obligada: Como te ha ido todo este tiempo en que no has venido a verme?  Le ofrecí mil disculpas por abandonar de esa manera nuestra amistad, y por evitar nuestras reuniones terapéuticas.  Le conté entonces, (con lujo de detalles) toda la historia de mi osadía riopedrense.  Le comenté que he recibido como "mensajes divinos" todo lo que se ha ventilado en días recientes sobre el retiro.  Por lo visto, todo el mundo relaciona el apartarse de lo cotidiano, con dicha y bienestar. 

El doctor me mira (para variar) como si no entendiera nada de lo que estoy hablando.  Le hago un resumen noticioso amarillista.  Desde los maestros, los empleados públicos en general, hasta los jueces supremos, todos tienen una concepción de la jubilación como una especie de refugio personal.  Una época dorada donde van a poder descansar y disfrutar de lo poco que les quede de vida, luego de explotar la salud y la juventud laborando.  Son altas las expectativas de esta clase obrera: descuentos por edad, pases y pasajes gratis, obras y conciertos todas las semanas, filas expreso y toda clase de accesos "VIP" a productos y servicios.  Sin mencionar la aspiración de una pensión elevada por largo tiempo para poder sufragar los altos costos de la vejez.  Yo vivo soñando con lo mismo, pero a diferencia mía, para estos esclavos modernos, el proceso de obtención es tortuoso.

Pero esta pretensión (le comento con ahínco) encontró la saña del aparato gubernamental.  El tiene en su mano el diagnóstico de mi "encefalograma plano", y me mira con resignación.  Lo único que logra expresarme es que yo no estoy entendiendo nada de lo que sucede en el país.  Sorprendido por su comentario, hago una larga pausa.  Trato de analizar si en efecto, entiendo o no lo que acontece en esta isla estrella.  Admito que mi capacidad de concentración es prácticamente nula, y solo venían a mi mente imágenes de mi cóncava amada.  Una vez logro regresar a mi triste realidad, continúo explicándole mi retrasado análisis. 

Por un lado tenemos a los maestros.  Cerrando las escuelas públicas, entorpeciendo el comienzo del semestre escolar.  Protestando y dejando sin clases a miles de estudiantes, y retrasando el calendario escolar.  Todo porque según sus representantes sindicales, se les están violentando sus términos contractuales, restando beneficios adquiridos, y usurpando todo por lo que han trabajado tantos años.  Alegan los educadores que los cambios legislados a su sistema de retiro, les cambia todas sus estructuras de planificación a largo plazo.  Trastoca, injustamente (como si fuera a los únicos) su estabilidad para sus "años dorados".

"Lo mismo le hicieron al resto de los empleados públicos, y estos no hicieron tanto berrinche", me responde mi disimulado interlocutor, mientras observa su teléfono celular.  Una vez más sufro una de mis lagunas mentales tratando de entender tal disquisición.  Llego a la conclusión (después de varios minutos en el vacío) de que tal expresión no esta tan lejos de la realidad.  A los empleados del gobierno, que suman unas cuantas decenas de miles de trabajadores, también les cambiaron los muñequitos de su retiro.  Más bien, le bajaron los numeritos y lo único que esto provocó, fue una ola de jubilaciones improvisadas.  Pero por otro lado, riposto, tenemos a los supremos togados.  Los jueces del tribunal mayor, esos que han sido endiosados por nuestra ciega fe en la democracia.  Los mismos que castigaron sin vara y sin fuete, bajo la premisa de "crisis nacional por la emergencia fiscal", a los miles de empleados públicos despedidos por la Ley 7.  Sumaron casi 20,000 los dejados atrás por los entronizados inquisidores.  Y cuando la furia divina de estos mediocres olímpicos parecía caer sobre los más de 35,000 componentes del magisterio, apareció lo impensable.  La mano invisible del gobierno amenazaba con meterse en los bolsillos de los intocables. 

Acto seguido, anunciaron los cruzados una decisión salomónica.  Un poco para confundir y desviar la opinión publica de la medula del meollo, los tribunos detienen la implementación de la ley que condena los educadores a la miseria geriátrica.  Burdo intento de ocultar su verdadera intención... declarar, al día siguiente, inconstitucional (elevado casi a pecado capital) el que otro poder cuasi infernal (en este caso el ejecutivo) quiera profanar sus emolumentos.  Lo cual era de esperarse, dado que en este caso, postulo el supremo como "juez y parte" en su propia demanda contra el gobierno.  En otras palabras, los cabros velando las lechugas (cabros grandes en este caso).  Todos vimos por las transmisiones televisivas, como los jueces desataron su ira y dejaron ver su verdadero rostro, defendiendo su templo sagrado.  Para hacer el cuento largo, corto, la crisis fiscal es razón suficiente para expoliar las ya misérrimas finanzas personales de la plebe.  Pero no lo es cuando se trata de las crecientes arcas de la nobleza criolla.  En fin, todos tienen que hacer sacrificios excepto sus investidas majestades.

"Siempre ha sido de esa misma manera, Caronte", alcanza a contestar mi distraído amigo, mientras corta el largo de sus uñas.  Un poco extasiado por el fuerte (y rico) aroma del esmalte, intento analizar su tajante frase.  Ciertamente, prosigo yo algo mareado y un tanto molesto por su distracción; pero en este caso en particular la decisión del mal llamado Supremo, ha puesto en tela de juicio el alcance y vigencia de la constitución nativa, su supuesta división de poderes, y todo su disfuncional estado de derecho.  Esa que dice proteger nuestros derechos como ciudadanos, pero concede todo el poder legal y discrecional de legislar en detrimento del bienestar de sus constituyentes.  Por eso tenemos, y hemos tenido, un gobierno que utiliza "la doctrina del shock" para conducirnos a la miseria.  Mientras nos entretienen con su estado de alerta y emergencia global, depredan las arcas públicas cual aves de rapiña.  Desaparecen el dinero sin ninguna clase de inhibiciones ni cargos de conciencia.  Se hacen sal y agua nuestras contribuciones en contratos millonarios para familiares, amigos y personas de confianza.  Contrataciones superfluas de cabilderos, asesores, empresas fantasmas, batatas políticas, y otras series de sandeces.  Ni hablar de las agencias en quiebra que, por un lado siguen aumentando pornográficamente los costos de los servicios, y por otro, otorgando aumentos estrambóticos y bonos ridículos por productividad.  Todo esto con dinero que toman prestado a los bonistas, que al final del día, tendremos que pagar con altísimos intereses por periodos eternos de tiempo.

"Ay, mijo.  Si fuera por eso, tendrías que irte del país".  Ahora soy quien queda en estado de "shock" al escuchar semejantes expresiones.  Intento ignorarlo, pero es difícil cuando provienen de una persona que parece escuchar música americana a través de sus audífonos blancos.  Le replico a mi desinteresado escucha con vehemencia... Soy fiel creyente en que esta nación necesita un Nuevo Estado de Derecho que no solamente defienda en teoría los derechos de la gente, sino que esa defensa de la justicia y la igualdad llegué a la praxis.  Pero hasta que personas que tienen esa línea de pensamiento que usted acaba de esbozar, que son la mayoría, cambien su perspectiva no saldremos de este abismo.  Hasta que no realicen que con esa actitud promueven el problema, no existirán probabilidades de cambios.  Si no dejan a un lado la indiferencia arraigada en los corazones; si no abandonan el individualismo craso; si no eliminan el germen de la apatía; perpetuaremos nuestra precaria situación.  Solo cuando abandonemos nuestro refugio personal, el tribalismo político, y las tribus partidistas, obtendremos la victoria y la redención sobre las supremas injusticias legitimadas.

Buscando una respuesta del doctorcito, observo con asombro que el hombre estaba dormido.  Poseso por el cólera, le bajo las piernas del escritorio y lo tiro de su silla.  Su reacción fue inmediata, y al levantarse recibo de su parte un fuerte empujón.  Ya en el piso inconsciente, comienzo a sentir los puntapiés.  Escucho desde lejos que me llaman por mi nombre mientras continúan las patadas.  Al abrir los ojos, veo a la secretaria del doctor que me dice: "Caballero despierte, son las ocho, hora de abrir el consultorio".


¡Levántate y anda!

martes, 14 de enero de 2014

Grupos de referencia

por  Caronte Campos Elíseos


Después de mi última desilusión amorosa, me propuse comenzar el nuevo año con renovados bríos.  Acepte la posibilidad (aunque mínima) de que padezca algún desorden mental, espiritual o tal vez emocional.  Recordé entonces la sugerencia de un buen y viejo amigo que era sacerdote, de compartir con personas con la que tuviera cositas en común.  Lo llamo amigo no por ser sacerdote, sino por ser bueno (no digo por viejo, por si está leyendo en estos momentos).  Me dispuse entonces a buscar algún grupo de referencia con el cual pudiera compartir situaciones similares.  En la búsqueda, encontré un colectivo de poetas y escritores.  Me pareció una  buena elección ya que las personas con tendencias artísticas compartimos las mismas inquietudes (al menos en su mayoría).  Los contacté por las redes sociales y después de resumirles mi  caso (con cautela y solo lo pertinente), tuvieron la deferencia de invitarme a uno de sus famosos juntes. 

Algo excéntrico el grupo, decidieron pasear por el mismo centro de Rio Piedras.  Allí donde el progreso del Súper Tren parte por la misma mitad un casco urbano invadido por las pestes de desechos humanos, y la desolación provocada por  los grandes centros comerciales.  Una vez todos reunidos en el restaurante más cercano (el del rey de la comida rápida), comenzamos la “hora feliz”, la de la terapia grupal.  Pensé que por ser el invitado de honor y posible nuevo miembro (del adjetivo membresía) me tocaría el primer turno.  Para mi sorpresa no fue así.  Después de que los profesores universitarios, las bibliotecarias, los hombres de negocios y los frustrados empleados gubernamentales desahogaran sus penas, sus lamentos y sus resentimientos con el mundo, por fin llegó mi turno.  En este instante uno de los organizadores de aquel conclave, sugirió salir a observar los murales que decoran los edificios cercanos.  No me dieron tiempo para descargar mis angustias, esas que me mantienen en una depresión permanente.  No pude despotricar contra los causantes de mi esquizofrenia severa y de mi eterno desajuste mental.  No tuve más remedio que unirme a la caminata, con la esperanza de poder arremeter más tarde contra el gobierno, los políticos, el sistema y contra el cupido de las flechas envenenadas. 

Así que, luchando contra mi agorafobia crónica, me uní a la comitiva en su “inspirador paseo”.  Mientras ellos se elevaban en su viaje turístico y se perdían entre las pinturas sin finalizar, yo pensaba en las razones por las cuales fui a parar allí.  Casi llorando pensaba en la suerte que rodea los grupos de referencia a los que he pertenecido y a los que pertenezco.  Mientras transitaba por aquellas desniveladas aceras, recordaba el de los indios taínos.  Siento algún grado de pertenencia por este grupo, por obvias razones, pero no puedo borrar de mi mente todo lo que el sistema educativo nos enseña sobre ellos.  Viviendo a merced de las inclemencias del tiempo, haciendo trueques de buena voluntad, perseguidos por los hambrientos Caribes, y descubiertos por los españoles y el nuevo mundo, estos seres precolombinos se extinguieron (con un poco de ayuda de los recién llegados cristianos).  No sé si todas esas historias son completamente ciertas, pero sí puedo asegurar que los libros se han encargado de traernos los supuestos legados de esa raza desaparecida... la buena fe y la hospitalidad.  Para los efectos, estos seres indígenas siempre mostraron su lado pacifico (por no decir apendejao) ante las adversidades que enfrentaron.  Al menos eso es lo que perdura en nuestra historia colectiva y en nuestra psiquis.  Nunca sale a relucir la capacidad ingeniosa, trabajadora, adaptable, y mucho menos la capacidad militar y defensiva que poseían, en especial al defender su tierra de los carnívoros visitantes.  Amén de las habilidades para la organización y el sustento de todas las tribus.  Sin mencionar las sublevaciones contra los colonos blancos que amenazaban su supervivencia y agredían la moral de los anfitriones.

Mientras esos cuatrocientos años de falsas historias pasaban por mi mente como una película en blanco y negro (ironías de la vida), el gremio artístico hacía su siguiente parada en la librería de turno.  Luego de varios intercambios de impresiones sobre algunos libros y compartir opiniones sobre uno que otro escrito, pensé que habían llegado mis “quince minutos de fama”.  Nada más lejos de la realidad.  Los artífices de la palabra acordaron en el acto, continuar con su excursión por las calles hediondas de cuentos y leyendas urbanas.  Me tocó quedarme nuevamente con las palabras en la boca.  Igual que me quedé con tantas cosas en la punta de la lengua, aquella mañana cuando descubrí la verdad sobre mi amada. 

Salí tras el cortejo literario con mi complejo de inferioridad a flor de piel.  Las imágenes de otro de los grupos de referencia con los que me identifico, no paraban de pasar frente a mis ojos desvaídos. Los negros, encadenados, arrancados e importados desde su lejano hogar, traídos como objetos, como propiedad privada, con todas sus libertades restringidas por razones pseudoreligiosas.  La supremacía blanca haciendo galas de poder y hegemonía sobre una supuesta raza inferior.  Obligados a trabajos inhumanos, en condiciones infrahumanas, y alejados de todas sus costumbres y cultura.  Sometidos a la trágala, a una cristianización ininteligible.  Pensaba, mientras me acariciaban los inconfundibles aromas de calles, en lo poco que se habla de la resistencia negra.  De los intentos de sublevación por parte de los esclavos, de los intentos de mejor vida de los llamados cimarrones, de la lucha frontal contra la imposición de creencias y la supervivencia de (hasta nuestros días), de una religión protectora y esperanzadora.  Nos quedamos con las imágenes de las cadenas y el carimbo como símbolo de sometimiento.  Sin pensar ni considerar la resistencia férrea y la trascendencia de una raza duramente maltratada.

Una vez más, el clan de los ilustrados parece detenerse.  Esta vez frente a la estampa viviente de los tres reyes magos.  Con estos, ya eran cuatro los reyes visitados en la travesía.  La escena era patética.  La calle desolada, tres hombres disfrazados con la inocente convicción de preservar la tradición, siete adultos infantiles, y dos niñas ilusionadas.  Patética la escena no por lo pintoresca, sino más bien por la pobre y casi nula concurrencia.  Muestra evidente del Desapego cultural que nos arropa como país, como pueblo.  Ya ni siquiera por casualidad fomentamos las más emblemáticas tradiciones.  Ya involucrado en semejante espectáculo, me propongo aprovechar la presencia de los magos soberanos para ventilar las intimidades de mi caso (mis delirios, mis alucinaciones, mis complejos, mis desamores y desencantos).  Al final del día, esa es la razón verdadera por la que estaba allí.  No obstante me dispongo a comenzar mi oratoria, los creadores apalabrados retoman su ya cruel peregrinación.  Incluso, en un breve parpadeo, hasta los personajes barbudos habían desaparecido sin dejar rastro (hasta llegué a creer en sus poderes mágicos)

Superado finalmente el ataque de histeria y de llanto, corrí tras la cuadrilla de intelectuales.  A la vez que corría tras ellos, mi mente se ocupaba de asociar todo lo que me ocurría.  Llegó a mis pensamientos uno de mis grupos de referencia por los cuales siento gran deferencia.  Los criollos locales procedentes de la mezcla de las tres razas originarias.  Esos mestizos que nacieron de la mezcla de los desaparecidos taínos, los blancos invasores, y el actualmente “grupo protegido” (que en aquel entonces no lo era del todo), los negros esclavos.  Después de doce largos años pasando por las escuelas de este país, hoy conozco muy poco sobre estos nativos.  Solo tengo algunos leves recuerdos sobre las enseñanzas relacionadas con ellos.  Salidos del famoso encuentro de culturas, vivían en minoría en su propia tierra.  Forzados a sobrevivir trabajando la tierra en la que, siendo dueños, vivían como “arrimaos”.  Con pocas posibilidades de recuperar su propiedad, recibiendo como pago cupones de intercambio por cada jornada de trabajo.  Recibiendo todo el peso de la producción nacional, para obtener a cambio la comida diaria (lo que la iglesia llama desde entonces el pan nuestro de cada día).  Pero poco se habla sobre las revueltas de estos primeros boricuas en reclamo de sus derechos.  Se minimiza y se solapa con la “historia oficial”, las sediciones y conspiraciones con el fin de obtener la libertad que en su momento gozaron sus ancestros.  Se demonizan los hechos históricos que evidencian el hastío de una raza sometida por siglos a yugo extranjero.  Los gritos del pueblo (Lares, Jayuya, etc.) se acallan como siempre, con baile, la botella y baraja.

Fatigado por la larga carrera y empapado por la lluvia incensaste, diviso a la virtuosa bandada de escritores entrando a un restaurante italiano (pseudoitaliano, debo decir).  Este magnífico grupo de referencia que escogí para mi catarsis personal, y que se jactan de ser defensores de la cultura local, decidieron terminar su fantástico encuentro a lo "New York Style"… comiendo pizza.  Entre trozos de “pepperonis”, jarras de Coca-Cola y poetas con dieciséis porciones del suculento manjar en las costillas, las conversaciones fluctuaban entre lo más sublime de las fuerzas del Universo, hasta lo más burdamente mañosos del mercadeo capitalista.  Víctima del tedio y la desidia, me levanté de la silla bruscamente.  Poseso por la ira, comencé a decir todos los disparates que pasan por mi mente.  Inicié la perorata hablando del último grupo de referencia que vino a pensamiento, el puertorriqueño contemporáneo.  Si, ese en el que cabemos todos los que hemos heredado los defectos y virtudes de los primeros tres.  Pero que por razones puramente coloniales ha olvidado su verdadera historia, y la ha sustituido por la versión imperial. 

Nos hemos creído la leyenda de los indios mansos, de los negros resignados a las cadenas y de los criollos explotados por los grandes intereses.  Todo eso es lo que reflejamos en nuestra cotidianidad actual.  Aceptamos y consentimos, dócil y sumisamente, todos los abusos y atropellos que el sistema constitucional permite burdamente.  Nos dejamos domesticar por los medios de información masiva.  Nos sometemos libre y voluntariamente a los designios de los “tigres del sur” y los “blancos tiburones”.  Nos persignamos ante los mesías y los acaudalados pastores, a los que seguimos como ovejas ciegas camino al matadero.  Nos prestamos al mejor postor para seguir el juego de la autodestrucción y el autosabotaje.  Dejamos de ser los más hospitalarios, incluso con los paisanos.  Arrastramos las cadenas, ya no en los pies, sino en las mentes y en las almas.  Entregamos nuestra tierra y nos conformamos con lo poco que deje la explotación laboral como dádivas.  Mientras continuaba con mi fútil discurso, los desinteresados interlocutores comenzaron a abandonar el lugar.

Cegado aún por la rabia, yo continuaba mi alocución sin pausa.  Les decía que no tenemos remedio, que somos causa perdida.  Que en gran medida he perdido la fe en el sistema y en la humanidad, por causa de esa indiferencia general hacia nuestra realidad colectiva.  Por la apatía al conocimiento y por el miedo inmenso a reconocernos como descendientes de una mezcla de razas y culturas que nos puede hacer grandes.  Pero preferimos estar arrodillaos ante el extranjero y venderle al verdugo, por unas pocas monedas, nuestro propio hermano.  Incluso, señalamos, criticamos, y si es posible obstaculizamos a los que sí están dispuestos a reclamar sus derechos.  No somos capaces de luchar ni de asumir una actitud solidaria con los que hacen frente a las injusticias.  Por el contrario, no apoyamos ninguna causa que no sea la individual.  Sin entender que el hecho de que alguno se levante dignamente, eventualmente será nuestra reivindicación personal y colectiva.  Hasta que no recozamos en nuestra sangre la gallardía taína, la fortaleza y resistencia negra, y el valor de los criollos que tuvieron el coraje de elevar su grito, seguiremos encadenados a un pasado inventado, atados a una realidad ficticia.  Si no encontramos nuestro verdadero ADN, el futuro será implacable con las próximas generaciones de puertorriqueños adoctrinados. 



En ese instante de desahogo necesario, calmado ya por la tensión liberada, me percato de que todos en la mesa se habían marchado.  Dejaron solo las bandejas plateadas y los vasos con hielo en proceso descongelamiento.  Nuevamente siento en mi corazón una decepción muy similar a la que dejó mi querida y deseada Perséfone al marcharse aquella noche cruel.  Superado el desvanecimiento temporal, me dispongo a salir del lugar.  No sin antes recibir de manos del mesonero, la cuenta por pagar.

¡Levántate y anda!

sábado, 11 de enero de 2014

Barco de papel: Centro Cultural en Nueva York


Por Carlos Esteban Cana
Barco de Papel es uno de los centros culturales más importantes que tienen los escritores latinoamericanos en Nueva York, y en estos momentos se desarrolla una valiosa campaña de respaldo para que esta valiosa institución continúe su gestión. Contamos con tu respaldo. 

Libreria Barco De Papel
4003 80th Street
Elmhurst, NY 11373
(718) 565-8283
libreriabarcodepapelny.com

En esta foto: Carlos Esteban Cana durante uno de los recitales del pasado Festival de Poesía Latinoamericana Ciudad de Nueva York.