viernes, 17 de mayo de 2013

Cruzados tardíos

por  Caronte Campos Elíseos


                          

Recientemente se aprobó el Proyecto de Ley del Senado 238.   En el mismo se prohibe el discrimen por razones de orientación o preferencia sexual, en toda gestión de empleo  publica o privada.   Dicho proyecto, como era de esperarse, recibió el apoyo y el beneplácito de la comunidad homosexual del país. Lo que no se esperaba, o al menos no se visualizaba con tan férrea intromisión, fue la oposición presentada por los grupos religiosos del país, y en un modo especial, la de los cristianos.  Esto a pesar de que el proyecto todavía tiene que pasar el cedazo de la Camara de Representantes, ya que nunca se respetó la voluntad del pueblo de cambiar a un sistema compuesto por una sola cámara.

Estos grupos tuvieron la desfachatez de actuar como ente conductor de injusticia, discrimen e intolerancia. Se inmiscuyeron en el proceso legislativo, totalmente ajeno al quehacer pastoral, vilipendiando la ya maltrecha imagen de la división de Iglesia y Estado.  Intentaron usurpar al Poder Legislativo su independencia al pretender hacer política pública, presentando análisis y estudios exhaustivos sobre los efectos de la medida en cuestión, y sometiendo enmiendas a dicho proyecto con el fin de cambiar su exposición de motivos, e influenciar la opinión del resto de la población haciendo creer que ellos representan la mayoría absoluta.

Es en ese instante que la gente comienza a pensar, a decir y escribir, que Puerto Rico tiene el gobierno de Sodoma y Gomorra porque se aprueba una ley que otorga derechos a un sector claramente marginado, en ocasiones de forma disimulada y tácita.  Pero ese mismo gobierno nos sube los impuestos, baja la calidad de los servicios que ofrece y encima los encarece, nos roba el dinero que tributamos para fines comunes y  nos resta beneficios.  Atenta contra los envejecientes, los estudiantes, los trabajadores y contra los cerca de 15,000 niños maltratados en esta isla.  Explota nuestros recursos, vende y regala nuestro patrimonio y nuestros bienes, ofrece educación y servicios de salud mediocres,  y está dirigido por una banda de ineptos, con poca o ninguna educación y  preparación académica, que son solo un enjambre de anencefálicos que su único fin en el servicio público es el lucro personal.

Ante toda esta barbarie, ante toda esta injusticia, ante ese mismo gobierno carente de un mínimo sentido de ética, moral y compromiso con el pueblo que ciega y confiadamente los elige, estos cruzados tardíos no hacen frente.  No protestan, no muestran resistencia, y mucho menos hacen acto de presencia para demandar y reclamar la justicia para todos.  Pero una vez se ve amenazada alguna de las columnas que sostiene su malograda institución, salen como bestias en el Coliseo Romano a devorar a sus nuevas víctimas.

Es tiempo de separar el trigo de la cizaña.   Ya es hora que los religiosos entiendan y tengan claro cual es su rol dentro de la sociedad en la que se desenvuelve cada una de sus religiones.  Es imperativo que se atempere su homilía a la realidad de los tiempos, y no a sus caducados dogmas que ya actúan como propulsores de éxodos, alejamientos y como principal motivo de distanciamiento entre su dios y su pueblo. El mero hecho de estigmatizar a los supuestos pecadores, no hará que el supuesto pecado desaparezca.  No le compete a la curia intentar hacer por vía legal o jurídica, lo que no han podido lograr por vía divina o doctrinal.

Si la iglesia insiste en esta práctica, de querer imponer su posición y su opinión al pueblo a la trágala, está dirigiéndose a una caída estrepitosa, y quién sabe si a su desaparición autoinfligida.  Es nuestro deber y salvación el no permitir que los intereses de ciertos sectores, en especial los de esos cruzados tardíos, nos desvíen del camino y nos lleven de regreso al pasado.

¡Levántate y anda!
                                       

domingo, 12 de mayo de 2013

Exceso de velocidad

por Angelo Negrón


A toda prisa el auto se deslizaba por la autopista sobrepasando a otros vehículos.  Las luces intermitentes y continuos bocinazos lo identificaban como el portador de una emergencia. “Cortes de pastelillo”, repetidos frenazos y avances sólo lograban ponerlo más nervioso.  Al llegar a la congestión de transito obligada de las cinco de la tarde dio un golpe encima de la palanca de los cambios. Miró el rostro desesperado de su mujer que cursaba el noveno mes de gestación.  Su esposa con cara afligida le recomendó seguir por el paseo: Carril exclusivo para ambulancias, policías y personas con emergencias.  Se asomó y vio que era vía franca y segura.  No existía nadie estacionado en el paseo con algún desperfecto mecánico, por lo que consideró que debía seguir el buen consejo.  Después de todo era de suma importancia llegar, al menos, al nuevo dispensario municipal, recién inaugurado.

La multa por invadir el carril exclusivo era onerosa, pero con la certeza de que los guardias de transito eran parte de una huelga secreta de brazos caídos gritada a toda voz estaba seguro de que no encontraría a ninguno.  Sonrió al pensarlos en un consultorio buscando una excusa médica que les permitiera cobrar días por enfermedad que ya no recaudarían de otro modo.  Los recordó agrediéndolo frente a la universidad del estado por estar en contra de una cuota injusta o rociándole gas pimienta frente al capitolio por negársele sus derechos constitucionales.  Pensó en la encrucijada que la fuerza laboral policial tenía en ese momento histórico en el que tendrían que irse a huelga también si querían defender sus derechos. ¿Cómo lo harían?  Sobre todo porque según la ley número cincuenta de mil novecientos ochenta y seis:  Los miembros de la Policía de Puerto Rico no tienen derecho constitucional ni estatutario a la negociación colectiva ni a la huelga, piquetes y actividades laborales concertadas.  Los imaginó entonces, siendo detenidos por una fuerza de choque privada, tal vez los hombres de “El Golden Boy: Chicky Starr”, otrora peleador de la lucha libre y dueño de la agencia contratada por el gobierno para ayudar a apalear a los estudiantes en huelga.

Menos traumado, porque notó el avance que estaba logrando al seguir el consejo de su nerviosa mujer, sonrió.  Le dijo a ella que no se preocupara, que llegarían a tiempo. Esquivó los barriles anaranjados y rebasó otra fila de autos.  Se coló ante las miradas enojadas de quienes no se atrevieron a hacerlo.  Después de una intersección y algunas lágrimas de desesperación llegó ante un semáforo que le ordenó el alto. Agitó los brazos como si con eso algún poder oculto lograse que la luz cambiara de color.  Miró rápidamente a ambos lados y decidido a traspasar la luz roja con las debidas precauciones. Apretó el acelerador. Comenzó a subir la velocidad con la ilusión de quien sabía consumada su misión.

Pero, la visión que tuvo un minuto antes fue sólo eso. Escuchó el ulular de la sirena policíaca y maldijo la decisión errónea de “comerse” la luz. Miró por el retrovisor. Descubrió el auto azul y con marcas que le obligó a echarse a un lado en un momento de desesperación. Echó un vistazo a su mujer que lo miraba más preocupada aún pues no llegarían a tiempo. La escuchó pedirle que les explicara que los guardias entenderían. Uno de los policías se acercó cautelosamente y le pidió enojado los documentos.



— Buenas tardes, oficial — dijo el chofer — tenemos una emer...

— Lo estamos deteniendo— interrumpió el guardia — porque usted no sólo venia a exceso de velocidad, también conducía por el paseo. Para colmo se pasó la luz roja. Son varias infracciones a la ley de tránsito y...

— ¿Tienes prisa ah?— comentó despectivamente otro policía que interrumpió al primero.

— Si, oficial, sucede que...

— Este es otro de los “pelú” de la “YUPI”— volvió a tomar la palabra el primer policía — lo sé por todas esas calcomanías en el cristal trasero… Libertad, derechos, Pedro Albizu Campos — Sonrió…


— ¿Es eso relevante? — salió su espíritu de lucha en ese instante y su mujer lo miró suplicante por lo que accedió e intentó explicar su emergencia.

— Verá, señor oficial, tenemos una emergencia. ¿por qué no me sigue y me da las multas en...

— Eso es imposible — volvió a interrumpir el policía — has cometido tantas faltas en tan pocos minutos que te multaré hasta por pelú. Además, ustedes están como nerviositos. Hasta parece que estás borracho o bajo algún otro efecto. Tendré que pedirte que bajes del auto.

— Señor oficial — dijo con el rostro encogido y cambiándole de color — comprenda, por favor, tengo que...

— Nada, nada. Si se resiste le ira peor, créame...

— ¡Maldita sea la…! — no llegó a decir la oración completa pues el guardia le interrumpió nuevamente.

— ¡Que cojones! También vas a maldecir la madre. Muévase, le haremos la prueba de alcohol.

— Y consiga los documentos de una vez — interrumpió a su compañero el otro oficial mientras daba un golpe encima del bonete.

— ¿Debo tener paciencia?— le preguntó a su esposa mientras buscaba los documentos. Ella recomendó practicar las respiraciones aprendidas en las clases de parto sin dolor. Comenzó a inhalar y a exhalar. Su rostro fue serenándose. Al verlo sonreír los policías volvieron a insistir por los documentos y porque abandonara el auto ante la necesidad de largarse a ligar mujeres a la plaza de recreo mientras multaban a carros estacionados en líneas amarillas.

Miró tranquilizado a su esposa que abría la puerta en ese momento para decirle a los dos uniformados:

— ¿ Que no entienden?— gritó la mujer sin poder soportar más — Estamos en una emergencia...

— Señora, no veo a nadie sangrando, cálmese o la arresto…

— ¿Arrestarme? Hágalo, nos hará un favor cuando tenga que explicarle a la corte por qué nos ha arrestado cuando hemos intentado explicar que tenemos una emergencia y en lugar de escucharnos y escoltarnos lo que han hecho es impedirnos explicar — dijo ella sosteniéndose con ambas manos la preñez.

— A ver: ¿qué clase de emergencia nos recitaran? — Indagó uno de los guardias con sarcasmo.

— ¡No tenemos emergencia¡— dijo el marido entre carcajadas ante los ojos alterados de los guardias y la mirada desconcertada de su esposa a quien consoló diciéndole:

— ¡No te preocupes, cariño, yo ya me cagué!
_______________________________________


Angelo Negrón (New Jersey: Junio 15 1969 a Enero 1970 - Puerto Rico: enero 1970 al presente). Definitivamente puertorriqueño. Sus cuentos han sido publicados en la revista y colectivo Taller Literario y en Revista Púrpura. Tiene varios libros inéditos de relatos a los que le ha dado por título: Montaña Recuerdo, Entre el edén y la escoria, Sueños mojados, Confesiones y Causa y efecto. Además una novela de próxima publicación titulada: Ojos furtivos. Mantiene el Blog: Confesiones

viernes, 10 de mayo de 2013

En las letras, desde Puerto Rico: canto a la madre, en voz de un clásico

por Carlos Esteban Cana

En una reciente edición de En las letras, desde Puerto Rico, compartí con los lectores dos piezas de poetas contemporáneas que rendían homenaje al arquetipo materno.  Ahora, en esta entrega, y en esa misma dirección, compartiremos ese mismo tributo pero en voz de un escritor clásico de las letras puertorriqueñas. Me refiero al autor de Vendimia, Almacén de baratijas y Motivos de Tristán, el poeta y traductor, José Antonio Dávila.

De la creatividad e ingenio de este poeta boricua, compartimos en el hogar cibernético del amigo editor y escritor, Caronte Campos Elíseos, ese canto hacia la figura materna, el famoso poema, Carta de recomendación.  Que lo disfruten.

Carta de recomendación
  
                      


  (Al Señor Propietario del Universo)


Señor:

En breve llegará a tu cielo
una tímida y dulce viejecita;
los lirios de los años floreciendo en su pelo,
y el rostro sonreído como una margarita.
Es la más hacendosa en la colmena
donde por todos se ha sacrificado;
y es tan buena, tan buena...
tal como el pan que a todos nos ha dado.

En tu casa, Señor, con su plumero
y su invariable pulcritud a tono,
sacudirá ese polvo de lucero
que empolve el mobiliario de tu trono.
Le dará cuerda al Tiempo; traerá flores
de tu jardín y frutos de tu viña,
y pintará de fresco los colores
del arcoiris, cuando se destiña.
Pulirá los metales de la luna;
limpiará los fanales que tiene tu palacio,
y tenderá a secar, una tras una,
las holandas de nube en el espacio.

Le cambiará la mecha a los faroleso
de la Vía, y asiendo sus peinetas,
trenzará las melenas de los soles
y la rebelde crin de los cometas.
Tu té, de flor de algún celeste tilo,
te hará en noches de Invierno, cuando nieva;
y en tiempo de vendimia, pondrá un filo
a la hoz de argento de la luna nueva.


Zurcirá desgarrones
en la túnica de los serafines,
y traerá las esponjas y jabones,
a la hora de bañar a los querubines.
Te bordará en la almohada del nimbo más mullido,
con una hebra de sol, tus iniciales,
para que te eches cuando estés rendido
por tus preocupaciones inmortales.

Así ha sido acá abajo: nunca escasa
de sí misma en el bien de dicha ajena;
en la más abnegada de la casa
y la más hacendosa en la colmena.

Y así será allá arriba: en lo que pueda
hacer por otros, no andará remisa.
Ponla a sueldo, Señor, de una moneda:
la moneda de luz de tu sonrisa.

Su bien cual su limpieza, penetra en los recodos
más ocultos del alma o la memoria;
solear, mullir el bienestar de todos
es lo que ella ha tenido como gloria.

Si recorriendo un día tu reinado
sorprendes en su cara la fatiga
y ella te dice que aún no se ha cansado,
¡no le creas, Señor, lo que te diga!

                                             José Antonio Dávila


____________________________________

Carlos Esteban Cana – Escritor y comunicador puertorriqueño.  Ha cultivado el cuento, el micro-cuento, y la poesía.  Actualmente, sin embargo, se ocupa de darle forma a sus dos primeras novelas y a un volumen de ensayos.  Colaborador de varias publicaciones impresas y cibernéticas, en Puerto Rico y otros países.  Bitácoras y publicaciones alrededor del planeta, como Confesiones, del narrador Ángelo Negrón, reproducen su boletín “En las letras, desde Puerto Rico”.  Para el periódico cibernético El Post Antillano también publica su columna “Breves en la cartografía cultural”.  En verano del 2012, Carlos Esteban publica Universos, libro de micro-cuentos bajo el sello de Isla Negra Editores.  Otros dos libros aparecerán durante el presente semestre.  El primero titulado “Catarsis de maletas: 12 cuentos y 20 años de historia”, ofrece una vista panorámica de una pasión que el autor ha desarrollado, por cuatro lustros, en el género del cuento.  “Testamento” es el segundo de los libros mencionados, poemario antológico que reúne lo más representativo de su poesía; género del que Cana manifiesta: “Fue la propia poesía que me seleccionó como medio, como intérprete”. Cana es conocido además por haber fundado la revista y colectivo TALLER LITERARIO, que marcó la literatura puertorriqueña en la    última década del siglo XX en Puerto Rico.  Actualmente participa en actividades y proyectos multiculturales en la Ciudad de New York.

martes, 7 de mayo de 2013

El regreso

por  Luis A. Pérez Rivera


         
El frio calaba los huesos, a pesar del tumulto del cuarto.  Las narices rojas goteando, los ojos hinchados y los labios enmudecidos.  El elocuente silencio impregnaba las paredes del lugar y las miradas solo observaban su yo interior.  No me atrevía mirarle su frágil cuerpo, su cara con la boca y los ojos tan abiertos y plegados por donde se escapaba la vida.  Su respirar entrecortado, mostraba el dolor que el cuerpo debe soportar.  Era la última de 10 diez hermanos, tenía 85 años.  Se sentía sola, pues no quedaba nadie de su tiempo, me había dicho cuando aún podía hablar.   Ahora, apenas unos gruñidos salían de su boca para llamar la atención cuando necesitaba agua o que la cambiaran de posición.

Los presentes trataban que sus ojos no se cruzaran con los de ella.  Transmitían dolor, angustia y desesperación.  Eran los emisarios de lo que sentía.  La miré fijamente tratando de absorber su dolor, quitarle aunque fuera por unos segundos la agonía que vivía, y una lagrima, solo una, resbalo por su mejilla.  La luz del cuarto se reflejó en la gota que descendía y cual gigante espejo, atrapó y multiplicó la luz del lugar, segándome parcialmente y transportándome a sus años más felices.

Su cuerpo se achicó, la cama desapareció.  Las paredes de concreto se esfumaron mostrando el verdor del campo.  Su cuerpo, antes en posición fetal, se incorporó.  Yo absorto ante esa transformación quedé sin habla; ella corrió hacia mí, trate de detenerla para que no me tumbara cuando su cuerpo atravesó el mío.  Riendo y con el brillo de la vida en sus ojos, volteé y espantado por lo ocurrido observé como el camino era de tierra y el polvo se levantaba con cada paso que daba.  Los arboles a cada lado del camino presentaban una sombra perfecta.  Y la fresca brisa movía las miles de hojas que construían el túnel del camino en el que nos encontrábamos. 

Nadie me veía, era como un fantasma del futuro en tiempo pasado.  Todo era a color, no como en las fotos donde solo se ve blanco y negro. Las cosas viejas se veían muy nuevas, las carretas, las casas y la gente.  Le seguí hasta la parte posterior de un ranchón enorme de donde sacó de debajo de las escaleras una lata y de ahí sacó una caja.  Al abrirla tomó un lápiz labial, trapo y unos tacos.  Cuidadosamente mirándose en el reflejo de la lata se pintó los labios, se colocó el trapo en los senos y se puso los zapatos de tacón alto.


Luego, con aires de gente grande caminó por la acera y entró en la fábrica de tabaco. Se dirigía a su empleo, era su segundo día de trabajo; tenía 12 años.  Era un espacio enorme, muchas mesas y sillas ocupadas por mujeres principalmente que, ante la crisis tenían que completar el sustento en el hogar.  En la pared del frente había un calendario con un 16 en rojo.  El 16 de julio de 1929.  Presurosa se sentó cuando Don Roberto le llamó y con el ceño fruncido le preguntó:

             - ¿Qué edad tienes?, preguntó Don Roberto.

- 19, respondió.

- ¿Sí?, Mira no me molesta que quieras trabajar, pero no mientas. Te daré otra oportunidad. ¿Qué edad tienes?

- Con la mirada hacia el suelo susurró, 12.

- No puedes, trabajar.

- Pero, Don Jacinto me dejó, el me vio ayer y le parecí grande, además, lo necesito. Usté sabe. De que me voy a alimentar.

- Mira niña, Jacinto es un viejo sentimental y si fuera por él les pagaría aún sin trabajar.  Además, si los inspectores te ven; me cierran la fábrica. Hagamos algo, quítate el montón de pintura que tienes en la cara y bájate de esos zapatos que son más grandes que tú y toma la lata de donde los sacaste, la llenas de agua y la colocas al lado de tu lugar de trabajo. Si vienen los inspectores te pones a repartir agua. ¿Está bien?

Sus ojos se iluminaron, tenía el trabajo.  Corriendo hizo lo que Don Roberto le dijo y se sentó a despalillar tabaco.  Mientras Don Roberto caminaba cruzó miradas con Jacinto y entre sonrisas y un guiño de ojos, sellaron la complicidad de que aun violando la ley sabían que hacían lo correcto.



________________________________________


Luis A. Pérez Rivera – Nació el 16 dejulio de 1971 en Rio Piedras PR. Natural del pueblo de Cataño, donde cursó sus grados primarios.  Finalizó su bachillerato y maestría en la UPR de Rio Piedras. Labora como voluntario en la Asociación de Lideres Escutistas y en la tropa 168.  Es el guionista de la Obra de Semana Santa en el Barrio Amelia.