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sábado, 12 de mayo de 2018

Valle de lágrimas

por  Caronte Campos Elíseos


Decidí cambiar de morada al no poder sobrellevar los recuerdos defectibles de mi vida amorosa, luego de que otros reclamaran su derecho de “Prima Nocte”.  Amén de los daños que sufrió la vieja estructura por los azotes huracanados.  Es así como llegué a lo que es mi nuevo vecindario en, El Valle de los Reyes.  Admito que es un lugar muy tranquilo y acogedor.  Ya instalado en lo que será mi nuevo hogar, intento retomar en mi vida la cotidianidad y normalidad que me caracteriza.  Fue bastante fácil por lo poco del mobiliario, y lo accesible que estaban mis viejos periódicos, los brebajes de la tierra y los medicamentos para sortear la realidad.  Durante todo este tiempo de solaz tuve la oportunidad de reflexionar sobre los últimos eventos.   

El huracán puso de manifiesto y a la vista de todos, la verdadera cara de este país.  Es probable que muchos ya conocían esa triste realidad.  Pero los que vivimos sumidos en nuestros propios mundos (Netflix con sus series, deportes de equipos importados, barras y chinchorreo, baile, botella y baraja, entre otras amenidades), no sabíamos que nuestra patria estaba en tal decadencia.  Al cejar los vientos, las aguas volver a sus cauces, y con los árboles y techos en el pavimento, encontramos otro país.  Quedamos absortos ante la pobreza, el hambre, la miseria y el abandono del gobierno.   El ciclón se llevó lo que nos quedaba de ese espejismo de primer mundo que disfrutábamos.  Un mes sin agua, dos meses sin gasolina, tres meses incomunicado, cuatro meses esperando un toldo, cinco meses de salchichas y mezcla de sándwich; seis meses de desesperanza, siete meses sin luz, ocho meses de depresión y toda una vida de locura.  Esa es mi historia.  Igual a la de otros cientos de miles puertorriqueños. 

No bien había pasado el huracán, el gobierno encendió su maquinaria.  Claro está, luego de que el Superintendente de Seguridad nos advirtiera que durante la emergencia, podíamos morir esperando por ellos.  Inmediatamente se acuarteló el gabinete de confianza del gobernador Rosellito.  En las primeras horas luego de calmada la tempestad, comenzaron a reclamar las ayudas federales de FEMA.  La intención clara era repartirlas, pero no a los damnificados, sino a los amigotes más cercanos al ejecutivo.  Ya lo dice el viejo adagio: “El que lo hereda no lo hurta”.  El dinero para la restauración del sistema eléctrico, para las comunicaciones; los fondos para alimentos, enseres y viviendas; las ayudas para las carreteras, los hospitales y las escuelas, y hasta los toldos azules, parecía que se las había llevado el viento.  Hasta la Junta de Supervisión Colonial brillaba por su ausencia.

Ausencia es lo que predomina en mi nuevo vecindario, los vecinos parecen estar ausentes en el Valle de los Reyes.  Al igual que los policías que sufrieron la epidemia del “blue flu”.  En plena emergencia, una gran parte de los policías decidieron protestar por la pérdida de beneficios laborales.  Esto sucedía no sin dejar las carreteras sin control de tránsito durante el día y sin seguridad en las noches.  Pero que importa, al final, todos tenemos derecho a protestar.  Además, en un país donde la tasa de desempleo ronda el 13%, esto sirvió para que las personas sin hogar se emplearan en los semáforos sin luz, al menos por un plato de comida, una botella de agua fría y/o unas monedas sueltas.

La calma tras la tormenta no duró mucho.  Reapareció la famosa Junta de Supervisión.  Y cuando todavía hay puertorriqueños durmiendo bajo toldos azules y cielos estrellados, comiendo pan con jamonilla y sin el servicio de electricidad, comienzan a azotar al pueblo con sus planes de reducción, recortes y austeridad; y a inundarnos con sus controles fiscales y presupuestarios.  Mientras tanto, el gobierno continúa con su rol de policía bueno, haciéndonos pensar que le hacen frente y oposición a la comisión imperialista en favor de sus constituyentes.  Nada más lejos de la realidad (excepto mi propia existencia).  El ejecutivo y el legislativo siguen a sus anchas repartiendo el poco flujo de caja que nos queda en contratos jugosos para sus secuaces y damiselas con puestazos.  

¿Qué obtenemos nosotros de todo este latrocinio?  Reducción en las pensiones, cierre de 220 escuelas y privatización de unas docenas adicionales, una reforma laboral luctuosa, aumento en la matrícula de la Universidad del Pueblo y el cierre de varios de sus recintos, venta de la Autoridad de Energía Eléctrica después de décadas de abandono de su infraestructura, impuestos hasta en las comprar por internet, entre otras medidas draconianas.  No estoy seguro si es por mi trastorno ciclotímico o por este panorama poco alentador que sufro de estados de ánimos variables.  Confieso que comienzo a sentirme como el Faraón de este lugar.

Este sentimiento fue reforzado cuando las legiones de maestros, empleados públicos, estudiantes, pensionados, y todas las víctimas directas o indirectas de la connivencia entre junta y gobierno, salieron a protestar en un paro nacional.  Por supuesto que allí estaban para emboscarlos, los que no hacia tanto tiempo habían abandonado sus deberes y responsabilidades en reclamo de sus propios derechos.  Allí, le hicieron una encerrona, macanearon y rociaron con gases, a todos los que salieron a defender los derechos de los que no se atreven siquiera rezongar.  Simultáneamente, los “Iluminatis” de la junta declaraban su incapacidad de vivir y mantener su monárquico estilo de vida con la miseria con la que pretenden que los jubilados sobrevivan su vejez.

La clase política nacional solo se le ocurre llevar a votación si queremos o no la famosa junta.  Incluso hasta el ala de izquierda es presa de esa burda triquiñuela.  Parecen olvidar que en los fueros concedidos por la metrópoli a esta vieja colonia, no incluye el poder decisional sobre tales asuntos.  El barómetro de la moral puertorriqueña está en sus niveles más bajo.  Y entre el reconocimiento de la legislatura al Conejo Malvado, las series televisivas sobre el maltrato de menores como supuesto paliativo para nuestros males sociales, seguimos siendo nosotros mismos nuestro propio verdugo.  Las huestes de los partidos principales cierran filas con sus dirigentes.  Apoyan a ciegas sus candidatos sin importar sus méritos ni su historial.  Llevando de esta manera reincidentes en la corrupción gubernamental al poder.  Luego, estos mismos nos condenan a todos sin importar los colores de afiliación, a perecer en el paredón del desgobierno. 

Volver a esta nefanda realidad me drena espiritualmente.  Vuelvo a mi sarcófago son la voluntad desecha.  Esperando que algún día esta horda de electores se libere de la momificación de la que todos hemos sido víctimas por los silos de los siglos.  Llegado ese momento, nos pondrán en el camino correcto para abandonar así, este valle de lágrimas.

¡Levántate y anda! 

jueves, 20 de julio de 2017

Hogar, dulce hogar

por  Caronte Campos Elíseos


Muchos se preguntaran el motivo de mi aparente ausencia y notable abandono de las letras.  Como es de conocimiento general, estuve inmerso en la planificación de mi boda con la mujer perfecta.  Esto último porque parece haber leído el manual de la perfecta cabrona.  Demás está decir que mi matrimonio duró lo mismo que un baño de leche de coco en el ascensor de Guaynabo.  La mujer no pudo lidiar con mis manías, vicios, malas mañas y enfermedades mentales (que no son un secreto para nadie), y al tercer día se levantó de entre los cuerpos y abandonó sus promesas y votos.  Gritó a los cuatro vientos que no me amaba, que vivió ese triduo engañada por mi críptico magnetismo y que tenía que huir de tal secuestro. Admito que fueron los tres días más maravillosos de mi existencia.  Pero el día cuarto se advino la debacle emocional y espiritual.  Abandoné todas las cosas que teníamos en común: los muertos, los cementerios, las letras, etc.  Me refugié en los placeres, los vicios, los apetitos.  Me vi sumido en las drogas recetadas, el alcohol y la locura.  Estuve internado en repetidas ocasiones donde me cambiaron el vestido de gala por la camisa de fuerza.  En otras palabras, retomé mi vida cotidiana.  Basta ya de hablar del amor de mi vida; todavía pensar en esos efímeros recuerdos es doloroso.  Amén del amor que todavía siento por la que todos llaman, La Catrina.  

Abandonado el cautiverio en el que estuve refugiado por algo más de un año, regreso al mundo real.  Caminando el mismo oscuro sendero, llego a la antigua morada.  La misma casa que alberga todos los recuerdos de mis vidas.  Grato fue llegar y divisar los únicos seres fieles (e inanimados) que me acompañan en cada periodo de mi existencia; las pilas de periódicos viejos, las botellas del elixir mágico en nada anónimo y los frascos de las cápsulas que hacen las veces de óbolos para cada uno de mis viajes.  En fin, una vez dentro de la fría estructura que sirve de guarida para mi actitud asocial, y poseso por la locura de siempre, no tuve más remedio que exclamar ese cliché de las figuras y adornos domésticos en cada hogar de este país: “Hogar, dulce hogar”.


¡Levántate y anda!


sábado, 7 de mayo de 2016

El control de la junta

por  Caronte Campos Elíseos




Tengo que comenzar por admitir que estoy enamorado.  Mejor dicho, estoy enamorado nuevamente.  Algo que pensé nunca volvería a vivir.  Después de tanto tiempo, he conocido la mujer de mi vida, la mujer perfecta.  Más allá de su apariencia seductora, sus caricias dolorosas y palabras venenosas, ella me complementa.  La conocí en una noche de locura y desenfreno, pero siento que la amo.  Pero bueno, para bien o para mal ya estamos en el proceso de amueblar nuestro humilde hogar y hemos decidido pasar el resto de nuestra existencia juntos.  Hasta el final de los tiempos.  Muchos de ustedes se preguntarán qué cosa tiene está mujer que logró conquistar mi corazón ya detenido por tantos años en tan solo cuatro semanas.  Y es que esta maravilla de mujer me abrió los ojos a muchas cosas que, dentro de mi intensa esquizofrenia, no había yo visualizado ni entendido.  Con su lengua viperina me dio la terapia que necesitaba para aceptar las realidades en las que vivo engolfado.    


Mientras observábamos nuestra hermosa casa, estuvimos hablando largo tiempo, casi eterno, de la famosa Junta de Control Fiscal.  Yo le expresaba mi sentir como puertorriqueño y el repudio visceral que tengo hacia la tan anunciada intervención federal.  Ella, mientras acomodaba la decoración ancestral, me dictaba su discurso racional sobre el tema.  Admito que mientras escuchaba semejante diatriba la cabeza me daba vueltas, sentía náuseas y me poseía el delirium tremens. Pensaba en todo lo que significa para este pueblo, el hecho de que extranjeros administren nuestra vida.  Ni el gobernador ni nuestros legisladores tendrían injerencia en ninguno de nuestros asuntos medulares.  Con un pais en quiebra financiera  nuestros dirigentes no podran actuar en favor del pueblo.  Pensaba en lo humillante, literalmente, que puede ser que controlen toda nuestra economía, finanzas, política, y las leyes que rigen nuestra vida como sociedad.  Sin mencionar las consecuencias directas de semejante abuso de poder.  Entre estas se mencionan la posibilidad de que miles de puertorriqueños pierdan sus empleos; que otros miles de trabajadores pierdan derechos laborales adquiridos; que los nuevos miembros de nuestra fuerza laboral reciban menos del salario mínimo federal; que los hogares de cientos de miles de familias pierdan valor en el mercado; entre otras medidas más leoninas. 


Todo esto no me permitía concentrarme en el trabajo que estábamos realizando para nuestro nido de amor.  Si la junta se llegara a concretar, tendríamos que abjurar al Estado Libre Asociado.  Los modernos invasores serían dueños y señores de nuestro destino.  Tendrían total dominio sobre los servicios de salud, sacrificando el bienestar y la salubridad de todos; dominio sobre la educación, empeorando la calidad de los servicios educativos a nuestros niños y niñas.  Tendrían total autoridad sobre las finanzas y presupuestos del país, recortando los fondos destinados a las ayudas sociales que tanta falta hacen a los indigentes y desamparados sociales.  Su prioridad serían los bonistas, inversores y capitalistas que esperan los retornos de sus inversiones, sin excusa alguna.  No les importan nuestras carreteras, nuestro ambiente, nuestra calidad de vida, y mucho menos nuestro futuro.  Estaríamos sujetos a sus mandatos, directrices y toda suerte de caprichos.  No tendríamos opciones merced de sus propios intereses.  La justicia será para los más aventajados y acomodados.  Los demás quedarán desprovistos de protección.


La desesperación me hacía gritar como poseso por la desesperanza.  Pero ahí estaba ella. Dispuesta siempre a rescatarme de esa oscuridad mental provocada por la ignorancia.  Sus palabras son para mí como esa luz al final del túnel, que ilumina mi ceguera intelectual.  Entendí entonces muchas cosas, muchas de ellas tan evidentes como las diferencias entre el sol y la luna.  Los gobernadores de esta isla (desde el primer español hasta el último criollo) ni las legislaturas (en toda nuestra historia) se han preocupado nunca por nuestro progreso como nación.  Todos son igualmente responsables de la deuda de magnitudes imperiales.  Muchos de ellos continúan sus vidas de condes y emperadores pegados como parásitos al presupuesto del pueblo.  Los políticos modernos solo piensan en el medro personal y en el de sus allegados.  Nunca se han preocupado por el desarrollo político, económico y social de sus constituyentes.  Eso les vale.  No hizo falta la junta para que el gobierno despidiera entre 13,000 a 30,000 empleados, entre despidos directos e indirectos.  Contribuyendo al crecimiento de la tasa de desempleo hasta casi un 18%.  Tampoco hizo falta la junta para arrebatarle derechos adquiridos a los maestros, empleados públicos y a los retirados.  Puerto Rico siempre ha utilizado como medida de pago el salario mínimo federal.  Salario que al sol de hoy no alcanza para cubrir las necesidades más básicas y apremiantes de una población sumida en una calidad de vida deplorable.  Todos los hogares en este país vieron devaluadas sus viviendas con la crisis de los bienes raíces en los Estados Unidos.  El que menos perdió en ese momento crítico, perdió hasta $30,000.  La quiebra que vive la isla estrella es una ficticia; se han robado todo dejándolo en la deuda para la posteridad.  Todo esto actuando impunemente, amparados en la inmunidad parlamentaria de los mal llamados honorables.  Tampoco hemos necesitado intervención de alguna junta para que todas las epidemias y enfermedades nunca conocidas hayan tenido su génesis en Puerto Rico.  Y la justicia de este país, esa está totalmente desterrada de nuestra tierra.     


Contra todos esos argumentos presentados por mi amada, no tuve defensa alguna.  Todos nuestros miedos relacionados a la junta de control, ha sido nuestra realidad con los políticos corruptos.  Quizás la junta es lo que realmente nos hace falta para despertar de ese sueño de la joya de la corona.  Realmente la junta no viene a traer nada nuevo para nosotros.  Los políticos locales se han encargado de conducirnos por los caminos de la angustia y la miseria.  Lo más difícil que puede traer esta intervención desproporcionada, para algunos sectores, es desenmascarar de una vez y por todas la fábula de este "estado de derecho".  

El hecho de que se esté discutiendo tal oprobio, es evidencia de que el "Status Quo" es una falsa consentida.  Ese simple desvelo sería ya para nosotros ganancia.  Y si de paso, este pueblo despertare de esa ataraxia que lo domina y la abulia que lo agobia, tendremos entonces un futuro brillante.  Podremos nosotros todos decir: lo mejor está por venir.  Realizaremos que no necesitamos políticos corruptos y oportunistas, partidos políticos que manipulen masas de fanáticos, y mucho menos poderes ultramarinos que controlen nuestro destino.  Esto únicamente será posible cuando levantemos y organicemos la nación para el rescate de su propia soberanía.

¡Levántate y anda!



viernes, 8 de abril de 2016

El despotismo de la mayoría

por  Caronte Campos Elíseos



Viendo escenas de la serie turca, Fatmagul, donde se muestra una casta social que oprime a otra con el poder del dinero, y cómo manipulan a su antojo el sistema de justicia para encubrir y limpiar las atrocidades cometidas por ricos y poderosos, hacen que me pregunte: ¿Qué culpa tienen, Pablito Casellas y Ana Cacho?  Con ese pensamiento positivo, quedé dormido casi inconsciente.  En el sueño me veía en medio de una gran fiesta acompañado por una hermosa mujer de impactante presencia, a la que todos llamaban...  La Catrina.  Hombres y mujeres la miraban y admiraban.  Su belleza llamaba la atención de los presentes.  Yo resulté ser la envidia de todos los que allí se encontraban.  Empero, la imagen que proyectaba la hermosa y sensual dama, contrastaba con las cosas que al oído me decía sin que otros pudieran escucharlas.  Así me hablaba la excéntrica mujer:

-    Por muchos años ustedes lo puertorriqueños han criticado la mal llamada dictadura cubana de los hermanos Castros.  Siempre orgullosos de su sistema democrático y su estrecha relación con el imperio más poderoso del mundo.  Haciendo galas de supremacía sobre el resto de la América Latina que según ustedes, estaban rezagadas en el tercer mundo.  Que Puerto Rico era el ejemplo a seguir, decían, para guiar al resto de los latinos por los caminos de los avances y la prosperidad.  ¡Nada más lejos de la realidad!  Puerto Rico yace bajo su propia dictadura criolla.  Hace 64 años ustedes viven bajo el dictamen de una mayoría políticamente esclavizada.  Unos pocos personeros de los intereses extranjeros y otros tantos más con intereses económicos personales, han conspirado para someter al silencio la voluntad del resto de la nación.  El alcance de la connivencia de estos sectores poderosos y pudientes se ha visto reflejada en la realidad de los incautos electores.  Mientras los primeros ejercen el poder despóticamente y acumulan riquezas en detrimento de las necesidades básicas de los segundos, se acerca el final de los  tiempos para la isla. 

Yo escuchaba asombrado.  Comenzaba a sentir angustia, depresión y vergüenza ajena.  Intenté ocultar mi estrés con tequila, sal y limón.  La mujer continuaba con su frio y hediondo aliento, susurrando sus penetrantes palabras:


 El fanatismo arraigado en las costumbres y tradiciones políticas de la masa ciega de votantes, consiente la tragedia nacional.  La indiferencia frente a los abusos, excesos y a las actuaciones burdas de los políticos ha investido de impunidad a los corruptos.  Antes ocultaban sus intenciones de lucro y medro personal; ahora saben que la ignorancia y el inmovilismo de los boricuas no acarrean consecuencias para sus actos.  Aprueban impuestos, firman leyes a la medida de los de su casta, ignoran las necesidades del pueblo y se roban los clavos de la cruz; y todo con la bendición de la idiotizada mayoría.  Aumentan la luz y el agua, y le cortan los servicios a los hospitales; privatizan las carreteras, y después de ocho horas de labores los trabajadores tienen que soportar tres horas de congestión en el tráfico; embargan los pequeños negocios, cuando son los megatiendas las grandes evasoras; las condiciones de la salud, la educación y la seguridad pública son paupérrimas, mientras los dineros del tesoro nacional son malversados.  Conducen el país a una quiebra financiera y moral, amenazan con cerrar el gobierno y sus instituciones de servicios para luego querer compensar con un puente entre dos islas.  ¿Y ustedes que hacen?

El Baile, botella y baraja continuaban.  La gente a mi alrededor parecían enajenadas de esta realidad.  El ambiente era carnavalesco.  Me sentía como si estuviera inmerso en una cripta fría y tétrica.  Mientras yo seguía tomando, entre ron y cervezas, veía el rostro hermoso de La Catrina, y escuchaba sus carcajadas infernales que calaban hasta mi alma.  Mientras danzábamos casi en un solo cuerpo, me abrazaba fuerte y expelía sus agrias palabras:

- ¿Qué hacen ustedes los puertorriqueños?  Viven sometidos al despotismo de la mayoría.  Subyugados a la tiranía de la masa de ignorantes, obtusos y cegatos que salen a votar cada cuatro años.  De esos que por puro fanatismo político eligen los mismos corruptos y fariseos que abusan del poder delegado en ellos para su propia conveniencia.  Esa caterva de incautos es la que, a través del tiempo, han silenciado a los que intentan salir del rebaño y pensar diferente.  Han consentido y encubierto hasta los más viles asesinatos de los disidentes.  Son ellos, los que como perros esperando las migajas de la mesa, han servido de lacayos y testaferros para los intereses de los gobernantes.  Al final, al pueblo no le llegan ni las sobras de tanta abundancia usurpada.  Esa mayoría, que dice que por ser mayoría manda, han condenado este pueblo a la ignominia del colonialismo, al narco-estado, a la pobreza, a la miseria y la crisis humanitaria más grande de su historia.  Han perpetuado un sistema que solo funciona para algunos y para otros es inexistente.  Esa mayoría insensata, es la responsable de instituir un régimen de libertinaje político; y lo que es peor, es la responsable de la ausencia de justicia e igualdad; son igual de responsables del arresto de la libertad de pensamiento y palabra, del razonamiento y el sentido común.  Hasta que no decidan utilizar estas últimas tres cualidades inherentes de todo ser humano libre, repito, ser humano libre, seguirán de rodillas ante la voluntad de la mayoría aplastante. 

Caí al piso, mareado de tanto baile y alcohol.  Entonces, abrí los ojos.  No había nadie a mi alrededor, estaba solo.  Entre latas y botellas, manteles sucios y bandejas vacías yacía mi cuerpo.  Mas lo que es peor, mi voluntad y mi espíritu destrozados por La Catrina. 


¡Levántate y anda!

lunes, 7 de marzo de 2016

Democracia puertorriqueña

por  Caronte Campos Elíseos


Ya en la libre comunidad después de mi última experiencia enclaustrado, al fin he llegado a mi hogar.  He encontrado el frente de la casa atiborrada de viejos periódicos.  Demás está decir que es uno de mis pasatiempos repasarlos sin considerar la fecha.  Oteando las páginas amarillentas y mojadas, me sumerjo en las últimas noticias importantes en el país.  “Importantes” al menos para los poderes detrás de la imprenta.  Desde las primarias presidenciales en los Estados Unidos, las pruebas de misiles en Corea del Norte; el encuentro del papa Francisco y el patriarca ruso Kiril; la decisión de Agapito de no ir a la reelección; la demanda del FBI a la empresa de la manzana; el nombramiento de la juez presidente de 40 años de edad; el retraso en el pago a los contribuyentes de los reintegros; el arresto de Leydy Mágica; los obstáculos políticos para los candidatos independientes, entre otros.

Tales eventos motivaron mi entrada a un trance contemplativo.  En ese estado mental (un tanto extraño para mí) comencé a hilvanar ideas sobre la democracia puertorriqueña.  Aunque algunos (como yo) pensaran que hablar de dicha cuestión puede ser equivalente a discutir el sexo de los ángeles en el imperio bizantino, me aventuré a escribir los pensamientos iluminados durante mi viaje de cannabis.  Solo espero que mis razonamientos abstrusos no provoquen en los amigos lectores sentimientos sañosos hacia mi persona.  Pero ciertamente, los puertorriqueños hemos vivido con la idea errónea  de lo que es un sistema democrático.  Esa ilusión óptica que nos han vendido como democracia participativa o democracia representativa es, en gran medida, la responsable nuestra triste ingobernabilidad.


¿Nunca se han preguntado porque la participación se ha visto limitada a un solo día cada cuatro años?  Ese día, el de las elecciones generales, es el único en el que los electores aptos     participan.  De ahí en adelante, nos sometemos por ciego consentimiento de la amplia mayoría (que por lo general está equivocada en sus decisiones) a todo un cuatrienio de oligarquía bipartidista.  Los partidos de mayoría se alternan en el poder con la anuencia de los fanáticos afiliados que realizan cualquier tarea, sin consideraciones morales, bajo la insignia de su colectividad de preferencia.  Estos súbditos o lacayos, son la mayoría absoluta que elige el gobierno de todos, pero que en la práctica es para unos pocos.  Así se ha sostenido este sistema por más de sesenta años.

Era tal la profundidad de los pensamientos traídos a mi mente durante el trance, que la abulia me dominaba.  Decidí reforzar los efectos de la fumarada, con un elixir mágico.  Un licor de la tierra con saborcito a café que aumentara mi desapego emocional.  Las ideas continuaban aterrizando en mi cabeza.  La mal llamada división de poderes ha sido la falacia más fehaciente del absurdo democrático.  Todas las ramas de gobierno están completamente politizadas.  Incluso la rama judicial, que se jacta de hacer honores a la toga, no son más que emisarios políticos.  Premiados por los favores que hacen a sus jefes políticos, son ascendidos a los cortes del país, corrompiendo así las decisiones trascendentales en los aspectos jurídicos.  Este secuestro de la justicia alcanza también al tribunal supremo, y con él se granjea el partido de turno el control de la administración de los tribunales por décadas. 


¿Y que me dicen de las ramas ejecutiva y legislativa?  Totalmente dominadas por los caucus de los partidos mayoritarios.  Desde el hemiciclo se legisla a la medida de unos cuantos, a favor de unos pocos y se olvidan de las necesidades del resto de los ciudadanos.  Incluso de los que como yo, vivimos de las dadivas del gobierno.  Cada vez más vemos como nos relegan al olvido.  Toman decisiones arbitrarias, sin conocimientos, preparación ni experiencias.      Conducen al país a la miseria, al caos y una crisis humanitaria de grandes proporciones.  No asumen responsabilidad de las consecuencias de sus actos apoyados por la inmunidad parlamentaria.  Desde la fortaleza se legislan más beneficios, sí, pero para los allegados.  Para aquellos que tienen acceso comprado a las esferas del poder.  Mueven el sistema económico en una sola dirección, la de sus cuentas bancarias personales.  Y cuando por fin el pueblo, aun en su ceguera voluntaria, los cuelga y castiga con el voto en contra, estas batatas políticas son refugiados en municipios, agencias, corporaciones de gobierno y retribuidos con jugosos contratos.

Entonces, ¿para qué ha servido la democracia puertorriqueña?  En este punto, ni el humo ni el brebaje ayudaban a soportar nuestra distopía hecha realidad.  Así que completé la trilogía de estimulantes con lo prescrito en las recientes consultas médicas.  En el éxtasis inducido apareció la respuesta a la anterior pregunta capciosa.  El ordenamiento jurídico del país no funciona.  Esta cimentado en una constitución maleada y manipulada desde su creación.  Una constitución subordinada a un congreso extranjero.  Este régimen legal ha permitido las barbaries criollas contra los propios constituyentes, que al final del día debían ser los únicos protegidos; ha consentido las afrentas más denigrantes en contra de la población general; y ha solapado los crímenes más espantosos de nuestra era contemporánea.  Asesinatos, persecuciones, discrimen, atropellos, maltratos, abusos.  Todos perpetrados en nombre de la justicia, la democracia y el orden establecido.  El estado de derecho ha fracasado miserablemente.  Basta con mencionar los llamados grupos protegidos.  Para hacer valer sus derechos han tenido que librar duras y largas luchas para lograr legislación a tales efectos.  Ni hablar de la persecución y linchamientos por razones políticas, las torturas en centros de detención ilegales y en bases militares; la degradación y privación a la mujer; el abandono a su suerte de los ancianos; la pobre protección y paupérrima educación a la niñez del país; la casi nula seguridad en las calles con el efecto lógico de la anarquía del narcotráfico; la demonización de ciertos sectores de la sociedad, aun cuando aportan tanto como el resto de los ciudadanos; la estigmatización de los pobres en los residenciales públicos; el desempleo creciente en los sectores más preparados y educados, con su justificable éxodo del talento hacia destinos inciertos; la corrupción y el pillaje rampante que nos ha conducido a la quiebra financiera; todo esto resguardado por un régimen legal fallido.

La democracia en este país tiene nombre y apellido.  Es para todo el que puede pagar por sus protecciones.  Los tribunales sostienen el sistema con sus decisiones que favorecen al mejor postor y/o alguno de sus protegidos predilectos.  Todavía tenemos a Lorenzo y a Rolandito esperando justicia.  El dogma principal de justicia garantiza la inocencia hasta que se demuestre lo contrario.  Este precepto ha tenido el efecto adverso de convertir las victimas de crímenes, en principales sospechosos, incluso en culpables.  Solo basta mirar los casos de conductores que atropellan transeúntes, parroquianos y ciclistas, y se han dado a la fuga.  Todos han salido por la puerta ancha de la justicia mal aplicada, mal interpretada o alterada por los famosos tecnicismos o atenuantes.  Todo orquestado por un sequito de abogados del diablo bien remunerados. 

Mientras tanto, los puertorriqueños se conforman con un día de decisión cada cuatro años.  Elegir alcaldes, representantes y un gobernador de entre un ramillete de ineptos postulados por intereses personales y partidistas.  Se conforman con elegir el menos malo de un manojo de incompetentes e insensatos.  Escogen de un racimo de mediocres y obtusos al menos charlatán.  Terminamos así, gobernados por una turba de mentes estériles y conocimientos limitados.  Amén de la mala leche con la que se postulan. Sumado a la apatía y enajenación de las realidades del pueblo que juran (en vano) proteger y defender. 

Luego pasan los gobernados, cuatro años entre quejas, críticas y resignación.  Ensimismados en su mundo lleno de vicisitudes que tuvieron la oportunidad de reivindicar con su voto perdido.  Entretenidos en el baile, botella y baraja que tan buena aceptación tiene entre los boricuas. Prestando toda la atención a los instrumentos democráticos de embeleso y control de masas generalizados, como la prensa, la radio, la televisión con sus respectivos espectáculos.  Víctimas, como siempre, de la propaganda mediática.  Hasta que no tomemos conciencia del valor que tiene el único voto que ejercemos con tanta fe (ciega y oscura), y la diferencia que puede lograr bien administrado, seguiremos en este espejismo que llamamos democracia.  Y a propósito de espectáculos hipnotizantes, termino estas líneas justo antes de las siete de la noche.  Es hora de ver, ¿Qué culpa tiene, Fatmagül?

¡Levántate y anda!

sábado, 6 de febrero de 2016

Remedio Atómico

por  Caronte Campos Elíseos


Hago constar que publico este escrito en este espacio en calidad de albacea del Sr. Caronte Campos Elíseos.  Dada su ausencia involuntaria y su incapacidad de publicarlo por cuenta propia,  me ha solicitado que cumpla su voluntad.  La misma es una epístola dirigida a este servidor con los detalles de su actual estado.  Sin mucho preámbulo dejo el texto íntegro para consideración de sus lectores.  Esto último no sin antes aclarar, que este servidor, Luigi Baldonis, no se solidariza con las expresiones vertidas en el contenido de la misiva, ni tengo conocimiento de los hechos relatados. 


Querido amigo Luigi Baldonis:

Hoy me encuentro en un lugar apartado, privado de libertad.  Las cuatro paredes que me rodean me parecen conocidas.  Está oscuro la mayor parte del tiempo y caluroso en extremo.  La ausencia de higiene se hace evidente en las plagas, la suciedad y el olor a heces fecales impregnado hasta en la cosa que me dan de comer.  Esto último no puede, por definición, llamarse alimento.  Me transportaron hasta aquí con el fin de curar un mal congénito que traigo en la sangre.  Me han realizado decenas de pruebas para determinar el tratamiento.  Han fabricado un voluminoso expediente con los síntomas, tratamientos, medicamentos y los resultados de dichos análisis. 

No soy el único interno, hay doce pacientes adicionales.  Conmigo sumamos trece (No es un número que genere buena suerte).  Quien escuche los gritos y gemidos, pudiera jurar que somos más de esa cantidad.  La mayoría del tiempo la pasamos en la pseudo habitación, en un catre mojado y lleno de insectos.  Uno de los doctores, de nombre Cornelio (muy apropiado por la forma en que nos trata)  me inyecta lo que él mismo llama el remedio para nuestros males.  Su sonrisa perspicaz y diabólica no es de muy buen augurio.  Según él, esta será la panacea para la principal epidemia de esta isla olvidada por “dios”.  Lo cierto es que cada vez que mi cuerpo recibe el remedio prescrito, yo me siento más cerca de las puertas del mismo infierno.

En las noches siento como el calor me quema la piel de todo el cuerpo.  El ardor me llega hasta el tuétano de los huesos.  Me encuentro en estado vegetativo.  Parezco un cadáver en proceso de cremación inducida.  Pareciera que están probando con nosotros el remedio atómico para controlar las masas.  Empero, en esos estados comatosos, he escuchado vociferar las enfermeras del lugar.  Hablan sobre una confesión en una carta inculpatoria, donde el mal llamado doctor Cornelio acepta su práctica de inyectar cáncer a sus pacientes.  Todo con el noble propósito de librar la isla de la plaga de los puertorriqueños.  Lo cierto es que ya quedamos menos pacientes.  De los trece internos originales, quedamos cinco;  algo me dice que no en muy buen estado, ni físico ni emocional.  Otro de los doctores a cargo de mi caso, me hace creer que estoy fuera de mis cabales, que padezco de mis facultades mentales y que sufro de trastornos como esquizofrenia y delirios de persecución (cosa que siempre he reconocido). 

Amigo Baldonis, te dirijo estas letras porque no tengo mucha esperanza de salir de aquí.  Quiero que si esta es mi suerte, recibas y publiques lo antes expuesto para el bienestar histórico de este pueblo.  Conociendo esta historia, podremos entender mejor la pandemia que arropa este mundo, el cáncer que nos consume.  Así, la muerte de los ocho puertorriqueños asesinados por doctores licenciados no quedara impune.  Aunque de esto último no guardo mucha fe y esperanzas.  Conociendo esta isla maldita y condenada eternamente al coloniaje, pronto olvidará estas ocho vidas sin saber siquiera sus nombres; y encontrará justificación alguna para su cruel desaparición.  Lo que no dudo ni por un segundo es, que nuestros asesinos y exterminadores serán tomados como héroes y serán premiados por sus ejecutorias en la experimentación con seres humanos.

Hasta que este pueblo incauto no decida conocer su historia sin ambages ni vendajes políticos, para así entender el presente, no tendremos claro nuestro futuro.  Seguiremos siendo, nosotros todos, las victimas pasivas de la propaganda y sugestión de masas.  Estaremos destinados a vivir merced de todos los que aludiendo a nuestro bienestar y salvación, nos consumen y corroen sin remedio alguno, como un inclemente cáncer devorador. 

¡Levántate y anda!


miércoles, 25 de noviembre de 2015

Robo de identidad

por  Caronte Campos Elíseos


Al regreso de un viaje largo por el viejo mundo y que se extendió por varios meses, me encontré vagando nuevamente por las calles.  Llegué hasta una escuela vacía y abandonada, de esas que han clausurado por falta de presupuesto.  Solamente quedaba parte del letrero escolar que leía el apellido, Pedreira.  Rondaban las tres de la mañana, y encontré en el plantel un hombre solitario.  Se me acercó y me preguntó qué se me ofrecía.  Respondí que solo quería ver las facilidades.  El se ofreció a darme el “tour” personalmente.  Cerró los portones con candado.  Esto, según él, para que nadie tuviera acceso al plantel escolar.  Comenzamos por la cancha de baloncesto sin techo y sin canastos; fuimos también a los salones, todos sin puertas y sin ventanas.  Visitamos los baños, sin inodoros ni lavamanos.  Pasamos por la biblioteca, sin libros.  Las paredes llenas de cables, sin energía eléctrica y sin computadoras.  Llegamos hasta una glorieta, sin asientos.  Allí decidimos sentarnos en el piso a compartir la merienda que el anciano había llevado a su trabajo.
 
Compartiendo el palo viejo con anís y las carnes empacadas, le comenté sobre mi viaje a España y lo mucho que me había fascinado.  Se levantó abruptamente del piso, y entre sorbos del oro blanco de la botella, comenzó a dirigirme un discurso:

-       Déjame aclararte un hecho diacrónico, muchacho: Por acéfalos como tú, es que este país está como está.  Una parte de la población añorando la madre patria; otros, soñando con integrarse a la “America the beautiful”.  En medio de esa nostalgia y esas falsas expectativas, nadie conoce los verdaderos orígenes de nuestra raza.  Ese desconocimiento es el que ha creado esta confusión de bipolaridad.  Dos banderas, dos idiomas, dos himnos, pero sin identidad nacional.  Nadie tiene la suficiente materia gris para entender el dilema de la personalidad puertorriqueña.  Antes de que tú, mi querido incauto, llegaras a la España de Fernández Juncos; y mucho antes de que Colón arribara a estas tierras con sus carabelas llenas de moros, ya existía vida en esta isla.  Los indígenas fueron los que, con humilde actitud y hospitalario espíritu, recibieron los mal llamados descubridores.  Eso es lo único que nos heredaron en la famosa mezcla de razas; la humildad y la hospitalidad.  Claro, gracias al holocausto taíno, fueron ellos los primeros en desaparecer del mapa de la personalidad nacional, dejándonos la cobardía como herencia. 


En este punto era yo el que necesitaba sorbos del preciado líquido en la botella.  Después de viejo fui a parar a una escuela abandonada para una mustia clase de historia.  Mientras, el oficial de seguridad escolar continuaba con su severa admonición:       

-       ¿Luego que tenemos? ¡La llegada de los negros!  Dominados a través de los siglos por la supremacía blanca.  Hasta el sol de hoy no logran quitarse las cadenas del discrimen y los prejuicios.  Encadenados, torturados, azotados, siempre sometidos.  Traídos a esta tierra para ser sometidos al trabajo y al yugo del dios de los primeros cristianos; su aportación al surgimiento de nuestra identidad, fue el sometimiento y la mansedumbre ante los atropellos.  Al final, de esta mezcolanza salimos nosotros.  Salimos de la artería y jactancia del blanco; de la subordinación y la rendición del negro; y de la humillación y mansedumbre del indio taíno.  Así surgió el criollo que por más de tres siglos vivió bajo los abusos, los martirios y suplicios perpetrados por parte de la madre patria.  Madre que negó por 400 años, el nacimiento de una personalidad puertorriqueña.  Que abortó por medio de represión y tormentos el desarrollo del alma nacional.

Con el tormento de esta aciaga realidad, ahogamos las penas en el ron compartido.  Mi desapego emocional se había quemado con el alcohol, y quería salir de aquel estorbo público que antes fue centro de instrucción.  Debo admitir que me retuvo allí mi tendencia al alcoholismo.  Además, recordé que el guardia había encadenado el portón, así que regrese a mi lugar en el piso.  El pseudo historiador continuó con su anodina diatriba:
 
-       Esa madre, que después del saqueo y la explotación de los criollos, nos entregó como botín de guerra a un padrastro abusador.  Y cuando ya habían visos de dignidad boricua, el nuevo imperio se ensañó con la idea nacionalista.  La inquina norteamericana contra los nativos logró la retracción del poco progreso que se había logrado hasta ese momento.  Así las cosas, el ser puertorriqueño se ha manejado entre dos aguas.  Entre lo heredado de la corona española y lo impuesto a la trágala por las fuerzas federales. Los boricuas carecemos de identidad propia.  El destino colonial nos ha robado la identidad.  Carecemos de reconocimiento internacional, vivimos bajo una cláusula territorial; el himno nacional es una danza bailable, el escudo es un manso cordero, no producimos nada de lo que se consume en el país, y hasta somos malos para imitar e implementar los sistemas ultramarinos que tanto adoramos.  Aun así, el ego sin fundamento del boricua es enorme.  Nos creemos la última Coca-Cola del desierto.  Pensamos que nos merecemos todo, y ni siquiera los conciudadanos americanos nos tratan con igualdad.  Somos en realidad una amalgama de contradicciones, de características heredadas, adoptadas y otras impuestas.  En otras palabras, no hemos visto aún el nacimiento del alma de la verdadera identidad nacional.  Alma que no veremos nacer hasta que dejemos la pendejería de querer ser lo mejor de dos mundos.  Hasta que no cese la idea de ser puente o punto de encuentro de dos culturas disímiles.  Hasta que no podamos concertar en un solo propósito, soltar las cadenas, escapar de la sumisión mental y dejar atrás la mansedumbre eterna, no veremos realizada la idea de una personalidad boricua real.


Me parece escuchar un timbre a lo lejos.  Me despierto tirado en el cemento de un gazebo sin techo.  Dan las ocho de la mañana.  A mi lado solo encuentro una caneca vacía, una placa con la inscripción, A. S. Pedreira, y un libro titulado, Insularismo.

¡Levántate y anda!

domingo, 13 de septiembre de 2015

Once claves para el Plan Fiscal

por  Caronte Campos Elíseos


Como siempre les menciono en mis escritos, cuando no tengo nada importante para escribir, enumero cosas.   Casualmente, en estos días el gobierno de Puerto Rico dio a conocer su tan esperado Plan de Crecimiento Económico y Fiscal.  Para mí hacer listados es un buen ejercicio, ya que me mantiene ocupado y distraído.  Así evito que tengan que internarme por mi predisposición a la locura.  Todo el mundo en el país se ha concentrado en el contenido del Plan del gobierno.  Es de esperarse, lo mismo ha pasado con el famoso plan divino.  Pero yo, como soy al revés de los cristianos, quiero dedicar estas líneas a las cosas que no figuran en el Plan.  Las siguientes son diez alternativas que pudieran contribuir a paliar la crisis actual.  Claro, yo no soy un ducho en economía, yo solo soy un loco perturbado mentalmente con ínfulas de grandeza que escribe disparates. 

11 alternativas al Plan Fiscal

1. Incrementar el por ciento del impuesto a las compañías foráneas – Actualmente el porciento a dichas empresas es de 4%.  ¿Por qué no aumentarlo de manera escalonada hasta llegar a 10%?  Según cálculos de algunos economistas, esta medida puede generar hasta $1,300 Millones.

2. Medidas para aumentar la captación del IVU – El gobierno central puede reubicar una cantidad considerable de su personal para constituir una unidad que se encargue de asegurar el cumplimiento de los comerciantes con el repago del impuesto cobrado a los consumidores.  Esto podría aumentar los recaudos del IVU en $900 Millones anuales.  Esa es la cantidad que los consumidores pagan y se quedan en las cuentas bancarias de los empresarios evasores.

3. Anulación de contratos de asesoría para las batatas políticas – Eliminar los contratos y prohibir la futura contratación de cualquier personal que haya formado parte del gobierno, de la cúpula de los partidos políticos y de los familiares y allegados de estos.  Existen decenas de empresas fraudulentas que generan hasta $5 millones en contratos. 


4. Entregar todas las instalaciones alquiladas – Reubicar las oficinas, administraciones y agencias a las propiedades del gobierno.  Evitando así pagos innecesarios por alquiler de espacios comerciales.

5. Eliminar los subsidios de nómina a las mega tiendas – Empresas como Wal-Mart se benefician de incentivos para el pago de nómina, exención con el CRIM y sobre patentes, sin que esto necesariamente redunde en aumento en la contratación.
  
6. Cobrar la deuda de las grandes empresas e instituciones con la Autoridad de Energía Eléctrica, Autoridad de Acueductos y el Departamento de Hacienda – Agilizar el cobro de la deuda de energía y otros servicios por parte de los municipios, agencias estatales y agencias federales.  También fiscalizar más la deuda de las grandes empresas para hacer cumplir los compromisos de pago.

7. Consolidación de los Recintos de la UPR – Reducir la cantidad de recintos universitarios de once (11) a ocho (8).  Habilitar dichas plantas físicas para albergar las agencias de gobierno.

8. Disminuir el costo de Campañas Electorales y los fondos a los Partidos Políticos – Desaparecer de una vez y por todas el mantengo a los partidos políticos.

9. Eliminar las escoltas, pensiones y aportación a las fundaciones de los exgobernadores – Según los empleados gubernamentales, y ahora los privados, los maestros, los retirados, entre otros, han visto disminuidos sus beneficios adquiridos, lo mismo debe aplicar para esta clase burguesa. 


10. Evitar el gasto y el costo del sistema de voto electrónico – Un gasto innecesario en momentos de crisis.  La inversión ronda los $40 millones cuando existen empresas que lo harían por menos de la mitad.  Si a eso le añadimos la experiencia, el costo en Puerto Rico de estos mega proyectos se triplica.  Eso sucedió con el Tren Urbano, El Coliseo y el Súper Tubo.  A parte de que, como en todo lo demás, el gobierno no tiene la capacidad ni la aptitud para el mantenimiento de estos y otros sistemas electrónicos. 

11. Fiscalizar, Monitorear y Auditar los contratos a empresarios oportunistas – Estos empresarios, que seguramente guardan algún lazo familiar con algún personero del gobierno, se lucran y se dan la gran vida social con los fondos que reciben de las agencias gubernamentales. Existen decenas de estas empresas que reciben anualmente sobre $30 millones para prestar servicios que al final del día, no ofrecen.  

Como siempre, y como típico puertorriqueño, no puede faltar la ñapa.  No por último, lo menos importante o relevante.  Es para no perder la mala costumbre de escribir sandeces: 

12. Reducción de salarios a Legisladores y Representantes, y el cumplimiento del voto general sobre la implementación de la Unicameralidad –  Basta ya de medrar en detrimento de los ciudadanos, ignorando burdamente el mandato del pueblo.  El salario base de estos buitres honorables es de $73,000 anuales.  Si los reducimos a la mitad de ineptos en la legislatura, el ahorro económico sería de aproximadamente $3.6 millones anuales.  Ahora bien, el ahorro en pendejerías, seria incalculable. 

Quiero dejar meridianamente claro que yo no he leído el famoso informe.  Esto por la sencilla razón de que el mismo fue publicado en inglés.  Por supuesto, hay que tener claro que lo publican de esa manera para desalentar al que desee leerlo.  En mi caso, funcionó a la perfección, así que no me hagan mucho caso.  Dejemos el análisis serio a los expertos y comprometidos analistas de este país. 

¡Levántate y anda!